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31

Cf. Alfonso Rey, La originalidad novelística de Miguel Delibes, ed. cit., págs. 135-136. Susanna Regazzoni hizo notar cómo el hecho de que Anita esté esperando un hijo cuando vuelven a España -lo mismo había ocurrido en el viaje de ida- parece cerrar circularmente la historia, como si se tratara de una vuelta al orden previo de las cosas. Cf. «L'America nel Diario de un emigrante di Miguel Delibes», en Studi di litteratura ispano-americana, 10, Universita degli Studi di Venezia, Milán, 1980, pág. 133.

 

32

Ibídem, pág. 127.

 

33

Cf. Alfonso Rey, op. cit., pág. 134.

 

34

Francisco Umbral, op. cit., pág. 55. Las palabras de Delibes están tomadas del prólogo al tomo II de su Obra Completa, ed. cit., pág. 9.

 

35

Cf. Miguel Delibes, Prólogo al tomo II de su Obra Completa, ed. cit., pág. 12, y Ramón García Domínguez, op. cit., pág. 71, respectivamente.

 

36

Recuérdese que el Lorenzo cazador había sido, además de bedel de un centro de enseñanza, vendedor ocasional de apuntes, acomodador de cine y cobrador de recibos. Llegado a Chile, será sucesivamente mozo de recados, ascensorista en un hotel, pequeño empresario por cuenta propia y, finalmente, ordenanza de un periódico.

 

37

Alfonso Rey, op. cit., pág. 134.

 

38

La emigración cambiaría de destino en la década siguiente, en la que el mayor flujo de emigrantes se orientó hacia países europeos.

 

39

César Alonso de los Ríos recordaba a Delibes este ejemplo entre otros para preguntarle qué pensaba acerca de lo que algunos críticos han interpretado como «un fatalismo tenido de una cierta religiosidad». La respuesta de Delibes era negar rotundamente tal fatalismo e incluso un posible determinismo. «Hay, tal vez -decía el novelista-, una rutina, porque en el fondo yo soy un rutinario. [...] No hay que buscarles razones religiosas a mis libros. Daniel el Mochuelo no quiere marcharse del pueblo por los mismos motivos que yo no quiero marcharme del mío. Lorenzo el Cazador sueña cuando emigra con volver a España, cosa que a mí me ocurre cada vez que salgo de ella.» Cf. Conversaciones con Miguel Delibes, ed. cit., pág. 46.

 

40

Miguel Delibes, Prólogo al tomo II de su Obra Completa, ed. cit., pág. 13.