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Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado

Félix María Samaniego






ArribaAbajoTomo I

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ArribaAbajoPrólogo

Muchos son los sabios de diferentes siglos y naciones que han aspirado al renombre de Fabulistas; pero muy pocos los que han hecho esta carrera felizmente. Este conocimiento debiera haberme retraído del arduo empeño e meterme a contar fábulas en verso castellano. Así hubiera sido: pero permítame el público protestar con sinceridad en mi abono, que, en esta empresa no ha tenido parte mi elección. Es puramente obra de mi pronta obediencia debida a una persona en quien respeto unidas las calidades de tío, maestro, y jefe.

En efecto: el Director de la Real Sociedad Vascongada mirando la educación como a basa en que estriba la felicidad pública emplea la mayor parte de su celo patriótico en el cuidado de proporcionar a los jóvenes alumnos del Real Seminario Vascongado cuanto conduce a su instrucción y siendo por decirlo así el primer pasto con que se debe nutrir el espíritu de los niños las máximas morales disfrazadas en el agradable artificio de la fábula; me destinó a poner una colección de ellas en verso castellano, con el objeto de que recibiesen esta enseñanza ya que no mamándola con la leche, según deseó Platón a lo menos antes de llegar a estado de poder entender el latín.

Desde luego dí principio a mi obrilla. Apenas pillaban los jóvenes seminaristas alguno de mis primeros ensayos, cuando los leían y estudiaban a porfía con indecible placer y facilidad; mostrando en esto el deleite que les causa un cuentecillo adornado con la dulzura y armonía poética, y libre para ellos de las espinas de la traducción, que tan desagradablemente les punzan en los principios de su enseñanza.

Aunque esta primera prueba me asegura en parte de la utilidad de mi empresa, que es la verdadera recomendación de un escrito, no se contenta con ella mi amor proprio. Siguiendo éste su ambiciosa condición desea que respectivamente logren mis Fábulas igual acogida que en los niños en los mayores, y aun si es posible entre los doctos: pero a la verdad esto no es tan fácil. Las espinas que dejan de encontrar en ellas los niños, las hallarán los que no lo son en los repetidos defectos de la obra. Quizá no parecerán estos tan de marca, dando aquí una breve noticia del método que he observado en la ejecución de mi asunto y de las razones que he tenido para seguirle.

Después de haber repasado los preceptos de la fábula, formé mi pequeña Librería de Fabulistas: examiné, comparé y elegí para mis modelos, entre todos ellos, después de Esopo, a Fedro y a La Fontaine: no tardé en hallar mi desengaño. El primero más para admirado que para seguido, tuve que abandonarlo a los primeros pasos. Si la unión de la elegancia y laconismo sólo está concedida a este poeta en este género, ¿cómo podrá aspirará a ella quien escribe en lengua castellana y palpa los grados que a esta le faltan para igualar a la latina en concisión y energía? Este conocimiento en que me aseguró más y más la práctica, me obligó a separarme de Fedro.

Empecé a aprovecharme del segundo (como se deja ver en las fábulas de La cigarra y la hormiga; El cuervo y el zorro, y alguna otra); pero reconocí que no podía sin ridiculizarme trasladar a mis versos aquellas delicadas nuevas gracias, y sales, que tan fácil y naturalmente derrama este ingenioso fabulista en su narración.

No obstante en el estudio que hice de este autor, hallé no solamente que la mayor parte de sus argumentos son tomados Locmano, Esopo, y otros de los antiguos, sino que no tuvo reparo en entregarse a seguir su propio carácter tan francamente, que me atrevo a asegurar que apenas tuvo presente otro precepto en la narración, que la regla general que él mismo asienta en el prólogo de sus Fábulas en boca de Quintiliano: por mucho gracejo que se dé a la narración, nunca será demasiado.

Con las dificultades que toqué al seguir en la formación de mi obrita a estos dos fabulistas, y con el ejemplo que hallé, en el último, me resolví a escribir tomando en cerro los argumentos de Esopo, entresacando tal cual de algún moderno, y entregándome con libertad a mi genio, no solo en el estilo, y gusto de la narración, sino aun en el variar rara vez algún tanto ya del argumento, ya de la aplicación de la moralidad, quitando, añadiendo, o mudando alguna cosa, que sin tocar al cuerpo principal del apólogo contribuya a darle cierto aire de novedad y gracia.

En verdad que según mi conciencia más de cuatro veces se peca en este método contra los preceptos de la fábula; pero esta práctica licenciosa es tan corriente entre los fabulistas, que cualquiera que se ponga a cotejar una misma fábula en diferentes versiones, la hallará tan transformada en cada una de ellas respecto del original, que degenerando por grados de una en otra versión, vendrá a parecerle diferente en cada una de ellas. Pues si con todas estas licencias, o pecados contra las leyes de la fábula ha habido fabulistas, que han hecho su carrera hasta llegar al templo de la inmortalidad; ¿a qué meterme yo en escrúpulos, que ellos no tuvieron?

Si en algo he empleado casi nimiamente mi atención, ha sido en hacer versos fáciles hasta acomodarlos, según mi entender, a la comprensión de los muchachos. Que alguna vez parezca mi estilo no solo humilde, sino aun bajo, malo es; ¿mas no sería muchísimo peor, que haciéndolo incomprensible a los niños, ocupasen estos su memoria con inútiles coplas?

A pesar de mi desvelo en esta parte desconfío conseguir mi fin. Un autor moderno en su tratado de educación dice que en toda la colección de La Fontaine, no conoce sino cinco o seis fábulas en que brilla con eminencia la sencillez pueril, y aun haciendo análisis de alguna de ellas, encuentra pasajes desproporcionados a la inteligencia de los niños.

Esta crítica ha sido para mí una lección. Confesaré sinceramente, que no he acertado a aprovecharme de ella, si en mi colección no se halla más de la mitad de fábulas que en la claridad y sencillez del estilo no pueda apostárselas a la prosa más trivial. Éste me ha parecido el solo medio de acercarme al lenguaje en que debemos enseñar a los muchachos: pero ¿quién tendrá bastante filosofía para acertar a ponerse en el lugar de estos y medir así los grados a que llega la comprensión de un niño?

