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ArribaAbajoFábula XXV

El árabe hambriento




ArribaAbajo    Perdido en un desierto
un árabe infeliz, ya medio muerto
de sed, hambre y fatiga,
se encontró un envoltorio de vejiga.
Lo levantó, le sorprendió el sonido,  5
y dijo de placer estremecido:
Ostras deben de ser. -Mas al verterlas,
-¡ay! (Exclamó) son perlas.

   En ciertas ocasiones
no le valen al rico sus millones.  10



  —60→  

ArribaAbajoFábula XXVI

El dinero




ArribaAbajo    Gastó su hacienda un rico
en dar limosna,
y Dios, en recompensa,
le dio la gloria.

   Con el dinero,  5
de este modo se puede
ganar el cielo.



  —61→  

ArribaAbajoFábula XXVII

La fuente mansa



ArribaAbajo    Mira esa fuente plácida, Florencio,
que fluye sin rumor, y baña el prado.
Con su ejemplo enseñado,
haz al prójimo bien, y hazlo en silencio.



  —62→  

ArribaAbajoFábula XXVIII

El oso y el elefante



ArribaAbajo    Quejábase el oso torpe
al elefante sagaz
de cierta contradicción
que no acertaba a explicar.
-¡Cuidado (exclamaba el pobre)  5
que raya en atrocidad
lo que los hombres exigen
de un infeliz animal!
A mí, que soy justamente
la misma formalidad,  10
¿no se empeñan los malditos
en obligarme a bailar?
Si saben que esas monadas
no son de mi natural,
¿por qué, cuando ven que bailo,  15
me silban sin caridad?
También (dijo el elefante)
me enseñan a mí a danzar,
y a fe que tú no me ganas
—63→
a respetable y formal.  20
Y sin embargo, de mí
nadie se ríe jamás;
antes aplaudir he visto
a todos mi habilidad,
admirando que una bestia  25
tan pesada y colosal
sepa mover diestramente
los cuatro pies a compás.
Con que si en hacerte burla
sola gente fisgona da,  30
no debe ser porque bailas,
sino porque bailas mal.



  —64→  

ArribaAbajoFábula XXIX

La visión y el libro




ArribaAbajo    A cierto pecador impenitente,
de los que tienen conocidamente
ya en la conciencia callo,
todas las noches al cantar el gallo,
una horrible visión se aparecía.  5
De nada al visitado le servía
valerse de conjuros y oraciones:
tiesa que tiesa la visión impía
dos horitas con él se divertía,
sus ojazos clavándole saltones:  10
¡Huy! El Señor nos libre de visiones.
Una noche de invierno
en que rabiaba el hombre de furioso
con aquel pasmarote sempiterno,
va y coge una novela,  15
fresquita producción de autor famoso,
perteneciente a la infernal escuela
patrona del delito,
y pónese a leer a voz en grito.
—65→
Hervía el indecente novelucho  20
en pasos y personas discordantes.
Allí escenas de crápula y garito;
allí era ver sayones y danzantes,
hijas de emperador, disciplinantes
con máscara y hachón y capirucho,  25
brujas que revolaban sobre escobas,
sangre desperdiciada por arrobas
en duelos, en patíbulo y tortura,
canto de gori gori, sepultura,
y al terminar la deleitable historia,  30
infierno y limbo, purgatorio y gloria.
Al oír lo bestial de cierto chasco,
principió la visión haciendo gestos.
Llegaron dos pasajes nada honestos,
y a la pobre visión le dieron asco.  35
Bufando a cada instante,
sufrió la relación una hora justa;
pero después se le apuró el aguante,
y dando un revolcón, tomó el portante.
-Esta clase de libros no le gusta  40
(dijo con alborozo el visitado):
pues bien: ya tengo el exorcismo hallado.
A la otra noche, la visión en casa.
El hombre, zas, comienza la lectura;
y la visita incómoda le dura  45
sólo media hora escasa.
Lo que es a la tercera
—66→
no dejó la fantasma ni siquiera
dos hojas acabar; huyó diciendo:
No temas que mi vuelta se repita;  50
mas ya que te irritaba la visita,
sábete que un suplicio más tremendo
te ha de venir, bebiendo
la moral de tu hermosa novelita.

   Escritos hay en cantidad no corta,  55
que ni el mismo demontre los soporta.



  —67→  

ArribaAbajoFábula XXX

El abanico




ArribaAbajo    Para ocultar el rostro
enrojecido,
a las niñas dio Venus
el abanico.

   Ciertas y ciertas  5
cubren con él la falta
de la vergüenza.



