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Capítulo IX.

Rocas.- Roca nueva.- Carros de triunfo.

     Como es costumbre, ocupaban su puesto en la plaza de la Seo,(17) de la Catedral, o de la Constitución, los viejos y veinte veces renovados carros triunfales, a quien el pueblo da el nombre de rocas. No hay un valenciano que no las salude con alegría todos los años la víspera del Corpus; no hay un molinero, carretero, cochero o tartanero que no espere con interés el día de la procesión anual

del Corpus, para examinar los tiros de mulas que deben arrastrar esas inmensas moles de madera. Cada año parecen una novedad; pero en las fiestas, que torpemente describirnos, se suscitó una rivalidad amistosa en el gremio de molineros, a quienes está confiada de antiguo la conducción de las rocas; y fue preciso que se reunieran en conferencia, ante el Sr. alcalde, presidente del ayuntamiento, y se levantara un acta del tenor siguiente: «En la ciudad de Valencia, a los 23 días del mes de Junio de 1855, bajo la presidencia de Sr. alcalde presidente del ayuntamiento y comisión especial de fiestas comparecieron los molineros Ramón Codoñer, Mariano Codoñer, Vicente Muedra, Viuda de Llopis, Mariano Donderis, Vicente Martí y Francisco Pedrés, y después de una larga conferencia en orden al modo y manera como debe ser conducida la Roca nueva (objeto de la cuestión), de común acuerdo se convino que en el día 28, señalado para la bendición, la arrastren las mulas a cargo del molinero de la Esperanza Vicente Martí; y pasando a verificar el sorteo para el día 1.º en que ha de tener lugar la procesión, dio el resultado siguiente: Ramón Codoñer, encargado de la roca la Valenciana, Mariano Codoñer, de la de la Fe; Vicente Muedra de la de San Miguel; Viuda de Llopis-, de la Diablera; Mariano Donderis, de la de San Vicente; Vicente Martí, de la de la Purísima; y Francisco Pedrós, de la de la Trinidad. -Y se dio por terminada la reunión con muestras de público regocijo. Y lo firmaron los que supieron, de que certifico. -Siguen las firmas.- Timoteo Liern, secretario.

     Arreglada esta cuestión, a placer de los interesados, se prepararon a lucir, más que en otras ocasiones, los magníficos arreos de seda, plata y oro, con que engalanaron las arrogantes mulas de gran valor, que debían arrastrar las rocas. Pero aquellos días llamaba sobre todo la atención el nuevo carro monumental. Obra de pocos días emprendida y acabada por los esfuerzos de D. Vicente Piñó y Ansaldo, alcalde, y por el activo e inteligente secretario municipal Don Timoteo Liern, no por eso dejaba de ofrecer tanta novedad, como mérito artístico; y ha sido digna de perpetuar esta gran solemnidad secular. Se trabajó bajo la dirección. de D. Luis Tellez, profesor de la academia...de artes de San Carlos, pintor del Excmo. ayuntamiento y director de la sociedad de artistas valencianos. La roca es un conjunto de preciosos restos originales de la edad media, llena de entallamientos de aquella época, que en su primitiva colocación sólo representaban danzas, festines y torneos, bajo una forma completamente caprichosa, egecutada puramente en relieves. Su primer cuerpo está compuesto de un escelente friso de la misma clase sobre una grandiosa moldura de encina, tallada con igual gusto y delicadeza: se halla además guarnecido de una elegante barandilla, en cuyo frente quedan agrupados diferentes objetos, que manifestaban los honores que despreció Vicente en su apostólica humildad. El cuerpo principal lo forma un magnífico pedestal, ricamente exornado: la decoración posterior contiene el escudo de España; y los dos laterales, los cuatro que, según sus épocas, fueron el blasón de nuestra querida Valencia; destinándose la fachada anterior para la colocación del Ángel tutelar y patrón del ayuntamiento, y que presidia, bajo regio solio, los antiguos e históricos pendones de la ciudad con la espada del ínclito Rey Conquistador, poéticamente agrupados, y que junto con el rico escudo del ángel formaban el lindísimo objeto de la composición. Cuatro mancebos con escudos, y bajo igual número de coronas, representaban los antiguos heraldos, ocupando los ángulos estremos, que terminan en el cornisamento, sobre el cual descansaba la estatua de Valencia con una espléndida bandera, donde se leía lo siguiente:

VALENCIA EN EL CUARTO SIGLO

DE LA CANONIZACIÓN DE SAN VICENTE FERRER.

