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Papel Satírico Pseudónimo. (N. del E.)

 

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Algunos periodos de este prefacio están escritos con grande descuido: Espejo no poseyó la dote de la claridad ni la de la concisión.- Además el opúsculo de la Ciencia blancardina fue escrito muy deprisa, y parece que el autor, aguijoneado por el deseo de vengarse pronto de sus émulos, ni revisó ni corrigió con esmero su obra. (N. del E.)

 

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Ponemos en letra bastardilla las palabras que, según nuestro juicio, faltan en el manuscrito de la obra de Espejo, para dar sentido perfecto a la oración o a la cláusula. (N. del E.)

 

24

En el manuscrito se halla completamente en blanco esta página: Espejo o no escribió el voto de Murillo, o en el manuscrito, según el cual estamos haciendo la edición, no se copió. (N. del E.)

 

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Este personaje, a quien Espejo lo llama Blancardo, representa al Padre Arauz, fraile de la merced, contra cuya censura del Luciano de Quito van enderezados estos Diálogos. (N. del E.)

 

26

Este pasaje de nuestro compatriota no puede quedar sin su correctivo. La Ciencia Blancardina es uno de los opúsculos más desgreñados en cuanto al estilo entre todos los que nos han quedado de Espejo; pero en este trozo, hay no sólo desgreño, sino algo peor: el chiste degenera en grosería y, en vez de gracejo urbano, abunda el insulto soez. (N. del E.)

 

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La imparcialidad, con que debemos anotar los escritos de nuestro compatriota, nos obliga a confesar que Espejo era muy erudito, pero falto de conocimientos en crítica literaria: había leído mucho; pero no acertaba a discernir bien el mérito de las obras, que había leído. El aprecio que hacía de la traducción, que del Tratado del sublime, atribuido a Longino hizo Boileau, es una prueba de lo que acabamos de decir: la traducción francesa de Boileau no es excelente, como asegura Espejo, siguiendo la opinión de Rollín a ciegas, ni menos una copia o trasunto del original griego: es desigual, pues tiene pasajes muy bien traducidos; y otros están mal interpretados.- Espejo dice que el Tratado del sublime es de Dionisio Longino, con lo cual da a conocer que ignoraba completamente las discusiones, que en punto al verdadero autor del tratado, se habían suscitado entre los críticos, atribuyendo unos la obra a Dionisio de Halicarnaso, otros a Dionisio de Pérgamo, y los más a Longino, el secretario o ministro de Zenobia, la desgraciada reina de Palmira. Espejo estaba persuadido de que Longino era el autor de la obra, y que se había llamado Dionisio; y, por eso, escribe que el Tratado del sublime es de Dionisio Longino: parece, además, que confundía lo sublime estético, lo diremos así; con el estilo sublime o lo sublime retórico, sin caer en la cuenta de que el tratado de Longino se refiere al estilo elevado, llamado estilo sublime por los retóricos griegos latinos. (N. del E.)

 

28

Blancardo en esta segunda parte del Nuevo Luciano de Quito es el padre Araúz, religioso mercedario del convento máximo de Quito: Espejo, resentido por la censura que el padre hizo de la primera parte de El Nuevo Luciano, se desahoga en estas conversaciones, pintándolo al padre como un ignorante pretencioso, y se manifiesta, además, censor severo de todos los frailes del mismo convento; a quienes describe con caracteres odiosos y despreciables. (N. del E.)

 

29

El sujeto, a quien alude aquí Espejo, designándolo con las tres aes es el padre fray José Alaba, uno de los más notables religiosos mercedarios del convento máximo de Quito. Espejo lo nombra con una cierta maliciosa sagacidad, cuando dice: «Venimos a dar en el Padre Maestro A, A, A. ¡Alabado sea Dios! [...] MAESTRO A, A, A. alaba-do, etcétera». No podía estar más clara ni más ingeniosa la designación del sujeto. Los padres Alabas fueron tres, todos frailes de la Merced: fray José, fray Francisco Javier y fray Tomás, hermanos, quiteños, hijos legítimos de don Esteban de Alaba y Barrientos y de doña María García y Nájera. El más prestigioso de los tres hermanos fue el padre José, muy elogiado por Escandón. (N. del E.)

 

30

Ya hemos hecho notar antes, que con el seudónimo de Moisés Blancardo designa Espejo al padre fray Juan Arauz; ahora añadiremos, que, asimismo con el término Blancardo, alude al padre fray José Alaba, llamándolo Blancardo el grande: los Blancardos son, pues, dos, en esta sátira crítico-literaria: Blancardo el grande y el chico; o lo que equivale a lo mismo, Blancardo maestro y Blancardo discípulo. Pero ¿qué significa el nombre Blancardo en el lenguaje satírico de Espejo? Blancardo equivale a Gerundio o a gerundiano: Espejo intenta probar, que la fama de insignes predicadores, que los dos padres mercedarios tenían en Quito era inmerecida; y con ese propósito aduce en esta Conversación trozos de sermones, muy aplaudidos, así del un predicador, como del otro. Un trazo del panegírico del padre Alaba en honra de San Pedro Nolasco, y un pasaje del sermón del Buen Ladrón, predicado por el padre Arauz. No sabemos, si estos dos sermones se imprimieron o no: seguramente después de predicados, circularon sólo manuscritos entre los admiradores de ambos padres: los trozos que cita Espejo, prueban que tanto el maestro como el discípulo eran Blancardos consumados, o gerundianos al remate. (N. del E.)

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