  —68→  

ArribaAbajoFábula XXXI

El cuervo y la zorra



ArribaAbajo    Rabiaba un carnicero
con el pícaro gato de un vecino;
y por matar al animal dañino,
separó una tajada de carnero,
y adobada con dosis algo fuerte  5
de un tósigo de muerte,
púsola en el tejado,
por donde a su capricho
entraba a merendar el susodicho.
Un cuervo que lo vio, partió flechado,  10
pilló el macizo trozo,
y a un árbol escapó lleno de gozo.
Al tiempo que iba el grajo
a trinchar el magnífico tasajo,
hete pues, que aparécese la zorra,  15
con gana siempre de comer de gorra,
y exclama diestra con acento blando:
-¡Ave de Jove, te saludo grata!
—69→
El cuervo preguntó a la mojigata:
¿A quién discurres tú que estás hablando?  20
-¿A quién? (le respondió la zalamera),
al águila altanera,
que del lado de Júpiter clemente
baja diariamente,
y echa desde la copa de esa encina  25
el don que por sustento me destina.
¿A qué venir disimulando ahora,
cuando miro en tu garra triunfadora
la codiciada presa,
que a esta desamparada criatura  30
contigo el Dios envía de su mesa?
-La zorra se figura
(para sí dijo el cuervo complacido)
que soy águila yo: locura fuera
desengañarla y deshacer el trueco.  35
Soltó con bizarría majadera
el robo por la zorra apetecido,
tendió las alas y se fue tan hueco.
El animal astuto
cogió contento el fruto  40
debido a sus indignas artimañas.
Cómelo con presteza:
convulsiones extrañas
luego a sentir empieza,
y abrásale el veneno las entrañas.  45
Ciertos bien conocidos perillanes,
—70→
que viven de adular a la simpleza
sin rastro de pudor, ¿no fuera bueno
que tragaran en salsa de faisanes
una dosis decente de veneno?  50



  —71→  

ArribaAbajoFábula XXXII

El comprador y el hortera



ArribaAbajo    Cuentecillo forjado por deleite
parecerá sin duda la contienda,
que se trabó en Madrid en una tienda
de vinagre y aceite.
   Despachaba en la calle de Torija  5
líquidos un muchacho madrileño;
y otro, según la traza, lugareño,
fue por aceite allí con su vasija.
   -Tú, cara de lechuza,
(dijo sin aprensión el forastero)  10
despáchame ligero,
lléname bien la alcuza.
   -Cuando sepas hablar en castellano,
(le replicó el hortera)
sabrás que lo que tienes en la mano  15
se llama la aceitera.
   -En toda tierra que garbanzos cría
(contestó el provincial enardecido),
alcuza siempre ha sido,
—72→
y alcuza la nombramos en el día.  20
   -En tierra (dijo el otro) de garbanzos,
corre por aceitera solamente;
y quien le ponga nombre diferente,
ha nacido entre malvas y mastranzos.
   El patán en sus trece se mantuvo;  25
le rechazaba el horterilla listo:
se incomodaron, y hubo
por consiguiente la de Dios es Cristo.
   A las voces y apodos
cachetina siguió larga y furiosa:  30
todo por una cosa
que se puede llamar de entrambos modos.
   Pueril extravagancia
es, pero comunísima en el hombre,  35
no poner en disputa la sustancia
y reñir por el nombre.



  —73→  

ArribaAbajoFábula XXXIII

La fortuna




ArribaAbajo    Hízose moda llamar
a la Fortuna cruel
y ciega y loca de atar:
ella mandó circular
por todo el orbe un papel.  5
   «¿Quien tuviere (en él decía)
conmigo cuestión alguna,
preséntese en Almería
tal año, tal mes, tal día.
Firmado: Yo la Fortuna.»  10
   Voló todo pretendiente
por no llegar el segundo.
¡Cuánta cara diferente!
Hasta de Zafra hubo gente,
que es pueblo fuera del mundo.  15
   Con terrible trapisonda
pasó el primer pelotón
al local de la sesión.
Una gran mesa redonda
—74→
casi ocupaba el salón.  20
   Cubre la mesa un brocado;
y en el centro, donde ya
ningún brazo llegará,
se halla esparcido y mezclado
cuanto la Fortuna da.  25
   Bastones, mitras, dogales,
moneda en bolsas distintas,
plumas, azadas, puñales,
mantos, bulas, vendas, cintas,
en suma bienes y males.  30
   La Fortuna, que es traviesa,
cuando vio el tropel entrar,
se entretuvo en colocar
por la orilla de la mesa
muchas cañas de pescar.  35
Y dijo con aire ufano:
Para que el linaje humano
cese de ponerse apodos,
van a tener en la mano
desde hoy su ventura todos.  40
   En la mesa viendo estáis
cuanto recibí del cielo:
con el brazo no llegáis;
vamos a ver qué sacáis
con hilo, caña y anzuelo.  45
   Si algún infeliz se engaña,
y mal por bien se le enreda,
—75→
que se queje de su maña.
Señores, mano a la caña,
y a pescar lo que se pueda.  50
   ¡Allí fue ver a la par
a fogosos y tranquilos
anzuelos al aire echar!
¡Allí enredarse los hilos,
y romperlos al tirar!  55
   Tras una dote un machucho
fatigó la caña mucho;
pero con tan mala traza,
que le salió un cucurucho
de dulces de calabaza.  60
   Por un anillo ducal,
que una Venus de arrabal
ambicionó muy de veras,
enganchó un par de tijeras
y un hábito de sayal.  65
   Un coplero sin donaire
por poco un laurel alcanza;
mas, burlando su esperanza,
le alzó una manta en el aire
como al pobre Sancho Panza.  70
   Un jugador que a un bolsillo
el anzuelo encaminó,
hizo presa en el gatillo
de un cargado cachorrillo,
que al disparar le mató.  75
—76→
   Pescaba el sordo muletas
y el volatín andadores,
y algunas niñas inquietas
pescaban en vez de flores
hilo hermoso de calcetas.  80
   Y entre tanto un guardador
de la villa por la noche
(sereno diré mejor)
se halló con palacio y coche,
Serenísimo Señor.  85
   Así entre ruidosos gritos,
de pena o de gusto locos,
picaron allí toditos:
los contentos fueron pocos,
los quejosos infinitos.  90
   Vio la Fortuna la gresca,
y en ella su desagravio,
y con lástima burlesca
dijo al fin: Que Diego el sabio
nos dé una lección de pesca.  95
   Llaman al sabio Don Diego,
y entra conducido luego
de un perrillo ladrador:
-¡Calla! (exclaman) ¡es un ciego!
¡Buen ojo de pescador!  100
   Silban todos al pobrete;
y él sin que nada le inquiete,
oye, tienta, hace su arroje,
—77→
y en vez de una prenda, coge
con el anzuelo el tapete.  105
   ¡Bravo! Claman por aquí.
¡Viva! Chillan por allá.
¡Buena la lección está!
Don Diego entre tanto va
tirando el tapete a sí.  110
   Con él vino, por supuesto,
cuanto en él estaba puesto
porque nadie lo pilló,
y al pie del sabio modesto
desde la mesa rodó.  115
   Coronas de soberano,
dotes de bella mujer,
bastones, oro, placer:
todo lo tiene en su mano,
de todo puede escoger.  120
   A un cetro tomó afición;
mas pesaba en demasía:
le dejó con un bastón,
que vio que se convertía
en látigo de sayón.  125
   Encontró venalidad
en el sí de una belleza,
en un laurel vanidad,
cuidados en la riqueza
y odio en la celebridad.  130
   Y en vez de gloria y poder,
—78→
tomó el limitado haber
de una honrada medianía,
que vivir le permitía
sin malgastar ni deber.  135
   -El ciego os ha de enseñar
(dijo la Fortuna al dar
la señal para salir)
cómo podréis alcanzar,
cómo debéis elegir.  140