En cuanto al metro no guardo uniformidad: no es esencial a la fábula, como no lo es al Epigrama y a la Lira, que admiten infinita variedad de metros. En los Apólogos hay tanta inconexión de uno a otro como en las Liras y Epigramas. Con la variedad de metros he procurado huir de aquel monotonismo que adormece los sentidos y se opone a la varia armonía que tanto deleita el ánimo y aviva la atención. Los jóvenes que tomen de memoria estos versos, adquirirán con la repetición de ellos alguna facilidad en hacerlos arreglados a las diversas medidas, a que por este medio acostumbren su oído

Verdad es que se hallará en mis versos gran copia de endecasílabos pareados con la alternativa de pies quebrados o de siete sílabas; pero me he acomodado a preferir su frecuente uso al de otros metros, por la ventaja que no tienen los de estancias más largas, en las cuales por acomodar una sola voz que falte para la clara explicación de la sentencia, o queda confuso y como estrujado el pensamiento, o demasiadamente holgado y lleno de ripio.

En conclusión: Puede perdonárseme bastante por haber sido el primero en la nación que ha abierto el paso a esta carrera en que he caminado sin guía por no haber tenido a bien entrar en ella nuestros célebres poetas castellanos.

Dichoso yo si logro que con la ocasión de corregir mis defectos, dediquen ciertos genios poéticos sus tareas a cultivar éste, y otros importantes ramos de instrucción y provecho. Mientras así no lo hagan, habremos de contentarnos con leer sus excelentes églogas y sacar de sus dulcísimos versos casi tanta melodía como de la mejor música, del divino Heyden, aunque tal vez no mayor enseñanza, ni utilidad.



  —1→  

ArribaAbajoLibro primero




ArribaAbajoFábula I


El asno y el cochino


A los caballeros alumnos del Real Seminario Patriótico Vascongado

Oh jóvenes amables,
que en vuestros tiernos años
al Templo de Minerva
dirigís vuestros pasos,
seguid, seguid la senda,  5
en que marcháis, guiados
a la luz de las Ciencias
por profesores sabios.
—2→
Aunque el camino sea,
ya difícil, ya largo,  10
lo allana y facilita
el tiempo y el trabajo.
Rompiendo el duro suelo,
con la esteva agobiado,
el labrador sus bueyes  15
guía con paso tardo;
mas al fin llega a verse
en medio del verano,
de doradas espigas,
como Céres, rodeado.  20
A mayores tareas,
a más graves cuidados
es mayor, y más dulce
el premio y el descanso.
Tras penosas fatigas,  25
la labradora mano
—3→
¡Con qué gusto recoge
los racimos de Baco!
Ea, jóvenes, ea,
seguid, seguid marchando  30
al Templo de Minerva
a recibir el lauro.
Mas yo sé, caballeros,
que un joven entre tantos
responderá a mis voces:  35
No puedo, que me canso.
Descansa enhorabuena:
¿Digo yo lo contrario?
Tan lejos estoy de eso,
que en estos versos trato  40
de daros un asunto
que instruya deleitando.
Los perros y los lobos,
los ratones y gatos,
—4→
las zorras y las monas,  45
los ciervos y caballos
os han de hablar en verso;
pero con juicio tanto,
que sus máximas sean
los consejos más sanos.  50
Deleitados en ello,
y con este descanso,
a las serias tareas
volved más alentados.
Ea, jóvenes, ea,  55
seguid, seguid marchando
al Templo de Minerva
a recibir el lauro.
¡Pero qué! ¿os detiene
el ocio y el regalo?  60
Pues escuchad a Esopo,
mis jóvenes amados:
—5→
   Envidiando la suerte del cochino,
un asno maldecía su destino.
«Yo, decía, trabajo y como paja;  65
él come harina, y berza, y no trabaja:
A mí me dan de palos cada día;
a él le rascan y halagan a porfía.»
Así se lamentaba de su suerte;
pero luego que advierte  70
que a la pocilga alguna gente avanza
en guisa de matanza,
armada de cuchillo y de caldera,
y que con maña fiera
dan al gordo cochino fin sangriento,  75
dijo entre sí el jumento:
Si en esto para el ocio y los regalos,
al trabajo me atengo y a los palos.

  —6→  


ArribaAbajoFábula II


La cigarra y la hormiga


   Cantando la cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno;
los fríos la obligaron  5
a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Viose desproveida
del preciso sustento:  10
sin mosca, sin gusano,
sin trigo, sin centeno.
Habitaba la hormiga
allí tabique en medio,
—7→
y con mil expresiones  15
de atención y respeto
la dijo: «Doña Hormiga,
pues que en vuestros graneros
sobran las provisiones
para vuestro alimento,  20
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste cigarra,
que, alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,  25
nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme;
que fielmente prometo
pagaros con ganancias
por el nombre que tengo.»  30
La codiciosa hormiga
respondió con denuedo,
—8→
ocultando a la espalda
las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano  35
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿qué has hecho en el buen tiempo?-
Yo, dijo la cigarra,
a todo pasajero  40
cantaba alegremente
sin cesar ni un momento.-
¡Hola!, ¿con que, cantabas
cuando yo andaba al remo?

Pues ahora, que yo como,  45
baila, pese a tu cuerpo.

  —9→  


ArribaAbajoFábula III


El muchacho y la Fortuna


   A la orilla de un pozo
sobre la fresca hierba,
un incauto mancebo
dormía a pierna suelta.
Gritole la Fortuna:  5
«Insensato, despierta;
¿no ves que ahogarte puedes,
a poco que te muevas?
Por ti y otros canallas
a veces me motejan  10
los unos de inconstante,
y los otros de adversa.
Reveses de Fortuna
llamáis a las miserias.
—10→

   ¿Por qué, si son reveses  15
de la conducta necia?




ArribaAbajoFábula IV


La codorniz


   Presa en estrecho lazo
la codorniz sencilla,
daba quejas al aire,
ya tarde arrepentida,
«¡Ay de mí miserable  5
infeliz avecilla,
que antes cantaba libre,
y ya lloro cautiva!
Perdí mi nido amado,
perdí en él mis delicias;  10
al fin perdilo todo,
pues que perdí la vida.
—11→
¿Por qué desgracia tanta?
¿Por qué tanta desdicha?
¡Por un grano de trigo!  15
¡Oh, cara golosina!

