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Fundación de Roma

Pilar Rivero

Julián Pelegrín



Dionisio de Halicarnaso recuerda que existían hasta veinticinco relatos diferentes a propósito de los orígenes de Roma y la fundación de esta ciudad -habitualmente fechada en 753 a. C.-, pero sin duda el más conocido lo proporciona la leyenda de la loba y los gemelos Rómulo y Remo, hijos de Rea Silvia y nietos de Númitor, rey de Alba Longa, una versión autóctona y muy antigua que posteriormente será combinada por los eruditos griegos con la hipótesis helénica del viaje de Eneas y los orígenes troyanos.

Tito Livio (Patavium, 59 a. C.- Roma, 17 d. C.) fue el gran historiador nacional romano de época de Augusto. Es en el marco de la restauración cultural emprendida por este emperador, donde debe ser entendida su obra, una monumental historia de Roma conocida como Ab Vrbe condita que, como su título indica, comenzaba con la fundación de la Ciudad hasta culminar en la muerte de Druso (9 a. C.). En ella la información se organiza según una estricta división por años a lo largo de ciento cuarenta y dos libros, de los cuales únicamente se conservan completos los diez primeros (hasta el año 293) y del XXI al XLV (años 219-167), además de un fragmento del libro XCI. Tenemos conocimiento del resto gracias a un resumen muy condensado de época imperial (Periochae), así como a la utilización que de Livio hicieron autores posteriores como Floro (s. II), Eutropio (s. IV), Julio Obsecuente (s. IV) y Orosio (s. V).





«Pero tenía que ser, en mi opinión, cosa del destino el nacimiento de tan gran ciudad y el comienzo de la mayor potencia después de la de los dioses. La vestal fue forzada, dio a luz dos gemelos y, bien por creerlo así, bien por cohonestar la falta remitiendo su responsabilidad a un dios, proclama a Marte padre de esta dudosa descendencia. Pero ni los dioses ni los hombres la libran a ella ni a los hijos de la crueldad del rey: la sacerdotisa es encadenada y encarcelada, y se ordena que los niños sean arrojados a la corriente del río. Por un azar debido a los dioses, el Tíber, desbordado, no permitía el acceso hasta el cauce habitual a causa de los estancamientos en remanso, y a los que llevaban a los recién nacidos les hizo concebir la esperanza de que éstos se ahogasen en esas aguas a pesar de estar remansadas. En la idea, pues, de cumplir así el mandato del rey, abandonan a los niños en la primera charca, lugar en que actualmente se encuentra la higuera Ruminal, antes llamada Romular, según dicen.

Había, en esa zona, por entonces, extensos parajes solitarios. La tradición sostiene que, cuando el agua, al ser de poco nivel, depositó en seco la canastilla a la deriva en que habían sido colocados los niños, una loba, que había salido de los montes circundantes para calmar la sed volvió sus pasos hacia los vagidos infantiles; que se abajó y ofreció sus mamas a los niños, amansada hasta tal punto que la encontró lamiéndolos el mayoral del ganado del rey -dicen que se llamaba Fáustulo-, y que él mismo los llevó a los establos y los encomendó a su mujer Larentia para que los criase. Hay quienes opinan que Larentia, al prostituir su cuerpo, fue llamada «loba» por los pastores y que esto dio pie a la leyenda maravillosa. Tal fue su nacimiento y su crianza [...]

Una vez devuelto de esta forma a Númitor el trono de Alba, caló en Rómulo y Remo el deseo de fundar una ciudad en el lugar en que habían sido abandonados y criados. Era sobreabundante, por otra parte, la población de Alba y del Lacio, a lo que había que añadir, además, a los pastores; el conjunto de todos ellos permitía esperar que Alba y Lavinio iban a ser pequeñas en comparación con la ciudad que iba a ser fundada. En estas reflexiones vino pronto a incidir un mal ancestral: la ambición de poder, y a partir de un proyecto asaz pacífico se generó un conflicto criminal. Como al ser gemelos ni siquiera el reconocimiento del derecho de primogenitura podía decidir a favor de uno de ellos, a fin de que los dioses tutelares del lugar designasen por medio de augurios al que daría su nombre a la nueva ciudad y al que mandaría en ella una vez fundada, escogen, Rómulo, el Palatino y, Remo, el Aventino como lugares para tomar los augurios.

Cuentan que obtuvo augurio, primero, Remo: seis buitres. Nada más anunciar el augurio, se le presentó doble número a Rómulo, y cada uno de ellos fue aclamado como rey por sus partidarios. Reclamaban el trono basándose, unos, en la prioridad temporal, y otros en el número de aves. Llegados a las manos en el altercado consiguiente, la pasión de la pugna da paso a una lucha a muerte. En aquel revuelo cayó Remo herido de muerte. Según la tradición más difundida, Remo, para burlarse de su hermano, saltó las nuevas murallas y, acto seguido, Rómulo, enfurecido, lo mató a la vez que lo increpaba con estas palabras: "Así muera en adelante cualquier otro que franquee mis murallas". Rómulo, por consiguiente, se hizo con el poder en solitario; la ciudad fundada recibió el nombre de su fundador».


(Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, I 4-7 (selección), traducción de José Antonio Villar, Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 1990.)                






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