Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoTomo II

imagen


Neque enim notare singulos mens est mihi;
verum ipsam vitam, et mores hominum ostendere.


PREDR. Fab. Prol. lib. III.                


ADVERTENCIA

A excepción de un corto número de argumentos sacados de ESOPO, FEDRO y LAFONTAINE, todos los asuntos contenidos en los Apólogos de los Libros I, II y III, pertenecen al Fabulista Inglés GAY. El Libro IV es original.



  —1→  

ArribaAbajoLibro primero




ArribaAbajoFábula primera


El pastor y el filósofo

De los confusos pueblos apartado,
un anciano pastor vivió en su choza,
en el feliz estado en que se goza
existir ni envidioso, ni envidiado.
No turbó con cuidados la riqueza  5
a su tranquila vida,
ni la extremada mísera pobreza
fue del dichoso anciano conocida.
—2→
Empleado en su labor gustosamente
envejeció; sus canas, su experiencia  10
y su virtud le hicieron, finalmente,
respetable varón, hombre de ciencia.
   Voló su grande fama por el mundo;
y llevado de nueva tan extraña,
acercose un filósofo profundo  15
a la humilde cabaña,
y preguntó al pastor: «Dime, ¿en qué escuela
te hiciste sabio? ¿Acaso te ocupaste
largas noches leyendo a la candela?
¿A Grecia y Roma sabias observaste?  20
¿Sócrates refinó tu entendimiento?
¿La ciencia de Platón has tú medido,
o pesaste de Tulio el gran talento,
o tal vez, como Ulises, has corrido
por ignorados pueblos y confusos  25
observando costumbres, leyes y usos?-
—3→
   »Ni las letras seguí, ni como Ulises
(humildemente respondió el anciano),
discurrí por incógnitos países.
Sé que el género humano  30
en la escuela del mundo lisonjero
se instruye en el doblez y en la patraña.
Con la ciencia que engaña
¿quién podrá hacerse sabio verdadero?
Lo poco que yo sé me lo ha enseñado  35
Naturaleza en fáciles lecciones:
Un odio firme al vicio me ha inspirado;
ejemplos de virtud da a mis acciones.
Aprendí de la abeja lo industrioso,
y de la hormiga, que en guardar se afana,  40
a pensar en el día de mañana.
Mi mastín, el hermoso
y fiel sin semejante,
de gratitud y lealtad constante
—4→
es el mejor modelo,  45
y si acierto a copiarle me consuelo.
Si mi nupcial amor lecciones toma,
las encuentra en la cándida paloma.
La gallina a sus pollos abrigando
con sus piadosas alas como madre,  50
y las sencillas aves aun volando,
me prestan reglas para ser buen padre.
   Sabia naturaleza mi maestra,
lo malo y lo ridículo me muestra
para hacérmelo odioso.  55
Jamás hablo a las gentes
con aire grave, tono jactancioso,
pues saben los prudentes,
que, lejos de ser sabio el que así hable,
será un búho solemne, despreciable.  60
   Un hablar moderado,
un silencio oportuno
—5→
en mis conversaciones he guardado.
El hablador molesto e importuno
es digno de desprecio.  65
Quien escuche a la urraca será un necio.
   A los que usan la fuerza y el engaño
para el ajeno daño,
y usurpan a los otros su derecho,
los debe aborrecer un noble pecho.  70
Únanse con los lobos en la caza,
con milanos y halcones,
con la maldita serpentina raza,
caterva de carnívoros ladrones.
Mas ¡qué dije! Los hombres tan malvados  75
ni aún merecen tener estos aliados.
No hay dañino animal tan peligroso
como el usurpador y el envidioso.
Por último, en el libro interminable
de la naturaleza yo medito;  80
—6→
en todo lo creado es admirable:
Del ente más sencillo y pequeñito,
una contemplación profunda alcanza
los más preciosos frutos de enseñanza.-
   »Tu virtud acredita, buen anciano  85
(el filósofo exclama),
tu ciencia verdadera y justa fama.
Vierte el género humano
en sus libros y escuelas sus errores;
en preceptos mejores  90
nos da naturaleza su doctrina.»
   Así quien sus verdades examina
con la meditación y la experiencia,
llegará a conocer virtud y ciencia.

