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España en el corazón

Himno a las Glorias del Pueblo en la Guerra

Pablo Neruda




ArribaAbajoNoticia

El gran poeta Pablo Neruda, (la voz más profunda de América desde Rubén Darío, como dijo García Lorca), convivió con nosotros los primeros meses de esta guerra. Luego en el mar, como desde un destierro, escribió los poemas de este libro. El Comisariado del Ejército del Este lo reimprime en España. Son Soldados de la República quienes fabricaron el papel, compusieron el texto y movieron las máquinas. Reciba el poeta amigo esta noticia como una dedicatoria.






ArribaAbajoInvocación

  —8→  
Para empezar, para sobre la rosa
pura y partida, para sobre el origen
de cielo y aire y tierra, la voluntad de un canto
con explosiones, el deseo
de un canto inmenso, de un metal que recoja
guerra y desnuda sangre.
España, cristal de copa, no diadema,
sí machacada piedra, combatida ternura
de trigo, cuero y animal ardiendo.
Mañana, hoy, por tus pasos
un silencio, un asombro de esperanzas
como un aire mayor: una luz, una luna,
luna gastada, luna de mano en mano,
de campana en campana!
Madre natal, puño
de avena endurecida,
planeta
seco y sangriento de los héroes!



  —9→  

ArribaAbajoBombardeo

  —10→  
¿Quién?, por caminos, quién,
quién, quién? en sombra, en sangre, quién?
en destello, quién,
quién? Cae
ceniza, cae
hierro
y piedra y muerte y llanto y llamas,
quién, quién, madre mía, quién, ¿a dónde?



  —11→  

ArribaAbajoMaldición

  —12→  
Patria surcada, juro que en tus cenizas
nacerás como flor de agua perpetua,
juro que de tu boca de sed saldrán al aire
los pétalos del pan, la derramada
espiga inaugurada. Malditos sean,
malditos, malditos los que con hacha y serpiente
llegaron a tu arena terrenal, malditos los
que esperaron este día para abrir la puerta
de la mansión al moro y al bandido:
¿Qué habéis logrado? Traed, traed la lámpara,
ved el suelo empapado, ved el huesito negro
comido por las llamas, la vestidura
de España fusilada.
Malditos los que un día
no miraron, malditos ciegos malditos,
los que no adelantaron a la solemne patria
el pan sino las lágrimas, malditos
uniformes manchados y sotanas
de agrios, hediondos perros de cueva y sepultura.



  —13→  

ArribaAbajoEspaña pobre por culpa de los ricos

  —14→  
La pobreza era por España
como caballos llenos de humo,
como piedras caídas del
manantial de la desventura,
tierras cereales sin
abrir, bodegas secretas
de azul y estaño, ovarios, puertas, arcos
cerrados, profundidades
que querían parir, todo estaba guardado
por triangulares guardias con escopeta,
por curas de color de triste rata,
por lacayos del rey de inmenso culo.
España dura, país manzanar y pino,
te prohibían tus vagos señores:
A no sembrar, a no parir las minas,
a no montar las vacas, al ensimismamiento
de las tumbas, a visitar cada año
el monumento de Cristóbal el marinero, a relinchar
discursos con macacos venidos de América,
iguales en «posición social» y podredumbre.
No levantéis escuelas, no hagáis crujir la cáscara
terrestre con arados, no llenéis los graneros
de abundancia trigal: rezad, bestias, rezad,
que un dios de culo inmenso como el culo del rey
os espera: «Allí tomaréis sopa hermanos míos».



  —15→  

ArribaAbajoLa tradición

  —16→  
En las noches de España, por los viejos jardines
la tradición, llena de mocos muertos,
chorreando pus y peste se paseaba
con una cola en bruma, fantasmal y fantástica,
vestida de asma y huecos levitones sangrientos,
y su rostro de ojos profundos detenidos
eran verdes babosas comiendo tumba,
y su boca sin muelas mordía cada noche
la espiga sin nacer, el mineral secreto,
y pasaba con su corona de cardos verdes
sembrando vagos huesos de difunto y puñales.



  —17→  

ArribaAbajoMadrid

(1936)


  —18→  

Madrid sola y solemne, julio te sorprendió con tu alegría
de panal pobre; clara era tu calle,
claro era tu sueño.

