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360.       Por lo que nos permite juzgar un pequeño plano levantado por D. Antonio Cellés, seguían esas antiguas murallas la línea siguiente: Empezaban al norte donde están ahora el palacio episcopal y la casa del Arcediano, y de allí se dirigían por las calles de la Canonja y Tapinería a la Bajada de la Cárcel. Seguían al este por las de Basea y Regomir, al sud por el Palau y la Bajada de san Miguel, desde la cual formaban un ángulo muy obtuso con lo que es hoy Enseñanza. Al oeste atravesaban las calles del Call, Travesía de San Ramón, Bajada de Santa Eulalia y San Felipe Neri, terminando por fin en el palacio del Obispo. Creemos que así lo permiten juzgar también las torres y lienzos de muralla que aún existen en pie ya en algunas calles, ya en el interior de muchas casas.

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361.       El palacio llamado Vizcondal por ser un castillo antiguo que infeudó Vifredo I al vizconde, fue cárcel pública desde la época de los reyes de Aragón hasta hace pocos años en que se construyó la cárcel actual sobre el convento de Seminaristas. A principios del año 1847 existía aún: hoy ya no existe. Ocupa su lugar una casa recién fabricada en el ángulo oriental de la Plaza del Rey, esquina a la Bajada de la cárcel. -El edificio Castillo del Veguer era una antiquísima torre romana que se supone edificada por Marco Porcio Catón después de la guerra de los lacetanos. Fue derribado en el año 1847: ocupaba el lugar que frente el arco de San Ramón va desde la calle del Call hasta muy cerca de la línea marcada para la prolongación de la calle de Fernando.

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362.       Del antiguo palacio de la Diputación, obra del siglo XV, no sólo conservó Pedro Blay la fachada de San Jorge, sita en la calle del Obispo; conservó también el campanario, el patio de los Naranjos, y la fachada y parte del interior de la capilla, y la hermosa y delicadísima galería ojival en que prodigó tantas bellezas y caprichos la escultura de la Edad media. En otros tiempos animaban en el día de San Jorge esta galería los diputados de los tres estamentos, entre los cuales se distinguían sobre todos los del brazo militar, que celebraban todos los años un torneo o justa, recibiendo en uno de los salones de este edificio ya las empresas de sus damas, ya la corona que pudiesen merecer como vencedores; hoy la anima una concurrencia alegre y numerosa que va a comprar en el atrio de este palacio las primeras rosas de la primavera, y recorre las severas salas de la Audiencia, abiertas en aquel día para todos los concurrentes.

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363.       Durante el reinado de Carlos IV, el señor duque de Lancaster hizo construir este paseo con el objeto de ocupar parte de la clase proletaria, que a la sazón estaba falta de trabajo y en la mayor miseria por la guerra de España contra los ingleses. Ocupa el espacio de 700 varas a lo largo, y a lo ancho el de 60: consta de siete grandes calles. En la del centro descuellan entre los frondosos ramajes de los árboles algunas fuentes, cuyas aguas forman juegos ricos y variados. Distínguense entre ellas las de los extremos, que cierran bellamente el paseo ostentando sobre pedestales rústicos y elevados la grave figura de un Hércules apoyado en su clava, y la de la graciosa y gentil Aretusa.

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364.       Además de las casas derribadas para la construcción de la Ciudadela, desaparecieron dos conventos, de que ya sólo quedan restos muy escasos: el de San Agustín y el de Santa Clara. Del primero se conserva parte del claustro en lo que es hoy Academia de ingenieros; del segundo la torre que mentamos en el texto, torre aislada y de formas indefinibles, cuyo objeto no nos es dado siquiera traslucir.

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365.       Fue fundador de este barrio en 1753 el Excmo. Sr. Marqués de la Mina, cuyos restos descansan bajo las bóvedas de la iglesia de San Miguel. Hasta hace pocos años eran iguales en este arrabal calles y casas: no tenían estas más de un piso, y presentaban todas la misma decoración en la fachada; mas hoy son ya muchas las casas de dos pisos en cuyo exterior hay variedad de adornos y colores.

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366.       Fundó este monasterio en 1325 la reina Elisenda de Moncada, última esposa del rey de Aragón don Jaime II. Consta su iglesia de una sola nave gótica. En el presbiterio a la derecha guarda un bello sarcófago de mármol los restos de la ilustre fundadora. Desaparecieron del testero de ese sepulcro los calados y plañideras que en otros tiempos lo adornaron; mas no la figura de la difunta, que está tendida en la tapa con las manos sobre el pecho y la corona en la cabeza, ni el bajo-relieve que, debajo de un arco ojival, representa su alma llevada en brazos de dos ángeles al cielo. En algunas capillas son también notables unos pequeños sepulcros en que están tendidas a la vez figuras de damas y de caballeros; entre ellos son dignos de atención los de la capilla de San Rafael, cuyas sencillas losas cubren las cenizas de las más decididas protectoras de este monasterio doña Leonor de Pinós y doña Constanza de Cardona.