     La roca está tintada de maderas; la estatua que la corona y demás objetos que lo requieren, son dorados, con fondos y reveses de los colores propios del caso y con arreglo a la época a que se refiere, como un verdadero policrómato. Para su construcción se emplearon diferentes fragmentos de tabla antigua, que con suma dificultad debieron arreglarse a la decoración de un cuerpo de dimensiones, forma, carácter y objeto dados y de no poca solidez. La academia de San Carlos, a quien se sometió su examen, aprobó el proyecto en todas sus partes, honrando, como debía, el mérito distinguido del Sr. Tellez. La escultura es obra de D. Antonio Marzo, profesor de la misma academia a quien se confió igualmente la estatua y grupo de alegoría: la obra de talla es de D. José Puchol, el dorado y colorido a D. Benito Lleonart, otro de los buenos amigos a quien el cólera ha hecho desaparecer después de las fiestas; el trabajo de carpintería a D. José Gil y D. Ramón Monzó, y la parte de carruagería a D. Vicente Balader.

     Pocas obras de esta clase se han egecutado tan rápida y brillantemente; fue el objeto de la admiración y del aplauso universal; y todos a porfía, propios y estraños, dieron a este monumento la más amplia, completa y satisfactoria aprobación. Se propuso el pensamiento de la construcción de una roca, se admitió con entusiasmo; se improvisaron los medios y el ayuntamiento de 1855 deja una memoria notable al siglo XX. El pensamiento del cuerpo municipal se hallaba encerrado en esta fórmula:

VALENCIA AUTORIZA LA SOLEMNIDAD DE SUS FIESTAS, OSTENTANDO SUS NOBILÍSIMAS INSIGNIAS DE VALOR, HONOR Y GLORIA, LEALTAD Y RELIGIOSIDAD, CON LO QUE CORONA Y COMPLETA LA OBRA EN MEMORIA DE LA SANTIFICACIÓN DE SU HIJO PREDILECTO Y PATRONO SAN VICENTE FERRER.

     Es un recuerdo digno de los adelantos. artísticos de nuestra época; si los venideros hacen más, buena señal será; es que serán más ricos.

     Junto a este soberbio carro de triunfo se hallaban los cuatro costeados por la asociación y los tres de los demás gremios y oficios. Daremos una idea de cada uno de ellos, principiando por los de la benemérita asociación de valencianos, cuyos sentimientos fueron tan fielmente interpretados por sus comisionados y colegas D. Salvador Albert y D. Baltasar Settier, que desempeñaron en estas solemnidades honrosas y continuas comisiones, de que fueron el alma y el impulso.

     Carro primero. Representaba a Valencia por medio de una matrona elegantemente vestida, con el escudo de sus armas en la mano izquierda y el cuerno de la abundancia en la derecha. Se veía sentada en un pedestal, dominando a cuatro ninfas, que en lindos canastillos ostentaban los frutos principales de su fértil suelo, a saber: en uno diferentes de sus ricas frutas; en otro sus bellas y fragantes flores; en otro las espigas de arroz y trigo, y en otro el capullo de su gran cosecha de arroz. En ambos lados del pedestal se veían los ríos Turia y Júcar, fertilizadores de sus hermosas vegas, significados por dos ancianos recostados sobre su respectiva cántara, por cuyas bocas afluía el manantial: había además dos genios alados que arrojaron multitud de llores, ramos y poesías alusivas. En los tres costados del pedestal se leían las siguientes inscripciones:

VALENCIA SOLEMNIZA EL SIGLO IV.

DE LA CANONIZACIÓN DE SU HIJO VICENTE FERRER



EL TURIA Y EL JÚCAR SE REGOCIJAN EN ESTE DÍA.



OSTENTA LA FERTILIDAD DE SU SUELO.

     El carro imitaba en sus adornos a bronce, y fue tirado por cuatro briosos caballos.