   El apetito ciego,
¡a cuantos precipita,
que por lograr un nada
un todo sacrifican!  20




ArribaAbajoFábula V


El águila y el escarabajo


   Que me matan; favor: así clamaba
una liebre infeliz, que se miraba
en las garras de una águila sangrienta.
A las voces, según Esopo cuenta,
acudió un compasivo escarabajo;  5
y viendo a la cuitada en tal trabajo,
—12→
por libertarla de tan cruda muerte,
lleno de horror exclama de esta suerte:
«¡Oh Reina de las aves escogida!,
¿por qué quitas la vida  10
a este pobre animal manso y cobarde?
¿No sería mejor hacer alarde
de devorar a dañadoras fieras,
o ya que resistencia hallar no quieras,
cebar tus uñas y tu corbo pico  15
en el frío cadáver de un borrico?»
Cuando el Escarabajo así decía,
la águila con desprecio se reía,
y sin usar de más atenta frase,
mata, trincha, devora, pilla, y vase.  20
El pequeño animal así burlado
quiere verse vengado.
En la ocasión primera
vuela al nido del águila altanera;
—13→
halla solos los huevos, y arrastrando,  25
uno por uno fuelos despeñando;
mas como nada alcanza
a dejar satisfecha una venganza,
cuantos huevos ponía en adelante
se los hizo tortilla en el instante.  30
La Reina de las aves sin consuelo,
remontando su vuelo,
a Júpiter excelso humilde llega,
expone su dolor, pídele, ruega
remedie tanto mal. El dios propicio,  35
por un incomparable beneficio,
en su regazo hizo que pusiese
el águila sus huevos, y se fuese;
que a la vuelta colmada de consuelos
encontraría hermosos sus polluelos.  40
Supo el escarabajo el caso todo:
Astuto e ingenioso hace de modo
que una bola fabrica diestramente
—14→
de la materia en que continuamente
trabajando se halla,  45
cuyo nombre se sabe, aunque se calla,
y que, según yo pienso,
para los dioses no es muy buen incienso.
Carga con ella, vuela, y atrevido
pone su bola en el sagrado nido.  50
Júpiter, que se vio con tal basura
al punto sacudió su vestidura,
haciendo, al arrojar la albondiguilla,
con la bola y los huevos su tortilla.
Del trágico suceso noticiosa,  55
arrepentida el águila y llorosa
aprendió esta lección a mucho precio:

   A nadie se le trate con desprecio,
como al escarabajo,
porque al más miserable, vil y bajo,  60
—15→
para tomar venganza, si se irrita,
¿le faltará siquiera una bolita?




ArribaAbajoFábula VI


El león vencido por el hombre

   Cierto artífice pintó
una lucha, en que, valiente
un hombre tan solamente
a un horrible león venció,
otro león, que el cuadro vio,  5
sin preguntar por su autor,
en tono despreciador
dijo: Bien se deja ver,
que es pintar como querer,
y no fue león el pintor.  10

  —16→  


ArribaAbajoFábula VII


La zorra y el busto


   Dijo la zorra al busto,
después de olerlo:
«Tu cabeza es hermosa,
pero sin seso.»

   Como éste hay muchos,  5
que aunque parecen hombres,
sólo son Bustos.




ArribaAbajoFábula VIII


El ratón de la corte y el del campo


   Un ratón cortesano
convidó con un modo muy urbano
—17→
a un ratón campesino.
Diole gordo tocino,
queso fresco de Holanda,  5
y una despensa llena de vianda
era su alojamiento,
pues no pudiera haber un aposento
tan magníficamente preparado,
aunque fuese en Ratópolis buscado  10
con el mayor esmero,
para alojar a Roepan Primero.
Sus sentidos allí se recreaban;
las paredes y techos adornaban,
entre mil ratonescas golosinas,  15
salchichones, perniles y cecinas.
Saltaban de placer, ¡oh qué embeleso!,
de pernil en pernil, de queso en queso.
En esta situación tan lisonjera
llega la despensera.  20
—18→
Oyen el ruido, corren, se agazapan,
pierden el tino, mas al fin se escapan
atropelladamente
por cierto pasadizo abierto a diente.
«¡Esto tenemos!, dijo el campesino;  25
reniego yo del queso, del tocino,
y de quien busca gustos
entre los sobresaltos y los sustos.»

   Volviose a su campaña en el instante
y estimó mucho más de allí adelante,  30
sin zozobra, temor ni pesadumbres,
su casita de tierra y sus legumbres.




ArribaAbajoFábula IX


El herrero y el perro

   Un herrero tenía
un perro que no hacía
—19→
sino comer, dormir y estarse echado;
de la casa jamás tuvo cuidado;
levantábase sólo a mesa puesta;  5
entonces con gran fiesta
al dueño se acercaba,
con perrunas caricias lo halagaba,
mostrando de cariño mil excesos
por pillar las piltrafas y los huesos.  10
«He llegado a notar, le dijo el amo,
que aunque nunca te llamo
a la mesa, te llegas prontamente;
en la fragua jamás te vi presente,
y yo me maravillo  15
de que no despertándote el martillo,
te desveles al ruido de mis dientes.
Anda, anda, poltrón; no es bien que cuentes
que el amo, hecho un gañán y sin reposo,
te mantiene a lo Conde muy ocioso.»  20
—20→
El perro le responde:
«¿Qué más tiene que yo cualquiera Conde?
Para no trabajar debo al destino
haber nacido perro, y no pollino.-
Pues, señor Conde, fuera de mi casa;  25
verás en las demás lo que te pasa.»
En efecto salió a probar fortuna,
y las casas anduvo de una en una.
Allí le hacen servir de centinela
y que pase la noche toda en vela,  30
acá de lazarillo, y de danzante,
allá dentro de un torno, a cada instante,
asa la carne que comer no espera.
Al cabo conoció de esta manera
que el destino, y no es cuento,  35
a todos nos cargó como al jumento.

