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Fustel de Coulanges

Antonio Sánchez Moguel







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En la mañana del 12 del corriente mes, en la aldea de Massy, cerca de la metrópoli francesa, donde había nacido cincuenta y nueve años antes, pasó á mejor vida uno de los historiadores más eminentes de nuestro tiempo, quizás el mayor que tenían las

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naciones latinas, comparable con Mommsen, el insigne autor de La Cité antique y de la Histoire des Institutions politiques de l'ancienne France.

Apartado por sistema de todo lo que pudiera desviarle en algún modo de la esfera propia de su vocación y sus aptitudes, escritor al par que catedrático de Historia en el transcurso de treinta y dos años, esto es, desde 1857, fecha á un tiempo de su primera publicación la Mémoire sur l'île de Chio, y de su ingreso en el Profesorado como catedrático de Historia en el Liceo de Amiens, Fustel de Coulanges vivió en exclusivo para los estudios históricos. Poco antes de morir trabajaba aún en la preparación del tomo III de su monumental Histoire des Institutions politiques, desgraciadamente inacabada.

Las instituciones de Grecia y Roma, por una parte, y, por otra, las de Francia en los siglos medios, señaladamente en el período de orígenes, fueron en absoluto objeto de sus meditaciones y esfuerzos, tema capital, igualmente, de sus escritos que de sus enseñanzas profesionales. Dedicó en especial á las instituciones clásicas los primeros años de su actividad intelectual; consagró á las medioevales, casi por entero, los últimos, que fueron, sin duda, los más laboriosos y fecundos, en tal extremo, que bien puede asegurarse que aceleraron el término de sus días.

Frutos de estos trabajos son, ante todo, sus dos obras fundamentales La Cité antique y les Institutions politiques de l'ancienne France, una y otra premiadas por el Instituto, y que abrieron á su autor de par en par las puertas de las Academias de Inscripciones y Bellas Letras y de Ciencias Morales y Políticas, en la vacante de Guizot en esta última. La Cité antique, cinco veces impresa en el transcurso de diez años (1864 á 1874) y traducida á varias lenguas, inclusa la nuestra1, hizo familiar el nombre de Fustel de Coulanges, no solo entre los eruditos, sino también entre los lectores curiosos y discretos. L'Histoire des Institutions politiques de l'ancienne France, obra de labor más

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vasta y más sólida, es quizás el monumento más valioso de la ciencia histórica de la nación vecina en los quince últimos años. Para nosotros los españoles, sobre sus méritos generales, tiene el muy especial del estudio comparativo que hace en ella su autor de las instituciones visigodas con las demás de aquellos tiempos.

Asimismo, Fustel de Coulanges escribió copiosas monografías sobre cuestiones históricas de la mayor importancia, tales como su Étude sur la propriété à Sparte, y sus tesis francesa y latina del Doctorado, la primera sobre Grèce conquise par les Romains, y encaminada á averiguar la segunda: «Quid Vestae cultus in institutis veterum privatis publicisque valuerit.» Merecen igual mención las monografías comprendidas en la colección intitulada: Recherches sur quelques problèmes d'histoire y otras muchas no coleccionadas aún y publicadas en diferentes Revistas, en especial la Revue politique et littéraire, la Revue des deux Mondes y la Revue des questions historiques, en la cual salió á luz, cinco meses há, la última producción de su inteligencia, que yo sepa al menos, su magistral estudio Le problème des origines de la propriété foncière.

Entre las monografías y las obras más extensas hay la relación más íntima y completa, no solo por lo que toca á las condiciones científicas y literarias, sino también por lo que respecta á los asuntos y materias tratados en unas y otras, que son análogos y complementarios recíprocamente. Diríase que todas son páginas de una misma obra, la historia interna de la antigüedad clásica y de la Francia medioeval, en los aspectos y cuestiones más esenciales y de más dificultoso estudio.

