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ArribaAbajo Departamento XVI

(Figura 21)


Hemos señalado provisionalmente con este número al espacio limitado al N. por el Dep. XVIII; al E. por el designado como XVII; al S., por el Dep. XV, y al O., por las tierras sin excavar, ocupadas por las tierras vertidas durante estas campañas y las prospecciones antiguas.

Se trata de un espacio de forma trapecial, de unos cuatro metros en dirección E.-O. por dos metros de anchura N.-S., que es la distancia que separa el muro N. del Dep. XV del muro S. del XVIII.

La roca del subsuelo, en escalonado declive, sirve de apoyo a una densa capa de detritus gris-verdosos, no depositados horizontalmente, sino en estratos que siguen la inclinación de la roca y que encierran abundantísimos restos de fauna, cañas de cereales, pajas, bellotas, etc. todo ello en avanzado estado de mineralización. Alcanza el estrato una potencia de 50 a 70 cm. Ya en el límite oriental, que es la línea de prolongación hacia el N. del muro oriental del Dep. XV, sobre un amontonamiento de piedras procedentes de todos los muros aledaños, se transforma el estrato en la capa de barros grises sembrada de carboncillos observada ya entre las piedras del muro oriental del Dep. V y las de la curva N. occidental del VII.

Junto a las hiladas inferiores del muro N. del V, ciñéndose a la curva que describe, hay una costra de tierras endurecidas: una especie de canal que encierra tierras ásperas y sueltas que penetran entre las piedras de dichas hiladas inferiores. Posiblemente se trata de un vertedero o desagüe que conduce hacia el albollón descrito en el Dep. XV.

Sobre los detritus se hallan las consabidas tierras pardas y blancas, siendo de notar una zona removida junto a la pared N. del XV, vestigio de un moderno olivo desgajado.

El muro N. será descrito como pared S. del XVIII. El muro S. se ha detallado ya como N. del XV. El oriental se halla todavía sin definir; se han puesto al descubierto solamente unas piedras que parecen prolongar hacia el N. el zócalo inferior del muro oriental del XV, después de sobrepasado su enlace con el muro N. de este departamento. No parece existir muro de cierre por el O.

No hay vestigios de hoyos de postes ni de hogares, y si hacia el E. las piedras acumuladas y barros grises formaron parte de alguna otra construcción, su estado actual no nos permitió reconocerla.

No se descubrió ningún enterramiento, pero en la capa inferior de los detritus apareció un incisivo infantil de primera dentición, y un molar tricúspide con fuerte caries en la corona. Por el carácter de ambas piezas puede suponerse que sus respectivos propietarios pudieron perderlos en vida, pero hay que señalar también que en la limpieza de materiales procedentes de la capa inferior del Estrato III, apareció otro premolar humano, lo cual hace presumible la proximidad de algún enterramiento por los alrededores.


ArribaAbajo Estratigrafía y Materiales

  • Estrato I
    Tierra vegetal. 0-0,25
    • Metal:
      • Fragmento de anillo en barra de 5 mm. de diámetro (Lámina 75, 4 y figura 50, 1).
  • Estrato II
    Tierras blancas. 0,80-1,60
    • Hueso:
      • Punta de punzón grueso y romo.
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0,80-1,60
    • Piedra:
      • Afilador de pizarra gris con partículas brillantes, exfoliado en todo su contorno.
    • Concha:
      • Trozo de pectúnculo.
    • Metal:
      • 2 fragmentos adheridos de un brazalete en espiral de 6 mm. de diámetro (Lámina 75, 8 y figura 50, 6).
    • Cerámica lisa:
      • Rodaja de 4 cm. de diámetro.
      • Fondo de vasija con ónfalo (Figura 102, 14).
  • Estrato IV
    Detritus verdosos y amarillentos. 1,60-2,20
    • Piedra:
      • 5 «idolillos» de formas diversas en piedra, porosa blanquecina (Lámina 50).
      • Fragmento de afilador en arenisca clara (Figura 33, 1).
      • Trozo de arenisca fina con incisiones, al parecer naturales.
      • 2 pequeños cantos de cuarcita.
      • 3 lascas de cuarcita.
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    • Sílex:
      • 2 núcleos de lascas y uno de hojillas.
      • Hendedor en núcleo aplanado (Figura 26, 2).
      • 2 buriles centrales en lasca (Figura 26, 10).
      • Raspador grande circular (Figura 26, 1).
      • Punta con dorso de retoque abrupto, filo retocado y base rebajada (Lámina 42, 2 y figura 28, 4).
      • Hojilla truncada con retoques de uso (Lámina 42, 7).
      • Raspador pequeño triangular abultado (Figura 26, 11).
      • 3 lascas abultadas con raspadores recto, cóncavo y semicircular respectivamente (Lámina 42, 6 y figura 26, 5 a 7).
      • Raedera de frente truncado en lasca cortical (Lámina 41, 6 y figura 26, 4).
      • Cuchillo en lasca con retoques en la cara de lascado.
      • Cuchillo de 4,5 cm. en forma de gajo, con retoques en el filo (Figura 26, 8).
      • Gran lasca piramidal (Figura 26, 3).
      • 19 lascas de diferentes tamaños, algunas con retoques.
      • 17 dientes de hoz (Figura 29, 1, 4, 24 y 26).
    • Hueso:
      • Punta de flecha de pedúnculo y aletas en hueso de buey, de 4,5 x 1,5 x 0,4 cm. (Lámina 62, B, 3 y figura 45, 1).
      • Punzón acanalado de 3,5 cm. (Lámina 58, B, 5).
      • Punzón en radio de oveja con la articulación como empuñadura (Lámina 61, A, 3).
      • Esquirla grande de hueso plano, con saliente agudo en un extremo (Lámina 56, 4 y figura 44, 10).
      • Espátula o punzón acanalado de 73 mm. (Lámina 60, B, 5).
      • Punzón de sección circular de 47 mm. (Lámina 57, A, 9).
      • Fino punzón de sección circular de 43 mm. (Lámina 58, A, 3).
      • Trozo apuntado y quemado.
      • Colmillo de perro con amplia muesca en la base.
    • Asta:
      • Cuerno de ciervo redondeado por un extremo y biselado longitudinalmente por el otro, con la punta fraccionada y quemada. No creemos que se trate de los que se han considerado como «bocados de caballo», sino de una espátula. (Lámina 64, 9 y figura 46, 5).
    • Concha:
      • 2 caracolas sin perforar.
      • Fragmento de púrpura muy desgastado.
      • Fragmento de pectúnculo perforado.
    • Metal:
      • 3 fragmentos amorfos, uno de ellos en forma de gota. (Figura 51, 1, 7 y 8).
    • Cerámica lisa:
      • Cuenco hemiesférico con botón junto al borde (Figura 102, 1).
      • Pequeño cuenco muy bruñido (Figura 102, 2).
      • Vasija bitroncocónica, gris oscuro, bruñida (Figura 102, 4).
      • Vasija gris, bruñida, de base plana y paredes cóncavas exvasadas (Figura 102, 7).
      • Fragmento con botón junto al borde (Figura 102, 8).
      • Asa cilíndrica (Figura 102, 21).
      • Borde con asa elíptica (Figura 102, 16).
      • Fragmento con largo mamelón cilíndrico (Figura 102, 10).
      • Fragmento carenado y bruñido (Figura 102, 20).
      • 2 fragmentos carenados (Figura 102, 17 y 19).
      • Pequeña vasija negra, de carena media (Figura 102, 3).
      • Fragmento de cuchara o cazo, gris (Figura 102, 6).
      • Fragmento circular plano, negruzco y pulido, posible pie de copa (Figura 102, 12).
    • Cerámica ornada:
      • Fragmento con líneas incisas (Figura 102, 9).
      • Fragmento de borde con un rehundido triangular (Figura 102, 11).
      • Fragmento con orificio (Figura 102, 15).
      • Fragmento con orificio grande cerca del borde (Figura 103, 18).
      • Fragmento de encella (Figura 102, 13).
    • Adornos:
      • Colgante en colmillo de jabalí, adelgazado y perforado (Lámina 71, 3).
    • Vegetales:
      • Trozos de cuerda, paja, bellotas, todo en fuerte estado de mineralización que permite observarlos casi en su estado natural (Láminas 77, 78 y 79).
    • Fauna:
      • Utilizado como vertedero, al igual que la Zanja O. del Dep. XV, se recogió de aquí más de medio metro cúbico de huesos de animal.
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Tabla fauna del Departamento XVI





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ArribaAbajoDepartamento XVII

Limita al E. con el Dep. XIV, al S., con el VII, al O., con el XVI, y al N., con tierras sin excavar. Poco se puede afirmar todavía de esta vivienda, cuya excavación apenas sí ha sido iniciada. Se trata, en realidad, de una zanja practicada en sentido E.-O. para descubrir el paramento septentrional del muro que cierra el Dep. VII por el N. Nos ha movido a considerarla como nueva unidad la diferencia de altitud de su piso con respecto al subsuelo rocoso de su vecino el XVI, y el extenso estrato de cenizas, carbones y barros calcinados que no se dieron en este último. A juzgar por lo que ha podido vislumbrarse en la somera calicata realizada, coincidente con los últimos días de la campaña de 1960, la excavación de esta vivienda promete resultados del más subido interés.

La capa de tierras blancas, subyacente como siempre al estrato de tierras superficiales, aprisiona las dos hiladas superiores del muro septentrional del Dep. VII. El estrato de tierras pardas es aquí muy débil; pronto asoma por todas partes, y en especial por la zona adyacente al referido muro, una espesa capa de tierras negras que recubren y se introducen entre otra de barros calcinados que rellena el rincón NE. de la zanja, por delante del hueco que forma la entrada del Dep. XIV descrito en este último. No sabemos lo que pueda existir bajo esta capa quemada. Parece ser que las hiladas inferiores del muro N. del VII no descansan directamente sobre la roca, sino sobre un piso de barros y detritus, pero es este un extremo que necesita confirmación.

En el momento de abandonar la excavación, apareció un nuevo muro paralelo a la pared N. del Dep. VII que confluye hacia la jamba N. de la entrada al XIV. Se han descubierto algunas de las piedras del paramento meridional de este nuevo muro que, hacia el O., parece terminar en la prolongación hacia el N. del muro septentrional del XV, en la línea teórica de separación con el Dep. XVI. No se ha llegado a determinar con claridad la altura del muro N. del VII, ni esa zona de separación con el XVI.

Dijimos ya que, junto a la entrada al Dep. XIV, había una especie de escalón formado de piedras y barros. Cerca del nuevo muro se ha descubierto una placa de barro alisado, colocada de canto, que forma con aquel escalón una especie de hogar relleno de carbones y cenizas. En las inmediaciones de esta placa hay curiosos fragmentos de barros alisados, uno de ellos cónico, con la base algo cóncava (Lámina 55, 4 y figura 40, 2), y otro cilíndrico que deja ver por las roturas de sus extremos que en su interior había una cuerda arrollada en espiral (Lámina 55, 5 y figura 40, 3), probablemente para facilitar la adhesión del barro al objeto que recubría. Entre los carbones y cenizas de este presunto hogar, había una pesa de telar mal cocida y fragmentos de una gran vasija espatulada, de color amarillento por fuera y negro por el interior, con muñones rectangulares algo inclinados hacia arriba (Lámina 84, 1).


ArribaAbajo Estratigrafía y Materiales

  • Estrato I
    Tierra vegetal. 0-0,35 m.
    • Piedra:
      • Percutor en canto de ofita con restos de pulido.
      • Canto de cuarcita con negativos de lascado y extremos golpeados.
    • Cerámica ornada:
      • Fragmento con dos líneas incisas paralelas.
  • Estrato II
    Tierras blancas. 0,35-0,85 m.
    • Sílex:
      • Hacha de perfil almendrado, con un borde grueso, que conserva restos del córtex, y el opuesto rebajado a golpes de lascado alterno que producen un filo sinuoso muy gastado. Mide 8 x 5 cm. (Lámina 40, 2A y 2B).
      • Prisma de avivamiento de raspador nucleiforme, con aristas retocadas y huellas de parada, de 4,7 x 2,5 x 2,5 cm.
      • 2 núcleos de lascas.
      • 1 diente de hoz.
    • Metal:
      • Trozo de fuerte densidad, con pequeño orificio que no llega a más de la mitad de su espesor. Mide 1 cm. de diámetro y 0,8 de espesor. (Figura 51, 14).
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0,85-1 m.
    • Sílex:
      • Lasca con retoques.
      • Lasca con perforador.
      • 2 lascas.
      • 1 diente de hoz.
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    • Hueso:
      • Fragmento de punzón despuntado.
    • Cerámica ornada:
      • Cuenco negruzco de pasta fina, muy bruñido, con acanalado paralelo al borde (Figura 103, 5).
    • Adornos:
      • Botón con perforación en V roto por el puente (Lámina 76, 15 y figura 52, 14).
  • Estrato IV
    Barros calcinados y tierras con carbones. 1-1,5 ?
    • Piedra:
      • Mortero de pudinga, con cavidad circular de 4 cm.
      • Afilador pentagonal en placa de pizarra de 11 mm. de espesor.
    • Sílex:
      • Núcleo esferoidal.
      • Perforador o cincel en lasca triangular (Figura 28, 12).
      • Raspador en lasca.
      • Hoja con muescas retocadas.
      • 4 lascas.
      • 5 dientes de hoz.
    • Barro:
      • Los ya mencionados y varios trozos con impresiones diversas.
    • Hueso:
      • Taladro en hueso robusto acanalado de 11,5 cm. (Figura 42, 2).
      • Colmillo fragmentado de suido.
    • Metal:
      • Punta de flecha de aletas y pedúnculo, despuntada. Mide 2 x 1,5 x 0,2 cm. (Lámina 73, 9 y figura 49,4).
      • Anillo de sección elíptica y 1 cm. de diámetro, falto de un trozo (Lámina 75, 9 y figura 50, 5).
    • Cerámica lisa:
      • Gran cuenco ovoide, con mamelones de sección elíptica (Figura 103, 1).
      • Gran cuenco carenado, con el borde inclinado hacia el interior (Figura 103, 2).
      • Fragmento de una pequeña vasija ovoide, negruzca y pulida.
      • Otro de los fragmentos apareció, como ya dijimos, en el rincón NE. del Dep. VII (Figura 103, 4).
      • Fragmento de vasija de base plana (Figura 103, 15).
      • Vasija de carena alta (Figura 103, 3).
      • Fragmento carenado con fino engobe amarillo por ambas caras (Figura 103, 12).
      • 4 fragmentos carenados (Figura 103, 6, 7, 13 y 14).
    • Cerámica ornada:
      • Fragmento con gran orificio (Figura 103, 8).
      • Borde con incisiones angulares en ambas caras rellenas de pasta blanca (Figura 103, 9).
      • Fragmento exciso, negruzco mate, con doble zigzag entre surcos acanalados. Apareció entre la capa de contacto de las tierras pardas y los carbones (Figura 103, 10 y lámina 101, 8).
    • Vegetales:
      • Una bellota entera.

Tabla fauna del Departamento XVII





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ArribaAbajo Departamento XVIII

(Láminas 31 a 34 y figuras 22 y 23)


Explorado solamente en parte, limita al N. y E. con tierras sin excavar, al S. con el Dep. XVI, y al O., con lo que será Dep. XIX. Por lo observado hasta ahora, es de planta absidal, formada por dos muros paralelos cerrados al S. por un tramo curvo. No ha sido descubierto aún el muro N. sino en su inflexión curva del ángulo NO. Mide unos 14 metros en dirección N.-S., por 4 m. de anchura.

Con toda probabilidad, la excavación completa de este departamento, el más extenso de los descubiertos hasta ahora, hará aparecer algunas subdivisiones que hoy no se ven enteramente claras.

No obstante, la extensión y complejidad de esta vivienda, los diferentes cortes practicados en diversos sectores ponen de manifiesto una homogeneidad estratigráfica que podemos resumir del modo siguiente: las desigualdades de la roca de base fueron rellenadas con gravilla y tierras arcillosas que presentan un color achocolatado, efecto quizá de la capa quemada que sustentan. Aprisionadas entre estas tierras de base, hay muchas pellas de una substancia blanca muy fina al tacto, que interpretamos como vestigios de una intensa calcinación. En algunos lugares, estas pellas forman verdaderas masas blancas en contacto con la roca. El espesor del estrato es muy desigual, pues si en el límite meridional de lo excavado es solamente de unos 10 centímetros, sobrepasa los cincuenta en los sectores centrales. Sobre esta capa, se extiende el piso de habitación, que sufrió los efectos de un intenso incendio, atestiguado por una masa de tierras endurecidas, más o menos negras, que aprisionan abundante cantidad de vasijas, molinos y utensilios de todas clases, algunos de los cuales apenas han sufrido desviación de sus posiciones normales. En determinados lugares, casi siempre, en relación con construcciones de barro mal conservadas, se localizan amontonamientos de carbones vegetales que denuncian la proximidad de un horno u hogar, cuando no la presencia de un verdadero leñero, si como tal puede interpretarse un amontonamiento de troncos carbonizados (Lámina 33, A). Otras veces, la capa de tierras endurecidas es substituida por un estrato de cenizas claras, como sucede al pie del muro occidental y a todo lo largo de la franja practicada para descubrir el paramento occidental del mismo muro hasta el límite meridional de la vivienda. El espesor del estrato quemado oscila desde 10 cm. en el límite S. hasta más de 30 en la zona inmediata a los troncos citados.

