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Algo que continuará haciendo, en otras colaboraciones publicadas en revistas del exilio, como la argentina Cabalgata, por ejemplo, donde edita la que parece continuación de la nota publicada en el cuarto número de España Peregrina, otra evocación de Oviedo y de una lectura de L'Aiglon de Edmond Rostand hecha por Clarín en uno de sus cursos («Recuerdos y nostalgias; Una lectura de L'Aiglon», Cabalgata, 4, 19 noviembre 1946, p. 3).

 

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Tomamos la cita del ejemplar subtítulo que adoptó la revista de la guerra civil Hora de España que, a nuestro juicio, resume con claridad la posición adoptada por los escritores republicanos durante la guerra civil, tanto los que permanecieron en España, luchando o apoyando al gobierno desde la retaguardia, como la de aquellos que siguieron trabajando por la 'causa popular' fuera de las fronteras nacionales, como Juan Larrea o Eugenio Imaz.

 

453

Vid. Voz de Madrid, 5, 13 de agosto de 1938, p. 5

 

454

No olvidemos que durante este periodo -en especial hasta el reconocimiento internacional de España ante la UNESCO- los exiliados republicanos creían todavía en la próxima reinstauración de la República, para la cual necesitaban el apoyo internacional. Cf. J. Borrás, Políticas de los exiliados españoles 1944-1950, Ruedo Ibérico, París, 1976).

 

455

Cf. S. Mangini, op. cit.

 

456

Cf. J. Portolés, op. cit., p. 114.

 

457

G. Diego, Poesía española contemporánea, Madrid, 1970, p. 574.

 

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A la ofensiva comparación inicial le sigue una extensa paráfrasis que no hace sino ampliar, con expresiones propias de la retórica del momento («Poesía en sí», «suerte del pueblo»), el símil del principio. De igual modo, la intensificación se consigue al referirse a uno de los mitos del momento, Lorca, y, al tiempo, a la ridiculización de los temas que subyacen en parte de su obra poética: muerte, fascismo internacional...

 

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No puede afirmarse que estos artículos constituyan por sí solos verdaderas contribuciones a la crítica literaria contemporánea ni que la inclusión de algunos de sus poemas supongan aportaciones inéditas de incuestionable valor; pero, sin duda, actúan como puntos de apoyo que incitan a la creación, la polémica y el análisis, ayudando a configurar el pensamiento literario español exiliado. En todo caso, sirvan estos textos como la concreción de uno de las expresiones de la práctica literaria comprometida defendida por los exiliados que, como en tantos otros testimonios del exilio, en lugar de privilegiar valoraciones estéticas, se enfrenta a muchos de los autores coetáneos desde otros ángulos complementarios del fenómeno literario -biografía, recepción crítica...- igualmente importantes para el historiador de la literatura.

 

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A. Souto, «Letras», loc. cit., p. 368. Lorca y Machado eran también conocidos en Hispanoamérica, lo que confería a su mistificación la posibilidad de que su sentido simbólico fuera entendida por los miembros de las comunidades receptoras. De este reconocimiento se hace eco el mexicano R. Albela cuando, a propósito de la inminente publicación de las Obras Completas de Lorca y Machado prometidas por Séneca comentaba: «Los libros de Machado y García Lorca, unidos los dos poetas en la memoria por tantas cosas y por el recuerdo de su común destino trágico, nos devolverán sus voces incorporadas ya a la tradición, no por la dureza en la muerte, sino por el don de la vida y de la gracia que supieron infundir a su obra. Y serán como una viva protesta, como los de Unamuno, cuya profunda inteligencia estará siempre más allá del grito de Millán Astray, sobreviviendo a este» (Taller, I, 2, abril 1939, p. 64).

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