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211

La obra es un «tanteo juvenil», afirmó Alberti. «Ninguna obra clásica más necesitada de retoque que esta de Cervantes para su posible representación...» (Prólogo a la edición de 1943, reproducida en Alberti, Numancia [Madrid: Turner, 1975], p. 80.)

 

212

«De cómo y por qué "La tía fingida" no es de Cervantes», Boletín de la Real Academia Española, 1 (1914), 416-33 y 2 (1915), 497-523; incluido en De cómo y por qué «La tía fingida» no es de Cervantes, y otros nuevos estudios cervánticos (Madrid, 1916), reseñado favorablemente en Revista de Filología Española, 3 (1916), 423-24. La respuesta de Bonilla: «Un crítico desbocado», en su De crítica cervantina (Madrid, 1917), pp. 81-105. Otro comentario, de Icaza, en Supercherías y errores cervantinos puestos en claro (Madrid: Renacimiento, 1917), reseñado en Revista de Filología Española, 5 (1918), 69-70.

 

213

Hemos citado los comentarios de Astrana Marín, Schevill y Bonilla sobre «La tía fingida» en nuestro libro Las «Semanas del jardín», capítulo 20. Para la relación con el cervantismo oficial de Astrana Marín, cuyo nombre «comienza en astro, para acabar en rana», según una sátira que no recordamos dónde leímos, véanse las reseñas de su Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra en Anales cervantinos: 1 (1951), 372-73 (tomos 1 y 2); 2 (1952), 382-86 (tomo 3) y 386-88 (tomo 4); 3 (1953), 390-92 (tomo 5); 6 (1957), 290-92 (tomo 6); 7 (1958), 295-96 (tomo 7); consúltese también su Vida de Cervantes, VI, 513, n. 2. Las ediciones y estudios cervantinos del chileno José Toribio Medina han tenido poquísima acogida. La valiosísima edición de las obras de Cervantes por Schevill y Bonilla, la única en que constan todas las enmiendas introducidas y la que moderniza menos el texto, fue publicada por los mismos editores, con una subvención particular (consta al principio del primer tomo de la colección, La Galatea, y en el tomo 5 de Comedias), al parecer por falta del interés del cervantismo oficial, controlado por Rodríguez Marín. Poco reseñada, su edición está hoy agotadísima y sin aparentes posibilidades de reimpresión. (De igual manera que el anuncio de la hoy inaccesible edición de John Bowle tuvo como resultado la preparación de la recientemente reimpresa edición de la Real Academia Española de 1781, la edición de Schevill y Bonilla parece haber inspirado la colección de facsímiles académicos de 1917.) Gallardo fue un «liberal exaltado, volteriano y enemigo rabioso de la fe» (Pedro Sainz Rodríguez, «Don Bartolomé José Gallardo y la crítica literaria de su tiempo», Revue Hispanique, 51 [1921], 211-595, la cita en la p. 252, reimpreso, cambiando la paginación, sin tomar en cuenta las enmiendas de Milton Buchanan -infra, n. 217- y añadiendo un nuevo apéndice bibliográfico, como Bartolomé J. Gallardo y la crítica de su tiempo [Madrid: Fundación Universitaria Española, 1986], la cita en la p. 44). Gallardo sufrió «encarcelamientos y destierros, sobre todo en épocas de reacción absolutista» (S[amuel] G[ili] G[aya], en Diccionario de literatura española, 4ª ed. [Madrid: Revista de Occidente, 1972], p. 362).

 

214

Hornero Serís, Guía de nuevos temas de literatura española, transcrita, editada y cotejada por D. W. McPheeters (Nueva York: Hispanic Society of America, 1973), p. 228. Recordemos que Criado de Val es por otra parte autor del juicio siguiente: «Las novelas del Curioso impertinente, Cardenio, y del Cautivo, son añadidos que hoy apenas nos interesan sino como documentos de época, externos al grande y apasionante diálogo que va a su fin» («Don Quijote como diálogo», Anales cervantinos, 5 [1955-56], 206, citado por Juergen Hahn, «El capitán cautivo: The Soldier's Truth and Literary Precept in Don Quijote Part I», Journal of Hispanic Philology, 3 [1979 (1980)], 269-303, en la p. 270, n. 8).