El intenso incendio denunciado por la capa que acabamos de describir, provocó el derrumbamiento de la techumbre y la consiguiente destrucción de las construcciones internas de estructura más débil, todo lo cual quedó amontonado sobre la capa quemada, formando actualmente un estrato de tierras amarillas, ásperas al tacto, que encierran abundantísima cantidad de fragmentos enlucidos o surcados de improntas de estacas, ramas, cañas y cuerdas. Algunos de estos fragmentos, que presentan la superficie alisada, más o menos cóncava, deberían formar parte de hornos y hogares semejantes al descubierto en el Dep. IV. Uno de los trozos recogidos (Lámina 33, C). presenta una de las caras surcada por las improntas paralelas de cuatro estacas, mientras la opuesta es lisa y se prolonga en borde curvado hasta recubrir en la cara opuesta los extremos de las estacas. Las roturas dejan ver también señales de cuerdas en el barro endurecido. La posición de este fragmento junto a una empalizada de doce estacas alineadas perpendicularmente al muro occidental (Lámina 33, B), parece asegurar la existencia de una tapia lo vallado que cerraba por el S. la entrada al leñero más arriba mencionado. El que, desde ahora en adelante llamaremos estrato de tierras amarillas, alcanza, por término medio, un espesor de 40 cm. y recubre especialmente la franja central de la vivienda. Quedan libres de estos barros las zonas N. y E. del departamento y toda la zanja practicada a poniente del muro. Tampoco fue observada en lo que hemos considerado como entrada al recinto del leñero, espacio determinado por la empalizada al S. y unas piedras al N. que parecen inflexión del muro hacia el interior de la morada. Este espacio, de unos 80 cm. de anchura, estaba relleno de tierras oscuras sueltas. Un corte E.-O., practicado en la línea de separación de los sectores meridionales, plantea un problema de estratigrafía que solo podrá ser resuelto cuando se excave el rincón SO. de la vivienda. Aquí, la masa de tierras amarillas, de unos 50 cm. de espesor, rellena una especie de embudo, de 35 cm. de anchura media, que se abre entre dos masas de tierras negras, todo lo cual descansa sobre una fina capa de hogar, de unos 5 cm. de espesor, sobrepuesta al estrato básico de tierras achocolatadas con pellas blancas, de escasa potencia en este lugar, pues solo alcanza 12 cm. de espesor. La masa negra que flanquea el embudo por oriente, se halla surcada, en su estrato superior, por otra capa de carbones en línea ondulada,   —87→   que forma una especie de bolsada de 45 cm. de diámetro.

También en el rincón NE., sobre la capa de tierras amarillas, sobrepuesta a la de tierras negras calcinadas, yacía otro débil estrato de tierras grises carbonosas. Aquí es de notar la proximidad de un taller para la fabricación de pesas de telar (Lámina 31, A y B). y el tantas veces mencionado leñero, con abundancia de materia combustible. Puede suponerse el derrumbamiento de la techumbre primero y el posterior de alguna construcción incendiada situada a superior altura.

Sobre este estrato amarillo se ha depositado, por último, la espesa capa de tierras blancas apelmazadas, de más de un metro de potencia en algunos lugares, capa que se oscurece a medida que profundizamos, tanto por su mayor grado de humedad como por el contacto con estratos incendiados.

El resumen de toda esta estratigrafía lo veremos en la descripción de los materiales.

Respecto a los muros, se puso al descubierto un tramo de unos 5 metros de longitud y 45 de espesor en el extremo NW., formado con piedras de mediano tamaño, bien trabadas con barros de color rosado. Hacia el S., hay un tramo derruido del que solo pueden rastrearse las piedras de la hilada inferior, que desaparecen también más adelante, soterradas seguramente, pues la excavación no profundizó hasta la roca. Pasada la zona del enterramiento en tinaja de que luego se hablará, el muro reaparece de nuevo, fuerte y bien conservado, para proseguir ya sin interrupción hasta formar el cierre curvo de la vivienda por el S. En esta zona meridional, sin excavar, se puso al descubierto únicamente el paramento occidental.

En este tramo S. se empleó una técnica distinta a todo lo observado hasta ahora. La hilada inferior está formada por grandes losas colocadas de canto sobre las desigualdades de la roca para formar un zócalo de unos 55 cm. de altura. La losa colocada en la iniciación de la curva, encarada al SW., mide 65 cm. de altura por 40 de anchura y 16 de espesor. Es tal su regularidad que, al ser descubierta, hizo pensar en la aparición de una cista de enterramiento (Lámina 32, A). Esta hilada inferior se remontó con tres hiladas de piedras mucho más pequeñas, trabadas con barros rosados hasta una altura actual de 1,10 metros. Descubierta también solamente por el paramento externo, abarca este muro un espacio de unos 4 metros de anchura. Los muros N. y E. no han sido descubiertos en estas campañas.

Adosada al muro occidental, casi en el extremo de la zona excavada, hay una nueva pareja de hoyos de postes, tangentes en sentido N.-S., bien construidos con círculos de piedras, en relación evidente con otra pareja intestada en una construcción de barro y piedras que se apoya sobre la cara occidental del muro, ya dentro de lo que será designado como Dep. XIX.

La media docena de troncos de que hicimos mención, medían alrededor de 1,5 m. de longitud, por 10 ó 12 cm. de espesor. Más que troncos son ramas dobles en horquilla, bajo las cuales se hallaban numerosos fragmentos de tejido de esparto.

Un metro al S. de los troncos se halló un grupo de 52 pesas de telar cilíndricas, con perforación central y de tamaños diferentes, que oscilan entre 120 y 77 mm. de diámetro. El grupo más compacto, formado por 37 de estas piezas descansaba sobre un fondo de esparto tejido en espiral (Lámina 33, D), y se hallaba cubierto asimismo por fibras de esparto trenzadas, sobre las cuales se encontraban dos troncos carbonizados de 10 cm. de espesor. Aprisionado entre el tejido del fondo y las pesas yacía el esqueleto de un pequeño roedor. Numerosos trozos de carbonos rodeaban las pesas en todas direcciones.

En la zona N., al S. de los hoyos de postes y a medio metro aproximadamente del muro O., entre barros calcinados, apareció un espacio circular, de 60 cm. de diámetro, relleno de tierras grises cenicientas hasta 40 cm. de profundidad. En la base del hoyo aparecieron cuatro grandes piedras separadas que dejaban en el centro un espacio libre. Se trataba, sin duda, de un hogar y de las piedras del lar.

En el mismo ángulo SE. de la zona excavada, entre una informe masa de barros calcinados se descubrió una oquedad de los mismos barros con paredes alisadas y enlucidas, delante de una placa vertical en dirección N.-S., de 1,25 m. de longitud, similar a las descubiertas en el Dep. IV, Presenta enlucida la cara que mira al O. La oquedad parecía albergar un gran molino de pudinga, de 65 x 35 x 30 cm., de perfil rectangular, sobre el cual se hallaba el elemento móvil, consistente en otra piedra de perfil elíptico, de unos 30 cm. de longitud, en contacto las superficies lisas de ambos. Sobre los molinos se hallaba una espesa capa de carbones, procedentes de una hoguera que hizo resquebrajarse las piedras de ambos molinos. Junto al mayor, en el lado O., había un cono de barro, con la base algo cóncava, asociado a un cuenco en casquete y a un punzón de asta. Delante del molino, en el ángulo NE., se hallaba una olla gris adornada con dos series opuestas de tres botones redondeados. En el interior de la oquedad había solamente una concha perforada de «conus» y cuatro lascas de sílex. (Vid. Sector G).

El conjunto se encontró aprisionado entre masas de barros quemados amarillos y rojizos, entre los cuales aparecieron cuatro afiladores, uno de ellos en placa   —88→   elíptica con dos orificios, de los cuales uno se hallaba inacabado; dos punzones de hueso y fragmentos cerámicos, aparte de muchos cantos de cuarcita y ofita (Vid. Sector G).


ArribaAbajo Construcción adosada al muro O.

(Lámina 32, B, C, D)


Adosada al paramento occidental del muro, en su extremo N., apareció una curiosa construcción de piedra y barro de forma rectangular y esquinas redondea das, de 2 metros de longitud por 80 cm. de altura, cuya pared de poniente se hallaba surcada en toda su altura por una concavidad semicircular de unos 40 cm. de diámetro. Al pie de esta concavidad se hallaba una gran losa, oculta por una espesa capa de carbones, que sostenía los tiestos de una vasija de regular tamaño. Tangentes a uno y otro lado de la cavidad había dos hoyos de postes, de unos 20 cm. de diámetro, que presentaban las paredes internas alisadas con barro, enlucido observado también en las paredes externas de la construcción. Del hoyo meridional, repleto de carbones, se extrajo un gran trozo de la madera del poste. El septentrional contenía solamente unos carbones en el fondo. Cerca del ángulo que la pared meridional de la construcción forma con el muro de la vivienda, se abría un nuevo hoyo, de diámetro algo mayor, sin enlucido interno, formado por superposición de círculo de piedras, pero que no contenía sino tierras pardas sueltas. Es de señalar la presencia de un molde de fundición para hachas planas en la superficie de la construcción, cerca de la canal y entre los dos postes. La losa y la vasija al pie de la chimenea nos hacen pensar en un hogar, pero no se nos alcanza el exacto significado de esta construcción.




ArribaAbajo Estratigrafía y Materiales


Sector A

  • Estrato I
    Tierra vegetal. 0-0,25 m.
    • Sílex:
      • Un núcleo. 9 lascas. 3 dientes de hoz.
    • Concha:
      • Borde exterior de un pectúnculo.
    • Metal:
      • Trozo de punzón de sección cuadrada (Figura 50, 13).
      • Fragmento rectangular de 22 x 18 x 7 mm. (Figura 48, 9).
    • Cerámica lisa:
      • Tiestos amorfos.
    • Cerámica ornada:
      • Fragmento de boca rojiza, con línea incisa cruzada por trazos oblicuos paralelos (Figura 104, 3).
  • Estrato II
    Tierras blancas. 0,25-0,70 m. Estéril.
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0,70-1 m.
    • Sílex:
      • 2 dientes de hoz.
    • Concha:
      • 1 púrpura sin perforar.
      • 1 púrpura con gran perforación.
      • Pequeño fragmento de pectúnculo.
    • Fauna:
      • Fragmento de hueso de jibia. (Lámina 71, 4).
  • Estrato IV
    Tierras amarillas con carbones y barros calcinados. 1-1,40 m.
    • Asta:
      • Cuerno de cabra.
    • Cerámica lisa:
      • Fragmento de cuenco carenado negruzco, bruñido (Figura 104, 13).
      • Fragmento de cuenco carenado, anaranjado y bruñido por ambas caras (Figura 104, 14).
      • Fragmento similar, con el borde inclinado hacia el exterior (Figura 104, 15).
      • Borde con mamelón en el cuello (Figura 104, 9).
      • Bordes varios (Figura 104).
    • Cerámica ornada:
      • Fragmento de cuello con borde biselado, amarillento, con adorno de líneas incisas gruesas, sueltas, en zig-zag, rellenas de pasta oscura (Figura 104, 1 y lámina 97, 2).
  • Estrato V
    Tierras quemadas, rojizas y negras, con carbones y cenizas. 1,40-1,70 m.
    • Piedra:
      • Varios fragmentos de un molde para fundir hachas planas, en piedra gris, quemada (Figura 38, 2).
      • Placa de pizarra elíptica, con pedúnculo o asidero (Figura 34, 3).
    • Sílex:
      • Gruesa lasca triangular. 1 diente de hoz.
    • Hueso:
      • Punzón acanalado de 1 cm., muy quemado (Lámina 57, B, 6).
    • —89→
    • Cerámica lisa:
      • Fragmento de cuenco carenado gris, bruñido por ambas caras.
      • Cuenco hemiesférico con ónfalo basal, anaranjado y bruñido (Figura 104, 4).
      • Bordes de cuencos (Figura 104).
    • Vegetales:
      • Tejido de esparto y trozos de cuerda (Lámina 78).
  • Estrato VI
    Tierras achocolatadas con pellas blancas. 1,70-2 m.
    • Hueso:
      • Trozo de caña partida longitudinalmente.
    • Asta:
      • Cuerna de ciervo con los candiles extirpados (Lámina 64, 1).
    • Cerámica ornada:
      • Trozo de cuenco negruzco, bruñido por ambas caras, con un orificio (Figura 104, 2).
    • Fauna:
      • Cuatro fragmentos de cáscara de huevo de poco espesor.



Sector B

  • Estrato I
    Tierra vegetal. 0-0,25. Estéril.
  • Estrato II
    Tierras blancas. 0,25-0,70. Estéril.
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0,70-1 m. Estéril.
  • Estrato IV
    Tierras amarillas. 1-1,40 m.
    • Piedra:
      • 1 molino rectangular y otro circular.
    • Sílex:
      • 3 dientes de hoz (Figura 29, 14).
    • Barro:
      • Pesa de telar circular con perforación central.
      • Fusayola bitroncocónica irregular, de 6,4 cm. de diámetro (Lámina 54, 5 y figura 39, 2).
    • Hueso:
      • Puñal acanalado negro, falto de la mitad inferior.
      • Dos fragmentos de puñales acanalados.
    • Asta:
      • Candil de ciervo aserrado en bisel (Lámina 64, 5).
      • Otro aserrado en redondo (Lámina 64, 2).
    • Metal:
      • Punta de flecha ojival, con aletas y pedúnculo, que conserva adherido un trozo de madera carbonizada (Lámina 73, 14 y figura 49, 3).
    • Cerámica lisa:
      • 2 fragmentos de tazas con asa junto al borde (Figura 105, 3 y 5).
      • Taza similar, sin asa, amarilla y bruñida (Figura 105, 6).
      • Ollita de perfil en S (Figura 105, 8).
      • Cuenco parabólico de base plana, gris, bruñido (Figura 105, 9).
      • Fragmento de cuenco carenado, rojo, bruñido (Figura 105, 4).
      • Fragmento de base plana (Figura 105, 7).
    • Cerámica ornada:
      • Fragmento tosco, con saliente pezón cilíndrico (Figura 105, 1).
      • Fragmento grisáceo y rojizo, con filete resaltado del que emerge un pequeño mamelón (Figura 105, 2).
  • Estrato V
    Tierras quemadas. 1,40-1,70 m.
    • Piedra:
      • Varios fragmentos de molinos.
    • Sílex:
      • Laminilla trapecial sin retoques.
  • Estrato VI
    Tierras achocolatadas. 1,70-2 m.
    • Sílex:
      • 2 dientes de hoz.
    • Hueso:
      • Puñal acanalado color castaño en tibia de ovicáprido, brillante, de 21 cm. de longitud (Lámina 63, 6 y figura 41, 7)
      • Puñal similar, de 162 mm., falto de la empuñadura (Lámina 63, 7).
    • Cerámica lisa:
      • Fondo algo aplanado de pequeña vasija de paredes finas, gris oscura, bruñida (Figura 105, 10).



Sector C

  • Estrato I
    Tierra vegetal. 0-0,25 m. Estéril.
  • Estrato II
    Tierras blancas. 0,25-0,70 m. Estéril.
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0,70-1 m. Estéril.
  • —90→
  • Estrato IV
    Tierras amarillas. 1-1,40
    • Piedra:
      • Molino oblongo, con las extremidades truncadas.
      • Mortero ovoide de 14,4 x 9,5 cm. con pequeña concavidad (Lámina 47, 3).
      • Fragmento de afilador alargado, de sección rectangular quemado. El resto, sin quemar, apareció en el Sector F, a unos dos metros de distancia (Lámina 49, 18 y figura 35, 6).
      • Canto oval de cuarcita, con los extremos desgastados.
      • 10 pequeños cantos agrupados.
    • Barros:
      • 4 pesas de telar cilíndricas con orificio central, de 8,5 hasta 10,5 cm.
      • Fragmento enlucido, con un saliente en la cara opuesta en forma de cuerno.
      • Fragmento con impronta de tejido y una protuberancia como del fondo del cesto (Lámina 54, 11).
    • Hueso:
      • Cincel en hueso acanalado que conserva la empuñadura, de 13,5 cm. con la punta biselada en sentido longitudinal (Figura 41, 9).
    • Asta:
      • Punta de ciervo con 6 incisiones paralelas (Lámina 66, 4 y figura 46, 1).
    • Metal:
      • Trozo de cuchillo de 2 mm. de espesor (Lámina 74, 1 y figura 48, 4).
      • Cincel de 5,5 x 1 x 0,8 cm. (Lámina 72, 9 y figura 47, 3).
      • Una veintena de pequeños fragmentos, de los que el mayor no pasa de 1 cm. (Figura 51, 9).
  • Estrato V
    Tierras quemadas. 1,40-1,70 m.
    • Piedra:
      • Gran molino pentagonal de 50 x 40 cm.
    • Sílex:
      • Laminilla semicircular.
      • 3 lascas amorfas.
      • 13 dientes de hoz, casi todos quemados, el mayor de 4 cm. y el menor de 2.
    • Cerámica lisa:
      • Vasija de base hemiesférica y paredes rectas (Figura 106, 1).
      • Vasija de perfil en S, rojiza, con manchas negras, base algo aplanada y mamelones junto al borde (Figura 106, 3).
      • Cuenco parabólico anaranjado con ónfalo en la base (Figura 106, 4).
      • Vasija de carena alta, con cuerpo de suave perfil en S y borde algo inclinado hacia el interior, color gris verdoso (Figura 106, 2).
    • Vegetales:
      • Granos de cereales.
      • Bolsa de esparto que contenía trigo.
  • Estrato VI
    Tierras achocolatadas. 1,70-2 m.
    • Hueso:
      • 2 puñales acanalados color marrón, fraccionados.
    • Concha:
      • Pectúnculo sin perforar.



Sector D

  • Estratos I, II y III
    Como los anteriores A, B y C. Estériles.
  • Estrato IV
    Tierras amarillas. 1-1,40 m.
    • Cerámica lisa:
      • Fragmento de vasija cilíndrica, gris pardusca, con mamelones en el cuello, algo exvasado (Figura 107,2).
      • Otra vasija similar, algo mayor (Figura 107, 3).
  • Estrato V
    Tierras quemadas. 1,40-1,70. Estéril.
  • Estrato VI
    Tierras achocolatadas. 1,70-2 m.
    • Piedra:
      • Fragmento de molino quemado.
      • Canto oval de cuarcita con punta desgastada.
      • Canto cuadrangular con aristas desgastadas.
      • 2 cantos de cuarcita.
      • 2 pequeños cantos discoidales aplanados.
      • 2 fragmentos de afiladores de arenisca.
    • Sílex:
      • 1 esferoide. 1 gruesa lasca pardusca.
    • Hueso:
      • Fragmento de espátula o punzón en caña cortada longitudinalmente (Figura 42, 26).
      • Trozo de mandíbula de buey con extremo aguzado (Lámina 56, 1).
    • Cerámica ornada:
      • Pequeño trozo gris, bruñido, con una línea incisa oblicua (Figura 107, 1).
    • Vegetales:
      • Especie de estera circular de esparto.
      • Troncos carbonizados (Lámina 33, A).


