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1

Las referencias a los textos de Teresa de Cartagena remiten a la edición de Joseph L. Hutton (Cartagena, 1967). Para localizar las citas, se indicará el folio del manuscrito (ms. h-III-24) y, tras los dos puntos, la página de la edición mencionada; además, la cifra romana II remitirá a la obra Admiraçión operum Dey. En la reproducción de fragmentos, no se ha indicado en cursiva la resolución de las abreviaturas, se ha regularizado el empleo de u/v y se ha modernizado la unión o separación de palabras y la acentuación siguiendo las actuales normas ortográficas de la Real Academia Española.

 

2

Cantera Burgos (1952: 537) pudo concretar el linaje de la autora gracias al descubrimiento del testamento en el que don Alonso de Cartagena mencionaba a su sobrina monja Teresa de Cartagena. Nuevos y reveladores datos sobre la autora han sido publicados en fechas recientes por Seidenspinner-Núñez y Kim (2004), Kim (2008) y Rivera Garretas (2007 y 2013).

 

3

El abuelo de Teresa de Cartagena, el rabino Selomó-ha-Leví (1353-1435), se convirtió en 1390 a la fe cristiana adoptando el nombre de Pablo García de Santa María y, tras ser nombrado obispo de Cartagena, tomó el apellido patronímico «Cartagena»; el mismo año también se convirtió su hermano, quien fue conocido como Alvar García de Santa María, famoso historiador de la corte de Juan II. El prestigioso humanista y diplomático Alonso de Cartagena fue tío de la autora; y el caballero Pedro de Cartagena -regidor de Burgos en 1423- su progenitor (Cortés 2004: 31-33).

 

4

A este respecto, María-Milagros Rivera (2013: 608 y 611) plantea la idea de que Teresa decidiera proseguir su andadura vital fuera de los muros conventuales y llegara a vincularse con la corte literaria de Alonso Carrillo de Acuña -arzobispo de Toledo entre 1446 y 1482-, que acogió a autores judeoconversos y, asimismo, fue frecuentada por el escritor Gómez Manrique y su esposa doña Juana de Mendoza, a quien Teresa de Cartagena dedica Admiraçión operum Dey (como se explicará más adelante).

 

5

María-Milagros Rivera (2007a: 765-766) no rechaza la idea de que la escritora hubiera estudiado en la Universidad de Salamanca, y sugiere que pudo ser canonesa agustina en el convento de Santa Dorotea de Burgos o bien -o además- canonesa del monasterio de San Ildefonso de Burgos (que fundó su tío Alonso de Cartagena con monjas provenientes del citado convento) subrayando el vínculo que se dio entre canonesas agustinas y la citada universidad. En cambio, Seidenspinner-Núñez y Kim (2004: 139) opinan que Teresa podría haber recibido lecciones en el convento de San Francisco de Salamanca. Debemos considerar que dominicos y franciscanos tenían cuatro tipos de casas para el estudio: las casas locales o de un convento concreto, provinciales o de cada provincia, generales (o interprovinciales) y las universitarias, que se incorporaron a las universidades para obtener grados académicos; concretamente, los estudios generales de Salamanca se integraron a la Facultad de Teología de la Universidad en 1437 (Andrés Martín 1963: 98-99). Por otra parte, cabe comentar que parientes de Teresa de Cartagena estudiaron en la citada Universidad salmantina: Alonso de Cartagena llegó a ser doctor en Derecho Civil y Canónico, y Gonzalo García de Santa María doctor en Decretos y catedrático de prima (Cantera Burgos 1952: 410).

 

6

Aunque a las mujeres se les limitaba el acceso a una educación superior, hacia el siglo XV (y, en especial, durante el reinado de Isabel la Católica), hubo cierto interés en que las mujeres de la élite burguesa o aristócrata pudieran recibir una enseñanza «intelectual», y ello permitió a ciertas autoras construir por escrito un discurso razonado (Segura 2007: 80-83).

 

7

Margarita Nelken consideró a Teresa de Cartagena como «la primera en fecha de nuestras grandes escritoras místicas» (Nelken 1930: 50 y 68-69) y la distinguió de las místicas de los siglos XVI y XVII porque su escritura reflejaba un pensamiento más profundo y razonado que permitía llamarla «mística razonada».

 

8

Carmen Conde (1963: 115) ya mencionó la línea de continuidad espiritual que vinculaba a las dos escritoras homónimas: «Como faro esplendoroso, Teresa de Ávila. Y antes de ella, iniciación quizá del camino de dolor y de abnegación humana a la búsqueda deslumbradora de lo divino, aquella Teresa de Cartagena, la de la Arboleda de los enfermos». Estudios más recientes que defienden diversas semejanzas entre las dos autoras son: Cortés Timoner (2004, 107-143 y 2015b), Rivera Garretas (2012) y Márquez Villanueva (2014: 35), quien expone: «No hay prueba a favor ni en contra de que Teresa de Ávila tuviera conocimiento de su predecesora, pero el origen y trayectoria de ambas ofrece un coherente mapa de paralelos y de divergencias que solo ahora permite un acercamiento o balance acerca de vidas y obras».

 

9

Si no se indica lo contrario, las citas a las obras de Teresa de Jesús remiten a la edición de Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink (2015). En la reproducción de fragmentos, se indica el capítulo, el párrafo y, tras los dos puntos, la página.

 

10

Podemos tener en cuenta las palabras que John F. Cammarata expuso a propósito de la escritora abulense: «La aceptación, repetición y exageración de la inferioridad femenina es su técnica de superación humilde. Santa Teresa, sutilmente, invalida los efectos de la cultura patriarcal por su estrategia de validarlos arduamente» (1994: 63).