21
Pp. 462-463. Como
muy bien apunta C. Cuevas (ibid.), «los razonamientos de fray Luis rayan
aquí en las lindes del misticismo»
; Macrí,
para decir lo mismo, le da la vuelta al asunto: «El Dios luisiano... es el más humanizado
de la mística española, así como el hombre es
el más divinizado finalísticamente. Su
recíproca necesidad se pronominaliza con "ella, ellos;
Él, ellos; Él y ellos; Él y uno mismo". En
estos Pronombres mistéricos se neutralizan los distintos
Nombres... iguales metafísicamente, no tautológicos,
puesto que permanecen las diferencias en la naturaleza y en la
historia humana»
(pp.
111-112). Según Maristany, «enlazaría más bien fray Luis con
poderosos acentos de los Padres griegos que incorporan la materia,
nuestro propio cuerpo -la creación entera- en la
encarnación "económica" o soteriológicamente
leída. Es decir, recoge el motivo eucarístico y lleva
a cumplimiento el "parto común de todas las cosas" en la
Divino-Humanidad; desde el nombre «Pimpollo»... hasta
el último nombre, «Jesús», que los resume
todos»
(p. 102).
22
Pp. 601-602. En el nombre
«Esposo» ya lo adelantaba por boca de San Juan
Crisóstomo, teniendo como telón de fondo la
Eucaristía: «Y no sólo por
medio del amor somos uno con él, mas realmente nos ayunta y
como convierte en su carne por medio del manjar de que nos ha hecho
merced... Y así Cristo, para obligarnos con mayor amor... no
solamente se deja ver de los que le aman, sino quiere ser
también tocado de ellos y ser comido, y que con su carne se
enxiera la dellos»
(p. 455); me remito de nuevo a D.
Ynduráin, Aproximación..., pp. 19-50.
23
En el texto
platónico, el alma «se come» a Dios; en el
siguiente de Plotino, se usa la imagen para representar el ansia de
verdad, y comiéndose a Dios no se limita a nutrirse del
único alimento adecuado para satisfacer su deseo, sino que
se transforma en Dios: «Escam vero animi quam esse dicemus aliam
praeter illam quam esurit semper et sitit, qua parta gaudet
summopere, qua sumpta crescit et impletur? Omnis animus tum in omni
aetate, tum continue veritatem prae ceteris appetit ... Immo vero
animus, etiam si nihil inde sequatur utilitatis, veritatem studiose
perquirit, et pleno cibis suis corporis, esurit sitisque adhuc
animus veritatem... Hac etiam alimonia fit invictus, temperans,
iustus, hominum gubernator et dominus, excelsior caelo, par
angelis, Deo similis ... Eamdem escam omnes appetunt mentes, eamdem
quaeque mens semper... Odit namque corporis alimenta atque eodem
cibo vesciturum, quo caelestes et sempiternae mentes. Hic cibus est
veritas. Veritas autem non est corporea, alioquin rebus incoporeis
non inesset. Non autem inest Deo»
(Ficino,
Theol. platon., VIII, 2). Para la transformación
por ingestión en general («pastor y pasto»),
véase D. Ynduráin, «Y pacerá el amado
entre las flores», en su Aproximación a San Juan
de la Cruz, pp. 19-50.
24
P. 240. La relación de la oda «De la vida en el cielo» con dicho nombre es harto conocida; véase K. Maurer, «Himmlischer Aufentbalt. Fray Luis de León's Ode "Alma región luciente"», op. cit., quien la deriva del Salmo 22, aunque R. Ricard («Le Bon Pasteur et la Vierge dans les poésies de Louis de León», en Nouvelles Eludes Religieuses, París, 1973, pp. 124-128) aporta muchas más fuentes profanas (cf. O. Macrí, pp. 326-327).
25
Pp. 617-618; la imagen del
tabernáculo es de San Gregorio de Nisa (La vida de
Moisés, en PG, XLIV, p. 382), que traduce así fray Luis:
«Tabernáculo es el Hijo de Dios
unigénito, porque contiene en sí todas las cosas, el
cual también fabricó tabernáculo de
nosotros»
.
26
Véanse
simplemente R. Arbesmann, «The concept of
Christus medicus in St. Augustine»,
Traditio, X
(1954), pp. 1-28; S.
Álvarez Turienzo, Regio media salutis, passim. Un poco más adelante, fray
Luis explica con pormenor qué se entiende por salud y, como
era de esperar, hace extensible el concepto a los motivos
más frecuentes de su obra: «La
salud es un bien que consiste en proporción y en
armonía de cosas diferentes, y es como una música
concertada... [y así, Cristo] es la buena correspondencia de
todas las partes del mundo... porque es la paz de todo lo diferente
y el ñudo que ata en sí lo visible con lo que no se
vee... y es la melodía acordada y dulce... »
(p. 633).
27
Fray Luis de
León, Cantar de los cantares de Salomón,
ed. de José Manuel
Blecua, Gredos, Madrid, 1994, pp. 58-60; la cursiva es mía,
también modernizo las grafías y cambio la
puntuación. Además del clásico trabajo de
Perella sobre el beso, véase también V. García
de la Concha, «Fray Luis de León:
Exposición del Cantar de los cantares», en V.
