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210.       Carbonell recibió 120 libras barcelonesas por la traza de la obra y trabajos en la compra de las casas en cuyo terreno se había de edificar. Nombrado por su pericia sobrestante o sobrevisor de la obra, a 23 de mayo de 1550 la Diputación le asignó 240 libras anuales mientras ella durase. Por las cortes de Monzón de 1553 se rebajó esta asignación a 100 libras. Véase AGUIRRE, Tratado histórico legal del Palacio de Barcelona.

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211.       En la actualidad ocupa este edificio el Real Archivo de la Corona de Aragón, depósito diplomático que figura entre los primeros de Europa. Baste decir que en bien ordenadas colecciones, contiene cerca de cuatro millones de documentos, cuyo conjunto ofrece un tesoro inagotable de datos (que se remontan a fines del siglo IX) para la historia de Cataluña y en general de los países que formaron la confederación catalano-aragonesa.

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212.       Esta conservación se debe a D. Antonio Buxeres, administrador de los señores condes de Sobradiel, y es una segura garantía de que esas magníficas ruinas no desaparecerán como otros monumentos de Barcelona cuya pérdida deploramos. El celo y la inteligencia del señor Buxeres, nos infunden tal confianza; la cual crece y se asegura cuando consideramos que si la conservación del monumento es digna de aquella ilustre Casa, su demolición no podría traer un interés que realzase el esplendor de esta y compensase el prestigio que ella defraudaría a su nombrea.



a     El utilitarismo que todo lo invade, no ha perdonado tampoco este monumento. Vendido para convertirlo en solares, se derribó hace algunos años. En su lugar se formó una barriada de nuevas casas llamada vulgarmente del Palau, nombre que lleva también una de las calles allí abiertas. A esta calle mira la fachada de la capilla, única dependencia que se respetó, restaurada convenientemente por el arquitecto D. Elías Rogent.

     Al desmontarse el terreno, se encontró el precioso mosaico romano que representa las carreras del Circo y que, después de varias vicisitudes que lo convirtieron casi en fragmentos, ha venido por suerte a parar al Museo de Santa Águeda, del cual es una de las mejores piezas.

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213.       El mismo rey D. Pedro le llama Palatium reginale en la permuta con el obispo de Vich.

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214.       En tiempo de este rey era alcaide del Palau Juan de la Roca, quien tenía a su cargo la custodia de los leones que se criaban en una de las casas contiguas. Tal vez por esto aquella cuesta se llama Baxada dels lleons. También por aquel tiempo la municipalidad otorgaba al leonero Juan permiso para entrar por la puerta del Ángel las reses seguramente destinadas a mantener las fieras.

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215.       Viviendo D.ª Jerónima de Hostalrich, viuda de D. Luís de Requesens, se tomó inventario en noviembre de 1575 de lo contenido en el edificio, y por el puede deducirse su importancia. La planta y distribución eran las que conservó hasta los últimos tiempos, y contenía a más del patio, fuente, escalera, galería, vestíbulo, y gran salón, otras varias dependencias en número considerable. Algunas de las estancias más espaciosas e importantes se designaban con nombres especiales, como la sala de la chimenea, la de los pajes, la de los gentiles hombres, etc. Veáse PUIGGARÍ, Garlanda de joyells: estudis e impressions de Barcelona monumental, pág. 155.

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216.       Este bastón consta de unos 4 palmos, carece de molduras en los extremos, y esta adornado con chapas de plata y cercos. Las inscripciones significan: «1.ª Ten a Dios propicio y obrarás altos hechos; 2.ª Teme el Poder de Dios y evitarás su juicio.»

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217.       Este arrabal ya aparece muy acrecentado en 1194: Veáse CAMPILLO, Disquisitio el vetera analecta, Apénd. Tit. XXIX, pág. 83.

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218.       El convento actual de Montesión no era la verdadera y primitiva iglesia de Santa Eulalia del campo: ésta, que probablemente ascendía al tiempo de los godos, estaba extramuros de la ciudad, hacia Nordeste, junto a la Puerta Nueva. En 1155 el obispo Guillelmo la donó con su campo contiguo a los canónigos regulares de San Agustín: pero estragada por los sitios que sufrió la ciudad, los canónigos la abandonaron pasando a ocupar lo que hoy es convento de Montesión dentro de las murallas, y poco después (1421) fueron incorporados a la casa del Santo Sepulcro por el papa Martín V. La iglesia primitiva de Santa Eulalia del Campo continuó como parroquia, al fin fue comprendida dentro de la fortificación, y borrada para siempre por las armas de Felipe V para desembarazar el sitio a la ciudadela.

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219.       Se terminó el cimborio en 1507, en tiempo del Prior Gualbes, y es por lo tanto muy posterior al resto del templo.

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