  —7→  


ArribaAbajoFábula II


El hombre y la fantasma


   Un joven licencioso
se hallaba en un estado vergonzoso,
con sus males secretos retirado:
En soledad, doliente, exasperado,
cavila, llora, canta, jura, reza,  5
como quien ha perdido la cabeza.
«¿Te falta la salud? Pues caballero,
de todo tu dinero,
nobleza, juventud y poderío
sábete que me río:  10
Trata de recobrarla, pues perdida,
¿de qué sirven los bienes de la vida?»
Todo esto una fantasma le previno,
y al instante se fue como se vino.
—8→
El enfermo se cuida, se repone;  15
un nuevo plan de vida se propone.
En efecto, se casa.
Cércanle los cuidados de la casa,
que se van aumentando de hora en hora.
La mujer (Dios nos libre), gastadora  20
aún mucho más que rica,
los hijos y las deudas multiplica;
de modo que el marido,
más que nunca aburrido,
se puso sobre un pie de economía,  25
que estrechándola más de día en día,
al fin se enriqueció con opulencia.
La fantasma le dice: «En mi conciencia,
que te veo amarillo como el oro;
tienes tu corazón en el tesoro;  30
miras sobre tu pecho acongojado
el puñal del ladrón enarbolado;
—9→
las noches pasas en mortal desvelo;
¿y así quieres vivir?... ¡qué desconsuelo!»
El hombre, como caso milagroso,  35
se transformó de avaro en ambicioso.
Llegó dentro de poco a la privanza:
¡El señor don Dinero qué no alcanza!
La fantasma le muestra claramente
un falso confidente:  40
Cien traidores amigos,
que quieren ser autores y testigos
de su pronta caída.
Resuélvese a dejar aquella vida,
y ya desengañado,  45
en los campos se mira retirado.
Buscaba los placeres inocentes
en las flores y frutas diferentes.
¿Quieren ustedes creer, esto me pasma,
que aun allí le persigue la fantasma?  50
—10→
Los insectos, los hielos y los vientos,
todos los elementos,
y las plagas de todas estaciones
han de ser en el campo tus ladrones.
Pues ¿adónde irá el pobre caballero?...  55

   Digo que es un solemne majadero
todo aquel que pretende
vivir en este mundo sin su duende.

  —11→  


ArribaAbajoFábula III


El jabalí y el carnero

   De la rama de un árbol un carnero
degollado pendía;
en él a sangre fría
cortaba el remangado carnicero.
   El rebaño inocente,  5
que el trágico espectáculo miraba,
de miedo, ni pacía ni balaba.
Un jabalí gritó: «Cobarde gente,
   »que miráis la carnívora matanza,
¿cómo no os vengáis del enemigo?-  10
Tendrá, dijo un carnero, su castigo;
mas no de nuestra parte la venganza.
   »La piel que arranca con sus propias manos,
sirve para los pleitos y la guerra,
—12→
las dos mayores plagas de la tierra,  15
que afligen a los míseros humanos.
   »Apenas nos desuellan, se destina
para hacer pergaminos y tambores:
»Mira como los hombres malhechores
labran en su maldad su propia ruina.»  20

  —13→  


ArribaAbajoFábula IV


El raposo, la mujer y el gallo

   Con las orejas gachas
y la cola entre piernas,
se llevaba un raposo
un gallo de la aldea.
Muchas gracias al alba,  5
que pudo ver la fiesta,
al salir de su casa,
Juana la madruguera.
Como una loca grita:
«Vecinos, que le lleva;  10
que es el mío, vecinos.»
Oye el gallo las quejas,
y le dice al raposo:
«Dile que no nos mienta,
—14→
que soy tuyo y muy tuyo.»  15
Volviendo la cabeza,
le responde el raposo:
«Oyes, gran embustera,
no es tuyo, sino mío;
él mismo lo confiesa.»  20
Mientras esto decía,
el gallo libre vuela,
y en la copa de un árbol
canta que se las pela.
El raposo burlado  25
huyó; ¡quién lo creyera!
   Yo, pues a más de cuatro,
muy zorros en sus tretas,
por hablar a destiempo,
los vi perder la presa.  30

  —15→  


ArribaAbajoFábula V


El filósofo y el rústico


   La del alba sería
la hora en que un filósofo salía
a meditar al campo solitario,
en lo hermoso y lo vario,
que a la luz de la aurora nos enseña  5
Naturaleza, entonces más risueña.
Distraído sin senda caminaba,
cuando llegó a un cortijo, donde estaba
con un martillo el rústico en la mano,
en la otra un milano,  10
y sobre una portátil escalera.
«¿Qué haces de esa manera?»,
el filósofo dijo:
«Castigar a un ladrón de mi cortijo,
—16→
que en mi corral ha hecho más destrozos  15
que todos los ladrones en Torozos.
Le clavo en la pared... ya estoy contento...
Sirve a toda tu raza de escarmiento.-
   »El matador es digno de la muerte,
el sabio dijo, mas si de esa suerte  20
el milano merece ser tratado,
¿de qué modo será bien castigado
el hombre sanguinario, cuyos dientes
devoran a infinitos inocentes,
y cuenta como mísera su vida,  25
si no hace de cadáveres comida?
Y aún tú, que así castigas los delitos,
cenarías anoche tus pollitos.-
Al mundo le encontramos de este modo,
dijo airado el patán. Y sobre todo,  30
si lo mismo son hombres que milanos,
guárdese no le pille entre mis manos.»
—17→
El sabio se dejó de reflexiones.

