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Escritores nicaragüenses que rompen la barrera de la incomunicación

Sergio Ramírez





Mario Benedetti, uno de los autores uruguayos más traducidos y más conocido dentro del actual boom continental de las letras, autor de un libro magnífico de cuentos, Montevideanos y finalista del premio Biblioteca Breve, para no mencionar sino pocas de sus señales de identidad, ha recogido en un libro titulado Letras del continente mestizo una serie de ensayos sobre escritores latinoamericanos, publicados en diferentes épocas en revistas y periódicos, pero que ya en una perspectiva organizada como la del libro a que estoy haciendo referencia, constituyen una especie de mapa o carta de navegar de nuestra literatura.

Quizá hay dos libros en la actualidad que pueden centrarnos adecuadamente en el conocimiento de lo que está pasando actualmente en Latinoamérica con esta grande y sorprendente literatura: Los nuestros del chileno-nicaragüense Luis Harss (Editorial Sudamericana) y este nuevo de Benedetti (Editorial Arca); y aunque el de Harss es quizá más documentado y profundo, se refiere solo a los diez principales novelistas de la actualidad, en un trazo que va de Asturias y Carpentier a Mario Vargas Llosa, pasando por Rulfo, Cortázar, Onetti, Fuentes, Guimaraes Rosa, García Márquez y Jorge Luis Borges, Letras del continente mestizo hace un enfoque más amplio incluyendo también a los grandes poetas contemporáneos, para sumar un total de 23 figuras claves que da como las piezas de comprensión de esa geografía literaria.

Cuatro nicaragüenses forman parte de esta suma, en la que no hay más centroamericanos: Rubén Darío, Señor de los Tristes; Joaquín Pasos, O el poema como crimen perfecto; Ernesto Cardenal, Poeta de dos mundos; y Claribel Alegría, Huésped de su tiempo (ella nació en Nicaragua pero vivió mucho tiempo en El Salvador).

Un amplio comentario sobre el Rubén, Señor de los Tristes, da comienzo al libro; sigue Vallejo y Neruda, dos modos de influir; dos testimonios sobre Borges; Ernesto Sábato como crítico practicante; el que corresponde a Joaquín; Julio Cortázar, un narrador para lectores cómplices; Nicanor Parra descubre y mortifica su realidad; Roa Bastos, entre el realismo y la alucinación; Gonzalo Rojas se opone a la muerte; Juan Rulfo y su purgatorio a ras del suelo; Salazar Bondy, un limeño contra la arcadia; el de Claribel Alegría; José Donoso, mundo chileno en varios planos; luego el de Ernesto Cardenal; Rosario Castellanos y la incomunicación racial; Carlos Germán Belli en el cepo metafísico; Sergio Galindo y los rigores de una sencillez; García Márquez o la vigilia dentro del sueño; Carlos Fuentes, del signo barroco al espejismo; México en el pantógrafo de Vicente Leñero; Vargas Llosa y su fértil escándalo; Fernández Retamar, poesía desde el cráter.

Ésta es, a simple vista, la lista de un club de difícil acceso, y de los ocho poetas que acompañan a los novelistas, cuatro son nicaragüenses sin contar que estos nombres están allí porque han vencido la barrera de la incomunicación, esas terrible incomunicación que hasta hoy comienza a destruirse (los poetas incluidos son Darío, Neruda, Vallejo, Joaquín, Fernández Retamar, Cardenal, Nicanor Parra y Claribel).

«Si hubiera necesidad de ejemplificar la incomunicación cultural, que aún hoy padecen los pueblos latinoamericanos, tal vez habría que elegir el nombre de Joaquín Pasos» dice Benedetti y agrega algo que es bueno que en Nicaragua se sepa de una vez por todas: «Pasos escribió uno de los más hondos y auténticos poemas creados en América Latina: Canto de guerra de las cosas, que podría soportar sin menoscabo el riesgoso cotejo con Sermón sobre la muerte de César Vallejo, Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda o Soliloquio del individuo de Nicanor Parra».

Es divertido pensar que una poesía tan vital, tan profunda y universal, esté abriéndose paso hasta veinte años después, como por otra parte la de Carlos Martínez Rivas es tan desconocida, a no ser por un ensayo crítico de Octavio Paz, y punto.

Tanto en el comentario dedicado a Joaquín Pasos como en el de Ernesto Cardenal, se da amplia noticia sobre el movimiento de vanguardia y sobre todos los poetas que lo formaron: «Es posible que Rubén Darío haya marcado para siempre a Nicaragua con una certidumbre poética; lo cierto es que, en el presente, la poesía de Nicaragua es una de las más vivas y originales de la América Latina. Desde la aparición en 1949 de Nueva poesía nicaragüense los poetas nicaragüenses que integraron el grupo de Vanguardia, fundado en 1948 gracias al impulso de José Coronel Urtecho y Luis Alberto Cabrales, siguen activos y continúan renovándose y es obvio que esa producción ha influido grandemente en la zona del Caribe. Murieron Joaquín Pasos y Manolo Cuadra, pero siguen creando Pablo Antonio Cuadra (quien además dirige la excelente revista el Pez y la Serpiente), José Coronel Urtecho, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez, Ernesto Cardenal, Fernando Silva y Ernesto Gutiérrez».

El examen que hace de la poesía de Cardenal es claro y muy certero, y es para mí muy importante pues lo ve con los ojos del que busca valores universales, despojado de ese sentido nicaragüense que nosotros encontramos en Cardenal, pero que Benedetti lo recibe también, fuera de nuestros límites: «También el "haber estado en Nicaragua" distingue este libro de Cardenal de toda otra poesía religiosa. Aquí y allá Nicaragua siempre acude al poeta y aún cuando tal presencia tiene a veces su lado siniestro, es evidente que esa suerte de silicio (intelectual, nostálgico) también incluye una sensación de alivio» dice refiriéndose a «La Hora del Oficio Nocturno».

Y sobre Hora 0: «Los poemas de Hora 0, particularmente el dedicado a Sandino, deben ser de los más vigorosos y eficaces que ha dado la poesía política de América Latina. Si no fueran altamente compartibles por otras razones extra poéticas, serían igualmente conmovedores por la indignación y la sinceridad que transmiten».

Creo que viene acercándose la hora de la literatura nicaragüense, absolutamente abierta al continente, porque no basta ser bueno, hay también que ser leído. Si ya se dice Cortázar, Cardenal, Nicanor Parra, Joaquín Pasos, Fernández Retamar, no hay duda de que es un buen comienzo.

Y a los escritores jóvenes les toca hacer permanente esta ofensiva extramuros.

Benedetti, Mario. Letras del continente mestizo. Editorial Arca, Montevideo, Uruguay. Colección Ensayo y Testimonio. 1968.

San José, noviembre 18 de 1968.





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