Exposición de la actual Poesía Argentina
Pedro Juan Vignale
César Tiempo (Comp.)
JUSTIFICACIÓN
Presentamos aquí, a más de cuarenta poetas aparecidos después de 1922 y que constituyen los diversos núcleos y aledaños de la nueva generación literaria.
No es esta una antología crítica. Más aun: no lleva carácter antológico alguno, en la acepción didáctica de resumen que esta palabra contiene. Una antología siempre clausura una época o cierra una escuela, desempeñando, en ambos casos, función de balance final, al recoger lo estable y efectivo de una retórica transitoria.
Por eso una antología -y con menos intensidad un «parnaso»- resulta siempre un libro individual, personalísimo, con unidad de cancionero o romancero anónimos, no obstante recoger a numerosos poetas.
Y esa homogeneidad se explica, en una literatura: por los elementos profundos, inmanentes, que dan fisonomía a una raza; y en un período literario: por las influencias comunes de ideas, de gustos y hasta de modas, a que se hallan sometidos todos los artistas que en él actúan. Influencias inevitables, a las que nadie puede substraerse, y que ofrecen cuando son intensas, el índice o característica que identifica todas las creaciones de arte de una época.
Acaso en este volumen, el lector avisado, desglose varias maneras, modalidades y empaques líricos.
A la facilitación de este propósito crítico responde, en primer lugar, la publicación del libro y dentro de él: su carácter de exposición, vale decir, panorámico e imparcial. El orden de los escritores. La omisión de algunos, que escribiendo hoy, se nutren aún de influencias de períodos precedentes, demasiado notorias. La inclusión de otros, en cuya débil personalidad se hace posible sondar las influencias en auge. La inserción de la nota autobiográfica, anecdótica, que aumenta al lector el conocimiento que del poeta pueda adquirir a través de sus versos. Y por último, el esbozo físico, que da a ese conocimiento, un carácter de aproximada totalidad.
—I→
ESTÉTICA
Amor y rima: esto es toda la poesía, en efecto. O como lo dije alguna vez, profesando la estética, emoción y música.
Denominase poesía toda composición destinada a expresar una emoción de belleza por medio del lenguaje musical. Si no hay verso, falta, pues, uno de esos dos elementos capitales, y no hay poesía. Podrá haber emoción, ideas poéticas; no poesía realizada. Del propio modo, hay en el mono antropomorfo, rasgos humanos; pero, aquél no es un hombre.
Supuesta una cantidad de sílabas o de grupos de sílabas, el ritmo que las condiciona como lenguaje musical, requerirá por lo menos la repetición de dos grandes pausas o acentuaciones; pues el ritmo más elemental, consta de dos elementos, como la diástole y la sístole del corazón. Este par originario, lo forman la cesura y la rima, en los metros regulares. En los libres, la rima solamente. De manera que cuando falta en éstos, su conjunto es un párrafo de prosa, que la disposición gráfica en columnas de renglones no transformará, por cierto, en verso.
—II→Por esto, hace treinta años ya, completando y amplificando el movimiento libertador inicialo por Rubén Darío, dimos al verso la libertad extrema compatible con su existencia como tal, o sea con la caracterización rítmica que lo diferencia del mero renglón de prosa, y que se redujo a dos elementos: el número de sílabas, limitado a quince por ser prácticamente insostenible más allá la integridad rítmica, y la rima o pausa indicativa cuya repetición constituyó el ritmo mínimo, al faltar la cesura clásica, y cuya abolición comporta de consiguiente la disolución del verso en prosa.
Siendo el verso un fenómeno musical, obedece a la misma condición esencial de la música, que es el ritmo: ley de vida, originariamente determinada por el movimiento regular del corazón. De modo que su derogación arbitraria trae consigo la muerte. El verso deja de existir. Lo que hace que un conjunto de palabras sea verso y no prosa, es su caracterización rítmica y nada más: una distinción puramente auditiva. Porque el verso es lenguaje musical y la prosa no. Con lo que resulta, exclusivamente, el lenguaje poético.
Eacute;sta fue la divergencia fundamental de la revolución con la Academia, que había inventado el verso blanco para dispensarse de la ritma, agregando éste a sus famosas «licencias»: escamoteos de la dificultad que el lenguaje poético opone al que no es poeta.
Ahora bien; esta antigualla lamentable y antiestética es el descubrimiento instrumental más importante de la actual vanguardia poética, o nueva sensibilidad, o ultraísmo, como se denomina el grupo de prosistas jóvenes y no para quienes resulta verso todo párrafo de prosa dispuesto en renglones verticales separados; mientras su invención psicológica, dominante hasta lo exclusivo, es la metáfora, de no menos venerable historia. Amontonar imágenes inconexas —III→ en parrafitos tropezados como la tos, y desde luego sin rima: he ahí toda la poesía y todo el arte...