   Al tirano le ofenden las razones,
que demuestran su orgullo y tiranía;  35
mientras por su sentencia cada día
muere, viviendo él mismo impunemente,
por menores delitos otra gente.

  —18→  


ArribaAbajoFábula VI


La pava y la hormiga


   Al salir con las yuntas
los criados de Pedro,
el corral se dejaron
de par en par abierto.
Todos los pavipollos  5
con su madre se fueron,
aquí y allí picando,
hasta el cercano otero.
Muy contenta la pava
decía a sus polluelos:  10
«Mirad, hijos, el rastro
de un copioso hormiguero.
Ea, comed hormigas,
y no tengáis recelo,
—19→
que yo también las como:  15
Es un sabroso cebo.
Picad, queridos míos:
¡Oh, qué días los nuestros,
si no hubiese en el mundo
malditos cocineros!  20
Los hombres nos devoran,
y todos nuestros cuerpos
humean en las mesas
de nobles y plebeyos.
A cualquier fiestecilla  25
ha de haber pavos muertos.
¡Qué pocas navidades
contaron mis abuelos!
¡Oh, glotones humanos,
crueles carniceros!»  30
Mientras tanto una hormiga
se puso en salvamento
—20→
sobre un árbol vecino
y gritó con denuedo:
«¡Hola!, con que los hombres  35
son crueles, perversos:
¿Y qué seréis los pavos?
¡Ay de mí!, ya lo veo:
a mis tristes parientes,
¡qué digo!, a todo el pueblo  40
sólo por desayuno
os le vais engullendo.
No respondió la pava
por no saber un cuento,
que era entonces del caso,  45
y ahora viene a pelo.
Un gusano roía
un grano de centeno:
viéronlo las hormigas:
¡Qué gritos!, ¡qué aspavientos!  50
—21→
«Aquí fue Troya, dicen:
Muere, pícaro perro»;
y ellas ¿qué hacían? Nada:
Robar todo el granero.

   Hombres, pavos, hormigas,  55
según estos ejemplos,
cada cual en su libro
esta moral tenemos.
La falta leve en otro
es un pecado horrendo;  60
pero el delito propio
no más que pasatiempo.

  —22→  


ArribaAbajoFábula VII


El enfermo y la visión

   «¿Conque, de tus recetas exquisitas,
un enfermo exclamó, ninguna alcanza?...»
El médico se fue sin esperanza,
contando por los dedos sus visitas.
   Así desengañado,  5
y creciendo por horas su dolencia,
de este modo examina su conciencia:
«En todos mis contratos he logrado,
   »no lo niego, ganancia muy segura;
trabajé en calcular mis intereses:  10
Aumenté mi caudal en pocos meses,
más por felicidad que por usura.
   »Sin rencor ni malicia
hice que a mi deudor pusiesen preso:
—23→
Murió pobre en la cárcel, lo confieso;  15
mas, en fin, es un hecho de justicia.
   »Si por cierto instrumento
reduje una familia muy honrada
a pobreza extremada,
algún día leerán mi testamento.  20
   »Entonces, muerto yo, se hará patente
en la tierra lo mismo que en el cielo,
para alivio de pobres y consuelo
mi caridad ardiente.»
Una visión se acerca y dice: «Hermano,  25
la esperanza condeno
del que aguarda a morir para ser bueno.
Una acción de piedad está en tu mano:
   Tus prójimos, según sus oraciones,
están necesitados:  30
Para ser remediados
han menester siquiera cien doblones.-
—24→
   »¡Cien doblones! No es nada.
¿Y si, porque Dios quiera, no me muero,
y después me hace falta ese dinero,  35
sería caridad bien ordenada?-
   »Avaro, ¿te resistes? Pues al cabo
te anuncio que tu muerte está cercana.-
¿Me muero? Pues que esperen a mañana.»
La visión se volvió sin un ochavo.  40

  —25→  


ArribaAbajoFábula VIII


El camello y la pulga

   Al que ostenta valimiento
cuando su poder es tal,
que ni influye en bien ni en mal,
le quiero contar un cuento.
En una larga jornada  5
un camello muy cargado
exclamó ya fatigado:
«¡Oh, qué carga tan pesada!»
Doña Pulga, que montada
iba sobre él, al instante  10
se apea, y dice arrogante:
«Del peso te libro yo.»
—26→
El camello respondió:
«Gracias, señor Elefante.»