   Legítima herencia son
del ilustrado varón
los bienes que el mundo encierra;
pero no hay dicha en la tierra
donde no hay moderación.  145



  —79→  

ArribaAbajoFábula XXXIV

El diamante y el cristal




ArribaAbajo    Cierto lapidario
perdió en un camino
un diamante tosco
y un cristal pulido.
A su camarada  5
el diamante dijo:
Yo salir espero
pronto de este sitio.
Piedra soy al cabo
de valor crecido:  10
quien me encuentre, llena
de oro su bolsillo.
El cristal picado
respondiole: Amigo,
mucho es lo que vales;  15
pero no te envidio.
Tú y un vil guijarro
parecéis lo mismo:
¿Quién, pues, ha de verte,
—80→
si te falta brillo?  20
Unos pasajeros
acercarse miro:
vamos a ver de ambos
quién es preferido.
El cristal lanzaba  25
resplandores vivos,
y esto a los viajantes
reparar les hizo.
Bájanse a cogerle,
le alzan con cariño,  30
y entre tanto pisan
al diamante rico.
Y sin ser de nadie
desde entonces visto,
se quedó en el polvo  35
para siempre hundido.

   Méritos ahora
húndense de fijo,
si les falta un poco
de charlatanismo.  40



  —81→  

ArribaAbajoFábula XXXV

El asno feliz




ArribaAbajo    Llevaba por las calles un jumento
varios tiestos en flor, y el grato aroma
que embalsamaba el viento,
alrededor juntaba del pollino
cuantas narices de goloso olfato  5
hallaba en el camino.
Viendo que se le sigue, va y lo toma
por él el mentecato,
y exclama interiormente:
No hay duda que hay aquí muy buena gente,  10
y es conmigo finísima en sus modos.
Todos me obsequian, me acompañan todos.
La estación de las flores poco dura.
Sucede que otro día
le cargan a mi burro de basura;  15
y huyendo entonces el fatal encuentro,
se vuelve cada cual o se desvía,
y en hallando un portal, se mete dentro.
Y el animal decía:
—82→
No se me puede honrar más a las claras:  20
todos, para que marche sin tropiezo,
se apartan de mi lado veinte varas.

   Así vive feliz un arrapiezo
de los que dicen diferiencia y buya,
porque tiene la suerte  25
de que nada interpreta en contra suya,
y todo en su provecho lo convierte.



  —83→  

ArribaAbajoFábula XXXVI

Esopo y el borrico




ArribaAbajo    Al buen Esopo díjole un borrico:
Por quien soy te suplico,
si en algún cuentecillo me introduces,
que pongas, como debes, en mi labio
singular discreción, lenguaje sabio.  5
Esopo respondió: Yo bien podría
fingirte bestia de talento y luces;
pero al ver el solemne desatino
todo el mundo a una voz nos llamaría,
el filósofo a ti, y a mí el pollino.  10

   Es alabar a un necio
locura digna de común desprecio.



  —84→  

ArribaAbajoFábula XXXVII

El cuadro del burro



ArribaAbajo    Pintó el insigne Don Francisco Goya
con tan rara verdad y valentía
un burro de la casa en que vivía,
que el cuadro borrical era una joya.
Mister qué sé yo quién, inglés muy rico,  5
veinte mil reales por el lienzo daba;
Goya, que a la sazón necesitaba
un estudio bien hecho de borrico,
tenaz a enajenarlo se negaba.
Oyendo al fin un día  10
el asno vivo discutir el trato,
exclamó sollozando de alegría:
¡Mil duros da el inglés por mi retrato!
Por el original, ¿qué no daría?