Nada más fácil, en consecuencia, que el hallazgo de tres o cuatro poetas por hora y a la vuelta de cada esquina. Expresarse por comparación es la cosa más fácil que existe; y he aquí por qué el lenguaje popular es también el más metafórico. Entretanto, ha desaparecido la emoción, que es el elemento esencial de la poesía, y, sobre todo, la emoción del amor: indicio seguro de egoísmo y de infecundidad. Porque todo eso es retórica: vale decir, preceptiva en acción, exactamente como la de aquellos académicos de antaño. Efectivamente, en el nuevo arte de la referencia la teoría es mucho más importante que la creación. El poeta es, ante todo, un psicólogo y el pintor un especialista en óptica. Cuando según la sencilla y buena verdad, un poeta debe ser ante todo un poeta, y un pintor un pintor.
Leopoldo LUGONES.
PARALELO
Materia para largo capítulo de exégesis literaria, el establecer qué trajeron en mi concepto a la poesía argentina, Rubén Darío y Leopoldo Lugones, demanda siempre algo más que las cincuenta líneas de una simple nota, pero acepto la imposición de los compiladores.
Creo que aquellos dos poetas resolvieron, para nuestro arte poético, el paso de la fantasía a la imaginación, aunque ellos no consumaran el fenómeno.
Y debo aclarar el valor de esos dos términos, de significación distinta y esenciales para explicar ese momento de nuestra historia literaria.
Llamo fantasía al poder que produce representaciones mentales ajenas a la realidad o donde ésta aparece deformada, perturbada en sus leyes naturales.
Por otro lado, imaginación sería la actividad creadora —IV→ de imágenes, esto es: representaciones de fenómenos en que la realidad vive, como debe ser, sujeta a la verdad, a la vida.
Antes de la llegada de Rubén Darío y Leopoldo Lugones la poesía en nuestro país se desarrollaba bajo un concepto pseudo-clásico por un lado y pseudo-romántico por otro. Eran dos influencias que daban de sí un arte convencional, ficticio y que apenas podía convencer por una relativa realidad cual era la de expresar estados de ánimo ciertos en ocasiones.
Rubén Darío que nace bajo la sombra de Hugo y Bécquer, evoluciona luego hacia un arte de imaginación, pero sin alcanzarlo nunca. Su decoración pertenece por lo general a una fantasía de la realidad, en fuerza de estilización.
Lugones, hijo directo del romanticismo -romántico de cuerpo entero en Las Montañas- toma mejor la senda y afirma la evolución hacia el realismo. Véase El Lunario y algunos poemas solariegos.
Pero ambos poetas, grandes artistas los dos, abren el camino para la generación que comienza con Enrique Banchs, generación en que el realismo impone sin duda alguna un arte de imaginación. En 1925 aparece una generación que retorna disimuladamente y casi sin saberlo al país de la fantasía.
Rafael DE DIEGO.
1907-1922
No ha llegado el momento de enjuiciar como fenómeno pretérito a la poesía argentina de los veinte primeros años de este siglo. En plena juventud y obra están los poetas que mejor caracterizan a ese período. Algunos han descubierto ayer no más su personalidad verdadera, que su verso apenas ha comenzado a revelar.
Depurada definitivamente de la manera «modernista» —V→ que predominó a principios de esta centuria, la poesía argentina se lanzó en busca del lirismo auténtico, libre de toda sujeción retórica.
Durante quince años -de 1907 a 1922- nuestra poesía prosperó lejos de capillas particulares. Cantó cada poeta como mejor le vino en ánimo, influenciado cuando más por la potencia de algún grande. Variada y magnífica fue de tal modo la obra cumplida. A la vez que Banchs entonaba sus romances de tan profunda y suave tristeza, Carriego decía la pena del amor cuando es castigo en vientres de miserables. Barreda daba el ritmo de sus canciones infantiles junto con el tono de sus poemas sociales. Capdevila, dramático y filosófico, decía el misterio de las terribles fuerzas secretas. Arrieta murmuraba en versos ajustados y perfectos sus bellísimos «lieds», puros entre lo más puro de nuestra poesía. Pedro Miguel Obligado, lírico de la mejor tradición, entonaba su queja por la crueldad del corazón humano, incomprensivo y torpe. Fernández Moreno, desnudando su verso de toda inútil retórica, decía en estilo prieto y firme sus emociones e impresiones y embellecía la vulgaridad del mundo circundante. Alfonsina Storni, sensual e irónica, cantaba su anhelo y decía su burla. Así era ayer y así es hoy, ya que ninguno de los poetas de tal período ha realizado la mitad de su obra.
