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España en el Perú

Esteban M. Cáceres

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Esteban M. Cáceres

Autor de esta obra

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Esteban M. Cáceres nació en Málaga que es una de las capitales andaluzas en España. Joven ingresó al Conservatorio de «María Cristina de Málaga». Conservatorio que es sostenido por la nobleza malagueña, y allí recibió los primeros conocimientos de la música y piano bajo la dirección del maestro Cava. A la vez ingresó en el Instituto Provincial donde cursó la instrucción media. La afición que sentía por la música, hizo que abandonara los estudios superiores que inició en —8→ la Universidad de Granada a la que ingresó en la Facultad de Farmacia, trocando al segundo año los estudios de Ciencia por los de Filosofía y Letras.

Cumplida su obligación con el Estado español que exige el servicio militar obligatorio, sirvió en el Regimiento de Extremadura N.º 15 de guarnición en Cádiz, siendo jefe de él, el coronel don José Vital y Donayre: hace poco más de treinta años, llegó al Perú radicándose en Arequipa, dedicando sus energías al comercio. La música siempre la cultivaba, pero no como profesión.

A pesar de su corta edad fue nombrado director de la Sociedad Musical de Santa Cecilia de esa ciudad mistiana. Para la enseñanza de la música, sentía atracción irresistible y él inició a sus hijos en el divino arte de la música, siendo profesor de los mismos. Hace 14 años que con sus referidos hijos, hizo una gira artística por Bolivia, Chile y Perú, y en la prensa de esos países como en la de Arequipa, Puno, Mollendo Callao y Lima, se registran las críticas más hermosas en favor de los entonces artistas infantiles.

El Departamento de Arequipa, por conducto del prefecto señor Alvizuri, fueron propuestos ante el Supremo Gobierno para que terminaran sus estudios musicales en un conservatorio europeo, a cuyo ofrecimiento, el autor de este libro y maestro de esos artistas infantiles, se opuso, pues él quería enseñarles solamente.

Hace seis años que inició en el violoncello a su hija Angélica, niña de 7 años y llamó justamente la atención de todo el Perú en el concierto que ofreció íntegro a Pro-Marina por conducto de su presidente capitán de navío don José E. de Mora, hoy contralmirante, hasta merecer el ofrecimiento del presidente don José Pardo de mandarla a Europa.

Son notables sus artículos publicados en El Comercio, La Prensa y La Crónica sobre Pedagogía Musical y Estética Musical, lo mismo que un estudio que publicó en El Comercio el 26 de junio y 2 de julio de 1920 sobre el efecto de la música en la enajenación mental.

Dedicado al estudio de la música incaica, el 26 de febrero de 1921 sustentó en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, una conferencia sobre la música incaica, auspiciada esta por el sabio maestro e ilustre rector de la misma doctor Javier Prado y Ugarteche, conferencia que calificó el Rector en un hermoso e improvisado discurso de «interés nacional» y que el señor Cáceres merecía la gratitud de todos los peruanos, calificativos estos, que le volvió a repetir el señor presidente de la República señor Augusto B. Leguía en el Palacio de Gobierno el 23 de marzo de ese mismo año al terminar la misma conferencia, para la que fue solicitado por el Jefe del Estado.

En mérito a estos triunfos, la Sociedad de Bellas Artes de Lima, el 10 de mayo de ese año de 1921 lo eligió Socio Honorario, primera distinción dada a un músico extranjero en este país.

En las fiestas del centenario representó un drama incaico titulado Yahuar-Huaccac (llora sangre) y reconstruyó la Orquesta de —9→ Quenas que debió existir en la época incaica, la que tuvo su apoteosis el 6 de agosto de ese año en la Escuela Militar de Chorrillos ante el héroe de Verdún general Mangín que vino como embajador de Francia en esas fiestas.

En junio de 1921 descubrió los semitonos de la Quena con lo que ese instrumento producía ya la escala cromática, haciendo su primer ensayo con notable éxito en la Banda de la Escuela Militar de Chorrillos.

Es inventor de un sistema de Taquigrafía Musical muy útil para los directores de orquesta, haciendo de este invento una exposición durante el mes de marzo de 1919 en el almacén de música de la Casa Guillermo Brandes de Lima. En setiembre llevó a la escena el hermoso drama nacional incaico titulado Yahuar-Huaccac con notable éxito. Tiene también escrita una comedia incaica intitulada La guerra Chanca, aun inédita.

En agosto de 1922 editó la Historia de las teorías generales de la música, obra que fue recibida con el aplauso de los inteligentes como el gran escritor (Clovis), primero y después por el inteligente e ilustrado escritor (Racso). Ese mismo año fue nombrado corresponsal de El diario español de Buenos Aires en Lima, cargo que hasta ahora desempeña con el aplauso general por su campaña en pro del acercamiento espiritual de España con estas repúblicas de origen hispano. También fue corresponsal de La Bolsa de Arequipa en 1903 a 1907.

EDITORES

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Todo lo que se haga entre nosotros por despertar la afición a la música y facilitar su enseñanza, es acto laudable, porque contribuye al perfeccionamiento de la cultura nacional. Por eso es digno de alabanza el maestro Esteban M. Cáceres, que ha publicado en un volumen esmeradamente impreso, la historia de las teorías generales de la música.

El libro del señor Cáceres es un texto de música con incursiones en el campo de la musicología superior, pues al ocuparse de la historia de este arte y de la instrumentación, desarrolla conceptos que se extienden más allá de los estrechos límites de un simple manual de enseñanza.

La Historia de las teorías generales de la música, son el coronamiento de una vida dedicada a la propaganda de la cultura musical en el Perú, pues aunque el señor Cáceres es español, ama de veras a nuestro país y lo ha demostrado en diversas oportunidades defendiendo al Perú y la causa peruana, primero en Arequipa tomando las armas en el Batallón Universitario que comandaba el doctor Calixto Hernández cuando en esa época se temió una guerra con el Ecuador, y después en el extranjero en los diarios argentinos y principalmente en El Diario Español de la capital bonaerense de los que es activo y fecundo corresponsal. Además, su amor por el Perú lo patentizó nuevamente en Mollendo el año de 1903 cuando la peste bubónica azotó ese puerto, llegando el pánico de sus moradores al grado superlativo. No había persona alguna que quisiera aislarse en el Lazareto y ya existían cadáveres insepultos. En estas circunstancias tan apremiantes es cuando el señor Cáceres ofreció aislarse en el Lazareto, como jefe del mismo, en el que estuvo dos meses, salvando con su abnegación y altruismo muchas vidas peruanas, actos propios de la Raza Española, y que le valieron ser recomendado al Supremo Gobierno por el doctor Ramón E. Ribeyro que fue enviado a ese puerto a estudiar esa peste, además el vecindario de Mollendo, le entregó en un banquete, una hermosa medalla de oro.

El libro de que nos ocupamos ahora, es la tercera obra del señor Esteban M. Cáceres sobre música, habiendo antes un tratado de Pedagogía Musical y Estética Musical y otro interesante y novedoso tratado de Taquigrafía Musical.

El señor Cáceres es, sobre todo, conocido entre nosotros, por sus estudios sobre la primitiva música incaica, habiendo sustentado en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, varias brillantes conferencias de alta cultura musical auspiciadas por el sabio maestro y —12→ rector de la misma doctor Javier Prado y Ugarteche, conferencias en las que expuso entre otras cosas, sus originales puntos de vista sobre la armonía usada por los pueblos antiguos del viejo mundo comparada con la que usaron los antiguos peruanos, y sobre los instrumentos de armonía que usaron los antiguos peruanos y los indios de ahora, presentándolos, objetivamente, a la consideración del selecto público que se había congregado para escucharlo.

El señor Cáceres, que es socio honorario de la Sociedad de Bellas Artes de Lima, ha instrumentado varias piezas musicales empleando quenas peruanas entre los instrumentos de la orquesta como prácticamente lo probó en la banda de la Escuela Militar de Chorrillos, orquesta incaica que oyó entusiasmado el héroe de Verdún, general Mangín, el 6 de agosto de 1921, trabajando así de modo práctico y eficaz, por la propaganda de la música aborigen peruana.

La labor del señor Cáceres en pro de la cultura musical es, pues meritoria, porque el perfeccionamiento del espíritu artístico de un pueblo es siempre deseable. El arte no es ficción inútil de desocupados, sino realidad social importantísima, porque en sus manifestaciones se resumen el genio de las razas y los ideales colectivos.

La verdadera fuerza de las asociaciones humanas es la unidad espiritual, harmonía de inclinaciones diferentes dentro de la conciencia progresista de un destino común. En logro de esta harmonía colaboraron de consuno la moral, que disciplina las conductas, la ciencia que hermana las inteligencias, y el arte que unifica los sentimientos.

La unidad de ideas y de preceptos no basta, la verdadera unidad anímica es sentimental, pues solo cuando los hombres sienten al unísono, actúan solidariamente y suministran a las colectividades la base de apoyo para el desenvolvimiento de una verdadera alma nacional. Por eso la importancia del arte en la educación humana es tan grande. La música ocupa lugar prominente en las artes, desde el punto de vista de su influjo pedagógico, y el mito de Orfeo expresa la eficacia de la melodía para domeñar la fiera que hay en los hombres y enternecerla y depurarla.

Cooperar a la difusión de la música, entre nosotros, y al desenvolvimiento de las aficiones musicales, es cooperar al progreso del espíritu social en una de sus formas más refinadas. Y los hombres que como el maestro Cáceres, dedican sus energías y conocimientos a obra tan laudable, son dignos de estímulo y aplauso. Pero la obra del señor Cáceres es más vasta y fecunda, pues ha dedicado lo mejor de sus energías a robustecer los vínculos de solidaridad y de afecto que existen entre el Perú y España. Con tan noble propósito se ha impuesto la laudable tarea de dar a conocer a los españoles, las personalidades peruanas más notables que abrigan en su pecho el santo amor por la madre patria española. Aprovechando la oportunidad que le brinda su calidad de corresponsal de El Diario Español de Buenos Aires, envía a ese prestigioso periódico artículos de fondo presentando al gran público español radicado en la Argentina, a los principales políticos, escritores, periodistas, profesionales y hombres públicos —13→ del Perú que han trabajado en pro del aproximamiento de la gran familia iberoamericana. Como esta desinteresada propaganda del señor Cáceres fuese adquiriendo cada vez mayor importancia, decidió reunirla y completarla, con la biografía de españoles distinguidos radicados entre nosotros, siendo la obra que acaba de publicar titulada España en el Perú, el fruto de sus esfuerzos en pro del robustecimiento de la amistad peruano-española. Completan la obra España en el Perú un estudio profundo sobre las grandes razas que los españoles conquistadores del siglo XVI encontraron en el Perú, Ecuador y Colombia comparándolas entre sí.

Tal es la personalidad del señor Esteban M. Cáceres, español que ama de veras al Perú, su segunda patria, tal es su importante obra. Los hombres que como el señor Cáceres orientan su vida hacia la realización de un ideal elevado, como lo es el anhelo de robustecer los vínculos solidarios entre España y el Perú, merecen protección y alabanza.

Óscar Miró Quesada

(Racso)

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Dos palabras

Llevado de gran entusiasmo patriótico, acepté el cargo de corresponsal de El Diario Español de Buenos Aires en Lima, fundando en seguida en las columnas de dicho diario, una sección titulada «España en el Perú: Galería de personajes ilustres peruanos amigos de España, y españoles distinguidos radicados en el Perú, amigos de esta república». El fin que me propuse, no fue otro sino el de estrechar aun más, si es posible, no solo la simpatía de los peruanos hacia España, mi patria, sino especialmente hacer despertar en los corazones peruanos la cantidad de sangre española que circula por sus venas de la que dan prueba de ello en todas las manifestaciones públicas, por su virilidad, entereza y rebeldía contra las humillaciones; haciendo a la vez revivir en los corazones españoles su tradicional cariño hacia el Perú.

Esta idea patriótica me la sugirió el hermoso e hispanófilo discurso de mi distinguido amigo el doctor Óscar Miró Quesada que pronunció en el banquete que el 17 de mayo de 1922 diera en el Casino Español de esta capital, la colonia española, en celebración del natalicio de nuestro augusto y querido monarca el rey don Alfonso XIII, discurso que lo hice reproducir íntegro en las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

Esta labor patriótica que voluntariamente me impuse, comprendí desde el primer momento, como me lo aseguraban algunos de mis distinguidos amigos peruanos a quienes comuniqué mi resolución, alentándome en la obra, que era muy laudable el fin que perseguía; pero a la vez, yo mismo, había pensado mil veces que, las abstracciones metafísicas, y las altas y elevadas ciencias, no eran para mi espíritu, y que en vano pretendería volar por donde suelen volar las águilas. Yo comprendí desde el principio, que solo he nacido para recoger las flores que se caen de la imaginación del poeta, y las ideas que se desprenden de la mente de los filósofos para presentarlas toscamente vestidas con un ropaje vulgar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires.

Así es como he conseguido formar este mi primer volumen que hoy tengo el honor de presentar a mis lectores exhibiendo en él los valores representativos en todos los ramos. Como no es posible que en un solo volumen estén todos los peruanos ilustres que son amigos de España, porque ello necesitaría de varios y grandiosos volúmenes; hoy solo presento una selección de los mismos, continuando en lo sucesivo formando nuevos libros. En este como en los demás adaptaré el orden alfabético.

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Por la «Galería de honor» que he formado en las columnas del indicado Diario Español, y cuyas biografías forman el fundamento de este libro; han desfilado ilustres peruanos amigos de España haciendo de ellos un dibujo moral y material; el presidente de la República, ministros de Estado, diplomáticos insignes, políticos de primera fila, sacerdotes en quienes se hermanan una profunda ciencia con una eminente virtud, hombres de estudiosidad, de ciencia y sabiduría sin par, así como del comercio, la banca, como también hombres representativos de las clases productivas del Perú; y seguirán desfilando en lo sucesivo, formando nuevos volúmenes, para que así sean conocidos los peruanos de sangre española que forman en la primera fila de todos los iberoamericanos, que constituyen la gran tercera España en la América.

Por la misma «Galería de honor» han desfilado también, y seguirán desfilando, todos los españoles radicados en el Perú, representativos de las ciencias, artes, letras, clero, periodismo, comercio e industrias, que, con su talento, laboriosidad y honradez, han contribuido y contribuyen ahora a dar esplendor al Perú, y a la vez, han dado y dan honra y gloria a la patria querida, formando estos, la segunda España; pues la primera España es formada por la España territorial, o sea, la cuna en que nos meció al nacer, y en cuyo seno se guardan las cenizas venerandas de nuestros padres y progenitores.

Mis artículos, no hay duda que han hecho revivir en el pueblo español su tradicional cariño hacia el Perú; y la lectura de los mismos, de algunos que han sido trascritos en los diarios de esta Metrópoli, han despertado el cariño que de antaño se sentía por la madre patria, como podría testificarlo por la multitud de testimonios de eminentes personalidades peruanas y españolas que he recibido y con esa lectura, han sentido de nuevo correr por sus venas a torrentes la noble sangre española, que, si estuvo un tanto adormecida, fue por la incuria o negligencia de aquellos que debieron haberlo intentado antes que yo.

Ya he publicado suficientes artículos biográficos en las columnas de El Diario Español y reproducido algunos en El Comercio y La Crónica, pero estos artículos, sin duda, han pasado en unos, como el vuelo del ave por los aires, o como el soplo del viento por la arena: han sido tal vez en otros, como flores de un día, como latidos del corazón, o como reflejos fugaces del sentimiento; y si no han sido todo esto, si por su elevación, patriotismo, y por su trascendencia han merecido en algunos, algo más; el periódico por su naturaleza, los ha condenado a vivir tan solo una aurora. Pero es justo declarar que eminentes personalidades peruanas de Lima y españolas de Madrid y Buenos Aires, me han alentado siempre a seguir esta mi labor patriótica, porque la han considerado como la más trascendental y beneficiosa para el acercamiento hispanoamericano.

He reunido, como en un ramo de hermosas flores variadas cuyos perfumes deliciosos saturan la atmósfera del ambiente español tanto de España como de las repúblicas de origen hispano; los artículos biográficos de algunos talentosos peruanos ilustres amigos de España —17→ que he publicado en las columnas de El Diario Español de Buenos Aires. Coleccionados estos artículos, apelo a la condensación de los mismos, esto es, a la segunda manifestación del escritor, que es la de formar un volumen, que, aunque generalmente tiene las mismas cualidades y defectos que los artículos periodísticos, tiene este la inmensa ventaja, que vive más, porque las personas tan distinguidas que en él figuran, y el fin tan elevado a que este libro está consagrado, hace pensar que tal vez, él será leído, unos por curiosidad y otros como los hijos de los biografiados, lo leerán tal vez, mil veces, y será eternamente conservado en su biblioteca, siquiera como símbolo de nuestra nacionalidad hispana, cuya gloriosísima historia, jamás ha sido igualada por nación alguna; historia, que todos los patriotas debemos divulgar para que llegue a conocimiento de las nuevas generaciones en la América y se sepa, que nuestra querida España ha sido la más grande, la más heroica de todas las naciones, que ha sido la mártir de la historia, que, por espacio de más de siete siglos, estuvo dando su generosa sangre para salvar a la Europa de la barbarie; que ha sido la más grande, porque descubrió en el seno de los mares un mundo tan hermoso como su rica e inagotable fantasía, plantando en este nuevo mundo el árbol de la Cruz con lo que se ensanchó el mundo del Cristianismo; y que, no solamente le pertenece el honor de haber dado América al mundo, sino a heroicidad de la exploración que duró varios siglos y que ninguna otra nación ha igualado en región alguna; que ha sido la más valiente porque en la batalla de las Navas de Tolosa (en Andalucía), libró al mundo de la cimitarra de los almohades, y en Lepanto de la cimitarra de los turcos; que ha sido la más guerrera y valiente porque venció a Carlo Magno el guerrero más grande de la Edad Media, a Francisco I, el guerrero más grande del Renacimiento, y a Napoleón, el guerrero más grande de la Revolución.

Además contiene esta obra nacional España en el Perú, al elemento representativo y laborioso de la colonia española en el Perú, y un estudio que he hecho sobre las grandes razas americanas que encontraron los conquistadores españoles en el siglo XVI en el Perú, Ecuador y Colombia.

He aquí, en síntesis, lo que contiene mi obra España en el Perú, que hoy presento a mis lectores, como un homenaje mío al Perú en el día de la raza.

Y para terminar diré a los americanos parafraseando al poeta:

No quiero más gloria ni más hazaña

que una sonrisa... para mi dulce España.


Lima, 12 de octubre de 1923.



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Augusto B. Leguía

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Esta fotografía ha sido especialmente obsequiada por el señor Presidente de la República al señor Esteban M. Cáceres para esta obra España en el Perú.

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Cuando Dios renovó la creación rasgando el velo que ocultaba la América, la descubrió para que en su terreno virgen, en sus bosques hermosísimos y en medio de su colosal naturaleza, brotara con más fuerza que en la vieja Europa la idea de la libertad. Esta nueva creación no tenía precedentes históricos y por ello quiso Dios que la albergara en su seno la España noble y valerosa del siglo XVI. Aunque es un hecho reconocido por la historia que los piratas escandinavos habían descubierto y hecho algunas expediciones a la América mucho antes de que los españoles la descubrieran, esto es, antes del siglo X, estos piratas no hicieron sino acampar, practicar la piratería, sin construir pueblos, ni nada hicieron ni añadieron a los conocimientos del mundo para merecer el título de exploradores. El honor de dar América al mundo pertenece solo a España, y no solamente el honor del descubrimiento, sino el de la exploración que duró varios siglos y que ninguna otra nación ha igualado en región alguna. Es una historia que fascina y sin embargo los historiadores y los encargados de hacerla conocer a todo el mundo y en especial a los iberoamericanos, no lo han hecho para defender a España de los cargos injustos y gratuitos que solo la ignorancia y la malicia, puede propalar y aceptar... La conquista y la colonización del Perú, como de toda la América en siglo XVI, es sin disputa alguna el acontecimiento más extraordinario y trascendental que registra la historia. Más que a las armas y al caballo, la conquista y colonización de la América, se debió a otras manifestaciones de la inmensa superioridad moral e intelectual, como disciplina y estrategia, marchas y combates a la perseverancia y energía desplegada en el vencimiento de obstáculos inauditos y de inmensas dificultades; a la mezcla, tanto de mezquinas pasiones, como de anhelos nobilísimos y grandiosos; a la sed insaciable del oro, al lado de los más puros y nobles ideales de la gloria personal y del engrandecimiento de la patria española; a la fiebre de caballerescas aventuras embellecidas, por el misterio de lo desconocido; y a la fervorosa abnegación del caballero y del apóstol que afrontaron toda suerte de peligros con la espada y con la cruz para ensanchar el mundo del Cristianismo. A esta raza sin igual del caballero y del creyente apóstol, privilegio exclusivo del suelo hispano, pertenece nuestro biografiado que hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, personaje peruano ilustre que heredó de sus nobles antepasados, el valor y la fe, dando pruebas de todo ello en muchas ocasiones, ya como militar en la guerra del 79, ya como presidente del Perú; es también un fervoroso creyente, condiciones ambas muy esenciales para saber y poder gobernar.

