Garcilaso escribe «como indio»: El concepto y la función de la escritura incaica en los «Comentarios reales» del Inca Garcilaso de la Vega
Michael Karl Schuessler
En este trabajo me propongo analizar la función de la escritura y la historia oral tal como es percibida por el Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios reales para luego investigar su importancia en el desarrollo y la documentación de la cultura andina. A lo largo de sus Comentarios, la visión garcilasiana de la función de la escritura se entreteje con las referencias a la historia oral y los sistemas incaicos empleados para registrar el pasado, hasta ser considerada por el cronista como una forma de escritura en términos europeos1. Esta consolidación llegará a constituir un sistema de discurso autorizado para presentar, de manera verosímil para sus lectores, la trayectoria de las culturas tanto preincaicas como incaicas. Este fenómeno, que se desarrolla paulatinamente a través de su obra, desmiente un proyecto discursivo que llega a incorporarse en un esquema retórico creado para justificar su cultura materna y, al mismo tiempo, prestar autoridad al historiador2. No obstante, observamos que este mismo esquema retórico -tan cuidadosamente armado por el Inca- llega a presentarse como un agente que reduce y tergiversa la historia «verdadera»» en vez de ampliar y revelar su trayectoria.
Antes de adentrarnos en el tema que realmente nos ocupará -el de la naturaleza de la «escritura» incaica y su relación con la europea- nos es conveniente indicar, a grandes rasgos, cuáles deben ser los propósitos de la escritura según el Inca Garcilaso. En primer lugar, tanto para el Inca como para la tradición del renacimiento italiano a la cual se adhiere, la escritura europea como instrumento de la historia parece constituir una herramienta cultural que sirve para eternizar los hechos de los hombres y las historias de los grandes imperios al servir como una suerte de memoria colectiva inmutable y oficial. Para subrayar esta noción, el autor -desde el principio de su obra- crea una dicotomía compuesta por las culturas letradas (tanto paganas como cristianas) que se oponen a las culturas americanas iletradas.
En la conversación entre el joven Garcilaso y su tío, la cual dará pie a los Comentarios reales, tanto la función de la escritura en términos renacentistas como la dicotomía entre las dos culturas está muy claramente expuesta:
Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas ¿qué noticias tenéis del origen y principio de nuestros Reyes? Porque allá los españoles y las otras naciones, sus comarcanas, como tienen historias divinas y humanas, saben por ellas cuándo empezaron a reinar sus Reyes y los ajenos y al trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuántos mil años ha que Dios crió el cielo y la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus libros. Empero vosotros, que carecéis de ellos, ¿qué memoria tenéis de vuestras antiguallas?3 |
(29) |
El tío, al escuchar la pregunta de su sobrino, procede a responder a cada uno de sus dudas a través de un monólogo que el Inca nos transcribe en sus Comentarios, no como una fábula con escaso valor historiográfico, sino como un texto que cita libremente -junto con las historias de sus condiscípulos y las citas de algunos textos de autores españoles4. En este sentido, podemos afirmar que, desde el principio de su obra, el Inca desarrolla conscientemente un proyecto retórico cuya meta es la de prestarle al discurso oral andino el valor de un texto historiográfico europeo.
Sin embargo, la
creencia de que una historia oral sea más vulnerable a los
estragos del tiempo que su versión escrita y que, por lo
tanto, no pueda guardar «la memoria de las
cosas pasadas»
está sutilmente cuestionada y
últimamente refutada por el Inca. Esto a través de
una reconsideración del valor de la historia oral y la
categoría de los sistemas incaicos desarrollados para
preservar la memoria, al cotejarse con las desventajas (y defectos)
de una historia escrita. Su fuente histórica más
importante -la que le proporciona autoridad de narrador y
originalidad a su obra- no proviene simplemente de un profundo
conocimiento del quechua y su cultura materna, sino de un texto
oral que él transcribe a una forma retórica aceptable
para una sociedad letrada, en este caso, la de Europa del siglo
diecisiete5.
De esta manera, como esperamos ilustrar en esta
investigación, El Inca aprovecha tanto las virtudes
inmediatas (socráticas) del hablar como las posibilidades y
obvias ventajas que ofrece el texto escrito (platónico).
