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110.       Por esto la doctrina cristiana concibe la Fe como un don gratuito de Dios, como la palabra ginadan (originariamente descender sobre) indica. -Comp. prop. XXV y LXIII.

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111.       V. prop. LXIV.

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112.       V. prop. XLIX a LIL.

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113.       Comp. prop. LXX a LXXIII.

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114.       Krause, en la Introducción a su Ideal de la Humanidad (Dresde, 1811; 2.ª ed. idéntica, Gotinga, l851), dice: «La Fe del puro de corazón no teme el examen de la inteligencia, pues conocimiento y sentimiento son todo uno, como luz y calor. La Fe vive en la clara vista de la total y suprema Verdad, que abraza en sí toda verdad armónicamente, y por esto concuerda la ciencia con ella, cuando es propiamente tal, viviendo perenne en cada espíritu la vista fundamental de Dios. En el organismo del conocimiento se aclara y fortalece la Fe misma; y en la armonía del Saber con las creencias se manifiesta otra vez al hombre la presencia de Dios. ¡Feliz el hombre, feliz la Humanidad que han llegado a esa armonía del corazón y de la inteligencia, de la Religión y de la Vida! porque sólo en ella pueden llenar su destino. Interesarse en los negocios humanos, emprenderlos con alegre confianza, no es dado sino a aquel que en parte se regocija de esta armonía en su propio interior, y toma su parte en el puro amor a la Humanidad, que forma con él un sólo hombre,»

     Este libro, que ha sido arreglado al español(a) y al italiano, se ha utilizado mucho ciertamente hasta hoy en Alemania; pero aunque por sólo el estilo es ya una obra maestra, los más de los que lo han aprovechado no lo citan, merced a lo qué ha permanecido ignorado del público general. Por esto es muy de agradecer que Luisa Otto, para atraer hacia este libro la atención de las mujeres ilustradas, haya dado muchos extractos de él en su Genio de la Humanidad, publicado hace un año, y traducido ya al holandés y al sueco. Ninguno de estos dos libros debería faltar en ninguna familia que aspire a una cultura elevada, y que hallará siempre en ellos un verdadero tesoro doméstico.

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115.       Sobre el enlace de ambas, V. prop. IX, nota.

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116.       El predicador escoces A. van Andel me manifestó, al oír este pasaje, y como un ejemplo de la Fe sin palabra, el siguiente: «En la Iglesia escocesa no se halla en uso la confirmación, como en Alemania y en algunos otros países. Se cuida ciertamente todo lo posible de que la juventud reciba una sólida enseñanza religiosa; pero se deja al deseo y necesidad de cada individuo solicitar su admisión a la comunión. Así ocurre muchas veces que hay quien sólo en los últimos años de su vida siente ese deseo de acercarse a la mesa del Señor mientras que otros, indiferentes a las cosas religiosas o completamente incrédulos, permaneciendo en esta disposición, jamás lo hacen. Ahora bien; una anciana se presentó a un pastor y solicitó de él recibir la Eucaristía. El párroco le dijo lo que consideraba de su deber, y procuró averiguar especialmente si la que por tanto tiempo no había sentido esta necesidad tenía suficiente conocimiento de lo que deseaba. Pero la anciana no se hallaba en el estado de dar una respuesta satisfactoria, por lo cual el párroco juzgó necesario aconsejarla que reflexionase todavía algún tiempo sobre lo que significa recibir al Señor. La mujer se marchó: y al cabo de un cierto plazo volvió; mas sin poder tampoco dar a las amistosas preguntas y advertencias del cura mejor respuesta que la vez primera. El buen cura estaba todo turbado y confuso, sin saber qué hacer con la pobre viejecita. Entonces ésta profundamente conmovida, prorrumpió en estas palabras: '¡Ah! señor cura, yo nada sé decir; pero moriría por mi Salvador!' Admirose y regocijose el párroco, y con toda satisfacción accedió al vivo deseo de aquella alma.»

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117.       Hablando una vez de esto en Berlín con el profesor Stahl, me declaró que no creía posible que un partido de esta clase, llegase a prosperar.

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118.       Esto se aplica también a la conducta para con las diversas comuniones cristianas. De hecho, la cuestión de si el protestantismo oficial excede realmente en vigor cristiano al catolicismo, tanto como suele suponerse en los círculos protestantes, es cuestión todavía. Las últimas manifestaciones y reservas de los católicos más pensadores y la dejadez o incuria (con presunción de ilustrada) de los más de los protestantes respecto de los esfuerzos reaccionarios de los jesuitas, ofrecen en este punto abundante materia de reflexión.

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119.       El judaísmo antiguo debe distinguirse del de los profetas, y por tanto el Dios iracundo, vengador y caprichoso de aquél, del padre amoroso y juez soberanamente justo del segundo, especialmente en el Libro do la Sabiduría.

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