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1

Una versión de este ensayo fue publicada anteriormente en inglés, con el título, «Simetrías: 'Mirror, Mirror, on the Wall...'» en World Literature Today, 69, 4, 717-25.

 

2

Martínez y Cordones-Cook han estudiado este aspecto de la obra de Valenzuela.

 

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En una entrevista, Valenzuela se refirió a esta novela temprana, «so exaggerated in its Buenos Aires-ness (like the tango and all)» (Magnarelli 1988, 211).

 

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De esta forma, él emplea los dedos como si estuviera tecleando una máquina de escribir o una computadora para (re)producir las reglas de comportamiento social.

Sin lugar a dudas es también relevante que las imágenes que emplea Sandra/Sonia para describir su baile estén relacionadas con la navegación: «velas infladas», «bogamos a pleno viento», «me escoro a estribor» (10-11). Además de las románticas imágenes de libertad que se asocian con la navegación y el navegante, el motivo sirve para subrayar sutilmente la cuestión del poder y control invisibles: el viento o las corrientes de agua que empujan el barco son invisibles como lo puede ser el navegante cuando se ve el barco a lo lejos.

En el párrafo anterior las imágenes que emplea la protagonista para describir las preparaciones para empezar el baile recuerdan un encuentro erótico, si bien uno que es totalmente especulativo, como indican el tiempo futuro y el subjuntivo: «dejaremos que se tense el hilo, que el bandoneón crezca hasta que ya estemos a punto de estallar» (10).

 

5

De forma parecida el príncipe de la Cenicienta se habrá olvidado de preguntarle su nombre en vista del trabajo que le costó encontrarla de nuevo.

 

6

Simetrías no es la primera vez que Valenzuela ha aprovechado de los motivos de los cuentos de hadas. Yo analizo el motivo en «Cuarta versión» en los capítulos uno y diez de Reflections/Refractions.

 

7

Dworkin ha opinado que «[...] Los cuentos de hadas son la información fundamental de la cultura. Delinean los papeles, las interacciones, y los valores que nos son disponibles» (34, traducción mía).

 

8

Por otra parte, Dworkin ha postulado que aún cuando viven las madres, ofrecen poca protección y muchas veces son tan crueles como las madrastras. El ejemplo que ella da es la madrastra de la Cenicienta, quien mandó a sus propias hijas a cortarse, respectivamente un dedo del pie y un talón para que cupieran sus pies en el zapato que trajo el príncipe (38-39).

Igualmente crueles, la madre de Rapunzel se la regaló a la bruja cambio de unas verduras, y la madre de Hansel y Gretel los abandonó a su suerte en el bosque.

 

9

Curiosamente, en por lo menos una versión de «La Cenicienta», el padre ni reconoce a la hija como suya sino que se refiere a ella como «una hija de mi difunta mujer» (Grimm 163, traducción mía).

 

10

Parece probable que Valenzuela le ha designado el Señor del Sur específicamente para evocar la Argentina.