Si consideramos la formación clásica del Inca, no es sorprendente que cuestione el valor absoluto de la escritura como forma adecuada para preservar la memoria de una cultura. Recordemos que su primera obra -la traducción al español de los Dialoghi d'Amore de León Hebreo- constituye un texto clave de la filosofía neoplatónica medieval-renacentista6. La influencia que ejerció en el pensamiento del Inca esta escuela filosófica se observa a través de la vida y obra del cronista, forma parte de su cosmovisión y, al mismo tiempo, le proporciona una herramienta indispensable para comprender su realidad tanto individual como cultural7.
Es en el diálogo titulado el Phaedrus donde Platón, por medio de Sócrates, plantea su visión del valor de la escritura para comunicar la verdad. Al principio de este diálogo, Sócrates, inspirado por un discurso del retórico Lysias dedicado al amor, conversa con su amigo Phaedrus de este tema, lo cual lleva a una discusión sobre la retórica y la escritura en cuanto a su capacidad para comunicar la verdad. Al final del diálogo, Sócrates introduce una historia en la forma de mito (único vehículo retórico capaz de representar la verdad) para subrayar algunos defectos que presenta la escritura. Según cuenta, hace muchos años, había un dios llamado Theuth que, entre muchas otras cosas, inventó la escritura. Al presentar esta invención al rey de Egipto, anuncia que es el remedio para la memoria y la sabiduría. El rey, sin embargo, señala sus aspectos negativos:
Those who acquire it will cease to exercise their memory and become forgetful; they will rely on writing to bring things to their remembrance by external signs instead of on their own internal resources. What you have discovered is a receipt for recollection, not for memory. And as for wisdom, your pupils will have the reputation for it without the reality: they will receive a quantity of information without proper instruction, and in consequence be thought very knowledgeable when they are for the most part quite ignorant. And because they are filled with the conceit of wisdom instead of real wisdom, they will be a burden to society8. |
(96) |
Al mismo tiempo, el reparo principal de Sócrates en contra de la escritura -y la consiguiente superioridad (en cuanto a su veracidad) de la historia oral comunicada por alguien que conoce el tema- es el mismo que nos presenta implícitamente la situación entre el Inca y su Tío citado anteriormente. Señala Sócrates:
(97; énfasis nuestro) |
Otra observación que hace Sócrates sobre la escritura y su interpretación también se relaciona directamente -como veremos- con una de las denuncias más mordaces que hace el Inca acerca de los españoles, que según el cronista, no entienden la lengua, mucho menos los métodos que se han desarrollado para conservar la memoria, y por lo tanto jamás podrán comprender la historia de su cultura materna. Sócrates indica que:
(97) |
Esta admonición se encuentra en el principio de los Comentarios en la sección intitulada «Advertencias acerca de la lengua general de los indios del Perú». Aquí señala en Inca, no sin cierto desprecio, que:
(5) |
Obviamente, la
relación entre lengua y escritura es fundamental tanto para
Platón como para el cronista, sólo que Garcilaso va
más allá que el filósofo griego al considerar
algunas de sus implicaciones más generales para adscribir,
en un esquema de las etapas jerárquicas de la cultura
andina, un lugar especial ocupado por el lenguaje, el cual se
convierte en un criterio que le sirve para juzgar el estado de
desarrollo de la cultura humana. Al describir las civilizaciones
preincaicas, Garcilaso apunta que en las culturas más
«bárbaras»
los
habitantes «son irracionales y apenas
tienen lengua para entenderse unos con otros dentro de su misma
nación, y así viven como animales de diferentes
especies, sin juntarse ni comunicarse ni tratarse sino a sus
solas»
(24). Por consiguiente, en las culturas un poco
más avanzadas:
los que se entendían en un lenguaje se tenían por parientes, y así eran amigos y confederados. Los que no se entendían, por la variedad de las lenguas, se tenían por enemigos y contrarios, y se hacían cruel guerra, hasta comerse unos a otros como si fueran brutos de diversas especies9. |
(27) |
Cuando pasa del
lenguaje en términos generales al concepto de la escritura,
el cronista plantea una situación parecida a la de la
religión providencialista de los incas, en la cual «rastrearon con este nombre...
[Pachacámac]... al verdadero Dios nuestro»
(50).
Es decir, el autor de los Comentarios reales parece
indicar -primero a través de su tratamiento ambiguo de lo
que constituye la escritura- que los incas también
estuvieron al borde de la escritura (en términos europeos;
es decir, un alfabeto fonético). Sin embargo, la
última meta de estas culturas -como la de la cristianidad en
términos religiosos- es una cultura letrada que, como
veremos, en la interpretación del Inca, logra combinar los
aspectos positivos de la escritura con aquellos aspectos favorables
de una tradición oral presentes ya en la cultura incaica.
