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Rodríguez-Moñino ed. de Sepúlveda, p. 53. Manual, I, 240.

 

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Ésta es la más famosa antología poética de la época de Cervantes, cuya mediocre acogida (sólo una edición; la segunda parte sin publicar hasta 1896) muestra que, contrariamente al mito, la poesía «moderna» no gozaba de más aceptación general que la de hoy día. La edición de esta antología en la Biblioteca de Autores Españoles, 42, es incompleta; la única edición moderna completa es la de Juan Quirós de los Ríos y Francisco Rodríguez Marín (Sevilla 1896).

 

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Miguel Sánchez de Lima nunca menciona los romances en el cuerpo de su Arte poética en romance castellano (1580), una obra que sin duda leyó Cervantes; el único verso octosilábico son las coplas redondillas (ed. Rafael de Balbín Lucas (Madrid: CSIC, 1944), p. 50). Al final, sin embargo, en la Historia de los amores que uvo entre Calidonio, y la hermosa Laurina, decide «contaros mi historia [...] en verso», y lo usa como un «exemplo para los romances Castellanos, que tan agradables son, porque saben a aquella compostura antigua Castellana, que ta[n]to en los tiempos passados florecio» (p. 112); las palabras subrayadas implican que el término «romance» se aplica a los textos modernos, no a los antiguos.

 

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Nucio, por supuesto, se interesaba por los romances viejos, aunque no está claro cuán antiguos creían que eran sus textos o si, como Argote («Discurso», pp. 66-67), los creía contemporáneos a los acontecimientos narrados. No obstante, algunos autores y lectores estimaban más interesantes los textos nuevos. Hay varios casos en que una versión nueva o contrahecha fue publicada en el lugar del romance descrito como viejo. (Hay cinco casos semejantes en el Cancionero general; véase Rodríguez-Moñino, Manual, I, 38-40, Núms. 437, 447, 451, 469 y 482). En la primera mitad del siglo XVI, muchos romances se publicaban con la indicación de nuevamente compuestos; Sepúlveda y los compiladores de muchas colecciones de finales del siglo indicaban en sus títulos que sus textos eran «nuevos». Pérez de Hita (Guerras civiles de Granada, primera parte, capítulo 13; la cita está reproducida en el Romancero hispánico de Menéndez Pidal, XIV, § 7) se sintió obligado a justificar su uso de los romances viejos.

 

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La historia versificada no tenía prestigio alguno. Así, Nucio afirma al tratar del autor de las adiciones a su edición de Sepúlveda: «el nombre del autor de los añadidos se calla porque se guarda para cosas mayores que conformen con su persona y hábito» (edición de Rodríguez-Moñino, p. 53; Manual, I, 240).

 

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«Romance» es y ha sido ampliamente usado para designar un relato caballeresco. Por esta razón, a los libros de caballerías españoles se les ha llamado en inglés «romances of chivalry». (El uso de este término ha llevado a distorsiones, ya que da a los libros caballerescos una clasificación ficticia que no tenían en el Siglo de Oro, y exagera su parecido con los romanzi italianos; véase mi «Cervantes y Tasso vueltos a examinar», en este volumen.) Sin embargo, su aplicación española nunca ha sido explicada. Es muy posible que se usara por sus implicaciones caballerescas. Nebrija, el único de los antiguos lexicógrafos españoles que proporciona para el término «romance» otro significado que el de «lengua vernácula», lo define como «carmen heroicum» (citado por Corominas).

López Pinciano, como ya se adujo, usaba el término como una traducción de «romanzo», y Pigna, el primer teórico del «romanzo», usó el término italiano para designar los romances españoles (el pasaje está citado en Forcione, Cervantes, Aristotle, and the «Persiles», p. 25, n. 32; véase también mi «Cervantes y Tasso vueltos a examinar», en este volumen). Sobre la influencia italiana en los primeros romances véase Charles Aubrun, «Romances y opinión pública en el siglo XVI», en Essays on narrative fiction in the Iberian Peninsula in honour of Frank Pierce, ed. R. B. Tate (Oxford: Dolphin, 1982), pp. 1-14; «Le Cancionero General de 1511 et ses trente-huit romances», Bulletin Hispanique, tomo 86 (1984), 39-60; «Les premiers romances dits carolingiens», en Iberia. Literary and Historical issues. Studies in honour of Harold V. Livermore, ed. R. O. W. Goertz (Calgary: U. of C. P., 1985), pp. 11-20; y en menor grado Harold Livermore, «The 15th century evolution of the Romance», Iberoromania, Núm. 23 (1986), 20-39. La tesis no es irrefutable, pero el cambio en el significado del término «romance» es notable, y no se ha sugerido ninguna otra explicación.

 

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Aunque Cervantes ataca los libros de caballerías como escasamente entretenidos y estética y moralmente deficientes, admite que su verdadera función en la sociedad era la de entretener, y que muchos lectores los empleaban para tal fin. Véase A study of «Don Quixote», pp. 7, 85, 91-92 y 94.

 

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Nucio, en el prólogo de su propia colección: «qualquiera persona para su recreación y pasatiempo holgaria de lo tener» (p. 109; Manual, I, 190); Sepúlveda en su prólogo: «Considerando quan provechosa sea la lection de las historias antiguas, amicissimo señor, ansi para tenerla como por espejo delante de los ojos, en que se vean los altos y heroycos hechos de los antepasados, para dar recreación a nuestro entendimiento como para imitarlos...» (p. 43; Manual, I, 230); Juan de Escobar, Hystoria, del mvy noble y valeroso cavallero el Cid Ruy Diez de Bivar: en Romances: En lenguaje antiguo (Lisboa 1605): «Las hystorias prophanas suelen dar mucho contentamiento a los lectores» (ed. Rodríguez-Moñino (Madrid: Castalia, 1973), p. 120; Manual [...] siglo XVII, I (Madrid: Castalia, 1977), 122); también Romances de germanía de Juan Hidalgo (¿antes de 1605?), en Manual [...] siglo XVII, I, 14, 4-5, II, 38. El placer causado por la lectura de la historia (prosa) es un topos.

 

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A study of «Don Quixote», pp. 62-63.

 

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Los nombres de muchos autores poco conocidos se encuentran en los romances: Pinar, Quirós, Soria, etc. Se han estudiado poco los romances de autor conocido (la primera en estudiarlos fue Kathleen Kish, «Los romances trovadorescos del Cancionero sin año», en Actas del Sexto Congreso Internacional de Hispanistas (Toronto: University of Toronto, Department of Spanish and Portuguese, 1980), pp. 427-30), a causa de la creencia de que los anónimos eran más antiguos y mejores. Quizás sea así, pero está aún por demostrar.