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Estudio preliminar a la vida de Juan Facundo Quiroga

Benito Varela Jácome





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ArribaAbajoPersonalidad de Domingo Faustino Sarmiento

Ningún escritor hispanoamericano del siglo XIX ha suscitado tan profusa bibliografía y ha atraído tan encontrados juicios como el argentino Domingo Faustino Sarmiento. Algunos críticos someten su extraordinaria personalidad a una rigurosa revisión; dentro de su densa labor, 52 volúmenes en las Obras completas1, señalan la inclusión de trabajos de bajo nivel literario e ideológico, apasionadas polémicas, escritos panfletarios, concepciones de escaso rigor científico. Pero nos quedan el agudo criticismo de sus numerosos artículos de costumbres, la masiva difusión educacional, la bipolarización civilización-barbarie del Facundo (1845), la rica prosa de los Viajes en Europa, África y América (1849), la viva experiencia de Recuerdos de provincia (1850).

Han acusado a Sarmiento de atraer constantemente la atención hacia su propia persona. Pero esta egolatría tiene algo de compromiso con los inquietantes acontecimientos de su época. Cuando habla de su nacimiento el 11 de febrero de 1811, está aludiendo a la recién estrenada independencia argentina. Las referencias autobiográficas de Recuerdos de provincia nos ponen en contacto con el fervor patriótico de su padre, con el entusiasmo renovador de su tío el canónigo don José de Oro, con el cristianismo liberal de su madre, doña Paula Albarracín: «A la historia de la familia se sucede, como teatro de acción y atmósfera, la historia de la patria».

Cuando en Mi defensa (1843) y en algunos de sus artículos periodísticos pregona su lucha en los largos años de exilio, nos está ofreciendo la doble perspectiva de la situación de su patria y las duras condiciones de los exilados de la dictadura de Juan Manuel de Rosas.

La función pública de Sarmiento, como gobernador de San Juan, diplomático, presidente de la República, senador, tuvo numerosos opositores. Su conciencia de «porteño en las provincias y provinciano en Buenos Aires», su nueva concepción de la historia y la sociología, su obsesión educacional, su detractación de los caudillos, sus ideas sobre las relaciones entre el Estado y la Iglesia, crearon, seguramente, el desamparo político de su período presidencial.

El pensamiento sarmientino puede ser poco original o estar superado. Pero queda como un ejemplo de espíritu de lucha que dio sus frutos en el porvenir, como una oposición a la tiranía, como una audaz defensa de la regeneración del pueblo por la educación, como la triple interpretación del pasado, el presente y el futuro de la República Argentina.

También la crítica ensalza la discutida figura de Domingo Faustino Sarmiento. Para Miguel de Unamuno2fue el escritor de lengua española de mayor genialidad, de «más robusto y poderoso ingenio y más fecunda originalidad». Según Enrique Anderson Imbert3: «Él construyó la imagen de una Argentina libre, progresista, abierta a la inmigración europea, dignificada constantemente por la educación liberal y regulada por una constitución democrática». Y por último, la conclusión de   —2→   Paul Verdevoye4. «Pendant la deuxième moitié du XIXe siècle, en grande partie grâce à l'action de Sarmiento, successivement gouverneur de San Juan, président de la nation, sénateur, le caudillismo disparaît, l'émigration européenne vers l'Argentine s'accroît considerablement, le pays s'industrialise, l'enseignement laïc s'impose».




ArribaAbajoGran labor educacional

Creo que la más poderosa vocación de Sarmiento es la de educador. A los catorce años ya enseñaba a leer y escribir a los adultos de San Francisco del Monte (San Luis). En 1831 era maestro en una escuela andina. En 1839 crea y dirige en San Juan el colegio para señoritas de Santa Rosa de América.

Desde sus primeros escritos pedagógicos defiende la urgencia de educar al pueblo por el bien de la humanidad; piensa en componer una ortografía y una gramática hispanoamericanas; coincide con el pedagogo suizo Pestalozzi en la necesidad de la educación de la mujer para que cumpla con efectividad sus funciones en el hogar y en la sociedad. Después de considerar el atraso de la instrucción femenina en España y América, defiende que la mujer es tan capaz como el hombre de alcanzar los distintos niveles de instrucción.