Estos son los mismos que fueron señalados por
Sócrates -al advertir el aspecto
«cadavérico» de la escritura.
Inicialmente esta actitud se nota en una marcada ambivalencia en cuanto a una definición de lo que constituye la escritura y, por consiguiente, su formulación en un texto. Margarita Zamora observa que:
(241) |
Lo que elabora el
Inca a través de los Comentarios, es un discurso
«perfecto» ya que constituye la consolidación de
la tradición de la historia escrita (que permite guardar
«la memoria de cosas pasadas»
)
y la de la tradición oral (que permite la
interrogación del «texto»). De esta manera, se
evitan los problemas presentes en los dos sistemas para crear lo
que denomina Sócrates en el Phaedrus, «the kind [of writing]
that is written on the soul of the hearer together with
understanding; that knows how to defend itself, and can distinguish
between those it should address and those in whose presence it
should be silent»
(98). De esta manera el
Inca logra, por una parte, reivindicar las tradiciones de su
cultura materna para incorporarlas al sistema retórico
(renacentista) imperante en Europa. Al hacer esto, el historiador
trasciende estos dos modelos discursivos (letrado/iletrado) para
llegar a una fórmula absoluta de la escritura, es
decir, una que no se cierra herméticamente como un texto
escrito sino que permite (a través de su particular
método de composición) el cuestionamiento y la
aclaración.
Si bien el historiador llega a consolidar estos dos aspectos -lo escrito y lo oral- a lo largo de su obra, hay que insistir en que la ambivalencia fundamental tiene sus bases en la interpretación de lo que constituye la escritura. También se debe señalar que la cuestión de la escritura, no solamente como indicador del desarrollo cultural sino como remedio (o no) para los estragos de la memoria, subyace en todos los aspectos del proyecto garcilasiano y, según nuestro parecer, constituye una faceta importante hasta ahora no considerada de su obra.
Para comenzar,
¿cómo se distingue la escritura europea de los
sistemas ya desarrollados por los incas para preservar la memoria?
No nos referimos simplemente a los «quipus» o
«nudos», sino también a otras formas de la
conservación de la memoria que el autor parece equiparar con
la escritura. En sus «Advertencias acerca de la lengua
general de los indios del Perú» que mencionamos
anteriormente, Garcilaso describe los valores fonéticos del
quechua «para que se entienda mejor lo
que con el favor divino hubiéramos de escribir en esta
historia»
(5) y también para corregir a los
historiadores españoles que por no saber el quechua han
agregado muchas letras equivocadas «en
perjuicio y corrupción del lenguaje»
(5). La
notable autoridad lingüística que nos presenta el autor
parece referir a un conocimiento de una escritura
paradigmática -pero hasta ahora inexistente- incaica. Al
defender sus derechos de hacer tales enmiendas ortográficas,
vemos por vez primera una decidida ambivalencia hacia lo que
constituye la escritura. El Inca nos explica que:
(5; énfasis nuestro) |
De este modo,
Garcilaso parece adherirse a una visión de la escritura que
se puede denominar neoplatónica, en la cual ya existe, en un
estado todavía no alcanzado pero real, un alfabeto incaico
en su «propiedad y pureza»
es
decir, arquetípica. Vista de esta manera, no nos parece tan
paradójica su afirmación de escribir «como indio»
para «atajar esta corrupción»
(la de
su transcripción defectuosa al alfabeto latino poco adecuado
para tal sustitución lingüística). Su esperanza
de encontrar la clave de tal transcripción absoluta en una
lengua europea presenta al Inca Garcilaso un dilema que se
podría resumir en las palabras de Susana Jakfalvi-Leiva:
(360) |
Creemos que,
cuando sometida a los principios de la filosofía
neoplatónica esta «sustitución lingüística
violenta»
se vuelve más lógica y
comprensible10.
Un ejemplo de este proceso sincrético se encuentra
claramente ilustrado en los Dialoghi d'Amore de León Hebreo -texto
neo-platónico por antonomasia- cuando el traductor, en el
tercer diálogo, es confrontado con una serie de supuestas
verdades aparentemente incompatibles y apunta que una verdad no
puede contradecir otra y por lo tanto ambas tienen que ser
armonizadas (Durand, 32). Un ejemplo de este deseo de armonizar
opuestos se encuentra plenamente desarrollado en el proyecto
garcilasiano de crear una simbiosis entre el imperio español
y el de la civilización incaica. Cabe recalcar el hecho de
que el Inca es un mestizo y, como él mismo admite en varias
ocasiones, siente un gran interés personal en reivindicar su
realidad, tanto biológica como cultural, a través de
esta síntesis.
