361
Cf. «Un prólogo al Renacimiento español», pp. 62-65.
362
Los datos han sido
presentados por M.
Á. Ladero y M. C. Quintanilla,
«Bibliotecas de la alta nobleza castellana en el siglo
XV», ponencia en el coloquio Livre et lecture en Espagne et en France sous
l’Ancien Régime, Madrid, Casa de
Velázquez, noviembre de 1980 [y ahora acaban de publicarse
en el correspondiente volumen de actas, París, 1981,
pp. 47-59; ahí se
señala que una buena parte de los libros inventariados en
1507 -a menudo calificados de «viejos»
o «muy viejos»
, y sólo por
excepción «de molde»
-
pertenecería a don Enrique (muerto en 1492) y que entre
ellos se hallaban «un estrolatio que
tiene cuatro ruedas de latón y otro triábulo de
latón e otros antojos de latón»
].
363
F. J. Sánchez Cantón, La biblioteca del Marqués del Cenete, iniciada por el Cardenal Mendoza, Madrid, 1942.
364
Como se lee en la epístola (también a Mendoza) añadida a la reimpresión salmantina de 1482, fol. e1.
365
-La
traducción y glosas del soneto Non Tesin... pueden
leerse ahora en D. C. Carr, «A Fifteenth
Century Castilian Translation and Commentary of a Petrarchan
Sonnet: Biblioteca Nacional, MS 10186, folios
196r-199r», Revista canadiense
de estudios hispánicos, V: 2 (invierno, 1981),
pp. 123-143. -Para el
ms. Additional 21.245, véase
Pedro M. Cátedra, «Sobre
la biblioteca del Marqués de Santillana: la
Ilíada y Pier Candido Decembrio», Hispanic Review, LI, en
prensa. -El poemilla de Bartolomé Colón (cf.
nota 354) acaba de ser incluido por Consuelo Varela en su
útil edición de Cristóbal Colón,
Textos y documentos completos, Madrid, 1982, p. LV, nota; la conjetura que ahí se
introduce en el verso 6 («... Hispanae zona illa, prius incognita,
gentis...»
) no me parece
necesaria. -Al dejar abierta la posibilidad de que Colón
poseyera y anotara la Historia rerum ya durante su etapa portuguesa, no
tuve suficientemente en cuenta las graves objeciones que a tal
hipótesis plantea Giuseppe Caraci, «A
proposito delle “postille”
colombiane», Pubblicazioni dell’Istituto di Scienze
geografiche, Università di
Genova, Facoltà di Magisterio, XVIII (1971),
pp. 3-15.
366
Copio la
modélica exposición de R.
Lapesa, La trayectoria poética de Garcilaso,
Madrid, 1948, pp. 190-191; don
Rafael prescinde deliberadamente (vid. pp. 198-199) de textos «de autenticidad problemática o
improbable»
como el soneto XL de E. L. Rivers, ed.,
G. de la Vega, Obras completas
con comentario, Madrid, 1974. Vid. abajo, ad n. 407,
y, para un registro de los versos agudos en Garcilaso, n. 450.
367
«En composiciones sin heptasílabos
-continúa Lapesa- parece ser menor desde un principio la
cantidad de agudos: escasean en la Octava rima, en la
epístola I y más aun en el Leandro y en el
capítulo I; no se ve ninguno en los quince últimos
sonetos, ni tampoco en el capítulo II. Si en la
epístola a Mendoza, escrita lo más pronto en 1539, es
algo mayor la proporción (18 agudos en 403 versos, 4,46 por
100), ello se debe, sin duda, al ejemplo de Mendoza, quien usa
cuarenta y tantos versos oxítonos en la carta a que contesta
Boscán»
(pp.
225-226).
368
Obras poéticas de D. Diego Hurtado de Mendoza, ed. W. I. Knapp, Madrid, 1877, pp. 1-28, núms. I-XLI. Ni que decir tiene que las atribuciones no son dogma de fe: el intachable soneto XXXII debe ser de Cetina (Obras, ed. J. Hazañas, Sevilla, 1895, núm. CXII), el empecatado XL figura en los zibaldoni de Álvar Gómez (BNM, ms. 7896, fol. 295v; copiado entre 1545 y 1555), etc. Váyase lo uno por lo otro.
369
Juan de la Cueva, Exemplar poético, II, 186.
370
Si no
tuviéramos en cuenta, claro, la exigüidad del
repertorio de poemas rimados que podemos reputar de Gonzalo
Pérez (cf. abajo, ad n. 411);
y no es fácil que Hozes lo adujera sólo como
contrario a «fenecer todos los versos
en vocal»
.