  —91→  
Sector E

  • Estrato I y II
    Como los anteriores. Estériles.
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0, 70-1 m.
    • Sílex:
      • Raspador en extremo de lasca.
      • 1 diente de hoz.
    • Concha:
      • Fragmento de pectúnculo.
    • Cerámica lisa:
      • Vasija de base aplanada y paredes rectas, algo inclinadas hacia el exterior, con el borde saliente a modo de cordón y botones junto a él. Es de color rojo vinoso, con el exterior alisado y el interior con rayas (Figura 108, 2).
    • Vegetales:
      • Granos de cereales.
  • Estrato IV
    Tierras amarillas. 1-1,40 m.
    • Piedra:
      • Afilador rectangular de arenisca amarillenta, de 5,5 x 2,5.
    • Concha:
      • Trozo de caracol fosilizado.
      • Caracola puntiaguda con rotura cuadrada.
    • Cerámica lisa:
      • Dos bocas de vasijas de perfil en S, las dos bruñidas; una pardo oscura y la otra achocolatada, con un pequeño botón junto al mismo borde (Figura 108, 3 y 8).
  • Estrato V
    Tierras quemadas, negras y rojizas. 1,40-1,70 m.
    • Piedra:
      • Canto de cuarcita rojiza.
      • Afilador pentagonal con un borde muy desgastado (Lámina 48, 3).
    • Sílex:
      • Lasca romboidal.
      • 1 diente de hoz.
    • Barro:
      • Grupo de 52 pesas de telar cilíndricas con orificio central, de diversos tamaños (Lámina 31, A y B).
    • Concha:
      • Pectúnculo perforado y con todo el borde recortado.
    • Cerámica lisa:
      • 2 cuencos hemiesféricos (Figura 108, 5 y 7).
      • 2 cuencos parabólicos (Figura 108, 4 y 6).
    • Cerámica ornada:
      • Fragmento gris oscuro, bruñido, con dos líneas incisas en ángulo con el interior puntillado (Figura 108, 1).
  • Estrato VI
    Tierras achocolatadas. 1,70-2 m.
    • Sílex:
      • Gran lasca quemada, con doble apuntamiento lateral por muesca central.
      • Laminilla azulada, sin retoques.
    • Hueso:
      • Punta de punzón acanalado, marrón, bruñido, de 84 mm. (Figura 41, 15).
      • Fragmento de hueso con agujero elipsoidal cerca de la articulación (Figura 52, 12).



Sector F

  • Estratos I, II y III
    Como los anteriores. Estériles.
  • Estrato IV
    Tierras amarillas. 1-1,40 m.
    • Piedra:
      • Trozo de afilador que completa el hallado en el sector C. (Lámina 49, 18 y figura 35, 6).
    • Barro:
      • Trozo alisado por una cara y con impronta de estacas en el opuesto (Lámina 33, C).
    • Asta:
      • Fragmento rectangular de cuerno de ciervo con los lados cóncavos y un apéndice en el lado superior producido por dos muescas en las esquinas, con filo cóncavo y biselado. Mide 75 mm. de longitud, 32 en la base y 27 en el arco del filo. Se trata probablemente de un amuleto (Lámina 64, 3 y figura 46, 15).
    • Concha:
      • Púrpura con gran orificio.
  • Estrato V
    Tierras quemadas, negras y rojizas. 1,40-1,70 m.
    • Piedra:
      • Gran molino rectangular de pudinga y fragmento de otro.
      • Afilador en canto triangular de arenisca roja.
      • Pequeño trozo de arenisca micácica.
      • Trozo de pudinga casi cilíndrico.
      • Canto de cuarcita apuntado con señales de percusión.
    • —92→
    • Sílex:

Núcleo esférico. 1 diente de hoz.

Barro:

10 pesas de telar cilíndricas con orificio central. Fusayola discoidal aplanada de 5,5 x 1,5 cm. (Lámina 54, 2 y figura 39, 1).

Asta:

Fragmento de cuerno de ciervo seccionado por ambos extremos (Lámina 64, 6). Punta de cuerno de ciervo. Fragmento de cuerno de ciervo con base aserrada en bisel (Lámina 64, 4).

Concha:

Conus perforado, partido longitudinalmente. Pectúnculo con orificio.

Metal:

Punzón de sección rectangular en el cuerpo y circular en la base, de 75 x 5 mm. hallado en cuatro trozos (Lámina 74, 9 y figura 50, 14).

Cerámica ornada:

Borde con incisiones ungulares (Figura 109, 1).

Cerámica lisa:

Cuenco parabólico, negruzco y bruñido (Figura 109,2). Fragmento de cuenco carenado, gris con manchas anaranjadas, bruñido. Otro fragmento fue hallado a dos metros de distancia. (Figura 109, 3).

Vegetales:

Capazo de esparto de 43 cm. de diámetro y 25 de altura que no pudo recuperarse (Lámina 33, D).

Estrato VI
Tierras achocolatadas. 1,70-2 m.

Vegetales:

Fragmento de piña con algunos piñones (Lámina 77, 1).




Sector G

  • Estratos I y II
    Como los anteriores. Estériles.
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0,70-1 m.
    • Asta:
      • Punta de 9,5 cm. con siete incisiones paralelas (Lámina 66, 2 y figura 46, 6).
    • Cerámica ornada:
      • Fragmento de borde ondulado por ungulaciones oblicuas (Figura 110, 1).
      • Vaso ovoide tosco, con línea de botones en la parte media (Figura 110, 2).
  • Estrato IV
    Tierras amarillas. 1-1,40 m.
    • Piedra:
      • Afilador en arenisca roja veteada.
      • Fragmento de un canto circular.
      • Trozo de afilador en placa de arenisca rojiza (Figura 33, 12).
      • Trozo de afilador plano-convexo, de pizarra rojiza, con ranura transversal cerca de un extremo (Lámina 49, 9 y figura 35, 4).
      • Fragmento de arenisca desprendido de un canto cilíndrico.
      • Placa de arenisca, afilador o «brazal de arquero», rojizo, con perforaciones cerca de los lados cortos, uno de ellos sin terminar (Lámina 49, 1 y figura 36, 5).
      • Trozo de afilador en arenisca gris, con ranuras en dos de sus caras por frotación.
      • Fragmento de placa de arenisca rojiza.
      • Gran canto de cuarcita rosada.
    • Sílex:
      • 4 lascas, una de ellas con efecto de buril.
    • Barro:
      • Cono de base algo cóncava y superficie alisada, de 13,5 cm. de altura y 11,5 cm. de diámetro (Lámina 55, 4 y figura 40, 2).
      • 3 pesas de telar cilíndrica con perforación central.
      • Placa de barro alisado.
      • Trozos de superficie cóncava.
    • Hueso:
      • Puñal acanalado gris, muy bruñido, falto de la empuñadura (Lámina 63, 8).
      • Fragmento de otro puñal despuntado.
    • Asta:
      • Espátula en tres fragmentos (Figuras 46, 13 y 14).
      • Punta de punzón plano-convexo, de 7 cm. (Lámina 65, 5).
      • Fragmento troncocónico gris, aserrado en ambas superficies (Lámina 64, 8).
    • Concha:
      • Conus roto en cuatro fragmentos.
    • Cerámica lisa:
      • Olla globular con cuello recto indicado, gris claro, bruñida (Figura 110, 4).
      • 2 cuencos hemiesféricos (Figura 110, 5 y 6).
    • Cerámica ornada:
      • Olla de perfil en S y cuello acusado, con dos series de tres botones opuestos. Color gris (Figura 110, 3).
  • —93→
  • Estrato V
    Tierras quemadas. 1,40-1,70 m.
    • Piedra:
      • Gran molino de pudinga, de 65 x 35 x 30 cm., con su elemento activo elipsoidal.
      • 6 cantos de cuarcita y ofita.
    • Sílex:
      • Lasca de filo agudo, sin retoques.
    • Vegetales:
      • Trozos de madera de estructura hojosa, quizá corteza de pino.



Sector H

  • Estratos I y II
    Como los anteriores. Estériles.
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0,70-1 m.
    • Hueso:
      • Dos trozos de punzón.
    • Concha:
      • 6 pectúnculo agrupados, todos con perforación.



Sector J

  • Estratos I y II
    Como los anteriores. Estériles.
  • Estrato III
    Tierras pardas. 0,70-1,40 m.
    • Cerámica lisa:
      • Fragmento de cuenco de color pardo con mamelón horizontal perforado (Figura 111, 7).
      • Bordes diversos (Figura 111).
    • Cerámica ornada:
      • Dos fragmentos de un vaso globular con cuello vuelto y adorno de dos líneas de zig-zag excisas entre surcos profundos. El borde es aplanado y recto. Es de color pardo y está cuidadosamente bruñido (Figura 111, 2 y lámina 101, 1).
      • Fragmento con incisiones de dos líneas paralelas entre un probable recuadro de espinas de pez opuestas enmarcadas por líneas incisas (Figura 111, 1).
  • Estrato IV
    Tierras quemadas. 1,40-1,70 m.
    • Piedra:
      • Fragmento de molino de pudinga.
      • Afilador de arenisca amarilla.
    • Sílex:
      • 2 lascas.
    • Concha:
      • Fragmento de pectúnculo.
    • Cerámica lisa:
      • Cuenco hemiesférico, gris pardo, bruñido con botones junto al borde (Figura 111, 5).
      • Cuenco en casquete, pardo y rojizo, bruñido (Figura 111, 6).
      • Cuenco hondo de paredes rectas, rojizo, con manchas negras y rayas horizontales de espatulado en la región del cuello (Figura 111, 9).
      • Fragmento grueso con mamelón fálico (Figura 111, 10).
      • Fragmento de cuello de vasija globular (Figura 111, 15).
  • Estrato V
    Tierras achocolatadas. 1,70-2 m.
    • Piedra:
      • Canto ovoide de cuarcita tallado longitudinalmente y con extremo golpeado.
    • Sílex:
      • Lasca quemada.
    • Cerámica lisa:
      • Cuenco o fuente de carena baja (Figura 111, 4).
      • Fragmento de carena aguda (Figura 111, 19).
  • Estrato VI
    Tierras achocolatadas con pellas blancas. 2-? m.
    • Cerámica lisa:
      • Borde de color pardo, con mamelón u orejeta horizontal perforada (Figura 111, 8).
    • Cerámica ornada:
      • Trozo rojizo de superficie rayada (Figura 111, 3).



Zanja al oeste del muro occidental

  • Estrato I
    Tierra vegetal. 0-0,25. Estéril.
  • Estrato II
    Tierras blancas. 0,25-0,70. Estéril.
  • Estrato III
    Cenizas blancas. 0,70-0,90
    • Piedra:
      • Canto oval de cuarcita.
    • Barro:
      • Media fusayola bitroncocónica, negruzca y rojiza (Lámina 54, 1 y figura 39, 7).
    • —94→
    • Hueso:
      • Punta de flecha iniciada en esquirla gruesa (Lámina 62, B, 4 y figura 45, 3).
    • Concha:
      • 2 columbellas perforadas.
      • Fragmento de pectúnculo.
  • Estrato IV
    Tierras pardas sueltas. 0,90-1,10 m. en lo que se excavó.
    • Cerámica lisa:
      • Gran parte de un cuenco de color abigarrado, muy bruñido, de 22,5 cm. de diámetro en al boca y 7 cm. de altura.
      • Fragmentos de vasija tosca, con rayas en la región del cuello, cilíndrica, de 16 cm. de boca.
      • 2 fragmentos de un gran cuenco gris, con bruñido poco intenso y pezones junto al borde, de 16 cm. de boca.



Enterramiento en urna

(Lámina 34)


En el sector H, a un metro escaso del grupo de molinos del vecino sector G, apareció una tinaja ovoide de cuello acusado, provista de tres gruesos mamelones cónicos. Mide 35 cm. de altura, 33 de diámetro en el borde y 30 en la panza; es de color gris rojizo, y el espesor de sus paredes oscila desde 8 hasta 12 mm. en el fondo (Figura 55, 2).

Estaba colocada en posición horizontal, con la boca orientada al NO., sin protección alguna, y se hallaba sobre un lecho de piedras pequeñas. Albergaba el esqueleto de un niño de corta edad, mal conservado. El cráneo, de paredes muy finas, hundía el frontal en las escasas tierras del fondo, y tenía desprendido el occipital sobre las vértebras cervicales. La columna flexionaba en curva, y por la boca de la urna asomaban: la cabeza de un fémur, todavía sin soldar, un coxal muy débil, fraccionado, y los huesecillos de un pie.

No contenía ajuar funerario de ninguna clase.






ArribaAbajoEnterramientos diversos

No podemos decir que las inhumaciones a que vamos a referirnos estén fuera del poblado, porque este se halla o destruido por los canteros o excavado en una mínima parte. Los descubiertos hasta ahora lo han sido en las brechas abiertas para penetrar en las canteras y formaban parte, sin duda, de alguna vivienda desaparecida.

Cantera del SE.

A media ladera de la falda meridional del monte, en el talud occidental de la cantera que penetra en el cabezo desde el SE. y a una altura de unos quince metros sobre el suelo por donde discurren las vagonetas del yeso, existía una mancha de tierra blanquecina que sirvió de lecho a un enterramiento destruido. La peligrosa situación de los restos, alguno de los cuales se habían desprendido ya al fondo de la cantera, no permitían, sin ayuda de medios adecuados de los que no disponíamos, observaciones minuciosas. La intrepidez de nuestro ayudante Pedro Sánchez Sansano nos permitió recuperar un cráneo que yacía en las mencionadas tierras blancas, apoyado sobre el lado derecho y con la cara hacia el E. Se encontraba junto a un canto de cuarcita gris, de 6 x 5 centímetros, aplanado en un extremo, y cuatro pequeños fragmentos de cerámica corriente.

Una ligera rebusca en el montón de tierras desprendidas acumulado al pie del enterramiento nos proporcionó, aparte de un trozo de temporal humano y de algunas otras pequeñas astillas de hueso, los siguientes objetos:

  • Hueso:
    • Punzón de 9 cm. de longitud, muy bruñido y decolorado por la intemperie.
    • Esquirla fuerte y gruesa, redondeada por un extremo a modo de espátula y con el opuesto aguzado en bisel.
  • Concha:
    • «Conus» perforado.

Por su proximidad al lugar de estos hallazgos, mencionaremos una cuenta globular algo aplanada, de piedra verdosa con manchas claras (¿callais?), de 2 cm. de diámetro por 1,3 de espesor; el orificio circular que la atraviesa es de 6 mm. Fue hallada a la altura del montón de tierras mencionado, entre los raíles de las vagonetas.

Cantera del SO.

La amplia cantera de esta zona es en realidad la prolongación hacia el N. de otra más antigua, enlazada con el horno por un camino excavado en la falda baja del cerro. Entre este camino y la cantera queda una franja de la primitiva ladera, cortada a pico en su cara oriental.

La exploración de este corte nos hizo ver la presencia de huesos humanos en una capa de seis metros de longitud por unos 20 de espesor, compuesta por tierras sueltas cenicientas con gravillas menudas, abrigada en una ligera concavidad alargada de la misma roca,   —95→   a unos 50 centímetros de la superficie. Se trataba, probablemente, de los restos de una covacha destruida que fue utilizada para los enterramientos, según el rito documentado en algunas de las viviendas del poblado (Departamentos II y X).

Del extremo S. de aquella capa pudimos recoger parte del cráneo de un adulto que conservaba el maxilar derecho unido al molar y a una porción del hueso temporal con su arco zigomático. Del frontal quedaba solo la región de la glabela y el arco orbitario derecho. Conservaba todos los huesos dentarios a excepción del tercer molar derecho, de los dos incisivos centrales y del segundo premolar izquierdo. Presentaba además fraccionado el incisivo exterior derecho.

Espiral de oro: (Lámina 39, K).

El tamizado de las tierras en que se apoyaba el cráneo proporcionó un espiral de oro de tres vueltas, formado por una cintilla de sección rectangular de 2 mm. de anchura por 1 mm. de espesor, terminado en punta por uno de los extremos; el otro presentaba señales de fractura.

Otros materiales:

Pudimos inquirir de los canteros el paradero de las tierras procederes de aquella zona, que habían sido volteados, según sus informes, por encima de la ladera hacia el camino que conduce al horno. Había allí, en efecto, una escombrera que examinamos cuidadosamente, cribando la mayor parte de sus tierras. Que estas procedían, en parte al menos, del enterramiento destruido parece corroborarlo la aparición de un maxilar inferior que encaja en el cráneo mencionado con gran justeza, fuera de otros muchos huesos humanos en gran parte infantiles.

El resto de los materiales encontrados en esta interesante escombrera, sin contar los abundantes fragmentos cerámicos lisos o con mamelones, y los también muy abundantes huesos faunísticos, es el que se detalla a continuación:

  • Piedra:
    • Dos cantos de cuarcita rosada.
    • 1 fragmento de afilador de pizarra con canto biselado.
  • Sílex:
    • Un núcleo.
    • Tres lascas.
    • 1 diente de hoz.
  • Hueso:
    • Puñal acanalado amarillo rojizo.
    • Otro puñal acanalado, despuntado y amarillo.
  • Asta:
    • Punzón negro de sección circular.
    • Pequeña punta cortada en la base.
    • Frontal con una pequeña asta.
    • Frontal con protuberancia de asta incipiente.
  • Concha:
    • 1 ciprea perforada.
    • 4 pectúnculos.
    • Fragmentos de otros seis pectúnculos.
  • Cerámica ornada:
    • Tres fragmentos con decoración acanalada y excisa, uno de ellos de base con ónfalo. Dos franjas horizontales de tres canales paralelos enmarcan una zona con doble zig-zag, más estrecho el superior. De la franja inferior se desprenden otras cuatro verticales de cuatro canales cada una, diametralmente opuestas, que terminan en el ónfalo de la base. La pasta es depurada y su coloración oscila desde el pardo oscuro al negro, con brillo intenso en ambas superficies. El espesor de los tiestos es de unos 5 milímetros, y el acanalado tan profundo que llega a abultar las superficies internas, lo que tuvo que dar a la vasija gran fragilidad. Esto nos hace pensar si ese acanalado no estaría dispuesto para albergar algún relleno de otra sustancia, técnica documentada en el yacimiento (Departamento X), que hubiera dado a la vasija, sobre mayor resistencia, más acusado efecto decorativo. Es probable, pues, que se trate de una vasija inacabada (Figura 119, 3 y lámina 101, 4).
    • Fragmento de una pequeña vasija de color rosado, pasta y factura descuidadas, con la superficie ornada de pezones irregulares obtenidos al pellizcar la pasta en tierno; en algunos de ellos, son perfectamente visibles las huellas dactilares (Figura 119, 4 y lámina 98, 5).
    • Fragmento de boca con hoyuelos en el borde. Borde de cuenco con orificio circular. Cuatro fragmentos; que unen dos a dos, de una vasija de cuidada pasta anaranjada y superficie alisada, con decoración ajedrezada en la que los recuadros lisos alternan con otros rellenos de incisiones oblicuas en filas de dirección alterna; paralela al borde corre una doble fila de estas incisiones en ángulo a modo de espiga (Figura 119, 1 y lámina 97, 4a y 4b).

