Montesinos, por ejemplo, piensa que los tres enloquecidos manchegos creados por estos años, Isidora, doña Isabel Godoy y Alejandro Miquis, son la demostración de que: «Galdós, muy consciente en su indagación del mal de España, que siempre ve encarnado en el admirable Caballero, vuelve a referirse a él por modo sutilísimo, por una simple mención de aquellos campos sedientos, que parecen haber dado su alma a todos sus semejantes». La dimensión quijotesca de sus respectivas obsesiones consiste en que «los tres pierden la vida por querer imponerle una máscara que ella arroja de sí». (Galdós II, Madrid, Castalia, 1968, p.75)