En 1842 organiza en Santiago de Chile la Escuela Normal y desempeña su dirección hasta 1845, fecha en la que se marcha a Europa. Pero no se limita sólo a cumplir con su función rectora, escribe un Silabario (1842), Ejercicios del idioma francés, el Método de lectura gradual (1845) e Instrucción para los maestros de escuela para enseñar a leer según el método gradual de lectura.

En sus viajes por Europa y Estados Unidos estudia atentamente los centros de enseñanza. Recoge sus experiencias en el libro Educación popular (1849), compendio de ideas prácticas y avanzadas, defensa de la instrucción gratuita del pueblo, adecuación de los métodos a las condiciones físicas y mentales del niño:

«El lento progreso de las sociedades humanas -dice- ha creado en estos últimos tiempos una institución desconocida de los siglos pasados. La instrucción pública, que tiene por objeto preparar a las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual, por el conocimiento, aunque rudimental, de la ciencia y los hechos necesarios para formar la razón, es una institución puramente moderna nacida de las dimensiones del cristianismo y convertida en derecho por el espíritu democrático de la asociación actual»5.

Esta preocupación de Sarmiento se mantiene encendida durante toda su vida. En 1855 publica Educación común; en 1865, Las escuelas, base de la prosperidad de la República en Estados Unidos, y en 1882, La escuela ultrapampeana.

Pero además, durante su período presidencial (1868-74) impulsa extraordinariamente la educación. El principio de que «la escuela de hoy es el presupuesto de la política de mañana, cuando los niños sean hombres», impulsó su cruzada de Instrucción, multiplica las escuelas nacionales, dota a las provinciales, reforma los sistemas educativos; crea las primeras escuelas normales, funda la escuela de Minas y Agronomía, el Colegio Militar y Naval, la Facultad de Ciencias Exactas, el Laboratorio   —3→   de Física, el Observatorio6 Astronómico de Córdoba; establece bibliotecas públicas por toda la República, escuelas ambulantes para el mundo rural, centros para sordomudos.




ArribaAbajoFunción política

Alternando con sus ideas pedagógicas, se desarrolla el pensamiento político de Domingo F. Sarmiento. Las campañas liberales de El Zonda le empujan al segundo exilio. En Santiago de Chile se mezcla en la efervescencia política; en sus artículos de El Mercurio y El Nacional defiende la candidatura presidencial del conservador general Manuel Bulnes; en el opúsculo7 Mi defensa puntualiza su visión sobre los movimientos revolucionarios: «Estoy íntimamente convencido de que América está hoy en una terrible crisis, y que Chile debe andarse con tiento para no sumergirse en los males que han visitado a todas las otras naciones»8.

En sus artículos periodísticos alude constantemente a la anarquía de los países limítrofes; se mantiene constantemente en una postura contraria a la dictadura de Juan Manuel de Rosas. Su antirrosismo está expresando claramente en las páginas de Facundo y le empuja a enrolarse en 1852 en el ejército de Urquiza que derrota a Rosas en la batalla de Caseros. Con estas experiencias redacta el libro Campaña en el Ejército Grande.

Las ideas políticas sarmientinas se relacionan con los problemas que tiene planteada la nación argentina: La cuestión del estrecho de Magallanes, la reorganización económica, el impulso del progreso, la protección a los emigrantes, la libertad del comercio exterior.

En su libro Argirópolis o la capital de los Estados confederados del Río de la Plata (1850) enumera las necesidades del país, valora sus posibilidades, defiende la libre navegación de los ríos, la construcción de caminos, la fundación de escuelas. Y se preocupa especialmente de la emigración. Desde su viaje a Europa venía proclamando la necesidad de abrir la entrada a los hombres idóneos, laboriosos, para que cultiven los campos, talen los bosques, introduzcan maquinaria moderna y funden ciudades. Ahora opina que la República Argentina debe ser «la patria de todos los hombres venidos de Europa»; en los puertos de Bordeaux, El Havre, Cádiz, Génova, Rotterdam, Hamburgo, es necesario instalar oficinas de emigración que puedan enviar anualmente cien mil emigrantes con que poblar los amplios campos del país.

El espíritu progresista y renovador de Sarmiento orienta sus funciones al frente del Gobierno de San Juan, 1862; informa sus misiones diplomáticas en el Congreso Americano de Lima y en Estados Unidos.