       Un hipo negro
de generales, una ola
de sotanas rabiosas
rompió entre tus rodillas
sus cenagales aguas, sus ríos de gargajo.
Con los ojos heridos todavía de sueño,
con escopeta y piedras, Madrid, recién herida,
te defendiste. Corrías
por las calles
dejando estelas de tu santa sangre,
reuniendo y llamando con una voz de océano,
con un rostro cambiado para siempre
por la luz de la sangre, como una vengadora
montaña, como una silbante
estrella de cuchillos.

Cuando en los tenebrosos cuarteles, cuando en las sacristías
de la traición entró tu espada ardiendo,
no hubo sino silencio de amanecer, no hubo
sino tu paso de banderas,
y una honorable gota de sangre en tu sonrisa.



  —19→  

ArribaAbajoExplico algunas cosas

  —20→  

Preguntaréis: ¿Y dónde están las lilas?
¿Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.

Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
—21→

Raúl, ¿te acuerdas?
¿Te acuerdas, Rafael?
¿Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de Junio ahogaba flores en tu boca?

¡Hermano, hermano!

Todo
era grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.
—22→

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

¡Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!

¡Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!



  —23→  

ArribaAbajoGenerales traidores

  —24→  

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis ¿por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!



  —25→  

ArribaAbajoCanto a las madres de los milicianos muertos

  —26→  

¡No han muerto! ¡Están en medio
de la pólvora,
de pie, como mechas ardiendo!

Sus sombras puras se han unido
en la pradera de color de cobre
como una cortina de viento blindado,
como una barrera de color de furia,
como el mismo invisible pecho del cielo.

¡Madres! ¡Ellos están de pie en el trigo,
altos como el profundo mediodía,
dominando las grandes llanuras!
Son una campanada de voz negra
que a través de los cuerpos de acero asesinado
repica la victoria.

¡Hermanas como el polvo
caído, corazones
quebrantados,
tened fe en vuestros muertos!
No sólo son raíces
bajo las piedras teñidas de sangre,
no sólo sus pobres huesos derribados
definitivamente trabajan en la tierra,
—27→
sino que aun sus bocas muerden pólvora seca
y atacan como océanos de hierro, y aun
sus puños levantados contradicen la muerte.

Porque de tantos cuerpos una vida invisible
se levanta. ¡Madres, banderas, hijos!
Un solo cuerpo vivo como la vida:
¡un rostro de ojos rotos vigila las tinieblas
con una espada llena de esperanzas terrestres!

Dejad
vuestros mantos de luto, juntad todas
vuestras lágrimas hasta hacerlas metales:
¡que allí golpeamos de día y de noche,
allí pateamos de día y de noche,
allí escupimos de día y de noche
hasta que caigan las puertas del odio!

Yo no me olvido de vuestras desgracias, conozco
vuestros hijos,
y si estoy orgulloso de sus muertes,
estoy también orgulloso de sus vidas.
—28→

Sus risas
relampagueaban en los sordos talleres,
sus pasos en el Metro
sonaban a mi lado cada día, y junto
a las naranjas de Levante, a las redes del Sur, junto
a la tinta de las imprentas, sobre el cemento de las arquitecturas
he visto llamear sus corazones de fuego y energías.
Y como en vuestros corazones, madres,
hay en mi corazón tanto luto y tanta muerte
que parece una selva
mojada por la sangre que mató sus sonrisas,
y entran en él las rabiosas nieblas del desvelo
con la desgarradora soledad de los días.

Pero
más que la maldición a las hienas sedientas, al estertor bestial
que aúlla desde el África sus patentes inmundas,
más que la cólera, más que el desprecio, más que el llanto,
madres atravesadas por la angustia y la muerte,
mirad el corazón del noble día que nace,
y sabed que vuestros muertos sonríen desde la tierra
levantando los puños sobre el trigo.



  —29→  

ArribaAbajoCómo era España

  —30→  

Era España tirante y seca, diurno
tambor de son opaco,
llanura y nido de águilas, silencio
de azotada intemperie.
Cómo, hasta el llanto, hasta el alma
amo tu duro suelo, tu pan pobre,
tu pueblo pobre, cómo hasta el hondo sitio
de mi ser hay la flor perdida de tus aldeas
arrugadas, inmóviles de tiempo,
y tus campiñas minerales
extendidas en luna y en edad
y devoradas por un dios vacío.

