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Piedras blancas, seguido de Experiencia de la muerte y La libertad y la gracia en San Agustín. 191 pp. 19 cm. Colección Lucero. Impreso en los Talleres Gráficos de la Editorial Cultura. Traducciones de Jesús Ussia, Eugenio Imaz y José Bergamín, respectivamente, publicadas todas ellas previamente en Cruz y Raya. En el colofón aparece la fecha de 15 de marzo de 1940 (información procedente de D. Eisenberg, «Las publicaciones de la editorial Séneca», Revista de Literatura, XLVII, 94, 1985, p. 38). Los artículos de Cruz y Raya se publicaron en el 14, pp. 7-37 («La libertad y la gracia en San Agustín) y el 26, pp. 7-58 («Experiencia de la muerte»).

«No resulta casual que Bergamín elija una obra de su admirado Landsberg para abrir la línea editorial, ni que, de entre todos sus libros, escoja uno de aforismos, tan afines al pensamiento literario del director de Séneca, desde su temprana publicación de Un cohete y una estrella.

 

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Cit. en J.A. Ortega y Medina, «Historia», El exilio español en México 1939-1982, op. cit., p. 257.

 

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El hombre y el mundo de los teólogos españoles de los siglos de oro (1946). Sobre este libro encontramos un extenso comentario en «Historia», El exilio español en México 1939-1982, op. cit., pp. 257-258.

 

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En esta misma dirección apuntaba años después cuando terminaba su interesante estudio sobre «La crisis de Occidente» afirmando: «Hoy por hoy predomina ese hombre irreligioso y ametafísico de que habla Spengler, la masa amoral e irresponsable que dice Ortega. Esperamos con Berdiaief que cuando el mundo se le erice de dificultades y las estrecheces de la vida le impongan una ascética renunciación a los éxitos fáciles la austeridad temple de nuevo su espíritu y cobre alientos para lanzarse, en la luz reconquistada, a un 'segunda navegación'» (Filosofía y Letras, 34, 1949, p. 220).

 

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Comentaba F. Giner de los Ríos en un sentido muy próximo: «Los que no sepan resistir este llanto se morirán como españoles y también morirán los que intenten huirlo, salvarse de él, porque la conciencia se les llagará sin fin en su obscuro y turbio egoísmo» (1, p. 40).

 

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En la mayoría de los escritos de la Junta aparece implícita o explícitamente idéntica idea. Cf., a modo de ejemplo, el catálogo de la exposición de artistas españoles realizada en la Casa de la Cultura -que se reseña en el tercer número de España Peregrina- donde su autor, el propio Bergamín, afirmaba que todas las obras allí representadas buscaban, en grado diverso y con apasionamiento, la verdad.

 

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Recordemos cómo, a tenor de la gran importancia que se otorga al tema de la unidad, durante toda su trayectoria la Junta de Cultura Española pretendió aglutinar tendencias ideológicas heterogéneas. El fracaso, debido en parte a la independencia de los comunistas, queda bien ejemplificado en nuestra revista por la oposición de dos de sus presidentes: José Bergamín, filocomunista convencido, y Juan Larrea, con unas ideas muy distintas a las de aquel.

 

368

Cf. Mainer, op. cit., p. 67.

 

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«No puedo representar a ningún grupo político de los que sostuvieron la República española, pues que no he pertenecido ni pertenezco a ningún partido», afirmaba Eugenio Imaz (1, p. 15).

 

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Jean Touchard, Historia de las ideas políticas, vol. II, Círculo de Lectores, Barcelona, 1990, pp. 479-480.

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