Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

11

Tal como subraya Emilia Pardo Bazán en «La mujer española»: «El progreso no es una palabra vana, puesto que hoy un marido burgués se sonrojaría de que su esposa no supiera leer ni escribir. La historia, la retórica, la astronomía, las matemáticas, son conocimientos ya algo sospechosos para los hombres; la filosofía y las lenguas clásicas serían una prevaricación; en cambio, transigen y hasta gustan de los idiomas, la geografía, la música y el dibujo, siempre que no rebasen del límite de aficiones y no se conviertan en vocación seria y real» (102).

 

12

Como apunta, por ejemplo, Rousseau: «El macho sólo es macho en ciertos instantes, la hembra es hembra toda su vida o al menos toda su juventud; todo la remite sin cesar a su sexo, y para cumplir bien sus funciones necesita una constitución referida a él» (539).

 

13

En Emilio palpita una profunda contradicción, ya que el autor parte de la igualdad entre ambos (en lo que respecta a órganos, necesidades y facultades) para luego destacar la desigualdad sexual y concluir que «el hombre y la mujer no están ni deben estar constituidos igual, ni de carácter ni de temperamento, ni deben tener la misma educación» (542).

 

14

Este discurso aparece muy bien ejemplificado en la continua referencia de los tratados educativos a la necesidad del «justo medio» en materia educativa, aspecto idéntico a la moderación subrayada por los manuales de decoro que apuntan siempre al ten con ten. Se trataba, en definitiva, de moderarse o evitar cualquier identificación con la figura de «bachillera» o «marisabidilla», tan ridiculizadas desde Lope hasta los costumbristas: «[...] que una muger sea instruida, sin llegar a ser escritora, ni filosofa [...] en la sociedad tanto disgusta una muger que no sabe mas que leer y contar, como la que quiere penetrar en todas las ciencias. Si las obligaciones de nuestro estado, y los vinculos que contraemos requieren que sepamos ciertas cosas, las condiciones peculiares de nuestra existencia, y las propiedades caracteristicas de nuestra continuacion, nos deben estorbar que sepamos demasiado» [sic] (Mora 34).

 

15

Fénelon apunta que «la lectura de aventuras quiméricas llenas de amores profanos... forman un espíritu visionario... quiere vivir como las Princesas imaginarias, que son el objeto de sus novelas; siempre enamorada, siempre adorada, y superior á todas las necesidades de la vida» (11-12). De forma similar subraya Amar y Borbón: «La aficion que muchas mugeres tienen á leer, y la ignorancia de asuntos dignos hace que se entreguen con exceso á los romances, novelas y comedias, cuya lectura generalmente es mala por las intrigas y enredos que enseña» (192).

 

16

Para Fénelon la «ociosidad y poltronería juntas con la ignorancia, además de producir una inclinación perniciosa á los espectáculos y otras diversiones peligrosas, excitan una curiosidad indiscreta é insaciable» (10). De manera similar se expresa Pilar Sinués casi dos siglos más tarde: «Hay muchas que descuidan igualmente su casa y su familia, y se abandonan a una existencia de comodidades y enteramente egoísta para indemnizarse de los cuidados que les costó el adquirir marido» (253).

 

17

Hasta tal punto se identifica la labor de aguja con las tareas específicas de la mujer que el Manual de las señoritas ó arte para aprender cuantas habilidades constituyen el verdadero mérito de las mujeres (1883) de Ana María Poveda es en realidad un manual de corte, confección y bordado que incluye también instrucciones para hacer guantes, canastillos, ridículos (bolsos de muy pequeño tamaño), corsés, cestitos y flores artificiales. También Pilar Sinués, en Un libro para las damas (1875) subraya que «la principal ocupacion de las niñas debe sér la costura y el cuidado de las cosas útiles, como la confeccion de la lencería de la casa, y la de sus propios vestidos [...] estas labores de capricho y agradables, absorben la atencion de las niñas y les hacen pasar horas deliciosas» [sic] (288). Pero existe también un discurso paralelo que responde a esta constante incitación de la mujer a las labores de adorno y, en este sentido, Pardo Bazán alude al excesivo tiempo empleado «en labores manuales, repasando, calcetando, aplanchando, bordando al bastidor o haciendo dulce de conserva» (86) y Arenal apunta que las horas dedicadas a tales actividades se aprovecharían mejor en actividades de caridad para el bien público: «[...] la costura llevaba antes mucho tiempo, malgastando en ella no poco las mujeres hacendosas. No era, ni es raro, ver cómo se gastan muchas horas o muchos días en coser una pieza de ropa vieja, que se rompe a la primera lavadura, cuando el valor del tiempo, aun tan mal pagado como se paga el de las mujeres, bastaba para comprar nueva aquella prenda» (Arenal, Mujer del porvenir 175).

 

18

Conviene tener en cuenta que estamos hablando de obras coetáneas que plantean ideales opuestos. El libro de las niñas (1851) y las Cartas para la educación del bello sexo (1824), con ediciones posteriores a mediados de siglo, persisten en destacar lo doméstico y maternal, por el contrario The subjection of women (1869) y The enfranchisement of women (1851) de Harriet Mill denuncian las construcciones históricas sobre el carácter femenino que han sido presentadas hasta ese momento como naturaleza de su sexo y los impedimentos que se le han puesto a la mujer para que no traspase la esfera de lo íntimo y privado.

 

19

Harriet Taylor Mill (1807-1858) contrajo matrimonio en segundas nupcias con John Stuart Mill. La colaboración y el trabajo conjunto de ambos está presente en obras como Sobre la libertad (1859).

 

20

Amar y Borbón nació en Zaragoza, de una familia perteneciente a la baja nobleza aragonesa, siendo su padre uno de los médicos de cámara de Fernando VI. El tutor de Josefa fue el bibliotecario real, Rafael Casalgón, que la instruyó en latín, francés y literatura y parece que ella continuó su educación de forma autodidacta, aprendiendo italiano e inglés y leyendo habitualmente en la biblioteca real. Se casó en 1764 con un abogado y la pareja tuvo al menos un hijo. Fue nombrada socia de mérito de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País en 1782 y, ante el debate surgido en la Sociedad Económica Madrileña, con respecto a la admisión o no de mujeres, escribió el «Discurso en defensa del talento de las mugeres, y de su aptitud para el gobierno, y otros cargos en que se emplean los hombres» (1786). Su obra de más importancia es el Discurso sobre la educación física y moral de las mugeres (1790), luego no volvió a publicar más y parece haber vivido en el anonimato hasta su muerte, acontecida cuatro décadas más tarde.