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Algunos de estos cursillos se concretaron, luego, en libros: Álvaro de las Casas -como veremos- publicó su Historia de España y Federico Fernández Catillejo editó entre nosotros su libro sobre España en Indias titulado: La ilusión en la Conquista (Ed. Atalaya, Buenos Aires, 1945) y un bellísimo trabajo sobre su patria chica: Andalucía: lo andaluz, lo flamenco, lo gitano (Ed. Clydoc. Buenos Aires, 1944).



 

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El Liceo de España alcanzó a publicar dos volúmenes de una Biblioteca hispanoargentina que se había proyectado con gran ambición: Breve historia de España de Álvaro de Las Casas (1942) y una Historia de la poesía argentina y uruguaya de M. Menéndez Pelayo (1943), que era, en realidad, la parte correspondiente a estos países de la monumental Historia de la poesía hispanoamericana. Incluso en su parte editorial pretendió el «El Liceo de España» un carácter esencialmente popular y divulgador.



 

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La Voz de España o Voz Española, después, continuó un tiempo bajo la dirección del hermano de Antonio Manzanera, Clemente y, cuando éste se marchó del país, la gobernó hasta su muerte (agosto de 1952) nuestro ya conocido Gabriel Cano.



 

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Con un sentido estrictamente popular -populachero casi-, y como nota curiosa de un singular fenómeno probatorio, anotemos el éxito del «flamenquismo» en la Argentina durante estos últimos quince años. Desde La copla andaluza, allá por 1930, hasta los colmaos más o menos legítimos pasando por Miguel de Molina: guitarras, cante, gitanos, faralaes y castañuelas han tenido y tienen un eco de extraordinaria simpatía. No poco ha contribuido para ello el prestigio sensual y político de Lorca y no menos el «popularismo» de Romero de Torres, con más el descubrimiento de un mundo nuevo que -en América- comenzó a tener buena prensa después de Carlos Reyles; pero, a pesar de estas posibles justificaciones, lo importante en sí es la resonancia popular de esta nueva «spagnolade». Falsificada y todo vale, por lo menos, como síntoma, y, es curioso que se haya llegado a que espectáculo de revista o music-hall sin zapateo y bulerías no tiene un programa ortodoxo ni aceptable.






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