Todas tus estructuras, tu animal
aislamiento junto a tu inteligencia
rodeada por las piedras abstractas del silencio,
tu áspero vino, tu suave
vino, tus violentas
y delicadas viñas.

Piedra solar, pura entre las regiones
del mundo, España recorrida
—30→
por sangres y metales, azul y victoriosa
proletaria de pétalos y balas, única
viva y soñolienta y sonora.

Huélamo, Carrascosa,
Alpedrete, Buitrago,
Palencia, Arganda, Galve,
Galapagar, Villalba.

Peñarrubia, Cedrillas,
Alcocer, Tamurejo,
Aguadulce, Pedrera,
Fuente Palmera, Colmenar, Sepúlveda.

Carcabuey, Fuencaliente,
Linares, Solana del Pino,
Carcelen, Alatox,
Mahora, Valdeganda.

Yeste, Riopar, Segorbe,
Orihuela, Montalbo,
Alcaraz, Caravaca,
—31→
Almendralejo, Castejón de Monegros.

Palma del Río, Peralta,
Granadella, Quintana
de la Serena, Atienza, Barahona,
Navalmoral, Oropesa.

Alborea, Monóvar,
Almansa, San Benito,
Moratalla, Montesa,
Torre Baja, Aldemuz.

Cevico Navero, Cevico de la Torre,
Albalate de las Nogueras,
Jabaloyas, Teruel,
Camporrobles, la Alberca.

Pozo Amargo, Candeleda,
Pedroñeras, Campillo de Altobuey,
Loranca de Tajuña, Puebla de la Mujer Muerta,
Torre la Cárcel, Játiva, Alcoy.
—33→

Puebla de Obando, Villar del Rey,
Beloraga, Brihuega,
Cetina, Villacañas, Palomas,
Navalcán, Henarejos, Albatana.

Torredonjimeno, Trasparga,
Agramón, Crevillente,
Poveda, de la Sierra, Pedernoso,
Alcolea de Cinca, Matallanos.

Ventosa del Río, Alba de Tormes,
Horcajo Medianero, Piedrahita
Minglanilla, Navamorcuende, Navalperal,
Navalcarnero, Navalmorales, Jorquera.

Argora, Torremocha, Argecilla,
Ojos Negros, Salvacañete, Utiel,
Laguna Seca, Cañamares, Salorino,
Aldea Quemada, Pesquera de Duero.

Fuenteovejuna, Alpedrete,
Torrejón, Benaguacil,
—34→
Valverde de Júcar, Vallanca,
Hiendelaencina, Robledo de Chavela.

Miñogalindo, Ossa de Montiel,
Mentrida, Valdepeñas, Titaguas,
Almodóvar, Gestalgar, Valdemoro,
Almurodiel, Orgaz.



  —35→  

ArribaAbajoLlegada a Madrid de la Brigada Internacional

  —36→  

Una mañana de un mes frío,
de un mes agonizante, manchado por el lodo y por el humo,
un mes sin rodillas, un triste mes de sitio y desventura,
cuando a través de los cristales mojados de mi casa se oían los chacales africanos
aullar con los rifles y los dientes llenos de sangre, entonces,
cuando no teníamos más esperanza que un sueño de pólvora, cuando ya creíamos
que el mundo estaba lleno sólo de monstruos devoradores y de furias,
entonces, quebrando la escarcha del mes de frío de Madrid, en la niebla
del alba
he visto con estos ojos que tengo, con este corazón que mira,
he visto llegar a los claros, a los dominadores combatientes
de la delgada y dura y madura y ardiente brigada de piedra.

Era el acongojado tiempo en que las mujeres
llevaban una ausencia como un carbón terrible,
y la muerte española, más ácida y aguda que otras muertes,
llenaba los campos hasta entonces honrados por el trigo.
—37→

Por las calles la sangre rota del hombre se juntaba
con el agua que sale del corazón destruido de las casas;
los huesos de los niños deshechos, el desgarrador
enlutado silencio de las madres, los ojos
cerrados para siempre de los indefensos,
eran como la tristeza y la pérdida, eran como un jardín escupido,
eran la fe y la flor asesinadas para siempre.

