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G. Santonja, «La editorial Séneca y los libros iniciales del exilio», Cuadernos Hispanoamericanos, 473-474, pp. 191-199 que ofrece datos sobre sus fundadores, incluye el Acta de la primera reunión, etc.; H. Rutledge Southworth, «Spanish Publishing in Exile», Publishers' Weekly, 8 de junio de 1940, pp. 2210-2214, donde se publican, además, fotografías de la editorial y sus directores y D. Eisenberg, «Las publicaciones de la editorial Séneca», Revista de Literatura, XLVII, 94, 1985, pp. 267-274 y, más breve, G. Penalva, op. cit., pp. 161-166, donde se comentan fundamentalmente Poeta en Nueva York, Laurel y los propios escritos de Bergamín publicados en la editorial financiada por el SERE. El estudio de Séneca, como el del resto de las editoriales relacionadas con el exilio, está exigiendo un trabajo monográfico más extenso. Para el caso específico de las catalanas, tenemos en prensa, en El Colegio de Jalisco, el estudio La edición catalana en México.

 

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El nombre es muy significativo porque sitúa la editorial e, indirectamente, todo el proyecto cultural de la Junta en una tradición senequista hondamente arraigada en la España republicana, explicada por María Zambrano en estos términos: «Nuestro ser de españoles lleva a través de todas las vicisitudes de la historia tal complejidad no desenvuelta, tal inmensa riqueza de posibilidades, tantos hechos sin realizar y esperanzas sin logro, que nos deslumbra como el mayor de los prodigios la existencia de un español que logró ser lo que era. Tal Séneca. Fue Séneca un español que logró hablar, expresar en clarísimas palabras la integridad de su alma profunda, cumplir en su vida, y más en su muerte, la integridad de su destino, recorrer hasta el fin el camino que él descubriera, convertir sus contradicciones internas, reducir sus pasiones a un solo designio, hacer, en suma, de su vida un camino» (Hora de España, 17, reproducido en Los intelectuales y el drama de España, Hispamerca, Madrid, 1977, p. 120).

 

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José Bergamín reprodujo, en varios aspectos, el sello editorial anejo a Cruz y Raya que había iniciado en España durante los años treinta, tal como se advierte no sólo en algunas coincidencias temáticas, sino, incluso, en los mismos nombres de las colecciones iniciadas en 1940: Árbol, Lucero, Estela, Laberinto; y las posteriores La Espiga y El Clavo Ardiendo. El cuidado aspecto formal de Séneca recuerda también el trabajo editorial de Bergamín anterior a la guerra. Cf. G. Santonja, loc. cit.

 

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«La editorial Séneca no llegó nunca a tener el desahogo de los beneficios para reinvertir en nuestras ediciones; todo lo que se hizo fue con aportaciones directas y no se pudo reinvertir lo suficiente para que llegara a ser una industria próspera... Se produjeron situaciones de asfixia económica... [por lo que] España Peregrina tuvo que suspender su publicación» (José Puche, Palabras del exilio, op. cit., p. 63).

 

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España Peregrina se diferencia de otras publicaciones del exilio por la inexistencia de noticias sobre exposiciones, música, cine o teatro, excepto, claro está, las que se refieren estrictamente a la Junta. La única nota en torno a un espectáculo de danza -Don Lindo de Almería- se incluye, en parte, porque el libreto y la música han sido compuestos por dos destacados miembros de la Junta (J. Bergamín y R. Halffter); la misma razón -unida a la amistad del pintor malagueño con Larrea- justifica la nota sobre la exposición de Picasso en Nueva York que el poeta había visitado personalmente antes de instalarse en México.

 

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«A modo de epílogo», loc. cit., pp. 85-86.

 

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Aunque, como apunta Francisco Caudet, es posible que se inspirase en el título de la obra dramática de Lope El peregrino en su patria (Cultura y exilio: la revista España Peregrina, op.cit., p. 22), lo cierto es que en el prólogo a De una España Peregrina Madrid, 1972, Bergamín no establece una relación directa entre este texto lopesco y el título de la revista. De todas formas, la relación existía como demuestra el artículo bergaminiano «De un peregrino en su patria», Hora de España, 11, noviembre de 1937, reeditado con algunos cambios en el mismo libro De una España Peregrina, op. cit., pp. 11-33. Un caso parecido, de inspiración en Lope, lo encontramos en el título de la antología Laurel, la cual, a decir de Octavio Paz, partió de los versos «presa en laurel la planta fugitiva» («Epílogo» a Laurel, Trillas, México, 1986, p. 486).

 

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«A modo de epílogo», loc. cit., p. 78.

 

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R. M. Grillo, José Bergamín in Uruguay, Università degli Studi di Salerno, Salerno, 1988, pp. 1-2.

 

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Esta antología publicada en la editorial Ollantay de Buenos Aires, en 1947, incluye a la mayor parte de los poetas desterrados en América (desde Juan Ramón Jiménez y León Felipe hasta Adolfo Sánchez Vázquez y Arturo Serrano Plaja). H. J. Becco, después de una breve pero atractiva nota introductoria de Rafael Alberti, propone una presentación del grupo a través de un «Itinerario poético de la España Peregrina» que concluye con unas palabras que iban a provocar los comentarios más dispares: «Dejemos claro que a partir de julio de 1936, comienzan dos literaturas españolas. La que sigue sobre la tierra europea perdió la fuerza creadora. La que vive y espera, la auténtica para nosotros España Peregrina, ha demostrado un arraigado desarrollo».

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