  —85→  

ArribaAbajoFábula XXXVIII

El jumento murmurador




ArribaAbajo    Señor, es fuerza que la sangre corra,
(dijo al león solícita la zorra.)
Sin cesar el estúpido jumento
de ti murmura con furor violento.
-¡Bah! (Respondió la generosa fiera),  5
déjale que rebuzne cuanto quiera.

   Pecho se necesita bien mezquino
para sentir injurias de pollino.



  —86→  

ArribaAbajoFábula XXXIX

El peral



ArribaAbajo    A un peral una piedra
tiró un muchacho,
y una pera exquisita
soltole el árbol.
   Las almas nobles,  5
por el mal que les hacen,
vuelven favores.



  —87→  

ArribaAbajoFábula XL

La luciérnaga y el sapo



ArribaAbajo    En el silencio de la noche oscura
sale de la espesura
incauta la luciérnaga modesta,
y su templado brillo
luce en la oscuridad el gusanillo.  5
Un sapo vil, a quien la luz enoja,
tiro traidor le asesta,
y de su boca inmunda
la saliva mortífera le arroja.
La luciérnaga dijo moribunda:  10
¿Qué te hice yo para que así atentaras
a mi vida inocente?
Y el monstruo respondió: Bicho imprudente,
siempre las distinciones valen caras:
no te escupiera yo, si no brillaras.  15



  —88→  

ArribaAbajoFábula XLI

Los caracoles



ArribaAbajo    Dos caracoles un día
tuvieron fuerte quimera
sobre quién mayor carrera
en menos tiempo daría.
Una rana les decía:  5
Yo he llegado a sospechar
que sois ambos a la par
algo duros de mover;
antes de echar a correr,
mirad si podéis andar.  10



  —89→  

ArribaAbajoFábula XLII

La sobriedad del gato



ArribaAbajo    Bebe agua pura como yo, borracho,
(dijo el gato al mosquito.)
¿Cómo tu paladar halla exquisito
ese indecente y pérfido calducho,
de cuyo olor no más tomo yo empacho?  5
-¿De manera que usted, según escucho,
(contestó al miz el músico de oreja)
sólo el vinillo deja,
porque la tal bebida no le agrada?
Pues yo también, sin ponderarlo nada,  10
ese mérito igualo peregrino.
Si usted no cata el vino,
yo no como ratones, camarada.



  —90→  

ArribaAbajoFábula XLIII

El pescador




ArribaAbajo    Un pobre pescador, volviendo al puerto,
sacó en la red un muerto.
Sin mirar si era fiel o si era moro,
sepultura le dio, y halló un tesoro.

   Premio de su virtud sencilla y pura,  5
la caridad le trajo la ventura.



  —91→  

ArribaAbajoFábula XLIV

La tierra de los cojos




ArribaAbajo    No lejos del Estrecho
que hoy es de Gibraltar apellidado,
hubo antes un país, ya sepultado
por la furia del mar. Allí no había
ni un hombre que al andar fuese derecho:  5
ley natural, que de sorpresa embarga
por única en el mundo todavía,
nacer a los indígenas hacía
con una pierna corta y otra larga.
Salta pues, a los ojos  10
que a tal disposición de piernas, era
consiguiente y precisa la cojera;
pues aunque hay muchos cojos
por otras causas que decir no importa,
cojo es el que se ve por su desdicha  15
con una pierna larga y otra corta,
o, términos usando generales,
el que tiene las piernas desiguales.
Aparte de la gracia susodicha,
cual si tuvieran en la lengua nudos  20
—92→
mujeres y varones,
hablaban además a trompicones:
cojos eran en fin y tartamudos.
Arribó a este país un europeo,
y al notar circunstancia tan chocante,  25
dijo muy arrogante:
Rey voy a ser aquí, pues no cojeo.
El hombre se llevó terrible chasco.
No bien de una ciudad las calles pisa,
cuando viéndole andar los moradores,  30
quién de lástima exclama, quién de risa:
fruncen el gesto, y aparentan asco
señoritas, señoras y señores:
haciendo muecas y soltando pullas,
sigue la multitud al forastero,  35
«que anda como los pavos y las grullas»;
y hasta un despilfarrado zapatero,
asiéndole del brazo,
en tomarle medida se empeñaba
para hacerle una bota, que supliera  40
con lo alto del tacón el gran pedazo
que, según él juzgaba,
en una pierna al otro le faltaba.
Burlado el infeliz de tal manera,
ya no pudo callar. -Pueblo sin juicio  45
(grita con voz robusta y altanera),
ir derecho no es vicio;
lo vicioso y lo feo
—93→
es el vaivén, el torpe bamboleo
que sin cesar vais dando  50
por no poder andar: yo soy el que ando;
y atónitos de ver mi gallardía,
cada cual imitarme debería,
si esto le fuese dable
a una turba de cojos miserable.  55
Todas estas injurias imprudentes
no las oyeron bien aquellas gentes;
pues como al son de la primera frase
del colérico huésped, observaron
que no era tartamudo, no esperaron  60
a que él sus invectivas acabase,
para aturdirle a voces y silbidos.
Cosa fue de taparse los oídos.
-¡Qué-qué-qué-qué (decían) lengua-guaje!
De-de lo que habla el mu-mu-muy salvaje,  65
la-la mi-mi-mitad se-se co-come.
Que un ma-maestro se-se le-le lleve,
y a fu-fu-fuerza de-de zu-zurridos,
que-que la-la costu-tu-tumbre tome
de-de hablar y an-andar co-como debe.  70
Si en escapar de allí se tarda un poco,
me le enjaulan por loco.