Y sobre todos ellos, Leopoldo Lugones, que desde «Las montañas del oro» a que ascendió su juventud turbulenta ejerce con disputa, pero sin rivalidad, el predominio lírico de nuestra tierra.
¿Qué ha muerto de la labor realizada por los poetas argentinos de este siglo? Ha muerto todo lo que debía morir por falso, exótico y débil. Como trapo de feria y cartón de máscara se han desteñido las alegorías y suntuosidades modernistas de mal imitado color. Ha muerto también el sencillismo, que quiso ser franciscano y resultó burgués, y la poesía de quienes aspiraron a la complejidad y no revelaron sino candidez de espíritu y pobreza de expresión.
—VI→Vive lo que nació libre y fuerte.
La generación nueva, cuyas tendencias y particularidades expone este libro, ha encontrado a la precedente en ardua tarea de creación. La ha atacado a veces porque es ley de juventud la injusticia. «Ce n'est pas à vingt ans que l'on a vingt ans», decía Mauricio Barrés. La generosidad, la despreocupación, la alegría, el placer de crear sólo por lo que la creación tiene de sano y de magnífico; todo lo noble, alto y puro que parece asociarse a la idea de juventud, no es siempre el patrimonio de los jóvenes. Pero no importa.
Si se considera con desapasionamiento la sucesión de las modas y escuelas literarias y se inquiete sobre lo esencial y profundo que distingue las unas de las otras, concluiríamos por dar muy escasa trascendencia al movimiento de renovación comenzado en 1922. Creo que tampoco se lo dan los mejores jefes de la cruzada.
Saludemos, entre tanto, a los nuevos batallones. Su sensibilidad no es exactamente la misma que la de sus mayores. Y esto ya es mucho. Siempre es bello un corazón que busca.
Y si todos pueden tener una norma común, que ella sea: Dar vida al hombre esencial y estrangular al mono. Y si el payaso se nos pone delante, tomarlo de una oreja y arrojarlo a la barraca.
Julio NOÉ.
POESÍA
No creo en la poesía realizada según una definición. La poesía es aquello hacia lo cual tiende el poeta. Esta vaguedad me parece preferible a todo sistema. Apunto, abreviando, una parábola de Ramakrisma:
Un devoto tenía dos hijos, a quienes puso bajo la tutela de un maestro espiritual, a fin de que se instruyeran en el conocimiento de Brama. Vueltos —VII→ los dos hijos al hogar, el padre, deseoso de saber lo que habían aprendido, los interrogó por orden de edad. El mayor hizo una sabia y erudita disertación, el menor cayó en éxtasis: «Tú sabes lo que es Brama», dijo el viejo devoto al último de sus hijos.
Dejémonos, pues, de tanta definición.
«El Cencerro de Cristal», ya que debo contestar a la pregunta, no tiene prejuicio en tal o cual sentido. Es arbitrario y frecuentemente de mala intención quererlo hacer caber en un rótulo que encierra menosprecio. Han dicho según los años descostraban la inteligencia de los tinterillos de periódico y criticastros mundanos, que era «decadente», «simbolista», «futurista», «ultraísta», con que querían significar simplemente: «Es un libro de «esos» que pertenece a una escuela de «esas» que no comprendo». Era «raro» para la inercia intelectual y se le acoplaba con lo que en el momento parecía «raro».
Cada composición del Cencerro obedece a lo que el sujeto dicta desde su significado interior. Tal es por lo menos la intención. No creo en formas prefijadas, llámeseles como se les llame. El Cencerro es un libro que quiere respirar a su antojo y no puede aguantar fajaduras ni aparatos de ortopedia, por más perfeccionados que sean. El Cencerro son muchas zapatetas al aire.
No comprendo, y ya lo he dicho, que se sienta a un queso, a la mamá, a la luna, a una fiesta patria y al «atardecer inefable», en forma de soneto. El sonetista tiene un moldecito de budín en la mano y mete dentro todo lo que se le pone a tiro. Hacer sonetos es hacer de serie como Ford hace automóviles (¿lo son?).
Toda forma poética es feliz, agregando a las que se han hecho las que se hacen y harán. La poesía, como el mercurio, escapará siempre de nuestras manos. Cuando —VIII→ creamos haberla atrapado, estará al lado nuestro, tan íntegra como antes, y no quedará de nuestro gesto más que su mayor o menor belleza.
En el Cencerro, me he llevado las cosas por delante, dando prioridad a lo que es vital, sobre lo que es académico. No he tenido miedo de lo grotesco. Me he reído, sobretodo de mí mismo, y a fe que me ha hecho bien.