Fosas en la Cantera N.

En la pared oriental de una de las canteras abiertas en la vertiente N. del cabezo, a unos cincuenta metros de la Vereda de las Fuentes, que separa el «Cabezo   —96→   Redondo» del de «las Cuevas», se descubrieron huesos humanos. Podía observarse la existencia de una fosa excavada en la misma ladera, de la que emergía un cráneo humano (Lámina 38, D), que hubo que recoger para evitar su inminente caída.

A pocos metros de la superficie aparecieron dos cráneos más (Lámina 38, B y C) enmarcados por piedras. Era muy avanzado su estado de descomposición dada su proximidad al humus de la superficie.

Pendiente de plata

Junto a uno de aquellos cráneos se hallaba un pendiente de plata formado por una cinta cóncava; mide 17 mm. de altura, 22 de diámetro en los bordes y 19 en el centro de la cinta (Lámina 39, C).

Bajo esta capa superficial se hallaba otra de tierras blancas muy compactas que aprisionaban otros dos cráneos, o mejor calvarias, ajustadas al molde de aquellas tierras, en las que apareció también un cuenco pequeño de pasta oscura, bruñida, con pequeños mamelones alrededor de la boca (Lámina 39, G).

En los dos días transcurridos hasta la reanudación de los trabajos, una mano inconsciente había destruido el interior de la fosa, cuyos escombros yacían amontonados al pie. Afortunadamente, los depredadores no prestaron atención a aquellos escombros, de los que pudimos recoger los materiales siguientes:

  • Huesos humanos:
    • Restos de unos cuatro individuos.
  • Concha: (Lámina 39, A).
    • 3 cipreas perforadas.
    • 1 patella, también perforada.
    • 1 pectúnculo con perforación en el ápice.
  • Metal:
    • Hacha plana de bronce, de sección rectangular y filo arqueado. Mide 120 mm. de longitud, 25 mm. de anchura, 52 mm. en los extremos del filo y 7 mm. de espesor, y presenta una ligera muesca en el extremo del talón (Lámina 39, B).
  • Cerámica lisa:
    • Cuenco de pasta oscura, bruñido (Lámina 39, H)
  • Vegetales:
    • Granos de trigo carbonizados (Lámina 39, E).

El resto de la fosa no afectado por la destrucción, todavía nos ha permitido reconstruir su estructura y contenido. Medía 1,25 metros de diámetro y 50 centímetros de profundidad, y en ella se alojaron los restos de unos ocho individuos depositados del siguiente modo:

En el fondo y en una capa de tierra oscura y suelta de unos 15 centímetros, se colocó un esqueleto flexionado.

Sobre esta capa había otro delgado estrato de cenizas con carbones y huesos calcinados. En ella debió estar colocado uno de los cráneos aparecidos en los escombros que presentaba calcinados los huesos de la cara hasta la altura del frontal. La mandíbula de este cráneo se presentó también calcinada hasta el arranque de la rama ascendente izquierda.

Sobre estos ocho o diez centímetros de cenizas y carbones se asentaba la capa de tierras blancas compactas que encerraban las calvarias mencionadas.

A pocos centímetros de la superficie, se encontraban los dos cráneos enmarcados por piedras de que hicimos mención.

Ibáñez Sánchez y Muñoz López, en una comunicación al «Coloquio de Alcoy» (1984), se refieren a la cremación parcial en los enterramientos eneolíticos, que se encuentra bien documentada en el dolmen de Bagil (Moratalla); en la construcción megalítica de Murviedro (Lorca); en el sepulcro del Cabezo del Plomo (Mazarrón); en las cuevas naturales de Cehegín y Caravaca, y en los dos yacimientos yeclanos de la Cueva de la Atalaya y de la Sierra del Cuchillo. En la provincia de Alicante señalaban un caso seguro en la Cueva de Bolumini.

Junto a la fosa que acabamos de describir, ladera abajo, se abría otra semejante, destruida casi en su totalidad al abrir la cantera. Hallamos en ella, muy cerca de la superficie, trozos de otro cráneo y, en el fondo, los huesos de un brazo. No aparecieron en ella objetos de ninguna clase.





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ArribaAbajoCuevas sepulcrales en la vertiente oriental

La cima del cabezo es una muy estrecha meseta bordeada en su límite oriental por una serie de escarpes calcáreos en los que se abren covachas de escasa profundidad, al pie de las cuales discurre una senda que recorre el cabezo en toda su longitud y pasa frente a la boca de tres de estas oquedades, que hemos numerado del 1 al 3 en sentido S.-N. La más meridional se abre en la capa superior de las calizas, muy cerca de la cima; no alcanza un metro de potencia la visera que forma el techo de la entrada, delante de la cual hay un escalón rocoso que forma parte, a su vez, del techo de otra cueva situada inmediatamente debajo, y que es la que hemos señalado con el n.º 2.


ArribaAbajoCueva n.º 1

(Láminas 35, 35 bis, 36 y figura 25)


La altura mayor de esta oquedad se alcanza en la propia boca: unos dos metros y medio desde la arista inferior de la visera hasta el fondo de una depresión que se produce tras el escalón de entrada. Pasada esta depresión, las inclinaciones del piso y del techo, menos acusada en aquel, convergen hacia el fondo de la covacha. La anchura de la boca es de unos tres metros, y algo mayor la profundidad a causa de una ligera concavidad que penetra en el fondo. La sección transversal que presentamos en nuestra figura 25, muestra cómo el techo se inclina también rápidamente de S. a N. para unirse con el piso en ángulo agudo a la derecha de la cavidad. Tal disposición favoreció la acumulación de humedad en este rincón derecho, en donde se depositan las aguas filtradas y las que escurren desde la superficie por la visera rocosa de la entrada.

Cuando visitamos la cueva por vez primera se hallaba casi colmada de tierras y crecidas matas que ocultaban la estrecha angostura de la entrada. Esta circunstancia, unida a la de su incómodo acceso, ha contribuido a preservarla de las violaciones sufridas por las restantes de la serie, hoy casi inútiles para su estudio a causa, principalmente de su visibilidad.

Para igualar el piso de la cueva, se rellenó la depresión de la entrada con una capa de tierras achocolatadas arcillosas de unos 35 cm. de espesor, sobre la cual se extendió otra capa de gravillas de unos 15 cm., asiento a su vez de un enlosado de piedras planas para el que se utilizaron lajas de las calizas tabulares tan abundantes en el cabezo. Esta disposición afectaba únicamente a la porción centro-septentrional de la cueva, pues la meridional, es decir, la de la zona izquierda mirando al fondo, carecía de enlosado, y se hallaba ocupada por un amontonamiento de grandes piedras entre tierras oscuras sueltas que afectaban la forma de un gran semicírculo de aproximadamente un metro de radio, adosado a la pared vertical del S. La exploración de este amontonamiento resultó infructuosa; las piedras se agrupaban alrededor de una gran losa de más de un metro de longitud, hincada en las gravillas del fondo y desprendida probablemente del techo.

Enterramiento en cista

En el rincón derecho de la cueva, a la altura del piso enlosado, se descubrió una especie de cista formada por una losa caliza de 48 cm. de longitud, 18 de anchura y 5 de espesor, apoyada en la pared inclinada del techo y sostenida en sus lados menores por sendos muretes irregulares de unos 20 cm. de altura, formados con piedras cuyo tamaño oscilaba entre los 5 y los 10 cm.; la boca se cerraba por medio de otra losa vertical (Lámina 35, B).

Rellena de tierras húmedas, surcadas por multitud de raicillas vegetales, albergaba la cista un esqueleto muy descompuesto, cuyo cráneo, incompleto y fraccionado, se hallaba en el rincón izquierdo del fondo. La acción de las aguas y de las plantas y la actividad de las alimañas debieron contribuir al desplazamiento y dispersión de los huesos, pues las vértebras parecían seguir la posición normal de un esqueleto replegado.

Colgante de oro:

El tamizado de las tierras oscuras de este seudocista proporcionó, como único objeto del ajuar funerario, un colgante de oro consistente en un tubito   —98→   que se ensancha hacia uno de los extremos en forma de trompetilla, con cuatro pequeños orificios en el otro extremo, diametralmente opuestos dos a dos, destinados a albergar sendos pasadores que atravesaban el tubo cruzándose en el interior, según parecen indicar las rebabas de los orificios. Mide el colgante 13 mm. de longitud, 6 mm. de diámetro en el extremo perforado y 13 mm. en la boca de la trompetilla (Lámina 36, A).

Túmulo

La cista se hallaba rodeada y oculta por muchas piedras de regular tamaño que, hacia la izquierda, se veían trabadas por un amasijo de arcillas claras, muy compactas, que formaban sobre el enlosado una especie de túmulo de 1,40 m. de longitud por 1,10 de anchura y más de 50 cm. de profundidad en su cara meridional, que abarcaba todo el centro de la covacha, desde el escalón de entrada hasta el rincón del fondo. Bajo las piedras de la derecha del túmulo, frente a la cista y sobre el enlosado, yacía otro esqueleto en decúbito lateral izquierdo y con el cráneo al O., mirando por tanto al rincón derecho de la cueva (Lámina 35 bis, A y B).

Vasos geminados: (Lámina 36, B, C y D)

Aunque muy descompuestos los huesos y en gran parte fraccionados, dejaban ver la posición flexionada de las piernas. Los huesos largos del antebrazo derecho se hallaban en ángulo recto con el húmero del mismo lado, y en el interior de este ángulo, en el lugar que debía corresponder a los huesos de la mano, se encontraba uno de los elementos de un vaso geminado integrado por dos vasijas carenadas pardo rojizas, cuya reconstrucción ofrecemos en nuestra figura 56, 6 y 7. Conserva el muñón de enlace, de sección elíptica, y le falta el trozo de boca correspondiente a la zona de inserción del asa de cinta que debía de unir las bocas de las dos vasijas. Que aquel elemento se depositó aislado lo demuestra el hecho de no haber aparecido ni un solo fragmento más de la vasija en toda la extensión de la cueva.

Otro vaso geminado más completo se hallaba a los pies del esqueleto. Está formado por dos vasijas de fondo en casquete muy bajo, carena aguda y cuello cóncavo bastante exvasado respecto al diámetro de la carena. Se hallan unidas por un apéndice recto en la línea de prolongación de las carenas y por una cinta que une los bordes, con ligera curvatura que sobrepasa el plano de las bocas. Su color es negruzco, con brillo en las superficies. De una a otra vasija la distancia era de unos 40 cm., y entre la primera y la losa vertical que tapaba la cista, se encontraba un percutor de ofita, en un canto algo aplanado que presentaba redondeado uno de sus extremos.

Una calvaria de otro esqueleto, que había perdido toda la región derecha y se hallaba colmada de tierras blanquecinas, se encontraba entre el cráneo y la primera de las vasijas citadas.

Seudo-cista sobre el túmulo (Lámina 35, A)

Casi en el centro del que venimos llamando túmulo, entre las piedras de la capa superior, se encontraba un conjunto de huesos humanos en dispersión anatómica, pero pertenecientes con toda probabilidad a un solo individuo. Era cuidadosa en cierto modo la colocación de los huesos, evidentemente trasladados del primitivo lugar en que estuvieron inhumados. El cráneo, yacente sobre el frontal y protegido por cuatro losas de otra seudocista, ocupaba el hueco, y sobre él se a poyaba uno de los omóplatos y el maxilar inferior. A uno y otro lado de la cista, se depositaron manojos emparejados de huesos largos, muchos de los cuales mostraban en las epífisis antiguas fracturas. Gran parte de los huesos restantes iban apareciendo a medida que se levantaban los anteriores, que ocupaban por tanto la capa superior del enterramiento. Dadas las condiciones en que se efectuó esta inhumación, no es de extrañar la pobreza del ajuar funerario, cuyo inventario completo es el siguiente:

  • Sílex:
    • Lasca espesa, cortical, de sección cónica, base plana y facetas de lascado amplio en la cara superior que producen un filo sinuoso en el frente y una arista en la izquierda con algunos retoques (4,5 x 4,5 x 2 cm.).
    • Lasquilla piramidal de color pardo (2,5 x 1,5 x 1,3 cm.).
    • Diente de hoz en lasca cuadrada gris translúcida. (1,5 x 1,5 x 0,5 cm.).
  • Cerámica:
    • Dos fragmentos, que unen, de un cuenco hondo de paredes verticales, rojo por el exterior y gris oscuro en la superficie interna. Las dimensiones de la vasija serían de unos 10 cm. de boca por 9 de altura, y el espesor de los tiestos, de unos 7 mm.
    • Borde de una vasija negruzca, sin bruñir, con desgrasante grueso, de unos 13 mm. de espesor en su parte más ancha.
    • —99→
    • Borde plano, de vasija gris mate, de mm. de espesor.
    • Trozo de boca de vasija negruzca, sin pulir, de paredes convergentes, que forman en el borde un pequeño abultamiento redondeado de 8 a 3 mm. de espesor.
    • Trozo de boca de borde liso redondeado, rojiza la superficie externa y negra la interior, sin bruñir.
    • Una docena de fragmentos atípicos.

Es de señalar que ninguno de estos objetos apareció con los huesos. El diente de hoz se hallaba hacia el fondo, detrás de una de las losas de la seudo-cista; el resto, entre las tierras apelmazadas de la izquierda del paquete.

Hemos de añadir que, del rincón de la derecha, se recogió un fragmento de piedra de molino; y de las arcillas compactas de junto al escalón rocoso de la entrada, un fragmento de pectúnculo perforado.

Muy digno es también de señalarse el hecho de que, ladera abajo de esta cueva, en el borde de una gran cantera que penetra en el Cabezo desde el SE., apareció el «Tesorillo del Cabezo Redondo» al que ya nos hemos referido, y que hay en él diez conos de oro similares al que portaba el cadáver infantil de la cista.




ArribaAbajoCueva n.º 2

Dijimos ya que el techo de esta cavidad es, en gran parte, el piso de la n.º 1, y está formado por calizas tabulares amarillentas en pronunciado buzamiento hacia el O. La boca se abre junto a la senda que atraviesa el cabezo de N. a S. Informes verbales aseguraban que era la entrada de una gran sima que atravesaba el Cabezo en toda su anchura y tenía su correspondencia en otra cueva que se abría en la gran cantera del SO., oculta en la actualidad por una gran masa de escombros depositada por los canteros.

Después de eliminar gran cantidad de losas prismáticas desprendidas del techo, practicamos una zanja de más de tres metros de profundidad en la capa de margas rojas que forman el suelo, la cual se superpone a un estrato de arcillas verdosas muy compactas en la que profundizamos otros 50 cm. con resultado totalmente negativo, en vista de lo cual, decidimos abandonar la exploración, a la espera de encontrar la boca de la cueva existente en la cantera de la ladera opuesta, que probablemente encubre la exploración practicada a principios del siglo pasado por los «Tomases», dueños del cabezo, en busca de agua. (Vid. pág. 5).




ArribaAbajoCueva n.º 3

(Lámina 37, A y B).


Está situada al N. de la n.º 2, y es una cavidad de 3 metros de anchura y 2 de profundidad, a la que se desciende por una gran piedra cuadrada que hay a modo de escalón en la entrada y que está protegida por un murete de piedras trabadas puesto al descubierto solamente en parte.

Una zanja practicada junto a este murete en el exterior, cuyo piso se halla a bastante mayor altura que el del interior, proporcionó abundantes fragmentos de cerámica, huesos de fauna y restos humanos abandonados por unos rebuscadores clandestinos. El relleno del interior se hallaba, en efecto, totalmente removido, y los numerosos huesos humanos, maltrechos y esparcidos, aparecían mezclados con los de abundantes restos y roedores.

Dos cráneos aparecieron junto a la pared derecha de la entrada, aplastados bajo una gran piedra; restos de otros dos se hallaban en el centro de la covacha, frente a uno y otro ángulo de la losa que sirve de escalón; un maxilar aislado estaba muy cerca de la pared del fondo, y así, por todo el ámbito de la oquedad hasta el piso rocoso, en donde fueron hallados varios pequeños fragmentos metálicos recubiertos de óxido verdoso, que dejan adivinar su pertenencia a una punta de flecha destrozada. Estos fragmentos, con un canto de ofita hallado al pie de una angosta fisura del fondo, taponada con piedras por los cazadores, y con algunos fragmentos cerámicos, son los únicos hallazgos en esta cueva, cuyo interés queda limitado a los cuatro individuos, cuando menos, en ella depositados.




ArribaAbajoCueva n.º 4

Era la más septentrional de la serie, ya sobre los profundos socavones de las canteras del NE.. Cuando la visitamos por vez primera el 5 de julio de 1953, había sido ya totalmente vaciada de su relleno arqueológico, que en tiempos había alcanzado hasta bastante cerca del techo, según parecía probarlo la extremidad superior de un radio humano que extrajimos de una grieta de la roca en la pared meridional, a la altura de un metro sobre el piso de la cavidad. Una pequeña cata practicada en dicho piso mostró en seguida que la capa de tierras que lo recubría era de escasos centímetros de espesor. En ella encontramos un fragmento de boca de vasija rojiza, de pasta ordinaria, con desgrasante grueso, paredes verticales y un acanalado ancho   —100→   paralelo a la boca que producía un reborde redondeado.