En 1868 es nombrado presidente de la República. Su mandato, hasta 1874, estuvo erizado de obstáculos, de abiertas oposiciones, de encendidas censuras. Pero, contra viento y marea, se esfuerza en mejorar las condiciones de vida del pueblo, en lograr una mejor distribución de la tierra, en extender la cultura a lo largo y ancho del país.

En las obras completas de Sarmiento, además de los trabajos de 1841 a 1851 recogidos en Política argentina, se recopilan los Discursos parlamentarios, los Discursos populares, varios volúmenes de la Política constitucional, dos tomos de Papeles del presidente y uno de Memorias. Quedan como testimonio de su función política, de sus ideas, de su pensamiento.




ArribaAbajoActividad periodística

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Buena parte de la producción de Domingo F. Sarmiento se publica en periódicos argentinos y chilenos. Su activa dedicación periodística arranca de 1839, con la fundación de El Zonda, en la ciudad de San Juan, publicación inspirada por La Moda, de Buenos Aires, e influida por las ideas de Larra y por la corriente socialista francesa9.

En las páginas de El Zonda se forma el espíritu combativo, criticista de Sarmiento; en sus artículos inicia la elaboración de su pensamiento educativo, de su actitud satírica, de sus ideas sobre el progreso, la religión y la política.

Entre 1841 y 1852, Sarmiento colabora en los principales periódicos chilenos. Desde febrero de 1841 hasta octubre de 1842 escribe asiduamente en El Mercurio de Valparaíso, alternativamente con algunos artículos en El Nacional de Santiago de Chile. En noviembre de 1842 comienza sus colaboraciones en El Progreso, de la capital chilena, mantenidas hasta octubre de 1845. Desde 1849 sus trabajos vuelven asiduamente a las publicaciones santiaguinas: La Crónica, La Tribuna y Sud América.




ArribaAbajoSarmiento y Larra

El costumbrismo español de la época romántica se difunde profusamente en el Río de la Plata y en Chile. Ya en 1834 se insertan artículos de Larra en periódicos argentinos, uruguayos y chilenos. En 1837 se publica en Montevideo una colección de sus artículos10. Y desde 1842 menudean en la Prensa los cuadros de Estébanez11Calderón, Mesonero Romanos, López Pelegrín, Martínez Villergas y Modesto Lafuente12.

Domingo P. Sarmiento muestra un especial interés por la obra de Fígaro. Desde 1841 lo cita frecuentemente en sus artículos periodísticos, enjuicia su obra con entusiasmo: «Es uno de estos espadachines de tinta y papel que acometiendo recio contra las costumbres rutinarias de su patria, contra un orgullo nacional mezquino y mal alimentado contra hábitos de pereza y de abandono, supo abrirse paso entre la enemistad y el odio de sus contemporáneos a quienes hirió de muerte en sus preocupaciones»13.

Larra influye en Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Esteban Echeverría... Pero sin duda el autor del Facundo es el que mejor asimila la mentalidad nueva, el valor social y político, la originalidad, la ironía, el espíritu satírico, del escritor español. Es en este aspecto un hijo espiritual de Larra. Abundan los préstamos expresivos y temáticos; ensaya, en ocasiones, el perspectivismo; toma con respecto a Chile o a la Argentina la postura criticista del escritor madrileño frente a la problemática española.

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Para Paul Verdevoye14, Domingo P. Sarmiento, es el mejor representante del costumbrismo en la América austral. En sus numerosos artículos enfrenta los más variados temas: el gauchismo, pampero, el guaso chileno, los patagones, el carácter de los mineros, la presunción de los elegantes, las costumbres extranjeras, las fiestas y danzas populares, la Navidad, el carnaval, las carreras de caballos, la boda, la vida mundana...




ArribaAbajoAnálisis de Facundo:


ArribaAbajoa) Génesis de la obra

La obra más significativa15 de Domingo Faustino Sarmiento es Facundo, publicada en 1845, en el destierro chileno, con el doble título de Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga16. El escritor sanjuanino fue testigo, en su juventud, de las correrías sangrientas del Tigre de los Llanos; a los tempranos 18 años tiene que repasar los Andes; experimenta los primeros coletazos de la dictadura de Juan Manuel de Rosas; sufre la dura persecución política de 1840. Y con las experiencias pasadas y la angustia presente de los exilados en Chile, nos ofrece una interpretación genial de la República Argentina.