Pero vuelvo a lo dicho: la forma obedece a lo que el sujeto dicta desde su significado interior. No habría para comprobarlo más que leer Mi Caballo y Los Filosofantes. El primero escrito en pasión, buscando lo fuerte y lo ideal en un solo impulso de palabras, el segundo escrito para definir lo grotesco por lo grotesco, usando el modo chabacano de los remates que se hacían en La Ópera, cuando Carnaval, aprovechando la ridiculez lastimosa de un pobre hombre atacado de exhibicionismo: «¡Cuánto dan por él!», «¡háganlo trotar!», etc.
Ergo: Una regla académica sirve. Un tono burdo también, en la ocasión.
Y no quiero decir más. Si publico una reedición del arrinconado Cencerro, adjuntaré un folleto explicativo, más denso y mejor pensado que estas palabrejas.
¡Lástima! Yo creí -por fe en la viveza criolla- ser comprendido a media palabra.
Ricardo GÜIRALDES.
QUÉ ENTIENDO POR POESÍA LÍRICA
Es como si Vds. preguntaran a un atorrante qué sistema de sociología lo ha llevado a su condición de tal.
Yo no entiendo de eso, lo siento y hasta lo practico, pero me pasa lo que a mi compañero el atorrante -que en mala hora escogí como bien poco edificable ejemplo- que, sin haber leído a Max Stirner, Schopenhauer —IX→ y hasta es posible que ignorando a Cristo, comete el atrevimiento de vivir de acuerdo con ideas que ignora.
Los filósofos -léase críticos- tienen que indignarse, es más: deben indignarse. ¿Cómo es posible que un hombre llegue a tales extremos sin su ayuda? ¡Renunciar a los honores de una civilización tan respetable, sin haber sido previamente convencido por ellos!
Y bien, ésta es mi triste situación de poeta sin diploma, sin estudios y hasta sin tendencias, frente a mis ilustrados colegas los acreditados pasatistas o los todavía indocumentados y arremetedores ultraístas o subconscientes.
Bien se ve, pues, que mi opinión es poco respetable desde que no la tengo, pero naturalmente, mi ignorancia no quiere pasar por descortés y ante la importancia de la pregunta, mareándome un poco como todo hombre sencillo, caigo en el ridículo de la sinceridad trascendental.
¿Qué entiendo yo por poesía lírica?
Lírica, romántica, parnasiana o ultraísta, la poesía no me interesa como realización, cuestión de modas; lo que sí me importa, es la verdad, la honradez del impulso que la genera. Creo un poco pasatistamente, que el momento de producción, es un estado de religiosidad, un trance, una facultad de elevación y entregamiento que todo esfuerzo retórico o de oficio, está condenado a un éxito pasadero.
La Poesía, como cualquiera de los otras expresiones artísticas, es el más puro lenguaje para una oración a Dios y la Emoción, la única cualidad humana capaz de hacer llegar nuestra voz hasta Él. No creo, pues, que éste, se pague de la forma en que le son dirigidas nuestras súplicas, sino de su intensidad y dolor, ni creo que se aliente la esperanza de soliviantarlo con mistificaciones de humana habilidad; sin dudar por eso de su posible importancia entro los hombres, que hacen con ellas el divertido sport de la literatura.
Tomás ALLENDE IRAGOREL
—X→LA EXTREMA IZQUIERDA
I.- Provisionalmente, y por razones de espacio y de comodidad explicativa, aceptamos sin discusión las diversas denominaciones o etiquetas de las dos tendencias o escuelas literarias que, hoy y aquí, más escándalo fabrican, y que se oponen la una a la otra en actitudes beligerantes.
Florida | Boedo |
Vanguardia | Izquierda |
Ultraísmo | Realismo |
Y como este procedimiento es cómodo y fácil, podríamos continuarlo hasta desfallecer por falta de argumentos:
«Martín Fierro» y «Proa» | «Extrema Izquierda», «Los Pensadores» y «Claridad». |
La greguería | El cuento y la novela |
La metáfora | El asunto y la composición |
Ramón Gómez de la Serna | Fedor Dostoiewski |
II.- Aceptemos el término «realismo» a falta de otro más exacto y preciso, y a ver si nos entendemos. Solamente discutiendo con mala fe se explican los nombres de Zola y Gálvez que se nos arrojó como afrenta. El realismo en literatura ha superado a Zola, y se ha desprendido de incómodas compañías (de la sociología principalmente y de la tesis y de los objetivos moralizadores) al mismo tiempo que se desarrollaba vigorosamente con aportes nuevos o rejuvenecidos, como el subconsciente.
