Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

261

O. c. p. 382.

 

262

«Antonio Buero Vallejo, académico». La Estafeta Literaria, n.º 462, 15 febrero 1971, p. 5.

 

263

«Cinco estrenos para la historia del teatro español», Primer Arto, n.º 100-101, noviembre-diciembre 1968, p. 26. Vid. también El teatro de Buero Vallejo, pp. 73 ss.

 

264

«Coloquio sobre el naturalismo, el costumbrismo, el sainete y el futuro de nuestro teatro». Primer Acto, n.º 102, septiembre 1968, p. 26.

 

265

La «Transfiguración del sainete» a la que MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO se refiere a propósito del estreno de Hoy es fiesta (ABC, 17 octubre 1956, p. 3) significa «la posibilidad de que el sainete ascienda a drama, sin perder sus características formales». En un «terreno común», indica, el sainetero y el dramaturgo trabajan de muy diferente modo.

PÉREZ MINIK (Teatro europeo contemporáneo, Guadarrama, Madrid, 1961, pp. 384-385) ha sabido expresar con precisión la evolución que la obra de Buero representa respecto al realismo de los sainetes de Arniches y Ramón de la Cruz o de los dramas populares de Dicenta: «El pequeño realismo coloquial, localista y pintoresco de todo este teatro se convertía en Historia de una escalera en un realismo procesal, problemático y tenebrista, es decir, que por primera vez en los anales de nuestro escenario el sainete divertido y ejemplar se transfiguraba en drama verdadero, universal y trascendente.»

También en la novela de postguerra hay una superación del realismo costumbrista: «El nuevo realismo supone, pues, la inserción nuevamente del mundo real en la novela, pero no se pretende meramente captar la superficie externa del hombre y el mundo como en el costumbrismo, sino penetrar en la relación dinámica de las vidas humanas y el medio en que se desarrollan.» (GEMMA ROBERTS: Temas existenciales de la novela española de postguerra, Gredos, Madrid, 1973, p. 42).

 

266

JUAN R. CASTELLANO había notado que «a la mayoría agradó la obra no sólo por la relativa novedad y calidad que implicaba, sino porque la superficie sainetesca la hacía muy directa para el público en general. (...) La nueva comedia, sin embargo, está muy lejos de ser sainetesca.» («Un nuevo comediógrafo español: A. Buero Vallejo», Hispania, XXXVII, March, 1954, p. 20).

 

267

P. 152.

 

268

Hemos visto que DÍEZ CRESPO se refirió a La casa de Tócame Roque. ALFONSO SASTRE («El Premio Lope de Vega 1949», La Hora, 6 noviembre 1949) alude a «obras anteriores en torno a una escalera», como Escaleras, de RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, o La escalera, de EUSEBIO GARCÍA LUENGO. A. DE MARÍA Y CAMPOS («Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo». En El teatro está siempre en crisis, Arriba el telón, México, 1954, p. 134) añade que «ésta tiene un conocido antecedente madrileño en el escenario de la zarzuela La Revoltosa, de LÓPEZ SILVA y FERNÁNDEZ SHAW, y otro, muy mexicano y por esto poco conocido, en el magnífico sainete La Vecindad de la Purísima, de EDUARDO MACEDO Y ARBEU». AUBRUN (o. c., p. 118) recuerda una obra del suizo ALBERT GHÉRI, Sixième étage, que trata de un tema semejante. A esta obra ya había hecho alusión MARIANO DARANAS en «El tinglado de la nueva farsa», Semana, n.º 625, 12 febrero 1952, p. 13. El primer acto de una obra de PIER MARÍA ROSSO DI SAN SECONDO, La Scala, estrenada en 1925, se desarrolla en una escalera de vecindad («Rellano de una escalera húmeda y gris, para muchos pisos y muchos inquilinos. La escalera de una de esas casas madrigueras en donde la vida propia de las ciudades industriales amustia a la media y pequeña burguesía.»)

La mayoría de estos antecedentes no eran conocidos por Buero. Pudo haber, como es lógico, algunas coincidencias parciales, pero ello no tiene demasiada importancia. Recordemos también cómo, a propósito de la visión colectiva de los personajes, se ha hablado de La calle, de RICE, y de Nuestro Pueblo, de WILDER, que, por lo demás, poco tienen que ver con Historia de una escalera y que para nada influyeron en Buero Vallejo.

 

269

SASTRE (art. cit.), destacó la complejidad del problema escénico, pues «la situación del drama en la escalera de una casa de vecinos le obliga a volcar la acción desde el interior de una casa a la escalera». Más tarde, en Drama y sociedad (Taurus, Madrid, 1956, pp. 51-52), advierte el extremo peligro de las construcciones de este tipo: «Hay autores que convierten determinados espacios escenográficos en principio del desarrollo de las situaciones: éstas suelen quedar, así, forzadas, arrojadas a un espacio que no es el suyo. Es el peligro de las obras pensadas desde un escenario que parece al escritor, por una razón o por otra, sugestivo: una calle, un tren, una escalera. El autor se plantea así seudoproblemas dramáticos -como cuando se plantea la cuestión de desarrollar determinada acción pluriespacial en un solo escenario- que sólo pueden ser resueltos echando mano de una degeneración de la técnica: la carpintería.»

 

270

pp. 12-13.