El tío del
Inca, cuya ausencia lamenta Garcilaso por «no haberle preguntado otras muchas [cosas] para
tener ahora la noticia de ellas, sacadas de tan buen
archivo, para escribirlas aquí»
(33;
énfasis nuestro) nos da otro ejemplo de esta actitud
ambivalente hacia la definición de la escritura.
También es precisamente aquí donde parece reconocer
el valor de la historia oral ya que se la puede cuestionar y
aclarar, a través del diálogo, los puntos más
importantes de la misma. Desafortunadamente el Inca está
lejos de su tío y, por lo tanto, su historia asume ahora las
mismas desventajas que, en términos socráticos, posee
cualquier discurso escrito: «if you ask them what they mean by something
they simply return the same answer over and over
again»
(Plato, 97).
Los parientes de los condiscípulos del Inca también sirven un propósito similar:
(35) |
En este caso la
información solicitada no constituye simplemente la
transcripción de un relato oral, sino la de otro sistema de
escritura que poseían los incas y compuesto de «sus cuentas y nudos con sus historias
anales»
que «sacaron de sus
archivos y tradición de ellas»
. Estos sistemas
luego fueron transcritos al castellano y parecen incorporar fuentes
que conservan sus historias en una forma muy precisa (y
todavía susceptibles de ser resucitadas) porque contienen
«la noticia de los hechos y conquistas de
cada Inca»
-información evidentemente rescatable
que el cronista utilizará en otra ocasión como
ejemplo de los defectos de la tradición oral, pues son
precisamente los matices históricos los que no puede
conservar una cultura iletrada. Es preciso notar en esta cita la
íntima relación que parecen compartir la historia (y
su forma de representación) y la tradición de una
cultura. Creemos que es esta correlación entre las formas
incaicas de «escribir» y las tradiciones que las
acompañan la que posibilita la exactitud y detalle de tales
historias, historias no limitadas al reino del incario sino que
«cada provincia tiene sus cuentas y
nudos»
y de esta manera proporcionan a Garcilaso la
información más precisa y cuantiosa para los
comentarios que escribe11.
Esta visión ambivalente de lo que constituye la escritura se vuelve más problemática si consideramos algunos otros ejemplos de su invocación. De la filosofía de los incas el cronista señala que:
(82; énfasis nuestro) |
De modo que el
Inca parece estar indeciso acerca de si sus antepasados tuvieron
ciencias o no porque de un lado «filosofaron cosas sutiles»
pero del
otro «quedaron cortos en todas ciencias o
no las tuvieron»
. No obstante, afirma que las que
alcanzaron las «dejaron
señalad[as] con señales toscas y groseras para que
las gentes las viesen y notasen»
. Aunque no existiera en
la cultura incaica lo que el cronista denomina filosofía y
ciencia, su desarrollo evidentemente fue registrado por una suerte
de escritura que, para el Inca, parece constituir la única
manera de perpetuar las ideas de una cultura12.
Hay que recordar, sin embargo, que esta información que nos proporciona el cronista procede de fuentes orales -tan fuertes y arraigadas en la cultura incaica- que han posibilitado a su tío contar la detallada historia que luego constituirá, en gran parte, la obra del Inca. Podemos indicar que la crítica de la tradición oral procede directamente de una herencia letrada -la de la cultura europea- y que el autor todavía parece no reconocer hasta qué punto una cultura iletrada suele desarrollar otras formas de preservación de la memoria que pueden subsumir la tarea de la escritura -pues son estos sistemas (quizás mnemotécnicos) los que han posibilitado su obra que incorpora, en muchos respectos, la transcripción de una historia oral.
Un ejemplo de tal
sistema desarrollado para conservar la memoria de una cultura
¡letrada se encuentra en la afirmación del tío
de Garcilaso cuando éste le pide que cuente su historia y
particularmente en su consejo al joven historiador: «-Sobrino, yo te las diré [las historias]
de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas el
corazón (es frase de ellos por decir en la
memoria)»
(29). En esta frase notamos que el consejo de
su tío desmiente la existencia de un desarrollado concepto
de lo que define la memoria pues nos indica precisamente en
qué parte de la anatomía humana se encuentra dicha
facultad y la importancia de guardar allí lo que le va a
relatar. Esta actitud de resaltar la memoria en detrimento de la
escritura invade su obra paulatinamente hasta que la palabra
escritura se puede aplicar a cualquier sistema
indígena para conservar la memoria.
