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30.       Murió el año 180 de J. C.

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31.       Estos modelos existen hoy en el local de la Escuela de Arquitectura situada en la nueva Universidad, habiendo desaparecido de ellos la denominación de que se queja Piferrer.

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32.       El mismo Cellés, en la Memoria citada anteriormente, presta las armas para desechar esta denominación de obra Cartaginesa, que también él adopta. El único guía en su descripción y análisis es Vitrubio; el punto de comparación para las relaciones del todo y las partes, y de éstas entre sí, lo toma de las fábricas romanas; las proporciones y los nombres técnicos todos los saca de la arquitectura greco-romana, tanto que a las medidas y planta dadas por Vitrubio debió el fijar y hacer provechosas las excavaciones. Hasta en Cataluña ve fábricas de construcción igual a este templo en el puente romano de Martorell y en las murallas romanas de Barcelona, que asimismo califica de cartaginesas. La única razón que a ello le induce es, según parece, la rudeza de la obra y el mal gusto de sus partes, que él consideró como pruebas seguras de una época y de un pueblo en que apenas se conocía la belleza arquitectónica; como si los tiempos de decadencia no desfigurasen de todo punto la belleza, como si la infancia del Arte o un primer período de progreso no prefiriese la sencillez y aun la pureza a la complicación y malos lineamientos de los ornatos. Es muy de notar que ni él mismo echase de ver el efecto que su memoria había de producir contrario a su propósito, si éste fue real y decididamente atribuir la obra a la insegura dominación de Hamílcar y Haníbal; y ponemos de intento esta salvedad, porque en cinco de los siete planos y alzados, que dejó de la fortificación primitiva de Barcelona y acompañan su escrito, la palabra Cartagineses ha sido puesta sobre otra borrada.

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33.       El descubrimiento de esta donación fue debido al Sr. D. Próspero de Bofarull, a quien no podían pasar desapercibidas las confrontaciones del patio y de la casa, en nuestro dictamen como en el suyo iguales a los que todavía pudieran darse a las columnas a haber sufrido aquel barrio menos alteraciones. Y si sobre las localidades ocurriese alguna duda, sería gran parte para desvanecerla la misma duración de las columnas en el centro de la ciudad antigua, en la calle de más tráfico y más poblada, donde bien era menester una orden del Rey para que la necesidad y la codicia de los particulares las respetasen y se contentasen con empotrarlas y emparedarlas. Véase BOFARULL, Condes vindicados, tom. 2, pág. 282 y siguientes.

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34.       El primero que habló de este monumento es el cronista Pedro Tomich, quien en su crónica concluída en 1448 dice: -«E deveu saber quell Rey hespan visqué en hespanya LXX anys, apres fini sos dies en Barçelona, lo cual se feu metre en un monimen lo seu cors al pus alt loch de la ciutat qui vuy es apres la seu.» Cap. 6.

     Algunos años después ya andaban más discordes las opiniones, pues Jerónimo Pau (1491) expresa las de sepulcro de Ataúlfo, pórtico, ruinas de alcázar y templo de Hércules; al paso que la de verjel y acueducto aparece en la crónica de Pedro Miguel Carbonell, publicada en 1495.

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35.       Viajeros ingleses y franceses han llevado su afición arqueológica al extremo de romper y apropiarse trozos de los capiteles; y en la última visita que hicimos al monumento observamos nuevas fracturas muy considerables y cuya reciente fecha se revelaba en el blanco color de la piedra. El lector conocerá cuán impunemente pueden efectuarse semejantes actos con decir que la condescendencia de los inquilinos es la única garantía de la conservación de las columnas y el único permiso para verlas, y las más de las veces una anciana criada su única guarda.

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36.       Tomamos esta imagen del Himno de Santa Eulalia compuesto por el obispo de Barcelona Quirico, que se encuentra en el misal Mozárabe y del cual damos algunas estancias en el Apéndice número 3.