III.- No adherimos a la teoría del arte puro en el sentido estrecho, limitado y extraño que en Buenos Aires tiene, porque le descubrimos frivolidad y limitación. Para nosotros el arte es puro en cuanto no es tendencioso; y hoy ya no lo es. Es mal realismo el de Dicenta cuando compone un patrono asqueroso y un obrero con sentimientos de marqués. Nuestro realismo no es tendencioso; de modo que reivindicamos la pureza de nuestro arte. Lo que hay es que nuestro —XI→ arte no lo independizamos del hombre; es su producto como la voz de la boca; y así como la voz dice tristeza o alegría, exaltación lírica o pesadumbre derrotista, del mismo modo nuestro arte expresa nuestras ideas y nuestros sentimientos.
IV.- Tenemos una interpretación seria, trascendental, del arte. El ultraísmo -o lo que sea- no nos sirve; queremos algo que nos permita más grandes cosas. Para combinaciones y construcciones importantes como el poema, el paisaje, el cuento, etc., nos servimos, como de un elemento secundario, de la metáfora.
V.- La metáfora, pues, es un material que sirve para componer fábricas literarias: cuentos, novelas, etc. No la despreciamos; seguimos creyendo que ha de estar subordinada al asunto, a la composición, etc.
VI.- Mientras que todos los ultraístas se parecen entre sí con sus «ruidos que se suicidan» y sus «calles del recuerdo» y «el viento que se seca la cara en la toalla turca de las paredes» y «los faroles que se ahorcan», los «realistas», en cambio, son más diferenciados entre sí, más ricos de variedad, y cada uno muestra características peculiares, lo que es fundamental en arte.
VII.- El ultraísmo -o lo que sea- amenaza desterrar de su «arte puro» elementos tan maravillosos como el retrato, el paisaje, los caracteres, las costumbres, los sentimientos, las ideas, etc. Es una desventaja y una limitación.
En tan poco espacio no caben más razones. Y perdónenme la falta de pedantería por las ausentes citas de Croce, Lipps, etc.
Roberto MARIANI.
—XII→ROL DE «MARTÍN FIERRO» EN LA RENOVACIÓN POÉTICA ACTUAL
Así como no corresponde al empresario o director, ni al «metteur-en-scène» ni al tramoyista, y mucho menos a su propio autor el juzgar la obra que ha subido al proscenio, sino al público en primer lugar y luego, -con perspectiva a su mejor ilustración y relacionándola con el ambiente en que surge y la historia literaria: juicio definitivo,- corresponde ese deber al crítico; del mismo modo al fundador y director de MARTÍN FIERRO, (alternativamente y un poco de todo: «manager»-tramoyista-autor), no le cuadra juzgar lo que es su propia obra como factor de orientación literaria, o el cuadro de su esfuerzo organizador, o la acción de propaganda y construcción nueva desarrollada en compañía de sus amigos por él convocados. Un juicio de adentro para afuera sería original y curioso, pero unilateral e inexacto. Juicio verdadero, el de los demás y para todos, es el exterior, y más cierto sería el de un espectador, imparcial, pero ante todo inteligente, que gozara de la debida perspectiva y con tiempo por delante. De suerte que me incumbe, solamente, ser un honrado informador. Otro dirá el mérito de MARTÍN FIERRO y su trascendencia.
A los tres años justos de vida el periódico, -mucho más conversado y discutido, más vivido aún que escrito, amenazado cien veces con ser deshecho y rehecho siempre, sin vida propia, pero vital y galvanizador-, ya tiene un poco de historia. Es la del período Noviembre de 1923 (en que fue fundado y redactado verbalmente varias veces, para iniciar su salida, irregular, en forma algo dramática: sino que no ha desmentido más tarde, en Febrero de 1924), hasta la fecha. Más o menos el mismo período que comprende la presente obra de los señores P. J. Vignale y César Tiempo. Tal relación se suma, para justificar mejor estas líneas, al hecho de que, en uno de sus aspectos, MARTÍN FIERRO, aparece casi exclusivamente —XIII→ como un periódico de poetas, y en sus páginas se registra el más fiel reflejo del movimiento literario de nuestra juventud durante los últimos años, en lo que tiene de más viviente y moderno y más vinculado con la poesía, y precisamente la nueva poesía. Son poetas la mayoría de sus redactores fundadores: Oliverio Girondo, Luis L. Franco, C. Nalé Roxlo, Ernesto Palacio, y la casi totalidad de sus colaboradores sucesivos. Dentro de una variada escala de matices está representada la más brillante juventud intelectual, cuyo núcleo activo forman poetas nuevos de tendencias modernas o los de filiación estética más avanzada, pero de cualquier modo, pertenecen al grupo de MARTÍN FIERRO todos aquellos poetas jóvenes cuya obra constituye la expresión más reciente de nuestra poesía. Sucesivos trasiegos y filtraciones aclaran el conjunto primitivo y aún el conglomerado subsiguiente a raíz del éxito del primer impulso, hasta definirse una orientación distinta y