Al hablar sobre la
filosofía moral, nos revela la existencia de un sistema que
trasciende la memoria colectiva oral con su tradición
mnemotécnica y que se encuentra de forma
«escrita»: «La
filosofía moral alcanzaron bien, y en práctica la
dejaron escrita en sus leyes, vida y costumbres, como en el
discurso se verá por ellas mismas»
(82).
Aquí notamos que el Inca ha modificado su idea de lo que
constituye la escritura al incorporarla a una manera de vivir
-leyes, vida y costumbres son las portadoras de la memoria
colectiva andina. Cuando hace referencia a estas leyes vemos que,
de alguna manera, el sistema de los incas es capaz de registrar
precisamente lo que no podía preservar en el caso de la
filosofía pues: «El Primer Inca
Manco Cápac, diciendo que él las había
ordenado todas, unas que había dejado hechas y puestas en
uso y otras en dibujo, para que adelante sus descendientes las
perfeccionasen a sus tiempos»
(63). En este caso no
solamente se puede preservar las leyes del Incario para el futuro,
sino que la interpretación de ellas es tan precisa que
aún pueden perfeccionarse. No obstante, al hablar sobre
estas mismas leyes, el Inca parece contradecirse al afirmar que la
carencia de la escritura es precisamente lo que les impidió
a los incas preservar sus leyes, mucho menos perfeccionarlas:
«Y por esta causa no se puede decir con
certidumbre cuál de los Incas hizo tal o tal ley, porque,
como carecieron de escritura, carecieron también de muchas
cosas que ella guarda para los venideros»
(63).
Esta aparente
ambivalencia también se observa cuando describe sus logros
en la astronomía de los solsticios «los cuales dejaron escritos con
señales grandes y notorios, que fueron ocho torres...
escribiéronlos con letras tan groseras porque no supieron
fijarlos con los días de los meses...»
(83-4;
énfasis nuestro). Vemos aquí que, en realidad, los
incas han construido un orden simbólico que, en vez de
limitarse a las efímeras palabras de un manuscrito tan
abierto a la distorsión, se realizan en monumentos de
piedra13.
La forma de la ciudad reemplaza, hasta cierto punto, la escritura
porque: «Sólo quiso el Inca que
hubiese esta división de pueblo y diferencia de nombres alto
y bajo para que quedase perpetua memoria de que a los unos
había convocado al Rey y a los otros la Reina»
(31)14.
En la conclusión de sus capítulos sobre las ciencias alcanzadas (o no) por los incas, Garcilaso parece decidir a favor de la existencia de la filosofía pero en contra de una manera adecuada para preservarla:
(93) |
Para el Inca la escritura permite la acumulación de información cultural -en este caso los tratados científicos- para su desarrollo y perfección a través de los siglos.
Sin embargo, el ejemplo más claro del estado de desarrollo de la «escritura» incaica se encuentra precisamente en los restos de la obra (escrita) del jesuita mestizo, el Padre Blas Valera, donde él ha recopilado algunos de los mitos y poemas de los incas:
(92) |
En este
párrafo tenemos una descripción detallada del sistema
de hilos que habían desarrollado los incas y cómo se
consideran «unos anales
antiguos»
vinculando este sistema (mnemotécnico)
al sistema europeo de la escritura. Al escuchar estos versos
-resucitados por los amautas, a quienes, el Inca luego se
referirá como «escribanos»
, prestándoles
más características de una cultura letrada- el Padre
los redacta y «los tomó de
memoria»
, hecho que desmiente la íntima
relación que existe en una cultura letrada entre la memoria
y la escritura. De hecho, los versos que encuentra Blas Valera a
través de los «nudos» y los amautas «eran pocos, porque la memoria los guardase;
empero muy compendiosos, como cifras... Por la mejor parte
semejaban a la natural compostura española que llaman
redondillas»
(91). Una vez más la escritura de los
incas semeja a la forma «natural» europea. Esta
relación constituye otro ejemplo de la tradición
neo-platónica que se infiltra en la obra del Inca, pero esta
vez abarca no simplemente el archi-alfabeto que Garcilaso
encuentra en las letras romanas, sino una forma poética -la
redondilla- preferida por los poetas españoles del Siglo de
Oro como Lope y Calderón.