     Carro segundo. La Religión católica y virtudes teologales, que siempre fueron el distintivo de los hijos de la ciudad del Cid y que singularmente resplandecieron tanto en su patrono San Vicente Ferrer. La primera se representaba por una hermosa joven, colocada sobre la piedra angular, teniendo la cruz de la Redención en la diestra, y la siniestra en el libro de los Evangelios: su talar blanco demostraba la pureza del dogma, la cruz su enseña, y el libro su creencia: su cabeza estaba coronada de azucenas Al pie de la piedra angular se veían las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad. La primera vestía también trage blanco, con los ojos vendados: en su mano derecha llevaba el cáliz con la hostia, y en su izquierda el libro de los Evangelios y una verde palma: sobre su cabeza reposaba una ardiente llama, emblema de su santo celo, coronada de siemprevivas, y se hallaba sentada a la derecha de la Religión. A la izquierda se veía la Esperanza coronada de lilas, empuñando el áncora, su símbolo; y en el centro, algo más elevada, la Caridad, cubriendo con su anchuroso manto a dos niños, que tenía a sus pies en demostración de su amparo; sobre su cabeza llevaba corona de rosas de color de fuego. A continuación figuraban dos genios que arrojaban poesías. En cuatro targetones se leían las inscripciones siguientes:

LA RELIGIÓN CATÓLICA ES LA CIVILIZACIÓN DEL MUNDO,

Y LA GRANDEZA DE LA HUMANIDAD.



LA FE NOS HIZO GRANDES EN EL MUNDO ANTIGUO

Y SEÑORES DE UN MUNDO NUEVO.



LA ESPERANZA, DULCE COMPAÑERA DEL HOMBRE

LE SONRÍE HASTA EL BORDE DEL SEPULCRO.



LA CARIDAD, COMO EL SOL AL MUNDO FÍSICO,

VIVIFICA AL MUNDO MORAL.

     El carro estaba pintado sobre color de lila claro, sus filetes y adornos imitados a bronce, cobre y dorados; y fue conducido por cuatro caballos.

     Carro tercero. Figuraba la fundación por el Santo del colegio imperial de huérfanos, y el asilo de pobres párvulos, que inauguró estos días la caridad valenciana del siglo XIX, y cuarto de la canonización de Ferrer.

     Sobre una robusta base descansaba un grandioso medallón con el retrato de San Vicente, circuido de una brillante auréola de oro, en cuya parte posterior estaban sus atributos y sobre ella la llama del Apóstol: en el zócalo se veían dos niños y dos niñas de los que abriga el referido colegio imperial. En el centro un anciano decrépito demostraba el siglo presente, que transmite a los venidero los sentimientos de la religiosidad de Valencia: allí mismo se veían cuatro parvulitos del nuevo asilo, establecido en el local del mismo colegio, vestidos con su trage ordinario: dos genio arrojaban poesías; y a la testera otro anciano figuraba el tiempo con sus alas y reloj de arena, emblema de su fugacidad, demostrando que, según está escrito, por más que se sucedan los siglos, prevalecerá hasta su consumación la Iglesia de Dios. En sus lados y parte posterior se leía lo, siguiente:

1.º

EL SIGLO PRESENTE OYE LA VOZ DEL PASADO Y LA TRASMITE Al, VENIDERO: TEMED Y HONRAD A DIOS.



2.º

LOS SIGLOS PASARÁN, PERO NO LA PALABRA DE DIOS: ES LA ROCA EN QUE SE SIENTA SU IGLESIA: LAS PUERTAS, DEL INFIERNO NO PREVALECERÁN CONTRA ELLA.



3.º

A EGEMPLO Y EN MEMORIA DE SAN VICENTE FERRER, LA CARIDAD VALENCIANA ABRE UN ASILO A LOS POBRES PÁRVULOS.

     El carro era de color de manteca con sus relieves y adornos dorados, tirado por cuatro caballos.

     Carro cuarto. Este representaba las cortes que en 1412 se celebraron en el castillo de la villa de Caspe, donde San Vicente Ferrer concilió las encontradas opiniones de los representantes de la corona de Aragón, con motivo de la sucesión al trono, vacante por fallecimiento del rey Don Martín, proclamando a Fernando I de Antequera.