  —21→  


ArribaAbajoFábula X


La zorra y la cigüeña

   Una zorra se empeña
en dar una comida a la Cigüeña;
la convidó con tales expresiones,
que anunciaban sin duda provisiones
de lo más excelente y exquisito.  5
Acepta alegre, va con apetito;
pero encontró en la mesa solamente
gigote claro sobre chata fuente.
En vano a la comida picoteaba,
pues era para el guiso que miraba  10
inútil tenedor su largo pico.
La Zorra con la lengua y el hocico
limpió tan bien su fuente, que pudiera
servir de fregatriz, si a Holanda fuera.
—22→
Mas de allí a poco tiempo, convidada  15
de la cigüeña, halla preparada
una redoma de gigote llena;
allí fue su aflicción, allí su pena;
el hocico goloso al punto asoma
al cuello de la hidrópica redoma,  20
mas en vano, pues era tan estrecho,
cual si por la Cigüeña fuese hecho.
Envidiosa de ver que a conveniencia
chupaba la del pico a su presencia,
vuelve, tienta, discurre,  25
huele, se desatina, en fin se aburre;
marchó rabo entre piernas, tan corrida,
que ni aun tuvo siquiera la salida
de decir: están verdes, como antaño.

   También hay para pícaros engaño.  30

  —23→  


ArribaAbajoFábula XI


Las moscas


   A un panal de rica miel
dos mil Moscas acudieron,
que por golosas murieron
presas de patas en él.
Otras dentro de un pastel  5
enterró su golosina.

Así, si bien se examina,
los humanos corazones
perecen en las prisiones
del vicio que los domina.  10

  —24→  


ArribaAbajoFábula XII


El leopardo y las monas

   No a pares, a docenas encontraba
las Monas en Tetuán, cuando cazaba,
un Leopardo; apenas lo veían,
a los árboles todas se subían,
quedando del contrario tan seguras,  5
que pudiera decir: No están maduras.
El cazador, astuto, se hace el muerto
tan vivamente, que parece cierto.
Hasta las viejas Monas
alegres en el caso y juguetonas,  10
empiezan a saltar; la más osada
baja, arrímase al muerto de callada,
—25→
mira, huele y aún tienta,
y grita muy contenta:
«Llegad, que muerto está de todo punto,  15
tanto, que empieza a oler el tal difunto.»
Bajan todas con bulla y algazara:
Ya le tocan la cara,
ya le saltan encima,
aquélla se le arrima,  20
y haciendo mimos, a su lado queda;
otra se finge muerta y lo remeda.
Mas luego que las siente fatigadas
de correr, de saltar y hacer monadas
levántase ligero,  25
y más que nunca fiero,
pilla, mata, devora, de manera
que parecía la sangrienta fiera,
cubriendo con los muertos la campaña,
al Cid matando moros en España.  30
—26→
   Es el peor enemigo el que aparenta
no poder causar daño; porque intenta,
inspirando confianza,
asegurar su golpe de venganza.




ArribaAbajoFábula XIII


El ciervo en la fuente

   Un ciervo se miraba
en una hermosa cristalina fuente;
placentero admiraba
los enramados cuernos de su frente,
pero al ver sus delgadas, largas piernas,  5
al alto cielo daba quejas tiernas.
   «¡Oh Dioses! ¿A qué intento,
a esta fábrica hermosa de cabeza
construís su cimiento
sin guardar proporción en la belleza?  10
—27→
¡Oh qué pesar! ¡Oh qué dolor profundo!
¡No haber gloria cumplida en este mundo!»
   Hablando de esta suerte
el ciervo, vio venir a un lebrel fiero.
Por evitar su muerte  15
parte al espeso bosque muy ligero;
pero el cuerno retarda su salida,
con una y otra rama entretejida.
   Mas libre del apuro
a duras penas, dijo con espanto:  20
«Si me veo seguro,
pese a mis cuernos, fue por correr tanto;
lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos,
haga mis feos pies el cielo eternos.»

   Así frecuentemente  25
el hombre se deslumbra con lo hermoso;
—28→
elige lo aparente,
abrazando tal vez lo más dañoso;
pero escarmiente ahora en tal cabeza:
El útil bien es la mejor belleza.  30




ArribaAbajoFábula XIV


El león y la zorra


   Un león en otro tiempo poderoso,
ya viejo y achacoso,
en vano perseguía, hambriento y fiero,
al mamón becerrillo y al cordero,
que trepando por la áspera montaña,  5
huían libremente de su saña.
Afligido de la hambre a par de muerte
discurrió su remedio de esta suerte:
Hace correr la voz de que se hallaba
enfermo en su palacio, y deseaba  10
—29→
ser de los animales visitado.
Acudieron algunos de contado;
mas como el grave mal que lo postraba
era un hambre voraz, tan sólo usaba
la receta exquisita  15
de engullirse al Monsieur de la visita.
Acércase la zorra de callada,
y a la puerta asomada
atisba muy despacio
la entrada de aquel cóncavo palacio.  20
El León la divisó y en el momento
la dice: «Ven acá; pues que me siento
en el último instante de mi vida,
visítame como otros, mi querida.-
¡Cómo otros! ¡Ah señor!, he conocido  25
que entraron, sí, pero que no han salido.
Mirad, mirad la huella,
bien claro lo dice ella;
—30→
y no es bien el entrar do no se sale.»

   La prudente cautela mucho vale.  30




ArribaAbajoFábula XV


La cierva y el cervato


   A una cierva decía
su tierno cervatillo: «Madre mía,
¡es posible que un perro solamente
al bosque te haga huir cobardemente,
siendo él mucho menor, menos pujante!  5
¿Por qué no has de ser tú más arrogante?-
Todo es cierto, hijo mío;
y cuando así lo pienso, desafío
a mis solas a veinte perros juntos.
Figúrome luchando, y que difuntos  10
dejo a los unos; que otros, falleciendo,
pisándose las tripas, van huyendo
—31→
en vano de la muerte,
y a todos venzo de gallarda suerte;
mas si embebida en este pensamiento,  15
a un perro ladrar siento,
escapo más ligera que un venablo,
y mi victoria se la lleva el diablo.»

   A quien no sea de animo esforzado
no armarlo de soldado,  20
pues por más que, al mirarse la armadura,
piense, en tiempo de paz, que su bravura
herirá, matará cuanto acometa;
en oyendo en campaña la trompeta,
hará lo que la corza de la historia,  25
mas que el Diablo se lleve la victoria.