  —27→  


ArribaAbajoFábula IX


El cerdo, el carnero y la cabra


   Poco antes de morir el corderillo
lame alegre la mano y el cuchillo
que han de ser de su muerte el instrumento,
y es feliz hasta el último momento.
Así, cuando es el mal inevitable,  5
es quien menos prevé más envidiable.
Bien oportunamente mi memoria
me presenta al lechón de cierta historia.
   Al mercado llevaba un carretero
un marrano, una cabra y un carnero.  10
Con perdón, el cochino
clamaba sin cesar en el camino:
«¡Esta sí que es miseria!,
perdido soy, me llevan a la feria.»
—28→
Así gritaba: mas ¡con qué gruñidos!  15
No dio en su esclavitud tales gemidos
Hécuba la infelice.
El carretero al gruñidor le dice:
«¿No miras al carnero y a la cabra,
que vienen sin hablar una palabra?-  20
¡Ay, señor, le responde, ya lo veo!
Son tontos y no piensan. Yo preveo
nuestra muerte cercana.
A los dos por la leche y por la lana
quizá no matarán tan prontamente;  25
pero a mí, que soy bueno solamente
para pasto del hombre... no lo dudo:
Mañana comerán de mi menudo.
Adiós, pocilga; adiós, gamella mía.»
Sutilmente su muerte preveía;  30
mas ¿qué lograba el pensador marrano?
Nada, sino sentirla de antemano.
—29→

   El dolor ni los ayes es seguro
que no remediarán el mal futuro.

  —30→  


ArribaAbajoFábula X


El león, el tigre y el caminante

   Entre sus fieras garras oprimía
un tigre a un caminante.
A los tristes quejidos al instante
un león acudió: Con bizarría
lucha, vence a la fiera, y lleva al hombre  5
a su regia caverna. «Toma aliento,
le decía el león; nada te asombre;
soy tu libertador, estame atento.
   ¿Habrá bestia sañuda y enemiga,
que se atreva a mi fuerza incomparable?  10
Tú puedes responder, o que lo diga
esa pintada fiera despreciable.
Yo, yo solo, monarca poderoso,
domino en todo el bosque dilatado.
—31→
¡Cuántas veces la onza y aún el oso  15
con su sangre el tributo me han pagado!
Los despojos de pieles y cabezas,
los huesos que blanquean este piso
dan el más claro aviso
de mi valor sin par y mis proezas.-  20
   Es verdad, dijo el hombre, soy testigo:
Los triunfos miro de tu fuerza airada,
contemplo a tu nación amedrentada;
al librarme venciste a mi enemigo.
En todo esto, señor, con tu licencia,  25
sólo es digna del trono tu clemencia.
Sé benéfico, amable,
en lugar de despótico tirano;
porque, señor, es llano
que el monarca será más venturoso,  30
cuanto hiciere a su pueblo más dichoso.-
   »Con razón has hablado;
—32→
y ya me causa pena
el haber yo buscado
mi propia gloria en la desdicha ajena.  35
En mis jóvenes años
el orgullo produjo mil errores,
que me los ha encubierto con engaños
una corte servil de aduladores.
   »Ellos me aseguraban de concierto,  40
que por el mundo todo
no reinan los humanos de otro modo,
tú lo sabrás mejor; dime, ¿y es cierto?»

  —33→  


ArribaAbajoFábula XI


La muerte

   Pensaba en elegir la Reina Muerte
un Ministro de Estado:
le quería de suerte
que hiciese floreciente su reinado.
El tabardillo, gota, pulmonía  5
y todas las demás enfermedades,
yo conozco, decía,
que tienen excelentes calidades.
Mas ¿qué importa? La peste, por ejemplo,
un Ministro sería sin segundo;  10
pero ya por inútil la contemplo,
habiendo tanto médico en el mundo.
Uno de éstos elijo... Mas no quiero,
que están muy bien premiados sus servicios
—34→
sin otra recompensa que el dinero.  15
Pretendieron la plaza algunos vicios,
alegando en su abono mil razones.
Consideró la Reina su importancia,
y después de maduras reflexiones,
el empleo ocupó la Intemperancia.  20

  —35→  


ArribaAbajoFábula XII


El amor y la locura

   Habiendo la Locura
con el Amor reñido,
dejó ciego de un golpe
al miserable niño.
Venganza pide al cielo  5
Venus, mas ¡con qué gritos!
Era madre y esposa:
con esto queda dicho.
Queréllase a los dioses,
presentando a su hijo:  10
¿De qué sirven las flechas,
de qué el arco a Cupido,
faltándole la vista
para asestar sus tiros?
—36→
Quítensele las alas  15
y aquel ardiente cirio,
si a su luz ser no pueden
sus vuelos dirigidos.
Atendiendo a que el ciego
siguiese su ejercicio,  20
y a que la delincuente
tuviese su castigo,
Júpiter, presidente
de la asamblea, dijo:
«Ordeno a la Locura,  25
desde este instante mismo,
que eternamente sea
de Amor el lazarillo.»



