Escena
I
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DEMIFÓN,
CREMES.
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DEMIFÓN.- Y pues, ¿has
traído, Cremes, tu hija, la que fuiste a buscar a
Lemnos?
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CREMES.- No.
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DEMIFÓN.- ¿Cómo no?
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CREMES.- Como la madre vio que yo me
detenía mucho aquí, y que ya la edad de la doncella
no sufría mi tan gran descuido, dijéronme que ella
con toda la casa había venido acá.
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DEMIFÓN.- ¿Pues cómo te has
estado tanto allá, después que eso supiste?
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CREMES.- Hame hecho detener la enfermedad.
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DEMIFÓN.- ¿De qué?
¿O cuál?
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CREMES.- ¿Eso me preguntas? Harta
enfermedad es la vejez. Pero tengo entendido del piloto que las
trajo, que arribaron con salud.
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DEMIFÓN.- ¿Has sabido lo que a mi
hijo le ha sucedido en mi ausencia, Cremes?
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CREMES.- Sí; y es un caso que me hace
estar perplejo. Porque, si propongo este partido a algún
extraño, -346-
por fuerza le habré de dar razón de
dónde y cómo tengo yo esta hija. Tú, ya
sabía yo que me serías tan fiel como yo mismo en
guardar este secreto; pero un extraño, si aceptare mi
afinidad, tenerme ha el secreto mientras durare nuestra
familiaridad; pero si rompiere conmigo, sabrá más de
lo que yo he menester. Y temo no lo venga a descubrir mi mujer por
alguna vía. Si esto sucede, no me queda otro remedio, si no
es sacudirme y salirme de casa. Porque de todos los míos
sólo yo soy mío.
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DEMIFÓN.- Ya yo veo que es así; y
eso es lo que me da congoja. Sin parar he de probar todos los
medios posibles, hasta cumplir lo que te tengo prometido.
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Escena
III
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ANTIFÓN,
GETA, CREMES, DEMIFÓN.
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ANTIFÓN.- (Oculto durante
toda la escena.) Aguardando estoy que vuelva Geta.
Pero a mi tío veo con mi padre. ¡Ay de mí!
¡Cuánto temo a qué parte inclinará a mi
padre su venida!
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GETA.- (Aparte.)
Voy a ellos. (Adelantándose.)
Bien venido seas, Cremes.
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CREMES.- Estés en hora buena, Geta.
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GETA.- Mucho me alegro de verte venir bueno.
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CREMES.- Así lo creo.
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GETA.- ¿En qué se entiende?
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CREMES.- Al llegar he hallado aquí, como
acaece de ordinario, muchas novedades.
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GETA.- Verdad es. ¿Y de Antifón
sabes lo que pasa?
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CREMES.- Todo.
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GETA.- (A DEMIFÓN.)
¿Hasle contado tú...? (A CREMES.)
¡Qué indignidad, Cremes, cogernos así a
traición!
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DEMIFÓN.- De eso estaba tratando ahora
con mi hermano.
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GETA.- Pues, cierto que yo también,
rumía que rumía el caso, he hallado, si no me
engaño, camino por donde esto se remedie.
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DEMIFÓN.- ¿Qué camino,
Geta, qué remedio?
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GETA.- Al partirme de ti, topeme casualmente con
Formión.
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CREMES.- ¿Quién es
Formión?
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GETA.- El que a esa mujer...
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CREMES.- Ya.
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GETA.- Pareciome bien tantear su opinión.
Tómole al hombre aparte, y dígole: «¿Por
qué no procuras, Formión, que este negocio se arregle
entre vosotros por las -348-
buenas, que no con enojo? Mi amo es muy liberal y enemigo de
pleitos. Porque todos sus amigos le daban por consejo, de
común parecer, que echase a esa mujer por la
ventana».
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ANTIFÓN.-
(Aparte.) ¿Qué empresa
es la de éste? ¿O en qué ha de venir hoy a
parar?
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GETA.- «¿Piensas que la justicia le
castigaría si la echase de casa? Ya eso está bien
averiguado. ¡Sí! Mucho tendrás que sudar, si
con un hombre como él emprendes pleito; tanta es su
elocuencia. Pero pongo por caso que le condenasen, no corre por eso
riesgo su persona, sino su dinero». Cuando yo vi que el
hombre se ablandaba con estas palabras, dígole:
«Aquí no nos oye nadie. Dime por tu vida: ¿con
qué holgarías que te untasen las manos porque mi amo
se quite de pleitos, y esta mujer salga de casa y tú le
dejes en paz?»
