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Graduaciones náuticas de las Cartas de Indias



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Logran privativa consideración para el conocimiento reflexivo de nuestra historia nacional, en cuanto puede ser alcanzado por nosotros, el juicio que forman de los varios elementos de la cultura patria escritores extranjeros coetáneos, los cuales como libres de los afectos de sobrada parcialidad que suelen inspirar á la continua las solicitaciones del amor propio, han de proceder, según razonable verosimilitud, con estricta justicia, cuando motivos de preocupación, más ó menos presumibles, no les inclinen á proceder de otra suerte. Con suponerse de antemano en lo común, por lo que toca á juicios dictados fuera de España sobre negocios españoles, espíritu de generosa rectitud engendrado por el amor á la verdad, es en rigor todavía indispensable que procuremos comprobar por nosotros mismos, si se ha formado ajustadamente el proceso; cosa no nada fácil fuera del teatro de la acción y circunstancias á cuyo resultado se atiende, así por la escasez de datos, como por la dificultad de proporcionarse testimonios verídicos, que nunca sobraron en tal materia historial, aun tratándose de averiguaciones llevadas á cabo en nuestro propio suelo. Menester es que el escritor que falla como juez é informa como testigo de mayor excepción en los asuntos en que interviene, sea, no solamente ajeno á todo propósito de engañar, oscurecer ó extraviar á los demás en lo que declara y dice (conato   —148→   que no es honesto atribuirle), sino abonado en su crédito y doctrina, en términos que no aparezca que haya sido engañado. Nace de aquí para nosotros un doble interés en comprobar, rectificar y dar á conocer equivocaciones de los doctos extranjeros sobre cosas pertenecientes á nuestro país, con importar no poco al buen nombre español el que no se nos estime por peores y diferentes de lo que somos, y cumplir especialmente al provecho de nuestros nacionales sea apreciado puntualmente, si los juicios, censuras y consejos de los escritores alienígenas pueden ó no servirnos de instrucción y de apetecible enseñanza. Atentas estas razones, no hay para qué encarecer la conveniencia de seguir de cerca las disputas empeñadas en el extranjero sobre los libros de nuestros sabios, entre los cuales merecen ocupar nuestra atención muy particularmente las mantenidas poco há en Alemania, acerca de los escritos y publicaciones geográficas dadas á conocer recientemente por nuestro distinguido compañero D. Cesáreo Fernández Duro. Comisionado por nuestro ilustre Director al efecto de trasladar en lengua castellana los trabajos publicados sobre esta materia en los diarios geográficos de Berlín y Carlsruhe, doy principio al cumplimiento de mi cometido con la traducción del último: documento de extensión corta, cuyo texto, debido á la docta pluma del profesor Dr. Eugenio Gelcich, es como sigue1:

«Un hombre á quien al par del Dr. Weyer de Kiel honramos y respetamos como uno de los dos grandes historiógrafos náuticos de nuestro tiempo, el Dr. Breusing, Director de la Escuela de Navegación en Brema, ha señalado con repetición y demostrado minuciosamente el error, que debía ocasionar de suyo la confusión de las cartas loxodrómicas de los italianos con las llamadas cartas planas2. Mientras fué costumbre, como propio de cartas hechas por loxódromos poco científicos, el presentar un   —149→   campo de graduación de forma cónica, eran graduadas las cartas portuguesas del Océano con meridianos figurados por líneas rectas y por paralelas transversales; es, á saber, en la forma de proyección cilíndrica.

Aún después del descubrimiento de América, en época en que se disponía ya de determinaciones de latitud más exactas, continuando los Cartógrafos españoles en la necesidad de verificar las representaciones con arreglo á loxodromos defectuosos todavía, se vieron forzados á ofrecer una escala especial de latitud, para las costas, al determinar la situación de regiones donde, con ser grande la cantidad de error, la diferencia de latitud era muy ostensible, como en las costas de América. De esta segunda escala de latitudes hablan así Mercator en su carta á Granvella3 como Edward Wright en el prólogo á su trabajo Certain errors in Navegation, 1599. En la carta de Pedro Reinel, que Kunstmann ha publicado en el Atlas para la historia del descubrimiento de América, se ofrece en la costa de Neufundland (nuevo país de minas), la segunda escala de latitud, convergiendo con el meridiano central de la carta. Kohl, en su History of the discovery of Maine Portland, 1869, da una copia de dicho trazado en proporción reducida, y dice en sus observaciones á este propósito. There is one indication of latitude along a perpendicular line, running across the entire sheet of the chart: and another indication along an oblique or transverse line, which is shorter and runs along the shores of Northern America. Along the perpendicular line Cape Race has the latitude of 50 ½º N. Along the oblique line it has the latitude of 47º N. This late, is nearer the truth. Muéstrase aquí evidentemente una segunda confusión del plano cónico con la proyección cilíndrica, sobre la cual pueden ver más detalles nuestros lectores en el trabajo del Dr. Breusings, titulado «La Coleta de Martelojo»4.

