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Estación prehistórica de Valdegeña en la provincia de Soria

Francisco Benito Delgado





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Á la casualidad se deben los descubrimientos pertenecientes á la edad de piedra, ó neolítica, de que voy á dar conocimiento á la Real Academia de la Historia.

Sabía yo por unos cazadores monteadores que en algunos de los puntos más abruptos de la sierra de El Madero, que dista de esta capital unas seis leguas, había grandes yacimientos de fósiles; y deseando reconocerlos, escribí á mi buen amigo D. Demetrio García, párroco del Villar del Campo, pueblo de aquellas inmediaciones, rogándole averiguase el sitio por donde más fácilmente pudiera llegarse á ellas.

Así lo hizo; y al regresar al pueblo, se encontró con unos feligreses á quienes preguntó de dónde venían; y estos le contestaron que de deshacer un majano que les estorbaba para el cultivo   —616→   de una heredad. Por cierto, le agregaron, que á poco más de media vara de profundidad encontramos unos esqueletos que al darles el aire se deshicieron, quedando en el sitio de los pies de cada uno una piedra rara, que tenía á modo del corte de una hacha, y á continuación de los descubiertos se conocía que había más huesos.

Á los muy pocos días vino á visitarme el expresado señor, y después de decirme el punto por donde podría llegarse al yacimiento de fósiles antes indicado, me agregó la conversación que tuvo á su regreso sobre el descubrimiento del majano, y que los que lo hicieron le habían entregado las tres piedras que tanto les habían llamado la atención. Entonces yo, sospechando lo que dichas piedras pudieran ser, le dije: «Sr. Cura, esas piedras ¿son de color obscuro pizarroso de unos 15 centímetros de largas, acabando por un lado en forma de hacha y por el opuesto en pico de martillo?» Contestó afirmativamente á mi pregunta, y yo le repliqué: «Ruego á V. que tan pronto como vuelva á su casa, haga que nadie toque al dicho majano sin mi presencia; pues puede ser un túmulo de época prehistórica que ofrezca gran interés; y al efecto, pasados dos días me espera V. en la carretera de Navarra con algunos trabajadores hacia el punto más inmediato del majano, pues yo iré en el coche de Tarazona.»

Exactos á la cita, nos reunimos á la hora indicada en el kilómetro 246 de la carretera general, poco más allá del pueblo de Aldealpozo; y dejada, y tomando dirección al Norte, á poco más de 1 kilómetro que recorrimos á pie llegamos al sitio de los descubrimientos que voy á referir; pero antes haré, aunque ligeramente, una descripción topográfica de aquella comarca.

Pasado el pueblo de Aldealpozo, que dista de esta capital 23 kilómetros, se encuentran los comienzos de la sierra de El Madero, que desde allí al despoblado de Castellanos se extiende en forma de anfiteatro, con una elevación de 1.353 pies sobre el nivel del mar, teniendo el valle, que forma, una extensión de 2 kilómetros de ancho. Compone la mitad de su altura terreno calizo poblado de espesas y añosas encinas, y desde allí á la cumbre tierras de aluvión cubiertas de robles, dominando hacia la cumbre sabinas y otros arbustos. En el indicado semicírculo, y en la falda   —617→   de la sierra, está la fuente que da nacimiento al río Tuerto; algo más arriba, el pueblo de Valdegeña; frente á él, un despoblado antiquísimo á que los naturales dan el nombre de Villares de Torre Romana; y entre ambos están los descubrimientos que dan lugar á esta Memoria. La antigua vía romana de Zaragoza á Astorga pasa inmediata, siendo la milla XV desde Augustobriga la más cercana, pues de ella sólo dista unos 2 kilómetros el sitio de estos descubrimientos. Puede afirmarse que de ellos á donde estuvo situada la célebre Numancia hay unos 18 kilómetros por el aire al Oeste; y aun á menos distancia, por el Este, la antigua Augustóbriga.