   Tal suele acontecer al desdichado,
que a combatir se atreve
un error por el tiempo consagrado.  75



  —94→  

ArribaAbajoFábula XLV

El ruiseñor y la calandria



ArribaAbajo    Poeta campanudo, que te pierdes
allá por las fantásticas alturas,
sin que en tu vuelo rápido te acuerdes
de que al pobre lector dejas a oscuras,
a ti con las palabras me dirijo  5
que el ruiseñor a la calandria dijo:
¿Por qué tan a las nubes te levantas?
¿Quieres que no se entienda lo que cantas?



  —95→  

ArribaAbajoFábula XLVI

El linajudo y el ciego




ArribaAbajo    A un ciego le decía un linajudo:
Todos mis ascendientes héroes fueron.
Y respondiole el ciego: No lo dudo:
yo sin vista nací; mis padres vieron.

   No se envanezca de su ilustre raza  5
quien debió ser melón y es calabaza.



  —96→  

ArribaAbajoFábula LXVII

El molinero




ArribaAbajo    Nuestros romances de ciego
(jácaras que dicen otros),
ya se sabe que empezaban
exactamente de un modo.
Para cantar las proezas  5
de algún insigne galopo,
que acabó suspenso en horca
sus días facinerosos;
para referir con gracia
las trapisondas y embrollos  10
de alguna bruja, tres veces
baqueteada en el lomo;
o bien para describir
los sucesos portentosos
de Mari-Muñoz la tuerta  15
y Andrés Chaparrín el sordo,
principiaban los poetas
pidiendo al Señor devotos
favor para celebrar
—97→
lances que inspiró el demonio.  20
Yo que un romance de aquéllos
enjaretar me propongo,
seguir quisiera un estilo
tan general y piadoso;
pero temiendo que digan  25
que no es de fábulas propio
nombrar a Dios ni a la Virgen,
ni al celeste consistorio;
ya que haga una invocación,
según la norma que adopto,  30
invocaré un personaje
fabulable y fabuloso.
Tú, Lazarillo de Tormes,
sisón célebre entre todos,
tú que tan cara pagaste  35
la longaniza y el mosto;
ya que según nos refieres
en esas páginas de oro,
bajo el techo de un molino
abriste a la luz los ojos,  40
inspira mi lengua sosa,
dale tu decir donoso
para que el garbo engrandezca
del molinero Jeromo.
   Jerónimo Garranchón,  45
ágil y robusto mozo,
de vista de águila y manos
—98→
como entre de gato y mono,
alquilaba de ordinario,
cual diestro en aquel negocio,  50
el molino de la harina
de un pueblo cerca de Toro.
Los molineros allí,
desde el tiempo de los godos,
de todo el trigo que muelen  55
se hacen en especie cobro.
Maquilar llaman a esto;
mal-quitar, sostuvo un docto
que fuera mejor; la causa
búsquela por sí el curioso.  60
Maquila es la cantidad
que el labrador por abono
cede al molinero en cambio
de hacerle su grano polvo.
A Jeromo, de maquila,  65
tocaba en fanega sólo
medio celemín rasado,
sin una línea de colmo;
pero él las cosas a medias
las miró siempre con odio,  70
y a pares los celemines
maquilaba sin rebozo.
-Es (clamaban los vecinos)
cosa que nos vuelve locos:
trigo que dé menos pan,  75
—99→
nunca lo vimos nosotros.
Esta merma ocasionó
quejas, riñas y alborotos,
y fue quitado el molino
al tal picaron de a folio.  80
Tomolo un amigo suyo,
que, siendo sisón más corto,
comparándole al primero,
era concienzudo y probo.
Tuvo el nuestro que moler,  85
después que sufrió el despojo,
una fanega de aquéllas
que ganó, ya dije cómo;
y encontró a su sucesor
fuera del molino en corro,  90
jugando con siete holgones
una merienda de pollos.
-¿Tienes prisa? dijo el nuevo.
-Sí. -Pues yo no me incomodo.
Muele y maquila por mí.  95
-Corriente: a ver si me porto.
Descargó y entró el costal;
hinchió la tolva, y de pronto
lleno de trigo sacó
un esportón ancho y hondo.  100
-¿Habré maquilado bien?
(preguntó al nuevo, Jeromo.)
El hombre, viendo la espuerta,
—100→
le contestó con asombro:
¿No mueles una fanega?  105
-Sí. -Pues, si no me equivoco,
en ese capacho sacas
tres celemines. -Y bobos.
-¿Y es el trigo tuyo? -Mío;
pero es tan blanco y tan gordo,  110
que maquilar la mitad,
aún me pareciera poco.