Poco há, se ha publicado por D. Cesáreo Fernández Duro, individuo de la Real Academia de la Historia y capitán de navío,   —150→   en el sexto tomo de las «Disquisiciones Náuticas»5, de que es autor, un nuevo documento, que deja conocer el estado de la Cartografía en España en la época de los Descubrimientos. Es la copia de un diálogo compuesto por Hernando Colón sobre la doble escala de latitud, el cual tiene este título: Coloquio sobre las dos graduaciones diferentes, que las cartas de Indias tienen, escrito por Hernando de Colón6. Duro ha publicado el diálogo sin una palabra de explicación, salvo esta advertencia, puesta al frente del trabajo impreso. «En algunas de las primitivas del Nuevo Mundo se observa que existen dos graduaciones distintas de difícil explicación, si no viniera á darla la interesante crítica, que escribió el hijo del gran Almirante, como sigue, etc.». «Por lo que atañe á lo que demanda de suyo la explicación de la doble escala de latitudes, hemos visto que se ha dado largo tiempo há. En nuestra opinión sería muy de desear que pues han debido existir muchas de estas cartas «Primitivas» poseyéramos una descripción exacta de las mismas in fac simile, en lo posible. Esto, que quizá es hacedero, nos ayudaría á mejorar nuestros conocimientos sobre la relación de la declinación magnética, en la época de los Descubrimientos, y quizá resolver finalmente de una vez el problema sobre el verdadero Guanahaní de Colón»7.

Volviendo á nuestro documento, vamos á reproducir los pasajes más interesantes del mismo, añadiendo algunas consideraciones. Ante todo, vemos por la introducción que Hernando no estaba persuadido de la ventaja de la escala doble, con la cual se declara poco el carácter de tales Cartas. Los interlocutores del diálogo se llaman Fulgencio y Teodosio.

«F.   Vengo de oir una plática que se ha tratado cerca de los yerros que dicen que hay en los instrumentos de la navegacion, especialmente en las dos graduaciones diferentes que las cartas de Indias tienen.

T.   Y ¿pues que se dice deso?

—151→

F.   Dicese ques falsedad e yerro grande, que contra el arte se hace, mas el que hace las cartas dice ques bien que se hagan así, porque muchos pilotos están usados á aquellas, y tienen ya imaginacion que con aquellas aciertan y que con otras no, sino las aprenden.

T.   Siendo ello yerro en el arte, no puede ser que con ello acierten, que la verdadera navegacion no sufre yerro ninguno: y á la verdad, no aprovechará en esto su imaginacion, que aquí no hace al caso».



Estas últimas palabras son muy significativas. El conocimiento verdadero de la Náutica no admite errores, y cuando los pilotos creen llegar al lugar de su destino con la doble escala, se equivocan. Sobre la construcción de las cartas dan explicación los lugares siguientes:

«T.   Sabeis, señor, que el que hace las cartas con que navegan á las Indias de S. M. les pone dos graduaciones diferentes, tres grados una de otra, y en algunas más y en otras ménos, y dice que esto hace, porque la falta del aguja (la mala designacion de la aguja) se enmiende en la carta, de manera que le parece á él que es necesario desconcertar la órden y concierto de la carta, para enmendar el aguja, y para ello hace las dos graduaciones contrarias, diciendo que la diferencia que el aguja hace en todo el camino lo quiere enmendar juntamente en aquella segunda graduacion, y así quita los grados de ella de su propio lugar, y los pone diferentes de la primera graduacion los dichos tres grados ó más».



La diferencia es, pues, en algunas cartas mayor y en otras menor que tres grados, de donde sacamos la presunción de que de algún ejemplar de carta podríamos comprobar con más precisión la declinación de la aguja por entonces. Saltamos algunas frases del diálogo que se refieren á los abusos de los constructores de cartas, que estando solo autorizados á vender su patrón, desempeñaban puestos en la casa de contratación, y no sometían las cartas á comprobación rigurosa. Algunas de las observaciones que siguen, puestas en boca de los interlocutores, pueden servir á derramar alguna luz sobre el estado de la ciencia náutica en tiempo de Hernando Colón.

  —152→  

«F.  ... Volvamos á las cartas, y á lo que se dice del aguja. Si esta diferencia que hace, si se sabe que tanto es...