firme. A quien conozca los autores y sus obras o al lector avisado de este libro bastará, para comprobarlo, la simple enumeración de los poetas presentados o difundidos por MARTÍN FIERRO en sus diversas etapas: los que redactaron sus páginas, dieron a conocer su producción o comentaron la ajena. Ellos fueron, en el orden inicial de su actuación o vinculación al periódico, y aparte los ya nombrados: (1924) Horacio A. Rega Molina, Carlos M. Grünberg, Andrés L. Caro, Eduardo Keller Sarmiento, Pedro Juan Vignale, Francisco López Merino, Córdova Iturburu, Roberto Ledesma, Santiago Ganduglia, Nicolás Olivari, Luis Cané, Jorge Luis Borges, Raúl González Tuñón, Eduardo González Lanuza, Brandán Carafía, Eslavo y Argento (I. Zeitlin y A. Echegaray), Antonio Vallejo, (1925) Pondal Ríos, Francisco Luis Bernárdez, Leopoldo Marechal, Norali Lange, Elías Carpena, Alberto Franco, Antonio Gullo, Carlos Mastronardi, (1926): Ulises Petit de Murat, Luis F. Longhi, Roberto A. Ortelli, Lysandro Z. D. Galtier; sin contar otros poetas de colaboración menos frecuente; —XIV→ o figuras como Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes, Sergio Piñero que participaban en la campaña; ni tampoco la producción de notables poetas nuevos americanos y la difusión en excelentes versiones de piezas célebres y características de poetas como Palazeschi, Paul Morand, Valéry Larbaud, Apollinaire, Supervielle, o bien otros autores de espíritu moderno y los comentarios a escritores de primera fila en la literatura mundial del día, páginas que contribuyeron decididamente, con los artículos de estética literaria de González Lanuza, polémica de Marechal, crítica de Borges, Bernárdez, Vallejo, Membretes de Girondo, a orientar la juventud, a dar unidad al movimiento poético, y a educar al público, formando lectores aptos de las obras nuevas y futuras. Es cosa al margen, -si bien digno de no olvidarla por cuanto sirvió para auxiliar la difusión del periódico, la abundante colaboración festiva de los mismos poetas que en el Parnaso Satírico combatían o se burlaban de los malos autores o bromeaban a sus camaradas, los cuales haciendo cauce al espíritu epigramático argentino dieron fisonomía característica a la publicación.
El propósito de formar un ambiente (repetiré una vez más mi estribillo: clima propicio para la creación; amistosa o fraternal unión de los escritores; cohesión de los elementos dispersos según sus afinidades; orientación clara de las aspiraciones y tendencias estéticas; emulación de los autores, estímulo provocado por el ambiente, gran acicate para crear la obra), fue un punto fundamental de la acción y propaganda de MARTÍN FIERRO, dentro de su programa de suscitar e impulsar un amplio y fuerte movimiento de juventud, renovador de las letras y las artes plásticas del país e interesado por todo cuánto fuera vida argentina.
Y bien, contribuyeron a fecundar tal ambiente las reuniones periódicas, comidas, exposiciones y actos públicos diversos, principalmente algunas conferencias y presentaciones de nuevos poetas efectuadas por mí en —XV→ centros de estudio que lo solicitaron, curiosos de este despertar de nuestra vida intelectual. La primera de aquellas se efectuó en Noviembre de 1924 en el local de la «Juventud Israelita» con el tema «La joven literatura argentina (De una sensibilidad en nuestra poesía)», cuyo subtítulo dio origen a que corriera la frase que más ha servido para calificarnos y zaherirnos, conferencia publicada en resumen, dentro del plan de expansión perseguido, en «El Orden» de Tucumán, de fin de año, número especial organizado por MARTÍN FIERRO para presentar los nuevos escritores que surgían. La segunda, poco tiempo después, en el «Ateneo Estudiantil Israelita», tuvo por tema: «Los nuevos valores literarios, su ambiente, las revistas jóvenes». A principio de 1925, en el mismo local, se efectuó el tercer acto de esta especie denominado: «Nuevos poetas de Buenos Aires», y consistió en la presentación y comentarios sobre R. González Tuñón, W. Olivari, S. Ganduglia, P. L. Bernárdez, L. Marechal, R. Ledesma, algunos de los cuales dijeron sus propios versos. El cuarto acto, a mediados del mismo año, fue una conferencia radiotelefónica en la Radio Cultura, para presentación y comentario de O. Girondo, F. L. Bernárdez, L. Marechal, R. González Tañón, R. Ledesma, con recitación de sus obras por los mismos. El quinto acto fue una extensa conferencia en «El Círculo» de Rosario, Abril de 1926, con el tema: «Los nuevos valores literarios argentinos», publicada íntegramente en «El País» de Córdoba esos mismos días. Con todo esto quedaban ampliamente difundidos en el capital y en el interior más de cincuenta intelectuales jóvenes, triunfante en principio el movimiento de renovación estética, llamados algunos autores nuevos por ciertos diarios, lo cual era un comienzo de consagración.
