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481

En la misma dirección, es célebre la «habla ética» del hipócrita Cabra ( F. de Quevedo, La vida del Buscón, ed. F. Cabo Aseguinolaza, Barcelona, 1993, p. 67; por excepción en tan sólido trabajo, la nota no está bien orientada); otros casos más recónditos, en el utilísimo Vocabulario completo de Lope de Vega, Madrid, 1971, de Carlos Fernández Gómez, p. 1164.

 

482

F. de Quevedo, La vida del Buscón, ed. F. Lázaro Carreter, Salamanca, 1965, p. 26 (según la princeps y los manuscritos S y C). El uso llega a Pío Baroja («... tirada por dos caballos héticos, cubiertos con gualdrapas amarillas»; Las tragedias grotescas, XX), mientras en la Castilla rural sigue hablándose, por ejemplo, de «ovejas héticas y pelléticas» (‘perléticas’).

 

483

Ratio atque Institutio studiorum Societatis Iesu, Roma, 1616, p. 68.

 

484

Véase también La escuela de las casadas, III, 9: «-No arguyes de buena fe, / aunque estás muy metafísica...».

 

485

M. F. Suárez, Sueños de Luciano Pulgar, ed. J. J. Ortega Torres et al., IV (Bogotá, 1941), pp. 108-109; y vid. IX (1945), p. 230: «-Yo, a mi turno, te diré también que metafísico estás. -No ando metafísico, sino muy físico».

 

486

Apud Antonio Rodríguez, Museo iconográfico del «Quijote», México, 1987, p. 102.

 

487

S. de Madariaga, ed., Don Quijote, Buenos Aires, 1962, p. 57, nota 26.

 

488

O por otros análogos: «Rocinante..., por no comer, estaba metafísico. Es decir, señores, que cuando Don Quijote pierde la fe en su cabalgadura, que es la Metafísica andando, deja de ser caballero andante...» (A. Bonilla y San Martín, Don Quijote y el pensamiento español, Madrid, 1905, p. 22).

 

489

Últimamente en Miguel Primo de Rivera y Urquijo, Papeles póstumos de José Antonio, Barcelona, 1996, p. 279. Debo la localización de la cita a mi viejo amigo Rafael Borrás; ni él ni yo, ni siquiera Andrés Trapiello, recordamos en cambio quién lo refundió en un endecasílabo: «la eterna metafísica de España».

 

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Por ello, para evitar que el poema se tomara en el pronto como una confirmación de tales exégesis, el autor, con buen criterio, prescindió después del epígrafe. Por otro lado, creo que Jaime Gil tenía presente el final del prólogo de Jaime Vicens Vives a la segunda edición de Aproximación a la historia de España, Barcelona, 1960, p. 25: «es muy dudoso que España sea un enigma histórico, como opina Sánchez Albornoz, o un vivir desviviéndose, como afirma su antagonista. Demasiada angustia unamuniana para una comunidad mediterránea, con problemas muy concretos, reducidos y “epocales”: los de procurar un modesto pero digno pasar a sus treinta millones de habitantes». No me extrañaría que también a Vicens le bailara por la cabeza el verso de Cervantes.

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