Camaradas,
entonces
os he visto,
y mis ojos están hasta ahora llenos de orgullo
porque os vi a través de la mañana de niebla llegar a la frente pura de Castilla
silenciosos y firmes
como campanas antes del alba,
llenos de solemnidad y de ojos azules venir de lejos y lejos,
venir de vuestros rincones, de vuestras patrias perdidas, de vuestros sueños
llenos de dulzura quemada y de fusiles
a defender la ciudad española en que la libertad acorralada
pudo caer y morir mordida por las bestias.
—38→

Hermanos, que desde ahora
vuestra pureza y vuestra fuerza, vuestra historia solemne
sea conocida del niño y del varón, de la mujer y del viejo,
llegue a todos los seres sin esperanza, baje a las minas corroídas por el aire sulfúrico,
suba a las escaleras inhumanas del esclavo,
que todas las estrellas, que todas las espigas de Castilla y del mundo
escriban vuestro nombre y vuestra áspera lucha
y vuestra victoria fuerte y terrestre como una encina roja.
Porque habéis hecho renacer con vuestro sacrificio
la fe perdida, el alma ausente, la confianza en la tierra,
y por vuestra abundancia, por vuestra nobleza, por vuestros muertos,
como por un valle de duras rocas de sangre
pasa un inmenso río con palomas de acero y de esperanza.



  —39→  

ArribaAbajoBatalla del río Jarama

  —40→  

Entre la tierra y el platino ahogado
de olivares y muertos españoles,
Jarama, puñal puro, has resistido
       la ola de los crueles.

Allí desde Madrid llegaron hombres
de corazón dorado por la pólvora
como un pan de ceniza y resistencia,
       allí llegaron.

Jarama, estabas entre hierro y humo
como una rama de cristal caído,
como una larga línea de medallas
       para los victoriosos.

Ni socavones de substancia ardiendo,
ni coléricos vuelos explosivos,
ni artillerías de tiniebla turbia
       dominaron tus aguas.

Aguas tuyas bebieron los sedientos
de sangre, agua bebieron boca arriba:
agua española y tierra de olivares
       los llenaron de olvido.
—41→

Por un segundo de agua y tiempo el cauce
de la sangre de moros y traidores
palpitaba en tu luz como los peces
de un manantial amargo.

La áspera harina de tu pueblo estaba
toda erizada de metal y huesos,
formidable y trigal como la noble
       tierra que defendían.

Jarama, para hablar de tus regiones
de esplendor y dominio, no es mi boca
suficiente, y es pálida mi mano:
       allí quedan tus muertos.

Allí quedan tu cielo doloroso,
tu paz de piedra, tu estelar corriente,
y los eternos ojos de tu pueblo
       vigilan tus orillas.



  —42→  

ArribaAbajoAlmería

  —43→  
Un plato para el obispo, un plato triturado y amargo,
un plato con restos de hierro, con cenizas, con lágrimas,
un plato sumergido, con sollozos y paredes caídas,
un plato para el obispo, un plato de sangre de Almería.
Un plato para el banquero, un plato con mejillas
de niños del Sur feliz, un plato
con detonaciones, con aguas locas y ruinas y espanto,
un plato con ejes partidos y cabezas pisadas,
un plato negro, un plato de sangre de Almería.
Cada mañana, cada mañana turbia de vuestra vida
lo tendréis humeante y ardiente en vuestra mesa:
lo apartaréis un poco con vuestras suaves manos
para no verlo, para no digerirlo tantas veces:
lo apartaréis un poco entre el pan y las uvas,
a este plato de sangre silenciosa
que estará allí cada mañana, cada
mañana.
Un plato para el Coronel y la esposa del Coronel,
en una fiesta de la guarnición, en cada fiesta,
—44→
sobre los juramentos y los escupos, con la luz de vino de la madrugada
para que lo veáis temblando y frío sobre el mundo.
Sí, un plato para todos vosotros, ricos de aquí y de allá,
embajadores, ministros, comensales atroces,
señoras de confortable té y asiento:
un plato destrozado, desbordado, sucio de sangre pobre,
para cada mañana, para cada semana, para siempre jamás,
un plato de sangre de Almería, ante vosotros, siempre.