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ANTIFÓN.-
(Aparte.) ¿Están bien
los dioses con aquél?
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GETA.- «Porque yo sé, que si
tú te allegas a lo de razón, según que
él es hombre de bien, no atravesaréis hoy entre
vosotros tres palabras».
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DEMIFÓN.- ¿Quién te manda a
ti decir eso?
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CREMES.- Antes no podía por mejor medio
llegar a lo que deseamos.
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ANTIFÓN.-
(Aparte.) ¡Perdido soy!
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CREMES.- Pasa adelante.
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GETA.- A los principios el hombre poníase
furioso.
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CREMES.- Dime, ¿qué es lo que
pide?
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GETA.- ¿Qué? mucho. Cuanto
quiso.
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CREMES.- Di.
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GETA.- Dice, que si le diesen un buen
talento...
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CREMES.- ¡Antes garrote, sí!
¡Qué poca vergüenza!
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GETA.- Lo que yo le dije. «Dime,
¿qué más diera mi amo, si casara una hija
única? De poco le sirvió el no tenerla, pues ha
hallado quien le pida dote». Finalmente, por acortar razones,
y dejar aparte sus necedades, ésta fue su última
resolución: «Yo, dice, desde el principio deseé
casarme con la hija de ese amigo mío (Alude a
FANIA, -349-
hija de ESTILFÓN, nombre supuesto de
CREMES.) ,
como fuera razón, porque consideraba cuán perjudicial
le era a ella, una pobre, casarse con un hombre rico para ser
esclava; pero, hablándolo aquí entre los dos sin
cifras, yo tenía necesidad de una mujer que me trajese algo
con que pagase lo que debo. Aun ahora, si quiere Demifón
darme lo que me dan con otra, que me está prometida,
más querría yo casar con Fania que con otra
ninguna».
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ANTIFÓN.-
(Aparte.) Ni sé si me diga que
esto lo hace de puro tonto o por bellaco; o si a sabiendas o a
necias.
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DEMIFÓN.- ¿Y si él debe las
entrañas?
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GETA.- «Un campo, dice, tengo
empeñado» diez minas.
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DEMIFÓN.- ¡Ea, ea, cásese;
que yo se las daré!
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GETA.- «Unas casuchas también
están en otras diez».
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DEMIFÓN.- ¡Uy, uy, que es
mucho!
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CREMES.- No des voces, pídemelas a
mí esas diez.
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GETA.- «Para la mujer habré de
comprarla una esclavilla; además de esto son menester
algunas alhajuelas de casa. También es menester hacer
algún gasto en las bodas; para todo esto, dice, añade
otras diez minas».
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DEMIFÓN.- Así puedes hacerme
seiscientos procesos. ¡Como yo te dé un pelo!...
¿Así se ha de burlar de mí aquel bellaco?
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CREMES.- Calla que yo las daré. Solamente
procura tú que tu hijo se case con la que nosotros
queremos.
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ANTIFÓN.-
(Aparte.) ¡Ay de mí! ¡Geta,
cómo me has perdido con tus embustes!
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CREMES.- Pues por mí sale de casa Fania,
justo es que yo lo pierda.
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GETA.- «Avísame -dice- lo
más presto que puedas, si me la dan, para que despida a esta
otra y no esté perplejo. Porque con la otra me han ofrecido
darme luego el dote».
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CREMES.- Recíbalo luego, y deshaga el
contrato con los otros y cásese con ésta.
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DEMIFÓN.- ¡Que mal provecho le
haga!
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-350-
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CREMES.- A propósito me traje conmigo
ahora el dinero que me rentan las granjas de mi mujer en Lemnos; de
allí lo tomaré, y a mi mujer le diré que
tú lo habías menester.
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Escena
IV
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ANTIFÓN,
GETA.
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ANTIFÓN.- (Muy
enojado.) ¡Geta!
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GETA.- ¿Qué?
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ANTIFÓN.- ¿Qué has
hecho?
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GETA.- Que les he pescado a los viejos el
dinero.
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ANTIFÓN.- ¿Y basta eso?
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GETA.- No sé en verdad; esto se me
mandó.
