ESCENA I
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RINO, SORGLAN
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RINO |
Aquí yace, Sorglan, aquí descansa |
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la que en mi pecho inextinguible hoguera |
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de puro amor prendió: la que en un día |
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fue todo mi placer y hoy es mi pena. |
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Buscando lejos de engañosa pompa |
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la plácida quietud, su tumba yerta |
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vengo a regar con lágrimas amargas. |
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Aquí invocando la piedad suprema |
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por su bien eternal, la dulce sombra |
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de Morna triste con dolor me vea. |
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Era mi amor, mi bien... ¡Oh, cuál suspira |
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aquí la hermosa paz!... ¡Dulce tristeza! |
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¡Silencio pavoroso! Ven, amigo... |
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Más que el bullicio y esplendor de Selma |
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me halaga este recinto pavoroso; |
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aún más mi triste pecho lisonjea. |
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Aquí mora sin dolo ni artificio |
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la cándida verdad: aquí risueña |
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su luz esparce inalterable y pura, |
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y el audaz crimen confundido tiembla. |
SORGLAN |
Volved, señor, el triunfo que os prepara |
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un pueblo inmenso; de la pompa regia |
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el grandioso esplendor quizá mitiguen |
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de tantos males la memoria acerba. |
RINO |
Esa pompa falaz es a mi pecho |
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enojosa, Sorglan: huyendo de ella |
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los muros abandono, y aquí busco |
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el sólo triunfo que mi afán desea. |
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Ya sin testigos importunos, puedo |
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explicar mi dolor: ya no me cerca |
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de aduladores la enfadosa turba, |
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testigos de mi llanto y mi flaqueza. |
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De la amistad en el augusto seno |
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y de la muerte en la mansión eterna |
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la dicha buscaré, si acaso es dado |
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que yo un instante venturoso sea. |
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Luego del pueblo al cuidadoso anhelo |
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me prestaré, y entre la pompa regia |
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ocultaré el pesar que me devora, |
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que es en el solio, crimen la flaqueza. |
SORGLAN |
¡Ah!, cuán en vano lo ocultáis: el llanto, |
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el acerbo dolor y amarga pena, |
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es como el fuego que ocultar no es dado. |
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Todos preguntan, todos se desvelan |
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en sondear los íntimos arcanos |
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que causa son de la desgracia vuestra. |
RINO |
¡Oh propensión terrible de un monarca! |
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Un pueblo inmenso en su conducta vela. |
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Yo desgraciado si seguir quisiese |
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de sus caprichos la espinosa senda. |
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Mas... me ha enseñado a despreciar los hombres |
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la adversidad y mi desgracia mesma. |
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¿Qué conseguí cuando halagué su orgullo? |
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Con crudo ceño devastar la tierra |
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en execranda lid; llevar al seno |
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de otro pueblo feliz lucha sangrienta. |
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¡Cuántos maldecirán mi nombre horrible! |
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El huérfano infeliz, la madre tierna |
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demandarán la sangre que he vertido, |
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y al cielo, alzando sus ardientes quejas, |
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exclamarán de rabia penetrados, |
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maldición a los hijos de Inisfela. |
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¡Y tú..., no me abomines, Morna mía! |