Nuestro biografiado es el excelentísimo señor presidente del Perú, don Augusto B. Leguía cuya familia es de origen vasco, y se radicó en el Perú en la segunda mitad del siglo XVIII. El fundador de esta familia en el Perú fue don Eustaquio Leguía, que vino comisionado por el rey don Carlos III para establecer en Chiclayo el estanco del tabaco, —22→ naipes y papel sellado. Hijos de don Eustaquio fueron los patriotas don José, don Romualdo y don Santiago Leguía y Meléndez, que, como colaboradores del prócer don Pascual Saco tuvieron importante papel en la proclamación de la independencia de Lambayeque, el 27 de diciembre de 1820. Don José Leguía, hijo de don Eustaquio, tronco de esta respetable familia, contrajo matrimonio con doña Águeda Haro y Cotera, dueña de la hacienda «Cayaltí», y tuvo como hijos al doctor Germán Leguía y Haro, cuyo primogénito es el doctor Germán Leguía y Martínez, actual presidente del consejo de ministros y ministro de gobierno y policía, y a don Nicanor Leguía y Haro, que casado con doña Carmen Salcedo y Taforó, perteneciente esta dama a una de las más antiguas familias españolas y más distinguidas radicadas en el Perú, fue padre del presidente mandatario nuestro biografiado el señor don Augusto B. Leguía. Este distinguido peruano nació en Lambayeque el día 19 de febrero de 1863 en donde inició su instrucción completándola desde los trece años en Valparaíso en el colegio inglés de Goldfinch aud Blühm, hasta fines del año 1878 que regresó a Lambayeque. En febrero de 1879 llegó a Lima e ingresó a la casa comercial de los señores Enrique S. y Carlos A. Prevost... Declarada la guerra del 79 el actual presidente de la República, que apenas contaba 16 años de edad, fue uno de los primeros en alistarse en el ejército, siendo acuartelado hasta diciembre de 1880 en que se dirigiera al primer reducto de Miraflores (cerca de Lima), en donde peleó con la clase de sargento segundo a las órdenes del coronel de Guardia Nacional don Manuel Lecea acaudalado comerciante de la calle de Bodegones y jefe del batallón número 2 de la reserva. El 8 de diciembre de 1890, contraía el señor Leguía matrimonio con la señorita Julia Swayne y Mariátegui, digna nieta del ilustre prócer de la independencia nacional, señor don Francisco Javier Mariátegui. Son sus hijos los señores Augusto, José y Juan, y las señoritas Lola Virginia, Carmen Rosa y María Isabel Leguía Swayne.

Nuestro biografiado, el señor Leguía, jamás había sido político, pues dedicado al comercio estaba alejado de la vida política hasta la iniciación del período presidencial del señor Manuel Candamo, quien lo llamó para desempeñar la Cartera de Hacienda, en donde se reveló con excepcionales condiciones para el manejo de la cosa pública. Transformado en muy corto tiempo en el financista indispensable, fue llamado nuevamente como Ministro de Hacienda del primer gabinete del presidente don José Pardo gabinete cuya jefatura ejerciera brillantemente. Que fue acertada la dirección que el señor Leguía diera a las finanzas, lo comprueba el paralelo entre el presupuesto que aquel encontró y el que dejó. Las entradas de la Nación sumaban en 1903, catorce y medio millones de soles, y mediante la organización de las rentas esas entradas ascendieron en 1907 a cerca de treinta millones de soles. No se concretó el señor Leguía a la labor silenciosa del gabinete, porque personalmente se percataba de las necesidades de las oficinas fiscales, y dictaba con celeridad y eficacia las medidas que esas necesidades exigían. Llamado a las cámaras se improvisó orador, y después —23→ de haber sostenido prolongadas y ardorosas controversias, mereció por la abundancia y fuerza de sus razones, que el ingeniero don Joaquín Capelo leader de la oposición demócrata, exclamara hidalgamente: Al fin tenemos un ministro de Hacienda.

Pocos prestigios como el del señor Leguía, se formaron en el Perú con más celeridad y consistencia; por eso fue que apenas hacía cuatro años desde que aquel ingresara en la vida política, cuando el país entero lo designaba ya como candidato único a la presidencia de la República, solio que ocupó sin opositor alguno el 24 de septiembre de 1908.

Cuatro años de luchas y amarguras sin tregua fueron aquellos en que el señor Leguía rigiera los destinos del Perú. Mas esas luchas y amarguras por equitativa compensación, coadyuvaron a revelar en nuestro biografiado, cuales eran las aptitudes y energías latentes de este insigne estadista. Si en el Ministerio de Hacienda se destacó vigorosamente como financista egregio, en el solio presidencial, reveló como muy pocos, el don de mando, el don de conducir las multitudes.

Si en el orden de la política interna, fue agitado el gobierno del señor Leguía en cuanto a las relaciones internacionales, puede decirse y asegurarse que jamás atravesó el Perú una situación más álgida. En 1908, el incidente de la corona en que hiciera culminar este mandatario la dignidad del país; la ruptura de relaciones con Chile en 1910; la repatriación de los peruanos vejados y desheredados por la chilenización en 1911. Todos los actos del gobierno del señor Leguía respondieron a una orientación fija, previsora y altiva orientación en que el actual mandatario fuera brillantemente secundado por los cancilleres Melitón F. Porras (1908-1910) y Germán Leguía y Martínez (1911-12). El señor don Augusto B. Leguía es un panamericanista convencido: siempre embarcó generosamente su ánimo, la iniciación y sostenimiento de relaciones fraternales con los demás pueblos del continente, y de modo principal con los fronterizos al Perú.

El ejército tuvo en el señor Leguía un gran propulsor de progreso y estímulo, lo mismo que la marina. No fue este mandatario como otros gobernantes que sin ningún plan general se dedican a la construcción de tramos ferrocarrileros, con el solo y único objeto de satisfacer vanidades personales e intereses de círculo, pues su política ferroviaria respondió a una idea sistemada, a un programa bien pensado, inaugurando los ferrocarriles de Ancón a Huacho y Sayán, los de Tumbes a Puerto Pizarro, de Yonán a Chilete y de Ilo a Moquegua. A su iniciativa y espíritu emprendedor hay que citar: la comunicación inalámbrica de Lima con Iquitos, el aumento de 9500 a 15000 kilómetros de red telegráfica; la creación de la Estación Sanitaria de la Isla de San Lorenzo y del Asilo de la infancia de la Magdalena; el establecimiento de la asistencia pública de Lima y del Callao; la canalización —24→ del Rímac; el Estanco del Tabaco y los Alcoholes; la reorganización de las aduanas en las que pusiera en vigencia el arancel de derechos específicos; el embellecimiento de Lima con las estatuas de Raimondi y Candamo; la apertura del museo Raimondi; la formación del denominado Parque Zoológico; los mercados de Piura, Huacho y Arequipa; el alumbrado eléctrico de Huarás, Iquitos, Matucana, Ayacucho, Sicuani, Ica y Mollendo; el agua potable de Trujillo, Huacho, Callao, Jauja y Chincha; y la reforma de las escuelas de Artes y Oficios y de Ingenieros, escuelas a la primera de las cuales enriqueció con nuevos talleres.

Desde la aurora del 4 de julio de 1919, golpe de estado que llevó al poder al señor Leguía, muy grandes han sido los obstáculos opuestos a su gobierno; pero este caudillo, embebecida su alma noble como los antiguos hispanos en la contemplación y grandeza de su patria futura que forja sin tregua ni reposo pese a quien pesare y cueste a quien costare, famosa expresión suya que ha llevado a la práctica sin vacilaciones ni contemplaciones, ni deteniéndose siquiera a contemplar las amenazas y juramentos de los conjurados a los que a todos ha vencido con una tenacidad férrea que hace recordar a sus antepasados los hispanos del siglo XVI; pero todo ello exento de las crueldades que los enemigos políticos le achacan, ciñéndose a la ley en su aspecto más riguroso cual lo exigía su propia conservación, pues le quedó amarga experiencia del famoso 29 de mayo, que por exceso de bondad casi es víctima de la revolución encabezada por don Isaías de Piérola.

A tan excelsas cualidades de este ilustre presidente del Perú, reúne la de ser un amoroso hijo de la madre patria (España), ya que él se vanagloria de llevar en sus venas la sangre noble y valerosa de aquellos titanes hispanos que con la espada y con la cruz ensancharon el mundo del Cristianismo. Para que los lectores de El Diario Español conozcan perfectamente a este gran patriota, inserto a continuación el discurso contestación que dio al representante del rey de España en las fiestas del centenario en 1921, discurso que publicaron todos los diarios. He aquí el hermoso e hispanófilo discurso:

Excelentísimo señor embajador:

Con satisfacción singular recibo la autógrafa que lo acredita en la alta calidad de embajador extraordinario y plenipotenciario especial de S. M. el Rey de España en el primer centenario de nuestra emancipación política; así como el saludo que vuestro ya célebre monarca dirige a la capital del Perú, y el valioso presente muestra el ingenio hispano, con que ha querido distinguirme. La nobleza e hidalguía, nunca desmentidas, de la raza española, palpitan en esos tres amables rasgos de su antigua deferencia por el Perú. La madre patria, la patria común de estos pueblos, que ella, como bien habéis dicho, descubrió y conquistó con su legendario esfuerzo, y exaltó a la cristiandad y a la civilización, —25→ viene en la persona de su escogido representante a solidarizarse con nuestro regocijo. Si las necesidades sociológicas del crecimiento del gobierno propio, trajeron querella deplorable entre esa madre y sus hijos, jamás pudieron extinguir ni extinguieron en estos la gratitud y el amor que arde en nuestra alma para con la nación excelsa que no vio ponerse el sol en sus inmensos dominios. Irreductibles son, como habéis manifestado, los vínculos que nos unen; somos sangre de vuestra sangre, vuestros hijos un día predilectos; prueba viva de vuestra gigantesca expansión en el espacio, concreción pasmosa de vuestras glorias en tiempo.

¿Cómo habríais de haber faltado, en esta oportunidad tan solemne como grata para el Perú, vosotros, nuestros tutores de ayer, nuestros hermanos mayores de hoy, nuestros amigos de siempre? Fiesta deslucida hubiera sido ésta que se avecina ya, sin vuestra presencia; fiesta que, si es peruana, es española también; ya que, las glorias de los hijos refluyen sobre la madre; ya porque esta última, en sus pasajeras desazones con aquellos, puso siempre el sello inconfundible de su grandeza, su heroicidad y su civismo. Abrazo inmenso y afectuoso es este que, a vuestro arribo, os dan todos los hijos del Perú. Esta morada es vuestra. Tornáis a la casa solariega propia, vieja y conocida. Estad seguro de que en ella podéis hallaros como en la patria misma. Los peruanos somos españoles por la sangre, por la tradición, por la fe, por la lengua, por todo cuanto sirve de timbre y distintivo a una raza. Sentaos, pues a nuestro hogar; sois sus huéspedes predilectos. Laborad aquí por el afianzamiento de los vínculos que nos confunden en una inmensa nacionalidad, aunque distribuida en diversas reparticiones políticas; labor en que os secundaremos entusiastamente, forticando nuestra unión con los lazos de la intelectualidad, la convivencia económica y el desarrollo comercial. Transmitid la expresión de estos sentimientos del pueblo y el gobierno peruanos, a la vez que mi reconocimiento personal al hombre clarividente y generoso, magnánimo y noble que entre las llamaradas del general incendio, salvó a su pueblo de los horrores de la guerra, ahorrándole sacrificios y lágrimas; transmitidle asimismo, los votos que aquí todos formulamos por la grandeza y prosperidad de la nación española y por la felicidad de su soberano; y vos señor embajador, recibid las seguridades del contento con que os reconozco en vuestra calidad de digno personero de la madre España en el Perú.


He aquí diseñada a grandes rasgos la sugerente figura de este ilustre mandatar o en el Perú, que está llamado en los futuros tiempos a aumentar la gran constelación de los gobernantes patriotas, constelación que ha de ser el faro de las generaciones futuras que han de ver en él, al gran patricio de carácter férreo en la reivindicación de Tacna y Arica, ejemplo que todos los peruanos deben imitar, sirviendo este ejemplo de estímulo para la prosecución constante de la defensa de la integridad peruana.

Y cuando en las épocas futuras se busquen modelos de presidentes batalladores y patriotas que se lanzaron a mantener muy alto el honor —26→ nacional, llevados tan solo del amor a su patria, venciendo las resistencias y dificultades que le sembraban en el camino los enemigos políticos cual a los titanes hispanos del siglo XVI y cuando la posteridad llegue a decir algo del carácter férreo, tenacidad y constancia de nuestro biográfico, entonces se verá en el señor don Augusto B. Leguía, la noble personalidad del caballero y del presidente de la república, gran luchador de voluntad indomable, que honra hoy las columnas de El Diario Español y a la vez al esforzado defensor de la madre patria, pues él se llama con orgullo español, por la sangre, por el idioma y por la fe.

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Isaac Alzamora

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Así como en el divino arte de la música, cuando se sabe que se va a oír obras del inmortal Beethoven se estremece uno de placer porque los ultranerviosos sentimos las sacudidas de la tempestad, bastante antes de que el trueno retumbe en el espacio y de que el rayo rasgue las nubes flagelándolas violentamente; así mismo sucede cuando el biógrafo, por casualidad, encuentra reunidas en una misma persona el talento múltiple en grado máximo como sucede con nuestro biografiado el doctor Isaac Alzamora.

Todos los hombres de talento, tanto en el Perú como fuera de él, han agotado los epítetos laudatorios del diccionario en honor de este coloso en el «foro», en la «cátedra» y en el «Parlamento». No hay adjetivos ni ditirambos que se haya dejado de usar en su alabanza.

En la oratoria, en esos discursos famosos que electrizó a las muchedumbres y que desde el principio del mundo, estos discursos fueron —28→ las primeras canciones; en el doctor Isaac Alzamora, ellos adquirieron la importancia de lo que en música llamamos sinfonía, que es esta una especie de poema épico musical y es de todas las composiciones instrumentales, la más noble, la más bella y por consiguiente la más difícil de tratar. En sus discursos, con ese talento múltiple con que fue dotado por la Naturaleza, el doctor Alzamora, podía abandonarse a los caprichos de su imaginación, describir los elementos, y prestar a su alma un lenguaje abstracto e impersonal. Por eso es que en su vida pública arrebataba unas veces con su oratoria, y otras veces embelesaba con las formas caprichosas del lenguaje que empleaba; vertiginosas a ratos, con frecuencia de anhelosa expectación.

El germen divino de la inspiración y el gran talento, lo reveló Isaac Alzamora desde que fue alumno de la Universidad, talento nada común y muy superior a sus años, al extremo de haber podido formar un pequeño curso de derecho civil sobre las explicaciones de Pedro Gálvez, eminente profesor en esa materia, que llegó a ocupar el decanato de la Facultad de Jurisprudencia, que fue presidente del Consejo de Ministros, que fue ministro plenipotenciario del Perú en Francia y que fue uno de los miembros de la comisión que hizo el actual, Código civil.

Con la gran reputación adquirida como alumno de la Universidad y con la circunstancia de haberse recibido de abogado a los veintiún años de edad, entró Alzamora como opositor al concurso para la cátedra de Filosofía. Sus pruebas fueron brillantísimas y naturalmente resultó aprobado por unanimidad de votos pero como habían también otros aprobados, la cátedra no le fue dada a él, en cambio se le ofreció la cátedra de Religión en la Facultad de Filosofía y Letras, ofrecimiento que Alzamora se negó a admitir.

Después fue secretario de la Legación del Perú en Chile; y al regresar al Perú, a consecuencia del nuevo plan de estudios en la Facultad de Letras, fue nombrado catedrático de Psicología y Lógica, cátedra que desempeñó desde 1875 hasta 1881. Esta enseñanza por su profundidad y por la sugestión sobre los alumnos, ha dejado honda huella en los claustros universitarios.

Al fundarse la Facultad de Ciencias Políticas en 1875, fue catedrático adjunto del curso de economía política y finanzas; y en 1877, fue nombrado profesor principal de dicha materia, que desempeñó hasta 1883 de suerte que Isaac Alzamora fue al mismo tiempo que profesor de Filosofía, profesor de Ciencia Económica, llamando también intensamente la atención del público universitario y del país por sus conocimientos de esa ciencia.

Llegó a ser decano de la Facultad de Ciencias Políticas y decano de a Facultad de Letras, pero se separó primero de la enseñanza y después de la dirección universitaria porque su tiempo le fue absorbido por la defensa de grandes pleitos y por su alta posición política.

En la defensa de pleitos estuvo en la primera línea por su probidad, por el concepto de su deber profesional, por su diligencia, por su conocimiento de las leyes escritas, por su conocimiento de la ciencia —29→ jurídica, por su talento extraordinario y por la elocuencia que tuvieron sus oraciones forenses, modelos de claridad y de sugestión sobre los oyentes y sobre los jueces.

Esta vida profesional de Isaac Alzamora desarrollose hondamente desde su época de recepción de abogado hasta 1899 en que fue electo y llegó a ser primer vicepresidente de la República.

La gran posición política de la primera vicepresidencia de la República, ocupola Isaac Alzamora después de ser diputado, ministro de Relaciones Exteriores, miembro de la comisión consultiva de este mismo ramo, miembro de la Junta Directiva del Partido Civil y de haber esparcido por todos los ámbitos del país sus luminosas ideas de bien público y de haber dado la prueba tangible en su acción política de la rectitud y de la energía de su espíritu.

En la Cámara de diputados fue uno de los hombres políticos que supo afrontar las situaciones más difíciles en defensa de sus convicciones y de los intereses legítimos del Partido Civil. Así en la legislatura de 1890 arremetió vigorosamente en contra del presidente de la Cámara de diputados que logró, no obstante la actitud de Isaac Alzamora, hacer una mayoría que arrebató la presidencia de la República a Francisco Rosas, elegido por el país; y así se le vio también en el seno de las comisiones y en el seno del Congreso insistir vigorosamente en la forma de solucionar grandes asuntos diplomáticos del Perú. Los discursos parlamentarios de Alzamora en este orden, están en la primera línea de todos los discursos que en cualquier tiempo se hayan pronunciado en la tribuna del Parlamento del Perú. A consecuencia de la elevación al cargo de Presidente de la República del grande e inolvidable estadista Manuel Candamo, presidente del Partido Civil sucediole Alzamora en la dirección de este histórico partido, dirección que fue el origen de su retiro de la vida política.

En efecto, Alzamora encontrábase de jefe del partido civil cuando improvistamente murió Candamo y surgió la candidatura de José Pardo, presidente del Consejo de ministros de Candamo. Esta circunstancia dividió al Partido Civil; y entonces Isaac Alzamora renunció la presidencia del partido y se retiró a la vida privada, de la que no ha querido salir, a pesar de las solicitaciones de sus innumerables y constantes amigos.

Isaac Alzamora, desde esa época, o sea, desde 1904, se ha alejado de la vida activa de la política, cuando estaba en la plenitud de sus fuerzas mentales y de su energía y carácter para haber dirigido al Gobierno del Perú. Poco después de esa época, Alzamora se fue a Nueva York y allí ha permanecido sin más intermitencia que su viaje a Londres para desempeñar la Legación del Perú en Inglaterra, cuando en 1918 hubo de creerse indispensable que ahí prestara sus servicios, servicios que no rehusó prestar aunque le importaban grandes sacrificios personales.

Esta personalidad en todos los tiempos ha de ser considerada en la primera línea de las personalidades históricas del Perú; y no solo en el Perú, sino en cualquier país del mundo, su gran talento, su gran —30→ carácter, su probidad, su elocuencia, la definición de sus ideas y la simpatía que sabe inspirar, le habrían dado un lugar eminente entre los espíritus más excelsos.

Tal es la noble personalidad del doctor Isaac Alzamora que hoy tenemos el honor de presentar en esta «Galería de honor» a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires. El doctor Alzamora nació en Lima el 3 de junio de 1850, hijo del doctor José María Alzamora y de la respetable señora Josefa Mayo. Su ilustre progenitor, el fundador de la familia Alzamora en el Perú, fue el bizarro capitán de ejército español, don José Alzamora y Ursino que fue dueño de la Hacienda «San Juan» en el camino de Chorrillos a Lurín; este valeroso soldado fue bisabuelo de nuestro biografiado, padre del talentoso doctor Blas José Alzamora. El doctor Alzamora es miembro correspondiente de la Real Academia de Legislación y de Jurisprudencia de Madrid.

He aquí diseñada a grandes rasgos la importantísima personalidad de este distinguido peruano, honra y prez de la patria peruana, que, cual estrella refulgente de primera magnitud, ha de ser siempre el faro de las generaciones por venir que miraran en él un ejemplo constante que imitar y un estímulo más para la prosecución de aquellos que se dedican la noble carrera del Foro, que es la del derecho de la Humanidad, y cuya estela luminosa irradiará siempre resplandeciente en la jurisprudencia peruana.

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Lizardo Alzamora

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Hoy honramos las columnas de El Diario Español de Buenos Aires presentando a nuestros lectores a una de las figuras de más relieve en la vida republicana del Perú. Lizardo Alzamora es por su estirpe de las clases que han alimentado y enaltecido el Foro del Perú. En efecto, es nieto de Blas José Alzamora, fiscal de la Corte Suprema del Perú en 1874, y es hermano de Isaac Alzamora que ya hemos presentado en esta «Galería de honor», y de Román Alzamora, muerto en plena juventud en 1883, cuando era decano de la Facultad de Jurisprudencia y Catedrático en ella de los cursos de Historia de Derecho Peruano y de Derecho Romano y de ambos cursos, también llegó a ser profesor Lizardo Alzamora, cuando solo tenía 25 años de edad. Además, nuestro biografiado enseñó en la Facultad de Jurisprudencia el curso de Derecho Civil.

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Esta enseñanza de las ciencias jurídicas la ejercitó Lizardo Alzamora desde 1883 hasta 1910, o sea por 27 años, y es en este tiempo, por sus altas condiciones de maestro que llegó a integrar en su patrimonio social la simpatía y el agradecimiento de la juventud.

Lizardo Alzamora fue profesor titular después de rendir grandes pruebas en el concurso para proveer la cátedra de Derecho Romano; e inmediatamente sus colegas de la Facultad de Jurisprudencia, le eligieron subdecano primero y después decano, importantísimo cargo para el que fue varias veces reelecto.

También ha sido rector de la Universidad de San Marcos, y en estas funciones, ha dejado hondas huellas de su espíritu reformador, abierto a todos los progresos, y apto a realizarlos, merced a su temperamento donde hay la bella alianza de la energía y de la templanza, de la acción y del pensamiento. Nuestro biografiado renunció su cátedra y se apartó de la dirección de la Universidad para concretarse exclusivamente a las labores judiciales en la Corte Suprema de Justicia, institución a la que pertenece desde 1911, sin que su elección hubiera tenido opositores, pues el Parlamento no presentó ningún candidato en oposición a él.