Junto a la obra del periódico mismo y la acción de propaganda se ofrecía también la creación seria en los volúmenes de la Editorial Proa o Editorial Martín Fierro, tales como «Alcándara» (1925), que revelaba con —XVI→ unánime aprobación de Bernárdez; «Luna de Enfrente», decidida afirmación de Borges como poeta nuevo y que asentaba su naciente prestigio; «Veinte poemas para ser leídos en el tranvía», reedición popular en facsímile del libro de Girondo del 1922, uno de los primeros que impulsa a la juventud en sus audacias liberadoras; libros estos dos últimos que, con «Fervor de Buenos Aires» de Borges (1923), «Prismas» de González Lanuza (1924), «La calle de la Tarde», de Norah Lange, (id.), «Días como flechas» de Marechal (1926), son hasta ahora los más representativos de la nueva poesía argentina. Falta aún, para un juicio completo sobre ella, que muchos poetas publiquen sus libros inéditos. A aquellas ediciones debe agregarse también las de «La Musa de la mala pata» de N. Olivari, revelación de un gran temperamento, áspero y fuerte libro, y las obras en prosa de Borges: «Inquisiciones» y «El tamaño de mi esperanza», ensayos, crítica y estética literaria, páginas de tempranamente madura reflexión, irradiadoras de conceptos que han fructificado.
Pero más que todo lo publicado en periódico, libros y tribunas, MARTÍN FIERRO, su grupo, actuó como centro polarizante y su acción galvanizó el espíritu renovador de la juventud. Fruto de su actividad es no sólo que ésta dejara lejos los últimos resabios de la escuela rubendariana y del pseudo simbolismo sudamericano; que se libertara de las influencias menores de figuras del ambiente como Banchs, Fernández Moreno, Capdevila; que sacudiera definitivamente el yugo lugoniano, el de su influencia poética y el de sus ideas estéticas perniciosas por su dogmatismo arcaico y su reaccionarismo; sino también y por sobre todo lo que los poetas jóvenes se presentaran con un nuevo concepto de la poesía, del poema y su construcción. Por otra parte, la juventud aprendió de nuevo a combatir; la crisis de opinión y de crítica fue destruida; los escritores jóvenes adquirieron el concepto de su entidad y responsabilidad y ya no tuvieron —XVII→ temor de firmar sus escritos. Combatieron con enemigos fuertes y violentos, tropezaron con tenaces resistencias que siempre se les opuso en ciertos núcleos retrógrados de diarios y revistas, pero su obra se abre paso. Los nuestros estimularon a los miembros de otros grupos y revistas y el ejemplo de MARTÍN FIERRO cunde en diversos puntos del país y naciones vecinas.
Mi acción personal ha consistido, principalmente, en vincular entre sí a los jóvenes escritores y artistas, en facilitarles la forma de darse a conocer eficaz y rápidamente y allanarles el camino del éxito, a condición de que demostraran vocación y talento.
Por otra parte, en MARTÍN FIERRO, periódico-grupo-acción, no se ha hecho sino poner en práctica mi firme propósito -fundamental punto de mi programa particular,- de promover la renovación poética y alentarla en toda forma: ayudar a que la juventud realice lo que mi vida no me permitió realizar en literatura. Y ello debido a mi antigua y profunda convicción de la necesidad de elevar el nivel de la lírica en América -según lo he expuesto ampliamente en mis trabajos citados-, y cumplir aquí, la evolución que la poesía experimentó en otros continentes. De América partió el «boomerang» (obras de Edgard Poe y Walt Whitman, de Lautreamont y Laforgue), que fecundó la poesía europea. Hoy está de regreso, en el Nuevo Mundo, que debía tener su arte lírico propio, el más refinado de la humanidad, el genuino de esta época. Y acaso los argentinos pueden ya ofrecer la más noble y alta expresión poética de su tiempo entre los países de habla española.
Esta actitud de fervor y entusiasmo por el progreso de la poesía lírica me vale, cuando no el calificativo de tránsfuga, el odio o el recelo de parte de mis antiguos amigos literarios y los escritores de mi generación; y mi acción de estos últimos años me ha cerrado muchas puertas de círculos literarios y periódicos. Empero, soy fiel a mí mismo y al espíritu del periódico —XVIII→ MARTÍN FIERRO, el cual por otra parte y no olvidemos, tiene por nombre el de un poema que es la más típica creación del alma de nuestro pueblo. Sobre esa clásica base, ese sólido fundamento, -nada podría impedirlo,- edificamos cualquier aspiración con capacidad de toda altura.