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ANTIFÓN.- ¡Oh... azotado!
¿Al revés de lo que te pregunto me respondes?
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GETA.- ¿Pues qué dices?
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ANTIFÓN.- ¡Qué te tengo de
decir! Por tu causa llanamente me tengo yo de echarme un dogal al
cuello. Los dioses y diosas, todos, los de arriba y los de abajo
con extremados castigos te confundan. ¡Oh! A tal como
éste le habéis de encomendar lo que quisiereis que se
negocie bien; que él os llevará al mayor peligro,
cuando más en paz estéis. ¿Qué mayor
daño me pudiste hacer, que tocar en la llaga y hacer
mención de la mujer? Hasle dado esperanza a mi padre de
poderla echar de casa. Dime, pues, ahora si Formión recibe
el dote, de necesidad se habrá de llevar a su casa la mujer;
¿qué será de mí?
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GETA.- No la llevará.
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ANTIFÓN.- (Con
ironía.) ¡Quiá! Y cuando le
pidan el dinero, antes se dejará llevar a la cárcel
por nuestro respeto!
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GETA.- Nada hay, Antifón, que no se pueda
empeorar -351-
, contándolo mal. Tú callas lo bueno y dices
lo malo. Pues óyeme ahora a mí por el contrario. Si
recibiere el dinero, habrá de llevarse la mujer, como
tú dices: concedido. Pero con todo eso, se le ha de dar
lugar de aparejar las bodas, de convidar, de celebrar los
sacrificios: entretanto, le darán a Fedro sus amigos lo que
le ofrecieron, con lo cual Formión podrá devolver a
ésos su dinero.
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ANTIFÓN.- ¿Cómo?
¿Qué excusa les dará?
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GETA.- ¿Eso me preguntas? Mira qué
de excusas: «¡Después acá me han sucedido
prodigios! Un perro negro de un vecino se me ha entrado por casa;
una culebra ha caído del tejado por las canales de mi patio;
hame cantado como gallo una gallina; no me ha consentido casarme un
adivino; un agorero me ha dicho que no emprenda negocio de nuevo
antes del día más corto del invierno». Esta no
tiene vuelta. Todo esto se hará así.
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ANTIFÓN.- ¡Con tal que él lo
haga!...
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GETA.- Lo hará, yo te lo juro. Tu padre
sale. Ve y dile a Fedro como ya tiene el dinero.
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Escena
V
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DEMIFÓN,
GETA, CREMES.
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DEMIFÓN.- (A CREMES.) Descuida, te
digo, que yo procuraré que él no nos engañe. Y
no dejaré el dinero de mi mano sin presentar testigos de
como se lo doy. Y declarar allí la razón por que se
lo doy.
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GETA.- (Aparte.)
¡Cuán cauto es donde no es menester!
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CREMES.- Así cumple que lo hagas. Y date
prisa, mientras está caliente su afición. Porque, si
le hurgan con la otra, podría ser que nos dejase en
blanco.
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GETA.- (Aparte.)
Muy bien has dado en la cuenta.
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DEMIFÓN.- (A GETA.) Llévame,
pues, donde él está.
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GETA.- Andando.
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-352-
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CREMES.- Luego que hayas hecho eso,
pásate por casa, y dile a mi mujer que fiable con esta moza
(Alude a FANIA.) antes que de
aquí se nos vaya, y le diga como la hemos casado con
Formión, porque no se queje de nosotros. Y que más le
vale casarse con aquél, que le es más conocido; y que
nosotros ya hemos hecho con ella lo que debíamos; y le hemos
dado todo el dote que ha pedido.
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DEMIFÓN.-
(Indignado.) ¡Peste...!
¿Y a ti qué te importa...?
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CREMES.- Mucho, Demifón.
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DEMIFÓN.- ¿No basta que tú
hagas tu deber, sino que por fuerza lo ha de aprobar la fama?
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CREMES.- Deseo que esto también se haga
con la voluntad de Fania, porque no diga después que la
echamos a la calle.
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DEMIFÓN.- Pues eso yo mismo puedo
hacerlo.
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CREMES.- Mejor se avendrán mujer con
mujer.
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DEMIFÓN.- Corriente. (Vase
con GETA.)
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CREMES.- Pensando estoy dónde las
podré yo hallar ahora. (Alude a su hija
FANIA y a su segunda
mujer, que han venido de Lemnos.)
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