   Es natural: ciertos vicios,
cuando se arraigan a fondo,
a costa de cuanto tiene  115
los ejercita el vicioso.



  —101→  

ArribaAbajoFábula XLVIII

La escala




ArribaAbajo    Hambriento un avión cogió un mosquito,
que indulto le pidió por ser chiquito
y dar poco alimento;
pero enojado el otro, a fuer de hambriento,
-No esperes (dijo) que tu voz me ablande:  5
muere; que si eres chico, yo soy grande.
No bien hizo la muerte el inhumano,
píllale entre sus uñas un milano.
Temblando el avión gime y suplica;
pero el milano adusto le replica:  10
-No tienes que pensar que yo me ablande;
muere, que tú eres chico y yo soy grande.
Vio el águila al milano, entretenido
en devorar el pájaro cogido,
y volando veloz, le prende y mata,  15
por más que ruega y de salvarse trata.
-No es fácil (murmuró) que yo me ablande;
muere, que tú eres chico y yo soy grande.
Fue el águila a volar; pero la bala
de un diestro cazador le rompe un ala,  20
—102→
y al revolcarse por el suelo herida,
-¿Por qué (gritó) me privas de la vida?
-Porque no hay (dijo el hombre) quien me mande:
muere, pues eres chica, y yo soy grande.

   Nadie uso indigno de sus fuerzas haga,  25
o sepa, si obra mal, que al fin se paga.
No murió el cazador, y sí el mosquito,
y el lector pensará que sin delito.
No, pues al cazador con furia impía
le chupaba la sangre noche y día.  30



  —103→  

ArribaAbajoFábula XLIX

La prudencia humana




ArribaAbajo    Cayó en la red del pescador artero
un barbo jovencito.
¡Allí fue trabajar el prisionero
para romper el cáñamo maldito!
Chupa, muerde, batalla,  5
deshilacha el torzal, quiebra una malla,
y al fin se libra del peligro fiero.
-¡Caramba! (prorrumpió) ¡de buena escapo!
Viviré en adelante sobre aviso.
Quien me pesque otra vez, ya ha de ser guapo.  10
Mas una cosa de comer diviso,
que a merced de las olas sobrenada,
por un hilo sutil a un palo atada.
Es, si no me equivoco,
pan, y buena ración; pues me la emboco.  15
Tírase al cebo el pez sin más recelo,
y al salir de la red, tragó el anzuelo.

   Así, con sus propósitos ufana,
se arroja en pos del apetito loco
de yerro en yerro la prudencia humana.  20



  —104→  

ArribaAbajoFábula L

La vida del hombre



ArribaAbajo    Hecho ya el mundo y poblado
con todos sus animales,
a cada cual su destino
Júpiter quiso anunciarle.
-Tú has de servir (dijo al asno)  5
de acémila perdurable:
te darán mal de comer
y palos a centenares.
Treinta años es necesario
que en ese oficio trabajes;  10
después de treinta cumplidos,
te dejaré que descanses.
-Treinta años (replicó el burro)
de afán, de palizas y hambre,
son demasiado: te pido  15
que unos veinte me rebajes.
Júpiter convino en ello,
y al perro mandó acercarse.
-Tú (dijo) serás del hombre
compañero inseparable.  20
—105→
Tú cazarás, y tu dueño
comerá lo que tú caces;
tú le guardarás la casa
treinta y cinco años cabales.
-Muchos son (repuso el perro),  25
porque es el trabajo grande:
quítame los veinticinco;
basta con los diez restantes.
-Norabuena (contestó,
el siempre benigno padre):  30
vete en paz, y al mono dile
que se me ponga delante.
Pasado el aviso al mono,
que vino haciendo visajes:
-Tú (díjole el dios riendo)  35
casi para nada vales.
Arrastrando una cadena
y en poder de charlatanes,
veinticuatro años harás
la diversión de las calles.  40
-¡Yo (gritó el mono) sufrir
veinticuatro años de ultrajes!
Rebaja pido. -Corriente.
¿Cuánto? -La tercera parte.
Tocaba entonces al hombre  45
a Júpiter presentarse.
-Ven tú, predilecto mío,
(prorrumpió el numen afable.)
—106→
Mira esas verdes colinas,
mira esos floridos valles,  50
mira ese revuelto mar,
que tú poblarás de naves;
todo es tuyo: vive y goza
tesoros tan abundantes.
Treinta años te doy, que es tiempo  55
harto para que te sacies.
-¡Treinta no más! (clamó el hombre.)
Es un soplo, es un instante.
Con plazo tan reducido,
¿qué ha de poder disfrutarse?  60
Dame cien años lo menos,
o si no, recoge y dame
todos los que el mono, el perro
y el asno dejaron antes.
Júpiter condescendió,  65
bien que no de buen talante,
y explicó de esta manera
su decreto inalterable:
-Al asno, al perro y al mono
la vida les heredaste;  70
les heredarás también
con ella sus propiedades.
Treinta años de vida de hombre
tendrás feliz y agradable;
pero de bestia será  75
desde treinta en adelante.
—107→
De los treinta a los cincuenta
en ti lloverán afanes;
mantendrás casa y familia
con tu labor incesante.  80
De allí a los sesenta y cinco,
adorando en lo que guardes,
no dormirás, recelando
que todos van a robarte.
Si de allí pasas, entonces,  85
perdidas tus facultades,
te harán fábula del mundo
chocheces inaguantables.
Mejor mil veces te fuera
con mi gusto conformarte:  90
bien te di, y el mal pediste
quien lo quiso, que lo pase.