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Si he desolado con audacia ciega |
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tu patria cara, tu perdón imploro. |
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¡Oh espíritus del cielo! En faz risueña |
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mis votos acoged: goce mi amada |
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en alto solio de la paz eterna |
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que allá a los justos la virtud concede. |
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Brille en su frente celestial diadema, |
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y en la mansión de paz afable ría, |
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¡ay!, más dichosa que lo fue en la tierra. |
SORGLAN |
Calmad vuestro dolor... Si vuestros hijos |
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os sorprenden así... |
RINO |
¡Qué me recuerdas! |
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Mis hijos... Hoy acabarán mis males |
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y su insensato amor. Cuando a la tierra |
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bajen las sombras, con la noche fría |
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tristes vagando en la callada esfera, |
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mi hija será de Dutcaron esposa. |
SORGLAN |
¿Hoy mismo? |
RINO |
Sí: su obstinación me fuerza |
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a usar de tal rigor. |
SORGLAN |
¡Oh, plegue al cielo |
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que ese rigor su perdición no sea! |
RINO |
¡Qué! Juzgas tú... |
SORGLAN |
Su amor es invencible. |
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¡Y cuántos males dondequier le cercan |
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si a Fingal arrancáis de entre sus brazos! |
RINO |
Él va a partir: la nave ya le espera. |
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Huya el ingrato del regazo mío, |
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y no mis ojos con espanto vean |
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el crimen en su faz, y no maldiga |
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nunca mi labio su pasión funesta. |
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¡Cuál fuera mi dolor! Jamás le mire |
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triste grabar la maldecida huella |
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del cielo aborrecido y de los hombres. |
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Nunca, caro Sorglan: que antes fenezca. |
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¡Oh, si el sepulcro a mis cansados años |
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por fin abriese la mansión eterna |
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bajo mis pies helados! ¡Oh, si nunca |
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fuese yo padre para ver mi afrenta! |
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Fue necesario al fin, al hijo mío, |
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hacer patente la verdad funesta. |
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¡Ay, el cielo, Sorglan, ha decretado |
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que todo el orbe mis delitos sepa! |
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ESCENA II
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Dichos, DUTCARON
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SORGLAN |
¡Dutcaron! |
RINO |
Le esperaba. Ven, amigo. |
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El respeto depón: no me rodea |
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de la engañosa pompa el brillo vano. |
DUTCARON |
¿Qué pretendéis, en fin? De mi sorpresa |
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aún no vuelvo, señor. Este misterio... |
RINO |
Sólo tu bien mi corazón desea. |
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Tu angustia consolar, y el eco triste |
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hoy acallar de tus dolientes quejas |
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es mi anhelo. |
DUTCARON |
Señor... |
RINO |
Sé tus amores |
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y tu mísero afán. Sola en la tierra, |
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huérfana y triste llorará Bosmina |
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el fin aciago de su madre tierna. |
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Tú su amparo serás. |
DUTCARON |
¡Oh, si algún día |
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hacer mi dicha con su amor pudiera! |
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Sí, señor... Esto es sólo mi deseo. |
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¡Y cuántas veces con mortal querella |
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fatigaba los vientos en el Morven, |
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o allá en la margen del ondoso Lena! |
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Pero en vano, señor, que siempre ingrata |
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mis ayes desdeñó; y en tanta pena, |
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ya la esperanza de mi bien futuro |
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se disipó como engañosa niebla. |
RINO |
Desde hoy acabe tu angustiado llanto. |
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Mitiga tu dolor. Que tuya sea, |