  —45→  

ArribaAbajoTierras ofendidas

  —46→  
Regiones sumergidas
en el interminable martirio, por el inacabable
silencio, pulsos
de abeja y roca exterminada,
tierra que en vez de trigo y trébol
traéis señal de sangre seca y crimen:
caudalosa Galicia, pura como la lluvia,
salada para siempre por las lágrimas:
Extremadura, en cuya orilla augusta
de cielo y aluminio, negro como agujero
de bala, traicionado y herido y destrozado,
Badajoz sin memoria, entre sus hijos muertos
yace mirando un cielo que recuerda:
Málaga arada por la muerte
y perseguida entre los precipicios
hasta que las enloquecidas madres
azotaban la piedra con sus recién nacidos.
Furor, vuelo de luto
y muerte y cólera,
hasta que ya las lágrimas y el duelo reunidos,
hasta que las palabras y el desmayo y la ira
no son sino un montón de huesos en un camino
y una piedra enterrada por el polvo.
—47→
Es tanto, tanta
tumba, tanto martirio, ¡tanto
galope de bestias en la estrella!
Nada, ni la victoria
borrará el agujero terrible de la sangre:
nada, ni el mar, ni el paso
de arena y tiempo, ni el geranio ardiendo
sobre la sepultura.



  —48→  

ArribaAbajoSanjurjo en los infiernos

  —49→  

Amarrado, humeante, acordelado
a su traidor avión, a sus traiciones,
se quema el traidor traicionado.

Como fósforo queman sus riñones
y su siniestra boca de soldado
traidor se derrite en maldiciones,

por las eternas llamas piloteado,
conducido y quemado por aviones,
de traición en traición quemado.



  —50→  

ArribaAbajoMola en los infiernos

  —51→  

Es arrastrado el turbio mulo Mola
de precipicio en precipicio eterno
y como va el naufragio de ola en ola,

desbaratado por azufre y cuerno,
cocido en cal y hiel y disimulo,
de antemano esperado en el infierno,

va el infernal mulato, el Mola Mulo
definitivamente turbio y tierno,
con llamas en la cola y en el culo.



  —52→  

ArribaAbajoLos gremios en el frente

  —53→  

Desventurado, ni el fuego ni el vinagre caliente
en un nido de brujas volcánicas, ni el hielo devorante
ni la tortuga pútrida que ladrando y llorando con voz de mujer muerta te escarbe la barriga
buscando una sortija nupcial y un juguete de niño degollado,
serán para ti nada sino una puerta obscura,
arrasada.

En efecto.
De infierno a infierno, ¿qué hay? En el aullido
de tus legiones, en la santa leche
de las madres de España, en la leche y los senos pisoteados
por los caminos, hay una aldea más, un silencio más, una puerta rota.

       Aquí estás. Triste párpado, estiércol
de siniestras gallinas de sepulcro, pesado esputo, cifra
de traición que la sangre no borra. Quién, quién eres,
oh miserable hoja de sal, oh perro de la tierra,
oh mal nacida palidez de sombra.
—54→

Retrocede la llama sin ceniza,
la sed salina del infierno, los círculos
del dolor palidecen.
Maldito, que sólo lo humano
te persiga, que dentro del absoluto fuego de las cosas,
no te consumas, que no te pierdas
en la escala del tiempo, y que no te taladre el vidrio ardiendo
ni la feroz espuma.
Solo, solo, para las lágrimas
todas reunidas, para una eternidad de manos muertas
y ojos podridos, solo en una cueva
de tu infierno, comiendo silenciosa pus y sangre
por una eternidad maldita y sola.
No mereces dormir
aunque sea clavados de alfileres los ojos: debes estar
despierto, General, despierto eternamente
entre la podredumbre de las recién paridas,
ametralladas en Otoño. Todas, todos los tristes niños descuartizados,
tiesos, están colgados, esperando en tu infierno
ese día de fiesta fría: tu llegada.
Niños negros por la explosión,
trozos rojos de seso, corredores
de dulces intestinos, te esperan todos, todos, en la misma actitud
de atravesar la calle, de patear la pelota,
de tragar una fruta, de sonreír o nacer.
—55→
Sonreír. Hay sonrisas
ya demolidas por la sangre
que esperan con dispersos dientes exterminados,
y máscaras de confusa materia, rostros huecos
de pólvora perpetua, y los fantasmas
sin nombre, los obscuros
escondidos, los que nunca salieron
de su cama de escombros. Todos te esperan
para pasar la noche. Llenan los corredores
como algas corrompidas.
Son nuestros, fueron nuestra
carne, nuestra salud, nuestra
paz de herrerías, nuestro océano
de aire y pulmones. A través de ellos
las secas tierras florecían. Ahora, más allá de la tierra,
hechos substancia
destruida, materia asesinada, harina muerta,
te esperan en tu infierno.
—56→
Como el agudo espanto o el dolor se consumen,
ni espanto ni dolor te aguardan. Solo y maldito seas,
solo y despierto seas entre todos los muertos,
y que la sangre caiga en ti como la lluvia,
y que un agonizante río de ojos cortados
te resbale y recorra mirándote sin término.