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367.       Entusiasta Cataluña por el príncipe de Viana, se sublevó contra don Juan II. En los diez años que duró la guerra dieronse cien batallas, hubo asaltos de ciudades, suplió la traición la falta de fuerzas, pusiéronse en juego todas las pasiones, apelóse a todos los medios que podía sugerir la política más hábil. Castilla, Portugal, Francia, Roma tomaron una parte más o menos activa en la contienda; y don Juan II, solo, sin más tropas que las aragonesas, con el Principado y Navarra por enemigos, tuvo que luchar con la ambición y volubilidad de don Alvaro de Luna, con el condestable don Pedro, con las fuerzas considerables de Renato de Anjou, con la fortuna que solía acompañar las banderas del duque de Lorena. Por dos veces debió retirarse vergonzosamente a Aragón, perseguido de cerca por las armas de sus mismos súbditos; y tuvo el desconsuelo de ver la vida de su esposa y la de su hijo amenazadas por la espada del conde de Pallars. Concentrado contra él el odio catalán, no veía nunca el menor destello de piedad ni de respeto en sus contrarios. -Después de la muerte del duque de Lorena, fuele propicia la fortuna, y alentado con sus victorias y con el desaliento que iba cundiendo en los ánimos, llevó sus armas contra Barcelona con una rapidez asombrosa. La ciudad no quiso humillarse a su rey: resistió al hambre y a la fatiga, y parecía resuelta a sepultarse entre sus ruinas antes que desistir un punto de su tenaz empeño. Desoyó los más prudentes consejos, burló los esfuerzos de Rodrigo de Borja, enviado por el Papa con el objeto de que pusiera ambos bandos en concierto, despreció todo lo que no tendía a satisfacer su odio y su venganza. En medio de su desesperación, cuando ya el hambre iba agotando por días la fuerza de sus soldados, cuando veía cercano e inevitable el hundimiento que tanto temía, cuando miraba ya con su imaginación perdidas sus libertades y su independencia, probó el último esfuerzo: escribió al de Anjou, a su esposa, a su hijo, al conde de Troya, a la ciudad de Génova, a Provenza que le enviasen a toda costa los auxilios más prontos y eficaces, anduvo implorando de puerta en puerta la caridad de todas las ciudades principales de Europa para no entregarse vencida al que consideraba como su más eterno enemigo. Nada alcanzó: aislada, abandonada a sus escasos recursos no pudo resistirse por más tiempo a doblar la rodilla al vencedor, y quiso entrar en negociaciones. -Don Juan olvidando en aquel momento los doce años de guerra, venciendo su orgullo de monarca y su vanidad de hombre, viendo en los barceloneses a sus súbditos y no a sus enemigos, recibe más como padre que como rey a sus embajadores, les ofrece la paz y la libertad antigua, lamenta las consecuencias de una guerra fratricida y firma una capitulación generosa en que no parece vencedor, sino vencido. No pronuncia ni escribe una sola palabra en que pueda traslucirse aquel rencor que en vano suelen ocultar los monarcas que obedecen a la política más que a los sentimientos naturales. �Plau al senyor rey: leemos en el primer artículo de la capitulación, decernis e decreta los poblats en la dita ciutat e principat esser estat e esser bons, e leyals e feels, e per tals los ha e reputa sa magestat e li plau encara fer ho axí publicar ab veu de publica crida per los regnes de sa excelencia axí desá com dellá mar�. Promete luego jurar de nuevo las leyes, constituciones, fueros, usajes, actos de corte y costumbres de la ciudad, corre un velo sobre los intereses de la corona, y sólo exige que se indemnicen a los particulares los perjuicios que hayan sufrido durante la guerra. Notable rasgo de heroísmo que cierra gloriosamente la grande historia de su reinado.

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368.       Esta adición así como las notas del presente volumen señaladas en negrita, son de D. Antonio Aulestia y Pijoan.

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369.       Para comprobar lo que indicamos bastará citar los nombres de Virgili, célebre cirujano fundador de los colegios de cirugía de Cádiz y Barcelona; Masdevall, llamado el moderno Hipócrates; Gimbernat, médico tan famoso en España como en el extranjero; los botánicos, Quer, que formó el jardín botánico de Madrid, Barnades y Palau; Bails, matemático; Salvá, médico y físico, uno de los primeros inventores del telégrafo eléctrico; los literatos Caresmar, Finestres y Campmany, el regenerador de la historia de nuestra antigua civilización; Canals, director general de las fábricas de todo el reino, etc.

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