Su reputación de hombre justo y de hombre de ciencia se ha acrecentado en el ejercicio, durante once años de sus funciones de vocal de la Corte Suprema de Justicia, a cuya cabeza se encuentra hoy, pues fue electo presidente de dicho alto cuerpo en 1912 y acaba de ser reelecto para el desempeño del mismo cargo para este año de 1923. Ha contribuido eficazmente en sus fallos como vocal de la Corte Suprema a la aplicación elevada y justa de las leyes sobre responsabilidad de los empresarios por los accidentes del trabajo.

Lizardo Alzamora ha sido ministro de Justicia, Instrucción y Culto en 1901, presidente de la Junta Departamental de Lima en 1894, 95 y 96; primer vicedirector de la Sociedad de Beneficencia Pública en 1911 y 1912; miembro del Concejo Provincial de Lima desde 1886 hasta 1890; y secretario de primera clase de la Legación del Perú en Italia en 1892. Agrégase a estos servicios, que ha sido ministro plenipotenciario y enviado extraordinario del Perú en Holanda y que por donde quiera que pase, ya en las funciones públicas, ya en la vida social le rodea un ambiente de simpatía y de respeto.

Por eso es que frecuentemente su nombre ha figurado en la primera línea de quienes pueden ser presidente de la república; por eso que en 1890, fue presidente de la juventud civilista, organizada para combatir la candidatura oficial de Morales Bermúdez; y por ello es que los partidos de oposición en 1912, lo lanzaron de candidato a la primera vicepresidencia de la República. Entonces se vio el espectáculo de que en forma espontánea, sin insinuaciones de parte de Alzamora, fue su nombre el eje de una gran batalla nacional y parlamentaria, pues obtuvo espontáneamente, volvemos a decirlo, la mitad menos uno de los votos del Parlamento para la primera vicepresidencia de la República. Si él hubiese insinuado seguramente habría sido electo y habría llegado —33→ a ser jefe del Estado, eliminando las acerbas luchas que se desarrollaron en el país en 1914.

Por último y expresamente para lo último hemos dejado el decir, que una de las pruebas de la actividad del carácter y de la generosidad de corazón de Lizardo Alzamora, encuéntrase en el hecho de que fue por muchísimos años, cumplido y entusiasta comandante de una compañía de bomberos.

He aquí la ilustre personalidad de nuestro biografiado el doctor Lizardo Alzamora, verdadero iberoamericano, pues desciende de aquellos capitanes hispanos que con su inimitable valor descubrieron y conquistaron un mundo. Nació en Tarma el 11 de setiembre de 1858, hijo de don José María Alzamora y de doña Josefa Mayo. Hizo sus estudios en el colegio nacional de Guadalupe y en la Universidad de Lima. Fue uno de los alumnos más sobresalientes de San Carlos, obteniendo un año la contenta en suerte con el doctor Eleodoro Romero, su condiscípulo. Se recibió de abogado en 1883, el 28 de noviembre, y fue el primer abogado que rindió examen y obtuvo título después de la desocupación de Lima por los chilenos. Es sobreviviente de la batalla de Miraflores a la que concurrió con el grado de sargento mayor, secretario del coronel Juan Martín Echenique que comandaba el ejército de reserva.

Su ilustre progenitor, el fundador de la familia Alzamora en el Perú, fue el bizarro capitán del ejército español don José Alzamora y Ursino, que fue dueño de la hacienda San Juan en el camino de Chorrillos a Lurín, y padre del talentoso doctor Blas José Alzamora, una de las lumbreras más poderosas del foro peruano, abuelo este de nuestro biografiado doctor Lizardo Alzamora, que honra hoy las páginas de El Diario Español de Buenos Aires.

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Carlos A. Bambarén

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Persistiendo siempre en nuestro ideal por la conquista del pensamiento de los iberoamericanos hasta conseguir el acercamiento espiritual de los mismos con nuestra querida España, hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, a uno de los jóvenes médicos peruanos de más talento, y de gran amor hacia la madre patria, demostrándolo en miles de oportunidades. Este distinguido intelectual que es gloria y prez de la patria peruana, es un paladín defensor de nuestros derechos; él, es, el doctor don Carlos A. Bambarén.

Entre la pléyade de jóvenes médicos que integran la intelectualidad moderna y progresista del Perú, se destaca vigorosamente la figura de este médico peruano. Su reciedumbre de carácter y acendrado amor a la ciencia, de que fueron lumbreras en este país, entre otros, los Unánue y los Odriozola, queda patentizada en su carrera, corta aun pero rica de jugosos frutos de madurez espléndida, que lo hacen una relevante personalidad como médico y como catedrático.

Muy joven todavía, pues, solo cuenta 30 años, y después de brillantes estudios, se recibe de médico y cirujano en 1918; y al año siguiente de 1919, se doctora en medicina. Sus tesis fueron los siguientes trabajos, que merecieron justos y favorables comentarios dentro y fuera del Perú, y se reprodujeron en publicaciones médicas de París, Madrid, Barcelona, New York, Buenos Aires, Habana y otros más.

«Etiología de la parálisis general y su tratamiento específico» e —35→ «Ideas actuales sobre Etiopatogenia y tratamiento de las llamadas epilepsias esenciales». Por esa misma fecha obtiene en concurso, el puesto de jefe de Clínica de la cátedra de Clínica Médica que regentaba el sabio maestro doctor Ernesto Odriozola en la Facultad de Medicina. Poco después, fue encargado internamente de la regencia de la cátedra de Medicina Legal, donde se dio oportunidad para que resaltasen palpablemente las dotes científicas del doctor Bambarén, explicando desde su cátedra las más modernas lecciones sobre el curso señalado, que cimentan su fama como excelente maestro.

Pero siempre incesante en su ardua labor intelectual, cercenando al descanso las horas que le dejan libres sus tareas profesionales, se doctora en la Facultad de Ciencias, y es nombrado profesor de Biología General, inaugurando la enseñanza de esta materia en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, es decir, en la más vieja Universidad de toda la América. Nuestro biografiado ha tenido también a su cargo el curso de Higiene en la Facultad de Medicina, donde desarrolló un programa novedoso, dictando por primera vez los temas de eugenesia integral e higiene mental.

El doctor Carlos A. Bambarén, ejerce actualmente las siguientes representaciones y cargos que acreditan, una vez más, la importancia de sus merecimientos.

Miembro titular y secretario de la Academia Nacional de Medicina; miembro de número de la «Asociación Peruana» para el progreso de la Ciencia; miembro del comité de redacción del Tratado Ibero-Americano de Medicina Interna, que dirige el profesor Fidel Fernández Martínez, de Granada; socio activo de la Sociedad Geográfica de Lima; bibliotecario vitalicio de la Sociedad Médica «Unión Fernandina»; médico asistente del hospital «Dos de Mayo», el primero de índole beneficiaria en Lima; secretario del comité peruano del «Sexto Congreso Médico Latino-Americano»; secretario organizador del «Comité peruano del Primer Congreso español de reorganización sanitaria»; redactor jefe de la Crónica Médica publicación médica, que hace 39 años aparece en el Perú y capitán de sanidad militar.

Como muestra de la enorme labor periodística de divulgación científica del doctor Bambarén, damos una relación de las revistas médicas extranjeras en que ha colaborado hasta la fecha, además de haberlo hecho en todas las de igual índole en este país: (en España) El Siglo Médico, Higia, La Medicina Ibera, Los Progresos de la Clínica, de Madrid; La Gaceta Médica Catalana de Barcelona; La Gaceta Médica del Sur, de Granada; La Especialidad práctica, La Clínica Moderna, de Zaragoza. En la Argentina: Archivos de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal, y La Semana Médica de Buenos Aires; En Cuba: La Crónica Médico-Quirúrgica, y Vida Nueva de la Habana.

Empero donde más resalta su entusiasmo científico internacional es en la intensiva campaña que ha llevado a cabo en el Perú para dar a conocer de preferencia, la importancia de la Medicina española, reproduciendo o extractando artículos de los siguientes médicos y sabios de España:

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Santiago Ramón y Cajal, Sebastián Recassens, Gregorio Marañón, Gustavo Pittaluga, R. Lafora, Enrique Fernández Sanz, César Juarros, Luis Urrutia, Santiago Carro, J. Goyanes, L. Moya, J. Blanc y Fortacin, Manuel Márquez, J. Menacho, y con la mayoría de ellos sostiene activa correspondencia epistolar sobre cuestiones científicas. Es profundo su conocimiento de la bibliografía médica española que cita abundantemente en sus disertaciones docentes y trabajos científicos. La madre patria le debe mucho, en este sentido, a este joven médico, que no hace por otra parte sino tributar un homenaje merecido a la sabia España, tan desconocida por muchas de sus hijas emancipadas a causa de la falta de propaganda para la divulgación de su ciencia.

En la Gaceta de Cataluña hemos leído la transcripción de algunos de los párrafos de un importante artículo del doctor Bambarén, publicado en un gran rotativo limeño; párrafo de los cuales en corroboración de lo dicho, copiamos lo que signe:

Las escasas noticias que llegan de España y la desentendencia con que las oficinas de información mundial comunican los hechos científicos, son las razones para que se ignore aquí un acontecimiento trascendental que ha tenido por escenario una ciudad de España, por actor al bacteriólogo más eminente de estos tiempos: Jaime Ferrán de Barcelona.


He aquí, pues, diseñada a grandes rasgos la sugerente figura de este joven médico peruano, llamado a aumentar en los futuros tiempos esa constelación de cultores de la ciencia médica en este país; constelación que ha de ser el faro de las generaciones por venir, que mirarán en ellos un ejemplo que imitar y un estímulo más para la prosecución de las investigaciones de esa ciencia, que es la constante defensora de la salud de la humanidad.

Y así cuando en las épocas pretéritas de mañana, que son las actuales de hoy, se busquen modelos de batalladores que se lanzaron al esfuerzo de la especulación científica, llevados por ese su solo amor a la ciencia, venciendo resistencias y dificultades del medio, cual los titanes hispanos del siglo XVI; cuando la posteridad llegue a decir algo del carácter y constancia de este joven médico; entonces se verá en Bambarén la doble personalidad del investigador científico y la del luchador de voluntad indomable para alcanzar la meta por entre rachas de adversidad que le cerraban el paso.

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Anselmo V. Barreto

Persistiendo siempre en nuestro ideal patriótico en pro de la conquista espiritual de nuestros hermanos de siempre, los iberoamericanos, buscándolos en este continente con el corazón rebosando de amor y con la rama de oliva de la paz, para estrechar con ellos nuestro espíritu, y dar así vida a la savia del árbol de nuestra antigua nacionalidad española; hoy presentamos en esta «galería de honor» a uno de los más talentosos, peruanos, a una de las figuras representativas de más relieve en la vida republicana del Perú. Y no se crea que nuestro ideal sea un lirismo patriótico, o que esto obedezca a algún fin utilitario o comercial, no, porque el espíritu de las naciones como el de los individuos, tiene sed insaciable de verdad y de justicia, y, cuando no hay medios de apagar esa sed, el espíritu, como el árbol, como la flor, desfallecen y mueren si les falta el rocío. Este es el fin patriótico que yo me he propuesto al crear esta «Galería de honor»; hacer revivir tanto en el pueblo español como en los iberoamericanos su tradicional cariño y hacer que en estos se inflame la sangre noble y valerosa que circula por sus venas de aquellos sus progenitores los hombres más grandes y más valientes, los españoles del siglo XVI.

Nuestro biografiado es el doctor Anselmo V. Barreto, hijo del doctor Anselmo M. Barreto, y de doña Rosario León de Barreto, nació en Lima el 17 de octubre de 1865.

Después de notables estudios universitarios coronados con una sabia monografía sobre el régimen legal de la mujer en el Perú, entró el doctor Anselmo V. Barreto, en 1888 al ejercicio de la abogacía, la que abandonó rápidamente para dar pábulo a sus hondas inclinaciones por la magistratura judicial, iniciándose en el cargo de juez interino de Lima, siendo después agente fiscal en el Callao, vocal de la Corte Superior, y vocal de la Corte Suprema de la República, cargo para el que fue electo por el Parlamento en el año 1909. A los 21 años de su recepción profesional llegaba, pues, el doctor Barreto a las eminentes funciones de la vocalía en la Corte Suprema, y llegaba con dos circunstancias: primera, en plena juventud, pues en realidad es uno de los abogados que ha obtenido joven aun ese alto cargo; y segunda, con el aplauso general expresado en la importantísima elección con que lo favoreció el Parlamento y en las manifestaciones de simpatía que a esa elección acompañaron.

Agreguemos, que su candidatura a la Corte Suprema estuvo en el ambiente, desde que fue elegido por el Paramento Fiscal interino de la Corte Suprema, derrotando en esta elección al candidato oficial del —38→ gobierno. Como en el tiempo en que desempeñó interinamente la fiscalía dio grandes pruebas de su competencia jurídica y como además había sido decano del Colegio de abogados de Lima, estaba llamado por la opinión pública a ser vocal de la Corte Suprema de Justicia del Perú.

En este cargo, el transcurso de 12 años, ha confirmado su gran reputación de sabiduría y de rectitud; y durante los años de 1918 y 1919 supo introducir notables reformas en el funcionamiento de los Tribunales, aprovechando de la acción que le daba el hecho de ser presidente de dicha corte.

Siendo presidente de la Corte Suprema, fue nombrado miembro de la delegación peruana en la Sociedad de las Naciones y ministro plenipotenciario y enviado extraordinario del Perú ante el rey de España. En estas altas funciones sirvió con dignidad, con talento y con patriotismo al país, habiéndose deplorado su dimisión que realizó para volver a su cargo judicial.

Su nombramiento en el servicio diplomático, fue recibido con el aplauso público pues el país sabía la preparación del doctor Barreto para estas delicadas funciones, porque lo había visto actuar como miembro de la comisión panamericana en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

A todos los anteriores datos biográficos es ineludible unir, dos hechos importantes: primero, el doctor Anselmo V. Barreto, en plena juventud fue ministro de Justicia, Instrucción, Culto y Beneficencia y segundo, ha sido miembro de la comisión que redactó el Código de Procedimientos Civiles.

La vasta experiencia del doctor Barreto y la circunstancia de estar aun en la plenitud de sus fuerzas, lo constituyen en factor de primer orden para el progreso del Perú.

He aquí diseñada a grandes rasgos la importante personalidad del doctor Anselmo V. Barreto, cuya probidad, talento y rectitud de conciencia, han de servir de faro y de estímulo, pues todos ven en tan esclarecido peruano, una gloria nacional, un digno descendiente de la madre patria, España.

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José María Barreto

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Hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires a uno de los iberoamericanos más fervoroso defensor de la madre patria el señor José María Barreto, que siempre ha trabajado por el acercamiento peruano-español, trabajo patriótico este, que le valió que el rey don Alfonso, el Gobierno y las principales instituciones de España le concedieran títulos honoríficos.

Por su labor de acercamiento continental mereció ser condecorado por los gobiernos de Venezuela y de Cuba, con el busto del Libertador y con la Encomienda de la Cruz Roja respectivamente.

Por sus trabajos históricos y literarios ha alcanzado las distinciones de ser nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la Real Sociedad Geográfica de Madrid.

Pertenece a la Academia de la Historia de Colombia, al Instituto Histórico Geográfico del Brasil; a la Sociedad Geográfica y al Círculo —40→ de Bellas Artes de Bolivia; a la Asociación del Derecho Internacional de Washington; al Ateneo del Salvador; a la Academia Latina y a la Sociedad de Historia Internacional de Francia; a la Real Academia de Artes y Letras de Cádiz y a la Unión Ibero-Americana de Madrid.

Es socio honorario de la Cruz Roja Española la que le ha concedido su medalla de oro, y posee también la medalla de la «Renaissance Nationale» de Francia.

Es miembro del Instituto histórico del Perú y del Ateneo y Sociedad Geográfica de Lima. Ha formado parte del Comité directivo de la Asociación Nacional Pro-Marina.

En 1915 fue nombrado delegado del Gobierno de Venezuela y de la Real Sociedad Geográfica de Madrid al XIX Congreso de Americanistas que se reunió en Washington y que debía reunirse también en Bolivia.

Actualmente es secretario de primera clase de la Legación de Perú en Francia.

Nuestro biografiado nació en Tacna el 16 de noviembre de 1875.

He aquí a grandes rasgos la distinguida personalidad de este ilustre peruano gran defensor de los derechos de la madre patria, como que por sus venas corre a torrentes la noble sangre española.

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Neptalí Benvenutto

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Con verdadera fruición hemos leído la obra Parlamentarios del Perú contemporáneo, que de un modo causal ha llegado a nuestras manos. Su autor es el joven Neptalí Benvenutto, prestigioso periodista y escritor atildado y fino. Pero nos hemos preguntado, ya que hemos observado al joven Benvenutto ¿quién es este distinguido escritor? Este talentoso escritor desciende por la línea materna del señor Joaquín Pichert que fue capitán de las Reales guardias españolas, y por lo tanto de la nobleza ibérica.

Aunque por la línea paterna es de origen itálico, el joven Benvenutto es un verdadero iberoamericano, uno de los más entusiastas defensores de la madre España.

Con este título, es que hoy tenemos el honor de presentarlo a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires.

La obra del señor Benvenutto que comentamos, está escrita en estilo familiar y sencillo y para que nuestros lectores se den cuenta cabal, —42→ vamos a extractar una de sus hermosas páginas. Esta página corresponde a uno de los hombres a quien yo más quiero, a quien yo más admiro en este mundo, a mi amigo el doctor José Matías Manzanilla, por la alteza de su talento que nadie puede medir como aquellos que lo hemos conocido de cerca; por la riqueza y variedad de sus ideas en las cuales he aprendido tanto; por su tempestuosa elocuencia en que se oyen todas las gigantescas aspiraciones de nuestro siglo, considerado como el mejor orador parlamentario del Perú; y por el recuerdo de tantas pruebas de cariño y deferencia a mi persona. El doctor Manzanilla pertenece como todos los grandes hombres a una ciudad pequeña; él nació en una ciudad pequeña del Perú, Ica, cerca de Lima; y recordando la historia, vemos que 72 ciudades diversas dieron 72 filósofos griegos que fueron los fundadores del pensamiento humano; que la dialéctica nació en Megara, que la metafísica nació en Elea, la gran ciencia platónica no la podríamos separar del Iliso, del Pireo, del Hibla y del Himeto, de aquellas cimas que miraba Sócrates en su agonía, doradas por el sol inspirador de la Ática como su alma por la esperanza de la inmortalidad; así la pequeña ciudad de Ica ha producido en la mayoría de sus hijos, el gran talento y la elocuencia como en las antiguas ciudades griegas.

Dice Benvenutto en esta hermosa página:

Nosotros los más modestos, los últimos soldados de esta brillante legión de escritores peruanos, invocamos la benevolencia del maestro ilustre. Él, que lleva siempre su espíritu superior enmarcado en su fino, clásico y exquisito don de gentes, sabrá dispensarnos, ya que su corazón vive abierto para el obrero del músculo y para el obrero del pensamiento.

Los hechos y los triunfos políticos, parlamentarios y docentes de Manzanilla, no son para tratarse, por su vastedad e importancia, dentro de las estrechas páginas de nuestra galería, sino para llenar con vivos colores una obra toda de historia parlamentaria de la República.

Es en el campo universitario, donde se preparó la figuración política de Manzanilla y de casi toda la pléyade de parlamentarios y políticos que llenan las páginas de nuestra galería: Existía en la universidad desde el tiempo del coloniaje, una institución estudiantil llamada el Convictorio Carolino, formada por los alumnos de todas las facultades universitarias que se reunían con cierta eventualidad en el General de San Carlos a deliberar sobre temas de política nacional interna y externa. Manzanilla descolló cuando fue alumno de la Universidad en el histórico Convictorio Carolino donde se discutía con la lucidez de un verdadero parlamento los temas de Estados, al mismo tiempo que se ejercitaban en el tiro de guerra.


Más adelante dice Benvenutto:

Manzanilla en el gobierno de Candamo en 1904, se le encomendó la formación de lo que podemos llamar un código de leyes obreras, sosteniendo los postulados avanzados de la nueva escuela socialista en oposición a la clásica que niega el riesgo profesional. Manzanilla volvió al parlamento como diputado por Lima iniciado el gobierno de don José Pardo; y de facto se hace el primer leader parlamentario de la mayoría gubernista de aquella época, que —43→ sostenía batallas verdaderamente campales de elocuencia y de predominio político, con la briosa minoría demócrata de que fueron jefes los doctores Sousa y Gazzani. Manzanilla vuelve al parlamento con un rico caudal de ideas nuevas y con su espíritu ampliamente saturado de avanzados principios.


Más adelante sigue Benvenutto:

Decíamos que Manzanilla había alcanzado un gran éxito oratorio y político en el proyecto sobre «Accidentes del trabajo» y así fue en efecto; sus gallardas posturas académicas, su talento tribunicio, la austeridad de sus principios reformistas, su fe en la idea salvadora, su amor ciego, entrañable y sincero a las clases trabajadoras; resplandecen en las inmortales arengas que generaron la ley sobre «Accidentes del trabajo»; y hubo también triunfo político que rememoramos porque la votación favorable de la ley en cuestión, se debió a una gallarda maniobra parlamentaria de Manzanilla para obligar a la mayoría gubernista a votar la reforma de cuya solución se apartaba ésta obstensiblemente por la serie de intereses de la plutocracia que quedaba herida con la nueva ley redentora del obrero, intereses cuya defensa hizo, con gran calor el otro diputado por Lima, doctor Mariano I. Prado y Ugarteche.