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antes que de la noche el negro velo |
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pálido enlute la callada esfera. |
DUTCARON |
Premio es debido a mi afanar. ¡Oh padre! |
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Que así desde hoy te llamará mi lengua. |
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Tú diste nuevo ser a un desdichado |
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que hoy su fortuna a contemplar no acierta. |
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Dejad que a vuestros pies... |
RINO |
Alza: dichoso |
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goces por siempre tu pasión risueña. |
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Sé feliz en los brazos de Bosmina. |
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Marchemos ya, Sorglan... Vamos a Selma |
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a cumplir con mi ingrato ministerio, |
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a seguir otra vez por la ardua senda |
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que el hado me mostró. ¡Pluguiese al cielo |
|
arrancar de mis sienes la diadema! |
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ESCENA III
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DUTCARON |
Ya soy feliz. En vano de la ingrata |
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el eterno desdén y la aspereza |
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hieren mi corazón; y va a ser mía, |
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a pesar de su orgullo, la altanera |
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¡Bosmina ingrata! Ya lucir se mira |
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con luz opaca la inflamada tea, |
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triste, execrable a tu alma desdeñosa, |
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como a mis ojos refulgente y bella. |
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ESCENA IV
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DICHO, FINGAL
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DUTCARON |
Pero Fingal... Ven, ven: de mi contento |
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partícipe serás. No hay en la tierra |
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más dichoso mortal. Cuando Bosmina |
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de amor atada a la coyunda estrecha... |
FINGAL |
¿Bosmina dices?... |
DUTCARON |
Sí..., la hija de Morna. |
|
Ahora mismo tu padre me lo ordena |
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sabiendo mi pasión, y va a ser mía. |
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¡Pero qué turbación! Cuando debieras |
|
tu corazón llenar... |
FINGAL |
¡Ah!, calla, calla. |
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No me atormentes más: no de mi pena |
|
redobles, ¡ay!, el punzador tormento. |
|
Ese placer que a ti te lisonjea, |
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ese es todo mi mal. |
DUTCARON |
¿Qué dices? |
FINGAL |
Basta |
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Basta..., mi angustia, mi dolor respeta. |
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ESCENA V
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FINGAL |
¿Quién mi brazo contuvo? ¿Por qué airado |
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no abrí su corazón? ¡Verdad funesta, |
|
que hoy arrancando el engañoso velo |
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negros abismos entrever me dejas! |
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Mas... tuya no será: yo te lo juro |
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por esa tumba que mi amor respeta, |
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por ese cielo donde triste vagan |
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las sombras que ya fueron en la tierra. |
|
Ella es mi hermana... Sí... De amor impuro |
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arde en mi pecho inextinguible hoguera |
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que no puedo calmar. Pero aún ignora |
|
esta triste verdad... Mi hermana... es ella. |
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ESCENA VI
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DICHO, BOSMINA
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FINGAL |
Bosmina... |
BOSMINA |
Amigo... Nuestro mal es cierto. |
FINGAL |
¿Qué me dices? |
BOSMINA |
Fingal, tu padre ordena |
|
que Bosmina a otros lazos estrechada |
|
tu amor por siempre y tus caricias pierda. |
FINGAL |
Lo sé, lo sé. ¿Pero podrás acaso |
|
mi cariño olvidar? |
BOSMINA |
¿Qué es lo que intentas? |
|
¿Cuál deseo es el tuyo? En largos años |
|
de triste llanto y de fatal ausencia |
|
nunca olvidé que es tuya el alma mía. |
|
Siempre tu imagen en mi pecho impresa |
|
fue el ídolo feliz a quien Bosmina |
|
sus dulces votos dedicaba tierna. |
|
Tuya soy. |
FINGAL |
¡Eres mía! Si pretendes |
|
enlazarte a Fingal, huye de Selma. |
BOSMINA |
¿Yo... de mi patria... huir...? |
FINGAL |
No hay otro medio: |
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o abandonarme a mi horrorosa pena |
|
o dejar este suelo desdichado |
|
donde la suerte nuestro mal intenta. |
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¿Y después de tan gratas esperanzas, |
|
después de tanto amor, veré deshechas |
|
cual humo vano nuestras dichas todas? |
|
Jamás, jamás: aun mi pasión penetra |
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en medio de tan bárbaros rigores |
|
un rayo hermoso de esperanza cierta. |
