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140.       V. prop. III.

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141.       V. las Lecciones de Krause sobre el sistema de la Filosofía, página 492 y los pasajes señalados en la palabra revelación en la tabla de materias de su Filosofía absoluta de la Religión. En mi prólogo al t. III de este último, digo sobre el presente asunto, entre otras cosas, lo que sigue (v. XVI., etc.)

     En los seres racionales finitos y en su vida, que se desenvuelve según leyes divinas se refleja la unidad de Dios, según la explica en este respecto Krause no meramente como esencia general, si que también como esencia individual. en propia original determinación. La razón pura, que abraza la verdad en su naturaleza universal, como eterna idea, no es, por lo mismo, ni la única fuerza del hombre, ni el solo poder eficaz en la historia. Tiene en frente y obrando en acuerdo con ella el sentido de lo bello y el amor al bien, o expresado de una vez: el sentido de lo individual. Ahora bien, lo individual es ciertamente infinito, y constituye un organismo de infinitos grados, siendo, por lo tanto, objeto de una idea racional: pero en su última plenitud y riqueza es, sin embargo, eternamente inasequible al pensar abstracto; y sólo por el espíritu personal, todo uno en sí, que existe sobre sus particulares, y por tanto, sobre ese pensar abstracto, se implica y se enlaza con su opuesto, lo general, en el todo vivo de la corriente histórica.

     Merced a esa íntima adhesión de la Humanidad a las personas de sus bienhechores, que es un elemento fundamental de todo concepto religioso-positivo, se reconocen los límites a que la razón pura capaz sólo de abrazar el aspecto general de la esencia divina, está sometida en sí misma, por lo que toca al otro aspecto, al individual, de esa esencia al entrar en el proceso de la vida. La verdad puramente racional o la revelación eterna de Dios al espíritu humano, y mediante éste, es ciertamente un bien común que todos tienen en su capacidad racional el poder de apropiarse. Mas para el esclarecimiento efectivo de esta eterna revelación en la conciencia y en el conocimiento científico de los hombres; para que fructifique en la vida; así como y especialmente para el conocimiento y aceptación de las verdades más esenciales y de las señales y avisos de Dios, es en cada grado nuevo abierto en la vida una ley eficaz que. siempre estas verdades sean reconocidas y comunicadas por uno o por pocos, primeramente, antes de que trasciendan a la atmósfera intelectual, convirtiéndose en patrimonio común de todos los hombres pensadores. Pues es ley más general aún, y nacida de la esencia de lo individual y del carácter orgánico de toda realidad, que los hombres nazcan con diversas aptitudes y vocaciones. Y mientras se mantengan en vigor estas leyes en la vida de la Humanidad, valdrá también otra ter cera, a saber: que aquéllos que lograron el beneficio de ser guíados por los elegidos de nuestro linaje al conocimiento de la verdad y a la voluntad del bien, sienten respecto de ellos una gratitud, una especial estimación y una adhesión de todo su ser. Esta adhesión a las personalidades directoras tiene lugar en todas las esferas de la vida y sin ellas ninguna obra social puede prevalecer. La independiente igualdad de las personas que cooperan a la indagación científica, es carácter predominante de esto sólo: pero el de la manifestación social del arte, en las mas que de las obras en que se ejercita el de la vida, esta libre subordinación orgánica de todos a la dirección de uno, el maestro. Y únicamente, viene a ser desautorizada e inconveniente esta adhesión cuando, andando el tiempo, y merced a un injusto divorcio entre lo que originalmente pertenece al primer fundador de una institución histórica y lo que debemos a sus sucesores, que la han ido aumentando, se desconocen los servicios de éstos y por una mal entendida gratitud hacia aquél, se idealizan sus méritos contra la verdad histórica, y se acaba por dispensar de toda posibilidad real al círculo de sus adeptos.

     Lo positivo en todas las esferas de la vida, y por tanto en la Religión, no es cosa inaccesible a la ciencia racional, ni excluida, o suprimida por ella sino cosa que hasta hoy no ha llegado a estimar debidamente. Es la misma verdad, a cuyo conocimiento abstracto conduce dicha ciencia, pero abrazada ahora individualmente en su misma formación y producción. No es ya la verdad divina en su generalidad, sino en su evolución finita. Si el original y grato atractivo que sella todo puro esfuerzo religioso y de noble y generosa abnegación a la Humanidad, abren camino en el corazón de los hombres como otras tantas señales celestes e irradiaciones de la Divinidad al indagador y nuncio de salvadoras verdades; si les mueve a otorgarle su confianza. a apropiarse sus ideas, sus sentimientos y su voluntad hallando condensado en aquella aparición su más íntimo ser, esta doble prueba de la verdad general en un grado determinado de la vida y personalidad no en sino reproducción del conocimiento ideal en un grado menos determinado: una revelación ulterior o continua de Dios a la razón en su vida, así como la verdad general, la idea es una primera revelación de Dios también a al razón finita en su eterna esencia; revelación que aún no ha entrado en el círculo de lo vivo y concreto: Y el hombre religioso, guiado del presentimiento o del conocimiento de un modo consciente de sí mismo y que ama y gobierna al mundo como Providencia, comprende esta santa relación y se siente feliz en ella. El maestro de verdad, que sabe mejor que nadie cuan poco depende de él, y cómo en muchas ocasiones no es sino un accidente favorable que sus palabras resuenen en el corazón de los hombres sin dejar la menor huella: y de otro lado, el oyente d ela verdad que, penetrado de lo débil de sus fuerzas que no son éstas, sino la fuerza divina con ellas aunada, la que en él obra el conocimiento de la verdad y le permite mantenerse en él, ambos dan de igual modo honor y culto a Dios.