Manzanilla ha conquistado muchos éxitos parlamentarios en el campo político; pero ninguno sobrepasa al conquistado en el caso que rememoramos, pues esto ha venido a beneficiar, no a los partidos políticos o las facciones de nuestra política estrecha, sino a una respetable porción de la masa nacional, al país mismo, a sus clases desvalidas y patriotas, que son las que en verdad se inmolan por sus banderas con heroísmo sin par. Que todas las lágrimas enjugadas de los obreros inválidos en el trabajo cruel pero honrado; que todas las desgracias redimidas; que toda la orfandad amparada de nuestros modestos braceros, sirvan de consuelo y de estímulo al político socialista de que nos ocupamos, para mitigar las grandes decepciones e ingratitudes de que se le ha hecho víctima últimamente sin su vida pública; que las preces de las familias salvadas de la miseria lo colmen de bienes; y como peruanos y soldados del ideal anhelamos que Manzanilla pueda volver al seno del Parlamento con nuevas iniciativas y con esa misma fe profunda que él tiene en los grandes destinos nacionales.


El escritor Benvenutto se extiende profundamente haciendo un análisis de la vida pública del doctor Manzanilla de la que copiamos el siguiente párrafo:

Es verdaderamente notable el monumental discurso pronunciado en la sesión de 12 de agosto de 1914, por Manzanilla, sobre el billete bancario, y muy especialmente el párrafo en que combate el poder cancelatorio de los cheques circulares; así como otra notabilísima arenga parlamentaria producida en la sesión del 12 de septiembre del precitado año sobre la Caja de Emisión y la Garantía del activo de los Bancos para emitir cheques circulares, discurso que no sólo revelaba la luminosa mentalidad de Manzanilla, su nutrición casi de sabio en las —44→ teorías de la ciencia financiera, sino sobre todo, su gran moralidad, su gran virtud republicana para enfrentarse a las instituciones de crédito en defensa de los intereses generales y muy especialmente de los imponentes bancarios, sin temer absolutamente las iras de esas grandes arterias de las finanzas nacionales dirigidas todavía en aquella época, por el gran prestigio, la gran fuerza social y financiera de ese coloso de nuestra vida económica que se llamó José Payán, fundador del Banco del Perú y Londres. Luego después, entra Manzanilla a disertar lúcidamente sobre las moratorias, sobre los préstamos al Fisco, sobre el volumen de las emisiones, sobre las funciones constructivas del Estado, sobre la iniciativa de los banqueros para emitir billetes y sobre mil temas más, con una elocuencia, con una sabiduría, con un patriotismo, que habría hecho la reputación mundial de cualquier parlamentario de las más poderosas naciones de Europa y América.


Más adelante prosigue Benvenutto y dice:

No podemos dejar de trascribir uno de los más selectos trozos del discurso que pronunciara Manzanilla en la sesión del 11 de agosto de 1908. Es tan hermosa, tan sublime, tan rica en su forma como en esencia, esta bellísima pieza literaria que, impulsados por el grato recuerdo de aquellas horas memorables, anhelantes la buscamos en el libro para reproducirlas.

Bella tarde la de hoy señores. Está ganada la batalla por el derecho. La palabra del señor Prado constituye el triunfo feliz del principio del riesgo profesional. Si estas declaraciones que son acogidas con sorpresa por la Cámara y por las clases obreras, hubiesen sido formuladas en los días anteriores, yo Excmo. señor, no habría hablado. Me hubiera limitado a aplaudir al señor Prado y Ugarteche, pero no levanté las manos para aplaudir, sino que abrí los labios, no para censurar, sino sencillamente para responder.


Y véase ahora esta hermosa y elevada respuesta, cuando en esa misma sesión, se le llama idealista:

En tales palabras puede haber, dice Manzanilla, un elogio o una ironía; pero sencillamente un error. No rechazaré, no, la denominación de idealista. Admitido; lo soy, porque tengo el culto del ideal, porque deseo tener la devoción a los generosos sentimientos, a la amistad, al bienestar de los humildes y a la justicia para todos. Pero Excmo. señor, si yo soy idealista, comprendo que el ideal es para el hombre como las grandes eminencias en las inmensas llanuras, son los puntos para ascender. El viajero no pretenderá escalarlos, pero le sirven para evitar su extravío.

Así el idealismo, aparta al viajero de la vida del peligro de defender los intereses de los poderosos o los prejuicios de los soberbios, y de —45→ contribuir a la obra de iniquidad y de explotación en contra de los desvalidos y de los humildes. En este sentido soy idealista.


Termina Benvenutto el interesante, extensísimo y bien meditado artículo con estas palabras:

José Matías Manzanilla, con la santa emoción de mi alma joven enamorada del ideal, como la tuya; yo, trémulo de amor patriótico, te saludo, agitando desde las playas de la Patria atormentada, estas mis pálidas líneas, que tú leerás allá en las lejanías cuando sientas por la ausencia, acrecentar tu amor por tu Patria, por lo mismo que medirás con más exactitud su infinito desconcierto.


La obra de es Neptalí Benvenutto es digna de todo encomio.

—46→

Óscar C. Barrós

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La personalidad del doctor Óscar C. Barrós, que hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, nació en el Callo el 9 de junio de 1875. Hijo del señor Pedro M. Barrós y de la señora Santos M. de Barrós. Fue educado por su padre, y recibió los cinco años de instrucción primaria y los tres primeros años de instrucción media en el «Colegio Barrós». Los tres años de instrucción media conforme al antiguo plan de estudios que comprendía seis, los terminó en el Colegio Nacional de Guadalupe. De ahí pasó a la Universidad, graduándose de doctor en Ciencias Políticas y Administrativas el 28 de octubre de 1899. El 5 de noviembre de 1901, se recibió de abogado ante —47→ la ilustrísima Corte Superior de Lima. En 1902 fue elegido para el cargo honorífico de secretario del ilustre Colegio de Abogados; desempeñando el cargo por continuas reelecciones hasta 1906. En 1908 fue elegido adjunto al agente fiscal, cargo que desempeñó emitiendo las visitas que le fueron pedidas. En 1909 fue elegido conjuez de primera instancia y director de conferencias del ilustre Colegio de Abogados, cargo que desempeñó por reelección hasta 1911. En 1912 presidió la comisión especial integrada con los doctores Luis F. Paz Soldán y Rómulo Botto, para redactar los estatutos del Colegio de Abogados conformándolos con la ley que declaraba instituto especial al ilustre Colegio, estatutos que fueron aprobados por la excelentísima Corte Suprema y son los que están hoy en vigor. Ha sido miembro del primer congreso nacional antialcohólico, miembro del extinguido Consejo Superior de Instrucción.

En 1915, fue elegido concejal propietario de la Municipalidad de Lima. En el mismo año fue elegido como diputado propietario por la provincia de Luya, en oposición a la candidatura de don Pedro García Irigoyen, quien pidió la nulidad de la elección del doctor Barrós ante la excelentísima Corte Suprema que consagró su elección declarando infundada la nulidad pedida. Ha sido ministro de Estado en el despacho de Instrucción y Guerra. Actualmente ocupa una curul en la Cámara de Diputados.

Estas son las líneas morales de este distinguido iberoamericano gran defensor de la madre patria España.

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Octavio C. Casanave

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La personalidad del señor Octavio C. Casanave que hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, es una de aquellos seres, raros en el Perú, que desde su juventud se dedicara a la agricultura y el comercio sin mezclarse jamás en la política. En ese ramo tan importante de la actividad humana, formó parte y fue fundador de la Sociedad Agrícola Casanave Hermanos liquidada en 1919, fecha en la que actuó en la revolución del 4 de julio de ese año por su íntima amistad personal con el jefe de la misma, señor Augusto B. Leguía. De esa época, el 12 de diciembre, el presidente señor Leguía lo nombró prefecto del Departamento de Lima, emprendiendo con gran empeño y entusiasmo la ímproba labor de reorganizar los servicios de policía en Lima, que estaban completamente maleados, librando a la capital de la República de las plagas de malos elementos que hacía tiempo estaban establecidas en ella. Emprendió con el mayor éxito una tenaz campaña contra el espionaje establecido por Chile en Lima y Callao, logrando detener a los principales espías y destruir todo el servicio de espionaje chileno.

Es incansable por el saneamiento social persiguiendo a los empíricos, herbolarios chinos, charlatanes de plazuela y falsos médicos. La ciudad de Lima nunca sabrá agradecer debidamente la labor para la defensa social de esta incansable autoridad, la que ha descubierto y castigado terriblemente, cual el caso requería, la venta clandestina de alcaloides tóxicos; pues su campaña contra los toxicómanos ha producido sus efectos, pues varios mercaderes de estos alcaloides, cuya venta está prohibida, están en la cárcel purgando su falta o delito.

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El primero de mayo de este año de 1923, asistió al Congreso Internacional de Policía reunido en Nueva York, presentando proyectos muy importantes, mereciendo el honor de ser nombrado vicepresidente del próximo congreso que se reunirá en el Canadá en 1925. Está condecorado con la medalla conmemorativa del Congreso Nacional que se reunió en Buenos Aires en 1920. Con motivo del Centenario del Perú recibió las condecoraciones de Isabel la Católica de España y la de Comendador de la Corona de Italia.

Nuestro biografiado el señor Octavio C. Casanave es el único prefecto en el Perú que ha merecido el alto honor de ser condecorado por la Municipalidad de Lima, por sus importantes campañas en pro de la defensa social.

Benjamín Burga

Hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, al inteligente y probo magistrado de la Corte Superior del distrito judicial de Lima, doctor Benjamín Burga. Nuestro biografiado nació en el Departamento de Cajamarca provincia de Hualgayoc el año 1866. Hizo sus estudios en el Colegio Nacional de Cajamarca, después en el de Guadalupe de Lima. En 1887 ingresó a la Universidad de San Marcos de Lima ingresando en las Facultades de Letras, Ciencias Políticas y Jurisprudencia, hasta recibirse de abogado el año de 1894.

Su carrera judicial es muy honrosa, en 1899 fue nombrado juez de primera instancia de Cajabamba y en 1901 de Lambayeque. En mayo de 1918 fue nombrado vocal de la Corte Superior de Lima. Es un magistrado íntegro y muy versado en las cuestiones jurídicas, inteligente, sagaz y modesto.

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Guillermo Correa y Veyán

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Hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, a uno de los peruanos más fervorosos amigos de España al doctor Guillermo Correa y Veyán que es vocal de la Corte Suprema de Justicia en el Perú. Nuestro biografiado a más de la Corte Suprema de Justicia en el Perú. Nuestro biografiado a más de ser por sus actos un verdadero iberoamericano, lo es también por su estirpe. Si buscamos los progenitores del doctor Correa y Veyán encontramos por la lírica paterna que su abuelo el señor José Correa y Valle fue español y casó en Lima con una dama española-limeña la distinguida matrona Rosa Moreno y Rodríguez de Legarda emparentada con la noble familia de Rodríguez de Arellano. Hijo de estos nobles progenitores fue el padre de nuestro biografiado doctor Correa y Veyán, el señor Cipriano Correa casado con la señora Rosa Veyán.

Por la línea materna, o sea la familia Veyán desciende de la nobleza española, pues el bisabuelo de nuestro biografiado fue el señor Antonio Veyán y Aparicio, hermano del brigadier Real del Cuerpo —51→ de Ingenieros españoles, prócer de la heroica defensa del sitio de Zaragoza contra los franceses.

La familia Veyán ostentaba un Escudo de nobleza en el que, está representado por una torre de plata en campo rojo, cuya torre está provista de un reloj. A la derecha del Escudo, que ocupa la mitad, hay en forma diagonal cuatro bandas en campo verde y tres del mismo ancho de oro. El reloj de la Torre significa atrevimiento, alteza, ardid, fortaleza y vencimiento con guerra a fuego y sangre. La plata de que está hecha la torre representa limpieza, inocencia, integridad, elocuencia, riqueza y vencimiento; y la torre se trae su representación de haber sido ganada o defendida por virtud personal o poderío, y el color azul representa, celo, justicia, claridad y lealtad.

El verde de que es el otro medio escudo, significa esperanza, honra, campo, amistad, servicio y respeto. El oro de que son las bandas, representan luz, poder, constancia, sabiduría y nobleza y estas bandas de oro están en tan alto grado, que por leyes del Reino estaba prohibido el poderse traer oro ni cosa dorada por nadie que no fuera hijodalgo o armado caballero.

Las bandas significan victoria de batalla, postura y arrimo de banco pintado, u otra cosa semejante, que con industria y artificio se cometió en algún acto valeroso, y se concluyó honradamente; y como estos caballeros se han hallado en tantas y diversas ocasiones, justamente han sido honrados por sus príncipes con tales insignias y armas. El escudo de nobleza a que nos referimos fue dado en Madrid el año de 1649.

El doctor Guillermo Correa y Veyán nació en Lima el 30 de agosto de 1862. En el año de 1877 ingresó a la Universidad de San Marcos, graduándose de Bachiller en Leyes el año de 1881. Se recibió de abogado en 1885 y en 1892 fue Relator de la Corte Suprema, en 1903 fue agente fiscal interino de Lima hasta 1906 que fue nombrado juez en propiedad en lo civil. En mayo de 1908 fue promovido a la Corte Superior como vocal interino, en febrero de 1910 fue elegido vocal interino de la Corte Suprema y en 1919 vocal en propiedad, cargo que hoy ejerce.

Ha sido secretario de primera clase en la Legación del Perú en Londres.

Nuestro biografiado el doctor Guillermo Correa y Veyán tiene incuestionable derecho a figurar entre los amigos de España y a ocupar lugar de primer relieve en esta «Galería de honor». Vocal de la Corte Suprema de Justicia, es digno de sus altas funciones judiciales; es magistrado de carrera. Recibido de abogado en 1883, no obstante la brillantez de sus aptitudes y de sus estudios universitarios, después de viajes por Europa, dedicose a la agricultura y al acrecentamiento de su cuantioso patrimonio, pero atraído por su vocación y por los requerimientos de sus amigos, abandonó las faenas agrícolas para dedicarse a la carrera judicial empezando por el cargo de Agente Fiscal hasta el elevado cargo de vocal de la Corte Suprema de justicia que hoy inviste con el aplauso general. A los 20 años de carrera —52→ judicial ha ocupado merecidamente las altas funciones judiciales. Mientras que fue vocal de la Corte Superior ejerció la presidencia de esa Corte, y en ese período propuso e introdujo reformas de interés y aun se recuerda en el Palacio de Justicia la notabilísima memoria que leyó en 1918 dando cuenta de las labores de esa Corte en el año de 1917. Supo tratar a fondo el problema carcelario y pintó vigorosamente el estado calamitoso de la cárcel de Lima. Sus palabras conmovieron la atención pública y serán recordadas en todas las oportunidades donde se plantee el problema carcelario del Perú. Es miembro de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, ha sido en frecuentes ocasiones miembro de la Junta Directiva del Colegio de Abogados; y ahí, por sus conferencias y discursos; en el desempeño del Ministerio Fiscal por sus dictámenes; y en los tribunales por sus fallos, ha hecho progresar la jurisprudencia del Perú.

He aquí a grandes rasgos las líneas morales de este ilustre peruano digno descendiente de la madre patria España, que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires, pues es el modelo del perfecto caballero, probo e inteligente magistrado.

—53→

Aníbal Corvetto

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Persistiendo en el gran deseo que agita nuestra vida, en el ideal que perseguimos incansables, de conseguir, que la unidad de ideas y fuerzas de la América hispana con nuestra querida España, se convierta en hermosa realidad, ya que se asientan sobre los mismos derechos fundamentales y sobre el mismo altar, presentamos hoy a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires al doctor Aníbal Corvetto, figura médica que se destaca en el Perú por su saber y su hispanismo.

Presentar y dar a conocer a los que comulgan con estos ideales, es hacer obra de positivo acercamiento iberoamericanos, es trabajar por la fusión espiritual de los que hablan la misma lengua y recuerdan la misma cuna, es, en definitiva, contribuir a que se labren los sillares sobre los que tendrá que asentar el más bello conglomerado humano, la confederación hispanoamericana.

No hay duda que en este empeño idealista deber intervenir la —54→ predicación, el amor y la fraternidad, y en la América esto puede hacerse, porque en ella prima todo lo que es fruto de tal idea, obra de la inteligencia y resultado del sentimiento. Los espíritus selectos comprenden y entienden esta corriente avasalladora, que como la corriente magnética invade la naturaleza entera; por eso nos esforzamos y los damos a conocer, ya que ellos son los propulsores y gestores del anhelado acercamiento.

El doctor Aníbal Corvetto es un distinguido peruano; poseedor de bellas prendas personales, relativamente joven, aunque ya adueñado de un criterio maduro y sano, ofrece los lineamientos del profesional perpetuamente alabado y siempre recordado.

Recibido de médico en 1903, a los 28 años de edad, inmediatamente ingresa al personal docente de la Facultad de Medicina, que durante su escolaridad lo contó como alumno distinguido. Aníbal Corvetto no solo tenía vocación profesional, tenía también predilecto afán por la docencia. Primero fue jefe de la clínica quirúrgica, y después de clínica propedéutica, puesto este último que desempeñó con acierto, durante 4 años, haciendo obra meritoria. En esta misma época dirigió el laboratorio de análisis clínicos de la Facultad de Medicina, que lo recompensó con un voto de aplauso, haciendo justicia a su labor.

Pero si la docencia le atraía y el ejercicio profesional le brindaba sus encantos, igualmente le seducía la práctica hospitalaria, aquella que por su peculiar desempeño es el centro donde se plasman todas las grandes conquistas que han hecho progresar a la medicina y han asombrado a la humanidad.

Para realizar estos afanes ingresó como médico auxiliar del hospital Dos de Mayo de Lima, el primer establecimiento donde se presta asistencia gratuita al que enferma. Dados sus méritos, en 1909, fue elegido médico jefe de los pabellones dedicados exclusivamente para los enfermos de tuberculosis pulmonar y desde esa época, se encuentra al frente de esa repartición, del referido nosocomio de Lima.

En este servicio hospitalario es donde el doctor Aníbal Corvetto ha hecho verdadera obra científica; primero para formar su robusto conocimiento en tisiología y después para hacer verdadera escuela médica, ya que ha impulsado en el Perú la tisiología científica que, hasta su arribo a la dicha especialidad, no contaba con un elemento tan bien preparado.

Seis años necesitó el doctor Corvetto para comenzar su obra divulgadora y doctrinal. Seis años, durante los que escrutó en la realidad clínica el complejo mecanismo de la tuberculosis pulmonar, seis años durante los cuales acumuló con un recto criterio científico el variado material morboso que ofrecía el servicio. Después de esa época, en 1915, presenta el primer fruto de su investigación, sosteniendo en la Facultad de Medicina de Lima su tesis doctoral que versó sobre las formas clínicas de la tuberculosis pulmonar.

Este trabajo lo reveló como un médico sincero, sagaz y científico —55→ y, si le permitió ponderar las excelencias de la clasificación de las formas clínicas que sostiene el profesor Bard de Ginebra, también le abrió las puertas para ingresar como profesor en la Facultad de Medicina.

Pero antes que sus triunfos en la docencia y su culminación en la carrera del profesorado, le estaba reservado al doctor Corvetto orientar científicamente la lucha que se inició en Lima contra la tuberculosis en 1916. Nombrado médico jefe del primer dispensario antituberculoso que se estableció con el nombre de Preventorium «Juan M. Byron», realizó obra de positivo provecho que durante cinco años ha sido el fruto exclusivo de sus desvelos. En esta época fue promovido a la alta jerarquía de médico director de todos los dispensarios y gotas de leche que sostiene la Beneficencia Pública de la capital del Perú, puesto que desempeña en la fecha.

El doctor Aníbal Corvetto es miembro titular de la Academia Nacional de Medicina desde 1916, y ha desempeñado en una oportunidad el cargo de secretario anual.

En 1919 fue elegido catedrático de la Facultad de Medicina encargándole la docencia de la cátedra de Física médica, y en 1922 ha pasado a desempeñar la cátedra de Semiología y Clínica propedéutica, curso en el cual ha demostrado sus dotes de maestro.

Es también biográfico, médico consultante de la Liga Antituberculosa de Damas recientemente organizada en Lima, ciudad en la que ejerce su profesión con fama bien conquistada.

Además de sus trabajos universitarios, el doctor Corvetto ha publicado los siguientes estudios:

  • Forma fibro-caseosa congestiva de la tuberculosis pulmonar.
  • Tuberculosis pulmonar de forma fibrosa densa.
  • Influenza y tuberculosis.
  • Forma abertivas de la tuberculosis pulmonar.
  • Exposición y fundamentos de la clasificación de Bard.
  • Equinococia pulmonar (ha escrito tres artículos sobre este tema).
  • Paragonimiasis pulmonar.
  • Espiroquetosis bronco-pulmonar (este artículo después de hacer un estudio completo de la enfermedad, da cuenta del primer caso observado y diagnosticado entre los médicos peruanos).
  • El neumotórax artificial en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar.

Últimamente ha presentado una comunicación al 60 Congreso Médico Latino-Americano reunido en La Habana titulado: «Sobre algunas enfermedades parasitarias de los pulmones en el Perú» cuya conclusión propuesta por el autor, fue adoptada por el citado Congreso.

Todos los que han aparecido en las diversas publicaciones médicas peruanas y en algunas del extranjero, principalmente en las que aparece en España. Bueno es que indiquemos que el doctor Corvetto es miembro de la Revista de Higiene y Tuberculosis que se edita —56→ en Valencia (España) y que dirige el eminente tisiologista español doctor José Chávez.

Tales son los grandes lineamientos de este distinguido médico peruano, que si es un profesional de vasta cultura, es también un hombre de gran corazón. En él se unen en armónico consorcio, su amor por España y su entusiasmo por la medicina ibera.

