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Resulta innecesario afirmar que estas tesis habían sido ya postuladas durante la guerra, como muestra el fragmento de un libro de Pierre Mabille publicado en 1938, donde el francés otorgaba a los españoles un papel preponderante en este advenimiento de una nueva era: ellos serán los iniciadores de la renovación, transmitiendo «el peso inmenso de su dolor y la fuerza contagiosa de su rebeldía» (2, p. 75).

 

332

La música que llevaba. Antología poética (1913-1947), Losada, Buenos Aires, 1949.

 

333

El «mundonovismo», que Teodosio Fernández documenta ya en 1917, a partir del chileno Francisco Contreras, había ido convirtiendo a América en una posibilidad de futuro muy aceptada en una Europa de entreguerras desencantada por la razón y la ciencia (Teodosio Fernández, Los géneros ensayísticos hispanoamericanos, Taurus, Madrid, 1990, p. 134.

 

334

En la dedicatoria del libro, su autor escribía: «Dedico estas páginas a los combatientes de España revolucionaria aplastados por el peso de un mundo de muerte. Primeros vividores de la gran Leyenda en que se forjará la nueva conciencia de los hombres» (trad. presumiblemente de Juan Larrea, como el fragmento del artículo que aquí se incluye).

 

335

Traducción de G. W. Hegel tomada de Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo (1960), p. 404. Cit. en J.L. Abellán, «Juan Larrea: del exilio de 1939 a una nueva concepción de la cultura», De la guerra civil al exilio republicano, op. cit., p. 225.

 

336

Vid. Pere Rovira, «Notes per a una poètica de Juan Larrea», Quaderns de Ponent, 1, 1979, 17-18; Felipe Daniel Obarrio, «Juan Larrea y el mito del nuevo mundo», Al amor de Larrea, Pre-Textos, Valencia, 1985, p. 204.

 

337

Felipe Daniel Obarrio, loc. cit.

 

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De Larrea son afirmaciones de este tipo: «El destino, sin embargo, nos ha traído a España misma aquí, entre nosotros; nos ha traído a la España de la salud, de la belleza y de la virtud a nuestro mundo occidental en el momento en que este es elegido por el hado como único salvador del espíritu humano para las generaciones futuras» (8-9, p. 61) -el subrayado es nuestro-, que se corresponden con las ideas expresadas en el único fragmento dramático incluido en España Peregrina: «El puerto de Colón» de Waldo Frank (10, p. 1 3). En él, dos de los personajes más representativos de la historia de España, Cervantes y Colón, conversan sobre el significado del descubrimiento de América, la política colonialista española y la profecía del Nuevo Mundo: «Y así fue..., así fue en verdad, en todos los tiempos. Cuando Roma existió, España no vivió en Roma; engendró a los estoicos y a los santos para la Roma santa. Cuando la Roma santa se hizo fuerte, España no fue santa. Con los árabes y los judíos, engendró la muerte de Cristo. Y cuando Roma la santa murió, y floreció la Europa moderna, España no fue ni europea ni moderna: engendró a América» (10, pp. 14-15).

 

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J. L. Abellán, De la guerra civil al exilio republicano, op. cit., p. 208.

 

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Antonio de León Pinelo (1590-1660) defendía que el Paraíso Terrenal estuvo emplazado entre los ríos Amazonas, Magdalena, Paraná y Plata. Los datos biobibliográficos que proporciona Juan Larrea son un completo acercamiento al autor y su época.

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