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De todas formas, las relaciones de Cuba con el gobierno franquista son ambiguas, como demuestra la nota incluida en 7, p. 6 procedente del periódico The Nation de New York donde se da cuenta de la detención de Genaro Artiles, ex-director de la Biblioteca Municipal de Madrid, y su intento de extradición concedido por el ministro cubano de Relaciones Exteriores. Sobre este país afirma Vicente Llorens: «No fue la Perla de las Antillas muy acogedora al principio con los republicanos españoles ni con otros refugiados europeos de la misma época» (El exilio español de 1936, op. cit., I, p. 176), aunque en ella se instalaron no pocos refugiados, muchos de ellos -como el propio Artiles- nacidos en la isla de padres españoles antes de 1898. Las actividades culturales fueron también importantes; se crearon, por ejemplo, la revista «Nuestra España» y la imprenta «La Verónica» de Manuel Altolaguirre que publicó una revista del mismo nombre. En La Habana, se instalaron o estuvieron de paso: Juan Ramón Jiménez, José Ferrater Mora, Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, Enrique López Alarcón, Juan Chabás, María Zambrano, entre otros.

 

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Un texto similar se va repitiendo en números posteriores, intensificando su sentido aún más gracias a la evocación de algunos de los «modelos» éticos del exilio. En el segundo número (p. 69), la referencia que se hace al principio de este fragmento «En memoria de Antonio Machado, víctima del destierro...» resulta más efectiva gracias al lugar en que se coloca el texto: al final de la transcripción del Homenaje al poeta andaluz realizado por la Junta de Cultura Española.

 

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Cit. en J.L. Abellán, De la guerra civil al exilio republicano, op. cit., p. 79.

 

274

«León Felipe, «Exaltación y universalidad», en F. Caudet, ed., Hora de España. Antología, Turner, Madrid, 1975, p. 179.

 

275

«Eugenio Imaz: un humanismo en agraz», Filosofía española en América (1936-1966), op. cit., pp. 229-247.

 

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J. L. Ascunce, op. cit., p. 27.

 

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Apenas en los albores de su reconstrucción, se halla el mundo, como en ningún periodo histórico, ansioso de lo que la inspiración latina representa: la reivindicación de los títulos del hombre, la glorificación del espíritu, la instauración y el respeto del derecho, el consorcio del idealismo y la lógica, de la idea y la forma lúcidas, del patriotismo heroico y la «aspiración a la universalidad» -el subrayado es nuestro-. («Editorial», Orbe, 1, julio 1945. Cit. en F. Caudet, El exilio republicano en México. Las revistas literarias (1939-1971), op. cit., p. 231).

 

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Así se expresa reiteradamente en el número conmemorativo del Doce de Octubre: «Doce de Octubre. Gran fiesta para el pueblo libre de España, su fiesta mas honda desde que por su cauce natural desembocó en el universo» (8-9, 52); «...fomentando la cooperación solidaria de ambos términos [América y España] en pro de aquel universalismo que prácticamente entró en vías de hecho el día en que plantas españolas hollaron por vez primera el nuevo continente» (8-9, p. 104).

 

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Una afirmación muy similar la encontramos a propósito de la obra de Prados Jardín cerrado. Nostalgias, sueños y presencias (op. cit.), lo que muestra uno de los caminos -el de la crítica literaria- en el que Larrea intentó justificar las mismas teorías. En la nota preliminar afirmaba que merced a los exiliados «si después de sus nupcias con la universalidad, España se divorció y se retrajo al 'ápice del alma', según la expresión de los místicos..., hoy vuelve a incorporarse al mundo, más constituida [sic] en el espíritu, transfigurada...del cuerpo peninsular al cuerpo de su Nuevo Mundo» (cit. en J. L. Aranguren, loc. cit., p. 196).

 

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Naturalmente, su punto de vista contaba con muchos antecedentes, entre los cuales destaca La Gaceta Literaria (Vid. Carmen Bassolas, La ideología de los escritores: Literatura y política en 'La Gaceta Literaria', Barcelona, 1975, pp. 15-29). Bassolas cita los cuestionados términos de la famosa presentación «Sobre un periódico de las letras» de José Ortega y Gasset: «Las otras grandes unidades de cultura comienzan a fatigarse: tres siglos de esfuerzo continuado por fuerza embotan las retinas que han permanecido de hito en hito fijas en los mismos temas. Todo el que sepa leer entre líneas y oír entre palabras percibe esta situación. El relativo descanso de España, la mocedad de nuestra América tiene que ser la fuerza de reserva que acude a la brecha. Tenemos que pensar y escribir, no sólo para la ciudad, sino para el orbe. Si Madrid, Barcelona, Lisboa, Buenos Aires, llegan, en efecto, a sentirse barrios de una gigante urbe de las letras neutralizarán mutuamente sus provincialidades íntimas y vivirán y trabajarán con radio ecuménico» (pp. 16-17).

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