  —108→  

ArribaAbajoFábula LI

Júpiter y la oveja



ArribaAbajo    Tantos y tales trabajos
hicieron pasar las fieras
al más inocente bruto,
a la pacífica oveja,
que a Júpiter hubo al cabo  5
de pedir que discurriera
cómo buscaba camino
para aliviar sus miserias.
Júpiter le dijo: -Veo,
y harto de verlo me pesa,  10
mansa criatura mía,
que te he dejado indefensa.
Para suplir esta falta,
elige el medio que quieras:
las armas que más te agraden,  15
te dará mi omnipotencia.
¿Quieres que dientes agudos
en tus mandíbulas crezcan,
o que tus pies se revistan
de fuertes garras que hieran?  20
—109→
-No quisiera yo, señor
(respondió la pretendienta)
cosa que me asemejara
a la raza carnicera.
-¿Será mejor que introduzca  25
mortal veneno en tu lengua?
-No, que me aborrecerán
lo mismo que a las culebras.
-¿Quieres que te arme de cuernos
y a tu frente dé más fuerza?  30
-No, que entonces, como el chivo,
no me hartaré de pendencias.
-Pues, hija, yo sólo puedo
salvarte de una manera:
para que no te hagan daño,  35
preciso es que hacerlo puedas.
-¿Preciso? (la oveja exclama,
dando un suspiro de pena):
prefiero entonces a todo
mi flaca naturaleza.  40
La facultad de dañar
gana de dañar despierta,
y por no hacer sinrazones,
vale más el padecerlas.
Júpiter enternecido  45
bendijo a la mansa bestia,
y ella no volvió jamás
a pronunciar una queja.



  —110→  

ArribaAbajoFábula LII

El alma de Salomón



ArribaAbajo    Un laborioso anciano
de sol a sol sin descansar labraba
la fértil heredad que poseía.
Él por su mano araba;
él por sí mismo el grano,  5
que el sustento común del hombre encierra,
solícito vertía
en el fecundo seno de la tierra.
   A la sombra una vez que en torno arroja
una altanera encina,  10
copuda en ramas y poblada en hoja,
preséntase al anciano de repente
una visión divina.
Él se sorprende y pasma;
y en acento más dulce que severo  15
le dice la fantasma:
«No la presencia mía te amedrente:
Soy Salomón: declárame sincero,
¿por qué, ya que tu edad va declinando,
tan ávido te afanas trabajando?  20
—111→
-Si eres el sabio rey gloria de Oriente,
(el labrador contesta)
ya puedes figurarte mi respuesta.
Yo estudié con desvelo tus lecciones:
en ellas al mancebo le propones  25
que a recoger aprenda de la hormiga,
sin perdonar momento ni fatiga.
Yo su ejemplo he seguido,
y lo que dócil aprendí mancebo,
viejo también a ejecución lo llevo.  30
-A medias solamente has aprendido
(dijo la sombra) mi consejo sano.
Vuelve de nuevo y a la hormiga observa,
y en su sagaz gobierno
verás que si trabaja en el verano,  35
prudente se reserva
sus acopios gozar en el invierno.
Tú, que al invierno triste
llegaste de la vida,
reposa ya y descuida,  40
y disfruta por fin lo que adquiriste.



  —112→  

ArribaAbajoFábula LIII

El cangrejo




ArribaAbajo    Resto de una comida,
que orilla de un arroyo fue servida,
quedó sobre las yerbas arrojado
el conchudo cadáver de un cangrejo,
lo mismo que la grana colorado.  5
Miraban y admiraban reflexivos
otros cangrejos vivos
aquel tinte magnífico bermejo,
y cada cual de su interior exhala
esta loca expresión: ¡Hermosa gala!  10
¡Quién el secreto raro poseyera
de poderse pintar de igual manera!
Oyendo la ocurrencia peregrina,
díjoles un ratón, docto en cocina:
Para adquirir matices tan brillantes,  15
no hay otro medio que coceros antes:
mirad, pues, lo que al mísero le cuesta
la mortaja de honor que tiene puesta.

   Quien envidie la fama esclarecida
que a los varones célebres rodea,  20
tome su historia y vea
¡cuánto dolor acibaró su vida!



  —113→  

ArribaAbajoFábula LIV

El león y la liebre



ArribaAbajo    Cierto león solía
por su bondad de genio
tener con una liebre
sus ratos de recreo.
¿Es verdad (preguntole  5
la liebre en uno de ellos)
que un miserable gallo,
si empieza el cacareo,
os hace a los leones
tímidos ir huyendo?  10
-No tienes que dudarlo
(dijo el león sincero):
lo mismo al elefante
le pasa con el cerdo,
que si oye su gruñido,  15
se asusta sin remedio.
Los grandes animales
(preciso es conocerlo)
una flaqueza de estas
—114→
por lo común tenemos.  20
-¿Sí? (replicó la liebre.)
Vamos, pues ya comprendo
por qué tememos tanto
nosotras a los perros.