  —37→  

ArribaAbajoLibro segundo




ArribaAbajoFábula primera


El raposo enfermo

   El tiempo, que consume de hora en hora
los fuertes murallones elevados,
y lo mismo devora
montes agigantados,
a un raposo quitó de día en día  5
dientes, fuerza, valor, salud; de suerte
que él mismo conocía
que se hallaba en las garras de la muerte.
   Cercado de parientes y de amigos,
dijo en trémula voz y lastimera:  10
«¡Oh vosotros, testigos
de mi hora postrera,
—38→
»atentos escuchad un desengaño!
Mis ya pasadas culpas me atormentan;
ahora, conjuradas en mi daño,  15
¿no veis cómo a mi lado se presentan?
   »Mirad, mirad los gansos inocentes
con su sangre teñidos,
y los pavos en partes diferentes
al furor de mis garras divididos.  20
   »Apartad esas aves que aquí veo,
y me piden sus pollos devorados:
Su infernal cacareo
me tiene los oídos penetrados.»
   Los raposos le afirman con tristeza,  25
no sin lamerse labios y narices:
«Tienes debilitada la cabeza;
ni una pluma se ve de cuanto dices.
   »Y bien lo puedes creer, que si se viese...-
¡Oh, glotones!, callad; ya os entiendo,  30
—39→
el enfermo exclamó; ¡si yo pudiese
corregir las costumbres cual pretendo!
   »¿No sentís que los gustos,
si son contra la paz de la conciencia,
se cambian en disgustos?  35
Tengo de esta verdad gran experiencia.
   »Expuestos a las trampas y a los perros,
matáis y perseguís a todo trapo,
en la aldea gallinas, y en los cerros
los inocentes lomos del gazapo.  40
   »Moderad, hijos míos, las pasiones;
observad vida quieta y arreglada,
y con buenas acciones
ganaréis opinión muy estimada.-
   »Aunque nos convirtamos en corderos,  45
le respondió un oyente sentencioso,
otros han de robar los gallineros
a costa de la fama del raposo.
—40→
   »Jamás se cobra la opinión perdida:
Esto es lo uno. A más, ¿usted pretende  50
que mudemos de vida?
Quien malas mañas ha... ya usted me entiende.-
»Sin embargo, hermanito, crea, crea...
El enfermo le dijo. Mas ¡qué siento!...
¿No oís que una gallina cacarea?  55
Esto sí que no es cuento.»
   Adiós, sermón: escápase la gente.
El enfermo orador esfuerza el grito:
¿Os vais, hermanos? Pues tened presente
que no me haría daño algún pollito.  60

  —41→  


ArribaAbajoFábula II


Las exequias de la leona


   En su regia caverna inconsolable
el Rey león yacía,
porque en el mismo día
murió ¡cruel dolor!, su esposa amable.
A Palacio la corte toda llega,  5
y en fúnebre aparato se congrega.
En la cóncava gruta resonaba
del triste Rey el doloroso llanto;
allí los cortesanos entretanto
también gemían porque el Rey lloraba.  10
Que si el viudo monarca se riera,
la corte lisonjera
trocara en risa el lamentable paso.
Perdone la difunta: voy al caso.
—42→
Entre tanto sollozo  15
el ciervo no lloraba, yo lo creo;
porque, lleno de gozo,
miraba ya cumplido su deseo.
La tal Reina le había devorado
un hijo y la mujer al desdichado.  20
El ciervo, en fin, no llora;
el concurso lo advierte:
El monarca lo sabe, y en la hora
ordena con furor darle la muerte.
«¿Cómo podré llorar, el ciervo dijo,  25
si apenas puedo hablar de regocijo?
Ya disfruta, gran Rey, más venturosa,
los Elíseos Campos vuestra esposa:
Me lo ha revelado, a la venida
muy cerca de la gruta aparecida.  30
Me mandó lo callase algún momento,
porque gusta mostréis el sentimiento.»
—43→
Dijo así; y el concurso cortesano
aclamó por milagro la patraña.
El ciervo consiguió que el soberano  35
cambiase en amistad su fiera saña.

   Los que en la indignación han incurrido
de los grandes señores,
a veces su favor han conseguido
con ser aduladores.  40
Mas no por esto advierto
que el medio sea justo; pues es cierto,
que a más príncipes vicia
la adulación servil que la malicia.

