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1

Deliberadamente he decidido excluir de este trabajo (metatextual, y no académico) las notas al pie. Quienes se interesen por el trasfondo histórico y literario de lo que aquí se expone pueden consultar distintos artículos de mi autoría (2001, 2003, 2004b, 2004c, 2005).

 

2

No deja de llamarme la atención la coincidencia con la periodista encarcelada recientemente en los Estados Unidos por negarse a revelar sus fuentes. Sin duda, desde el Antiguo Testamento, Judith es un nombre para mujeres de carácter...

 

3

Sigue en esto, no sin humor, parte de los cínicos consejos de Mme. Émeraude, el personaje de la modista que aparece en la segunda parte de la novela, y que la instruye para que saque todo el provecho posible de los rastacueros argentinos y de las ventajas de ser francesa en el Río de la Plata.

 

4

Se sabe que la falta de este capital simbólico acongojó y «acomplejó» en cierto modo a la orgullosa pero tímida y siempre algo insegura Victoria.

 

5

Ni Alice ni Carmen (y esto es deliberado y necesario en su construcción como personajes) provienen de las regiones centrales de sus respectivos países. Ambas son, de algún modo, «provincianas» en Buenos Aires.

 

6

Todos los que en la novela figuran como escritos de Eduarda, hallados por Alice, no son textos originales de Eduarda Mansilla, sino invenciones literarias de la autora de la novela.

 

7

Eva Duarte, en cambio, adolescente, sin medios económicos, y a pesar de los justificados temores de su madre, irá a la gran ciudad para convertirse en actriz.

 

8

«Todos los gestos de Victoria eran intensos; se pronunciaban más allá de lo necesario en sus adhesiones o desdenes, estaban hechos para ser vistos desde lejos, como si su vida fuese una fabulosa representación que le había dejado escrita un dramaturgo exigente y que ella actuaba hasta el límite de sus fuerzas» (2004a: 111-112).