  —32→  


ArribaAbajoFábula XVI


El labrador y la cigüeña


   Un labrador miraba
con duelo su sembrado,
porque gansos y grullas
de su trigo solían hacer pasto.
Armó sin más tardanza  5
diestramente sus lazos,
y cayeron en ellos
la cigüeña, las grullas, y los gansos.
«Señor rústico, dijo
la cigüeña temblando,  10
quíteme las prisiones,
pues no merezco pena de culpados:
La Diosa Ceres sabe,
que lejos de hacer daño,
—33→
limpio de sabandijas,  15
de culebras y víboras los campos.-
Nada me satisface,
respondió el hombre airado:
Te hallé con delincuentes,
con ellos morirás entre mis manos».  20

   La inocente cigüeña
tuvo el fin desgraciado
que pueden prometerse
los buenos que se juntan con los malos.




ArribaAbajoFábula XVII


La serpiente y la lima


   En casa de un cerrajero
entró la serpiente un día,
y la insensata mordía
en una lima de acero.
—34→
   Díjole la lima: «El mal  5
necia será para ti;
¿cómo has de hacer mella en mí
que hago polvos el metal?»

   Quien pretende sin razón
al más fuerte derribar,  10
no consigue sino dar
coces contra el aguijón.




ArribaAbajoFábula XVIII


El calvo y la mosca

   Picaba impertinente
en la espaciosa calva de un anciano
una mosca insolente.
Quiso matarla, levantó la mano,
tiró un cachete, pero fuese salva,  5
hiriendo el golpe la redonda calva.
—35→
   Con risa desmedida
la mosca prorrumpió: «Calvo maldito
si quitarme la vida
intentaste por un leve delito,  10
¿a qué pena condenas a tu brazo
bárbaro ejecutor de tal porrazo?-
   »Al que obra con malicia,
le respondió el varón prudentemente,
rigurosa justicia  15
debe dar el castigo conveniente,
y es bien ejercitarse la clemencia
en el que peca por inadvertencia.
   »Sabe, mosca villana,
que coteja el agravio recibido  20
la condición humana
según la mano de donde ha venido»;
   que el grado de la ofensa tanto asciende
cuanto sea más vil aquel que ofende.

  —36→  


ArribaAbajoFábula XIX


Los dos amigos y el oso

   A dos amigos se aparece un oso:
El uno muy medroso,
en las ramas de un árbol se asegura;
el otro abandonado a la ventura,
se finge muerto repentinamente.  5
El Oso se le acerca lentamente:
mas como este animal, según se cuenta,
de cadáveres nunca se alimenta,
sin ofenderlo lo registra y toca,
huelele las narices y la boca;  10
no le siente el aliento,
ni el menor movimiento,
y así se fue diciendo sin recelo:
«Este tan muerto está como mi abuelo.»
—37→
Entonces el cobarde  15
de su grande amistad haciendo alarde,
del árbol se desprende muy ligero,
corre, llega y abraza al compañero,
pondera la fortuna
de haberlo hallado sin lesión alguna.  20
Y al fin le dice: «Sepas que he notado
que el oso te decía algún recado.
¿Qué pudo ser? -direte lo que ha sido;
estas dos palabritas al oído:
   Aparta tu amistad de la persona  25
que si te ve en el riesgo, te abandona.»




ArribaAbajoFábula XX


La águila, la gata y la jabalina


   Una águila anidó sobre una encina.
Al pie criaba cierta jabalina,
—38→
y era un hueco del tronco corpulento
de una gata y sus crías aposento.
Esta gran marrullera  5
sube al nido del águila altanera,
y con fingidas lágrimas la dice:
«¡Ay mísera de mí!, ¡ay infelice!
Este sí que es trabajo:
La vecina que habita el cuarto bajo,  10
como tú misma ves, el día pasa
hozando los cimientos de la casa.
La arruinará; y en viendo la traidora
por tierra a nuestros hijos los devora.»
Después que dejó el águila asustada,  15
a la cueva se baja de callada,
y dice a la cerdosa: «Buena amiga,
has de saber que el águila enemiga,
cuando saques tus crías hacia el monte,
las ha de devorar; así disponte.»  20
—39→
La gata aparentando que temía
se retiró a su cuarto, y no salía
sino de noche que con maña astuta
abastecía su pequeña gruta.
La jabalina, con tan triste nueva,  25
no salió de su cueva.
La águila, en el ramaje temerosa
haciendo centinela, no reposa.
En fin, a ambas familias la hambre mata,
y de ellas hizo víveres la gata.  30

   Jóvenes, ojo alerta, gran cuidado;
que un chismoso en amigo disfrazado,
con capa de amistad cubre sus trazas,
y así causan el mal sus añagazas.



  —40→  

ArribaAbajoLibro segundo




ArribaAbajoFábula primera


El león con su ejército


A D. Javier María de Munibe e Idiáquez, Conde de Peñaflorida, director perpetuo de la Real Sociedad Vascongada de los amigos del país

   Mientras que con la espada en mar y tierra
los ilustres varones
engrandecen su fama por la guerra
sojuzgando Naciones,
—41→
Tu, CONDE, con la pluma y el arado,  5
ya enriqueces la Patria, ya la instruyes;
y haciendo venturosos has ganado
el bien que buscas y el laurel que huyes.
Con darte todo al bien de los humanos
no contento tu celo,  10
supo unir a los nobles ciudadanos
para felicidad del patrio suelo.
La hormiga codiciosa
trabaja en sociedad fructuosamente,
y la abeja oficiosa  15
labra siempre, ayudada de su gente.
Así unes a los hombres laboriosos
para hacer sus trabajos más fructuosos.
Aquél viaja observando
por las Naciones cultas;  20
éste con experiencias va mostrando
las útiles verdades más ocultas.
—42→
Cuál cultiva los campos, cuál las ciencias;
y de diversos modos,
juntando estudios, viajes y experiencias,  25
resulta el bien en que trabajan todos.
¡En que trabajan todos!, ya lo dije,
por más que yo también sea contado.
El sabio PRESIDENTE que nos rige
tiene aun a el más inútil ocupado.  30
Darme, CONDE, querías un destino,
al contemplarme ocioso e ignorante.
Era difícil, mas al fin tu tino
encontró un genio en mí versificante.
A Fedro y La Fontaine por modelos  35
me pusiste a la vista,
y hallaron tus desvelos
que pudiera ensayarme a fabulista.
Y pues viene al intento
pasemos al ensayo: va de cuento.  40
—43→
El león, Rey de los bosques poderoso,
quiso armar un Ejército famoso.
Junto sus animales al instante:
Empezó por cargar al elefante
un castillo con útiles, y encima  45
rabiosos lobos que pusiesen grima.
Al oso lo encargó de los asaltos;
al mono con sus gestos y sus saltos
mandó que al enemigo entretuviese;
a la zorra que diese  50
ingeniosos ardides al intento.
Uno gritó: «La liebre y el jumento,
éste por tardo, aquélla por medrosa,
de estorbo servirán, no de otra cosa.-
¿De estorbo? ( dijo el Rey), yo no lo creo.  55
En la liebre tendremos un correo,
y en el asno mis tropas un trompeta.»
Así quedó la Armada bien completa.
—44→
   Tu retrato es el león, CONDE prudente,
y si a tu imitación, según deseo,  60
examinan los jefes a su gente,
a todos han de dar útil empleo.
¿Por qué no lo han de hacer?, ¿habrá cucaña
como no hallar ociosos en España?