  —44→  


ArribaAbajoFábula III


El poeta y la rosa

   Una fresca mañana,
en el florido campo
un poeta buscaba
las delicias de mayo.
Al peso de las flores  5
se inclinaban los ramos,
como para ofrecerse
al huésped solitario.
Una rosa lozana,
movida al aire blando,  10
le llama, y él se acerca,
la toma, y dice ufano:
«Quiero, rosa, que vayas
no más que por un rato
—45→
a que la hermosa Clori  15
te reciba en su mano.
Mas no, no, pobrecita;
que si vas a su lado,
tendrás de su hermosura
unos celos amargos.  20
Tu suave fragancia,
tu color delicado,
el verdor de tus hojas,
y tus pimpollos caros,
entre estas florecillas  25
pueden ser alabados;
mas junto a Clori bella,
es locura pensarlo.
Marchita, cabizbaja
te irías deshojando,  30
hasta parar tu vida
en un desnudo cabo.»
—46→
   La rosa, que hasta entonces
no desplegó sus labios,
le dijo resentida:  35
«Poeta chabacano,
cuando a un héroe quieras
coronar con el lauro,
del jardín de sus hechos,
has de cortar los ramos.  40
   »Por labrar su corona,
no es justo que tus manos
desnuden otras sienes
que la virtud y el mérito adornaron.»

  —47→  


ArribaAbajoFábula IV


El búho y el hombre


   Vivía en un granero retirado
un reverendo búho, dedicado
a sus meditaciones,
sin olvidar la caza de ratones.
Se dejaba ver poco, mas con arte:  5
al Gran Turco imitaba en esta parte.
El dueño del granero
por azar advirtió que en un madero
el pájaro nocturno
con gravedad estaba taciturno.  10
El hombre le miraba, se reía;
«¡qué carita de pascua!, le decía;
¿puede haber más ridículo visaje?
Vaya, que eres un raro personaje.
—48→
¿Por qué no has de vivir alegremente  15
con la pájara gente,
seguir desde la aurora
a la turba canora
de jilgueros, calandrias, ruiseñores,
por valles, fuentes, árboles y flores?-  20
Piensas a lo vulgar, eres un necio,
dijo el solemne búho con desprecio;
mira, mira, ignorante,
a la sabiduría en mi semblante:
Mi aspecto, mi silencio, mi retiro,  25
aun yo mismo lo admiro.
Si rara vez me digno, como sabes,
de visitar la luz, todas las aves
me siguen y rodean: desde luego
mi mérito conocen, no lo niego.-  30
¡Ah, tonto presumido!,
el hombre dijo así; ten entendido
—49→
que las aves, muy lejos de admirarte,
te siguen y rodean por burlarte.
De ignorante orgulloso te motejan,  35
como yo a aquellos hombres que se alejan
del trato de las gentes,
y con extravagancias diferentes
han llegado a doctores en la ciencia
de ser sabios no más que en la apariencia.»  40

   De esta suerte de locos
hay hombres como búhos, y no pocos.

  —50→  


ArribaAbajoFábula V


La mona


   Subió una mona a un nogal,
y cogiendo una nuez verde,
en la cáscara la muerde;
con que la supo muy mal.
Arrojola el animal,  5
y se quedó sin comer.

   Así suele suceder
a quien su empresa abandona,
porque halla, como la mona,
al principio qué vencer.  10

  —51→  


ArribaAbajoFábula VI


Esopo y un ateniense


   Cercado de muchachos
y jugando a las nueces,
estaba el viejo Esopo
más que todos alegre.
«¡Ah, pobre!, ya chochea»,  5
le dijo un ateniense.
En respuesta, el anciano
coge un arco que tiene
la cuerda floja, y dice:
«Ea, si es que lo entiendes,  10
dime, ¿qué significa
el arco de esta suerte?»
Lo examina el de Atenas,
piensa, cavila, vuelve,
—52→
y se fatiga en vano,  15
pues que no lo comprehende.
El frigio victorioso
le dijo: «Amigo, advierte
que romperás el arco
si está tirante siempre;  20
si flojo, ha de servirte
cuando tú lo quisieres.»

   Si al ánimo estudioso
algún recreo dieren,
volverá a sus tareas  25
mucho más útilmente.

  —53→  


ArribaAbajoFábula VII


Demetrio y Menandro


   Si te falta el buen nombre,
Fabio, en vano presumes
que en el mundo te tengan por grande hombre,
sin más que por tus galas y perfumes.