  —115→  

ArribaAbajoFábula LV

Los viajes



ArribaAbajo    Un pescador, vecino de Bilbao,
cogió, yo no sé dónde, un bacalao.
-¿Qué vas a hacer conmigo?
(el pez le preguntó con voz llorosa.)
Él respondió: Te llevaré a mi esposa:  5
ella con pulcritud y ligereza
te cortará del cuerpo la cabeza;
negociaré después con un amigo,
y si me da por ti maravedises,
irás con él a recorrer países.  10
-¡Sin cabeza! ¡Ay de mí! (gritó el pescado.)
Y replicó el discreto vascongado:
¿Por esa pequeñez te desazonas?
Pues hoy viajan así muchas personas.



  —116→  

ArribaAbajoFábula LVI

El plantador



ArribaAbajo    Yo esa higuera planté y aquel manzano,
y ambos me rinden hoy copioso fruto.
Hijos, igual tributo
debéis pagar a vuestro padre anciano.



  —117→  

ArribaAbajoFábula LVII

La mariposa y la efímera




LA MARIPOSA

ArribaAbajo   Insectillo
singular,
¿quién te puso
donde estás?

LA EFÍMERA

Ha corrido  5
la mitad
de mi vida
natural,
y he morado
siempre en paz  10
esta mata
de arrayán.

LA MARIPOSA

Yo el cercano
manantial
acostumbro  15
visitar,
y te juro
—118→
que jamás
vi tu rastro
ni tu faz.  20
Tú no estabas,
en verdad,
ha tres horas
por acá.

LA EFÍMERA

Bien lo puedes  25
afirmar:
yo no tengo
tanta edad.

LA MARIPOSA

¿Cuánta vida
Dios os da,  30
por el orden
regular?

LA EFÍMERA

Muchas horas:
seis quizá.

LA MARIPOSA

¡Espantosa  35
brevedad!

LA EFÍMERA

¿Hay especie
de animal
cuya vida
dure más?  40
—119→

LA MARIPOSA

Infinitos
de los que hay,
miles de horas
ven pasar.

LA EFÍMERA

¡Oh, qué inmensa  45
cantidad!
¿Luego nunca
morirán?

LA MARIPOSA

Todos tienen
que acabar:  50
ley es esta
general.

LA EFÍMERA

Si su vida
cesará,
no la debo  55
codiciar.
Larga o corta,
se hace igual
en el punto
de expirar.  60



  —120→  

ArribaAbajoFábula LVIII

El extracto de la biblioteca



ArribaAbajo    Hizo un rey extractar su librería,
que los tomos contaba por millones,
y un resumen le dieron que tenía
estos cuatro renglones:
«Un quizá representa  5
la ciencia toda que el mortal adquiere,
y la historia del hombre sólo cuenta
que nace, pena y muere
Pero el Monarca, sabio verdadero,
mandó añadir tras el renglón postrero:  10
«Cuando el hombre del cuerpo se desnuda,
ve claro al fin lo que viviendo duda,
y a la paciente vida meritoria
sigue infinito bien, eterna gloria.»



  —121→  

ArribaAbajoFábula LIX

El canto del cisne




LA PALOMA

ArribaAbajo   Dulcísimos ecos
llegaron a mí,
paloma nativa
de extraño país.
Decid, ruiseñores,  5
¿quién canta? Decid.
Igual melodía
jamás os oí.

LOS RUISEÑORES

Paloma que pasas
por este jardín,  10
el músico dulce
le tienes aquí.
De viejo anhelando
cesar de vivir,
el cisne celebra  15
su próximo fin.

LA PALOMA

Venid, avecillas,
—122→
conmigo venid;
la muerte admiremos
del ave feliz.  20
¡Bien hayan las vidas
que acaban así!
¡Bendito el que puede
cantando morir!



  —123→  

ArribaAbajoFábula LX

La madre y el alma inocente




LA MADRE

ArribaAbajo   Murió mi dulce María,
mi consuelo, mi alegría:
con ella al sepulcro voy.

EL ALMA INOCENTE

No me llores, madre mía:
yo era mujer, ángel soy.  5



  —124→  

ArribaAbajoFábula LXI

Los muertos envidiados



ArribaAbajo    Miraba Calderón (no el de la Barca,
sino el que fue ministro del monarca
Don Felipe tercero),
Rodrigo Calderón miraba, digo,
un cementerio de Madrid un día,  5
y en él halló un letrero
cercano del umbral, que así decía:
«Amigo y enemigo
aquí en profunda paz reposan juntos.»
-¡Ay! (Exclamó Rodrigo)  10
¡venturosos mil veces los difuntos!



  —125→  

ArribaFábula LXII

La regla general




UN JOVEN

Arriba   Amé a Dios y a mis padres, fui buen hijo,
y el Señor en la tierra me bendijo.

UNA JOVEN

De tener buena madre honrarme puedo:
su virtud aprendí, su dicha heredo.

OTRA JOVEN

Me crié sin que a nadie obedeciera:  5
hoy vivo sin salud en la Galera.

OTRO JOVEN

Irreligioso joven, hijo malo,
maldito del Señor, muero en un palo.

REGLA GENERAL

   El mundo enseña, de ejemplares lleno,
que para ser feliz, hay que ser bueno.  10
El justo goza, los malvados gimen.
¡Dichosa la virtud! ¡Mísero el crimen!