340. FRANCISCO GARCÍA PAVÓN, Teatro social en España (Madrid: Taurus, 1962), p. 138.
341. FRANCISCO RUIZ RAMÓN, Historia del teatro español. Siglo XX, 3.ª ed. (Madrid: Ediciones Cátedra, 1977), p. 343. Antes JOSÉ SÁNCHEZ había dicho que la importancia interna del papel de la escalera constituía el centro del drama («Introduction», Historia de una escalera [New York: Scribner's, 1955], p. XXIII).
342. El teatro de Buero Vallejo (Madrid: Gredos, 1973), pp. 79-80. Doménech parece hacer eco de ÁNGEL VALBUENA PRAT quien, años atrás, había comentado el tema del Ubi sunt en la obra, el tiempo en general y un cierto «anhelo de algo frustrado» (Historia del teatro español [Barcelona: Editorial Noguer, 1956], p. 659).
343. ANTONIO BUERO VALLEJO, Historia de una escalera, 4.ª ed. (Madrid: Escelicer, 1961), p. 19. Las cursivas son mías.
344. El género chico (Madrid: Taurus, 1962), p. 15.
345. Entre los tipos sainetescos, podrían incluirse el galán apuesto (Fernando), el jaranero agresivo (Urbano), la niña mimada (Elvira), el insolente chulo (Pepe), y su maja (Rosa), la tía deslenguada (Paca), el empleadillo del gobierno (el cobrador de la luz), etc. Alguno que otro crítico insiste en que la esencia de este drama no tiene nada que ver con el sainete. Pero nosotros, como ya hemos insistido, preferimos pensar que Buero, al hacer eco de los tipos sainetescos en sus personajes, logra darles una carga simbólica y afectiva que de otra forma no tendrían.
346. MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO, «Transfiguración del sainete», ABC, 17 de octubre de 1956.
347. En el tercer acto se habla de poner ascensor, el nuevo símbolo social, lo cual reduciría la importancia de la escalera.
348. O. B. HARDISON, Jr., Aristotile's Poetics (Englewood Cliffs, N. J.: Prentice-Hall, 1968), p. 122. Desde luego, hay que tomar estas palabras referidas al libro, no a la representación escénica.
349. GÉRARD GENETTE, Figures II (París: Seuil, 1969), p. 86, nota. Añade: «S'interroger sur la réalité (hors-texte) des sentiments de Mme. de Clèves est aussi chimérique que de se demander combien d'enfants avait réellement Lady Macbeth, ou si don Quichotte avait vraiment lu Cervantes.» La semiótica define al personaje como «l'assemblage de toutes les oppositions binaires, données dans le texte, aux autres personnages»; vid. IOURI LOTMAN, La Structure du texte artistique (París: Gallimard, 1975), pp. 335 y 349. Con un grado mayor aún de abstracción, se le ha definido también como «une sorte de morphème doublement articulé, morphème migratoire manifesté par un signifiant discontinu... renvoyant à un signifié discontinu... il sera donc défini par un faisceau de relations» (PHILIPPE HAMON, «Pour un Statut Sémiologique du personnage», Littérature, N.º 6 [1972], pero cito por la versión «remaniée» en BARTHES y otros, Poétique du récit [París: Seuil, 1977], pp. 124-25).