   Demetrio el Faleriano se apodera  5
de Atenas; y aunque fue con tiranía,
de agradable manera
los del vulgo le aclaman a porfía.
Los grandes y los nobles distinguidos
con fingido placer la mano besan  10
que los tiene oprimidos;
aun a los que en el ocio se embelesan
y a la poltrona gente
—54→
los arrastra el temor al cumplimiento.
Con ellos va Menandro juntamente,  15
dramático escritor de gran talento,
cuyas obras leyó, sin conocerle,
Demetrio. Con perfumes olorosos
y pasos afectados entra. Al verle
llegar entre los tardos perezosos,  20
el nuevo Archonte prorrumpió, enojado:
«¿Con qué valor se pone en mi presencia
ese hombre afeminado?-
Señor, le respondió la concurrencia,
es Menandro el autor.» Al punto muda  25
de semblante el tirano:
Al escritor saluda,
y con grata expresión le da la mano.

  —55→  


ArribaAbajoFábula VIII


Las hormigas

   Lo que hoy las hormigas son,
eran los hombres antaño:
De lo propio y de lo extraño
hacían su provisión.
Júpiter, que tal pasión  5
notó de siglos atrás,
no pudiendo aguantar más,
en hormigas los transforma:
   Ellos mudaron de forma;
¿y de costumbres? Jamás.  10

  —56→  


ArribaAbajoFábula IX


Los gatos escrupulosos


   A las once, y aun más de la mañana
la cocinera Juana,
con pretexto de hablar a la vecina,
se sale, cierra, y deja en la cocina
a Micifuf y Zapirón hambrientos.  5
Al punto, pues no gastan cumplimientos
gatos enhambrecidos,
se avanzan a probar de los cocidos.
«¡Fú, dijo Zapirón, maldita olla!
¡Cómo abrasa! Veamos esa polla  10
que está en el asador lejos del fuego.»
Ya también escaldado, desde luego
se arrima Micifuf, y en un instante
muestra cada trinchante
—57→
que en el arte cisoria, sin gran pena,  15
pudiera dar lecciones a Villena.
Concluido el asunto,
el señor Micifuf tocó este punto.
Utrum si se podía o no en conciencia
comer el asador. ¡Oh, qué demencia!  20
Exclamó Zapirón en altos gritos,
¡cometer el mayor de los delitos!
¿No sabes que el herrero
ha llevado por él mucho dinero,
y que, si bien la cosa se examina,  25
entre la batería de cocina
no hay un mueble más serio y respetable?
Tu pasión te ha engañado, miserable.»
Micifuf en efecto
abandonó el proyecto;  30
pues eran los dos gatos
de suerte timoratos,
—58→
que si el diablo, tentando sus pasiones,
les pusiese asadores a millones
(no hablo yo de las pollas), o me engaño,  35
o no comieran uno en todo el año.

De otro modo.
   ¡Qué dolor!, por un descuido
Micifuf y Zapirón
se comieron un capón,  40
en un asador metido.
Después de haberse lamido
trataron en conferencia,
si obrarían con prudencia
en comerse el asador.  45
¿Le comieron? No señor.
Era caso de conciencia.

  —59→  


ArribaAbajoFábula X


El águila y la asamblea de los animales


   Todos los animales cada instante
se quejaban a Júpiter tonante
de la misma manera
que si fuese un alcalde de montera.
El dios, y con razón, amostazado  5
viéndose importunado,
por dar fin de una vez a las querellas,
en lugar de sus rayos y centellas,
de recetor envía desde el cielo
al águila rapante, que de un vuelo  10
en la tierra juntó los animales,
y expusieron en suma cosas tales.
Pidió el león la astucia del raposo;
—60→
éste de aquel lo fuerte y valeroso;
envidia la paloma al gallo fiero;  15
el gallo a la paloma lo ligero.
Quiere el sabueso patas más felices,
y cuenta como nada sus narices.
El galgo lo contrario solicita;
y en fin, cosa inaudita,  20
los peces, de las ondas ya cansados,
quieren poblar los bosques y los prados;
y las bestias, dejando sus lugares,
surcar las olas de los anchos mares.
   Después de oírlo todo,  25
el águila concluye de este modo:
«¿Ves, maldita caterva impertinente,
que entre tanto viviente
de uno y otro elemento,
pues nadie está contento,  30
no se encuentra feliz ningún destino?
—61→
Pues ¿para qué envidiar el del vecino?»
Con sólo este discurso,
aun el bruto mayor de aquel concurso
se dio por convencido.  35

   De modo que es sabido
que ya sólo se matan los humanos
en envidiar la suerte a sus hermanos.

  —62→  


ArribaAbajoFábula XI


La paloma


   Un pozo pintado vio
una paloma sedienta:
Tirose a él tan violenta,
que contra la tabla dio.
Del golpe, al suelo cayó,  5
y allí muere de contado.