     Este carro era el más suntuoso, el más regio. En elegantes escaños se veía representada aquella asamblea: el rey D. Fernando ocupaba un magnífico sillón; y a derecha e izquierda los diputados fray Vicente Ferrer, dominico, fray Bonificio Ferrer, cartujo, y Pedro Beltrán por el reyno de Valencia; D. Domingo, obispo de Huesca, Francisco de Aranda, donado de la cartuja, y Berenguer de Bardaji, por el de Aragón Sagarriga, arzobispo de Tarragona, Guillem de Valseca y Bernardo Gualde, por el principado de Cataluña; el conde de Urgel y el duque de Anjou, otros de los pretendientes, y el pontífice Benedicto XIII, que asistió, según varios autores, a aquellas conferencias. Dos heraldos con sus dalmáticas y mazas de oficio arrojaban poesías, análogas a tan grande acontecimiento.

     La magnificencia del carro, la profusión de sus dorados relieves, sobre un fondo azul imperial, la riqueza, en fin, de sus asientos aterciopelados, así como la propiedad y la elegancia de los trages de todos los personages, sorprendía al espectador, dando una idea del asunto alegórico, que es el hecho más culminante de la vida de nuestro Santo. Tiraban de este soberbio carro triunfal seis hermosos caballos, lujosamente enjaezados, guiados por un entendido tronquista y correspondiente número de palafreneros.

     Cuatro eran las inscripciones que se hallaban en ambos costados, redactadas en la forma siguiente:

1.ª

D. FERNANDD0 DE ANTEQUERA ES PROCLAMADO REY EN LAS CORTES DE CASPE: 30 DE JUNIO, DE 1412.



2.ª

JÚNTANSE EL OBISPO Y EL MAGNATE: LA SABIDURÍA Y LA NOBLEZA; DESCUELLA LA VIRTUD: VICENTE FERRER.



3.ª

UN FRAILE HUMILDE DA UNA CORONA A FERNANDO DE ANTEQUERA Y LA PAZ AL REINO DE ARAGÓN.



4.ª

DESPUÉS DE LA TEMPESTAD Y DE LOS TORBELLINOS PASADOS, SE ABONANZA EL TIEMPO, Y SE SOSIEGAN LAS OLAS BRAVAS DEL MAR, CON QUE NUESTRA NAVE, BIEN QUE DESAMPARADA DE PILOTO, FINALMENTE, CALADAS LAS VELAS, LLEGA AL PUERTO DESEADO.

     (Exordio del discurso de San Vicente Ferrer en la proclamación del rey D. Fernando.)

     La invención de estos carros fue presentada a la comisión de fiestas por un individuo de su seno, y la egecución se debió a D. José Vicente Pérez, académico de mérito de la de San Carlos, y la parte de carpintería a D. Miguel Santamaría. En esta obra laboriosa, y en la que se empleó un tiempo escaso, había gusto, novedad, propiedad y riqueza, y atrajo la justa admiración de propios y estraños.

     Las inscripciones fueron redactadas por el Sr. canónigo Montagut y el distinguido letrado D. Manuel Benedito.

     Los carros se litografiaron para perpetua memoria; y desde ellos se arrojaron versos, escritos, por el joven poeta D. Francisco Monforte.(18)

     Seguían a estos carros de la gran asociación de valencianos, el del gremio de los zapateros, construido por Don Luis Tellez para las fiestas del centenar de la conquista en 1838, y recompuesto y renovado en casi su totalidad para la festividad actual. Formaba una taza griega de elegantes contornos, llena de adornos dorados y coloridos aleares.

     Un grupo de ninfas y mancebos, ricamente vestidos, esparcían versos y objetos en miniatura de la fábrica del gremio, reservando un lugar principal para una matrona, que llevaba un guión en el que estaban pintados los Santos Francisco y Vicente; el primero, como patrono del gremio, y el segundo, como objeto de la solemnidad: al pie se leía esta inscripción:

EN EL CUARTO SIGLO DE LA CANONIZACIÓN DE SAN VICENTE FERRER, EL GREMIO DE ZAPATEROS.

     Todos los estandartes y banderas del gremio agrupadas al rededor de su escudo de armas, formaban el respaldo de la matrona, presentando una bella y armoniosa composición. Cuatro caballos, que apelaban graciosamente, constituían el soberbio tiro de este lindo carro triunfal.

     También fue obra de la sociedad de artistas valencianos el carro del gremio de molineros, construido por el Sr. Tellez en la misma época que el anterior; pero renovado completamente. Su forma era la de una fuente; y sobre ella y dentro de- una concha se hallaba sentado el Turia, distribuyendo sus aguas en varias direcciones, como el motor principal de los molinos del gremio de Valencia. La estatua se veía armada de una pala, señalando al molino, al que directamente daba movimiento, y que existía sobre el plano de la roca o carro, con los objetos que se requieren, siendo en movimiento y efectos el verdadero aparato de una máquina de esta especie. Dos niños de ambos sexos representaban otros tantos operarios con lujosos trages de exacta propiedad, arrojando versos, y harina del molino.