ArribaAbajoFábula II


La lechera

   Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte,  5
¡yo sí que estoy contenta con mi suerte!
—45→
   Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre la ofrecía
inocentes ideas de contento,  10
marchaba sola la feliz lechera,
y decía entre sí de esta manera:
   «Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida  15
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío, pío.
   »Del importe logrado
de tanto pollo, mercaré un cochino;  20
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino;
tanto que puede ser que yo consiga
ver como se le arrastra la barriga.
—46→
   »Llevarelo al mercado;  25
sacaré de él sin duda buen dinero:
Compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña.»  30
   Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera,
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,  35
huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
   ¡Oh, loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría;
no sea que saltando de contento,  40
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.
—47→
   No seas ambiciosa
de mejor, o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa  45
sin que pueda saciarte cosa alguna.
   No anheles impaciente el bien futuro,
mira que ni el presente está seguro.




ArribaAbajoFábula III


El asno sesudo

   Cierto burro pacía
en la fresca y hermosa pradería
con tanta paz como si aquella tierra
no fuese entonces teatro de la guerra.
Su dueño que con miedo lo guardaba,  5
de centinela en la ribera estaba.
—48→
Divisa al enemigo en la llanura;
baja, y al buen borrico le conjura
que huya precipitado.
El asno muy sesudo y reposado,  10
empieza a andar a paso perezoso.
Impaciente su dueño y temeroso
con el marcial ruido
de bélicas trompetas al oído,
le exhorta con fervor a la carrera.  15
«¡Yo correr!, dijo el asno, bueno fuera;
que llegue enhorabuena Marte fiero;
me rindo y él me lleva prisionero.
¿Servir aquí o allí no es todo uno?
¿Me pondrán dos albardas? No, ninguno.  20
Pues nada pierdo, nada me acobarda;
siempre seré un esclavo con albarda.»
No estuvo mas en sí, ni más entero
que el buen pollino Amyclas, el barquero,
—49→
cuando en su humilde choza le despierta  25
César, con sus soldados a la puerta,
para que a la Calabria los guiase.
¿Se podría encontrar quien no temblase
entre los poderosos
de insultos militares horrorosos  30
de la guerra enemiga?
No hay sino la pobreza que consiga
esta gran exención: de aquí le viene.
   Nada teme perder quien nada tiene.




ArribaAbajoFábula IV


El zagal y las ovejas


   Apacentando un joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
—50→
«¡Favor!, que viene el lobo, labradores.»
Estos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,  5
y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a clamar, y temen la desgracia;
segunda vez los burla. ¡Linda gracia!
¿Pero qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.  10
Entonces el Zagal se desgañita,
y por más que patea, llora y grita,
no se mueve la gente escarmentada,
y el lobo le devora la manada.

   ¡Cuantas veces resulta de un engaño  15
contra el engañador el mayor daño!

  —51→  


ArribaAbajoFábula V


La águila, la corneja y la tortuga


   A una tortuga una águila arrebata:
la ladrona se apura y desbarata
por hacerla pedazos,
ya que no con la garra, a picotazos.
Viéndola una corneja en tal faena,  5
la dice: «En vano tomas tanta pena:
¿No ves que es la tortuga, cuya casa
diente, cuerno, ni pico la traspasa,
y si siente que llaman a su puerta,
se finge la dormida, sorda o muerta?-  10
Pues, ¿qué he de hacer? -Remontarás tu vuelo,
y en mirándote allá cerca del cielo
—52→
la dejaras caer sobre un peñasco,
y se hará una tortilla el duro casco.»
La águila, porque diestra lo ejecuta,  15
y la corneja astuta,
por autora de aquella maravilla,
juntamente comieron la tortilla.

   ¿Qué podrá resistirse a un poderoso
guiado de un consejo malicioso?  20
De estos tales se aparta el que es prudente;
y así, por escaparse de esta gente,
las descendientes de la tal tortuga
a cuevas ignoradas hacen fuga.

  —53→  


ArribaAbajoFábula VI


El lobo y la cigüeña


   Sin duda alguna que se hubiera ahogado
un lobo con un hueso atragantado,
si a la sazón no pasa una cigüeña.
El paciente la ve, hácela seña;
llega, y ejecutiva,  5
con su pico, jeringa primitiva,
cual diestro cirujano,
hizo la operación y quedó sano.
Su salario pedía,
pero el ingrato lobo respondía:  10
«¿Tu salario? Pues, ¿qué más recompensa
que el no haberte causado leve ofensa,
y dejarte vivir para que cuentes
que pusiste tu vida entre mis dientes?»
—54→
Marchó por evitar una desdicha,  15
sin decir tus ni mus, la susodicha.

Haz bien, dice el proverbio castellano,
y no sepas a quien; pero es muy llano,
que no tiene razón ni por asomo:
es menester saber a quien y cómo.  20
El ejemplo siguiente
nos hará esta verdad más evidente.




ArribaAbajoFábula VII


El hombre y la culebra

   A una culebra que de frío yerta
en el suelo yacía medio muerta
un labrador cogió; mas fue tan bueno,
que incautamente la abrigó en su seno.
Apenas revivió, cuando la ingrata  5
a su gran bienhechor traidora mata.

  —55→  


ArribaAbajoFábula VIII


El pájaro herido de una flecha


   Un pájaro inocente,
herido de una flecha
guarnecida de acero
y de plumas ligeras,
decía en su lenguaje  5
con amargas querellas:
«¡Oh crueles humanos!
Más crueles que fieras,
con nuestras propias alas,
que la Naturaleza  10
nos dio, sin otras armas
para propia defensa,
forjáis el instrumento
de la desdicha nuestra,
—56→
haciendo que inocentes  15
prestemos la materia.