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37.       Los votos que hacía Piferrer para que se salvaran los restos del templo de que se trata, si en parte no se han cumplido, por haber desaparecido algunas de las columnas con la edificación de las casas nuevas de la calle de la Libretería, han tenido, en cambio, eco por lo que respecta a la parte más principal del monumento. El ángulo del peristilo que aquel escritor vio con tanta fruición y que con igual pulcritud dibujó Parcerisa, persevera en la misma casa de la calle del Paradís, en lo que antes era destartalado desván, y hoy es apropiado local de la «Associació Catalanista d' excursions científicas»; cuya entusiasta corporación facilita su visita a cuántas personas desean contemplarlo. Al restaurarse la casa, para construir en ella varias habitaciones, puestos de acuerdo el propietario y la expresada Sociedad, pudo lograrse dejar el conjunto de las tres columnas con su arquitrabe todo lo despejado posible, sin ahogarlo con tabiques, como se hubiera hecho en otro caso.

     Hoy esa antigualla es mucho más conocida de lo que lo era en aquel entonces; y gracias a esto, se ha logrado mover de tal manera la opinión pública hacia la idea de conservarla, que en el plano de reforma de Barcelona ideado por D. Ángel J. Baixeras. y aceptado por el Ayuntamiento, en curso de tramitación, se proyecta en aquel punto una gran plaza (desde el ábside de la Catedral hasta la calle de Jaime I, y desde la del Obispo a la Plaza del Rey) en cuyo centro quedarían las ruinas del templo con toda su imponente majestad.

     Pocos datos pueden añadirse, a los consignados en el texto, que posteriormente hayan aclarado la naturaleza e historia del monumento. Cuando el derribo de algunas de las casas viejas de la calle de la Libretería, nadie se cuidó de aprovechar la ocasión para completar los datos que tomó Cellés; recogiéndose, únicamente, los fragmentos de una de las columnas, que hoy se ve reconstruida en el cercado de la Plaza del Rey, anexo al museo de Sta. Águeda.

     No obstante, al hacerse, en julio de 1875, la excavación para los cimientos de la casa nueva que forma esquina, delante de la indicada, en la calle del Paradís, se encontró una bellísima estatua de mármol blanco, desgraciadamente mutilada, que ha podido dar pie a alguna conjetura. El erudito anticuario P. Fidel Fita, al ocuparse del hallazgo (Revista histórica-latina, t. II, p. 193) opina que la estatua, a la cual faltan la cabeza, el antebrazo izquierdo y una gran porción del lado derecho, representaba la Paz Augusta, o sea, la misma Colonia barcelonesa bajo el ideal de Faventia Julia. Arguye que ni el templo, ni las murallas de la ciudad, son anteriores al planteamiento de otras colonias Julias de España; y que, siendo aquél el punto dominante de la acrópolis, allí debió ser venerado el Genio de la Colonia; como lo fue indudablemente la Venus Augusta, progenitora de Julio César y la ciudad de Roma, que tuvieron su común templo y comunes aras sobre el monte Palatino; llevándole a tal conclusión el estilo corintio de las columnas, no menos que el sobrenombre de la colonia, y una inscripción en mármol con una dedicatoria a Venus Augusta por Marco Porcio Marcial.

     Tanto la estatua, como la base de mármol donde se lee esa inscripción, pueden verse en el citado Museo de Sta. Águeda.

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38.       D. FRANCISCO MARTÍ DE PRAT, en su Disertación sobre este Mosaico.

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39.       También esta iglesia, monumento originalísimo, por presentar distintos estilos en varias de sus partes principales, ha desaparecido para mengua del buen nombre artístico de nuestra Ciudad. En 1868 un decreto de la junta Revolucionaria ordenó su derribo, que se verificó a la luz del día y a pesar de las protestas de los amantes de nuestras glorias artísticas. En uno de los muros laterales, el de la parte de poniente, se descubrió una puerta de gusto románico, que arrojó mucha luz sobre la tan debatida época de la construcción del edificio religioso. De los detalles de aquella fábrica interesante, sólo pueden contemplarse hoy la fachada plateresca, que por suscrición pública se reconstruyó en la pared lateral de la iglesia de la Merced, y el mosaico a que se hace referencia, que ha quedado descubierto en los sótanos del ala de edificio que el Ayuntamiento ha construido en el lugar donde se levantaba la iglesia; ya que, para mayor irrisión, el motivo que se alegó al derribarla, cual fue el de despejar la plazuela de S. Miguel, no ha tenido cumplimiento, pues hoy le sustituye una construcción de mucha mayor altura que el templo que ha desaparecido.

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