 

215

«Il faut bien l'avouer: rarement controverse littéraire fut discutée avec un plus évident parti-pris et un sans gêne plus absolu pour l'opinion d'autrui. Le mauvais vouloir est flagrant» («Étude sur "La tía fingida"», Revue Hispanique, 6 [1899], 205-306, en la p. 282). Según cuenta Foulché-Delbosc, «La tía fingida» fue calificada de «altamente inmoral y justamente prohibida por ese motivo» (p. 301), y Ticknor, quien apoyó la atribución, alabó y pidió que se respetara la supuesta decisión de Cervantes de no publicarla (pp. 300-01). En su primera edición, «butchered and bowdlerized» (Aylward, p. 19), se censuraron severamente todas las alusiones al tema sexual, considerando indigno del público del siglo XIX lo que fue lectura de un arzobispo, para quien fue preparada la colección en que se hallaba, o de los jesuitas, en cuya biblioteca estuvo (Astrana, V, 394-96). Navarrete, el cervantista más serio de su generación, publicó una edición completa en Alemania en 1818, edición que no atrajo casi ninguna atención de los críticos españoles («practically ignored by Spanish critics», Aylward, p. 26). No hacía tantos años que una edición no expurgada del Libro de buen amor había sido motivo de controversia (Buchanan -infra, n. 217-, p. 173).

 

216

El episodio de «La tía fingida» permite ver cómo «overt treatment of a story better left untold [¡!]... can disenfranchise and exile the text» (Mary Susan Gossy, «The Untold Story in Three Works of the Spanish Golden Age: Celestina, "El casamiento engañoso/Colóquio [sic] de los perros" and "La tía fingida"», Diss. Harvard 1988, según el resumen en Dissertation Abstracts International, 49 [1989], 3042-A). El título en el MS. Porras, «Novela de la tía fingida, cuya verdadera historia sucedió en Salamanca el año de 1575, y demuestra cuanto perjudican las terceras», en el uso de «tercera» en vez de «alcahueta», y en la oposición a la tercería, es completamente cervantina, según discute Augustín Redondo en «De las terceras al alcahuete del episodio de los galeotes en el Quijote (I, 22). Algunos rasgos de la parodia cervantina», Journal of Hispanic Philology, 13 (1989), 135-48.

 

217

Se puede leer, sin las notas originales, en Manuel Fernández Nieto, En torno a un apócrifo cervantino: El «Buscapié», de Adolfo de Castro (s.e., Madrid, 1976). La editorial Crotalón de Madrid ha anunciado Una contienda cervantina: verdades y supercherías en torno a «El Buscapié» (Folletos de una polémica), con prólogo de Pedro M. Cátedra.

 

218

Además del libro de Fernández Nieto ya citado, se halla la historia del episodio en Cayetano Alberto de la Barrera, El cachetero del «Buscapié» (Santander, 1916), y un resumen al día en la tesina de Joseph Munz, dirigida por Avalle-Arce, «"La tía fingida" and the Novelas ejemplares», University of North Carolina, 1982.

 

219

Véase F. Sánchez Cantón, «La librería de Velázquez», en Homenaje ofrecido a Menéndez Pidal (Madrid: Hernando, 1925), III, 379-406, en la p. 379.

 

220

En su libro El Conde-Duque de Olivares y el rey Felipe IV (Cádiz, 1846), había defendido la tesis de que el Quijote de Avellaneda había sido escrito por Luis de Aliaga; y, en una de las varias ediciones comentadas del Buscapié, lo atribuyó a fray Alonso Fernández (estos datos en Juan Givanel Mas, Catálogo de la colección cervantina de la Biblioteca Central [Barcelona, 1941-47], III, 297). En su Varias obras inéditas y en España Moderna, abril de 1889, propuso la candidatura de Alarcón (el artículo en España Moderna sólo conocido por la ficha de Ford y Lansing, p. 107).