Idéntica correspondencia existe entre sus lecciones y sus escritos, entre la obra del historiador y la del catedrático de historia, ya en el Liceo de Amiens, ya en la Escuela Normal Superior, bien en la Facultad de Letras de Strasburgo y de París. Tuve la fortuna de contarme entre sus oyentes durante el primer semestre del curso de 1886 á 1887 en las aulas de la Sorbona. La Facultad de Letras, tocaba ya entonces los felices resultados de las transcendentales reformas operadas en los últimos tiempos. Á los discursos retóricos había remplazado las enseñanzas prácticas de la ciencia histórica moderna. Al estudio casi exclusivo de la historia

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clásica y francesa, el de los principales tiempos y naciones. Bouche-Leclercq, enseñaba las instituciones griegas y latinas; Rambaud y Lavisse, la historia de los pueblos modernos de Europa; Aulard, la Revolución francesa; Pigeonneau, la historia de las Colonias; Zeller y Fustel de Coulanges, la Francia de los siglos medios. Y, en íntima relación con estas enseñanzas, Luchaire explicaba las ciencias auxiliares de la Historia, en especial, la Paleografía y la Diplomática; la Arqueología, Collignon; y la Geografía, Himly, Decano de la Facultad de Letras, mi respetable favorecedor y amigo y uno de los profesores más distinguidos de la Sorbona.

Fustel de Coulanges explicaba dos lecciones por semana, lunes y viernes, la primera consagrada al Étude des textes; la segunda, á Les Institutions du moyeu-âge, señaladamente en el período merovingio. La claridad del método, la crítica maravillosa de los hechos, la sobriedad de la frase, ya irónica, ya severa, ya encendida y entusiasta, siempre precisa y elegante, llevaban, irremisiblemente, á un tiempo, la convicción á la inteligencia, y al corazón el amor de la verdad histórica. Si alguna cualidad aventajaba á las demás en tan rico y armonioso conjunto, era la de la crítica, tan original como delicada, tan persuasiva como sincera.

Así se comprende que ningún otro profesor francés de Historia en nuestros días, haya logrado formar escuela comparable á la suya, que cuenta ya con discípulos que son hoy verdaderas celebridades como M. Luchaire y M. Guiraud, uno y otro profesores de Historia, aquel en la Sorbona, y este en la Escuela Normal Superior, perito el primero en la historia de la Edad Media, sobre todo la de Francia en los siglos XI y XII; docto el segundo en el conocimiento de las instituciones griegas y latinas.

Considerados en toda su complejidad los trabajos del historiador y el catedrático, los escritos como las lecciones, bien puede asegurarse que en estas como en aquellas se manifiestan las mismas cualidades científicas y literarias de la personalidad entera de Fustel de Coulanges, una de las más originales y conspicuas de nuestros días, que representa, en primer término, felicísimo maridaje del espíritu germánico y el genio francés, los caracteres científicos del primero y las dotes artísticas del segundo. Asi es

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que en sus trabajos no se sabe qué admirar más si la crítica de las fuentes, la profundidad de las investigaciones, ó la sencillez del método, la hermosura del estilo, la propiedad y aticismo del lenguaje.

Investigador ante todo, Fustel de Coulanges, aborda siempre directamente el estudio de las cuestiones, y desde puntos de vista nuevos y personales. Nadie como él ha puesto tan claramente de manifiesto, pongo por caso, la influencia religiosa en la constitución de la ciudad greco-latina, que se venía comunmente considerando como obra puramente jurídica, ó la persistencia y transformación del elemento romano en la organización de la sociedad francesa de los siglos medios, que se quería explicar antes tan solo por el germanismo. Si, á veces, exagera en sus aplicaciones el alcance de la nueva doctrina, queriendo explicarlo todo por ella, cúlpese, no á su inteligencia, sino á las condiciones naturales del humano progreso, aun en los innovadores más insignes.

Su obra no es solo el esfuerzo gigantesco de un entendimiento luminoso, sino también la expresión más pura de un carácter honrado y sincero. Sirva de ejemplo la hermosa respuesta que él daba, en cierta ocasión, á uno de sus más distinguidos contradictores: «Notez que j'aurais bien pu me contredire; je me suis quelquefois contredit, j'espère bien me contredire encore, car j'espère travailler encore beaucoup.» Hé aquí, en pocas palabras, y de cuerpo entero, el sabio y el hombre.

Madrid, 27 de Septiembre de 1889.





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