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Los muchos estudios nos eximen de referirnos a ellos más extensamente. Para un panorama general de la época, vid., especialmente, los estudios de R. Osuna, Las revistas españolas entre dos dictaduras: 1931-1939, Pre-Textos, Valencia, 1986; C.A. Molina, Medio siglo de prensa literaria española (1900-1950), Endymión, Madrid, 1990, y, también, las páginas 66-70 del estudio de E. López Campillo citado en la nota anterior.

 

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En efecto, el texto inaugural de Voz de Madrid hace suyas las consignas del Frente Popular (Vid. «La Voz de Madrid a sus lectores en el 18 de julio...»): no en vano, lo encabeza una cita de Azaña ilustrativa del propósito del periódico y, naturalmente, del partido que la sustenta: «La posición de la verdad, que nos autorizó un día a empuñar las armas, nos prohíbe hoy soltarlas».

 

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R. Osuna, «El periódico La Voz de Madrid 1938-1939», Quaderni Iberoamericani, 51-52, 1978-1979, pp. 190-193. Para una primera caracterización del periódico, Vid., además del artículo de Osuna y los comentarios que hace el mismo autor en Las revistas españolas entre dos dictaduras: 1931-1939, op. cit., p. 146, el monográfico Españoles en Francia 1936-1946. Coloquio Internacional, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1991, donde se incluye el artículo de Geneviève Dreyfus-Armand, «La presse clandestine Espagnole en France pendant la Seconde Guerre Mondiale. Clandestine dans la Clandestinité» (pp. 263-280), así como el trabajo homónimo de la misma autora dentro del monográfico Villegas, J.C., coord., Plages d'exili. Les camps de refugiés espagnoles en France, Université de Bourgougne-Hispanística XX, Bourgougne, 1989, pp. 186-187.

 

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Un estudio exhaustivo de la Voz de Madrid se aleja de los límites de nuestro trabajo. No obstante, dado que hemos podido consultar la colección completa del semanario en la Hemeroteca Municipal de Madrid, creemos que puede resultar de interés señalar, para sustentar nuestra argumentación, que el subtitulado «Semanario de información y orientación de la ayuda a la democracia española» se caracterizaba por un formato periódico y una extensión de ocho páginas dedicadas casi completamente a cuestiones políticas. Se advierte con claridad su propósito de buscar (y, así, autojustificarse) el apoyo internacional; de ahí que se incluyan muchas referencias de colaboradores extranjeros, se elogie la ayuda de algunos países y se critique el pacto de No Intervención. Voz de Madrid, además, nos va informando sobre el proceso de instalación en Francia de los refugiados españoles y los primeros años del exilio; al mismo tiempo que se refiere -propagandísticamente, claro está- a los avances militares y culturales de la zona republicana. Y aunque en el periódico colaboren escritores como Sender, Benavides e incluso Herrera Petere, lo cierto es que la reflexión y la creación literaria no aparecen sino puntualmente (el apartado titulado «Letras», por ejemplo, es muy breve: ocupa escasamente media página y suelen firmarlo habitualmente Félix Pita Rodríguez, Nydia Lamarque, Vicente Sáez y F. Valdés Leal). El aspecto externo -abundan las fotos y los dibujos- también se acerca más a un periódico que a una revista de pensamiento como España Peregrina. (Agradecemos a la Fundación Ortega y Gasset una bolsa de viaje que nos permitió consultar este semanario en la Hemeroteca Municipal de Madrid).

 

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Hasta sobre el significado de las siglas y su fecha de fundación existen confusiones (Cf. D.W. Pike, Vae victis!, Ruedo Ibérico, París, 1969, p. 60; J. Rubio, La emigración española en Francia, Ariel, Barcelona, 1974, p. 131), lo que conduce a afirmar a Javier Rubio que «...la aparición de este organismo toma, desde el primer momento, un carácter más bien personalista, al servicio del que fue el último presidente del Gobierno de la República. La publicidad, por consiguiente, no es una dimensión inherente al nuevo servicio; el acta de constitución, los estatutos -si los hubo- quedaron restringidos a un grupo de incondicionales de Negrín, en los cuales la reserva, la discreción -virtudes que apreciaba en alto grado el famoso político canario- van a ser normas de conducta imperativas. En verdad, de este famoso organismo ni siquiera se conoce con exactitud su misma denominación» (p. 131). Optamos por el nombre que le da José Puche en Palabras del exilio, 1, Contribución a la historia de los refugiados españoles en México, INAH-Librería Madero, México, 1980.

 

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Dado nuestro propósito de limitarnos a los orígenes de España Peregrina, no vamos a referirnos a la J.A.R.E. El lector interesado podrá encontrar información inicial sobre esta organización en los libros citados en la nota anterior, además de P.W. Fagen, Transterrados y ciudadanos, FCE, México, 1975; L. A. Smith, Mexico and the Spanish republicans, University of California Press, Berkeley & Los Angeles, 1955; y Junta de Auxilio a los Refugiados en el Exilio, Acuerdo adoptado por la Diputación Permanente de las Cortes, reunida en París el 31 de julio de 1939 (folleto), México, diciembre 1940.

 

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En el centro de la discusión estaba el cargamento del barco Vita. Todavía hoy se discute si Prieto se apropió o, simplemente, hizo uso de sus derechos cuando aceptó custodiar el tesoro del Vita que Negrín había enviado a México para que fuese recogido allí por el Dr. José Puche. Cf. Amaro del Rosal, El oro del Banco de España y la historia del Vita, Grijalbo, México, 1976 y, desde el punto de vista de los implicados, el testimonio del Dr. Puche en Palabras del exilio, op. cit., pp. 58-60 y los comentarios de Francisco Miranda Rubio a los documentos y correspondencia personal de Indalecio Prieto («Indalecio Prieto: la trayectoria de un político», Estudios de Ciencias Sociales, 4, 1991, p. 70). Cf., asimismo, los muchos datos sobre el tema que aparecieron en la prensa mexicana por esas fechas en El Nacional (parcialmente recogidos en L. A. Smith, op. cit., pp. 217 y ss.), así como los comentarios de Salvador Novo en La vida en México durante el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, Empresas Editoriales, México, 1964, pp. 371-377.

 

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Aceptamos como válido el mes de marzo, aunque algunos estudios dan el mes de abril como fecha de su inicio (F. Giral, «Actividad de los gobiernos y de los partidos republicanos (1939-1976)», El exilio español de 1939, op. cit., vol. II, p. 192 y El exilio español en México (1939-1982), op. cit., p. 40). Confirman nuestra elección el testimonio del representante principal del SERE en México, el Dr. Puche (entrevista con P. W. Fagen, op. cit., p. 38), Javier Rubio, La emigración de la guerra civil de 1936-1939, San Martín, Madrid, 1977, p. 131 y una referencia aparecida en L. E. Smith, op. cit., p. 239, donde se recoge un artículo aparecido en el periódico mexicano El Nacional de 5 de abril, en el cual se informa ya sobre la recogida de datos de muchos refugiados por parte del SERE. Amaro del Rosal, op. cit., por su parte afirma: «El 2 de abril de 1939, estando ya en marcha la política de emigración y en pleno funcionamiento el organismo del 'Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles' (SERE) se celebró en París la última reunión de la diputación de las Cortes Españolas» (p. 99).

 

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Cf. «Bibiano F. Osorio Tafall» en A. H. de León-Portilla, España desde México. Vida y testimonios de transterrados, UNAM, México, 1978, pp. 297-312.

 

20

Amaro del Rosal, op. cit., p. 103.

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