—57→

Julio Ego Aguirre

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La personalidad del doctor Julio Ego Aguirre que es presidente del Consejo de ministros y Ministro de Instrucción, y que hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, es uno de los verdaderos iberoamericanos que con más entusiasmo defienden las gloriosas tradiciones de la Raza. Lleno de prestigio y de laurales salió nuestro biografiado Julio Ego Aguirre, de la Universidad, recibiendo el título de abogado y de doctor en Jurisprudencia en 1884. Pocos días después de su brillante recepción profesional tuvo la oportunidad de dar prueba de su talento jurídico y de su elocuencia forense al defender a un italiano —58→ Maquiavello que en los alrededores de Lima había dado muerte con una hacha a varias personas sin que mediara en el asesinato ningún motivo de interés ni de pasión. Era un caso de siquiatría, confirmado con la circunstancia de la indiferencia del asesino ante los cadáveres de sus víctimas. Entonces en 1885, cuando aun los estudios de Lombroso, de Charcot y de otros sobre la locura y la delincuencia estaban embrionarios y eran desconocidos en el Perú, alzose el joven jurisconsulto Julio Ego Aguirre sobre su propia intuición para pedir, a nombre de la siquiatría la declaración de irresponsabilidad de Maquiavello.

Dedicado al ejercicio de la abogacía en el Perú y en Bolivia, regresó a la vida política en 1909 como senador por el Departamento de Loreto, sección territorial que personalmente conoce y donde cuenta con hondos arraigos en la opinión pública. Retirado de la política en 1913, después de haber sido ministro de Fomento en 1910, Julio Ego Aguirre vivió algunos años en Europa, hasta que, en 1919 volvió a ser elegido senador por Loreto; de donde fue llamado a desempeñar por segunda vez el Ministerio de Fomento en 1920. Las dos veces que ha ejercido esta cartera, ha revelado dotes excelentes de administración y de político, habiendo sido el ministro que autorizó la ley de responsabilidad de los empresarios por los accidentes del trabajo, y que supo dictar los reglamentos garantizando a los trabajadores en las labores de las minas del Cerro de Pasco y especialmente en las minas de carbón.

Con estos antecedentes ha llegado a la Cartera de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia en 1922; y a la presidencia del Consejo de Ministros.

Tócale al doctor Ego Aguirre la honra y la fortuna de haber resuelto con aplauso de todos, la crisis universitaria; de haber dotado a la Universidad de cuantiosas rentas; y de haber propuesto una magnífica ley, ya aprobada por la Cámara de Senadores, reorganizando la enseñanza universitaria. También el doctor Ego Aguirre ha tenido iniciativas felices para el desarrollo de la enseñanza primaria y secundaria; y se ha inspirado, no en motivos políticos, sino en razones de interés público en sus relaciones con el poder judicial, llamando la atención porque al hacer nombramientos de jueces y vocales de Cortes Superiores y al firmar temas para que Congreso provea vocalías y fiscalías en la Corte Suprema, solo ha tenido en cuenta la capacidad y probidad de los hombres prescindiendo de las ideas políticas de ellos.

Agregaremos que Julio Ego Aguirre es el autor de la Legislación sobre los terrenos en las florestas del oriente del Perú, terrenos que producen el árbol de la goma.

—59→

Fernando C. Fusch

Así como la flor fina y penetrante de toda productividad artística se halla precisamente en la composición de una canción llamada Lied y que de un modo tan delicado refleja la subjetividad del que la evocó en un momento de exaltación y entusiasmo y que sirve en definitiva para trazar las líneas morales y sentimentales de cada compositor; así la vitalidad de un pueblo como la vitalidad de los individuos de una nación, se conoce, más que por su robustez aparente y exterior, por las ideas que agitan su cerebro y por los sentimientos que trabajan su corazón.

Como no siempre los hombres que imponen admiración con sus grandes facultades merecen ser estimados por sus privadas virtudes, siente el biógrafo cierta complacencia cuando por casualidad concuerdan en el biografiado, el talento y el carácter. Así ocurre con el ingeniero señor don Fernando Carlos Fuchs y Carrera. Este egregio peruano nació en Lima el 9 de abril de 1871, hijo legítimo de don Pablo Fuchs y de la señora Felipa Carrera. Hizo sus estudios en el Instituto Lima, ingresando, a la Escuela de Ingenieros en 1888, hasta 1892 que recibió el diploma de ingeniero de minas. En 1893 en viaje a Europa, el gobierno del Perú lo comisionó para que en el viejo mundo estudiara la organización de las escuelas de artes y oficios, cometido que cumplió satisfactoriamente presentando al gobierno un interesante informe. En 1904, fue nombrado catedrático del curso de Docimasia en la Escuela de Ingenieros, cátedra que hasta hoy desempeña. En 1910, fue elegido miembro de la Municipalidad de Lima y como inspector de obras y pavimentaciones, prestó con su gran talento de ingeniero, servicios a la ciudad, servicios que fueron premiados con una placa de oro. En 1913, fue elegido diputado nacional y en 1914 ministro de Gobierno en momentos de crisis monetaria producida por la guerra europea. Entonces salvó la situación de la clase obrera, evitando la clausura de las fábricas y talleres.

En esa misma época, presentó al Congreso un proyecto muy importante de ley electoral que estableció el Registro Electoral sobre la base del Registro Militar que hoy es ley vigente en el Perú.

En los años 1911 a 1913 fue miembro del Consejo Superior de Minería. En 1914 fue miembro de la comisión especial de la Cámara de Diputados que estudió y formuló los proyectos para salvar la crisis monetaria producida por la guerra europea. En 1919 fue nombrado ministro de Hacienda, y ese mismo año fue a los Estados Unidos como presidente de la delegación peruana en el Congreso Financiero Panamericano. Pronunció allí buenos discursos y presentó —60→ interesantes proyectos. De regreso a la patria, volvió a hacerse cargo de la cartera de Hacienda y trazó un hábil y vasto plan financiero del que formaba parte un magnífico, proyecto para la creación de un Banco Nacional, proyecto que fue aprobado por la última legislatura funcionando ya esta institución.

Actualmente es agente financiero del gobierno, y con tal carácter fue a los Estados Unidos a contratar la realización de un empréstito. Ha sido presidente de la Sociedad de Ingenieros en cinco ocasiones distintas, director de las Sociedades Mineras «Alpamina» y «Carahuacra», ingeniero residente y consultor después de la mina, tal vez la más rica del mundo, llamada «Santo Domingo», en Carabaya, propiedad de la «Inca Mining Co.»; fue además profesor interino de Metalurgia en la Escuela de Ingenieros. Como orador parlamentario goza de merecido renombre, y como hombre de ciencias matemáticas es tal vez uno de los primeros en Sud América. Es además un buen escritor y colabora en numerosos periódicos ingleses, norteamericanos y nacionales.

Estas son, a grandes rasgos, las líneas morales y sentimentales de este hombre de ciencia que honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

—61→

Teodomiro A. Gadea

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Así como la idea de la igualdad durmió en el seno del caos feudal por mucho tiempo hasta que por fin se despertó en el siglo XVIII; la idea de la justicia, es la virtud por la cual atribuimos a cada uno lo que le corresponde; y de la misma manera que la conciencia protege bajo sus alas, como ángel de paz el alma de todos los hombres, pues todos sienten y conocen lo justo y lo injusto, y todos tienen, cuando bien proceden, la satisfacción interna, y cuando proceden mal, todos sienten la herida del remordimiento; sábese también que la noción de justicia es, una noción puramente intelectual, llevada al dominio de la acción y de la moral, porque las facultades intelectuales, y las facultades afectivas, sábese también que anatómicamente, tienen el mismo sitio y que por esta disposición obran unas sobre otras y por último que la noción de justicia retiene en su origen una «imparcialidad», una «frialdad» y un «rigor» con que siempre la han caracterizado —62→ hombres criminalistas eminentes entre los que descuella en el Perú el doctor Teodomiro A. Gadea que es Fiscal de la Corte Suprema de Justicia.

Nuestro biografiado es una personalidad de primer orden en la vida judicial del Perú. Ejerce las funciones de fiscal de la Corte Suprema desde 1913, época en que el poder legislativo le otorgó la propiedad de ese alto cargo, después de haberlo elegido en 1910 y en 1911 para que lo ejerciese con el carácter de interino reemplazando precariamente al fiscal propietario que estaba con licencia.

La cultura jurídica, el espíritu de trabajo y la probidad manifiestas en el ejercicio del puesto de fiscal interino, le sirvieron eficazmente para que el Congreso le diera la propiedad de dichas importantísimas funciones a las cuales llegó el doctor Teodomiro A. Gadea saliendo de las filas del foro y de la política, más exactamente, saliendo de las primeras filas del uno y de la otra.

Al foro el doctor Gadea había aportado probidad, energía y ciencia, poniéndose al servicio de las mejores causas en cuarenta años de vida profesional, pues recibió el título de abogado en 1880 y se mantuvo activamente en la defensa de pleitos hasta 1910, aunque en verdad estos treinta años de la vida de abogado del doctor Gadea puede dividirse en dos períodos. El primero de 1880 a 1894; y el 2.º período desde 1895 hasta 1910. Fue en estos últimos quince años en que el Foro aprovechó exclusivamente de la actividad del doctor Gadea; y fue en los primeros quince años, que la política aprovechó de esa fecunda actividad, por manera que, entre la efervescencia de las pasiones engendradas por las luchas de partido y la calma de la magistratura judicial, puso el doctor Gadea lapso de quince años dedicados a la vida serena y sabia del jurisconsulto y del defensor del derecho.

Como abogado, defendió el interés privado confiado a su capacidad y celo, con la misma energía que había tenido en su acción política en defensa de los grandes intereses nacionales bajo la inspiración y el ejemplo venerable del doctor Tomás Gadea, viejo patricio del parlamento del Perú. El doctor Tomás Gadea en la Cámara de Diputados desde 1870 a 1880; y en el Senado desde 1883 a 1893 fue el arquetipo de la pureza política y de la abnegación. En esta escuela práctica de virtudes cívicas se formó el espíritu del doctor Teodomiro A. Gadea, espíritu revelado, por primera vez, en el Congreso de Arequipa en 1883.

En el Congreso de Arequipa, el doctor Teodomiro A. Gadea votó por la continuación de la guerra con Chile, si no podía hacerse la paz sin ceder territorio. Él sostuvo y votó que no debía cederse Tarapacá, ni permitirse la ocupación, siquiera fuera temporal de Tacna y Arica. En ese Congreso fue secretario de la Cámara de Diputados y volvió a ser secretario de la misma Cámara en las Legislaturas de 1886, 1887 y 1888. En la primera de estas legislaturas o sea en 1886 votó diversas reformas de carácter liberal, y entre ellas la localización de los cementerios, punto de una controversia parlamentaria cuyo resultado —63→ práctico fue de gran trascendencia, pues desde entonces y solo desde entonces, existe junto al Cementerio Católico de Lima el Cementerio Civil.

Mas la actuación del doctor Gadea culminó en 1888 al oponerse al contrato Aspíllaga-Doughomére sobre la cancelación de la deuda externa del Perú; y, como para conseguir la aprobación de ese contrato el gobierno, a requerimiento de la mayoría de la Cámara de Diputados, expulsó a la minoría de ella, el doctor Teodomiro A. Gadea libró meritorias y ardientes batallas en defensa de la integridad del Parlamento.

Estos rasgos de la vida parlamentaria del doctor Teodomiro A. Gadea son admirables y están esculpidos en la Historia del poder legislativo del Perú.

Esta es a grandes rasgos la importante personalidad de este eminente peruano entusiasta defensor de los hispanos, noble estirpe, a la que él se vanagloria en pertenecer.

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David García Irigoyen

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Con el mismo entusiasmo de siempre, continuamos nuestra labor por el acercamiento espiritual de esta República con la madre patria, presentando en esta «Galería de honor» a los valores representativos en todos los ramos del saber humano para que sean conocidos por el elemento español de la Argentina y de nuestra querida España, despertando de este modo el tradicional cariño que mutuamente se profesaban.

Hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires al doctor David García Irigoyen que es abogado y político. Por su estirpe, tanto paterna como materna, es de muy ilustres familias. Por la línea paterna es hijo de don José Manuel García y —65→ García y de doña Jesús Irigoyen de García y García, quien fue hijo único de don Juan José García y de Zela sobrino carnal de Antonio de Zela, el primero que dio el grito de la independencia en el Perú.

Don Juan José García era español, hijo de don Julián de García y Gonzales y de la marquesa doña Tadea de Zela de García. La madre de don José Manuel García y García, fue doña Mercedes García de Urrutia de García y Zela.

Don Julián y don Juan José García, el primero, vino de España como funcionario de la Hacienda del Virreinato y el segundo se dedicó a la agricultura y al comercio en Lima.

Don José Manuel García y García, fue educado en España en donde vivió durante su juventud; y de regreso al Perú fue jefe y representante de la entonces poderosa casa española de Zaracondegui. A la liquidación de esta casa, entró al servicio del gobierno desempeñando elevados cargos en los ramos de Hacienda y diplomático.

La familia García y García desde la época del coloniaje, estuvo vinculada por parentesco con todas las familias nobiliarias de origen español.

Por la línea materna o sea la Irigoyen, la señora doña Jesús Irigoyen de García y García, madre de nuestro biografiado, es descendiente de la familia Irigoyen que fundó en el Perú don José Martín de Irigoyen, quien perteneció a la distinguida clase de hijosdalgos y nobles. El escudo de esta familia Irigoyen según las crónicas de Vizcaya y el archivo donde constan el origen, armas y blasones de los apellidos nobles de España, está formado por «un cuartel, a la derecha de plata, con San Juan Apóstol que en la mano tiene un cáliz; y el cuartel de la izquierda, colorado, y en él, tres castillos de plata, puerta y ventanas, sables puestos en triángulo mayor» los cuales cuarteles acreditan la nobleza de esta familia y apellido Irigoyen y los heroicos hechos de los descendientes de la casa y tronco referido. El campo de plata, representa las calidades de limpieza de sangre del linaje; el San Juan con el cáliz en la mano, la defensa de la Religión Católica, que siempre han mantenido los varones que ha producido. El campo rojo del 2.º cuartel, denota guerra, atrevimiento, ardid, fortaleza, alteza y vencimiento con sangre de los enemigos de la fe; y los castillos, que alguno de este linaje lo han ganado o defendido, siendo caudillos de ejércitos o gobernadores de plazas; todos son atributos de gran estimación y honor, que aumentan esplendor y nobleza a los descendientes de este ilustre y antiguo tronco.

Hasta aquí la genealogía paterna y materna de nuestro biografiado el doctor David García Irigoyen, nos ocuparemos por breves momentos de sus lineamientos personales y morales.

El doctor García Irigoyen nació en Lima en 1874, y es un abogado muy notable. Principió su carrera pública como presidente de la Junta —66→ Departamental de Lima, dando pruebas de gran organizador y de guardián celoso de los fondos que administraba de esa Junta Departamental. Es sereno, talentoso y equilibrado. Ha sido diputado por Huari y en el año de 1914, desempeñó con acierto la Alcaldía de Lima, y actualmente en el desempeño de la abogacía, está al frente de uno de los estudios de más renombre y de más crédito.

Estas son as grandes rasgos las líneas morales y sentimentales de este ilustre iberoamericano que siente correr por sus venas la sangre noble y valerosa de sus progenitores.

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Leoncio García Irigoyen

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Toca a su fin la publicación de estas «Galerías de honor» que formarán el primer volumen de mi obra España en el Perú, continuando en lo sucesivo la publicación de otras para el segundo volumen.

Hoy presento a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires al distinguido peruano doctor Leoncio García Irigoyen el que por su estirpe pertenece a la nobleza antigua española y a los próceres de la independencia peruana, nada menos que es descendiente del primero que dio el grito de la independencia en el Perú don Antonio de Zela.

Por la línea materna o sea la de Irigoyen, la señora doña Manuela Irigoyen de García y García madre nuestro biografiado, es descendiente de la familia Irigoyen que fundó en el Perú don José Martín de Irigoyen, quien perteneció a la distinguida clase de hijosdalgos y nobles.

Es escudo de esta familia Irigoyen según las crónicas de Vizcaya —68→ y el archivo donde constan el origen, armas y blasones de los apellidos nobles de España, está formado por un cuartel, a la derecha de plata, con San Juan Apóstol que tiene en la mano un cáliz; el cuartel de la izquierda es colorado y en él hay tres castillos de plata, puerta y ventanas, sables puestos en triángulo mayor, los cuales cuarteles acreditan la nobleza de esta familia y apellido Irigoyen y los heroicos hechos de los descendientes de la casa y tronco referido. El campo de plata, representa las cualidades de limpieza de sangre del linaje; el San Juan con el cáliz en la mano, la defensa de la religión católica, que siempre han mantenido los varones que ha producido; el campo rojo del segundo cuartel, denota guerra, atrevimiento, ardid, fortaleza, alteza y vencimiento con sangre de los enemigos de la fe; y los castillos, que algunos de este linaje lo han ganado o defendido siendo caudillos de ejércitos o gobernadores de plazas: todos estos atributos son de gran estimación y honor que aumentan esplendor y nobleza a los descendientes de este ilustre y antiguo tronco.

Por la línea paterna o sea la de los García y García, estuvo esta familia desde la época del coloniaje vinculada por parentesco con todas las familias nobiliarias de origen español.

He aquí los ilustres progenitores de nuestro biografiado el doctor Leoncio García Irigoyen. Este distinguido peruano nació en Lima del matrimonio contraído por el distinguido hombre público doctor don Pedro Mariano García y García y de doña Manuela Irigoyen. Hizo sus estudios de instrucción primaria y media en el colegio, que dirigía el ilustre pedagogo doctor Pedro A. Labarthe, ingresando una vez concluidos, a las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias políticas y Administrativas y Jurisprudencia de la Universidad Mayor de San Marcos donde se recibió de abogado.

Antes de recibirse de abogado desempeñó los cargos de adjunto y Secretario de 2.ª. clase de la Legación del Perú en la Argentina y el de Inspector Departamental de Instrucción Primaria.

Ejerce su profesión de abogado desde hace más de 15 años, durante los cuales ha desempeñado en lo judicial: los cargos de suplente del relator, del de agente fiscal y de los jueces de primera instancia y juez de hecho.

Ha desempeñado las dos agencias fiscales de Lima, sirviendo en la actualidad el importante cargo de juez de la instancia en lo civil, de la misma capital.

Por muchos años ha sido igualmente suplente del fiscal del Concejo de Oficiales Generales.

En el orden político, desempeñó antes de salir de la Universidad el cargo de secretario de la prefectura del Callao, cuando eran prefectos el coronel don Pedro Ugarteche y el contralmirante Raygada.

Nuestro biografiado pertenece a esa pléyade de jóvenes intelectuales que siempre han dado y darán gloria a esta patria peruana.

He aquí diseñada a grandes rasgos la ilustre ascendencia de nuestro biografiado el doctor Leoncio García Irigoyen verdadero iberoamericano, gran defensor de su estirpe y de su raza.

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Pedro García Irigoyen

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La personalidad del señor Pedro García Irigoyen, que hoy presentamos a nuestros lectores de El Diario Español de Buenos Aires, nació en Lima el año 1872, hijo del doctor Pedro Mariano García y García y de doña Manuela Irigoyen. En Parlamentarios del Perú contemporáneo, encontramos lo que sigue:

Pedro García Irigoyen ha tenido una lucida actuación administrativa como director de las principales reparticiones de la Aduana del Callao, de la Compañía Recaudadora de Impuestos, en la que ha sido jefe de Recaudación Municipal de Lima, y en el Banco Popular.

En 1909 ingresó al parlamento como diputado por Luya, lanzando por los más prestigiosos elementos regionales de esta provincia —70→ habiendo permanecido en el parlamento hasta la expiración de su mandato legislativo en 1915.

Producida la crisis parlamentaria de 1911, y organizado el Bloque de oposición, Pedro García Irigoyen, por razones de convencimiento político y de moral cívica, se adhirió por entero a esta brillante y batalladora minoría, hasta que desapareció de la actuación pública tan prestigiado grupo parlamentaria.

Pedro García Irigoyen combatió en 1914, las aspiraciones de don Roberto Leguía a la sucesión presidencial de don Guillermo Billinghurst, campaña política, que culminó el 15 de mayo de dicho año con la proclamación de la presidencia provisoria del general Benavides.

García Irigoyen fue un legislador especialista en materia presupuestal, habiendo pertenecido a la comisión principal de este ramo financiero que presidiera el ilustrado político el Dr. D. Francisco Tudela y Varela, comisión que dio a la república, el 1er. presupuesto científico que ha regido en el país, librándolo por un régimen prudente de economía fin los egresos y de previsión en el cálculo de los ingresos, del caos pavoroso del billete fiscal. El nombre de García Irigoyen ha quedado ligado a la historia por su brillante cooperación en esta patriótica labor parlamentaria.

Pedro García Irigoyen es miembro de la sociedad de Beneficencia Pública de esta capital y de la Sociedad Geográfica, y está llamado a figurar siempre en primera fila en la clase dirigente del país, por su inteligencia, corrección, honorabilidad y preparación hacendaria.


Estas son las líneas morales de este distinguido iberoamericano gran defensor de la madre patria España.

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Maximiliano González Olaechea

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Con verdadera satisfacción hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires al distinguido peruano verdadero iberoamericano que corre por sus venas muy pura la noble y valerosa sangre de sus progenitores los hispanos. Este apellido de González Olaechea se lleva en Lima por una bella trilogía de hermanos, por Víctor González Olaechea alto miembro de la magistratura judicial, probo e inteligente; por Manuel González Olaechea gran periodista y excelente profesor de Ciencias Sociales y por Maximiliano González Olaechea, nuestro biografiado, que es ilustre Presidente de la Academia de Medicina de Lima, funciones de relieve en el país y en el cuerpo médico a las cuales ha llegado con el bagaje de treinta años de experiencia profesional, de cotidianas pruebas de talento y de una acrisolada moral médica. El doctor Maximiliano González Olaechea ha sido presidente de la Sociedad de Medicina que se titula «Unión Fernandina», redactor de varios periódicos profesionales y jefe de Servicio Antropométrico de la —72→ Intendencia de policía de Lima en la época de su fundación. Entonces, nuestro biografiado el señor doctor Maximiliano González Olaechea, por la virtud de los estudios personales que en antropometría, realizó, estuvo en condiciones de escribir un magnífico trabajo que envió al Cuarto Congreso Científico, primero Panamericano que funcionó en 1908 en Santiago de Chile.