|
Sigue a los mares a tu caro amante, |
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a tu caro Fingal: ven a otras selvas, |
|
do gozaremos nuestra unión dichosa |
|
en dulce afán y placidez eterna. |
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¿Dudas? ¿Vacilas? ¿En tu pecho amante |
|
la llama celestial, pura y suprema |
|
de aquel sincero amor, no arde incesante? |
BOSMINA |
No se ha apagado su inexhausta hoguera: |
|
cada vez más activa y deliciosa |
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mi pecho agita con dulzura extrema. |
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Pero... ¿debo partir? Estrechos nudos |
|
a este suelo querido me sujetan. |
|
Mi madre exige el doloroso llanto |
|
de triste compasión: mi madre tierna |
|
que en esa tumba helada y horrorosa |
|
ayer cayó para calmar mi pena. |
FINGAL |
Al lado de Fingal, dulce tributo |
|
también la prestarás. En pura ofrenda |
|
consagrarán nuestros amantes pechos |
|
himnos de paz a su memoria eterna. |
BOSMINA |
¡Ah! No acongojes la infeliz Bosmina. |
|
Aquí debo quedar: así lo ordena |
|
mi desdicha fatal en este día, |
|
y mi inocente corazón lacera. |
FINGAL |
¿Quieres mi muerte? ¿Quieres que a tus ojos |
|
me acabe mi dolor?... ¿Hay en la tierra |
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ni bien ni dicha que a Fingal halaguen |
|
sino tu amor y tu pasión sincera? |
|
Después, la muerte sólo es agradable |
|
a tu amante infeliz: en tu presencia, |
|
a tu lado gozar le es dado sólo |
|
la triste vida que sin ti detesta. |
|
Pero tú no me amaste... Tú, inhumana, |
|
me juraste un amor que no alimentas, |
|
y al crédulo Fingal has fascinado. |
|
¡Ingrata! ¡Ingrata! Si mi fin deseas, |
|
no más puñal que tu rigor me basta |
|
para acabar tan mísera existencia. |
|
¡Me abandonas, cruel! ¿Y tú me amabas? |
|
¿Y tú el objeto de mis ansias eras?... |
|
¿Tú..., tú la más ingrata? No, Bosmina, |
|
no me amaste jamás, y aun me detestas. |
BOSMINA |
¿Yo aborrecerte?... ¡Por piedad!... ¡Ah! ¡Nunca! |
|
Siempre en mi pecho la inflamada tea |
|
del delicioso amor ardió inexhausta: |
|
pero me oprime obligación severa, |
|
y cerca de esta tumba dolorosa |
|
con vínculos estrechos me sujeta. |
|
¿Pérfida pude ser? ¡Oh, cuál me ultrajas! |
|
Pérfida nunca fue tu amante tierna. |
|
Demasiado te quise. |
FINGAL |
¿Pues qué aguardas? |
|
Sígueme... Ven, donde el amor te espera. |
BOSMINA |
¡Qué hacer!... Tu labio vence mis temores. |
|
Yo seguiré tus amorosas huellas, |
|
y donde quiera que la planta guíes, |
|
ésa será de mi elección la senda. |
|
¿Mas qué dolor funesto, impetuoso, |
|
de mi sensible pecho se apodera? |
|
Huyamos ya de aquí: suelo de espanto |
|
es ya para Bosmina, que desea |
|
gloria inefable hallar en tu cariño. |
|
Contigo partiré: la tumba yerta |
|
donde yacen los restos de mi madre |
|
aun quiero saludar por vez postrera. |
|
¡Adiós, madre infeliz!... De ti me alejo |
|
para siempre jamás... Ausencia eterna |
|
que Bosmina, culpable ante tus ojos, |
|
por seguir otro amor, infiel desea. |
|
Morna querida, ¿si tu vaga sombra |
|
de mí se ofenderá? ¿Si en noche inmensa |
|
de amargura y dolor irá a sumirte |
|
de tu Bosmina la fatal ausencia? |
|
Recibe el postrer llanto de tu hija. |
ESPÍRITU 2.º |
¡Hija! |
BOSMINA |
¿Lo escuchas? Mi pasión reprueba... |
|
A su lado me llama cuando parto, |
|
y a su sepulcro helado me encadena. |
FINGAL |
Y qué..., ¿el acento de tu voz tan sólo |
|
al devolverle la espantosa huesa |
|
tus sobresaltos y temores causa? |
BOSMINA |
Sí, era su voz..., de Morna... Morna tierna... |
|
Madre del corazón... ¿Y yo te dejo? |
FINGAL |
¡Ah, por piedad, partamos! |
BOSMINA |
¿Estas eran |
|
las pruebas del amor que yo en un tiempo |
|
falaz la daba con mentida lengua? |
|
Ella me observará, Fingal querido, |
|
vagando triste en la callada esfera, |
|
y viéndome partir..., «¡Ingrata, ingrata!», |
|
entre sollozos me dirá en su pena: |
|
e ingrata sólo pronunciar le es dado. |
|
Pocas horas habrá que con fiereza |
|
la parca horrible me robó mi madre, |
|
y ya abandono su mansión postrera. |
|
Es ella... Mira... Con sañuda frente |
|
en la tumba levanta su cabeza. |
|
Y me llama... ¡Qué horror! Vuelo a sus brazos |
|
y vuelve a hundirse en su morada eterna. |
FINGAL |
No más dolor, Bosmina. Ya la noche |
|
tiende en el cielo su espantosa niebla. |
|
Saludemos los restos de tu madre, |
|
besemos ya su veneranda huesa, |
|
y pidámosle en ella cariñosos |
|
perdón y bendición. |
BOSMINA |
¡Ay! ¡Así sea! |
|
¡Perdón y bendición!... ¡Siempre me amaste |
|
y no me olvidarás en tu clemencia! |
|
¡Protege mi cariño desgraciado: |
|
tú eres feliz: en la mansión risueña |
|
de la gloria eternal plácida ríes; |
|
el astro de la noche te rodea |
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con su rayo de plata! ¡Oh madre mía! |
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Por siempre goza de la paz suprema. |
(Vanse.)
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ESPÍRITU 1.º |
¡Ay! ¡Genios de las tumbas! |
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¡En alas de los vientos |
|
la atmósfera cruzad! |
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Con trémulos gemidos |
|
de lúgubres acentos, |
|
los aires agitad. |
|
¡Volad!... Del hijo mío |
|
los negros pensamientos |
|
piadosos disipad. |
ESPÍRITU 2.º |
¡Ay, sombras tenebrosas |
|
que con opaco velo |
|
vestís el aire!... ¡Oíd!... |
|
Mis lúgubres canciones |
|
por el callado cielo |
|
mil veces repetid. |
|
¡Volad, que la hija mía |
|
conozca mi desvelo!... |
|
¡Id, negras sombras, id! |
FIN DEL ACTO CUARTO
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