Hacia 1838, Sarmiento toma contacto directo con la concepción romántica de la historia; lee a Guizot, Cousin, Villemain, Schlegel, Tocqueville, Pedro Leroux, Carlos Didier... Es muy significativa la cita de Villemain que encabeza la introducción, sobre la necesidad de que el historiador sufra, espere o sea feliz con lo que narra. Por eso para Anderson Imbert17, «el genuino historicismo de Sarmiento inspiró su obra, la alimentó, le dio poesía y patetismo».

El escritor argentino, además del historicismo romántico y de las experiencias personales sobre el país y sus hombres, se sirve para la redacción de su obra de distintas fuentes: crónicas, memorias, relatos de viajes, artículos y noticias periodísticas, cartas y proclamas del propio protagonista Juan Facundo Quiroga.

Tienen una especial importancia los testimonios oculares, las informaciones para trazar el carácter del héroe. Antonio Aberastain, después de las consultas hechas a varios habitantes de La Rioja, envía a Sarmiento una carta en la que señala once puntos que debe tener en cuenta para conseguir un retrato psicológico del personaje. Seguramente influyeron también las noticias de Dalmacio Vélez Sarsfield, enviado del presidente Rivadavia ante Quiroga.

Es difícil encasillar al Facundo dentro de un género. No se ajusta a una estructura orgánica ordenada. Se mezclan en sus páginas perspectivas geográficas, hechos históricos, situaciones sociales, conflictos políticos, apasionamiento, romántico y ganga novelesca.




ArribaAbajob) El medio geográfico

Para trazar el carácter de su héroe y las causas y los efectos de la guerra civil, Sarmiento parte de los condicionamientos del medio ambiente, de la herencia cultural, de la pervivencia de distintas   —6→   razas, de la sociabilidad ciudadana, de las costumbres rurales.

Seguramente siguiendo las Ideas sobre la filosofía de la historia, de Herder, y los estudios de Michelet, de Humboldt18 y de Tocqueville, intenta condicionar el carácter de sus héroes por el medio en que viven. Para ello, describe, en primer lugar, el aspecto físico de la Argentina. La tierra sobre la que van a cabalgar las huestes de Facundo Quiroga está descrita con emoción. Al lado de los precisos datos geográficos, la extensa llanura, despoblada en parte, recorrida por ríos navegables, adquiere una majestuosa belleza que influirá en muchos escritores argentinos posteriores.

Dentro del gran triángulo del país señala fisonomías paisajísticas distintas: los impenetrables e inauditos bosques norteños, confundiéndose con el Chaco; la pampa y la selva, disputándose largas extensiones, en el centro; el triunfo de la llanura sin límites, sin accidentes topográficos notables, al sur; el haz de ríos que afluye, por el este, al estuario del Plata.

Sarmiento posee una genial intuición para interpretar el país. Para él, «el mal que aqueja a la República Argentina, es la extensión». Los islotes de civilización están acechados, rodeados por todas partes por las llanuras desoladas, desérticas:

«La soledad, el despoblado sin una habitación humana, son por lo general los límites incuestionables entre unas y otras provincias. Allí la inmensidad por todas partes; inmensas las llanuras, inmensos los bosques, inmensos los ríos, el horizonte, siempre incierto, siempre confundiéndose con la tierra entre celajes y vapores tenues que no dejan en la lejana perspectiva señalar el punto en que el mundo acaba y principia el cielo»19.

El autor se fija especialmente en La Rioja, patria de Facundo y punto de partida de sus campañas. Impresionan «la llanura arenisca, desierta y agostada por los ardores del sol»; las travesías secas, rojizas, merodeadas por el tigre. En medio de esta naturaleza, los llaneros llevan una existencia miserable, semibárbara; cabalgan en burros, visten pieles de cabra, se alimentan, en algunos lugares, de miel silvestre y algarrobas.

Domingo P. Sarmiento acusa a sus compatriotas de desdeñar las ventajas que les ofrece la naturaleza inaudita del país. El gaucho es poco amigo de navegar. Los ríos Bermejo, Pilcomayo, Paraná, Paraguay y Uruguay, debieron ser vehículos de intensa civilización. Pero faltó «el instinto de la navegación» y sus márgenes siguen inexploradas. Así que la influencia de las cuencas fluviales no modifica las formas de existencia. «Todos los pueblos argentinos, salvo San Juan y Mendoza, viven de los productos del pastoreo; Tucumán explota, además, la agricultura y Buenos Aires, a más de un pastoreo de millones de cabezas de ganado, se entrega a las múltiples y variadas ocupaciones de la vida civilizada.»