Hemos dejado para concluir, que el doctor Maximiliano González Olaechea, es uno de nuestros notables catedráticos en la Facultad de Medicina. Obtuvo la cátedra previas brillantes pruebas en 1901; y desde entonces cuenta con la simpatía y el respeto de sus colegas y de sus alumnos. En 1921, cuando la crisis universitaria, dimitió con dignidad, digna de él. Conjurada la crisis ha vuelto, para bien de la enseñanza médica, a ocupar su sitio de maestro de la juventud.

He aquí a grandes rasgos las líneas morales de este distinguido médico peruano que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

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José Gálvez

Poeta

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El espíritu español, sus usos y costumbres están tan arraigadas en el pueblo peruano, que solo necesita para demostrarlo de alguna oportunidad. Si antes no se ha exteriorizado en la forma de ahora, es —74→ porque estaba adormecido por la incuria de aquellos que debieron haber mantenido latente los tesoros del espíritu español, encarnado en el pueblo peruano. El artículo que les remito es una prueba de ello, y su autor el distinguido intelectual y poeta peruano, doctor José Gálvez, que posee un espíritu tan selecto como grande es su amor hacia la madre patria España, que es la patria de sus antepasados; ha querido con este artículo probar a todos los peruanos que en el Perú, a pesar de tantas vicisitudes, persisten aun los usos y costumbres que le infundieron los españoles del coloniaje.

El poeta Gálvez nació en Tarma el 7 de agosto de 1885, siguiendo su instrucción primaria en el colegio de los jesuitas, y la media en el Colegio Nacional de Guadalupe. Muy joven ingresó a la Universidad en donde cursó Filosofía, Letras y Jurisprudencia hasta recibirse de abogado.

Como escritor fue uno de los colaboradores de Prisma y ha sido jefe de redacción de La Crónica y de la revista Variedades. Ha colaborado en las principales revistas y periódicos del país, de América y, algunos de España.

Como poeta en 1908 cantó por vez primera entre nosotros a la fiesta de la Primavera y desde entonces se le llamó «Cantor de la Juventud». En 1909 obtuvo en los primeros juegos florales que se han celebrado en el Perú la flor natural y el primer premio por sus composiciones «Canto a España» y «Reino interior» habiendo obtenido además una medalla de oro del Casino Español que le nombró su socio honorario. En 1912 en el concurso para la letra del himno estudiantil entre todos los países de la América ganó el primer premio consistente en una medalla de oro. Es miembro del Ateneo de Lima, de muchos institutos científicos y literarios y es también académico correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua. Ha sido cónsul general del Perú en España y a su vuelta al país dio varias conferencias sobre los progresos de Cataluña, su literatura, su industria, etc., etc. Es comendador con placa de la Orden de Isabel la Católica.

En 1921 fue elegido alcalde de Tarma. En la actualidad ejerce su profesión de abogado, siendo uno de los abogados de la Sociedad de Beneficencia. En ese mismo año publicó la primera serie de sus crónicas evocativas titulada Una Lima que se va.

He aquí el artículo de referencia, que remito para que el pueblo español satisfaga su espíritu con su lectura.

Este artículo ha sido publicado en El Comercio de Lima, en la edición extraordinaria del 28 de julio de 1922.

«Por nuestras serranías. Visiones hispanas»

Recuerdo vivamente que cuando fui a Tarma -mi tierra natal-, después de ausencia tan larga que casi no conservaba remembranzas de mi terruño, me llamó la atención, aunque no ahondé en el tema, el marcado aspecto español de no pocos hogares y de muchas costumbres. Estuve poco tiempo en mi tierra y mi observación no pasó de una rápida anotación de viajero.

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Fui el año 1916 a Cajamarca y la observación anterior vino a mi memoria robustecida por las visiones que la histórica ciudad, sus costumbres y aun sus tipos me ofrecieron. En los hogares, de solariega expresión muchos de ellos, en los templos, en las calles, en los hábitos domésticos, en ciertos decires arcaicos, en no pocas ceremonias de antañona prestancia y hasta en el aspecto de las gentes, confirmé la volandera impresión que recogí por vez primera en Tarma.

En Cajamarca se siente sobrevivir la vida de la colonia. Todas aquellas rancias y nobles costumbres que don Ricardo Palma nos pinta con hechizadora gracia, viven allí. Los templos guardan aun sepulturas de familia y también determinados altares ostentan el devoto sello de blasonadas estirpes. Pertenecen a las antiguas cofradías caballeros que van en las procesiones llevando cintas, palios, lábaros y guiones con el porte circunspecto con que lo hicieron sus antepasados. Muchos hogares trascienden, como los del Lima viejo, a alhucema, ñorbo y manzanita de olor. Reinan aun las empotradas alacenas, los fraganciosos armarios, los decorativos doseles sobre los labrados tálamos. Todavía en muchas casas se come temprano, se reza el rosario en familia y se bendice el pan de cada día, y en las plazas, en la hora solemne del crepúsculo, cuando la tarde cae, los hombres se descubren con unción y respeto, al toque grave y evocador de la oración. Y en la noche, después del yantar vespertino, se toma en muchas mansiones el suculento chocolate con mazas reales y bizcochuelos y se juega al tresillo...

En las palabras, en las actitudes, en los cariciosos modos hogareños de los cajamarquinos, alienta el hábito cortés de nuestros abuelos. Se oyen arcaísmos castizos, se ven rastros que parecen arrancados de lienzos antiguos, y el respeto por los mayores luce con noble vitalidad de vieja encina. Son muchas las personas que no tutean a sus padres, y los abuelos, como los patriarcas hispanos, tienen, al hablar con sus nietos, ademanes de bendición. En los hogares amplios, olorosos a templo y, a huerto, las manos graciosas tejen y bordan y conservan todavía el suave secreto de las golosinas y de las pastas y dulces caseros. Todo habla del rezago de los tiempos que se fueron, dejando el tesoro de sus costumbres porque en Cajamarca sólo el tiempo se ha ido: los hábitos perduran...

Fue dulce y aquietadora mi estada inolvidable en aquella tierra de mis mayores por sortilegio de la presión de una cautivadora añoranza. Cuando entraba a una casa, sentía como si salieran a recibirme los propios padres de mi abuelo. Todo me hablaba del pasado lento y suntuoso, y el peregrino cosmopolitismo, que trabajosamente se filtra en los hogares, parece palidecer como avergonzado ante la majestad del ayer que sobrevive.

En las reuniones sociales, en las comidas, en las fiestas de aquella ciudad, más de Pizarro que de Atahualpa, reinan la compostura hidalga, la castellana cortesía; la obsequiosidad hospitalaria sin alardes y sin aspavientos. En los grandes patios de las casonas solariegas se respira el ambiente de la colonia.

Todavía se conservan los pozos labrados en piedra y los macizos poyos en los zaguanes recogidos; todavía en las salas hay muebles de vaqueta, baulitos de cuero labrado, miniaturas, medallones, antimacazares, guardabrisas con minúsculas chucherías, tallados arcones y, todavía, tras las puertas de los fragantes aposentos, hay, como vigías celestes, estampas de Crucificados y Dolorosas... Los servidores suelen, como en los más remotos días, besar las manos de sus amos, y en la actitud de las dos clases se advierte que no se rebaja la una, que no se ensorbebece a otra. Es simplemente el hábito que se ha inmortalizado. Así fue y así es.

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Como hasta hoy en España, son dulces y frecuentes las frases de cariño a los parientes cercanos. Nunca, al hablar de ellos, se dice: José, Juan Miguel, Manuel María, Francisco, Polita; se dice: mi José, mi Juan Miguel, mi Manuel María, mi Francisco, mi Polita. Enternece ver la tierna solicitud que rezuman los hogares, en los que el aspecto y la marcha de las cosas nos hacen recordar descripciones de olvidados cronistas.

En mi segundo viaje a Tarma y en mi estada allí, la impresión se me hizo más viva, aunque esta ciudad es relativamente menos vetusta que Cajamarca y los modernismos parecen encontrar menos resistencia. Y, sin embargo, vense corros de beatitas en la atrio de la iglesia y animadas tertulias en casa del boticario; en muchos hogares se detiene reverente el tiempo, y en la carne floreciente y joven anima un espíritu antiguo. En la Semana Santa, esa Semana Santa que pierde de día en día su colorido en Lima, un alma española llena de fervor y ostentación las calles. Los indios vienen desde los más lejanos caseríos trayendo flores con las que tejen primorosas alfombras para el paso de las andas. Y no sólo en la Semana Santa y en el Corpus, sino también en las fiestas de la Cruz, ya olvidadas en la capital, y en las romerías a algún Señor milagroso, como el de Muruhuay, hacia el que van los sanos y los enfermos, las mujeres y los varones, los niños y los ancianos, a formular un voto, a entregar, en el murmullo de la plegaria una esperanza. España vive en todas esas costumbres, en la fastuosidad de las fiestas religiosas, en el ingenio de los copleros anónimos, en el anhelo lírico de los jóvenes que aman las noches lunares y las serenatas, y hasta en las leyendas tenoriescas que se cuentan de los patriarcales viejos que fueron jinetes hercúleos y guapos raptadores de mozas garridas...

La perduración española me asombra, porque va más allá de la ciudad, señorea en los caseríos y en las haciendas y se revela en el indio mismo que ha perdido casi por entero su tradición autóctona y en cambio conserva los formulismos que le enseñaron los dominadores. Bastaría este dato, que cualquier observador superficial puede captar, para desmentir la teoría que sostienen algunos de que al indio no lo influyó la Colonia. Tal vez lo influyó demasiado. La que casi no ha ejercido sobre él acción alguna es la República. Véase una función religiosa netamente indígena y se notará que es hondamente española. El indígena conserva su alma herméticamente, pero sus hábitos y sus preferencias decorativas son ibéricas. Sorprende y hace meditar este contraste extraño del indio, afanoso por las mayordomías y los alferezazgos de sus festejos báquicos. Deslumbran sus procesiones carnavalescas, como los antiguos Corpus limeños (y como muchas actuales procesiones españolas), en las que galanamente se muestra el coloreado aspecto colonial.

Lleno de zalemas, de reverenciamientos y de supersticiones, el indio sueña con la vara de Alcalde, con el cargo de Mayordomo o de Alférez Mayor, con todo lo que los conquistadores lo inculcaron. Si es casa, gusta del desfile pintoresco con músicos a la cabeza, bailando con su desposada y sus invitados un pasacalle o cuadrilla indiscutiblemente hispánicos. Recuerdan sus desfiles matrimoniales aquellas antiguas bodas españolas, en que a la cabeza del cortejo va un pobre anciano tocando el violín. Hasta en sus expresiones conserva la huella de la conquista y parece que hubiera olvidado, o la ocultara sombríamente, la memoria de su genuina estirpe. Seguramente el drama entre las dos razas continúa. El blanco sigue siendo el conquistador; el indio es el colono, y si conserva un alma —77→ incásica, diré, no la demuestra; aun en sus distribuciones, ha aceptado las formas que impuso la antigua Metrópoli. El sistema de las comunidades, tal como la dispuso una ley de Indias, no es únicamente incaico.

Dígase lo que se quiera, las costumbres del indio actual no parecen ser semejantes a las de sus lontanos ascendientes de la época del Tahuantinsuyo. En los mismos vestidos adoptaron fácilmente las modas españolas, y hasta su música, sino, de los matices más irreductibles de las razas, se dejó modificar por el sello de la música hispana. Preguntados por sus supersticiones, por sus refranes, por su filosofía popular, dan respuestas que revelan cuán honda; fue la acción hispánica y, en cambio, no guardan recuerdos de tiempos anteriores a la dominación peninsular. Sólo los ya algo ilustrados hablan vaga y confusamente de tradiciones lejanas; pero se ve que su expresión no es la ingenua expresión de una memoria virgen y propia. ¿Qué se han hecho la tradición autóctona de las regiones y la genuina de los días imperiales? ¿Fue tan formidable, tan percutiente, tan penetrante la conquista que borró la memoria de las generaciones? ¿Eran débiles y pasajeras las costumbres que los españoles encontraron, tan frágiles y tan peregrinas que pudieron ser arrojadas como un ropaje usado que no sirve? ¿Acaso la verdadera unidad espiritual del Imperio no estaba aun consolidada, cuando llegó el inesperado y trágico derrumbamiento? ¿Aquella sabia y admirable organización de que nos hablan los cronistas autorizados, los historiógrafos eminentes, ¿pudo caer de golpe, sin dejar una huella memorosa que se transmitiese de los padres a los hijos? Y el sentido religioso, más claramente místico, la interpretación de la Divinidad, del Universo y de la Vida, ¿también han podido hundirse en la sombra, sin dejar en la propia alma indígena una estela? ¿Acaso la solidaridad con la antigua raza no existe, arraigada y consciente, en sus propios retoños, y surge sólo en el mestizaje que la explota como un motivo de especulación económica o política, o en el hombre de letras y en el artista que encuentran en ella un áureo venero sugeridor? Preguntas son éstas que me llenan de confusión y de duda sobre nuestras antiguas civilizaciones y las hago más a título de observación que so capa de tesis.

Y volviendo a mi tema, diré que no sólo observé en Cajamarca la supervivencia colonial, aun en el indio mismo, como he dicho, sino que la he confirmado plenamente en Tarma. No hace mucho fui con un pariente y amigo, el señor Gustavo Allende, a la hacienda «Maco», del señor Manuel Llavería, que ha sabido dar una admirable organización humanitaria y progresista a los indios, que laboran en su fundo. Allí volví a observar la huella ibérica. A la casa y al pedazo de tierra que el indio siembra para sí y su familia -no para la comunidad, entiéndase bien- les llama su solar. De vuelta de la hacienda llegamos a Tapo, un lugar populoso y muy pintoresco, que hace pensar en cuadros de Zuloaga y en descripciones de Baroja y Azorín. Allí es más recia la marca española. Se oyen expresiones tan castizas como «voto» a «volante» y un viejo que me dijo ser «el hijo mayor del pueblo»; a una hiperbólica y generosa indicación que Allende le hizo sobre mi persona, respondió «poniéndose a mis pies» y añadiendo: «Albricias, aleluya».

Lo que conozco de la sierra y lo que personas avisadas me cuentan de otros lugares de la misma región andina, me hacen suponer que doquiera persiste la huella de conquistadores, virreyes, corregidores e intendentes. Por lo que sé de —78→ Arequipa, de Ayacucho, de Huancavelica, de Lircay, del Cuzco mismo, mis apreciaciones resultan muy bien acompañadas.

Un engreimiento capitolino ha hecho suponer a muchos que la Colonia fue Lima, y eso no es cierto, y de allí que la sutil distinción entre limeño y nacional resulte vidriosa y quebradiza. ¿Qué es lo limeño? ¿Qué es lo nacional? ¿Se podrá prescindir en el matiz peruano del tinte colonial, para deducir arbitrariamente que lo nacional, es sólo lo quechua, como si la historia no existiese, como si su influjo fuese vano y su acción mentira? ¿No es en la síntesis donde debemos encontrar lo nacional, contando en esa síntesis la cifra que más pese?

Yo de mí sé decir que en los lindos y quietos lugares serranos que conozco, en mi tierra y en la de mis mayores, he sentido un penetrante aroma ibérico. Y hasta en la dolorida música de los yaravíes y de las mulizas, he creído percibir en las noches de las románticas serenatas, la castiza evocación de una España muy joven, muy lírica y muy fuerte...

José Gálvez.



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Francisco Graña

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No podemos terminar esta nuestra obra España en el Perú, sin que ocupe lugar preferente en esta «Galería de personajes ilustres peruanos amigos de España» el doctor Francisco Graña, que por su estirpe y por sus actos es uno de los más fervorosos peruanos amigos de España. Por su estirpe es hijo de español, es hijo de don Waldo Graña nacido en la Península Ibérica y casado acá con la distinguida matrona doña Andrea Reyes, hija del coronel Andrés Reyes compañero de armas de San Martín en la guerra de la Independencia, y más tarde presidente de la República. Por sus actos, es más adicto a España que muchos españoles como lo patentizó en el discurso que en las fiestas del Centenario pronunciara a la Embajada española que presidió el Conde de la Viñaza, el que fue publicado y que ahora reproducimos.

Encuentro excusa, aunque no justificación, que me hayan abrumado con el honor inmenso de decir aquí algunas palabras, en el natural —80→ deseo de los miembros de la colonia, de que sea escuchada en esta hermosa fiesta, la voz llena de sincera emoción, de un peruano. Creo, sin embargo, que para el justo desempeño de esta misión, debíais haberos fijado, en un peruano menos español que yo, en alguien que no estuviera tan vinculado a España, por razones de sangre y por irresistibles inclinaciones del espíritu. La totalidad de los que me conocen, saben que he sido y seguiré siendo toda mi vida, presa de un españolismo incontenible y avasallador. Es tanto que nuestro querido Ministro de España, que mi querido Jaime con quien compartí, internamente las dulces alegrías de la niñez, y que ahora, ya maduros, y experimentados, tengo la suerte de que sigamos siendo hermanos de espíritu y del corazón, me dice siempre: «yo creo ser más peruano que tú, y tú eres más español que yo». Ojalá que esta recíproca compenetración de afectos entre los hijos de la vieja España de la Península y las jóvenes España que ella engendró en suelo de América, sea símbolo y credo, sentido y venerado, por todos los hispanos de allá y por todos los hispanos de aquí.

Por fortuna ese sentimiento que asegura la unificación de la gran familia Ibérica, es muy hondo y es muy fuerte. Vos, señor Embajador de S. M., habéis sentido a vuestra llegada, el calor efusivo de los abrazos familiares; vos, tendréis que decir a vuestro Soberano, que habéis visto a los peruanos romperse el pecho gritando: viva el Rey.

Y entre nosotros no hay realistas, y ese coro de voces sonoras y cálidas, no glorificaba al símbolo Monárquico, sino al primero y al más grande de los españoles. Al hombre superior; de un designio providencial, valiente y generoso, noble, patriota y viril, que resume y encarna en sí, las cualidades y excelsitudes todas de su raza legendaria. Las gotas de vuestra sangre que sembrasteis en el mundo de Colón, han producido pueblos que nada podrá separar de vuestro pueblo. Están unidos por raíces tan hondas y poderosas, que a veces me parece descubrirles formas materiales y tangibles, tan gigantescas, que han sido capaces de taladrar el planeta para ligar eternamente, el añejo tronco de la Iberia con las jóvenes ramas de la América. Nos une sobre todo a nosotros, la devoción a los grandes héroes de la historia de España y de la historia del Perú. Los padres y los hijos son dignos los unos de los otros.

Cuando Palafoz en la defensa titánica de Zaragoza, exclamó: «la guerra hasta el cuchillo», precedió gloriosamente al grito épico de Bolognesi en el Morro: «pelearemos hasta quemar el último cartucho». Y, Churruca al hundirse en su San Juan Nepomuceno, buscando en el fondo de los mares su tumba gloriosa y única, tuvo más tarde como émulo de heroicidad a Miguel Grau, sucumbiendo en el Huáscar inmortal. Elevemos, señores, nuestros votos, por la perpetuidad de la unión Hispano-Americana; y brindemos por España, por sus representantes aquí, por su pueblo y por su Rey.


Nuestro biografiado el doctor Graña fue uno de los organizadores de la recepción a la Embajada española durante el Centenario, y formó parte de la comisión encargada de levantar el Monumento que —81→ obsequia la colonia española al Perú con motivo del Centenario. Presidió el comité de los hijos de los españoles y con los fondos recaudados por el doctor Francisco Graña, se inició esta hermosa obra a la cual han contribuido los miembros todos de la colonia.

En mérito de tanto españolismo, el gobierno del señor Leguía que es otro hispanófilo convencido, lo ha nombrado y es actualmente comisario del gobierno del Perú en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla.

El amor que el doctor Graña siente por la patria de sus mayores no es cosa del día, siempre lo ha demostrado. Allá por el año de 1916 fue nombrado para pronunciar el discurso académico en la apertura del año universitario de la Universidad Mayor de San Marcos, siendo el tema de la misma «La población del Perú a través de la historia». No es nuestro propósito ocuparnos de ese importante discurso académico en su fondo, que ya fue calificado como obra maestra, sino de copiar los párrafos saltantes de su ascendrado españolismo. En la página 36 encontrarnos lo que sigue, y que es el exponente de este distinguido peruano gran defensor de la madre patria.

Precisa entonces, dejar el criterio hostil y acusador sin atenuante, con que se ha juzgado el papel de los conquistadores en esa triste historia. Trajeron males que les eran propios, igualmente dañinos para ellos, y que no sabían combatir; trastornaron la vida de este pueblo, por error, por ignorancia, fruto de la época y de sus creencias. Hicieron, no obstante, por remediar esos males cuanto al saber de entonces les permitió, y no hicieron poco. La posteridad tiene que inclinarse ante obras de espíritu humanitario altísimo y de previsión científica que maravilla. La base de la lucha contra las epidemias era por esa época la asistencia, y por implantarla y extenderla no omitieron esfuerzo; hasta el punto de que cuanto tenemos hoy, está fundado en lo que ellos hicieron. Y tal fue su empeño, que hubo Monarca, a pesar de su acendrado y fanático culto por el cristianismo, que se opuso a la fundación de instituciones religiosas, para establecer en su lugar hospitales. Y ahí están, para asombro de todos, las ordenanzas de Fernando VII, sobre profilaxia de la tuberculosis, a la que nada se podría agregar hoy, sino es cumplirlas. Y ahí está sobre todas las cosas, la expedición filantrópica de la vacuna, obra magna que tuvo por fin librar del gran azote que lo consumía, el mundo por ellos descubierto.


El doctor Francisco Graña es un médico que da honra y gloria a su patria. Es uno de los pocos médicos que a los 23 años de edad recibiera el título de médico y que a los 26 años, casi un adolescente, fuera ya catedrático. Fue profesor de Cirugía de las regiones, y en el presente lo es de Cirugía Infantil y Ortopedia.

