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1

[Mantenemos la paginación del original, aunque ésta empieza con números romanos que se interrumpen en la página X para reiniciar la numeración con arábigos desde el número 1. El apartado final «Notas y apéndices» presenta una numeración propia también en arábigos. (N. del E.)]

 

2

Mr. Henry Harrisse (americano), en su examen crítico de la historia de Cristóbal Colón, atribuida a su hijo don Fernando, ha hecho vacilar algo la fe de que don Fernando Colón sea efectivamente el autor de tal libro. Dicha historia se imprimió por primera vez en Venecia el 25 de abril de 1571, traducida del español al italiano por Alfonso de Ulloa. Las reimpresiones de 1614, 1676, 1678, 1685, 1709, 1728, 1867, y probablemente las de 1596 (don Nicolás Antonio), 1618 y 1672 (Cancellieri), se originaron de la traducción italiana de Ulloa, sin que haya sido posible encontrar el original castellano atribuido a don Fernando Colón. Véase como trato este punto en el Apéndice II. (N. del A.)

 

3

Lo particular es que un hombre tan instruido como Martín Behaim, desaprobara la idea de Colón. (N. del A.)

 

4

Por este tiempo envió a Inglaterra a su hermano don Bartolomé, para que negociase con Enrique VII lo mismo que él pasaba a negociar a Francia; no se sabe a punto fijo lo que le detuvo en su comisión. El rey de Inglaterra acogió benignamente la proposición, y aun llegó a celebrar un contrato con don Bartolomé, cuyos pormenores son hasta ahora desconocidos. No es inverosímil que don Bartolomé escribiese desde Inglaterra al rey de Francia haciéndole sabedor del proyecto de su hermano. (N. del A.)

 

5

Se alcanzará al lector que los errores no son tan de monta que vicien lo esencial de la historia. Los sucesos principales ocurridos desde que Colón vino a España, hasta que en agosto de 1492 salió por primera vez a descubrir, son tan abultados, que podrán a lo sumo confundirse por la distancia, pero no omitirse. Las variantes están en el orden cronológico de ellos, de importancia suma, pero acerca de lo cual notaremos dos cosas: 1.ª Que dichos sucesos se desenvuelven en el corto período de ocho años. 2.ª Que es tal la incertidumbre a que dan lugar para su ordenación cronológica, que cuanto más se estudian los documentos en que se apoyan, tanta mayor es la vacilación en que el historiador se halla para hilvanarlos, plausiblemente siquiera. Los elementos que las fuentes históricas me han proporcionado para confeccionar este párrafo, van en la 2.ª parte de la nota A, que es indispensable leer para seguir la narración del texto, narración que, la verdad sea dicha, no tiene más autoridad que la que el lector quiera darle. (N. del A.)

 

6

Otra consideración de más elevado orden no dudo entraría en el ánimo de Colón, si es que en este tiempo la tenía, y es la que él mismo asigna en el preámbulo a su tercer viaje, de este modo «Yo, bien que llevase fatiga, estaba a bien seguro que esto (lo del viaje) no venía a menos, y estoy de continuo, porque es verdad que todo pasará, y no la palabra de Dios, y se cumplirá todo lo que dijo: el cual tan claro habló de estas tierras por la boca de Isaías en tantos lugares de su Escriptura, afirmando que de España les sería divulgado su santo nombre». Y en la carta que desde la Jamaica escribió a 7 de julio de 1503, dice, que de españoles ha de salir el que reedifique a Jerusalén... Oigamos de nuevo al marino genovés «Hierusalem y el monte Sión ha de ser reedificado por mano de cristianos: quien ha de ser, Dios por boca del Profeta, en el décimocuarto salmo lo dice. El abad Joaquín dijo que había de salir de España». En otra carta a los reyes, que está ingerida en el libro de las Profecías, dice de nuevo: «El abad Joaquín, calabrés, dijo que había de salir de España quien había de reedificar la casa del Monte Sión». Colón era a su quicio el designado por Isaías y el abad Joaquín, y aun por Séneca, en cierto modo (A). No dije a humo de pajas poco ha: «si es que Colón supo todo esto cuando los tres reyes lo invitaron», porque en una de las cartas que escribió a su hijo don Diego (Colección de Navarrete I, página 492) le decía. «Y es de dar priesa al señor Obispo de Palencia, el que fue causa que sus altezas hobiesen las Indias y que yo quedase en Castilla, que ya estaba yo de camino para fuera». Si cuando vino a España y durante todo el tiempo que estuvo en ella hasta que salió a descubrir, sabía todo esto, ¿cómo casarlo con las gestiones hechas en Francia e Inglaterra, para que de ellas saliese contra la Escritura y el abad Joaquín, el que en las tierras buscadas había de divulgar el nombre de Dios? (N. del A.)

 

7

Los ingleses, prusianos y norteamericanos han perfeccionado el modelo. (N. del A.)

 

8

Dice este historiador que por obligación que tenían de dar por tres meses del año dos carabelas. Otros autores, que las dieron en castigo de un alboroto; y así consta por el decreto de los reyes en 30 de abril de 1492, el cual llevó Colón y lo presentó en Palos.

Pero como nadie quería embarcarse, pues en Palos se sabían muy bien los resultados obtenidos por los portugueses que habían explorado al occidente, recurrió Colón a los reyes para que mandaran tripular las carabelas con presidarios, lo cual ellos otorgaron en provisión de 30 de abril de 1492. No hubo necesidad de recurrir a este lastimoso extremo ni a llevar las carabelas embargadas, porque Martín Alonso Pinzón tomó a su cargo el preparar la expedición. Y así, además de comprometer a dos hermanos suyos, arrastró con su autoridad a muchos marineros y dio o suyas o de sus parientes dos de las tres carabelas. (N. del A.)

 

9

Nos reservamos para un poco más adelante el estudio crítico de este viaje, en el que negamos que las alteraciones dichas fueran de tal entidad, que con razón puedan ser calificadas de motines. (N. del A.)

 

10

Habitaba esta isla y las otras inmediatas, una raza apática y endeble que parecía destinada a servir de cebo a los que más tarde se llamarían caribes. Y aunque éstos eran antropófagos bueno será recordar que estos indios (así los llamaremos siguiendo la costumbre) parece solían conservar los restos de sus antepasados a manera de reliquias, lo cual da lugar a creer que no sería tanta la carne humana devorada, como pudiera aparecer por solo estas señales. (N. del A.)

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