Cuando habla de los métodos de comunicación a larga distancia, el Inca apunta que;
(229; énfasis nuestro) |
Ahora bien, si
sustituimos «hilos» por «letras»:
¿Cómo se distingue éste de nuestro sistema de
escritura? Este sistema, como el alfabeto europeo, se basa en una
serie fija de elementos (los hilos de «diversos
colores») que, al integrarse en una palabra, no lo hacen
siempre de la misma manera sino que cada concatenación de
letras es lo que crea la estructura que distingue una palabra de la
otra. Claro, el sistema incaico no es fonético, pero
sugerirnos que se presenta de tal manera por el Inca para aparecer
al borde de la alfabetización occidental -no muy distinto al
sistema religioso que también «rastreaba el verdadero dios Nuestro
Señor»
.15
Si analizamos los
Comentarios reales tomando en cuenta las observaciones que
en este estudio se han presentado, veremos que para Garcilaso la
escritura europea no solamente se compara con los sistemas
elaborados por los incas sino que actúa como un agente que
reduce y tergiversa la tradición de su cultura en vez de
ampliar y revelar su admirable trayectoria, En una ocasión
comenta el Inca que su historia la ha acortado «quitando algunas cosas que pudieron hacerla
odiosa»
(33). Pero en otra al describir las culturas
preincaicas:
(28) |
De esta manera, al criticar las «bárbaras» culturas preincaicas, vemos que la verdad acerca de su historia se reduce bajo el velo del discurso escrito mientras que su valor como guardián de la memoria está puesto en duda por su invitación a ser distorsionado por la imaginación. Para el Inca, la escritura no constituye un registro impermeable sino que invita la imaginación a ampliar la historia y llenar los vacíos -situación que nos recuerda los quipus y otros artificios mnemotécnicos utilizados por los incas para preservar la memoria de su cultura. Vemos con más claridad la riqueza de este sistema incaico cuando el Inca nos admite que el español -en donde parecía haber encontrado el sistema alfabético para traducir el quechua en su «pureza»- no es capaz de representar todo lo que le ha contado su tío pues:
(33) |
La afirmación que hace Margarita Zamora parece plausible en el caso del Inca aunque no desarrolla, como hemos intentado hacer aquí, las importantes cuestiones acerca de la naturaleza de la escritura que presenta Garcilaso. Ella señala que:
(42) |
No obstante, en su
investigación, Zamora parece ignorar el proyecto discursivo
del cronista que se basa, como hemos ilustrado, en una
interpretación cuidadosa de las ideas socráticas
vis à
vis una lengua escrita y hablada. Por consiguiente, el Inca
entreteje la función de la escritura con alusiones a la
tradición oral de su cultura materna. Lo hace no sólo
para justificarla sino para crear -a través de esta
dicotomía aparentemente irreconciliable- un discurso
perfecto (en términos neoplatónicos). Discurso que,
por lo demás, constituye la armoniosa consolidación
de dos verdades, en este caso la de la tradición de la
historia escrita que «permite guardar la
memoria de las cosas pasadas»
y la de la tradición
oral que permite, entre otras cosas, la interrogación del
«texto» articulado. No obstante, aunque producto de
esta consolidación de dos tradiciones -a primera vista
autoexcluyentes- la obra del Inca Garcilaso de la Vega es una
historia escrita cuya fuente «parlante», y por
consiguiente dialéctica, (la de su tío) ha sido
transcrita a la forma europea de la historia escrita, perdiendo, a
su vez, el aspecto oral que ahora se encuentra cristalizado en la
forma y la estructura clásica de los Comentarios
reales.
- Durand, José. «Garcilaso: Between the World of the Incas and that of Renaissance Concepts», Diogenes 43 (1963): 2-1-45.
- González-Echeverría, Roberto. «Imperio y estilo en el Inca Garcilaso». Discurso Literario III.1 (1985): 75-80.
- Jakfalvi-Leiva, Susana. «Errancia y (des)centralización lingüística en la cultura andina». Discurso Literario IV.2 (1987): 357-365.
- Ong, Walter. Orality and Literacy. London. Methuen & Co. Ltd., 1988.
- Plato. Phaedrus and Letters VII and VIII, tr. Walter Hamilton. New York; Penguin Classics, 1985.
- Piedra, José. «The value of Paper». Res: Anthropology and Aesthetics 16 (1988): 85-104.
- Vega, Garcilaso de la. Comentarios reales. México. Ed. Porrúa, 1984.
- Zamora, Margarita. «Language and Authority in the Comentarios Reales». Modern Language Quarterly All (1982): 228-241.