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No hace falta ir más allá del exordio, con el notorio engarce de definitio («Assí commo ha muy grant plazer...») y probatio («Et por probar aquesto...»). Sirvan para la comparación U. Mölk, Französische Literarästhetik des 12. und 13. Jahrhunderts: Prologue, Epilogue, Tubinga, 1969, y J. A. Schultz, «Classical Rhetoric, Medieval Poetics and the Medieval Vernacular Prologue», Speculum, LIX (1984), pp. 1-15.

 

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Para la fundamentación de cuanto apunto, vid. el hermoso trabajo de Francesco Bruni «Semantica della sottigliezza. Note sulla distribuzione della cultura nel Basso Medioevo», Studi Medievali, 3.ª serie, XIX (1978), pp. 1-36.

 

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M. R. Lida, loc. cit., p. 122, parece juzgar que en el «deliberado silencio» de don Juan sobre la Antigüedad desempeña un papel «muy principal su condición social de magnate cortesano». Por el contrario, creo que si en la España del siglo XIV el mundo antiguo podía interesar en particular a algún estamento, ese era el más elevado; cf. sólo «Petrarca y el “humanismo catalán”».

 

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Cfr. por ejemplo D. L. d’Avray, The Preaching of the Friars, pp. 163-180, etc., y los capítulos de R. Antonelli («L’Ordine domenicano e la letteratura nell’Italia pretridentina») y de C. Bologna («L’ordine francescano», etc.) en la Letteratura italiana de Einaudi, ed. A. Asor Rosa, I, Turín, 1982, pp. 681-797.

 

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A no ser que por justificar se entienda hacer «dominica» la «estricta sujeción a la ortodoxia oficial» o tener a la Virgen por «madre de Dios e reína de los cielos e de la tierra ... e señora puesta sobre todos los choros de los ángeles», etc., como, sorprendentemente, lo entiende doña María Rosa Lida, loc. cit., pp. 97-103.

 

176

El asunto sigue todavía por estudiar minuciosamente; M. R. Lida insinúa muchas coincidencias entre Llull y don Juan, mas, para no dañar a su planteamiento, ella misma se ocupa en quitarles peso.

 

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Síntoma notorio del prejuicio que lastra algunos enfoques del dominicanismo de don Juan Manuel es que no se mencione que a la exaltación de los «pedricadores» en el capítulo LI del Libro de los estados (Obras, I, pp. 493-502) debía seguir un apartado sobre los «menores»: «Et commoquier que amas [órdenes] començaron en un tiempo, peró que començó ante la de los pedricadores, por ende vos fablaré primero en ella». Parece claro que el Libro «was not fully finished» (ed. R. B. Tate e I. R. Macpherson, Oxford, 1974, p. XLVI); pero, en concreto, la falta del capítulo sobre los franciscanos ¿podría deberse a una «censura» ejercida en el monasterio de Peñafiel?

 

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Se lo reprochaba crudamente Pablo de Burgos, a comienzos del Cuatrocientos: «pluries videtur impugnare irrationabiliter Sanctum Thomam, quandoque expresse, quandoque tacite ... A quo etiam sancto doctore ipse Postillator multa frequenter accipit, licet eum non alleget, nisi solum reprehendendo» (en Patrologia latina, CXIII, col. 46).

 

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T. S. Eliot, «The Metaphysical Poets», en Selected Prose, ed. J. Hayward, Harmondsworth, 1953, p. 117, en coincidencia con J. Baruzi, Saint Jean de la Croix et le problème de l’expérience mystique, París, 1931, p. 348.

 

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Entre la bibliografía más añeja, cf. E. Chiòrboli, «I sonetti introduttivi alle Rime Sparse», en D. Bianchi et al., Studi Petrarcheschi, Arezzo, 1928, pp. 65-77, y su ed. de Le «Rime Sparse», Milán, 1924, pp. 2-9; entre la más reciente, M. Santagata, «Connessioni intertestuali nel Canzoniere del Petrarca» (1975), ahora en su libro Del sonetto al Canzoniere, Padua, 1979, pp. 24-26.

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