No hubo oportunidad de explorar las tierras amontonadas en la zona de la entrada porque, al poco tiempo de nuestra visita, los barrenos de los canteros dedicados a extraer gravilla para las carreteras habían hecho desaparecer la cueva y sus aledaños, a pesar de que los dueños, los contratistas y los canteros conocían muy bien la importancia arqueológica de aquella zona y de todo el Cabezo.







  —101→  

ArribaAbajoIII parte

Los materiales


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ArribaAbajo Piedra

Sin contar el sílex, al que dedicamos un capítulo especial, alrededor de medio millar de utensilios de piedra han sido recogidos hasta el momento. La materia prima -calizas, areniscas, pudingas, cuarcitas, ofitas o yesos- es local, pero haya algunos raros objetos importados, como los molinos de «micacita granatífera».


Molinos

Han aparecido en todos los departamentos, salvo en el IX y en el XIII. Faltan también en los departamentos VIII, XVI y XVII, pero aquí se trata de divisiones teóricas y parcialmente excavadas. 11 de los ejemplares son del departamento XVI II, que es el más extenso; 10, del VII; 6, de cada uno de los señalados como III y XV; 3 del I y del XII; dos, del 2 y del XIV, y 1, de los restantes, IV, V, VI y XI.

Muchos son de caliza más o menos fina, pero abundan los construidos con una pudinga de cantos pequeños con matriz arenosa compacta cuya procedencia, según informe del ingeniero superior de minas Juan José Rodes, está en las afloraciones del Cretáceo Inferior de la denominada «Loma Gorda», término de la vecina población de Caudete, situada a menos de 4 kilómetros al O. del Cabezo Redondo. Son generalmente barquiformes, bien acabados, aunque los hay también trapeciales, rectangulares, pentagonales y circulares, con dimensiones de hasta 65 cm. de longitud. Moletas y piezas activas las hay también, circulares y elipsoidales. Como caso excepcional, una de ellas lleva dos apéndices o asideros en los extremos. Uno de los molinos apareció empotrado en la superficie de un poyo de barro y piedras adosado a un muro (Lámina 29), frente al cual se hallaba una vasija que contenía cebada (Figura 99, 4), y entre ambos, el vaso geminado de la fig. 98, 12 (Lámina 90, 3), que bien pudo utilizarse como medida, ya que sus dos elementos están comunicados.

Dos de los ejemplares, como hemos dicho, están construidos con «micacita granatífera», piedra utilizada también para molinos en el Cerro de las Canteras de Vélez Blanco (Almería). (Motos, 1918).

Según Beltrán (1956), el tipo de molino más antiguo en el Bajo Aragón es el de forma oval con asidero para las manos en los extremos de la piedra móvil, como se han encontrado en las Escodinas Altas, Cabezo de Monleón, San Cristóbal y Tossal Redó. El tipo más antiguo, que se da en las Escodinas Bajas, es de forma oblonga, someramente aplanada y ligerísimamente abarquillada.

Bosch Gimpera (1923) recuerda que en las Valletas (Sena, Huesca), hay «muelas de molino de mano de pizarra, circulares y ovaladas, a veces con dos asideros, como en los poblados del primer período del Bajo Aragón». Para Tomás Maigi (1949), «en el Cabezo del Cuervo los molinos son planos y de frotación en las culturas del Bronce y del Hallsttat, pero la diferencia existe, y aunque no conoce los de la primera fase, en la segunda van provistos indefectiblemente, en clara oposición con los del Cabezo, de muñones laterales de agarre».

Nuestro ejemplar, de hallazgo superficial, tiene un cercano paralelo en el Tabayá, de Aspe, con uno que ostenta un mango romboidal Hernández Pérez, M. S. (1985 a) pero es una clara intrusión en el conjunto del yacimiento, que responde en un todo al tipo que Fletcher y Pla (1956) consideran que tiene su indudable origen en culturas preargáricas, y que su presencia en yacimientos del Bronce supone una continuidad y no una creación. En la comarca de Villena aparecen ya en la Casa de Lara y en La Macolla, y no dejan de hacerlo en Terlinques, La Escoba, Las Peñicas y en todos los yacimientos del Bronce.

Probablemente por accidente, adherido a la superficie de un ejemplar barquiforme se conserva un trozo semicircular de madera (Lámina 80, 4 y 5).




Instrumentos de ofita

Comentábamos más arriba el error sufrido por los redactores de la Hoja 845 del Mapa Geológico al confundir el Cabezo Redondo con otro cerro innominado situado poco más al N. Los autores de aquel trabajo no conocían otro asomo de ofitas en la zona, pero nosotros hemos podido comprobar la existencia de una cantera en explotación de esta misma piedra al SE. del término, en las faldas meridionales de los Picachos de Cabrera, entre Santa Eulalia y Sax.

De estos yacimientos se surtían los habitantes de los numerosos yacimientos neolíticos y eneolíticos de la comarca para la fabricación de sus hachas y azuelas, que en el Cabezo Redondo son ya muy escasas. Solo un hacha entera se ha podido recoger en la capa superficial (Lámina 45, 2), con otro ejemplar al que se   —104→   ha matado el filo para utilizarlo como percutor (Lámina 45, 6) y tres ejemplares fraccionados de los que se conserva solo el talón (Lámina 45, 5 y 8).

Pero la ofita se sigue utilizando, y muy profusamente, en la fabricación de esferoides que consideramos como proyectiles de honda, idea que viene abonada por la existencia de numerosos fragmentos de cuerda de esparto. Más de un centenar de estas bolas se han recogido por todo el yacimiento, lo que nos hace suponer que pudo ser esta abundancia, fácilmente observable, lo que motivara la confusión sufrida por los redactores del mapa geológico.

Esta piedra se utiliza también para otros menesteres. Véase el hendedor triangular de la lámina 46, n.º 3; el canto exagonal con ángulos aplanados y perfectamente bruñido de la misma lámina n.º 4, o el canto plano-convexo del n.º 5.




Instrumentos de cuarcita

Si la ofita y el sílex son abundantes en el yacimiento, no lo es menos la cuarcita, de la que se llevan recogidos más de doscientos ejemplares, de los que se representan algunos en nuestras láminas 44 y 46 y en las figuras 31 y 32. No dejan de aparecer en ninguno de los estratos excavados, y en la mayor parte de los hogares surgen pequeños cantos, a veces dentro de las vasijas allí localizadas, lo que nos confirma la suposición de Cuadrado (1950) de que se introdujeran en ellas para calentar los líquidos. Retocando el borde de estos cantos, se obtienen excelentes raspadores, raederas y alisadores (Figura 31, 1 a 5 y figura 32). Se utilizan también sus lascas, retocadas o no, como simples cuchillos o puntas (Figura 31, 6 a 11).

Mucho se ha discutido acerca de estos utensilios, que constituyeron la industria clásica del llamado «asturiense» (Conde de la Vega del Sella, 1925), y fue Cabré (1931) quien primero prorrogó su uso hasta la Edad del Bronce. Martínez Santaolalla (1926-1941) consideró esta industria como propia del Neolítico Antiguo, opinión discutida por Maluquer (1942) quien, aun reconociendo que aplicando un riguroso criterio difusionista había una evidente relación, esa larguísima perduración de una técnica nacida ya en el Paleolítico Inferior, «no dejaba de paracerle bien rara». Almagro (1944), opina también que los juicios de Santaolalla eran inviables y no aclaraban ninguna cuestión, y que la aparición de útiles muy semejantes a los «asturienses» hallados en las estaciones al aire libre o bajo estratos de la Edad del Hierro hacia el interior de la Península, no era posible darle una explicación segura. Mergelina (1940), que encontró gran cantidad de guijarros en el castro de Santa Tecla, los consideró «como una supervivencia de formas líticas usadas por el hombre en épocas muy próximas».

La modernidad de estas piezas iba haciéndose cada vez más patente. Vilaseca (1939 y 1944) las encontró en las cuevas de Tivisa y de la Febró. Furgus (1937) menciona grupos de quince a veinte de estas piedras en los túmulos de San Antón, no lejos del difunto, y afirma que tienen un uso más frecuente que el pedernal, ya que es rara la sepultura en que no aparecen a docenas, bien pulidas, bien con señales de haber servido prolongadamente. Sánchez Jiménez (1947) habla de núcleos de piedra aproximadamente esféricos en el Cerrico Redondo de Montealegre, uno de los cuales apareció dentro de una vasija. No especifica la materia, pero no es aventurado suponer que se trata de la cuarcita. Motos (1918) halló en Vélez Blanco «piedras más o menos alisadas cogidas en los ríos que por su forma y dureza utilizaron como martillos, machacadores, etc.». Jiménez Navarro (1962), encontró en la Cueva de Ambrosio una serie de cantos rodados de cuarcita a los que un ligero desgaste en una o en ambas caras había dado la forma de hendedores y aun de seudo-picos asturienses, y añade que también son de cuarcita algunos de los bolos calcinados que yacen abundantes entre las cenizas de los hogares, así como bastantes lascas y hojas. Alcácer (1954) afirma que son frecuentes en Castillarejo de los Moros, Puntal de Cambra y Tossal Redó, y añade, con abundante bibliografía, que suelen aparecer en muchas estaciones del Neolítico y Bronce, llegando incluso a época romana. De que los usaban los iberos podemos aducir la presencia en una torre de la acrópolis del Puntal de Salinas de un depósito de cantos de cuarcita cuidadosamente apilados, lo que confirma también su empleo como proyectiles. Esteve (1944) también los halló en el Tossal del Castellet. Cuadrado (1943), afirma que en todos esos poblados de la Edad del Bronce y en otros más recientes, el área habitada se solía encontrar sembrada de cantos rodados de cuarcita recogidos de los ríos inmediatos, a veces llevados desde muy lejos, lo que hacía suponer un empleo muy activo de aquellos cantos, y piensa que aparte del uso que como proyectiles de honda debió dárseles, el gran número de hojas de distintas formas, algunas con retoques, no deja lugar a dudas de que debieron ser utilizados como instrumentos domésticos. Añade que había comprobado su presencia en muchos poblados argáricos e incluso ibéricos de la provincia de Murcia, y que los yacimientos murcianos los contienen en cantidad enorme, y que constituyen un rasgo característico de esos yacimientos,   —105→   siendo raro que falten en alguno. Se les encuentra superficialmente y, excepcionalmente, se encuentran algunos dentro de las vasijas en el ajuar de las tumbas, y termina diciendo que, en su forma primitiva, debieron usarse para calentar líquidos después de ponerlos al fuego, como machacadores y manos de mortero, como alisadores, etc. Los hermanos Siret (1890) no prestaron gran atención a estos utensilios, porque, después de cuanto llevamos dicho, no es de creer que no aparecieran en sus excavaciones. Solo los mencionan en una ocasión y reproducen algunos ejemplares en los números 21 y 38 de su lámina 6, correspondiente a Parazuelos. Del Val (1946) hizo unas prospecciones en el Cabezo Redondo de Archena e intentó un ensayo de tipología de las cuarcitas, en las que encontró analogías en la talla con técnicas paleolíticas.

Nuestro yacimiento viene a confirmar, pese a las reticencias de Maluquer y de Almagro, que la talla de las cuarcitas tiene una larguísima perduración desde el Paleolítico hasta la Edad del Bronce, como acertadamente pensaron Cabré y Mergelina.




Brazales de arquero

(Lámina 49 y figura 36)


Mucho se ha especulado acerca de estos utensilios, que por varios autores se consideran, en unión de los dientes de hoz, como característicos del Bronce Valenciano. Considerando como tales únicamente las placas perforadas, son 11 los ejemplares hasta ahora recogidos, de diferentes tipos y tamaños. Que son de fabricación local no creemos pueda ponerse en duda. La placa abrasiva de la figura 35, 1, sería el estadio de la pieza antes de ser perforada; el n.º 5 de la figura 36, el paso siguiente, con una de dos perforaciones sin acabar, y el n.º 3 de la figura 36, la pieza ya acabada y con señales de uso. Sin acabar está también uno de los orificios del n.º 10 de la misma figura 36; roto por la perforación está uno de los ejemplares (n.º 4), y, en un caso, n.º 11, la placa elipsoidal lleva un agujero en un extremo y dos en el otro, en sentido longitudinal.

En cuanto a que estas piezas caractericen al Bronce Valenciano es más que dudoso, si se piensa que de los 33 yacimientos que enumera Aparicio (1976) de esta cultura, eliminando de su lista los tres de la comarca villenense: Terlinques, Cabezo Redondo y Las Peñicas, hay 23 en que estas piezas no aparecen, y los 22 ejemplares que se contabilizan corresponden a los diez restantes, ocho de los cuales no aportan más que un ejemplar. Con buen criterio a nuestro juicio, De la Torre (1978) los considera como elementos característicos del Argar, y lo que se puede afirmar es que ejemplares idénticos a los nuestros aparecen en los clásicos yacimientos argáricos de Campos, Fuente Bermeja, Lugarico Viejo, Ifre, Zapata, El Oficio, Fuente Álamo y el propio Argar, con treinta ejemplares solo en este último (Siret, 1913). En la zona de Orihuela (San Antón y Callosa), hay cinco ejemplares (Furgus, 1937), y tres en la cuenca media del Vinalopó: Casa Paus, Puntal de Bartolo y Tabayá (Navarro Mederos, 1982). No entramos aquí en la discusión de si estas piezas son realmente «brazales de arquero» o piedras de afilar, como parece lo más probable.




Placas abrasivas

(Lámina 48, 49 y figura 33 a 36)


Incluimos aquí los utensilios que se diferencian de los «brazales de arquero» en que carecen de perforaciones. Ya hemos adelantado que alguno de ellos puede ser considerado como «brazal» sin acabar (Figura 36, 5). Se han recogido más de sesenta ejemplares de diferentes tamaños, desde 7 hasta 18 cm. de longitud, y de diferentes formas, generalmente rectangulares o elipsoidales con espesores que oscilan entre 2 y 20 mm. Se fabrican en pizarra gris, verdosa o azulada, en areniscas micácicas y también en cuarcitas blanquecinas y rosadas.

Hay que destacar dos ejemplares surcados en los extremos por ranuras transversales que no afectan a la cara inferior. El primero es de ofita pulida (Lámina 49, 15 y figura 35, 3); el segundo, al que le falta un extremo, de caliza fina pardusca, (Lámina 49, 9 y figura 35, 4). Ejemplares similares los hay en los yacimientos argáricos de Fuente Bermeja e Ifre.

Una placa gruesa, de 9,5 x 4,5 x 1,5 cm., presenta el extremo cortado oblicuamente por una gran perforación de 1 cm. de diámetro (Figura 36, 10). De tamaño excepcional es una gran placa de arenisca fina, de forma elipsoidal, que mide 17,5 x 7,5 x 1,6 centímetros (Figura 35, 1).

Es de señalar la presencia de tres piezas de ofita negruzca con las superficies bruñidas. Una de ellas es lo que los zapateros locales denominan «chaira», que no es «la cuchilla que usan los zapateros para cortar la suela», como define la Real Academia Española, sino la piedra para afilarla; es una gruesa placa de sección trapecial, de 10 x 3,5 x 2 cm., que tiene un extremo fracturado y el otro redondeado (Figura 34, 2). Las otras dos son placas delgadas, de seis a ocho mm. de espesor, con una especie de pedúnculo obtenido por cortes curvos en las esquinas de la base (Figura 33, 12 y figura 34, 3). Como «chaira» consideraríamos también una piedra alargada, de arenisca fina y 15,5 x 17 x 15 milímetros; fue recogida en dos trozos que aparecieron separados: uno, negro, por efectos del   —106→   fuego, y el otro de color ocre claro de la piedra (Lámina 49, 18 y figura 35, 6).




Placas de yeso

El yeso es materia prima más que abundante en la composición del cerro, y su extracción es la que ha ocasionado las lamentables destrucciones llevadas a cabo en el yacimiento a lo largo de muchos años. Se utiliza en plazas ovoides (Lámina 48, 5 y figura 34, 1), o elíptica, con un extremo recto (Lámina 48, 6 y figura 33, 4), cuya utilización no se nos alcanza, pero también en objetos de adorno: placas circulares con orificio central (Lámina 76, 1 y figura 54, 3 y 6); placa rectangular con dos ángulos redondeados y perforación central (Lámina 76, 2 y figura 54, 5) o excéntrica, en uno de los lados cortos (Lámina 76, 3 y figura 54, 4). Hay también pequeñas plaquitas alargadas con dos o tres perforaciones en línea (Lámina 76, 4 y 5 y figura 54, 1 y 2). No faltan tampoco los cantos alargados de yeso blanco, rojo o dorado.




Percutores

Aparte de que hayan podido ser utilizados en otros menesteres, como tales percutores consideraríamos a los varios centenares de cantos de cuarcita y ofita y a los núcleos de sílex que se llevan recogidos. Como ejemplos más claros podríamos calificar a las dos piedras pentagonales con ápice redondeado, ambas en arenisca dura, representadas en nuestra lámina 48, 1 y 3.




Morteros

Aparecieron 8 ejemplares: uno en cada uno de los Deps. I, II, IV, VII, X, XVIII c) y XVIII f) y uno en superficie. Pueden tener una sola cavidad, que puede ser circular (Lámina 47, 2) o elíptica (Lámina 47, 3); dos cavidades contiguas, de diversos tamaños (Lámina 47, 1), o tres cazoletas, dos de ellas de 5 cm. y una de 3.




Indeterminados

Como objetos cuya utilidad no podemos determinar, consignemos un «jacinto de Compostela» maclado (Lámina 76, 22). y una piedra triangular con un gran orificio (Lámina 48, 4).




Idolillos

En una nota sobre el Cabezo Redondo publicada en Noticiario Arqueológico Hispánico (1953) dábamos cuenta de «un pequeño esferoide, de 40 mm. de diámetro, en barro blanquecino, en cuya superficie parecen adivinarse ciertas incisiones circulares concéntricas». Era el primero de una serie que ha ido creciendo ininterrumpidamente. Jully publicó el n.º 12 de nuestra lámina 50. No son de barro, como entonces dijimos, sino de una piedra gris recubierta de una capa blanca.

