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La expresión procede de Ramón Buckley para quien «la innovación de Delibes consiste en que no sólo la emplea para la descripción de sus personajes, sino también para la narración en general». En opinión de Buckley, «la sensación de realismo y objetividad que el lector experimenta al leer Las ratas se debe a que su forma, su exposición narrativa es la misma que la del lector al pensar o al hablar». Cf. op. cit., pág. 125.

 

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Ibídem, pág. 125. Alfonso Rey, por su parte, ha indicado con precisión los felices resultados conseguidos por Delibes con el empleo de tales procedimientos narrativos: la presencia del Nini «es un eficaz medio para efectuar el engarce entre anécdotas y episodios independientes entre sí», mientras que la técnica que simula el mecanismo asociativo de la memoria humana permite al narrador «aproximar personajes, sucesos o episodios alejados en el tiempo y en el espacio», «suple eficazmente la inexistente trama argumental» y «garantiza una compacta unidad». Cf. Alfonso Rey, op. cit., págs. 171-172.

 

53

Se trata de procedimientos señalados también por Ramón Buckley, que analiza justamente el comienzo de Las ratas como ejemplo claro del procedimiento selectivo llevado a cabo por Delibes en esta novela, frente a la acumulación que caracterizaba, por ejemplo, a La sombra del ciprés... Cf. op. cit., págs. 126-129.

 

54

Cf. Ibídem, págs. 132-135.

 

55

La fabulosa capacidad de Delibes para «poner voces» a sus personajes fue señalada hace ya tiempo por Francisco Umbral, que veía en esta especie de «ventriloquismo literario» la clave misma de la fórmula novelística delibeana. «Lo que hace verdaderos sus libros -añadía- no es el que recojan fielmente la problemática y la dialéctica del pueblo, sino el que estén escritos, efectivamente, con lenguaje de pueblo». Cf. op. cit., págs. 63 y 64.

 

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Un ejemplo de este tipo de intervención puede verse en la pág. 76. Se alude allí a cómo el Centenario «hablaba de "su viento de cuando rapaz" o "del polvo de la era de cuando mozo" o de "su sol de viejo"». Y a continuación se lee: «Es decir, que en las percepciones del Centenario jugaba un papel preferente la edad, la huella que produjeron en él, a determinada edad, las nubes, el sol, el viento o el polvo dorado de la trilla». Las percepciones son del Centenario y, de hecho, se reproducen sus palabras como estilo directo, marcado con comillas. Pero la explicación de su forma de percibir los fenómenos la da alguien ajeno a él, que no es otro que el narrador.

 

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Véase Conversaciones con Miguel Delibes, ed. cit., pág. 135.

 

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José Jiménez Lozano ha señalado certeramente lo que puede considerarse uno de los mayores méritos del escritor vallisoletano: «Si Delibes narra y cuenta -y ése es su oficio-, lo que hace primordialmente es otra cosa: nombrar, y nombrar se dice pronto, pero sólo se nombra cuando se hace presente lo nombrado, dando a cada cosa su nombre, lo que no es una tautología, sino todo el logro literario». Porque los nombres, en Delibes, «no funcionan vitalmente sino donde están puestos, y ofrecidos por el escritor; y eso es el nombrar: el lector siente que estrena la realidad que significan. Aunque se trate de un teso, una retama, o una chova». Cf. J. Jiménez Lozano: «Lectura privada de Miguel Delibes», en E1 autor y su obra, Miguel Delibes, Actas de El Escorial, Universidad Complutense, 1993, págs. 23-24.

 

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Miguel Delibes, Un mundo que agoniza, Barcelona, Plaza Janés, 1994 (5.ª ed.), págs. 151 y 154.

 

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Olores, sonidos y colores, todo un mundo de sensaciones está presente en Las ratas como ya lo estaba en el El camino, novela con la que tiene más de un punto de contacto: ambas son novelas rurales que tienen como protagonista a un niño, en ambas se presenta un variado conjunto de personajes cuya perspectiva es adoptada por el narrador. Pero sobre todo es el estilo, más sobrio quizá en Las ratas, lo que hace semejantes ambos relatos.