  —57→  

ArribaAbajoCanto sobre unas ruinas

  —58→  
Esto que fue creado y dominado,
esto que fue humedecido, usado, visto,
yace -pobre pañuelo- entre las olas
de tierra y negro azufre.
Como el botón o el pecho
se levantan al cielo, como la flor que sube
desde el hueso destruido, así las formas
del mundo aparecieron. Oh párpados,
oh columnas, oh escalas.
Oh profundas materias
agregadas y puras: ¡cuánto hasta ser campanas!
¡cuánto hasta ser relojes! Aluminio
de azules proporciones, ¡cemento
pegado al sueño de los seres!
El polvo se congrega,
la goma, el lodo, los objetos crecen
y las paredes se levantan
como parras de obscura piel humana.
Allí dentro en blanco, en cobre,
en fuego, en abandono, los papeles crecían,
el llanto abominable, las prescripciones
llevadas en la noche a la farmacia mientras
alguien con fiebre,
la seca sien mental, la puerta
que el hombre ha construido
para no abrir jamás.
—59→
Todo ha ido y caído
brutalmente marchito.
Utensilios heridos, telas
nocturnas, espuma sucia, orines justamente
vertidos, mejillas, vidrio, lana,
alcanfor, círculos de hilo y cuero, todo,
todo por una rueda vuelto al polvo,
al desorganizado sueño de los metales,
todo el perfume, todo lo fascinado,
todo reunido en nada, todo caído
para no nacer nunca.
Sed celeste, palomas
con cintura de harina: épocas
de polen y racimo, ved cómo
la madera se destroza
hasta llegar al luto: no hay raíces
para el hombre: todo descansa apenas
sobre un temblor de lluvia.
Ved cómo se ha podrido
la guitarra en la boca de la fragante novia:
ved cómo las palabras que tanto construyeron,
ahora son exterminio: mirad sobre la cal y entre el mármol deshecho
la huella -ya con musgos- del sollozo.



  —60→  

ArribaAbajoLa victoria de las armas del pueblo

  —61→  

Mas como el recuerdo de la tierra, como el pétreo
esplendor del metal y el silencio,
pueblo, patria y avena, es tu victoria.

Avanza tu bandera agujereada
como tu pecho sobre las cicatrices
de tiempo y tierra.



  —62→  

ArribaAbajoPaisaje después de una batalla

  —63→  

Mordido espacio, tropa restregada
contra los cereales, herraduras
rotas, heladas entre escarcha y piedras,
       áspera luna.

Luna de yegua herida, calcinada,
envuelta en agotadas espinas, amenazante, hundido
metal o hueso, ausencia, paño amargo,
       humo de enterradores.

Detrás del agrio nimbo de nitratos,
de substancia en substancia, de agua en agua,
rápidos como trigo desgranado,
       quemados y comidos.

Casual corteza suavemente suave,
negra ceniza ausente y esparcida,
ahora sólo frío sonoro, abominables
       materiales de lluvia.

Guárdenlo mis rodillas enterrado
más que este fugitivo territorio,
agárrenlo mis párpados hasta nombrar y herir,
guarde mi sangre este sabor de sombra
       para que no haya olvido.



  —66→  

ArribaAbajoAntitanquistas

  —67→  

Ramos todos de clásico nácar, aureolas
de mar y cielo, viento de laureles
para vosotros, encinares héroes,
antitanquistas.
Habéis sido en la nocturna boca
de la guerra los ángeles del fuego, los temibles,
los hijos puros de la tierra.

