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Creo que fue don Pedro Bohigas el primero en proponerlo, notando que en la historia de Roboán «disminuyen... los aleccionamientos y ejemplos didáctico-morales y se muestra, en cambio, mayor preocupación por la cortesía y la buena presentación del protagonista... El contraste entre [ciertas] expansiones sentimentales y la narración enjuta de la primera y la segunda partes [según la fragmentación de Wagner] es grande, y no nos sorprendería que en estos y en algún otro pasaje se sintiera el retoque posterior de un refundidor, más aficionado a lo maravilloso y a lo sentimental que quien concibió la obra» («Orígenes de los libros de caballerías», en Historia general de las literaturas hispánicas, ed. G. Díaz-Plaja, I, Barcelona, 1949, p. 533). Germán Orduna, ante la dificultad de reconciliar las pistas cronológicas que se hallan en el preámbulo, defiende la existencia de un refundidor a quien se deben «todas las correspondencias textuales que han servido a los críticos para afirmar la unidad de la obra en su extensión y contenido actuales» («Las redacciones del Libro del cauallero Zifar», en Studia in honorem prof. M. de Riquer, IV, Barcelona, 1991, p. 291). Veo con simpatía esas propuestas, que, de confirmarse, llevarían agua a mi molino.

 

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Según el cómodo resumen de J. M. Cacho Blecua, «Los problemas del Zifar», p. 69a.

 

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Un detallado Análisis lingüístico de «Otas de Roma» trae H. J. Baird, Jr. (Madrid, 1976). Vid. también R. M. Walker, ed., El cavallero Pláçidas, Exeter, 1982, pp. XI-XV, y más abajo, mi n. 79.

 

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J. R. Maier y T. D. Spaccarelli, «Ms. Escurialense h-I-13: Approaches to a Medieval Anthology», La Corónica, X (1982-1983), pp. 18-34, donde se hallará reseña de la anterior bibliografía sobre el manuscrito. Los fragmentos del presente ensayo publicados en El caballero Zifar... (arriba, n. 55) incluyen algunas reproducciones fotográficas.

 

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J. K. Walsh, «The Chivalric Dragon: Hagiographic Parallels in Early Spanish Romances», Bulletin of Hispanic Studies, LIV (1977), n. 19.

 

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Vid. la adecuada presentación y la completa bibliografía de J. Hamesse, «Parafrasi, florilegi e compendi», en Lo spazio letterario del Medioevo, I: Il Medioevo latino, III: La ricezione del testo, ed. G. Cavallo et al., Roma, 1995, pp. 197-220.

 

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El proceso que tan sumariamente evoco diverge en dirección respecto a la «compilatio» que M. Parkes concibe «both as a form of writing and as a means of making material easily accessible» («The Influence of the Concepts of ordinatio and Compilatio on the Development of the Book», en Medieval Learning and Literature. Essays presented to R. W. Hunt, ed. J. G. Alexander y M. T. Gibson, Oxford, 1976, pp. 115-141) y que A. J. Minnis caracteriza por el recurso a «various methods of subdividing and organising materials» y a unos «elaborate systems of cross-reference» («Late Medieval Discussions of compilatio and the Role of compilator», Beiträge zur Geschichte der deutschen Sprache und Literatur, CI, Tubinga, 1979, pp. 385-421). No comparto la idea de Parkes, Minnis y bastantes chaucerianos recientes de que la «compilatio» de que ellos hablan es noción que surgió en el curso del siglo XIII y que desde ese momento determinó nuevos métodos (como el orden alfabético) «to make inherited material excerpted from the writings of established auctores accessible in more systematic form» (A. I. Doyle y M. B. Parkes, «The Production of Copies of the Canterbury Tales and the Confessio amantis in the Early Fifteenth Century», en Medieval Scribes, Manuscripts and Libraries. Essays presented to N. R. Ker, ed. M. B. Parkes y A. G. Watson, Londres, 1978, p. 190): tales métodos existían desde tiempo atrás, y la razón de que proliferaran desde el siglo XIII no fue el presunto descubrimiento de ninguna noción desconocida de la «compilatio», sino las distintas condiciones de una producción libraria creciente al calor de las necesidades de un público cada vez mayor (vid. R. H. y M. A. Rouse, «Ordinatio and compilatio Revisited», en Ad litteram. Authoritative Texts and their Medieval Readers, ed. M. D. Jordan y K. Emery, Jr., Notre Dame, 1992, pp. 113-134), condiciones y necesidades que muchos escritores, por supuesto, fueron tomando progresivamente más en cuenta. Como quiera que sea, la «compilatio» de Parkes y compañía (para el uso real de la Edad Media, cf. N. Hathaway, «Compilatio: From Plagiarism to Compiling», Viator, XX [1988], pp. 19-44) representa si acaso la otra cara de la moneda de las infinitas compilaciones a que me refiero en el texto: justamente aquellas en que la posible unidad de tema o sentido no encubre la independencia de los diferentes libros que las constituyen.

 

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Recuerdo sin más el magnífico ensayo de M. de Riquer, «La novela en prosa y la difusión del papel», en Orbis Mediaevalis. Mélanges de langue et de líttérature médiévales offerts a R. R. Bezzola, Berna, 1978, pp. 343-351.

 

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Cito los autorizados resúmenes de D’A. S. Avalle, I manoscritti della letteratura in lingua d’oc, ed. L. Leonardi, Turín, 1993 y de R. Marichal, «Livre manoscrit», en Dictionnaire des lettres en françaises. Le Moyen Âge, ed. R. Bossuat et al., París, 1992.

 

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Vid. sólo F. Rico, Alfonso el Sabio y la «General estoria», Barcelona, 19842, pp. 31-32, etc.; otros enfoques, en B. Guenée, «Lo storico e la compilazione nel XIII secolo», en Aspetti della letteratura latina nel secolo XIII, ed. C. Leonardi y G. Orlandi, Perugia, 1986, pp. 57-76. Para la historiografía de nuestro período, que aquí sólo rozaré, es esencial el libro de D. Catalán, La «Estoria de España» de Alfonso X. Creación y evolución, Madrid, 1992, donde se revisan y corrigen viejas opiniones de Menéndez Pidal, quien, «al identificar los principales tipos de “crónica general de España” derivados de la que creyó alfonsí, los elevó a la categoría de obras, y al suponerlos producto de una tarea unitaria de elaboración independiente, cuando en la mayor parte de los casos no eran sino fruto de la mixtura de textos preexistentes, ocultó la complejidad de su diversidad interna» (cito el resumen de una investigadora tan calificada como I. Fernández Ordóñez, en Ínsula, núm. 563, noviembre de 1993, p. 2b).

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