Eva MÉNDEZ.
—7→
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—9→ | ||||||||||||||||||||||||||||
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(Versos de la Calle)
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(Nudo Corredizo)
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(Cobres de 2 centavos)
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(Poemas Gringos)
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—13→ | ||||||||||||||||
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(Voz de Hombre)
—15→
Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y cuál será la intención de los papeles que arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras, y en que las cañerías tienen gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos —16→ avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano sobre el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.
Silencio. -Grillo afónico que se nos mete en el oído. Cantar de las canillas mal cerradas, único grillo que le conviene a la ciudad.
1921.
La luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificio público.
Faroles enfermos de ictericia. Faroles con gorras de «apache», que fuman un cigarrillo en las esquinas.
Canto humilde y humillado de los mingitorios cansados de cantar. Y silencio de las estrellas, sobre el asfalto humedecido.
¿Por qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a la de un par de medias tiradas a un rincón? ¿y por qué a veces, nos interesará tanto el partido de pelota que el eco de nuestros pasos juega en la pared?
Noches en las que nos disimulamos bajo la sombra de los árboles, de miedo de que las casas se despierten de pronto y nos vean pasar, y en las que el único consuelo es la seguridad de que nuestra cama nos espera, con las velas tendidas hacia un país mejor.
París, 1921.
—17→
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—19→
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(Calcomanías)
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(Proa)
—23→
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—24→ | ||||||||||||
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(«Motivos del hogar»)
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De «Motivos urbanos»
—27→
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(Mal Estudiante)
1925
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(Inéditos).
—29→
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—30→ | ||||||||||||||||||||||||
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(«El Grillo»)
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(Inéditos)
—33→
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(«Campo»)
—37→
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(Coplas - Ed. América)
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Génesis-23-11 |
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(Libro del Gay Vivir)
—41→
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(Bendiciones)
—43→
Ametralladora silenciosa, perfora el cielo de París con sus balines de éter.
A las 5 de la tarde dispara su primer impacto que incrusta —44→ un fulgor sobre la bóveda celeste.
Después, no descansa un instante de regalar ventanas a la mística voracidad de los telescopios.
Hasta el alba despierta círculos psíquicos sobre la opaca sonoridad del silencio.
¡Qué crueldad misteriosa abrir tanta llaga de luz en la frente casta de la cuarta dimensión!
Una noche desfondará los cielos y caeremos todos sobre un clamor de ángeles.
Sólo la torre flotará sin zozobra con un gran salvavida de ondas hertzianas.
Éter:
depósito general del silencio, eras una pampa sin huellas donde gritaban su libertad los abismos del cielo.
El Norte no sabía del Sur ni el Este del Oeste porque cada camino transitaba la eternidad desnuda.
El misterio era un huerto sellado que guardaban con su exacto ladrido los cuatro mastines cardinales.
Pero una noche se levantó un gran signo de silencio.
Aacute;rbol perfecto, de una simiente de aerolitos, se empinaba sediento de pájaros astrales.
Y en su copa de acero se enredaron los gritos de los cuatro horizontes.
Desde entonces
el polo magnético sufre nerviosos sobresaltos,
y el misterio ha huido de su cárcel sin saber dónde refugiar su insomnio.
Torre Eiffel
tu sombra marca una hora sobre el cuadrante de los océanos.
Cuando los hombres se trepen sobre ti encontrarán la lengua que le quitó el castigo.
En tu antena
filosa espada pronta a rasgar el gran vientre absoluto
—45→anida el verbo que sonó en los ijares de la Babel maldita
Torre Eiffel
Ametralladora de siglos
aacute;rbol ultrasensible del moderno génesis.
El corazón de la tierra se ha puesto a latir:
es necesario pulverizar el silencio y todo ruido también que no tenga mil años.
El pasado y los muertos
han caído desnudos en un viento de llamas.
Una gran catarata de aceros
golpea incontenible las futuras edades:
HOY
MAÑANA
DESPUÉS
los golpes aterrizan en un planeta sin sombra.
Bajo el cemento que trepida pectoral victorioso
ulmones gigantescos bombardean atmósferas
y la prole de hierro da su alegría de émbolos más clara
que una alegría de astros en el silencio.
Su gran rotativo conecta sus vísceras con un cable de estrellas
y trepida el espacio
y se pone a trabajar una usina de mundos.
Y el corazón de la Tierra es un motor ultrarrápido
enrojecida la hélice poderosa del sol tan rápido
que la tarde,
hangar del viento
e ha puesto a temblar anunciando
El gran vuelo.
—47→
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—48→ | ||||||||||||||||||||
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(«Sed»)
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(«Versos del emigrante»)