Las condiciones de vida, determinadas por el medio geográfico, impulsan a Sarmiento a oponer las ciudades a la campaña, la europeización porteña a la arraigada tradición ciudadana del interior, las formas civilizadas a la indomable barbarie provinciana.




ArribaAbajoc) Buenos Aires y las ciudades provincianas

Dentro del marco geográfico argentino, Sarmiento localiza catorce ciudades capitales de provincia. En las riberas del Paraná: Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. En las tierras casi paralelas a los Andes chilenos: Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy. En el centro: Santiago del Estero, San Luis y Córdoba.

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La ciudad es para nuestro autor el centro de la civilización argentina, la permanencia de la influencia española, el lugar de influencia de la nueva cultura europea:

«En las ciudades había libros, ideas, espíritu municipal, juzgados, derecho, leyes, educación, todos los puntos de contacto y de mancomunidad que tenemos con los europeos; había una base de organización, incompleta, atrasada, si se quiere; pero precisamente porque era incompleta, porque no estaba a la altura de lo que ya se sabía que podía llegar, se adoptaba la revolución con entusiasmo»20.

El verdadero puente de europeización es Buenos Aires. La capital porteña, impulsora de la independencia, receptáculo de las ideas revolucionarias, desde 1810, es un centro de cultura y libertad. Se publican periódicos importantes, opúsculos influidos por el espíritu nuevo. En la Universidad entran las audaces doctrinas políticas y sociales. El Salón Literario fomenta la efervescencia romántica.

Además, al puerto bonaerense arriban buques con emigrantes, con libros de todas partes, con noticias de todos los acontecimientos políticos del mundo.

Sarmiento adivina el futuro y afirma que «Buenos Aires está llamada a ser un día la ciudad más gigantesca de ambas Américas. Bajo un clima benigno, señora de la navegación de cien ríos que fluyen a sus pies, reclinada muellemente sobre un inmenso territorio y con trece provincias interiores que no conocen otra salida para sus productos, fuera ya la Babilonia americana si el espíritu de la pampa no hubiese soplado sobre ella»21.

Hay una oposición entre la ciudad bonaerense y las provincias. Forma parte de la dicotomía conflictiva del Facundo. La constitución dictada por el Congreso será rechazada por los pueblos en los que dominan los caudillos. Buenos Aires es el aglutinante cultural que no expande su influencia civilizadora. Y las provincias vendrán un día a castigar su engreimiento institucional y cultural.

Dentro de esta oposición, a través de las campañas de Quiroga, Sarmiento habla de las provincias y ciudades del interior. Insiste en la barbarización de La Rioja, San Luis, Santiago del Estero, Santa Fe, «esqueleto de ciudades, villorrios decrépitos y devastados». San Juan, la ciudad natal del escritor, es un poco distinta; ha crecido por el impulso de la agricultura y el comercio; es suficientemente civilizada para dar al Congreso hombres capacitados, ministros al Gobierno, reformadores a la enseñanza...

También Mendoza «especie de Barcelona del interior», es un ejemplo de urbe ilustrada, impulsadora de la agricultura, la industria y la minería. Pero sobre todo, el autor del Facundo se entusiasma con Tucumán y Córdoba.

Tucumán es ya para Domingo F. Sarmiento el centro de la «civilización de la dulzura», como le llamará en nuestro siglo Leopoldo Lugones. Es «un país tropical, en donde la Naturaleza ha hecho ostentación de sus más pomposas galas; es el edén de América, sin rival en la redondez de la tierra». Las estribaciones de los Andes, los ríos, el canal, los bosques frondosos, los troncos añosos tapizados de musgos florecientes, las moreras, las bóvedas de naranjos que rodean la ciudad, tienen ya en la prosa del Facundo, la belleza, el verdor múltiple, que justifican la denominación actual de Jardín de la República:

«El nogal entreteje su anchuroso ramaje con el caobo y el ébano; el cedro deja crecer a su lado el clásico laurel, que, a su vez, resguarda sobre su follaje el mirto consagrado de Venus, dejando todavía   —8→   espacio para que alcen sus varas el nardo balsámico y la azucena de los campos. El odorífero cedro se ha apoderado por ahí de una cenefa de terreno que interrumpe el bosque, y el rosal cierra el paso en otras con sus tupidos y espinosos mimbres»22.

