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Obra comprometida, pues, incluso estéticamente: así lo mostró el enfrentamiento que mantuvo con los poetas de 27 y en especial con la poética de ellos, caracterizada por una serie de rasgos -egocentrismo, hermetismo, neutralismo...- que el exilio literario rechaza en general.

 

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Alfonso Reyes, con su perspicacia habitual, aprovecha bien la brevedad de su intervención, llamando la atención sobre la necesidad de estudiar el interés de Machado por la filosofía (a este menester se ocuparía, algunos años más tarde, otro exiliado: Juan David García Bacca); así como de contrastar la «sencillez» expresiva del poeta con las corrientes estilísticas de su época (labor que realizaría con acierto Antonio Sánchez Barbudo).

 

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A pesar de ser predominante, este interés no se desliga tampoco de la admiración por el compromiso machadiano. No en vano, estos autores protagonizaron una evolución personal y artística similar, mutatis mutandis, a la de los escritores españoles de los años de preguerra. Carlos Pellicer, por ejemplo, participó en el II Congreso de Escritores Antifascistas y Xavier Villaurrutia colaboró ampliamente con los exiliados españoles, un hecho que, en 1940, no dejaba de ser una muestra de posición política.

 

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Compartimos con Northrop Frye que «la biografía será siempre una parte del criticismo, y el biógrafo estará naturalmente interesado en la poesía de su sujeto, como un personal documento, recogiendo sus sueños privados, asociaciones, ambiciones y deseos expresados o reprimidos. Estudios de tales materias forman una parte del criticismo», aunque descartamos, por obvio, el obligado reflejo biográfico en las obras.(El camino crítico, ensayo sobre el contexto social de la crítica literaria, Madrid, 1986).

 

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Aparecen en la relación Marcel Bataillon, Corpus Barga, José M. Giner Pantoja, Max Aub, José María Quiroga Pla -todos ellos intervinieron directamente, el último recitando un par de «sonetos de circunstancias»-, José F. Montesinos, Carlos Riba, José M. Semprún y Gurrea [sic], José I. Mantecón, Rafael Sánchez Ventura, Teresa Andrés, Concha Muedra, Emilio Gómez Nadal, Luis Azcárate, Santiago Junquera, Juan Chabás, Mateo Soto, José Ontañón, María Alfaro, Manuela Bonmati, Cabot y los franceses Romain Thomas, André Malraux, Jean Cassou, Elie Lambert, Capmartin, Serge Denis, etc. (3, p. 129).

De entre todos ellos cabe destacar a Quiroga Pla, cuyo soneto «Ofertorio», tiene su inspiración en el mismo acto de homenaje y, aparte de demostrar la facilidad improvisadora de Quiroga, se limita a repetir los topica a propósito de Machado: honradez intelectual, integridad, continuidad de su pensamiento, continuación del mito... Con un fragmento de él hemos iniciado este apartado porque, a nuestro juicio, las limitaciones de este «soneto de circunstancias» son las mismas que encontramos en la visión de Machado protagonizada por el exilio.

 

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A. Garosci, op. cit., p. 32.

 

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Marie Laffranque, «García Lorca y la Guerra de España», en M. Hanrez, ed., Los escritores y la guerra de España, Monte Ávila, 1977, pp. 168-185. Cf. E. Fernández Granell, La leyenda de Lorca y otros escritos, Costa-Amic, México, 1973.

 

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De mayor o menor calidad, encontramos escritos sobre Lorca en todas las revistas donde participan los exiliados. Bergamín comenta a Lorca en diversas ocasiones. Penalva destaca dos: «Escándalo de la sangre (El Nacional, 12 enero 1961) y «La luz de esta memoria» (Sábado Gráfico, 17 marzo 1976) (Cf. G. Penalva, op. cit., p. 59).

 

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Obras Completas, loc. cit., 1085.

 

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V. Fuentes, La marcha al pueblo en las letras españolas 1917-1936, Ediciones de la Torre, Madrid, 1980, p. 48

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