     Las doctrinas que podríamos llamar «revelacionistas» tienen razón al señalar la Fe coma exigencia esencial y comienzo de la Religión positiva. Yerran sólo cuando piden una fe ciega, una sumisión incondicional al fundador o a los documentos de su confesión, pues renuncian de esta suerte a la verdadera fe y al criterio para reconocerla.

     Para los hombres y la Humanidad que han llegado a esta convicción, alcanza el elemento histórico singular interés. Entonces el hecho no tiene valor sólo como tal, en cuanto objeto de verdad y conocimiento, sino que por su conexión histórica, da a quien edifica sobre él garantía del porvenir de su obra, con la certeza de que no va contra la ley de unidad que en la historia se muestra también como imagen de la unidad divina; capacitándose así para comprender la historia de la Humanidad como una continua y corriente revelación individual de Dios en el sentido antes explicado. Su indagación es entonces científica en un superior sentido, una verdadera especulación histórica, y él mismo un verdadero profeta, si bien dentro de los límites científicos.

     Lo dicho no basta en manera alguna a agotar, ni aun en idea, la esencia de las revelaciones individuales de Dios, sirviendo sólo para reconocer una particular, pero importante relación de ellas. Pero en el rigoroso enlace del realismo racional, o doctrina del Ser (Wessenlhere) hallan cabida también e interpretación (hasta donde es posible a la Ciencia) las superiores esferas de la esencia y vida divinas, que son objeto de la revelación individual; así como los modos particulares de las divinas promesas de que no se trata en lo anterior, pero cuya aceptación en presentimiento constituye una parte de la creencia positiva.

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142.       «Siendo el organismo entero de la Ciencia el desenvolvimiento tan sólo de la idea de Dios, en su infinita y santa profundidad, se sigue que su indagación toda. es una intimación y penetración en Dios en cuanto espíritu conocedor, una presencia de Dios en el espíritu finito, una como Religión intelectual... En efecto, es lícito decir, si se entiende con exactitud que la investigación y vista de la Ciencia es una oración del espíritu... De aquí, el puro, profundo, y aun propiamente científico sentido religioso con que los investigadores, filósofos y matemáticos indios comienzan todas sus obras con una oración. (La razón científica de esta conducta la indica con exactitud el Upaekhat, t. II. p. 300)... Es, pues. evidente que el espíritu finito se reconoce como hallándose, delante de Dios y en Él, y teniendo su infinita personalidad siempre ante sus ojos; es, pues absolutamente cierto que la indagación de la Ciencia constituye un acto religioso, o dicho en los términos comunes, una adoración a Dios, en espíritu y verdad.» -Krause, -Lecc. sobre el sist. de la Filos., p. 395. etc. -Comp. también Rückert Sabiduría de los brahmanes.

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143.       La ley moral es: quiere y haz el bien, porque es la esencia del ser (de Dios) expresada en el tiempo. Sil ser finito determina su voluntad y su conducta individuales según esta ley; si las subordina a la voluntad y acción individuales de Dios, vive en, completa semejanza con El y es, en sus límites, cooperador de la infinita y eterna obra de la vida. Y en cuanto el hombre de puro sentido moral quiere manifestar por su parte sólo la esencia divina, aspirar a servir a Dios, viniendo a ser toda su vida una íntima unión, una imitación y asimilación a Él, un culto, en suma, viviendo con y delante de Dios, en su bienaventurada presencia, y considerando su obra moral como parte de la Religión y de su armonía y concierto con Dios.»-Krause, ob. cit., p. 505. -V. también mi prólogo a su Fil. de la Historia; Gotinga, 1843, p. XXX (28 de la edición aparte.)

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144.       V. las prop. LVII y LVIII.

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145.       V. Krause, Lecc. sobre el sist. de la Filos. P. 383 y 506.

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146.       Ibid. p. 480 etc.

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147.       Ib. p. 533.

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148.       Ib. p. 539, etc.

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149.       Ib. p. 518.

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