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«...con el estallido de la Guerra Civil Española y el consiguiente triunfo de la llamada España Nacional, el hispanismo recobró los vínculos extradiplomáticos entre ambos países dicho hispanismo de corte intransigente y reaccionario se volvió pan de cada día. Los planteamientos de tipo «ideológico» del órgano político del franquismo -la Falange-, con relación a México y a América Latina, rebosaban hispanismo, y al igual que durante la dictadura de Primo de Rivera, éste adquirió un peso muy importante en el discurso oficial. Lo mismo sucedió con los decretos y leyes que surgían del estado español posterior a 1939 que tenían algún vínculo con los países hispanoparlantes del continente Americano. Así el hispanismo formó parte de la relación entre el régimen de la península y los países latinoamericanos desde principios de la década de los años veinte hasta mediados de los años cincuenta,...» (Ricardo Pérez Montfort, op. cit., p. 2)

 

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Para una definición contemporánea de hispanismo como base ideológica de la derecha latinoamericana, Vid. Miguel Rojas Mix, «El hispanismo, ideología de la dictadura en Hispanoamérica», Araucaria de Chile, 2, 1978.

 

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Este, antiguo político, publicó en el exilio muchos comentarios políticos similares al que incluye en España Peregrina. Vid., por ejemplo, «Divagaciones sobre la dictadura y la democracia» que publicó en la venezolana Revista Nacional de Cultura, en el número de diciembre 1939-enero 1940.

 

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Actitud en la que los exiliados creen tener un papel decisivo: «La historia no se repite y por eso cuando se repite produce náuseas. Pero, reprimiendo la contrariedad digestiva, los republicanos españoles, por nuestra indiscutible autoridad en la materia, nos sentimos obligados ante ciertos intentos a animar la vigilancia de los pueblos libres de América» (4, p. 175) -el subrayado es nuestro. En parecidos términos se expresaba Juan Larrea en «¡Ojo al Cristo!» (4, pp. 165. y ss.) refiriéndose al propósito de imperialismo cultural, económico y el propósito de establecer una comunidad de poder que no excluía, por tanto, una intervención armada en los países americanos.

 

305

A Maeztu se alude en diversas ocasiones (7, p. 31). Se habla, además, de esos maeztuosos de la Defensa de la Hispanidad para referirse a todos los teóricos falangistas (10, p. 68).

 

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En el segundo volumen de Rendición del espíritu afirma Larrea: «Las conclusiones a que por sus caminos llegó Rubén Darío coinciden, según se ve, de modo exacto y circunstanciado con las que por los suyos peculiares propone este libro» (loc. cit., p. 267.). A Darío se refirió en varias conferencias y cursos, Vid. la bibliografía de D. Bary, op. cit., pp. 171-183.

 

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Eugenio Imaz vuelve a hacer referencia a Bolívar en el texto que inicia la séptima entrega de España Peregrina, marcándolo como un hito en la misma tradición en que el exilio pretende situarse (7, p. 6).

 

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Y decimos pretendidamente en tanto busca Larrea selecciona e interpreta aquellos aspectos de su obra que mejor se adecuan a sus preocupaciones, como la visión de un Darío religioso y profético que entrevió el advenimiento de un mundo nuevo:


«Y tuve la visión de lo futuro.
Y la fraternidad resplandecía
la universal República alumbrando:
era América, pura, encantadora.
Y por la inmensa bóveda rodando
se oyó un eco profundo:
'¡América es el porvenir del mundo!'»


(«El Porvenir»).                


 

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El proceso de hispanización continuó durante los años sucesivos y constituye, sin duda, uno de los pilares ideológicos fundamentales de un Régimen que se definía a sí mismo como «nacional-sindicalista, totalitario, autoritario, unitario, ético, misional e imperialista» (Cf. J. Rodríguez Puértolas, op. cit., p. 337). En fecha tan temprana como 1941, José María de Areilza y Fernando María Castiella publicaron el que iba a ser, a juicio del mismo Rodríguez Puértolas (op. cit., p. 341), «libro de cabecera del imperialismo azul»: Reivindicaciones de España. En él se incluía una política de penetración con respecto a Hispanoamérica que ya había sido ensayada previamente en libros como El Imperio de España de Antonio Tovar, publicado en 1936 por el Servicio de Prensa y Propaganda del Partido en Valladolid, La Habana y México. En este libro podía leerse: «Porque nuestra idea imperial, esencialmente española y atenta a nuestras fronteras y límites actuales, no puede olvidarse de las dimensiones de la gran España que -todavía- nunca dejan de estar alumbradas por el sol... España quiere hacer sentir su unidad al mundo hispánico... Del Imperio del mundo hispánico que tendrá su alma nuclear en España... Algo que la nueva catolicidad está a punto de cubrir, con el fascismo italiano, el nacionalsindicalismo alemán y el nuevo Estado en España y Portugal, el suelo todo del Imperio de Carlos V. En el cual supo España tomar su puesto. Como sabrá tomarlo ahora de nuevo, en el mundo de hoy» (cit. en J. Rodríguez Puértolas, Ibídem, p. 343). Nótese, en este último párrafo, la identificación del proyecto imperialista español con el de Italia y Alemania, a la que tanto se teme desde España Peregrina.

 

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L. E. Smith, op. cit., pp. 175-176.

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