Es cirujano del hospital de Guadalupe, del Hospital Dos de Mayo y de la Maison de Santé. En 1913 fue delegado del Perú al Congreso Científico de Búfalo. En 1919 recorrió las principales instituciones médicas de los Estados Unidos y fue designado miembro del American College of Surgeons, (Colegio Americano de Cirujanos). Es Presidente de la Sociedad Médica Unión Fernandina, catedrático de —82→ la Universidad, miembro de la Academia Nacional de Medicina, miembro de la Sociedad de Cirugía, secretario del Círculo Médico. Está premiado por la Municipalidad de Lima, por su labor en pro de la infancia. Está condecorado por el gobierno español en 1921 como comendador de la orden Isabel la Católica.

Como buen hijo de español, en 1910, cuando se temió un conflicto con el Ecuador, el doctor Graña abandonó su profesión y el hogar numeroso que tiene, y acudió presuroso a defender la patria con las armas. En 1923 pronunció un discurso en nombre de la Academia y de la Facultad de Medicina, de la que es miembro eminente, como homenaje de la Universidad de Lima al sabio Pasteur, discurso que mereció las alabanzas de todos los intelectuales.

Cuando contemplo que en este suelo que fue el privilegiado de España existen voluntades y personajes tan distinguidos como esta pléyade de peruanos que integran mi obra España en el Perú, todos ellos amorosos defensores de los derechos de nuestra querida España; cuando lleno de emoción recibo de estos personajes la palabra alentadora para terminar mi obra, suscribiéndose a la misma con el fin de popularizarla, ya que es eminentemente nacional, contando entre los primeros al señor presidente de la República que me ha honrado prestando a mi obra todo su apoyo moral y material; parece que me encuentro dentro de la misma España rodeado de patriotas españoles; y cuando el mismo doctor Francisco Graña, nuestro biografiado, nos pide cien o doscientos ejemplares de la obra España en el Perú, para llevarla a Sevilla a la Exposición Ibero-Americana a la que va como comisario del gobierno del Perú; creo evidentemente que el Perú es una prolongación del suelo patrio. Me parece ver aun, en las corrientes de estos ríos, atravesando sus ondas, la flaca figura del hidalgo español, espejo de valor y de honradez, en el siglo XVI, cuando exploraba y conquistaba estos territorios; y, cuando oigo una voz lejana, me parece oír el eco de un romance popular o el canto de un trovero dirigido a su dama; y, cuando las nubes al caer el sol forman extrañas figuras, mi fantasía siempre las alinea en forma de un gran ejército de caballeros que van a encontrar la muerte o la victoria por su Dios y por la patria; cuyo ejemplo encontramos constantemente en todos los descendientes de los españoles que han nacido en estas tierras privilegiadas del Perú.

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Emilio Gutiérrez de Quintanilla

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Continuando mi labor de acercamiento espiritual de esta república con la madre patria, hoy presentamos al señor don Emilio Gutiérrez de Quintanilla, notable escritor, novelista, crítico, historiador y actualmente director del Museo Nacional.

El señor Gutiérrez de Quintanilla es descendiente de la antigua nobleza peruana, pues fue nieto en línea paterna de don Juan José Gutiérrez de Quintanilla y Ríos de la Real Orden de Carlos III, contador general de tributos, regidor perpetuo de Lima, a quien la Real Audiencia adjudicó la mitad del mayorazgo y vínculo del marquesado de Monterrico, que fundaron en Lima el general don Melchor Malo de Molina y Alarcón y su esposa doña María Ponce de León (1638).

En la literatura peruana contemporánea se destaca la personalidad de don Emilio Gutiérrez de Quintanilla, vigorosa, precisa, e inconfundible. Su obra vasta, erudita, concienzuda, multiforme, representa —84→ uno de los más apreciables exponentes de la literatura peruana.

Su cultura histórica lo eleva al rango de los más nobles historiadores americanos, y su cultura artística lo presenta como el más sólido y autorizado crítico, se dedica también a la pintura, a la arqueología y a otras diversas manifestaciones del saber, su campo de actividad es muy dilatado.

En sus producciones se ven unidas la novela de puro y fragante clasicismo, la crítica pictórica documentada y justiciera, el texto de dibujo lineal, el erudito informe sobre la fabricación del gas, el estudio agrícola, el profundo análisis histórico, la investigación arqueológica, el discurso de filosofía y los escritos sobre muchos otros temas. Junto a tan proficua producción hay que contar sus obras inéditas, importantísimas que son las de más aliento, las más profundas y meditadas. En cuarenta años de labor infatigable, ha producido este espíritu selecto y excepcional un tesoro para la patria peruana. Aquí se le considera, y con justísima razón el Marcelino Méndez y Pelayo peruano.

Este gran hombre es un decidido defensor de la raza hispana a la que él se vanagloria en pertenecer íntegramente desde sus antepasados.

Llenas están las revistas de todo el mundo de sus escritos, siempre cantando las glorias inmarcesibles de nuestra querida España, por eso es un deber presentarlo al pueblo español, como uno de los iberoamericanos amantes de España y que con tanto tesón defienden sus derechos y forma en la vanguardia de los amantes de la madre patria.

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Oswaldo Hercelles

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Hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, al doctor Oswaldo Hercelles, que tiene notabilísima figuración en el cuerpo médico del Perú, donde ha alcanzado altísima fama en más de 20 años continuos de ejercicio profesional, donde puede considerársele y efectivamente se le considera el sucesor del doctor Juan Cansio Castillo, talento médico, prematuramente desaparecido, aunque ha dejado pléyade de selectos discípulos como Oswaldo Hercelles.

La vocación para los estudios médicos, púsola de manifiesto el doctor —86→ Oswaldo Hercelles, durante sus siete años de estudiante en la Facultad de Medicina, obteniendo en su septenio estudiantil la nota de sobresaliente en cada uno de sus exámenes anuales; la nota de sobresaliente al obtener, previo concurso, el título de interno de hospitales, y la nota de sobresaliente en sus pruebas generales para recibir el título de médico cirujano. Cuando obtuvo este título, fue designado jefe de clínica en los hospitales y al concluir el período práctico complementario que envuelve este nombramiento, llegó el caso de adjudicar «El premio Concha» al joven médico más meritorio. El jurado compuesto de personalidades eminentes, entre otros, el decano de la Facultad de Medicina, otorgó aquel magnífico galardón al joven médico Oswaldo Hercelles, que unía así, un nuevo laurel a sus lauros de sobresaliente y de sus contentas de Bachiller y de doctor, eso es, a la exoneración de pago de derechos que para obtener estos grados se confería antes de la huelga universitaria de 1919, al alumno que se había distinguido en todos sus años de estudio.

Más tarde obtuvo, también, con gran lucimiento el grado de doctor, que le daba la capacidad para la enseñanza universitaria. A ella fue, y en ella está lúcidamente el doctor Oswaldo Hercelles, y, como siempre, fueron su esfuerzo, su talento, su ciencia y su prestigio, las llaves que le abrieron las puertas de las aulas de la facultad de Medicina, porque no hubo de sentarse en una cátedra, con el nombramiento precario de adjunto, ni por el nombramiento del gobierno.

No; llegó a ser catedrático, principal titular por concurso después de presentar pruebas orales de primer orden y de exhibir un programa detallado que recibió el elogio del doctor David Matto, a quien la Facultad de Medicina había encargado que emitiera informe sobre dicho programa, valiosísimo documento científico, que constituyó la manifestación más evidente de la masa de conocimientos acumulados por el doctor Hercelles. Y no solo fueron pruebas de su superior capacidad los exámenes y el programa. Lo fueron también, el desarrollo de ese programa y las diversas monografías que había escrito, entre otras sobre la «La Pinta o Cara», enfermedad de la piel existente en algunas regiones andinas del Perú. ¿Y en qué ciencia fue proclamado maestro Oswaldo, Hercelles? En Anatomía Patológica, cátedra que él ha fundado, pues antes de él nadie la había enseñado en la Facultad de Medicina de Lima. Se conoce la importancia de la «Anatomía Patológica» y es conocido, además, el hecho de que en casi todas las Universidades de Sud América, fueron médicos extranjeros los fundadores e inauguradores de la cátedra de Anatomía Patológica, de modo que es una gran fortuna para el cuerpo médico peruano el hecho de haber encontrado en su propio seno un Oswaldo Hercelles para que fundara o iniciara esa enseñanza. ¿Cómo la ha realizado? ¿Cómo en la práctica de la vida han quedado sus lauros de estudiante y de postulante en un concurso académico? Sus lauros están frescos. En los doce años de actividad constante en su —87→ cátedra, ha hecho progresar la ciencia que profesa; y ha formado legiones de discípulos. Ha formado un Museo de piezas anatómicas, que es realmente sorprendente, y es tal la claridad luminosa de sus explicaciones que todos los oyentes abandonan la aula instruidos sobre el tema de la lección y entusiastas por el profesor que la ha dictado.

Agregaremos, para poner punto final a estas breves líneas, que el doctor Oswaldo Hercelles jamás ha tomado parte en la política militante y que tiene una clientela no superada por ningún médico, habiéndose especializado en algunos ramos de la medicina y habiendo renunciado a la práctica de la cirugía. No bifurca su acción en ambas ramas, matices de la ciencia de curar. Sí, se ha especializado, pero no es cirujano. Es médico y solo médico, con insuperable fama. He aquí la vigorosa mentalidad de este eminente médico peruano, gran iberoamericano que honra hoy, las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

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Julio A. Hernández

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Continuando nuestra labor por el acercamiento espiritual de nuestra querida España con estas repúblicas iberoamericanas hasta conseguir algún día la formación de una gran confederación de la madre España con sus hijas de ayer, hermanas queridas de siempre, para defender nuestros derechos mutuos. Hoy presentamos en esta galería de honor al distinguido escritor y periodista señor Julio A. Hernández. —89→ Nuestro biografiado pertenece a la pléyade de jóvenes escritores que tanta gloria dieron siempre al Perú, a esos batalladores, que en el periodismo, en ese gigante que habla todas las lenguas, que derriba todos los obstáculos, que combate todos los intereses, que en sus días de cólera y de justicia, a semejanza de Dios, ensalza a los humildes y abate a los soberbios, que lleva en su cabeza la experiencia de los siglos y el resumen de todas las civilizaciones.

El señor Julio A. Hernández nació en Lima el 8 de febrero de 1886, hijo legítimo del señor julio S. Hernández, literato, periodista y político de prestigio y deja respetable señora Alicia García de Hernández.

Cursó los primeros estudios en el colegio de Santo Tomás de Aquino, de donde salió en 1898 para trasladarse a los Estados Unidos donde completó su instrucción volviendo a Lima en 1902.

Dotado nuestro biografiado de un espíritu emprendedor, se ha dedicado sucesivamente al comercio, a la industria, viajando por casi todo el Perú. Hizo, entre otras cosas, la exploración a la montaña y el estudio del trazo del ferrocarril al Ucayali, bajo la dirección de los ingenieros americanos que trajo MacCune en 1909.

Por atavismo se ha dedicado desde muy joven a la literatura y al periodismo. Como literato ha escrito y publicado muchas obras literarias y poéticas; perteneciendo al grupo literario que en 1910 surgió evolucionando la literatura nacional, grupo al que pertenecen José Gálvez, Alberto Ureta, Enrique Bustamante y Ballivián y al que perteneció también, entre muchos otros el malogrado y notable literato Abraham Valdelomar. Nuestro biografiado Hernández, en compañía de Enrique Bustamante fundó y dirigió la Revista Contemporáneos que simbolizó el movimiento literario aludido, esfuerzo que aun se recuerda como un valioso estímulo literario. Sus principales obras poéticas son muchas, pero entre ellas merece especial mención su «Loa máxima» a Walt Whitman, que mereció especiales elogios de la crítica nacional y extranjera... Se ha dedicado también al teatro nacional habiendo producido con éxito la zarzuela El gallo de la vecina, en colaboración con el pintor y músico nacional Francisco González Gamarra, que actualmente triunfa ruidosamente en Estados Unidos, y la comedia en dos actos El agente de seguros, obras que pueden calificarse como de crítica: humorística. En el teatro serio ha producido la comedia de costumbres y tesis La última cosecha, estrenada con gran éxito en el teatro Colón por la compañía Delgado-Caro-Campos, y tiene inéditas varias obras más, que seguramente han de confirmar el prestigio que tiene como escritor teatral y dominador de la técnica escénica. Últimamente, el 29 de mayo pasado, llevó a escena la hermosa opereta nacional El Príncipe de la moda en colaboración con el notable músico Severino Sedó, opereta que fue mantenida en el cartel bastante tiempo, y aplaudida con entusiasmo.

Como periodista, rol en el que actualmente emplea sus energías, bástenos decir que ha pertenecido a las redacciones de El Tiempo, de 1904 a 1906; de La Prensa, de 1910 a 1911, y a la de La Crónica, de la que es actualmente jefe de redacción desde la fundación de este —90→ diario que es uno de los principales en el Perú. Sus campañas de la prensa son valiosas y le han dado popularidad y prestigio. Dentro de un diario puede manejar con capacidad todas las secciones, desde los más rudimentarios sueltos de crónica, informativa, críticas literarias teatrales y de arte, hasta los más complicados temas políticos o sociales. Se ha distinguido como escritor humorista tanto en la publicación de revistas de esta índole, de las que ha sido redactor en diversas oportunidades, como redactando la sección «Películas», que desde hace mucho tiempo sostiene en La Crónica.

Sus prestigios de periodista le han hecho popular, habiendo merecido los honores de ser elegido en 1919 diputado regional por Lima, cargo que aun desempeña y en el que ha logrado distinguirse por sus bien orientadas campañas prorregionalismo. Puede considerársele uno de los leaders entre los diputados regionales, habiendo sido en dos ocasiones vicepresidente del Congreso Regional del Centro. Junto con Carlos Enrique Paz Soldán y Eduardo Escribens Correa, tiene una notable foja de servicios en el desempeño de la Diputación Regional, siendo autor o coautor de las más notables iniciativas regionales. Tallado su espíritu a la manera de los brillantes con múltiples facetas, su actividad es notoria, pues no solo la ejerce en los campos citados, sino que a su iniciativa y carácter se le debe la realización de obras comerciales e industriales que le han permitido crearse una situación económicamente holgada, habiendo tenido para ello que luchar mucho para vencer la pobreza con que comenzó a actuar en la vida. Llamado por la ley de conscripción militar, ingresó al ejército como soldado, distinguiéndose al extremo de haber sido designado para ocupar un puesto entre los alumnos de le Escuela Militar, donde llegó a la clase de suboficial de artillería, ocupando siempre uno de los primeros puestos en las promociones. La muerte de su señor padre y el hecho de ser hijo único, le obligaron a separarse del ejército cuando solo le faltaban meses para ascender a alférez.

He aquí diseñada a grandes rasgos la personalidad de este distinguido peruano digno descendiente de la madre patria, España.

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Pablo La Rosa

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Hoy honramos las columnas de El Diario Español de Buenos Aires, presentamos a nuestros lectores al distinguido peruano señor don Pablo La Rosa que es uno de los elementos representativos de la Banca del Perú.

Nuestro biografiado el señor La Rosa pertenece a la generación nacida en la época de la guerra del Pacífico. Entonces, cuando iba a obtener el título de ingeniero en la Escuela abierta poco antes de estallar esa guerra, abandonó los estudios y entró a servir en el Banco del Callao bajo la dirección del banquero José Payán, que fue un financista de gran talento. Con tal hábil dirección desenvolvió su —92→ actividad y llegó a ser gerente del Banco del Perú y Londres, que había resultado de la fusión del Banco del Perú, nombre que llegó a tomar el Banco del Callao con el Banco de Londres, Méjico y Sud América. En aquella gerencia reemplazó a su maestro y amigo José Payán en 1912.

El Banco del Perú y Londres está admirablemente conducido por La Rosa, quien es un gran trabajador; pues la probidad y el trabajo lo caracterizan. Es director de muchas sociedades anónimas, ha sido presidente de la Cámara de Comercio y de la Bolsa Mercantil. Desde 1902 a 1906 fue miembro prominente del Municipio que dirigió la vida Comunal de Lima, Municipio fruto de gran movimiento de opinión. Es en la actualidad miembro de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima.

He aquí a grandes rasgos trazadas las líneas morales de este distinguido iberoamericano importante elemento representativo de la Banca en el Perú.

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Javier Luna Iglesias

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Hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, la personalidad del señor Javier Luna Iglesias. Su carrera pública adquiere marcado relieve desde que desempeñó las reparticiones más importantes del Ministerio de Hacienda. Fue director de Administración y director del Tesoro y Crédito Público. Su paso por estas direcciones, se caracterizó —94→ por sus múltiples iniciativas y por una intensa y fructífera labor.

Cuando el señor Leguía regresó al Perú en febrero del 19, lo designó su secretario y en este puesto realizó un esfuerzo extraordinario, atendiendo a las recargadas tareas de una época electoral de excepcional agitación en el país, dio entonces testimonio de su capacidad y discreción.

Después del 4 de julio, cuando a todo se imprimía nueva organización, continuó al frente de la secretaría del Presidente de la República.

A fines de 1919, fue elegido diputado nacional por Hualgayoc, en forma excepcionalmente honrosa, pues se unieron los dos bandos políticos en que estaba dividida la provincia, para llevarlo por unanimidad como su representante a la Cámara joven.

Desde su ingreso al parlamento se destacó por su inteligencia, por la facilidad de su palabra y por su tino al terciar en los debates más difíciles y en los momentos más álgidos y decisivos de la política, demostrando al par que su firmeza de carácter, el raro don de la oportunidad y el de la honda penetración de los problemas que se debatían, siendo por esto consagrado como uno de los leaders de la mayoría en épocas de verdaderas luchas y dificultades en la Cámara de Diputados.

Miembro de las comisiones de constitución, diplomática y de presupuesto; en todas ellas ha demostrado, a la vez que su preparación, una poca común dedicación al estudio de los muy importantes asuntos a ella sometidos. En más de una oportunidad, la ardua tarea de la Comisión de Presupuesto, de la que es uno de sus principales miembros, mereció el elogio y el aplauso de su Cámara y las congratulaciones de la oposición.

Poseedor de vastos conocimientos financieros y hacendarios, presentó varios proyectos de esta índole, los que convertidos en ley -después de vencer muy serios obstáculos- representan incremento valioso de las rentas públicas.

Entre esos proyectos sobresalen la «Reforma de la ley de montepíos» y la de la «Ley sobre los derechos a los artículos de exportación». Su actividad parlamentaria no se concretó solo a los problemas de carácter nacional, también cuidó solícitamente los de su provincia.

En cuanto a los primeros, intervino siempre con altura de miras y en defensa de los intereses nacionales; para afirmar nuestro concepto recordaremos, entre otras, su feliz ampliación a la ley sobre el petróleo, que imprimió a esta el sello inconfundible de la más absoluta probidad y del más indiscutible desinterés patriótico de parte de los legisladores, aislando su ejecución de todo aspecto político.

Sus actitudes políticas en la Cámara, fueron siempre definidas y firmes. Llegó a los extremos cuando fue inevitable; pero en más de una oportunidad dio muestras de la ponderación de su espíritu inclinado al bien, resuelto a la lucha que no provoca, pero que tampoco —95→ rehuye, cuando acontecimientos inesperados la llevan a la Cámara. En la última ley orgánica de presupuesto, aprobado ya por las Cámaras, después de un extenso debate, y en el que tomó parte principal; Javier Luna Iglesias comprobó, la amplitud de sus conocimientos económicos y financieros, y el pleno dominio que sobre estas materias posee, y dio también ocasión para que pronunciara un interesante y muy aplaudido discurso, sosteniendo las ideas expuestas en el dictamen, que consiguió fueran incorporadas en la nueva Ley.

Es orador de calidad y fácil palabra, algo nervioso; pero de razonada y sólida argumentación; tiene la ventaja de saber atraer al auditorio, y acaso alguno de sus éxitos tienen como base, el que no rehuye el debate, ni se prodiga innecesariamente.

La nota más simpática de nuestro biografiado es cierta altivez cívica, cierta independencia doctrinaria; siendo leaders de la mayoría, no hace suyas las ideas presupuestales del ministro de Hacienda doctor Rodríguez Dulanto, que asiste al debate, logrando encausar la discusión dentro de un marco científico, y en perfecto desacuerdo con las teorías oficiales; lo que afirma una vez más, el concepto de moral política de que no son incompatibles la adhesión a un gobierno con la oposición de ideas, de métodos y de planes, en la solución de los problemas de Estado; con esta actitud, el diputado Luna Iglesias, ha prestado un servicio más positivo al gobierno del señor Leguía, que en todos sus votos aprobatorios de su política extremista. (Parlamentarios del Perú contemporáneo).

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Luis Nicolás Larco del Valle

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Luis Nicolás Larco del Valle, nació en la ciudad de Trujillo el 21 de junio de 1877, hijo de don Andrés Avelino Larco Bruno y de doña Emilia del Valle y Solís, nieta esta del marqués de «Campo Ameno», don Alonzo González del Valle. Hizo sus estudios en Europa, regresando luego al Perú, donde se hizo cargo de la negociación azucarera «Roma» de su propiedad, hasta que por razones de salud tuvo que venderla y radicarse en el Balneario de La Punta, donde fue elegido Alcalde y vuelto a reelegir por espacio de 5 años y medio, teniendo también que abandonarla por razones de su enfermedad. Hizo las siguientes obras durante su período edilicio: Casa Municipal de dos pisos; canalización; agua artesiana para toda la población; correos y telégrafos; bomba; cuartel de Policía; escuela para los niños del lugar; malecones; aceras; relleno de la población y otras obras que han puesto a La Punta en el pie que se encuentra actualmente.

Fue muy aficionado a las artes y ha dejado valiosos cuadros de célebres pintores. Mueblería antigua tanto en talladuras como en marquetería y en incrustaciones de metal y enconchados habiendo también —97→ dejado una célebre mesa regalo del Rey de España, al Mariscal Castilla de marquetería de la más fina y que se halla toda ella bordeada con una moldura de oro de 14 quilates y en ambos lados las armas de la patria y las iniciales del obsequiado.