Distinto es el juicio sobre la ciudad de Córdoba. Para Sarmiento es una de las más hermosas del continente; elogia su cielo purísimo, sus paseos, la arquitectura de la catedral y la iglesia de los jesuitas, la célebre Universidad, en la que se han formado doctos abogados. Pero Córdoba, con sus múltiples conventos y beaterios, con sus numerosos clérigos, controlada por la enseñanza de los jesuitas, es una representación de ciudad mística, de aire medieval, de espíritu cerrado a todos los vientos de libertad. La actitud criticista del autor del Facundo es un antecedente de la sátira de Manuel Gálvez en su novela A la sombra de un convento.




ArribaAbajod) Teoría de lo gauchesco

Dentro de su exaltación de la naturaleza, Sarmiento descubre la belleza de la pampa. Triunfo de la pampa absorbente, de infinita frente lisa y velluda. La pampa de noches luminosas, conmovidas por el viento, acechadas por las hienas, por la montonera salvaje.

La amplísima extensión contribuye a la soledad, a disolver la asociación, a espaciar las viviendas. Esta soledad, esta ausencia de núcleos de población, impiden la penetración del progreso, de la instrucción. Las privaciones, la frugalidad, la resignación estoica ante la muerte, condicionan los ejercicios de fuerza, de destreza, de violencia. La falta de policía, de justicia civil, favorecen la independencia, la libertad de acción.

Pero, sobre todo, el autor del Facundo elabora una teoría de lo gauchesco. Los gauchos exhiben sus facultades físicas a través de la Pampa; rodean los ganados; andan armados del cuchillo heredado de los españoles; pelean sólo hasta marcar al contrario; se reúnen en las pulperías. El análisis de su carácter sirve de punto de arranque para fundamentar su dicotomía «civilización-barbarie»:

«Su carácter moral se resiente de su hábito de triunfar de los obstáculos y del poder de la naturaleza; es fuerte, altivo, enérgico. Sin ninguna instrucción, sin necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia como sin necesidades, es feliz en medio de su pobreza y de sus privaciones, que no son tales para el que nunca conoció mayores goces, ni extendió más altos sus deseos; de manera que si en esta disolución de la sociedad radica hondamente la barbarie, por la imposibilidad y la inutilidad de la educación moral e intelectual no deja, por otra parte, de tener sus atractivos»23.

Sarmiento logra traducir la visión y el sentimiento de las tierras argentinas, «desde el gaucho a su Pampa y sus pájaros horneros, hasta el alfabeto de los pobres». Pero no cae en el tópico de un criollismo de poncho y facón. Él mismo es, para Luis Franco24, «un criollo profundo, del presente y del futuro de su patria».

El escritor argentino condena el vivir nómada, la depresión motivada por los usurpadores de la tierra, el analfabetismo, la barbarie. El gaucho juega, en realidad, un papel importante en distintos niveles: «Si levantáis -dice- un poco las solapas del frac con que el argentino se disfraza, hallaréis siempre el gaucho más o menos civilizado, pero siempre el gaucho». Pero su interés se centra en la campaña y analiza los distintos tipos de pobladores.

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El gaucho cantor es uno de los típicos personajes del campo abierto. Es un bardo que «anda de pago en pago, de tapera en galpón, cantando sus héroes de la pampa perseguidos por la justicia, los llantos de la viuda a quien los indios robaron sus hijos en un malón reciente, la derrota y la muerte del valiente Rauch, la catástrofe de Facundo Quiroga y la suerte que cupo a Santos Pérez»25.

El cantor es trashumante26; duerme en donde la noche le sorprende; se detiene en las pulperías; bebe cuando los versos le excitan. A veces, canta sus propias aventuras, sus desgracias, y sufre, también, la persecución de la justicia. Tenemos aquí, indudablemente, un precedente literario del payador contado por Bartolomé Mitre en 1854 y fijado por Hilario Ascasubi en 1872.

En la dilatada llanura abierta, donde las sendas y caminos se entrecruzan con la necesidad de seguir las huellas del ganado, destaca el papel del gaucho rastreador. El rastreador, hombre grave, circunspecto, desempeña esta misión. Nuestro autor exalta su ciencia con la narración de ejemplos prodigiosos de identificación de huellas.