     Elegante y esbelto este carro estaba tinteado de colores claros, y fue conducido por un robusto y rico tiro de mulas, vistosamente enjaezadas.

     El gremio de sastres presentó otro gracioso carro, llevando la imagen de San Vicente, vestido con el trage de su siglo, y una matrona de notable belleza, representando a Valencia con sus armas. De tres genios, poéticamente vestidos, uno guiaba los cuatro leones que arrastraban el carro, y los otros dos arrojaban profusión de versos, flores y hasta 150 piezas de ropa, buena para el uso. Es increíble el tropel de gente que acometía a un tiempo a las piezas que se desprendían del carro. Hubo chaqueta que disputada por cuatro a la vez, fue rota en otros tantos pedazos para satisfacer el derecho de la agilidad de cada uno.

     El gremio de silleros y torneros mereció el premio señalado por la asociación, por su caprichoso y lindo carro triunfal. Representaba un espacioso canastillo, cuyas paredes las formaba un elegante entretegido de flores de diversos matices; y en el testero una hermosa niña, vestida con esquisito primor: dos ángeles arrojaban versos y objetos del gremio. La dirección de este precioso carro se debió a D. Mariano Martínez, del mismo gremio; y mostró en ello mucho gusto y aun se puede añadir, mucha poesía.

     El de hojalateros y cerrajeros, obra de D. Pedro Luis Brú, contenía un pedestal de mármol, con adornos de oro, de gusto egipcio. Adheridas a el se veían dos elegantes columnas, imitadas de mármol, con capiteles de bronce, serpeadas por cintas de plata bruñidas, con esta inscripción: GREMIO DE CERRAJEROS Y HOJALATEROS. Encima de los capiteles se elevaban dos ángeles de mármol blanco, sosteniendo una ancha cinta de plata, con virete azul, y esta inscripción: AL CUARTO CENTENARIO DEL APÓSTOL VALENCIANO SAN VICENTE FERRER. De encima de las columnas partía un enrayado de oro, y en el centro de éste los atributos del Santo. Las barandillas y demás obras imitaban al hierro. Encima del tablado, y bajo de las columnas, iba un yunque, donde se dieron caldas con fuego natural; un banco de cerrajero y otro de hojalatero, de un peso de siete a ocho quintales, y alrededor seis figurones, trabajando unos, y arrojando otros versos y objetos de estos oficios. Al respaldo se notaban, sostenidas por dos leones, las armas de estos gremios. Este carro fue construido en veinticuatro horas, con admiración de cuantos pudieran contemplarle de cerca.

     El del gremio de carpinteros, del mismo Brú. Sobre un basamento de nueve palmos de ancho, con diez canes egipcios, compuestos de unos grandes mascarones dorados, a más de los demás adornos, se dejaban ver unas medallas de mármol blanco con adornos dorados, campo azul; y en el centro, también dorados, trofeos y grupos figurados de las herramientas del referido gremio. En el medallón que formaba la trasera se dejaba ver un elefante, como símbolo de castidad. Los diez canes indicados sostenían un magnífico friso de mármol con varillas doradas, en donde se alzaba una hermosa barandilla, compuesta de medallones y adornos de oro: en los medallones de los lados se veía con letras doradas Siglo IV, y en los del frente la inscripción siguiente: EL GREMIO DE CARPINTEROS AL CUARTO CENTENARIO DE SAN VICENTE FERRER. En el respaldo estaba el escudo de armas del gremio, compuesto de una corona ducal; y bajo, sobre un medallón de campo azul, una cruz de Jesús a nudos, una sierra y una azuela. Desde este punto, y encima del friso, se levantaba una repisa de mármol y oro, que servía de pie a un hermoso púlpito, de idea gótica, a imitación del que conserva el gremio en su iglesia, como reliquia por haber predicado en él San Vicente Ferrer. En dicho púlpito, y además de sus adornos dorados, se dejaban ver los rótulos siguientes: SANTIDAD, CARIDAD, SABIDURÍA, PATRIOTISMO. Dentro del púlpito se veía la efigie de San Vicente Ferrer en ademán de predicar, de estatura natural; siendo de advertir que entre el púlpito y escudo se veía una puertecita, de la que salía de cuando en cuando una figura viva, vestida de motilón, que hacia callar a la gente, y les decía que estaba predicando el Santo. En el tablado se veía otra figura viva con trage del siglo I, representando al oficial de San José (San Amador), trabajando de carpintero; a sus lados ángeles, dos que le ayudaban a trabajar, y los otros que arrojaban al público décimas y objetos del oficio, de unos canastillos con flores que al efecto llevaban preparados. En los estremos del carro, en el centro, ondeaba el pendón del gremio, de raso carmesí, con letras de plata, y la siguiente inscripción: GREMIO DE CARPINTEROS: TUVO VOTO EN LAS CORTES DEL REINO DURANTE LOS TIEMPOS FORALES DESDE 1283. Este carro iba tirado por seis briosos caballos, lujosamente aparamentados. Sus medidas resultaban 9 palmos de ancho, 16 de largo y 24 de alto.