Pero no, no es extraño,
que así bárbaros sean
aquellos que en su ruina
trabajan, y no cesan.  20
Los unos y otros fraguan
armas para la guerra,
y es dar contra sus vidas
plumas para las flechas.»




ArribaAbajoFábula IX


El pescador y el pez

   Recoge un pescador su red tendida,
y saca un pececillo. «Por tu vida,
—57→
exclamó el inocente prisionero,
dame la libertad: solo la quiero,
mira que no te engaño,  5
porque ahora soy ruin; dentro de un año
sin duda lograrás el gran consuelo
de pescarme más grande que mi abuelo.
¡Qué!, ¿te burlas?, ¿te ríes de mi llanto?
Sólo por otro tanto  10
a un hermanito mío
un Señor Pescador lo tiró al río.-
¿Por otro tanto al río?, ¡qué manía!,
replicó el pescador, ¿pues no sabía
que el refrán castellano  15
dice: más vale pájaro en la mano...?
A sartén te condeno; que mi panza
no se llena jamás con la esperanza.»

  —58→  


ArribaAbajoFábula X


El gorrión y la liebre

   Un maldito gorrión así decía
a una liebre, que una águila oprimía:
«¡No eres tú tan ligera,
que si el perro te sigue en la carrera,
lo acarician y alaban como al cabo  5
acerque sus narices a tu rabo?
Pues empieza a correr, ¿qué te detiene?»
De este modo la insulta, cuando viene
el diestro gavilán y lo arrebata.
El preso chilla, el prendedor lo mata;  10
y la liebre exclamó: «Bien merecido.
¿Quién te mandó insultar al afligido,
y a más, a más meterte a consejero,
no sabiendo mirar por ti primero?»

  —59→  


ArribaAbajoFábula XI


Júpiter y la tortuga


   A las bodas de Júpiter estaban
todos los animales convidados:
Unos y otros llegaban
a la fiesta nupcial apresurados.
No faltaba a tan grande concurrencia  5
ni aún la reptil y más lejana oruga,
cuando llega muy tarde y con paciencia,
a paso perezoso, la tortuga:
Su tardanza reprehende el dios airado,
y ella le respondió sencillamente:  10
«Si es mi casita mi retiro amado,
¿cómo podré dejarla prontamente?»
Por tal disculpa Júpiter tonante,
olvidando el indulto de las fiestas,
—60→
la ley del caracol le echó al instante,  15
que es andar con la casa siempre a cuestas.

   Gentes machuchas hay que hacen alarde
de que aman su retiro con exceso;
pero a su obligación acuden tarde:
Viven como el ratón dentro del queso.  20




ArribaAbajoFábula XII


El charlatán


   «Si cualquiera de ustedes
se da por las paredes
o arroja de un tejado,
y queda, a buen librar, descostillado,
yo me reiré muy bien: importa un pito,  5
como tenga mi bálsamo exquisito.»
—61→
Con esta relación un chacharero
gana mucha opinión y más dinero;
pues el vulgo pendiente de sus labios,
mas quiere a un charlatán que a veinte sabios.  10
Por esta conveniencia
los hay el día de hoy en toda ciencia,
que ocupan igualmente acreditados,
cátedras, academias y tablados
Prueba de esta verdad será un famoso  15
doctor en elocuencia, tan copioso
en charlatanería,
que ofreció enseñaría
a hablar discreto con facundo pico,
en diez años de término a un borrico.  20
Sábelo el Rey: lo llama, y al momento
le manda dé lecciones a un jumento;
pero bien entendido,
que sería, cumpliendo lo ofrecido,
—62→
ricamente premiado;  25
mas cuando no, que moriría ahorcado.
El doctor asegura nuevamente
sacar un orador asno elocuente.
Dícele callandito un cortesano:
«Escuche buen hermano;  30
su frescura me espanta:
a cáñamo me huele su garganta.-
No temáis, señor mío,
respondió el charlatán, pues yo me río.
¿En diez años de plazo que tenemos,  35
el rey, el asno o yo no moriremos?»

   Nadie encuentra embarazo
en dar un largo plazo
a importantes negocios; mas no advierte,
que ajusta mal su cuenta sin la muerte.  40

  —63→  


ArribaAbajoFábula XIII


El milano y las palomas


   A las tristes palomas un milano,
sin poderlas pillar, seguía en vano;
mas él a todas horas
servía de lacayo a estas señoras.
Un día, en fin, hambriento e ingenioso,  5
así las dice: «¿Amáis vuestro reposo,
vuestra seguridad y conveniencia?
Pues creedme en mi conciencia:
En lugar de ser yo vuestro enemigo,
desde ahora me obligo,  10
si la banda por rey me aclama luego,
a tenerla en sosiego,
sin que de garra o pico tema agravio;
pues tocante a la paz seré un Octavio.»
—64→
Las sencillas palomas consintieron;  15
aclamando por Rey: Viva, dijeron,
Nuestro Rey el Milano.
Sin esperar a más, este tirano
sobre un vasallo mísero se planta;
déjalo con el viva en la garganta;  20
y continuando así sus tiranías,
acabó con el Reino en cuatro días.

   Quien al poder se acoja de un malvado
será, en vez de feliz, un desdichado.




ArribaAbajoFábula XIV


Las dos ranas


   Tenían dos ranas
sus pastos vecinos,
—65→
una en un estanque,
otra en un camino.
Cierto día a ésta  5
aquélla le dijo:
«¡Es creíble, amiga,
de tu mucho juicio,
que vivas contenta
entre los peligros,  10
donde te amenazan,
al paso preciso,
los pies y las ruedas
riesgos infinitos!
Deja tal vivienda;  15
muda de destino;
sigue mi dictamen
y vente conmigo.»
En tono de mofa,
haciendo mil mimos,  20
—66→
respondió a su amiga:
«¡Excelente aviso!
¡A mí novedades!
Vaya, ¡qué delirio!
Eso sí que fuera  25
darme el diablo ruido.
¡Yo dejar la casa
que fue domicilio
de padres, abuelos,
y todos los míos,  30
sin que haya memoria
de haber sucedido
la menor desgracia
desde luengos siglos!-
Allá te compongas;  35
mas ten entendido,
que tal vez sucede
lo que no se ha visto.»
—67→
Llegó una carreta
a este tiempo mismo,  40
y a la triste rana
tortilla la hizo.