   De su apetito guiado,
por no consultar al juicio,
así vuela al precipicio
el hombre desenfrenado.  10

  —63→  


ArribaAbajoFábula XII


El chivo afeitado

   «Vaya una quisicosa.
Si aciertas, Juana hermosa,
cuál es el animal más presumido,
que rabia por hacerse distinguido
entre sus semejantes,  5
te he de regalar un par de guantes.
No es el pavón, ni el gallo,
ni el león, ni el caballo;
y así, no me fatigues con demandas.-
¿Será tal vez... el mono? -Cerca le andas.-  10
¿El mico? -Que te quemas;
pero no acertarás: no, no lo temas.
Déjalo, no te canses el caletre.
Yo te diré cuál es: el Petimetre
—64→
Este vano orgulloso  15
pierde tiempo, doblones y reposo
en hacer distinguida su figura.
No para en los adornos su locura;
hace estudio de gestos y de acciones
a costa de violentas contorsiones;  20
de perfumes va siempre prevenido;
no quiere oler a hombre ni en descuido.
Que mire, marche o hable,
en todo busca hacerse remarcable.
¿Y qué consigue? Lo que todo necio:  25
Cuanto más se distingue, más desprecio.
En la historia siguiente yo me fundo.
   Un chivo, como muchos en el mundo,
vano extremadamente,
se miraba al espejo de una fuente.  30
«¡Qué lástima, decía,
que esté mi juventud y lozanía
—65→
por siempre disfrazada
debajo de esta barba tan poblada!
¿Y cuándo? Cuando en todas las naciones  35
no tienen ni aun bigotes los varones;
pues ya cuentan que son los moscovitas,
si barbones ayer, hoy señoritas.
¡Qué cabrunos estilos tan groseros!
A bien que estoy en tierra de barberos.»  40
La historia fue en Tetuán, y todo el día
la barberil guitarra se sentía,
el chivo fue, guiado de su tono,
a la tienda de un mono,
barberillo afamado,  45
que afeitó al señorito de contado.
Sale barbilampiño a la campaña.
Al ver una figura tan extraña,
no hubo perro ni gato
que no le hiciese burla al mentecato.  50
—66→
Los chivos le desprecian de manera
que no hay más que decir. ¡Quién lo creyera!
Un respetable macho
dicen que se rió como un muchacho.



  —67→  

ArribaAbajoLibro tercero




ArribaAbajoFábula primera


El naufragio de Simónides


A Elisa

   En tanto que tus vanas compañeras,
cercadas de galanes seductores,
escuchan placenteras
en la escuela de Venus los amores,
Elisa, retirada te contemplo  5
de la diosa Minerva al sacro templo.
Ni eres menos donosa,
ni menos agraciada
que Clori ponderada
de gentil y de hermosa:  10
—68→
Pues, Elisa divina, ¿por qué quieres
huir en tu retiro los placeres?
¡Oh sabia, qué bien haces
en estimar en poco la hermosura,
los placeres fugaces,  15
el bien que sólo dura
como rosa que el ábrego marchita!
Tu prudencia infinita
busca el sólido bien y permanente
en la virtud y ciencia solamente.  20
Cuando el tiempo implacable con presteza,
o los males tal vez inopinados,
se lleven la hermosura y gentileza,
con lágrimas estériles llorados
serán aquellos días que se fueron,  25
y a juegos vanos tus amigas dieron;
pero a tu bien estable
no hay tiempo ni accidente que consuma:
—69→
Siempre serás feliz, siempre estimable.
Eres sabia, y en suma  30
este bien de la ciencia no perece.
Oye cómo esta fábula lo explica,
que mi respeto a tu virtud dedica.
   Simónides en Asia se enriquece,
cantando a justo precio los loores  35
de algunos generosos vencedores.
Este sabio poeta, con deseo
de volver a su amada patria Ceo,
se embarca, y en la mar embravecida
fue la mísera nave sumergida.  40
De la gente a las ondas arrojada,
sale quien diestro nada,
y el que nadar no sabe
fluctúa en las reliquias de la nave.
Pocos llegan a tierra, afortunados,  45
con las náufragas tablas abrazados.
—70→
Todos cuantos el oro recogieron,
con el peso abrumados perecieron.
A Clecémone van. Allí vivía
un varón literato, que leía  50
las obras de Simónides, de suerte
que al conversar los náufragos, advierte
que Simónides habla, y en su estilo
le conoce; le presta todo asilo
de vestidos, criados y dineros;  55
pero a sus compañeros
les quedó solamente por sufragio
mendigar con la tabla del naufragio.