Algunos son simples esferas (Lámina 50, 1 a 3), unidas a veces (Lámina 50, 24); rara vez son planos, de contorno un tanto antropomorfo, como pensó Jully (n.º 12); un busto humano (n.º 4), una pierna (n.º 15); un animal (n.º 19), una cara (n.º 8).

No son muy abundantes en la bibliografía arqueológica. Siret (1913) reproduce uno de tres esferas unidas, similar al nuestro n.º 17, en la lámina 65 de su álbum, correspondiente a Fuente Álamo. Furgus (1937) reproduce uno en forma de 8 de San Antón. Dice que mide 10 cm. de largo y 4 de ancho, y que tiene dos profundas muescas en uno de los extremos. No lo reproduce, y añade que, entre las tierras de algunas sepulturas aparecieron diversas figurillas de piedra, una de ellas rota, y que correspondía al parecer, a la parte superior del cuerpo humano. Otras dos estaban formadas por un par de esferillas unidas que formaban la figura de un 8; eran similares, por tanto, al n.º 24 de nuestra lámina.

Quienes se han ocupado de estos fetiches han sido M.ª Asunción Molina Grande y Jerónimo Molina García (1980), que dan a conocer el yacimiento natural de estas piedras en el Embalse de Camarillas, sobre el río Mundo, término municipal de Hellín. A estas piedras, compuestas de «dolomita» y «calcita», que forman la «dolomicritita» y los «porfidostópicos», los naturales de aquellos parajes les llaman «bolas de Camaretas».

En la lámina I de su trabajo, los autores citados reproducen doce variantes de los ídolos recogidos en yacimientos arqueológicos, y en la lámina 2, una fila de 24 nódulos irregulares que no se encuentran en aquellos yacimientos, y so n precisamente estas formas raras las que se dan en el Cabezo Redondo en unión de algunas esferas.

En su inventario, los autores describen 42 piezas procedentes de 23 yacimientos, pero no figuran los recogidos en el Cabezo Redondo de Villena, población que tampoco aparece en el mapa de dispersión de estos objetos. Es de señalar también que no han aparecido   —107→   hasta ahora en el área del Bronce Valenciano. Ayala y Jordán (1984) aportan una tipología de estos ídolos, muy semejantes a los nuestros, procedentes de las regiones de Hellín y de Murcia. Hemos de añadir que las placas de sílex lacustre aparecidas con tanta profusión en el yacimiento al aire libre de la Casa de Lara, proceden también de Hellín, según el dictamen de los profesores Ahuerheimer y Pina, de la Universidad de Alicante.

En apoyo de la asimilación formal de muchos de estos ídolos al «pulpo» de Siret (1913) podemos aducir la aparición en el Dep. VII de un tiesto recortado que se describe en su lugar (Lámina 100B, 11 y figura 78, 8).

Estas esferillas pueden ser comparadas a las bolas de caliza dadas a conocer por Vilaseca (1945-46), quien cree posible que se tratara de simples objetos de juego, pues no pueden considerarse como proyectiles de honda, dado su poco peso. Abundan en yacimientos franceses del SE., y afirma Goury (1931) que no siempre se les puede atribuir un carácter ritual, por cuanto se hallan con frecuencia asociadas a restos de la vida ordinaria, como en nuestro caso. Su presencia en cuevas y otros lugares, pero también en megalitos, les valió los nombres de «pierres des dolmens» o «billes des dolmens», según Gevin-Ricard (1906), quien cita la presencia en el País de Gales de bolas de caliza de 25 mm. de diámetro y 23 gramos de peso. Para Carias (1921) pudieran ser objetos votivos, símbolos solares o terrestres, especialmente las halladas en sepulturas. Raymond, en cambio, teniendo en cuenta que algunas veces aparecen junto a recipientes de hueso, piedra o cerámica de dimensiones adecuadas y sin duda confeccionadas para contenerlas, cree que pudieran ser utilizadas «en la preparación de polvos o pomadas».




«Labrys» o doble hacha

Debemos destacar la recogida en superficie de la mitad de una doble hacha de pizarra (Lámina 49, 19 y figura 36, 1). El hecho de carecer de apoyo estratigráfico le priva de su indudable valor documental, aunque se trate de una pieza que no desentona en el conjunto de materiales del Cabezo. Y en refuerzo de esta idea podemos aducir la existencia de otro ejemplar aparecido en yacimientos levantinos: el de la Isleta del Campello, recogido por Figueras Pacheco en 1950 y publicado por Llobregat (1976), que lo considera como «brazalete de arquero», denominación que respeta por comodidad, aunque lo considera como objeto suntuario. Esta es también nuestra opinión y la razón de que no hayamos incluido esta pieza entre aquellos «brazales». Otro ejemplar levantino es el que adornaba la frente del «toro ibérico» de Villajoyosa que dio a conocer también Llobregat (1974). Nuestra pieza, fraccionada por la mitad, mide 6,5 cm. de longitud, 72 mm. de extremo a extremo del filo curvo, 22 mm. en el extremo fraccionado y 4 mm. de espesor. Va provisto de tres orificios de 3 a 4 mm. de diámetro que forman un triángulo algo excéntrico. Su perfil es el de las hachas argáricas tipo II de Blance (1971). Volveremos sobre esta interesante pieza al tratar de las cerámicas excisas.




Cuentas de collar

Cuenta globular algo aplanada, de una substancia de aspecto vítreo con pátina blanca irisada. Mide 20 mm. de diámetro máximo por 13 de espesor, y lleva una perforación central de 3 mm. (Lámina 76, 21 y figura 54, 8).

Cuenta bitroncocónica de piedra verdosa con manchas claras y un orificio de 2 mm. (Lámina 76, 20 y figura 54, 9).

Colgante amorcillado de piedra negruzca (Lámina 76, 23 y figura 54, 7).





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ArribaAbajoSílex

(Láminas 40 a 43 y figuras 26 a 30)


Es la piedra más utilizada en el yacimiento, de las que se han recogido más de un millar de piezas. Y no se piense solamente en los «dientes de hoz», el utensilio clásico en la Edad del Bronce, ya que solo alcanza la cifra de 274, que es la cuarta parte del total. Los núcleos ascienden a 50, sin contar los esferoides, que no llegan a una veintena. La pieza más abundante es la lasca, más o menos retocada, cuya cifra asciende a 412.

No hay ni un solo departamento que no haya suministrado alguna pieza, incluido el VIII, que está prácticamente sin excavar y ha dado ya dos lascas y dos dientes de hoz. Cierto es que nos hallamos muy lejos de esas extraordinarias minucias artesanales que son los microlitos geométricos de Casa de Lara, las hojillas de dorso rebajado y los buriles de la Huesa Tacaña, o los microrraspadores del Pinar de Tarruella, pero perduran todavía esas grandes piezas hábilmente retocadas que enlazan con los lejanísimos tiempos del Paleolítico. No es nuestro propósito hacer aquí un estudio tipológico de los útiles de sílex de la Edad el Bronce, que habrá que realizar alguna vez. Nos limitamos a presentar una abundante muestra de las piezas encontradas.


Puntas de flecha

(4 ejemplares)


Todos con retoque bifacial cubriente, salvo el n.º 1 de la figura 30, en el que, por una de las caras, no llega a invadir el centro de la pieza. Tres de ellas son de aletas y pedúnculo, y solo una (Lámina 43, 3 y figura 30, 3) está formada por dos triángulos desiguales unidos por las bases, forma magníficamente representada en la cueva eneolítica de Las Lechuzas. Afirma Tarradell (1963) que en los poblados del Bronce Valenciano las puntas de flecha de sílex están del todo ausentes, sustituidas al parecer por las de metal. Aparte de estos ejemplares del Cabezo Redondo, las hemos encontrado también en La Atalaya, de Caudete, y en el Cabezo de la Escoba, perduración, sin duda del Eneolítico anterior.




Hendedores y machacadores

(6 ejemplares)


De forma oval, con los bordes toscamente retocados (Figura 27, 1). Mide 13 cm. de longitud y 8,5 de anchura máxima.

Casi circular, con dos escotaduras laterales retocadas (10 x 8 cm.) (Figura 27, 12).

Núcleo con base aplanada y contorno golpeado (Figura 28, 22).

Hendedores en lascas espesas (Figura 26, 1 y 2).

Gran lasca de perfil almendrado, de borde grueso con restos del córtex y el opuesto rebajado por lascado alterno que produce un filo sinuoso muy golpeado (Lámina 40, 2).




Núcleos

(5 ejemplares)


Piramidal truncado, con frente recto y estrecho de cepillo (Figura 26 bis, 2).

Casi esférico, con los extremos golpeados (Figura 26 bis, 1).

Tronco piramidal, de vértices redondeados (Figura 26, 3).

Semiesférico, con lascado amplio y algunos retoques (Figura 27, 17).

Piramidal, muy golpeado (Figura 26 bis, 3).




Raspadores

(20 ejemplares)


De «morro», en una pequeña lasca (Figura 27, 13).

En hoja de frente curvo (Figura 26, 12).

En lascas abultadas (Figura 26, 5 y 6).

Cóncavos, en lasca espesa (Lámina 42, 6 y figura 26, 7).

Doble, en lasca cuadrangular, con el plano de lascado en ángulo obtuso con el de percusión (Figura 27, 8).

En extremo de lasca (Figura 26, 5 y figura 27, 7 y 9).

Con frente cortical (Figura 27, 4).

En lasca cortical (Figura 28, 9).

En lasca con el frente biselado (Figura 27, 19).

En extremo de lasca, con dos pátinas (Figura 27, 20).

Grande, de frente ondulado (Figura 28, 3).

De frente recto (Lámina 42, 3 y figura 26 bis, 20).

Raspador-raedera en lasca espesa (Figura 28, 7).

En núcleo cortical (Figura 28, 23).

En lasca exagonal, de superficie afacetada con borde recto y retocado por ambas caras (Figura 28, 18).



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Buriles

(4 ejemplares)


Pequeño, en el ángulo de una lasca cuadrangular.

Lateral, en pequeña lasca (Figura 26 bis, 21).

Central en lasca cortical (Figura 28, 13).

Central, en lasca con algunos retoques (Figura 26, 10).




Muescas

(2 ejemplares)


Lascas con muescas retocadas (Figura 26 bis, 16 y 17).




Hojas

(3 ejemplares)


De sílex pardo mate (Figura 27, 6).

De sílex acaramelado con vetas crema y retoques marginales (Figura 27, 18).

Hojilla en sílex melado con retoques de uso (Figura 27, 15).




Taladros

(2 ejemplares)


En el extremo de lasca abultada.

En el extremo de lasca triangular (Figura 28, 12).




Perforadores

(3 ejemplares)


En lasca cortical (Figura 28, 10).

En lasca foliácea, con retoque menudo directo en el filo derecho e inverso en la muesca del izquierdo (Figura 28, 14).

En el extremo de una hoja, obtenido con una pequeña muesca (Figura 28, 17).




Cuchillos

(2 ejemplares)


En lasca con filo usado y dorso grueso retocado (Figura 28, 24).

En lasca con dorso abultado (Figura 28, 15).




Raederas

(1 ejemplar)


En lasca de sección plano-convexa (Figura 26, 4).




Puntas

(3 ejemplares)


Que no hay que confundir con las «puntas de flecha» posteriores.

Triangular, con filo menudamente retocado (Figura 28, 4).

Triangular, con dorso de retoque abrupto, filo de retoque directo y base rebajada (Lámina 42, 2 y figura 28, 2).

Hojilla apuntada, con retoque menudo en el borde izquierdo y muescas en el derecho (Lámina 42, 9).




Denticulados

(6 ejemplares)


Lasca de dorso ancho y afacetado, que por su tamaño y grosor no podemos considerar como diente de hoz, aparte de que no presenta lustre de cereales. El dorso es cómodo para aserrar a mano (Figura 29, 19).

Del mismo tipo, con el dorso grueso que conserva el córtex (Figura 29, 22).

Lasca con extremo apuntado, quizá por rotura, y retoque en ambos filos (Figura 29,16). Es un utensilio reutilizado, porque lo que resta del filo izquierdo presenta brillo, y el denticulado del derecho está casi intacto y sin brillo.

Lasca pentagonal, con filo agudo en el frente y denticulado en el derecho (Figura 27, 3).

Lasca rectangular con filo biselado (Figura 26, 6).

Lasca de base adelgazada y frente denticulado (Figura 28, 5).




Lascas

(9 ejemplares)


Rectangular, tallada a grandes facetas (Figura 26 bis, 7).

Circular, tallada en la superficie y con retoques en el filo izquierdo (Figura 27, 14).

Pentagonal apuntada en sílex negruzco (Figura 26 bis, 18).

Lasca de avivamiento reutilizada como perforador.

De sección triangular con una cara afacetada (Figura 26 bis, 16).

Apuntada, con toda la superficie afacetada (Figura 26 bis, 12).

Pequeña lasca de avivamiento (Figura 26 bis, 14).

Foliácea, con retoques de uso en todo el borde (Figura 28, 6).

Cortical, en forma de gajo, con el filo retocado (Figura 26, 8).




Esferoides

(3 ejemplares)


Cortado longitudinalmente, con toda la superficie tallada y retocada (Figura 26 bis, 4).

Con negativos de lascado y superficies golpeadas (Lámina 41, 1 y 2).

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Gajo de esferoide gris, quemado (Figura 28, 20).

Medio esferoide, con el ápice rehundido y un borde rebajado (Lámina 41, 4).




Dientes de hoz

(274 ejemplares)


(Figura 29 y lámina 43 B)


Es otro de los elementos definidores del Bronce Valenciano, del que se ha convertido en «fósil director».

En el Cabezo Redondo se recogieron 274, con algún ejemplar en hoja dentada por los dos bordes, aunque la gran mayoría son en forma de D. El antecedente inmediato en la comarca lo tenemos en la Casa de Lara, con varias pequeñas hojas dentadas como en El Gárcel o en el Cabezo de Cuartillas, en Mojácar (Siret, 1890). También los hay en Vélez Rubio (Motos, 1918), dos de ellos en placa de sílex lacustre, tan abundantes en la Casa de Lara. Los más hermosos ejemplares de hojas dentadas los hallamos en La Macolla (Soler, 1982). También en sílex lacustre los encontramos en La Gerundia (Siret,1890). En el Acebuchal hay muchas hojas dentadas, con las que Bonsor hizo fabricar una hoz de madera (Dechelette,1908 ). Hay hojas dentadas en Fuente Bermeja, Lugarico Viejo, Ifre, El Argar, Fuente Álamo y El Oficio, que proporcionó 150 (Monteagudo, 1956).

En el Depart.º IV del Cabezo Redondo aparecieron 22 agrupadas ante la boca de una pequeña vasija que muy probablemente las contuvo. Se hallaban a menos de medio metro de otro grupo de 45. Un curioso paralelo lo tenemos en El Argar, en donde se encontraron juntas 56, lo que hizo pensar a Siret en los trillos, entonces todavía en uso en Almería y Murcia (Cuadrado, 1950). Mata Carriazo (1947) piensa que, en la cultura argárica, el cultivo de los cereales se documenta con estas sierras , y «hasta con la posibilidad de un trillo de plancha de madera con pedernales incrustados, como los que todavía se usan en algunos lugares de España». Cuadrado piensa que las pequeñas hojas en D, de lomo grueso, se utilizaban puestas en serie y enmangadas, pero que las de mayor tamaño se usaban a mano, que es como debieron utilizarse las grandes placas de sílex lacustre, con los dos bordes dentados, tan abundantes en la Casa de Lara. Pla (1959) estima que los dientes de hoz no son característicos del Eneolítico, porque en La Ereta son escasos y aparecen en el nivel superior, y el de la Torre del Mal Paso es muy basto y con dientes mal destacados. En San Antón aparecieron más de 200, y opina Furgus (1937) que algunos debieron usarse a mano. No cree probable que fueran utilizados después de fijarlos en una madera curvada como si fuera una hoz; parece rehusarlo la cualidad de los dientes, la mucha desproporción en el tamaño y la estructura del mayor número de los mismos dientes.

Fletcher y Pla (1956) dicen que la presencia de estas piezas en yacimientos del Bronce II supone una «continuidad y no una creación», pues si bien son frecuentes en establecimientos considerados como argáricos: Ifre, Laderas del Castillo, San Antón, Cabezo Redondo, Las Peñicas y La Bastida, aparecen también en otros anteriores al Argar, como Cova Fonda, Lugarico Viejo, Mas de Menente y Mola Alta.

En nuestro trabajo sobre Terlinques (Soler y Moscoso, 1970), señalamos con una línea de puntos en cada pieza la zona de los dientes afectada por el «lustre de cereales», lo que parece probar que el resto de la pieza debía de hallar se incrustado, y recordábamos que algunas de estas piezas rememoraban tipos y técnicas de remotas épocas, como las «medias lunas» o los «trapecios». Algunas medias lunas de Casa de Lara ya tenían el filo dentado.

Afirma Tarradell (1963) que aunque en el Bronce II el sílex se bate en retirada, tiene un momento de auge en la fabricación de pequeñas piezas tipo «sierra de hoz», demostración de un mayor cultivo agrícola, y añade que es en vano citar nombres puesto que el fenómeno se manifiesta en cualquier poblado argárico.

Al referirse al yacimiento de Cobatilla la Vieja, Ayala (1981) manifiesta haber comprobado cómo la vivienda ha sido «reutilizada» como taller de incipientes industrias artesanales, patentizado a través de los restos arqueológicos: sílex, grandes nódulos, lascas, sierras de hoz, percutores... que nos manifiestan la existencia de un taller de sílex «in situ». Es lo que observamos nosotros también en el Departamento IV.