Así estabais, sembrados
en los campos, obscuros como siembra, tendidos
esperando. Y ante el huracanado hierro, en el pecho del monstruo
habéis lanzado, no sólo un trozo pálido de explosivo,
sino vuestro profundo corazón humeante,
látigo destructivo y azul como la pólvora.
Os habéis levantado,
finos celestes contra las montañas
de la crueldad, hijos desnudos
de la tierra y la gloria.
Vosotros nunca visteis
antes sino la oliva, nunca sino las redes
llenas de escama y plata: vosotros agrupasteis
los instrumentos, la madera, el hierro
de las cosechas y de las construcciones:
—68→
en vuestras manos floreció la bella
granada forestal o la cebolla
matutina, y de pronto
estáis aquí cargados con relámpagos
apretando la gloria, estallando
de poderes furiosos,
solos y duros frente a las tinieblas.

La Libertad os recogió en las minas,
y pidió paz para vuestros arados:
la Libertad se levantó llorando
por los caminos, gritó en los corredores
de las casas: en las campiñas
su voz pasaba entre naranja y viento
llamando hombres de pecho maduro, y acudisteis,
y aquí estáis, preferidos
hijos de la victoria, muchas veces caídos, muchas veces
borradas vuestras manos, rotos los más ocultos cartílagos, calladas
vuestras bocas, machacado
hasta la destrucción vuestro silencio:
pero surgís de pronto, en medio
del torbellino, otra vez, otros, toda
vuestra insondable, vuestra quemadora
raza de corazones y raíces.



  —69→  

ArribaAbajoMadrid

(1937)


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En esta hora recuerdo a todo y todos,
fibradamente, hundidamente en
las regiones que -sonido y pluma-
golpeando un poco, existen
más allá de la, tierra, pero en la tierra. Hoy
comienza un nuevo invierno.
No hay en esa ciudad,
en donde está lo que amo,
no hay pan ni luz: un cristal frío cae
sobre secos geranios. De noche sueños negros
abiertos por obuses, como sangrientos bueyes:
nadie en el alba de las fortificaciones,
sino un carro quebrado: ya musgo, ya silencio de edades
en vez de golondrinas en las casas quemadas,
desangradas, vacías, con puertas hacía el cielo:
ya comienza el mercado a abrir sus pobres esmeraldas,
y las naranjas, el pescado,
cada día atraídos a través de la sangre,
se ofrecen a las manos de la hermana y la viuda.
Ciudad de luto, socavada, herida,
rota, golpeada, agujereada, llena
de sangre y vidrios rotos, ciudad sin noche, toda
noche y silencio y estampido y héroes,
ahora un nuevo invierno más desnudo y más solo,
ahora sin harina, sin pasos, con tu luna
de soldados.
—71→
A todo, a todos.
Sol pobre, sangre nuestra
perdida, corazón terrible
sacudido y llorado. Lágrimas como pesadas balas
han caído en tu obscura tierra haciendo sonido
de palomas que caen, mano que cierra
la muerte para siempre, sangre de cada día
y cada noche y cada semana y cada
mes. Sin hablar de vosotros, héroes dormidos
y despiertos, sin hablar de vosotros que hacéis temblar el agua
y la tierra con vuestra voluntad insigne,
en esta hora escucho el tiempo en una calle,
alguien me habla, el invierno
llega de nuevo a los hoteles
en que he vivido,
todo es ciudad lo que escucho y distancia
rodeada por el juego como por una espuma
de víboras, asaltada por una
agua de infierno.
Hace ya más de un año
que los enmascarados tocan tu humana orilla
y mueren al contacto de tu eléctrica sangre:
sacos de moros, sacos de traidores,
han rodado a tus pies de piedra: ni el humo ni la muerte
han conquistado tus muros ardiendo.
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Entonces,
¿qué hay, entonces? Sí, son los del exterminio,
son los devoradores: te acechan, ciudad blanca,
el obispo de turbio testuz, los señoritos
fecales y feudales, el general en cuya mano
suenan treinta dineros: están contra tus muros
un cinturón de lluviosas beatas,
un escuadrón de embajadores pútridos
y un triste hipo de perros militares.