Llegados al sitio donde los trabajos de descubrimiento habían de empezarse, debo declarar que me hallé desagradablemente impresionado, pues yo había visto descritos los túmulos de la Edad de piedra como conos que sobresalían bastante de la tierra; y lo que se presentaba á mi vista era un terreno llano, destinado al cultivo de cereales; pero bien pronto al reconocer la composición del suelo, que es de aluvión, y estudiando sus alrededores, vine en conocimiento de que muy bien en el transcurso de los siglos pudo irse rellenando aquella hondonada; ó acaso por efecto de alguna tormenta, á que es muy propensa aquella comarca, pudo ser que de las laderas y hoces inmediatas se acarrease el terreno de aluvión que pisaba. En esta suposición, y dando con empeño principio á los trabajos, empezaron de seguida á descubrirse nuevos restos humanos, pudiendo asegurarse que pasaron de quince los individuos cuyos despojos se encontraron; de estos sólo los tres que descubrieron primero estaban colocados horizontalmente; los demás formaban un conjunto informe, á manera de pira, sobre la que los tres primeros descansaban. Entre estos restos humanos, que por las dimensiones de cráneos y huesos pertenecían á diferentes edades y sexos, se encontraban con frecuencia hachas de piedra, puntas de pedernal de flechas, una vasija de barro negro, un punzón de hueso, carbón y tierra quemada, así como si en derredor de aquella masa de carne humana se hubiese extendido leña, que puesta en combustión carbonizara los cadáveres que formaban el exterior de la pira, no llegando el fuego á consumirlos los que ocupaban el centro. Todo ello, sin embargo,   —618→   en el momento que recibió el ambiente exterior se desmoronaba, menos algunos huesos y carbón que están en principio de petrificación, y sin que á pesar del mucho cuidado que para la extracción se ponía, pudiera conseguirse más que reunir algunos huesos completos de la cadera, con cráneo incompleto, mandíbulas con toda la dentadura y otros huesos cuyo tecnicismo desconozco, que he entregado al Dr. Febrel para su análisis y clasificación, quedando en mi poder considerable número de hachas y puntas de flechas. Observé, al extraer los restos de un individuo, que yacía á unos 2 metros de profundidad, que las dimensiones de sus huesos eran mayores y mejor conservados, y su dentadura, aunque perfecta, estaba ya gastada por el uso. Llamó también mi atención que á dicha profundidad el suelo era granujal, como fondo de río ó laguna; y esto confirmó mi opinión de que la causa de no sobresalir el túmulo del suelo era debida á que estaba enterrado en terrenos de acarreo. Este dato indújome á pensar que llegaría hasta aquel punto la inmensa laguna muy inmediata que hoy forma la dehesa boyal de Aldealpozo y Valdegeña, bañada por el Rituerto, cuyo nivel es igual al de las praderas inmediatas, por cuya razón corre entre diques y sangrías que, cuando llueve, son impotentes para contenerle; lo cual da motivo á que gran parte del año sea aquella comarca una laguna á pesar de los trabajos de saneamiento indicados; no sé por qué, creo que acaso entre aquellos cañaverales fuera posible descubrir algún resto de construcción lacustre.

Continuando en los trabajos de excavación, pregunte á los obreros si sabían que hubiera cuevas por aquellas inmediaciones, y me contestaron que muy inmediatas había varias. Efectivamente, en la ladera de enfrente, á menos de 1 kilómetro de donde estábamos, se descubría la entrada de una; híceme acompañar de algún trabajador, y después de recorrer la distancia que de ella nos separaba, en varios cigzags, pues estaba colocada en punto casi inaccesible, llegamos por fin á una cordillera de caliza compacta, bajo la cual se veían enormes bloques. La cueva que en ella observé tiene obstruída casi toda la entrada; por lo que me ví imposibilitado de recorrerla; otra más adelante se encuentra en análoga situación; y por último, llegamos á la que divisamos   —619→   desde la llanura. Llamó mi atención la entrada que es esférica, muy proporcionada, y cuya forma no creo que sea debida, únicamente á la naturaleza, pues parece notarse en ella como si el desmoronamiento por el fuego y golpes de piedra hubieran agrandado y dado proporciones á la entrada. Á nuestra llegada, un enorme bicho salió volando de aquel antro, en el cual nos internamos alumbrados por un farol que á prevención llevábamos. Sólo pudimos recorrer en ella como unos 20 metros, por lo obstruído que el suelo estaba, lo cual nos hacía ir á gachas por algunos puntos, y esto nos obligó á retroceder. En la bóveda de la cueva no pude distinguir ningún resto de estalactitas ni estalacmitas; el suelo estaba cubierto, no sé hasta qué profundidad, de tierra polvorienta, y sobre ella se divisaban restos de cuadrúpedos y aves llevados allí por animales de rapiña.

Por lo que llevo indicado, mi visita á aquellas cuevas fué sólo de exploración , y me propongo hacer en ellas un detenido reconocimiento; de cuyos resultados, así como de cuanto siga descubriendo en la llanura, tendré mucho gusto en dar conocimiento á la Real Academia de la Historia.

Soria, 20 de Octubre de 1891.





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