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ArribaAbajoBarro

El barro como elemento de construcción aparece en varios departamentos. En el V lo vemos en un trozo con improntas de paja y el negativo de un cuerno. Trozos estucados, algunos cóncavos y otros con improntas de cañas, en el X, en el XII y en el XVIII. En forma de prisma rectangular, con dos de las caras rehundidas en media caña, para sostener y separar dos troncos de postes, en el XV. Un fragmento enlucido, con un saliente en forma de cuerno, en el sector C del Departamento XVIII. Un fragmento de empalizada, con una superficie alisada que, se curva sobre los extremos de una serie de estacas paralelas (Lámina 33, C), en el sector F del mismo Departamento XVIII. Y varios fragmentos con improntas de cañas y tejidos en distintos lugares, uno de ellos con una protuberancia semiesférica (Lámina 54, 7 a 11). En los Departamentos IV, VIII, XV y XVIII pudieron observarse restos de hornos, uno de los cuales, el del Departamento IV, se ha descrito detalladamente en su lugar (Lámina 33). Pero hay también objetos diversos para distintos usos:


Cilindros

Fragmento de 9,5 cm. de longitud y 5 de diámetro, roto por ambos extremos, con la superficie exterior alisada. Se deja ver la impronta de una cuerda de esparto arrollada en espiral por el interior, quizá para facilitar la adhesión del barro sobre la estaca que recubría (Figura 40, 3 y lámina 55, 5).

Fragmento macizo, de 9 cm. de longitud y 3,5 de diámetro, con un acanalado circular cerca de un extremo, hecho con impresión digital, y roto por el otro extremo (Figura 40, 5 y lámina 55, 2).

En el Castellet de Monserrat (Valencia), apareció un fragmento de tubo de barro de 6 cm. de longitud (Aparicio, 1972). El autor no había encontrado nada parecido entre los materiales de la región, y descarta la posibilidad de considerarlo como vertedero sugerida por Llobregat (1969) que encontró en la Serra Grossa un vaso con pitorro.




Conos

De 10,5 cm. de altura y 7,5 cm. de diámetro en la base, que es cóncava. El extremo está como desgastado. La superficie está bien alisada (Figura 40, 2 y lámina 55, 4).




Soportes

Fragmento de un objeto de base circular plana, de 23 cm. de diámetro, de la que sobresale un apéndice cónico de 16 cm. de altura, algo inclinado hacia el exterior, que tiene el extremo redondeado. Se observa a un lado y otro el arranque de otros similares que nos han permitido ofrecer su hipotética reconstrucción (Figura 40, 1 y lámina 55, 3). Es una pieza probablemente emparentada en su función con las que se describen seguidamente.

Pieza circular, de base plana y pared ligeramente ondulada e inclinada hacia el exterior. Mide 11,5 cm. de diámetro en la base, 13 en la boca y 4 cm. de altura, con un fondo de 2,2 cm. de espesor. La concavidad de la superficie es de 1,8 cm. (Figura 40, 4 y lámina 55, 1).

Pieza similar, también circular, con paredes rectas ligeramente inclinadas hacia el exterior. La altura es de 4,3 cm.; el borde, grueso y redondeado, y el fondo mide solamente 7 mm. de espesor, con lo que la altura de la concavidad es de 3,5 cm. (Figura 40, 6 y lámina 55, 6). Es notable la semejanza entre el perfil de estas piezas y el del crisol de «La Morterona» (Saldaña, Palencia), publicado por Rauret (1976). La diferencia está en la base de este último, que es rectangular y no circular, como las muestras.




Pesas de telar

(Lámina 53)


Son 128 los ejemplares recogidos, de los cuales, 70 lo fueron en el Departamento XVIII; 36, en el XV; 6, en el IV y en el VI; 2, en el I, y 1, en cada uno de los Dep. II y III. Se observa, pues, una concentración en los departamentos situados en la más baja cota del poblado.

El grupo más compacto, formado por 52 piezas, descansaba sobre un fondo de esparto tejido en espiral en el Estrato 5.º del Sector E del Dep. XVIII, sobre las cuales se encontraban dos troncos carbonizados de 10 cm. de espesor. Debieron estar apiladas en un espacio rectangular que se deshizo en dos grupos (Lámina 31, A y B).

Todas son circulares, con un solo orificio central. La mayor mide 120 mm. de diámetro y 77 de espesor, y pesa 1.150 gramos. La más pequeña sólo mide 48 cm. de diámetro por 32 de espesor, y pesa 70 gramos. La   —112→   media obtenida entre los 53 ejemplares más completos es de 72 mm. de diámetro y 53 de espesor, y el peso medio es de 387 gramos. En los orificios hay también diferencias, desde 3 hasta 20 mm., aunque la media es de 7 mm. En tres casos hemos podido observar que el orificio está en posición algo excéntrica (Lámina 53).

Que se utilizaban suspendidas de una cuerda o algo similar parece abonarlo la presencia en casi todas de una muesca en el orificio, prolongada a veces por una ranura en la superficie. En varios casos (Lámina 53), el orificio resulta elipsoidal, y la muesca de la superficie se prolonga por un acanalado a lo largo de todo el espesor de la pieza, como si la cuerda hubiese pasado dos veces por el agujero (Lámina 53, 7 y 9).

Mucho se ha discutido acerca de estas piezas, que a veces se confunden con las fusayolas, de las que también hay muestras en el yacimiento. Pesas de un solo agujero se han encontrado con abundancia en El Argar y en los yacimientos argáricos de El Gárcel, Parazuelos, Lugarico Viejo, Ifre, Zapata, El Oficio, y Fuente Álamo, aunque en alguno de ellos las había también de dos, tres o cuatro orificios (Siret, 1890), y se ha supuesto que pudieran ser tapaderas de cacharros con una cuerda en el agujero para destapar el vaso Aubet y otros (1979). Castillo (1928) hace mención de una vasija de El Gárcel, cilíndrica, cerrada por dos discos de barro con un agujero central, lo que no parece poder ser aplicado en nuestro caso.

Ayala (1981) cree posible que en los yacimientos argáricos de Murcia se utilizaron telares hechos de madera y de fibras vegetales, algunos de ellos carentes de pesas, por lo que en ese caso el telar no sería vertical. En opinión de algunos expertos (comunicación verbal de Grau Garriga), el telar es bastante tardío, y en estas épocas primitivas, se limitaba a un tronco de donde pendían las fibras tensadas por el cuerpo del tejedor.

En la región valenciana se conocen pesas de dos, tres y cuatro agujeros, procedentes de varios yacimientos: Castillarejo de los Moros, Tossal Redó, Puntal de Cambra, la Ereta del Pedregal, Mas de Menente, San Antón, Callosa de Segura, Cerrico Redondo de Montealegre y Las Canteras. En la comarca de Villena aparecieron también en la Casa de Lara y en el Cabezo de la Escoba, y han surgido también en los estratos prehistóricos del Castillo de Almizrra (Campo de Mirra). Las únicas que conocemos idénticas a las nuestras son las aparecidas en las recientes excavaciones realizada, en La Horna (Aspe), yacimiento situado, como el Cabezo Redondo, en la cuenca del Vinalopó. (Hernández Pérez, M. S., 1982).




Fusayolas

Existe cierta confusión entre las «pesas de telar» las «fusayolas» y las «rodajas de cerámica», que son realmente cosas muy distintas, aunque tengan de común su fabricación con barro cocido y casi todas lleven una perforación más o menos excéntrica.

Ya nos hemos referido a las «pesas de telar» y hablaremos de las «rodajas» en el capítulo de la cerámica. «Fusayolas» han aparecido hasta ahora 9 ejemplares de tres formas distintas: discoidales (Figura 39, 1, 3 y 9 y lámina 54, 2 y 6); bicónicas (Figura 39, 4, 6; 7 y 8 y lámina 54, 1 y 3) y una variante de estas últimas, que son bicónicas aplanadas con resaltes alrededor del orificio (Figura 39, 2 y 5 y lámina 54, 4 y 5).

Las más cuidadas son las discoidales, de superficies bien alisadas, en contraste con las bicónicas de resaltes, que son de tosca factura.

No son muy abundantes en nuestras comarcas, pero sí vemos representados los tres tipos de El Argar (Siret 1890) (Lámina 54), y hemos de destacar que las señaladas con los números 2 y 1 aparecieron cerca de sendas pesas de telar en el Dep. XVIII. Esto parece abonar la idea de que no es desacertado el nombre que se les da, y que sirvieran, efectivamente, para contrapeso del huso.





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ArribaAbajoHueso

(Láminas 56 a 63 y figuras 41 a 45)


Está muy generalizada la opinión de que, en la Edad del Bronce, hay una gran decadencia de la industria ósea, si se la compara con la del período Eneolítico anterior. Es cierto que no aparecen ya los alfileres con decoración acanalada ni determinados tipos de ídolos, pero aparecen otros nuevos.

A juzgar por los estudios que nos han llegado de yacimientos correspondientes a estas etapas en las regiones levantinas, la fauna está poco menos que ausente, y si esto es así, y la falta no se debe a deficiencias en la investigación, los habitantes en esos yacimientos carecían de la materia prima necesaria para construir sus utensilios. Porque no puede pensarse que sea la presencia del metal lo que haya hecho desaparecer la utilización del hueso. En los treinta y nueve yacimientos estudiados por Aparicio (1976) en su trabajo sobre la economía del llamado Bronce Valenciano, se totalizan 49 punzones de hueso frente a 23 ejemplares de cobre, lo que hace pensar al autor que las necesidades eran superiores a las disponibilidades de estos utensilios metálicos. El Cabezo Redondo viene a confirmar rotundamente esa suposición. Solo 15 punzones de bronce se han podido contabilizar, frente a los 170 de hueso y asta recogidos hasta el momento, y es de señalar que a las 19 puntas de flechas metálicas, todavía se le oponen 5 ejemplares de hueso, que no son residuales, como los 4 ejemplares de sílex todavía presentes, sino que siguen fabricándose en el yacimiento, como demuestran los ejemplares frustrados que ahora presentamos.

En cuanto a eficacia, calidad e incluso belleza, difícilmente pueden ser superados los numerosos puñales recogidos hasta ahora, construidos con tibias de ovicápridos que conservan las apófisis y presentan un excelente bruñido que cubre hasta la zona cercana a la empuñadura. Sus coloraciones son amarillas, grises, marrones, negras o blanquecinas.

Ante estos ejemplares y muchos otros objetos que iremos presentando, gentilmente clasificados por el profesor Pérez Ripoll, no podemos aceptar la idea de la pobreza y decadencia del instrumental óseo en la Edad del Bronce en lo que a nuestra comarca se refiere. En este sentido, una de las grandes dificultades que se nos han presentado para elaborar el cuadro que ahora ofrecemos, es el escaso desarrollo que han tenido en España los estudios tipológicos sobre este instrumental. Para las comarcas levantinas, es Bernardo Martí (1977) en su trabajo sobre la Cova de l'Or, quien nos suministra unos inventarios en los que figuran punzones, espátulas y cucharas entre los utensilios, y discos, anillos, cuentas de collar, colgantes y vértebras de pescado entre los objetos de adorno, y piensa que existen diferencias funcionales importantes entre los punzones de punta fina de sección circular y los de punta biselada en la caña del hueso, y que los fimos punzones sobre la mitad de metapodios de ovicápridos debieron ser agujas para el cabello.

Todos estos datos se refieren al periodo Neolítico, sobre cuya industria ósea ha dado a conocer recientemente Vento Mir (1985) un intento de clasificación tipológica basado en la lista publicada por Camps Fabrer (1968) pero no poseemos nada similar en lo referente a la Edad del Bronce, y ello nos ha movido a especificar más detalladamente los tipos presentes en la rica industria ósea de nuestro yacimiento.


Útiles

Punzón: se puede subdividir en «punzón de sección circular» (Lámina 57, 3, 6, 7, 8, y 9; lámina 58A, 1, 2 y 3; lámina 61 A, 6 y 9, y figura 41, 2, 3, 10 y 14, y figura 43, 2); «punzón de caña», que son los más abundantes y han sido obtenidos seccionando un hueso longitudinalmente biselando el extremo distal y aguzando la punta. La zona proximal admite muchas variantes; véase una amplia serie en la lámina 58, B «punzón biapuntado» que es escaso y presenta los dos extremos aguzados (Lámina 57, A, 4, 6, y 11). En este apartado podríamos colocar el ejemplar n.º 4 de la figura 44 (Lámina 57A, 10), que es de sección cuadrangular y tiene un pequeño pedúnculo en un ángulo de la base.

Alfiler: hueso con el extremo distal aguzado y el proximal ensanchado y generalmente redondeado (Lámina 61 B, 3, 8 y 9; lámina 58 A, 10 y figura 44, 7, 17 y 18).

Aguja: puede ser cualquiera de los anteriores que tenga perforado el extremo proximal. No hemos encontrado ningún ejemplar claro, pues muy dudoso es el n.º 10 de la lámina 58 A. Como «aguja de gancho»   —114→   pudiéramos considerar el n.º 2 de la figura 44, si no ofreciera dudas su obtención intencionada. Nos recuerda al también dudoso «arpón» de la Ereta del Pedregal (APL, IX, figura 7).

Puñal: así consideramos al punzón de caña obtenido con la tibia de los ovicápridos seccionada longitudinalmente desde más abajo de la apófisis, que se conserva intacta o ligeramente alisada. Todos los ejemplares que poseemos han sido bruñidos en toda su longitud, excepto en las proximidades de la apófisis (Figura 41, 7, 20, 21 y lámina 63). Hay ejemplares semejantes en los yacimientos argáricos de El Argar, Ifre o Zapata, y similares también aunque más toscos, en los Blanquizares de Lébor (Arribas, 1956). Salvo un ejemplar dudoso que no conserva la apófisis, de la Penya de l'Aliga (Oliva), (Aparicio y otros, 1983); otro de las mismas características de la Mola d'Agres (APL, XV, figura 8, n.º 16) y el ejemplar más completo de la Cova de les Maravelles (Boronat,1983), no hemos encontrado puñales de este tipo en las comarcas valencianas, porque no lo son los de La Atalayuela, Mola Alta de Serelles y Covacha de Ribera. Esta escasez o ausencia hizo pensar a Pla (1958) que los punzones de hueso largo con la apófisis eran más arcaicos que los de sección circular y plano-convexa, lo que no parece confirmarse en este yacimiento.

Espátula: instrumento alargado de frente curvo y biselado con brillo de uso (Figura 42, 3, 6, 21; figura 43, 9 y figura 44, 1). Hay algunas más cortas y con el bisel apuntado, que en la primera de ellas está el extremo proximal apuntado, como para enmargar. (Figura 42, 9 y 10).

Cincel: utensilio de frente estrecho y biselado transversalmente (Figura 43, 1, 5, 7, 13; figura 44, 14 y figura 42, 11).

Paleta: instrumento construido en hueso fino, generalmente costilla de buey, de cuerpo rectangular y pedúnculo más o menos largo y regular. (Lámina 62 A, 1, 4, 5, 6; figura 42, 8, 13, 14, 22 y 23).

Taladro: utensilio generalmente robusto, de punta poliédrica, resultante de varias facetas longitudinales (Figura 43, 12; figura 44, 5; figura 42, 2, 7, 12 y 19). Ejemplar perfecto, en hueso muy quemado, es el de nuestra figura 42, n.º 4, que puede verse, muy aumentado, en nuestra lámina 67. Su paralelo más cercano lo encontramos en el «punzón colgante», como le denomina Jordá (1958), de la Torre del Mal Paso, en Castelnovo (Castellón), que parece también de sección poliédrica y tiene una perforación circular que no sabemos si llevaría el nuestro, al que le falta la porción proximal. Piensa Jordá que debería considerarse como amuleto profiláctico, y que podría ser una derivación de los bastones perforados paleolíticos. Consideramos a estos utensilios como una reminiscencia de los taladros de sílex, materia esta todavía muy abundante en el yacimiento. El que llamamos «taladromuesca» es pieza corriente en el yacimiento lítico de superficie del «Arenal de la Virgen».

Huesos dentados: son dos los recogidos hasta el momento: una costilla de ovicaprino con ocho incisiones paralelas en el extremo de un borde (Lámina 60 B, 8 y figura 42,15); y un hueso fuerte y plano, seccionado oblicuamente en la porción proximal y redondeada en la distal, que está dentada en su mitad (Figura 44, 3). La costilla sirvió para alisar la superficie de algunas vasijas, que presentan un acanalado irregular que dejaron los dientes, pero no se nos alcanza la función de la otra pieza, que no parece tener relación con las «gradinas» de otros yacimientos. En el apartado del «asta» pueden verse otros fragmentos de cuernos incisos. Pericot y Maluquer (1951) supusieron que varios fragmentos de costillas decoradas con trazos incisos, algunos paralelos, aparecidos en la Bora Gran d'en Carreres, eran una especie de reglas para medir las astas y proyectar los instrumentos.

Esquirlas aguzadas: cuando tuvieran la suficiente eficacia, no dejarían de usarse las «puntas de fortuna» obtenidas al manipular material óseo. Véanselos números 10 y 12 de la figura 44, y los cuatro ejemplares de la lámina 56. Los números 8, 9 y 10 de la figura 43, pueden corresponder a flechas en fabricación, como el n.º 13 de la figura 43.

Puntas de flecha: son cinco las recogidas, contando como tales un ejemplar en tibia de buey, frustrado por rotura de la aleta derecha (Lámina 62 B, 2 y figura 45, 5); otro fragmento, muy pulido, del que se conserva solamente el cuerpo de la flecha, sin aletas ni pedúnculo (Lámina 62 B, 5 y figura 45, 4); y una esquirla biapuntada en fémur de buey, también muy pulida en la superficie, en la que parece haberse iniciado la construcción de una aleta (Lámina 62 B, 4 y figura 45, 3). De los dos ejemplares enteros, tallados en hueso de buey, uno de ellos tiene el cuerpo casi triangular, con las aletas cortas y el pedúnculo rectangular (Lámina 62 B, 3 y figura 45, 1); el otro tiene las aletas caídas   —115→   y el pedúnculo más largo y redondeado en la base (Lámina 62 B, 1 y figura 45, 2).

Furgus (1937) menciona «alguna punta de flecha» de hueso recogido en San Antón (Orihuela), pero no las reproduce, y habla también de «puntas de flecha de hueso, primorosamente trabajadas», aparecidas en la necrópolis de Callosa de Segura, de las que reproduce tres, una de ellas idéntica a la nuestra de la figura 45, n.º 2.

De pedúnculo y aletas es también la recogida por Sánchez Giménez (1948) en el túmulo I de La Peñuela (Pozo Cañada, Albacete), y menciona otra de El Batanejo (Villalgordo del Júcar, Albacete) de 8 cm. de longitud (Id. 1956).