Loor a ti, loor en nube, en rayo,
en salud, en espadas,
frente sangrante cuyo hilo de sangre
reverbera en las piedras malheridas,
deslizamiento de dulzura dura,
clara cuna en relámpagos armada,
material ciudadela, aire de sangre
del que nacen abejas.
Hoy tú que vives, Juan,
hoy tú que miras, Pedro, concibes, duermes, comes:
hoy en la noche sin luz vigilando sin sueño y sin reposo,
solos en el cemento, por la tierra cortada,
desde los enlutados alambres, al Sur, en medio, en torno,
sin cielo, sin misterio,
—73→
hombres como un collar de cordones defienden
la ciudad rodeada por las llamas: Madrid endurecida
por golpe astral, por conmoción del fuego:
tierra y vigilia en el alto silencio
de la victoria: sacudida
como una rosa rota: rodeada
de laurel infinito.



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ArribaOda solar al ejército del pueblo

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¡Armas del pueblo! Aquí! ¡La amenaza, el asedio
aun derraman la tierra mezclándola de muerte,
áspera de aguijones! Salud, salud,
salud te dicen las madres del mundo,
las escuelas te dicen salud, los viejos carpinteros,
Ejército del Pueblo, te dicen salud, con las espigas,
la leche, las patatas, el limón, el laurel,
todo lo que es de la tierra y de la boca
del hombre.
Todo, como un collar
de manos, como una
cintura palpitante, como una obstinación de relámpagos,
¡todo a ti se prepara, todo hacia ti converge!
       ¡Día de hierro,
azul fortificado!
Hermanos, adelante,
adelante por las tierras aradas,
adelante en la noche seca y sin sueño, delirante y raída,
adelante entre vides, pisando el color frío de las rocas,
salud, salud, seguid. Más cortantes que la voz del invierno,
más sensibles que el párpado, más seguros que la punta del trueno,
puntuales como el rápido diamante, nuevamente marciales,
guerreros según el agua acerada de las tierras del centro,
según la flor y el vino, según el corazón espiral de la tierra,
según las raíces de todas las hojas, de todas las mercaderías fragantes de la tierra.
—76→
Salud, soldados, salud, barbechos rojos,
salud, tréboles duros, salud, pueblos parados
en la luz del relámpago, salud, salud, salud,
adelante, adelante, adelante, adelante,
sobre las minas, sobre los cementerios, frente al abominable
apetito de muerte, frente al erizado
terror de los traidores,
pueblo, pueblo eficaz, corazón y fusiles,
corazón y fusiles, adelante.
Fotógrafos, mineros, ferroviarios, hermanos
del carbón y la piedra, parientes del martillo,
bosque, fiesta de alegres disparos, adelante,
guerrilleros, mayores, sargentos, comisarios políticos,
aviadores del pueblo, combatientes nocturnos,
combatientes marinos, adelante:
frente a vosotros
no hay más que una mortal cadena, un agujero
de podridos pescados: ¡adelante!
no hay allí sino muertos moribundos,
pantanos de terrible pus sangrienta,
no hay enemigos: adelante, España,
adelante, campanas populares,
adelante, regiones de manzana,
adelante, estandartes cereales,
adelante, mayúsculos del fuego,
porque en la lucha, en la ola, en la pradera,
en la montaña, en el crepúsculo cargado de acre aroma,
lleváis un nacimiento de permanencia, un hilo
de difícil dureza.
—77→
Mientras tanto,
raíz y guirnalda sube del silencio
para esperar la mineral victoria:
cada instrumento, cada rueda roja,
cada mango de sierra o penacho de arado,
cada extracción del suelo, cada temblor de sangre
quiere seguir tus pasos, Ejército del Pueblo:
tu luz organizada llega a los pobres hombres
olvidados, tu definida estrella
clava sus roncos rayos en la muerte
y establece los nuevos ojos de la esperanza.




 
 
FIN
 
 


DE LA PRIMERA EDICIÓN DE ESTE LIBRO SE HICIERON 500
EJEMPLARES NUMERADOS DEL 1 AL 500, BAJO LA
DIRECCIÓN DE MANUEL ALTOLAGUIRRE, TERMINÁNDOSE
SU IMPRESIÓN EL 7 DE NOVIEMBRE
DE 1938. ESTA SEGUNDA EDICIÓN CONSTA
DE 1.500 EJEMPLARES, SIN NUMERAR,
Y SE TERMINÓ EL 10
DE ENERO DE 1939.
NOTA DEL AUTOR:
ESTE «HIMNO A LAS GLORIAS DEL PUEBLO EN LA GUERRA» FORMA PARTE DEL TERCER VOLUMEN DE «RESIDENCIA EN LA TIERRA».



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