   Por hombres de seso
muchos hay tenidos,
que a nuevas razones  45
cierran los oídos;
recibir consejos
es un desvarío.
La rancia costumbre
suele ser su libro.  50




ArribaAbajoFábula XV


El parto de los montes


   Con varios ademanes horrorosos
los montes de parir dieron señales:
—68→
Consintieron los hombres temerosos
ver nacer los abortos más fatales.
Después que con bramidos espantosos  5
infundieron pavor a los mortales,
estos montes, que al mundo estremecieron,
un ratoncillo fue lo que parieron.

   Hay autores, que en voces misteriosas,
estilo fanfarrón y campanudo,  10
nos anuncian ideas portentosas;
pero suele a menudo
ser el gran parto de su pensamiento,
después de tanto ruido, solo viento.




ArribaAbajoFábula XVI


Las ranas pidiendo Rey

   Sin Rey vivía, libre, independente
el pueblo de las ranas felizmente.
—69→
La amable libertad sola reinaba
en la inmensa laguna que habitaba;
mas las ranas al fin un rey quisieron,  5
a Júpiter excelso lo pidieron;
conoce el dios la súplica importuna,
y arroja un Rey de palo a la laguna:
Debió de ser sin duda buen pedazo,
pues dio Su Majestad tan gran porrazo,  10
que el ruido atemoriza al Reino todo;
cada cual se zambulle en agua o lodo,
y quedan en silencio tan profundo
cual sino hubiese ranas en el mundo.
Una de ellas asoma la cabeza,  15
y viendo la real pieza,
publica que el Monarca es un zoquete.
Congrégase la turba, y por juguete
lo desprecian, lo ensucian con el cieno,
y piden otro Rey; que aquel no es bueno.  20
—70→
El padre de los dioses, irritado,
envía a un culebrón, que a diente airado
muerde, traga, castiga,
y a la misma grey al punto obliga
a recurrir al Dios humildemente.  25
«Padeced, les responde, eternamente;
que así castigo a aquel que no examina
si su solicitud será su ruina.»




ArribaAbajoFábula XVII


El asno y el caballo

   «¡Ah!, ¡quién fuese caballo!,
Un asno melancólico decía;
entonces sí que nadie me vería
flaco, triste y fatal como me hallo.
   »Tal vez un caballero  5
me mantendría ocioso y bien comido,
—71→
dándose su merced por muy servido
con corvetas y saltos de carnero.
   »Trátanme ahora como vil y bajo;
de risa sirve mi contraria suerte;  10
quien me apalea más, más se divierte;
y menos como cuando más trabajo.
   »No es posible encontrar sobre la tierra
infeliz como yo.» Tal se juzgaba,
cuando al caballo ve cómo pasaba  15
con su jinete y armas a la guerra.
   Entonces conoció su desatino,
riose de corvetas y regalos,
y dijo: «Que trabaje y lluevan palos,
no me saquen los dioses de pollino.»  20

  —72→  


ArribaAbajoFábula XVIII


El cordero y el lobo


   Uno de los corderos mamantones,
que para los glotones
se crían sin salir jamás al prado,
estando en la cabaña muy cerrado,
vio por una rendija de la puerta,  5
que el caballero lobo estaba alerta,
en silencio esperando astutamente
una calva ocasión de echarle el diente.
Mas él, que bien seguro se miraba,
así lo provocaba:  10
«Sepa usted, Seor Lobo, que estoy preso,
porque sabe el pastor que soy travieso;
mas si él no fuese bobo,
no habría ya en el mundo ningún lobo.
—73→
Pues yo corriendo libre por los cerros,  15
sin pastores, ni perros,
con sola mi pujanza, y valentía
contigo y con tu raza acabaría.-
Adiós, exclamó el lobo, mi esperanza
de regalar a mi vacía panza.  20
Cuando este miserable me provoca
es señal de que se halla de mi boca
tan libre como el cielo de ladrones.»

   Así son los cobardes fanfarrones,
que se hacen en los puestos ventajosos  25
más valentones, cuanto más medrosos.

  —74→  


ArribaAbajoFábula XIX


Las cabras y los chivos


   Desde antaño en el mundo
reina el vano deseo
de parecer iguales
a los grandes señores los plebeyos.
Las cabras alcanzaron  5
que Júpiter excelso
les diese barba larga
para su autoridad y su respeto.
Indignados los chivos
de que su privilegio  10
se extendiese a las cabras,
lampiñas con razón en aquel tiempo,
sucedió la discordia,
y los amargos celos
—75→
a la paz octaviana,  15
con que fue gobernado el barbón pueblo.
Júpiter dijo entonces,
acudiendo al remedio:
¿Qué importa que las cabras
disfruten un adorno propio vuestro,  20
si es mayor ignominia
de su vano deseo,
siempre que no igualaren
en fuerzas y valor a vuestro cuerpo?»

   El mérito aparente  25
es digno de desprecio;
la virtud solamente
es del hombre el ornato verdadero.

  —76→  


ArribaAbajoFábula XX


El caballo y el ciervo


   Perseguía un caballo vengativo
a un ciervo que le hizo leve ofensa;
mas hallaba segura la defensa
en su veloz carrera el fugitivo.
   El vengador, perdida la esperanza  5
de alcanzarlo, y lograr así su intento,
al hombre le pidió su valimiento,
para tomar del ofensor venganza.
   Consiente el hombre, y el caballo airado
sale con su jinete a la campaña;  10
corre con dirección, sigue con maña,
y queda al fin del ofensor vengado.
   Muéstrase al bienhechor agradecido;
quiere marcharse libre de su peso;
—77→
mas desde entonces mismo quedó preso,  15
y eternamente al hombre sometido.

   El caballo, que suelto y rozagante
en el frondoso bosque y prado ameno
su libertad gozaba tan de lleno,
padece sujeción desde ese instante.  20
   Oprimido del yugo ara la tierra;
pasa tal vez la vida más amarga;
sufre la silla, freno, espuela, carga,
y aguanta los horrores de la guerra.
   En fin, perdió la libertad amable  25
por vengar una ofensa solamente.
Tales los frutos son que ciertamente
produce la venganza detestable.



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