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1

Junto a los inventarios de época, conviene echar un vistazo al catálogo de los códices conservados, preparado por Lisardo Rubio, Catálogo de los manuscritos clásicos latinos existentes en España, Madrid, Universidad Complutense, 1984. Cuando revisamos los stemmata de las editiones maiores (clásicos oxonienses, teubnerianos u otros), entristece comprobar que, las más de las veces, nuestras copias se encuentran en las ramas más bajas. La razón de ser de este fenómeno está bien clara: España no disfrutó de esa etapa vital para la transmisión textual de la literatura clásica que fue el prerrenacimiento carolingio; por otro lado, el prerrenacimiento del siglo XII, que se dejó sentir en la Península en la centuria siguiente, tampoco se caracterizó en España por los avances en las indagaciones filológicas. En cuanto a los vetustissimi, nuestras bibliotecas, relativamente modernas, difícilmente podían competir con otros centros europeos (en breve, podrá verse mi trabajo, al alimón con Maxim. Kerkhof, acerca de las bibliotecas españolas y portuguesas en el Lexikon der Romanistischen Linguistik). Solo me pregunto dónde fueron a parar los clásicos manejados por San Isidoro (ca. 570-636); de seguro, la conservación de las viejas y muy ricas bibliotecas visigóticas habría deparado un panorama muy distinto al que acabo de describir.

 

2

Entre ellos mismos, las distancias eran insalvables, como vemos en el trabajo de Anthony Grafton citado arriba o en otro de merecida fama: «On the Scholarship of Politian and its Context», Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 40 (1979), págs. 150-188. Otro magnífico artículo del mismo autor, complemento del anterior y del citado en n. 47, es «Renaissance Readers and Ancient Text», Renaissance Quarterly, 38 (1985), págs. 614-649.

 

3

Para los nombres de los humanistas y muchos de los datos a que hago referencia, es inevitable acudir a los seis volúmenes de M. E. Cosenza, Biographical and Bibliographical Dictionary of the Italian Humanism and of the World of Classical Scholarship in Italy, 1300-1800, Boston, Hall, 1962-1967; de entre las fechas de nacimiento y muerte que ofrece, tomo las primeras; con todo, no faltan ocasiones en que he creído más razonables otras brindadas por distintos estudiosos, aunque reconozco las limitaciones que he sentido con frecuencia a la hora de optar por unas u otras.

 

4

«En la ed. de H. Hart de sus Lettere, II: Epistolarum familiarium libri (Florencia, 1984), págs. 373-374. Por desgracia, desconocemos cualquier respuesta por parte del portugués. Antes que yo, Jeremy Lawrance y María Morrás han rebatido la falsa asociación entre Poggio y el Obispo de Burgos.

 

5

Según relata en una carta a Fulvio Orsini (1529-1600), fechada el 26 de septiembre de 1574 y escrita desde Lérida (en Antonii Augustini opera, vii, 256, ed. Lucca). Gracias a labor de Pier Candido Decembrio con el Bellorum civilium liber de Apiano se podía conocer el perdido escrito de Polibio sobre la Tercera de las Púnicas (tarea que desarrollaba en 1452); en ese momento, Polibio era patrimonio de Niccolò Perotti (1429-1480), que acabó de traducir los cinco primeros libros, únicos conocidos entonces, en 1454. Sobre todo esto, véase Edmund B. Fryde, «Some Fifteenth Century Latin Translations of Ancient Greek Historians», en su Humanism and Renaissance Historiography (Londres, The Hambledon Press, 1983), págs. 83-113.

 

6

Breves, precisas y, como es norma, magistrales son las referencias de Sandys a este centro y a la Biblioteca Nacional de Madrid, donde se custodian varios autógrafos humanísticos junto a códices de enorme importancia de Estacio, Asconio y Valerio Flaco (A History of Classical Scholarship, op. cit., vol. II, pág. 162); por desgracia, se le escapa la Biblioteca Colombina.

 

7

Es de desear algo parecido a George B. Parks, The English Traveler to Italy, I: The Middles Ages (to 1525), Stanford, University Press, 1954 (con bibliografía por épocas, en págs. xvii-xx). Aquí, se ha revisado la documentación oportuna para seguir la pista de los estudiantes ingleses desplazados a Italia a lo largo del siglo XV: unos sesenta en Bolonia y treinta y cinco en Padua (varios con Guarino, como sabemos), con un cómputo total de unos ciento veinticinco en toda Italia.

 

8

Su correspondencia se encuentra en Alexander Birkenmajer, «Der Streit des Alonso von Cartagena mit Leonardo Bruni Aretino», Vermischte Untersuchungen zur Geschichte der mittelalterlichen. Beiträge zur Geschichte der Philosophie des Mittelalters, 20 (1922), págs. 128-211, con las notas correspondientes en 226-235. Bruni fue muy conocido en España tanto en versiones latinas como en traducciones castellanas; sin duda, su trabajo más célebre es su De bello italico adversus gothos (1441), más conocido como De bello gothico, sobre las invasiones bárbaras en Italia, que parte de Procopio y fue especialmente abundante en su traducción al castellano; el anónimo romanceador dedica su labor al Conde de Alba por venir, como buen noble español, de tal linaje. Aunque obra de Bruni, se dice que es de Decembrio la versión de la que parte el Hieron de Jenofonte castellano de la Real Academia de la Historia, según señalé en «Manuscritos medievales de la Colección San Román (RAH)», Homenaje a José Simón Díaz (Kassel, Edition Reichenberger, 1987), págs. 321-328.

 

9

Además del artículo de Birkenmajer, véase Riccardo Fubini, «Tra Umanesimo e Concili», Studi Medievali, 7 (1966), págs. 323-370. Un posible regalo de Decembrio a Cartagena fue el del ms. 66 BUS; por otra parte, no me extraña que se encuentren juntos en el ms. 81 BUS distintos escritos relativos al concilio y la Apología pro praecedentia oratoris regis Castellae super legatum regis Angliae del Obispo de Burgos. Para los contactos con Decembrio, que ya interesaron a Alfred Morel-Fatio y Fernando Rubio, véase ahora el artículo de Pilar Saquero y Tomás González Rolan, «Actitudes renacentistas en Castilla durante el siglo XV: la correspondencia entre Alfonso de Cartagena y Pier Cándido Decembrio», Cuadernos de Filología Clásica (Estudios latinos), s. n. (1991), págs. 195-232.

 

10

En el trabajo de Lawrance citado y en su tesis doctoral, «Nuño de Guzmán: Life and Works», Oxford, 1983. Hemos tenido que esperar a comienzos de 1992 para ver cómo se distribuía por fin su edición de la Apologhia Nunnii, la Laudado Agnetis Numantinae y la Oraçión de miçer Ganoço Manety, textos que incluyen en Un episodio del proto-humanismo español. Tres opúsculos de Nuño de Guzmán y Giannozzo Manetti, Salamanca, Diputación de Salamanca, 1989.