Fue filantrópico; pero sin ostentación; odió el bombo; hacía la caridad por la satisfacción que experimentaba al hacerla.

Casado con doña Amelia Ferrari de Larco, tuvo un hijo que lleva su mismo nombre, Luis T. Larco.

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Coronel César Landázuri

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El derecho de conquista que desgraciadamente aun pesa sobre los pueblos como en este que ha derramado por esta causa un torrente de lágrimas y de sangre, es una ignominiosa afrenta para la civilización actual. Esta violación del derecho de las naciones es la idea luctuosa de la justicia, que anuncia al mundo, que mientras existan los piratas y se aplaudan las rapiñas que deshonran a los pueblos, habrá siempre la amenaza de nuevos días de luto y de pavorosas guerras al eco estrepitoso de reivindicación y revancha.

Si Alemania sabe pensar, y Francia hablar, y la libre Inglaterra trabajar y la austera España creer y la hermosa Italia cantar; el Perú sabe también morir por su causa y por su bandera y jamás cederá un pedazo de su territorio arrebatado. En medio de la aparente cultura pacífica, que reina en la América; el Perú es el ara del sacrificio lo mismo que Bolivia, desde donde sube al cielo como en los antiguos tiempos el humo de las víctimas abrasadas y el holocausto de los dolores —99→ eternos. Pero al Perú, no le importa este estado de cosas, porque mientras existan como existen, muchos peruanos patriotas y valientes como el coronel don César Landázuri que hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, siempre existirá el deseo de la revancha y de la reincorporación del territorio irredento.

Nuestro biografiado el coronel don César Landázuri nació en Lima el 4 de junio de 1877, hijo legítimo del señor don Rafael Landázuri, de noble y antiguo abolengo y de la señora doña Magdalena Patrón de Landázuri, de distinguida familia limeña. En la misma capital cursó la primera enseñanza y la Instrucción Media, distinguiéndose por su aplicación e inteligencia y por su carácter y trato afables, que le captaron la estimación de profesores y condiscípulos. Atraído, por inclinación natural, a la carrera de las armas, dejó el colegio antes de cumplir los catorce años, para ingresar al Ejército, como soldado distinguido del regimiento de artillería rodada, en mayo de 1891, comenzando así su hermosa carrera, desde simple soldado, para conquistar, por sus propios méritos y a fuerza de contracción y de trabajo, la alta clase que hoy tiene. En julio de 1896 era sargento segundo en el escuadrón Húsares de la Guardia, ganando poco después, los galones de sargento primero y llegando a oficial, con el grado de Alférez de Caballería, en agosto de 1899. Un año después, ingresó a la división superior de la Escuela Militar, como oficial alumno, ascendiendo a teniente en julio de 1903. En febrero de 1907 fue ascendido a capitán y nombrado instructor de caballería de los alumnos de la División Superior; permaneciendo en las diversas secciones de esa escuela durante ocho años, hasta que en setiembre de 1909 fue elegido por el Presidente de la República para formar parte de su Casa Militar, y en febrero de 1912 ascendió a Jefe, con los despachos de Sargento Mayor.

Desde esa fecha, comenzó a desempeñar puestos y comisiones, en diversos lugares de la República, que le permitieron recorrer el territorio nacional, dedicándose al estudio de cada sección, a la vez que manifestar sus virtudes y las modalidades de su carácter.

Siendo Comandante de la guarnición del Madre de Dios, tuvo que dirigirse a Cobija (Bolivia), en la frontera con el Perú, para recoger una ametralladora y varios fusiles que habían sido tomados por las tropas bolivianas, después del combate de Illampu; recibiendo, junto con dichas armas, la satisfacción de oír a los mismos que las tomaron, que si él hubiera sido jefe de ese destacamento, se habría evitado ese luctuoso encuentro. Desde esa época, 1913, desempeñó las Jefaturas Provinciales de Azángaro, Quispicanchis, Lampa y Ayaviri, así como fue miembro de la Comisión Depuradora de la Inscripción en Cotabambas y Abancay hasta 1915, en que volvió al Estado Mayor General del Ejército, para ser nombrado segundo jefe del Regimiento «Húsares de Junín N.º 1», en 1916. Ha podido compenetrarse de la manera como está organizada la conscripción militar y el mecanismo administrativo, militar del país, por haber actuado en sus juntas, en —100→ diversas ocasiones, y haber sido ayudante de la Sub-Jefatura de Estado Mayor General del Ejército.

Perseguido y aun encarcelado, por no haber querido doblegarse, ni someterse a situaciones políticas con las que nunca simpatizó, ha sufrido vicisitudes en las que siempre mantuvo su comportamiento altivo, guardado lealtad a sus principios y convicciones.

A los pocos días de la evolución del 4 de julio de 1919, que llevó al poder al señor Augusto B. Leguía y en la que tomó parte prominente el coronel (entonces teniente coronel) Landázuri, por perseguir el restablecimiento de la constitucionalidad en el país.

Aquí comienza una nueva etapa de la vida de este prestigioso jefe.

Por notable coincidencia, de las que guarda la Historia, es nombrado jefe de la Casa Militar del Presidente, donde asciende a Coronel el 20 de marzo de 1920, desempeñaba tal puesto un siglo antes, como Jefe de la Casa Militar del virrey La Serna, el coronel Ignacio de Landázuri, y siendo más que amigo, el confidente del Virrey, como cien años más tarde lo era el sobrino nieto al lado del presidente Leguía.

Las virtudes del coronel Landázuri, reconocidas por el Jefe del Estado, hacen de él un jefe de confianza y le abren amplio campo a su honrosa carrera. Desempeña después la Jefatura del Gabinete Militar, y en agosto de 1921 es nombrado Agregado Militar de la Legación del Perú en España, donde encuentra ocasión de ganarse el aprecio de los más altos personajes de esa Monarquía.

Más no le es posible permanecer mucho tiempo en ese puesto, por honroso que fuera para él, porque la confianza que le merece al señor Leguía le obliga a abandonar el viejo Mundo, después de haber visitado las principales capitales y establecimientos militares, para desempeñar la Comandancia General y Jefatura de Zona de la Tercera División de su Patria, donde continúa actualmente, dando pruebas de su preparación a la vez que de su lealtad y firmeza de convicciones.

Hace un año, un movimiento subversivo, realizado en el Cuzco, capital de la Cuarta División, proporciona al Coronel Landázuri, junto con la enorme labor y responsabilidad consiguiente, una prueba más de la confianza que ha sabido merecer del Gobierno, siendo nombrado Comandante General de ambas Divisiones, a la vez que ejercía la Prefectura del Departamento. Sin entrar en grandes detalles, que no caben en una biografía, debemos anotar, que su presencia en el Cuzco, es decir, su gran autoridad moral, fue recibida con muestras de cumplida satisfacción, y en pocos meses supo devolver la tranquilidad absoluta, que había sido hondamente perturbada; limar asperezas y captarse la estimación no solo de sus subordinados, sino de toda la sociedad cuzqueña; pues lejos de emplear rigor, ni destempladas energías, fue suficiente su sagacidad y prudencia, unidas a ese don de gentes que le es peculiar, para obtener mejor y más proficuos resultados. Las instituciones administrativas, políticas y sociales le obsequiaron con una tarjeta de oro, y una maqueta artística, y el Concejo —101→ Provincial con una medalla de oro, como exponente de su gratitud por la forma sagaz y atinada como cumplió la importante misión que le confirió el Supremo Gobierno.

En la ciudad de Arequipa, donde actualmente desempeña la Comandancia General de la Tercera División (frontera de Chile) es estimado y respetado, por todos sus camaradas, que saben que el coronel Landázuri, es no solo un militar de honor sino un caballero cumplido; ven en él al jefe recto y competente, a la vez que al amigo, que aúna a sus cualidades personales, una correcta educación y una cultura esmerada, que le ponen en condición de conservar la disciplina y el buen orden, sin recurrir al empleo de energía, que solo la deja sentir de una manera reguladora, cuando las circunstancias la reclaman.

Un jefe de tales condiciones y que es querido de sus subalternos, no podía dejar de ser una prenda de garantía, de tranquilidad y de orden para la sociedad de Arequipa; y así es en efecto: la sociedad le estima y le rodea, porque se encuentra unida a ella, por vínculos de sangre y de amistad indestructibles, haciendo más sólida su posición y dándole más prestigio a su autoridad. Los gobiernos de Venezuela y Colombia, lo han condecorado con la Orden de Comendador del Libertador Bolívar, el primero y con la Cruz de Boyacá de Primera Clase, el segundo.

Hecha a grandes rasgos, esta nota biográfica, podemos augurar al coronel Landázuri muchos y justos éxitos en su honrosa carrera, que lo llevarán a los más altos puestos. Tiene una cualidad notable la penetración psicológica, el don excelente para manejar hombres, el conocimiento experimental del corazón humano. Su ingeniosa rapidez para allanar dificultades con una habilidad que dice de energía y de carácter; su facilidad de improvisación oportuna y correcta; su potencia de trabajo y su sistema práctico del mismo; el concepto propio de la realidad, fundado en la observación intensa y personal que forma su mente; todas estas dotes constitutivas del juicio táctico, las posee en grado eminente.

El Presidente de la República señor Augusto B. Leguía dijo del coronel Landázuri que era «un buen amigo, admirable en la adversidad, sincero y leal en las horas de triunfo».

Y para terminar una frase del Coronel Landázuri: «La autoridad no debe suplicar jamás. La autoridad debe mandar siempre... y ser obedecida... Este ha sido mi lema desde subalterno. Tal vez lo adopté por mi condición de militar, que da entereza e independencia».

Tal es la distinguida personalidad de este alto Jefe del Ejército peruano digno descendiente de aquellos valerosos hispanos que con su espada conquistaron y civilizaron todo un mundo, imponiéndola antes junto con su pecho, para que la barbarie no se adueñara de Europa.

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Andrés Avelino Aramburú

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Hoy engalanamos las columnas de El Diario Español de Buenos Aires presentando a nuestros lectores al inteligente escritor y periodista peruano Andrés Avelino Aramburú, el que, por su estirpe y por sus convicciones es un verdadero iberoamericano, un paladín defensor de la raza y de la madre patria.

Nuestro biografiado se consagró al periodismo desde los doce años en La Opinión Nacional, diario que dirigía su ilustre progenitor, don Andrés Avelino Aramburú; se consagró a la imprenta, a ese fanal de las sociedades modernas que arroja sobre todos vagos y pasajeros —103→ resplandores. Hijo de la imprenta es el libro y el periódico, y ambos se comparten la noble tarea de civilizar al mundo, y así vemos a nuestro biografiado Aramburú desde 1907 tomar la dirección de la Revista Actualidades, y desde anterior época lo vemos en la brecha trabajando para lo infinito en las columnas de La Opinión Nacional y en la gran revista Mundial, que debido a su gran talento, gran facilidad y galanura, ha dado el prestigio que hoy goza la misma, porque Aramburú, es uno de los escritores peruanos más originales y más populares en el Perú.

Andrés Avelino Aramburú desciende en línea recta de don Juan de Aramburú que en la alta clase de Capitán General y Presidente de la Real Audiencia de Quito, tuvo una hija doña María que casó con don Garcí López de Morales, que vino al Perú con el pacificador la Gasca. Ha sido director y fundador de las revistas ilustradas Gil Blas y Mundial. Publicó una hoja periodística en otra oportunidad llamada El Pueblo y últimamente fundó la revista deportiva Aire Libre; pero los mejores años de su vida los dedicó al diario La Opinión Nacional cuyo jefe director fue su ilustre padre el talentoso periodista del que heredó nuestro biografiado el talento, probidad y virtudes cívicas que, como una hermosa corona ciñen con orgullo, él, y su distinguido hermano doctor José Félix, aumentando la luz resplandeciente, que cual antorcha luminosa, la familia Aramburú, pasaran de mano en mano, siempre brillante, siempre resplandeciente.

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Germán Leguía y Martínez

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En este siglo de libertad, armonía y reconstrucción mundial la unión espiritual de los pueblos debe verificarse, no por el fuego ni la conquista, sino por el pensamiento. Así como fue propio del siglo XVI, encontrar un mundo, conquistarlo y gravar con la espada la marca de una gran idea, es propio de nuestro siglo buscar con el corazón rebosante de amor en este mismo continente, el corazón de los iberoamericanos para estrechar con ellos nuestro espíritu, y dar así vida a la savia del árbol de nuestra antigua nacionalidad española.

El espíritu de las naciones como el espíritu de los individuos, tiene sed insaciable de verdad y de justicia, y cuando no hay medios de apagar esa sed, el espíritu desfallece y muere, lo mismo que el árbol como la flor, mueren si les falta el rocío. Con este fin es que he iniciado en las columnas de El Diario Español, esta «Galería de personajes ilustres amantes de España de nacionalidad peruana». No hay duda —105→ que estos artículos harán revivir en el pueblo español su tradicional cariño hacia el Perú, conociendo a la vez a los peruanos de sangre española que forman en la primera fila de la tercera España, que está formada por todos los iberoamericanos.

Es cierto que ahora no se trata de una empresa como aquella tremenda del Guadalete en que perdió el suelo patrio entregado a la hambrienta voracidad de los bárbaros, ni a la gigantesca hazaña de las Navas, ni a la conquista del Nuevo Mundo; no, hoy solo se trata de ejercitar el noble e inagotable espíritu de pedir inspiración a nuestro pensamiento para buscar a nuestros hermanos de toda la América y en especial por mí, a los del Perú, y llevarles con el ramo de oliva de la paz, los tesoros del espíritu español, que en otro tiempo, sacrificándolo todo por su causa, les infundimos nuestro idioma y hasta nuestra misma sangre española.

Esta es mi obra en el Perú; si no meritoria, al menos es patriótica. Es necesario recordar a todos que nuestra raza tiene un gran destino que cumplir en la América, y ese destino no podrá cumplirse si solo se limita a una cortesía protocolaria de nuestros diplomáticos, o, a una predicación que no se traduzca en grandes hechos. Debe procurarse por todos los medios posibles que el pensamiento de la raza española se encarne en todos los ánimos de los iberoamericanos. La idea es muy grande, pero más grande es el esfuerzo de la voluntad para conseguir el deseo de todos los españoles que habitamos en la América.

La raza española unida a la hispanoamericana puede ejercer en la América un apostolado superior a la raza anglosajona. La primera es raza de artistas, raza guerrera, noble, generosa y heroica dada a la disciplina, a la unidad, a la concentración de sus fuerzas, y además es raza eminentemente social. La anglosajona no es humanitaria, su carácter, sus tendencias, su misma literatura, son particulares y locales. En sus conquistas no ha formado como la hispana, folklore, que este es tan variado y hermoso. El anglosajón no trabaja por una idea, trabaja por el comercio. Donde quiera que se presenta, más que un pueblo que educar, más que una raza que fortalecer, busca una gran factoría donde poder ejercer su comercio, por eso no hay idea que al mundo haya venido por la raza anglosajona.

Si la obra de nuestros padres en la América, fue en el siglo XVI de fuerza y de guerra, la obra de sus hijos, es más plácida y serena, es una obra de paz, de armonía y de comunidad de ideas. Debemos pues, reunir todas las ideas del espíritu español en sus varios matices con la de los iberoamericanos para recordarles un día y otro día en todos los tonos de nuestra común habla, que allá y acá están sus hermanos, mostrando a la vez, a sus ojos, el ideal de un porvenir de paz, en que reunidas nuestras fuerzas y reunidas nuestras inteligencias, pudiéramos, hacer brotar una nueva ciencia, una nueva literatura; haciendo todo esto con una gran constancia, que recuerde nuestro antiguo carácter, y sin más recompensa que la íntima satisfacción de nuestra misma conciencia. Por eso es, que he ideado esta «Galería de honor» que no dudo, que, cuando estos mismos artículos sean trascritos en los diarios de —106→ esta metrópoli limeña se despertará en algunos el amor hacia la madre patria y sentirán entonces correr en sus venas a torrentes la noble sangre española, que, si estuvo adormecida tanto tiempo, fue por la inercia o incuria de aquellos que debieron haberlo hecho hace tiempo.

Hoy, en esta «Galería de honor», y siguiendo nuestros propósitos, presentamos al doctor don Germán Leguía y Martínez, que es presidente del Consejo de Ministros, Ministro de Gobierno, abogado, escritor, poeta, historiador, orador, vocal de la Corte Suprema de Justicia en el Perú y un político de gran relieve. Este esclarecido varón nació el 10 de abril de 1861, en la ciudad de Lambayeque, iniciando sus estudios en la de Cajamarca y Lima después, hasta recibirse de abogado en 1893. En 1886 fue premiado en el Ateneo de Lima; en 1888 ingresó al ministerio de Relaciones Exteriores como oficial segundo de la sección diplomática; en 1893 que recibió el título de abogado renunció el puesto en el ministerio para fundar un colegio de instrucción primaria y media; en 1895 fue elegido diputado por Lambayeque; en 1905 fue nombrado prefecto de Piura y en abril de 1908 vocal de la Corte Superior de Arequipa. En esta hermosa ciudad del Misti, y dado su talento pedagógico, mereció la honrosa distinción de ser elegido Vicerrector de la Universidad de San Agustín y presidente del Ateneo de la misma ciudad mistiana. En 1911 volvió a Lima para asumir el cargo de vocal de la Corte Superior de esta ciudad de los virreyes, de donde pasó a Quito como plenipotenciario del Perú y de ahí vino al Ministerio de Relaciones Exteriores, y en esos elevados cargos dio pruebas de notable versación en materia internacional

En 1912, fue elegido por el Congreso, vocal de la Corte Suprema de Justicia. En 1919, cuando la anarquía amenazaba adueñarse del país y precipitarlo al caos, fue nombrado ministro de Gobierno y presidente del Consejo de Ministros, cargos que hasta hoy desempeña. Si en la labor del doctor Leguía y Martínez, se ha observado siempre energía y talento; en el cargo que actualmente desempeña, ha dado pruebas de dotes especiales para ello. Tiene el don de la «ubicuidad», que todo lo ve; tiene el don de mando, y por ello ha salvado al país de muchas revoluciones. Para contrarrestar tanta anarquía, ha empleado una ruda energía, no conocida en el Perú, pero exenta de las crueldades que sus enemigos políticos le achacan. Siempre se ha ceñido a la ley, pero en su aspecto más riguroso cual lo exigía su propia conservación, por la grata oposición que se le hacía aun desde el Congreso, abusando del estado inmune que la Constitución ampara a los congresantes. En las cámaras, ha batallado con la oposición apasionada y con la propaganda hostil de los diarios afiliados al régimen derrocado por el golpe de estado del 4 de julio de 1919, hasta reducirlos a todos al silencio más profundo. Ha luchado sin descanso para frustar los planes revolucionarios tramados por los enemigos del gobierno.

Esos planes debieron estallar el 10 de noviembre de 1920 en los momentos que se verificaba un banquete ofrecido al mariscal Cáceres, con motivo de la celebración de su onomástico. Descubierto los hilos del complot, el ministro Leguía y Martínez hizo aprehender a los —107→ principales comprometidos en Lima y los departamentos: procedió con tal precisión y rapidez, que en 24 horas los conspiradores de toda la República estaban presos salvando así al país de una nueva revolución. Deportados los presos políticos, volvió la normalidad y nadie ha vuelto a pensar en más revueltas. Cuando los ánimos se serenen con el transcurso del tiempo que todo lo olvida, entonces se dirá que el ministro de Gobierno doctor Germán Leguía y Martínez, mereció bien de la patria. Ha sido tan emocionante la energía desplegada por este ministro que cuenta 60 años de edad, que ha formado en su alrededor una gran atmósfera para llevarlo a la presidencia de la República en las próximas elecciones de 1924. Pero el doctor Leguía y Martínez, no es solo un ministro con el don de mando y un carácter férreo, es también un talento vigoroso, fecundo escritor, inspirado poeta, orador vibrante; tiene una selecta producción literaria. Sus principales obras publicadas son: el Manchay Puito, (1888); Poesía, (1894); Historia de Arequipa, (1912). Diccionario geográfico, histórico y estadístico del departamento de Piura, (volumen I, 1915); Nuevo diccionario de la legislación peruana, (Tomo I-II, 1915); En preparación: Historia de la emancipación, Historia de Arequipa, (tomo III y siguientes); Diccionario de la legislación peruana (tomo III y siguientes).

Estos son a grandes rasgos las líneas morales de este ilustre peruano que siente en sus venas circular la sangre noble y valerosa de sus antepasados.

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Sebastián Lorente

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Hoy presentamos en esta «Galería de honor» uno de los jóvenes médicos peruanos que más se destacan por su devoción con la madre patria, por sus convicciones; ya que por su estirpe es nieto del gran Sebastián Lorente a quien se le tributó rendida admiración póstuma por su noble y decisiva obra como pensador y como maestro.

Nuestro biografiado el doctor Lorente es en la actualidad Director de Salubridad y en tan delicado puesto ha manifestado y manifiesta condiciones especiales para tan difícil cargo, y no hay duda —109→ que sigue las huellas de su progenitor cuyo impulso luminoso en la evolución intelectual del Perú, aun flota en las aulas de enseñanza, en las páginas de nuestros libros, en el espíritu de los hombres públicos y en todas las aptitudes del Perú como nación y como pueblo. Aun se recuerda que la obra más grande del sabio Lorente, fue la fundación del Colegio Nacional de Guadalupe; que fue un escritor castizo y literato de gran mérito, habiendo quedado para tesoro intelectual del Perú, en donde fundó un hogar, en el que, sus descendientes como nuestro biografiado, ha sabido mantener latente el talento y virtudes cívicas que heredera de tan noble progenitor, pues el sabio doctor Lorente nació en España (Murcia) en 1813, y en 1884 llegó a las playas peruanas. Todavía continúa siendo la Historia del Perú de Sebastián Lorente uno de los más importantes documentos para juzgar la amplitud de su talento.

He aquí a grandes rasgos la personalidad de este distinguido médico peruano, gran defensor de la madre patria, que siente correr por sus venas la sangre noble y valerosa de sus progenitores los hispanos, y que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

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