     Gremio de horneros. -En este carro se levantaba un basamento octógono, con cuerpos avanzados, con florones, mascarones y adornos de oro sobre campo azul y mármol, en cuyos estremos Iban colocados cuatro ángeles con canastos de flores, de los cuales tiraban al público décimas y objetos de este oficio. Sobre este basamento se levantaba un pedestal, trabajado con elegancia y gusto; en el centro de éste se veía. el horno ataviado de todo lo necesario, y a su puerta, y sobre el tablado, dos niños trabajando que figuraban el Paler y el Ceñedor. Encima del ya dicho pedestal, que por sus canes y adornos figuraba una idea romana, se levantaba una silla de la misma orden, de oro, donde iba sentada una matrona figurando la diosa Ceres. En el respaldo se dejaban ver las armas del gremio, compuestas de una corona, y sobre campo azul un rollo y dos trenzas. Este carro iba tirado por cuatro mulas ricamente enjaezadas. Las medidas de este carro eran once palmos de ancho, diez y nueve de largo y veintiséis de alto.

     El oficio de sogueros presentó otro carro, obra, como las otras anteriores, del mismo pintor D. Pedro Brú. Sobre un basamento de mármol blanco y relieves bronceados se veían seis mascarones con festones de laurel, oro y bronce, sosteniendo un friso que, elevando pedestales de mármol, se entrelazaba de oro: en el centro algunos cartelones con la cruz de los caballeros de Malta. En la testera otro cartelón de oro sobre campo azul y en letras doradas se leía lo siguiente: El gremio de Sogueros al cuarto centenario de San Vicente Ferrer. Desde aquí se levantaba un pedestal de mármol, con canes, sosteniendo un templete con ocho columnas, con su cornisamento y cúpula, y al fin la cruz de Malta, de plata: el templete estaba vestido de cáñamo en hoja y en rama, atado todo con cintas de oro, teniendo en el centro la imagen de San Juan Bautista. En medio del pedestal, y sentada en silla dorada, iba una ninfa con la bandera del gremio, de seda verde, con adornos de plata, y en el centro la dicha cruz de Malta. Dos ninfas tiraban versos y objetos; otros dos genio iban trabajando.

     Los jardineros y hortelanos, no sólo adornaron a sus espensas la fachada de la casa-natalicia del Santo, sino que llevaron también otro carro vistosísimo, formado todo de flores, del que arrojaron multitud de versos e infinita profusión de flores, recordando al forastero la naturaleza de este país, llamado con razón el jardín de España.

     El conjunto de estos grandiosos objetos, con sus variados colores, su abundancia de adornos y de llores, la situación, trages y propiedad de sus figuras, la preciosa colección de los caballos y mulas destinadas para conducirlos; y los gritos de aplauso, de admiración que su vista arrancaba a los espectadores, y el confuso torbellino de gente traviesa que iba a caza de los efectos que se arrojaban desde los carros, merecían una descripción tan poética, como animada; pero el tiempo urge; la mañana se acaba y es preciso descansar, para acudir en la tarde del mismo día 28 a la gran cabalgata de la invitación.

     El día es bello, poco caluroso; Valencia está llena de gente. No se ha lamentado una sola desgracia. ¡Bien por la cordura de mi pueblo!

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