Al lado del rastreador, el baqueano, gaucho modesto y reservado «que conoce palmo a palmo veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas», sabe a dónde conducen todas las sendas, tiene localizados los vados ocultos, los pasos seguros a través de las extensas ciénagas, anuncian la proximidad del enemigo:

«En lo más oscuro de la noche, en medio de los bosques o en las llanuras sin límites, perdidos sus compañeros, extraviados, da una vuelta en círculo de ellos; observa los árboles; si no los hay, se desmonta, se inclina a tierra, examina algunos matorrales y se orienta de la altura en que se halla, monta en seguida, y les dice para asegurarlos: «Estamos en dereceras de tal lugar, a tantas leguas de las habitaciones; el camino ha de ir al Sur», y se dirige hacia el rumbo que señala, tranquilo, sin prisa de encontrarlo»27.

Pero por la pampa trota otro tipo de carácter muy distinto: el gaucho malo. «Personaje misterioso, robador de caballos, divorciado, de la sociedad, proscripto por las leyes, perseguido por la justicia, admirado en los pagos, cantado por los poetas.»




ArribaAbajoe) Civilización y barbarie

La motivación axial del Facundo es el conflicto entre dos civilizaciones: la europea, evolucionada y progresista; la americana, casi indígena, primitiva, bárbara, estancada.

Sarmiento aduce como modelo literario de esta bipolarización al norteamericano Fenimore Cooper que interpretó la pugna entre la vida bárbara y la vida civilizada, la guerra entre los indígenas y la raza sajona. Pero el enfrentamiento de las dos sociedades distintas, tiene una indudable realidad en el ámbito argentino. El punto de contacto de las fuerzas se establece en la Revolución de 1810; la montonera provisional se asocia con el movimiento de la independencia para sacudir el yugo español, pero no por esto deja de mostrarse siempre enemiga de la ciudad y del ejército patriótico.

El conflicto se desarrolla durante las guerras entre federales y unitarios. La oposición entre la ciudad y la pampa se hace más abierta. Buenos Aires, puerto internacional, es, desde la guerra de la independencia, el centro de «europeización», de asimilación del progreso. Mientras la campaña, sigue aferrada a las superestructuras primitivas, ingenuas, medievales.

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Domingo F. Sarmiento se sirve de las distintas situaciones de la guerra social para construir una teoría, que explique la desgracia de su héroe y la tiranía de Juan Manuel de Rosas. Enfrente a la libertad de conciencia, a los derechos del hombre, a la sociedad civilizada, la destrucción del orden civil para instaurar el poder personal, la crueldad, la bárbara represión.

En la capital desprecian el atraso y la barbarie provincianas. Pero, por su parte, los caudillos campesinos, intentan sofocar la civilización de las ciudades, muestran su antipatía por la cultura europea. Las dos fuerzas influyen en los procedimientos bélicos. El general Paz, con su arte militar europeo, con su inteligencia, derrota dos veces a Quiroga. En cambio, Lavalle es derrotado por combatir con los procedimientos de la montonera. Por su parte Rosas, a pesar de simbolizar la civilización gauchesca, abjura de la caballería y confía sus éxitos a la infantería y a la artillería.

Otro aspecto de la dicotomía sarmientina es el enfrentamiento con la montonera indígena. El modelo literario es el poema La cautiva. Esteban Echeverría localiza la acción en la «inmensidad sin límites, en las soledades en que vaga el salvaje», en medio de una «naturaleza solemne, grandiosa, inconmensurable, callada». También en Facundo aparecen las incursiones de los salvajes en la provincia de Buenos Aires, y las expediciones para desbaratar los toldos de indios y asegurar la frontera del Sur.

La preocupación de Sarmiento por los peligros de la frontera se mantienen en su obra posterior. Es ilustrativa la larga nota histórica a la edición de 1851. Pero además, en su período presidencial nombra comandante de la frontera a Lucio Victorio Mansilla que publica un nuevo testimonio de civilización y barbarie: Una excursión a los indios ronqueles (1870). El problema se repite en la obra de Estanislao Zeballos y se proyecta incluso a la narrativa de los últimos años. Tenemos ejemplos en El último perro (1947), de Guillermo House; La montonera de Almancruz (1950), de Carlos Molina Massey y La lanza rota (1953), de Dionisio Schoo Lastra.