García de la Concha, ed., Academia Literaria
Renacentista. I, Fray Luis de León, Universidad de
Salamanca, 1981, pp. 171-192;
D. Domenichini, «Prime approssimazioni
all' ideario di Luis de
León. El Cantar de los
Cantares», Studi Ispanici (1983), pp. 67-101; José
M.ª Becerra Hidalgo,
ed. y trad., Obra mística de fray Luis de
León, Universidad de Granada, 1986; David J. Hildner,
Poetry and Truth in
the Spanish Works of Fray Luis de León,
Támesis, Londres, 1992, pp. 72-90. Compárese con la
descripción del tratadista del «Quattrocento»
Claudio Achillini: «... in
quell'istante, che s'incontrano gli sguardi, se portano con esso
loro l'anime amanti, bisogna pure in ogni maniera confessare, che
fra via quell'anime s'abbraccino, e si basino, e si confondano, ed
in quel punto rimangano essanimati i petti amanti; e beato chi
sapesse esprimere quella ineffabile mistura e confusione di
spiriti, che si fa in quell'invisibile
passaggio»
(Rime e prose de Claudio Achillini, Venecia,
1651, pp. 246-247). No
obstante, lo dice con ironía; no así cuando se
refiere, más abajo, a la transformación del alma en
Cristo: «nissuna altra
specie d'amorosa trasanimazione mi verrá in pensiero, se non
quell'una, che io doveva fare in Christo, perché Christo no
fantásticamente, ma realmente era quello che communicava a
me stesso il corpo, l'anima, e la Divinitá, ed io a quei
favori ingratissimo corrispondea col trasfonder l'anima mia dentro
gli occhi sacrileghi d'un volto pur troppo
idolatrato».
(pp. 249-250). Como se ve, predomina
aquí la fórmula paulina: «vivo autem, jam
non ego: vivit vero in me Christus»
28
He visto la
conferencia inédita («Una exposición castellana
del Cantar de los cantares, hasta ahora desconocida,
atribuida a fray Luis de León») que me dejó,
con permiso del amable autor, el no menos amable Javier
Sanjosé; los textos que cito son los que trae el profesor
Reinhardt, pues no he podido consultar directamente el manuscrito
ni su transcripción; en principio, debe formar parte de las
Actas del Congreso sobre fray Luis que se celebró en
Salamanca, en 1991; esperemos que se publiquen pronto. Dejemos de
lado el interesante estudio codicológico y la
relación con la exposición editada por J. M. Blecua;
centrándonos en la concepción del amor, sugiere el
profesor que «fray Luis toma en serio la
base natural de la alegoría. En su opinión, los
amantes, que representan en el Cantar a Jesucristo y a la
Iglesia, actúan y hablan según la costumbre
común y vulgar de los amantes en la vida humana... Esta
égloga pastoril no es, según fray Luis, un poema
alegórico, precisamente porque contendría pasajes que
no se pueden aplicar al amor humano; al contrario, justamente
porque este poema representa el amor humano en su plena realidad,
puede manifestar, según fray Luis de León, el amor
divino»
.
29
Cantar de los
cantares de Salomón, a propósito del
versículo «Yo duermo, y mi
corazón vela»
(ed. cit., p. 166). Aporta a continuación
«científicas» razones: «Porque como nuestra alma tenga dos oficios, uno
de criar y conservar el cuerpo, y otro, que es el pensar e imaginar
ejercitándose en el conocimiento y contemplación de
las cosas... cuando este oficio, que es de pensar e imaginar, nunca
lo emplea en sí, sino en aquella cosa a quien ama...
solamente obra consigo las obras de su cuerpo aquello primero...
Esto así parece supuesto y simplemente, sin más
filosofar en ello... que en este lugar muestra la Esposa... porque
su corazón no está en ella, sino en su Amado
está siempre... Y así, cuando el cuerpo duerme y
reposa, entonces está el corazón velando y negociando
con las fantasmas del amor, y recibiendo y enviando
mensajes»
. Más abajo insiste en ello, pero con
unos términos de regusto más bien cancioneril, a
propósito de «Yo soy a mi Amado y
su deseo a mí»
(VII, 9): «el amor de una persona a otra no es otra cosa
sino hacer el que ama un entregamiento y una cesión de
sí... desposeyéndose de sí mismo... Y que esto
sea así, está claro, porque el amor es un aplicarse y
entregarse la voluntad a lo que se ama, y la voluntad es la
señora que manda y rige, y sola ella mueve y menea todo lo
que está en la casa del hombre; de donde se sigue que amar
es darse todo, porque es dar la voluntad, que es señora de
todo»
(p. 237).
30
B. Arias Montano, Rhetoricorum libri IV, Valencia, 1775, p. 211, la cursiva es mía. Debo la cita a Juan F. Alcina, máxima autoridad en la poesía neolatina y generoso amigo.