Idéntica a las nuestras apareció una en Fuente Álamo (Schubart y Arteaga,1980), en un contexto de punzones y anillos de bronce, anillos de oro, punzones óseos de caña, lascas de sílex, hachas pulimentadas, moldes de fundición y las que se consideran piezas de bocado de caballo en asta de ciervo, conjunto que se da exactamente en nuestro yacimiento.

En Cataluña son numerosos los hallazgos de estas puntas: Bora Gran d'en Carreras (Pericot y Maluquer, 1951), Cova del Cartanya (Vilaseca, 1926), Cueva Josefina d'Escornalbou (Serra Vilaró,1925), Cueva de Toralla (Maluquer,1944), Riner (Serra y Vilaró 1915-20), que llegan hasta el Pirineo (Sena, Huesca) (Panyella y Tomás Maigi,1945-46). Almagro (1952) opinaba que «la saeta de hueso de pedúnculo y aletas laterales era típica de la cultura de los campos de urnas», lo que habría que matizar después de los hallazgos villenenses que hemos comentado.

Tablillas: las hay rectangulares (Figura 43, 14) o exagonales (Figura 43, 15), que pudieron ser también materia prima para la fabricación de flechas; y hay también tres ejemplares alargados, de sección rectangular, dos de ellos con un extremo recto y el otro redondeado (Figura 42, 24 y 25), y otro biapuntado (Figura 44, 15). No se nos alcanza la utilización de estos instrumentos.




Objetos de adorno

Ídolos o amuletos: como tal consideramos una placa de sección rectangular, tallada en metacarpo de buey, con una base a modo de pedúnculo que se ensancha de forma oval y termina en un pequeño apéndice redondeado atravesado por una perforación elíptica. El conjunto semeja un objeto antropomorfo al que le falta, por rotura, el hombro derecho (Lámina 76, 24 y figura 52, 5).

Por su aparición en un enterramiento infantil en urna, como amuleto consideramos también un objeto rectangular plano-convexo, tallado en tibia de buey, con una ranura horizontal cerca del extremo superior. Pudiera tratarse de uno de los muchos colgantes que se colocan a los niños en período de dentición (Lámina 76, 11 y figura 52, 1). Hay un objeto muy similar recogido en la Cueva de la Pastora, de Alcoy (La labor del S. I. P. y su Museo, 1940-48). (Vid. posible ídolo o amuleto, p. 208) (?)

Botón con perforación en V: es de sección exagonal, muy desgastado y con el puente roto (Lámina 76, 15 y figura 52, 14). No vamos a extendernos en la evolución de estos objetos, que tienen una abundantísima bibliografía. Furgus (1937) encontró cuatro de marfil, de forma cónica, en San Antón de Orihuela, y cerca de seis docenas, de forma cónica o piramidal, también de marfil y pintados de rojo, en una cista funeraria de Callosa de Segura. En la Cueva de la Barsella (Jijona), halló Belda (1929) dos ejemplares triangulares y uno cónico, y de la Ereta del Pedregal procede uno troncopiramidal (La labor del S. I. P., 1940-48). Más al N., en La Joquera (Castellón) aparecieron uno piramidal y dos prismáticos pequeños (Esteve Gálvez, 1965).

Son abundantísimos en los megalitos eneolíticos de la Plana de Vich, especialmente los triangulares alargados con dos perforaciones, que son los que aparecen en Las Peñicas, de Villena, poblado de altura a menos de tres kilómetros del Cabezo Redondo. Cinco con perforación doble y doscientos ocho con una perforación se hallaron en la Cueva Encantada de Martis, en Esponellá, Gerona. Corominas (1957) los considera como piezas del arco, colocados en la cuerda para apoyar en su arista la entalladura del asta de la flecha. Su abundancia le hace pensar en el núcleo de producción desde donde se difundirían hasta Usson, en Francia.

En el SE. de la Península, foco de irradiación de la cultura argárica, se dan los piramidales en Lugarico Viejo, Gatas y El Argar (Siret,1890), en donde aparecieron varios de marfil pintados de rojo, como los de Callosa de Segura. Los prismáticos aparecen también tanto en Los Eriales como en Lugarico Viejo y El Argar. Tarradell (1948) menciona uno circular de los Castillejos de Montefrío (Granada). Maluquer (1944), que sigue a Pericot (1943), piensa que el botón prismático, que esporádicamente aparece en El Argar, sería anterior en Cataluña, y que la frecuente   —116→   aparición de los piramidales en las estaciones almerienses autoriza a creer en un momento avanzado para los dos ejemplares cuadrado-piramidales de la Cueva de Toralla, uno de ellos de concha, con el vértice aplanado, forma similar a la del ejemplar del Cabezo Redondo que ahora presentamos.

Placas: Rectangular, en costilla de buey, con los ángulos redondeados, rota por un orificio circular cerca de uno de los lados largos (Lámina 76, 6 y figura 52, 6).

Rectangular alargada, en costilla de ovicaprino, con la base redondeada, rota por un orificio en el extremo opuesto (Lámina 76, 8 y figura 52, 11).

Rectangular alargada, muy delgada, en costilla de ovicaprino, con los extremos redondeados y dos orificios en el sentido de la longitud cerca de uno de los lados cortos (Lámina 76, 7 y figura 52, 2).

Circular en hueso de buey, cortada diametralmente por el orificio central (Figura 52, 9).

De la Bastida, de Totana, proceden dos plaquitas alargadas y algo convexas, de extremos redondeados y aristas interiores también redondeadas. Tienen cuatro perforaciones en su longitud, y son de marfil o hueso. Por su posición derivada respecto al cadáver, no puede deducirse su utilización, aunque es probable que pertenezcan al adorno del pelo o sirviesen para sujetar unos colgantes allí aparecidos, o también como broches para cerrar el collar (Val, Sopranis y Posac 1947).

Cuentas de collar: circular aplanada, con orificio central (Lámina 76, 13 y figura 52, 13).

Oval, con abultamiento inferior y orificio en el extremo aplanado (Figura 52, 15).

Tubo en hueso de ave (Lámina 76, 17 y figura 52, 20).

Tubo en fémur de ave (Lámina 76, 18 y figura 52, 18).

Tres cuentas de tubo en tibia de conejo (Lámina 76, 12, 14, 16 y figura 52, 16, 17).

Los tubos de hueso como colgantes se dan en la Covacha de Ribera, en la Ereta del Pedregal y en los Blanquizares de Lébor.

Colgantes: trozo de caña de ovicaprino con orificio en la apófisis (Figura 52, 12).

Trozo grueso de metapodio de buey con orificio cerca de un extremo (Figura 52, 8).

Varios: fragmento quemado, con tres incisiones paralelas en la superficie cóncava (Figura 52, 10). Fragmento de un botón de hueso quemado, con decoración de ángulos dobles incisos en dos bandas concéntricas (Lámina 67, 1, muy aumentado y figura 52, 3).

Colmillos de suido: se han recogido 18, enteros o fragmentados, que aparecen en 13 de los 18 departamentos excavados (Lámina 71, 7 al 17). El único ejemplar con perforación es el n.º 3 de la lámina 71, que está adelgazado en toda su longitud. Con sus 1.150 huesos, el «Sus domesticus» ocupa el 3,4% de la fauna analizada.





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ArribaAbajo Asta

(Láminas 64 a 66 y figura 46)


En el análisis de la fauna del Cabezo que presentamos más adelante, el «cervus elaphus» está representado por 230 huesos, cantidad muy modesta si se la compara con los 25.000 de ovicaprinos, con los 3.420 de conejos, los 2.350 de buey y los 1.150 de cerdo; es también algo menor que la de los caballos (250) o la del perro (340). Sin embargo, el porcentaje de su utilización, que es el 27,2% de los 110 huesos estudiados, es casi similar al del buey (28,1 %) y superior al de los ovicápridos (25,4%) y al del cerdo (14,5%), lo que se explica por los numerosos troncos y pitones de que dispone cada macho, que puede tener hasta veintidós o veinticuatro, y ya es sabido que los cuernos de los ciervos se mudan anualmente. Los moradores del Cabezo eran maestros en la utilización del asta como materia prima, tanto para utensilios como para objetos de adorno. La distribución por clases de utensilios es como sigue:


Punzones

Destaquemos por su longitud un ejemplar de 22,5 centímetros, en el que se observan las numerosas facetas longitudinales de adelgazamiento. Tiene el extremo proximal redondeado y el distal perfectamente aguzado (Lámina 65, 7 y figura 46, 10).

Los hay en varilla de sección circular y espesor homogéneo, muy pulidos (Lámina 65, 2 y 4), o con el extremo proximal ensanchado (Lámina 65, 3 y 5) o biselado (Lámina 65, 11).




Leznas

Como tal podemos considerar un ejemplar negro, muy pulido, con un orificio de 5 cm. en la parte más ancha, a 32 mm. de la empuñadura, que está perfectamente redondeada. Pudo utilizarse para la elaboración de suelas de esparto, de las que hay muestras en el yacimiento (Lámina 65, 6 y figura 46, 11).

A la misma especie pueden pertenecer tres pitones curvos, con un extremo redondeado y el otro biselado o aplanado primero y aguzado después. El hecho de que la parte aplanada presente un brillo bastante intenso, que no se ve en el otro extremo, nos impide asimilarlo a las «piezas de bocado» del Argar (Siret, lámina 65, núms. 124 a 126) o a la de Fuente Álamo (Schubart y Arteaga,1978), esta con una perforación en el centro que la asimila a la nuestra descrita en primer lugar. Pudiera ser que estas leznas se usaran enmangadas (Lámina 64, 9 y figura 46, 3, 4, y 5). Hemos de recordar que se han descubierto picos de asta de ciervo en Lugarico Viejo y en Peña Vaquera, ambas de Almería, los que se interpretan como utensilios mineros semejantes a los empleados para la extracción de sílex en un pozo de Champignoles (Francia). (Gosse, 1942).




Espátulas

De 20 cm., en asta de, ciervo ennegrecida por el fuego. Tiene la base estrechada en forma trapecial y el frente biselado y muy desgastado (Lámina 66, 1).

De 15 cm. con un extremo biselado y redondeado. También de ciervo (Lámina 66, 5).

Extremo distal de una espátula de media caña, color gris, muy quemada (Figura 46, 13).

Base de una espátula en fragmento de asta de ciervo de sección plano convexa, muy quemada, con un extremo redondeado y rota por el otro. En el reverso lleva dos incisiones paralelas, por una de las cuales se fraccionó (Lámina 64, 10).

La espátula es utensilio muy común en todos los yacimientos. Maluquer (1951) la considera instrumento para el pulimento de la cerámica.




Astas perforadas

Un cuerno de ciervo lleva un agujero cerca de la punta (Lámina 65, 8 y figura 46, 9). En la Ereta del Pedregal apareció un ejemplar oculado con un orificio en el extremo agudo. Ballester (1946) recordaba que útiles semejantes, aunque sin decorar, se solían ver colgando de los cuellos en los asnos de horneros y arrieros en comarcas valencianas, en donde se les atribuyen ciertas virtudes profilácticas.

Otro fragmento, negro y pulido, también de ciervo, se rompió por un orificio cerca de la punta (Lámina 65, 9 y figura 46, 8); y un trozo plano convexo, también pulido, lleva dos orificios en el sentido de la longitud, a 1 y 3 cm. cerca del extremo (Lámina 65, 10). Chocomeli (1946) reprodujo una delgada lámina de cuerno con orificio procedente de la Marjal de Navarrés.



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Astas incisas

Pudieran ser puntas de leznas las tres con incisiones paralelas de nuestra figura 46, 1, 6 y 12 y lámina 66, 2, 3 y 4. La número 3 es negra y presenta un intenso pulimento. Barandiarán (1950) pensaba que algunas puntas y huesos con incisiones paralelas de la Cueva de Bolinkoba, se consideraban como marcas de caza, y recordaban el Auriñaciense de Isturiz.




Objetos diversos

Hay varios utensilios debidos a la industria humana cuya significación no podemos determinar y, en varios casos, pertenecen a objetos sin acabar. En este caso se encuentra un asta de ciervo con la superficie ya alisada por facetas longitudinales, un extremo fracturado pero redondeado, y la punta también rota, pero con el frente recto (Figura 46, 2).

Trozo de cuerno macizo, de 7 cm. de longitud, alisado a facetas y con los extremos aserrados (Lámina 64, 11).

Un pequeño trozo de 2 cm. de longitud similar al anterior (Lámina 64, 8).

Un fragmento de 4,5 cm., con facetas oblicuas en la parte ancha y señales de cortes en el otro extremo.

Asta de ciervo con los dos extremos cortados en redondo (Lámina 64, 6).

Punta gruesa de cuerno de ciervo, con la base rota pero sin aserrar.

Probable base de una lezna, de sección rectangular, con la superficie perfectamente alisada y el extremo redondeado, muy similar a la base de lezna negra con orificio ya descrita (Lámina 64, 12).

Tronco de cuerno de ciervo con el arranque de dos pitones (Lámina 66, 6).

Fragmento de tronco de ciervo con la base recta y un apéndice curvo biselado en el otro extremo, producido por la extirpación de los pitones. La pieza podría ser considerada como un amuleto (Lámina 64, 3 y figura 46, 15).

Otro fragmento similar, más tosco (Lámina 64,1).

Cuerno de buey cortado por la base.

Colgante oval o cabeza de alfiler, en cuerno de ciervo, con abultamiento en el extremo y gran perforación circular, rota por el otro extremo (Lámina 76, 10 y figura 52, 7).

10 astas de «capra hircus», todas con cortes y rebajos en la base (Lámina 66, 7 y 8). Motos (1918) observó que algunas piezas de sílex dentadas, de buen tamaño, bien pudieran haber sido utilizadas para hacer cortes tan precisos y limpios como los que tuvo ocasión de apreciar en grandes asta de ciervo halladas en el subsuelo de las viviendas. Una simple ojeada a nuestra figura 42, abonaría tal suposición para nuestro yacimiento.





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ArribaAbajoConcha

(Láminas 68 a 71)



Caracoles terrestres

En las bolsas con huesos que se remitieron a Alemania para su análisis, figuraban gran cantidad de caracoles terrestres que no fueron analizados.

Aun admitiendo, con Navarro-Mederos (1983) que algunos de ellos hubieran penetrado en las viviendas durante sus letargos estacionales, tenemos testimonios evidentes en la comarca de su consumo en grandes cantidades. En la Cueva del Lagrimal, por ejemplo, aparecieron grandes hoyos colmados de conchas de «hélix»: 222 en el nivel IV; 425 en el tercero y 50 en el II. Es una concha que no deja de aparecer en ninguno de los yacimientos estudiados, desde el «musteriense» de la Cueva del Cochino hasta el «ibérico» del Puntal de Salinas, en donde surgió una gran cantidad de estas conchas con perfectas perforaciones en el borde.




Moluscos marinos

(Lámina 68, 69 y 70)


Afirmaba Pericot (1928) que, en la región levantina de la Península Ibérica, la utilización de toda clase de conchas llegó a su más alto grado. Los pueblos primitivos las usan para múltiples fines, como adornos, simbolismos, monedas, pesas de telar, etc. (Leite de Vasconcelos, 1897-1909).

Casi todas están perforadas por la mano del hombre, aunque Gómez Serrano, N. P. (1942) encontró pectúnculos en la orilla del mar, lejos de estaciones prehistóricas, perforadas al parecer por un microorganismo.

Más de 260 han sido recogidas en el Cabezo, lo que supone una estrecha relación con el Mediterráneo, que se encuentra a sesenta kilómetros del yacimiento. Hemos de mencionar aquí la aparición de un fragmento de «erizo de mar» (Lámina 71, 5) y de unos trozos de jibión (Lámina 71, 2, 4 y 6), de los que hablaremos al tratar de la metalurgia.

El inventario es el siguiente (Vid. el cuadro de la pág. 12 l), que debe considerarse como provisional hasta que sea examinado por los especialistas.




Patellas

Apareció un ejemplar en cada uno de los Departs. IV y V (Lámina 69, 8) y otro entre las ofrendas funerarias de la Fosa N. (Lámina 39 A, 4).

Para Vidal y López (1943) pudieron servir para el adorno, a la manera que la usaban los guanches canarios, metiendo por el orificio un mechoncito de cabellos que se anudaban luego, quedando pendientes de estas trenzas, opinión seguida por Flaquer Fábregues (1953), que las encontró en la Torre d'en Gaumés (Alayor, Mallorca). Motos (1918) encontró también algunas en el Cerro de las Canteras empleadas como recipientes, alguna con señales de haber contenido materias colorantes. Vilaseca (1957-1958) las halló también en la Cueva de Porta Lloret (Siurana, Tarragona). En las Canarias Occidentales, gran cantidad de conchas, con predominio de las «patellas», se encuentra en las cuevas sepulcrales junto al cadáver, y lo mismo sucede en tumbas prehistóricas del occidente africano (Cuzcoy, 1952).




Pectúnculos o Glycymeris

(Lámina 68)


Los englobamos por no tener seguridad en su clasificación. Hemos recogido 114 ejemplares, y no dejan de aparecer, perforados o no, en casi todos los Departs. y niveles. Por la distancia del yacimiento al mar, no es probable que fueran consumidos por los habitantes del Cabezo, y el hecho de que muchos ejemplares de los de mayor tamaño tengan los bordes desgastados o recortados (Lámina 68, núms. 2, 4, 6, 9 y 10), parece indicar un uso doméstico a modo de cucharas, vasos o paletas. Pero su empleo más frecuente, enteros o fragmentados, debió de ser el de elementos de adorno, como colgantes de collar.




Cardium

(Lámina 69, 7, 9 y 12)


Ya es conocido su empleo para adornar las cerámicas. Los hemos recogido en la Casa de Lara, Arenal de la Virgen (ambos con cerámicas «cardiales»), la Macolla, Puntal de los Carniceros, y 9 ejemplares en el Cabezo Redondo. Tampoco es probable que fueran recolectados con fines alimenticios, dado su escaso número y su distancia del mar.




Spondilus

Hay 2 ejemplares. Dado su tamaño, la concha se suele trocear.