Claro que también el enfrentamiento pendular civilización-barbarie se repite en otras latitudes geográficas: los Llanos venezolanos de Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos; la puna andina, inhóspita, de Ciro Alegría y Jorge Icaza.




ArribaAbajof) El carácter de Facundo

Los «caudillos de las campañas» son la personificación de la barbarie de la singular sociedad argentina de las guerras civiles; una fuerza poderosa que, durante treinta años, acecha o ahoga la cultura de las ciudades.

Sarmiento, al trazar su personificación de la barbarie, está pensando, con el apasionamiento de un político desterrado, en la dictadura de Juan Manuel de Rosas; pero elige a Juan Facundo Quiroga como símbolo de la rebeldía provinciana, como ejemplo de barbarie primitiva, de vida errante, como típico «gaucho malo», audaz, cruel, lascivo.

La biografía sarmientina se desmesura, crece con apasionamiento romántico, se proyecta como «una sombra terrible». El personaje histórico se convierte en legendario. Pero la mitificación se había verificado ya antes en la poesía y en fantasía popular28.

Las impresiones personales del autor, la represión política, la muerte violenta del héroe, el ajusticiamiento espectacular de los asesinos, el apasionamiento patriótico, se mezclan con las ideas de Cousin, Herder, Montesquieu y Vico. Sarmiento acumula rasgos negativos, acciones violentas, situaciones límites, para lograr una perfecta personificación de la barbarie. Las malas inclinaciones   —11→   de Facundo se adivinan ya en las rebeldías infantiles, en la mocedad inquieta, en la deserción del ejército.

Facundo se impone por el terror, la violencia y la sangre; es una fuerza ciega que destruye el orden civil de las ciudades que ocupa. Pero su papel histórico tiene otra dimensión: es «una manifestación de la vida argentina tal como la han hecho la colonización y las peculiaridades del terreno». Su acción revolucionaria «enlaza y eslabona todos los elementos de desorden que hasta antes de su aparición estaban agitándose aisladamente en cada provincia»29. Es providencial para su biógrafo, en el sentido de que «la unidad bárbara de la República va a iniciarse a causa de que un gaucho malo ha andado de provincia en provincia levantando tapias y dando puñaladas».

Los procedimientos combativos de Quiroga, apoyados en la caballería, representan el espíritu de los gauchos; sus compañeros de cruel represión, con los mazarqueros armados de cuchillos convexos para el degüello, representan la temible montonera.

Sarmiento no abandona nunca la bipolarización civilización-barbarie. Y así, Quiroga triunfa sobre Lavalle, representante también del gauchismo, y vence en Tala y Ciudadela a los ejércitos «medio montonerizados» del general La Madrid. En cambio, es derrotado en La Tablada y Oncativo por el general Paz, porque éste representa al hombre civilizado y combate con una táctica europea.

La condición de hombre incivilizado de la campaña impiden a Facundo adaptarse al ambiente ciudadano de Buenos Aires, ensayar allí su poder personal. Y al final queda como un ejemplo de héroe frustrado, empujado hacia la muerte violenta de Barranca-Yaco, consumada por un «gaucho malo» como él.

Pero el Facundo sarmientino proporciona además otro tema apasionante para la literatura posterior: las campañas de Quiroga aseguran la supremacía de Juan Manuel de Rosas «agente de barbarización» de la ciudad porteña.

El antirrosismo de Sarmiento restalla con tensiones efectistas. El «despótico estanciero» impone una dictadura, ordena una cruenta represión contra los unitarios, impide que la Argentina «entre en una carrera no interrumpida de progresos»; «clava en la culta Buenos Aires el cuchillo del gaucho, y destruye la obra de los siglos, la civilización, las leyes y la libertad»30.

Rosas, como figura de picota, es una sugestión para la literatura argentina. Podemos citar como ejemplo el ciclo novelesco de Manuel Gálvez, Escenas de la época de Rosas, formada por El gaucho de Los Cerillos, El general Quiroga, La ciudad pintada de rojo y Tiempo de odio y angustia31.








ArribaBibliografía


I. Bibliografía general sobre Domingo F. Sarmiento, por orden cronológico

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II. Bibliografía sobre la obra de Sarmiento

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III. Bibliografía particular sobre «Facundo»

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