T.   Ninguna certinidad hay, ni hasta agora se sabe la diferencia precisa que el aguja hace, ni hay regla que tal diga, ni los pilotos tienen instrumento ni otra cosa con que lo puedan saber.

F.   Pues si es así que no se sabe, paréceme á mí que considerado que el arte de la navegacion es tan delicada y subtil, que aun de pocos minutos tiene cuenta, no hay razon para usar de cosa tan sin órden y tan sin cuenta y tan mal entendida, como esta es, ni que por ella se quite la buena órden y concierto que la carta tiene.

T.   Pues así pasa, que ni el que hace las cartas, ni los pilotos que con ellas navegan, tienen de esto cosa acierta á que se atengan, sino sólo su parecer y cabeza de cada uno, y como las cabezas son diferentes, los sentidos asi son, de donde no pocos yerros suceden. Pocos dias ha que viniendo una nao de Indias venian dentro tres pilotos y todos tres traían sus cartas y los otros instrumentos hechos de la mano del que aquí los hace, y todos juntamente tomando el altura y echando su punto cada uno, sabidos sus puntos el uno se hacía cien leguas de la tierra y otro cuarenta y cinco, y otro dijo que por su punto iba navegando por tierra, y venidos á la verdad de lo que pareció, ninguno acertó, porque solamente estaban diez leguas de la tierra».



Bien se comprende que bajo tales circunstancias, aun dejadas aparte las alteraciones de la declinación, no pudiera alcanzarse las más veces la exactitud que admiramos en las cartas italianas. Reconocía Colón que los instrumentos de que se servian los españoles eran aún bastante malos; con todo, culpaba á los pilotos de ser poco versados en el arte náutica, pues á la pregunta si los errores de cálculo de los mencionados tres pilotos debian atribuirse al arte de marear, ó á la composición de los instrumentos ó exclusivamente á la ignorancia de los pilotos, responde Teodosio: «En el arte no, que pues es arte, cosa cierta es; así que, no en el arte, mas en los instrumentos y en los que no saben usar de ellos».

Ni deja de interesar que en este documento se reconozca abiertamente la superioridad de los portugueses en el arte náutica, así   —153→   como el que se pongan de relieve, aunque sea solo de pasada, las ventajas que abrazaban sus cartas marítimas.

Los enemigos de la escala doble alegaban, según las palabras de Fulgencio, estas razones sobre la inutilidad de tales cartas. En primer término se echan por tierra las leyes de Astrología é Hidrografía, recibiendo dos líneas equinocciales, cuatro trópicos alterándose los ángulos de la esfera (los rombos fuera de su propia cuenta y medida). «La segunda razon, dice, que es porque siendo cosa tan antigua navegar con carta de una graduacion, y tal fué la primera que de las Indias se hizo, cosa es fuera de razon, que por la opinion de un hombre que no da razon ni cuenta se desfaga la órden y concierto que la carta tiene, para dar medida á cosa que no se sabe que tamaña es, y que ser esto gran desórden, que se muestra por ejemplo, pues agora se vee que en mayor navegacion que la nuestra, que es la que hacen los portugueses, no usan ni tienen en sus cartas más de una sola graduacion ó dos uniformes, i con esta navegan cinco ó seis mil leguas de mar con tanta certidumbre que no LES FALTA PUNTO». Los portugueses usaban las cartas planas que, aunque inexactas, á lo menos no les causaban extravío. -La razón de que los portugueses señalasen mejor que los españoles el punto de su dirección en las cartas, ha de buscarse en el particular de que la Astronomía náutica había hecho mayores progresos entre ellos, desde los tiempos de Martín Beaim, en que sus viajes por mar alcanzaron una dirección más al Mediodía. Hallándose en disposición de lograr una fijación considerable, en cuanto á la latitud, merced á sus viajes en dirección al Norte y al Mediodía, debió resultar mucho más exacta la determinación de lugares hecha por ellos en la carta plana, que si hubieran seguido el sistema adoptado por los españoles. La conclusión del diálogo es interesente: Fulgencio excita á Teodosio á que le haga una declaración precisa de las opiniones que tiene, respecto de las cartas de marear que deben emplearse. Reproducimos textualmente la respuesta, aunque algo larga.

«T.   Por la obligacion que tengo á vuestro servicio, cumpliré lo que, señor, mandais; diré lo que yo en esto hallo muy conforme á verdad, y para que mejor se entienda, presupongo dos   —154→   principios verdaderos, que son estos: el primero, que en el arte de la navegacion hay tres cosas principales que en ellas sirven, que son alturas, carta y aguja. Por el altura se sabe en cualquier lugar en que el hombre está, así en la mar como en la tierra, qué altura tiene, esto es, qué tantos grados está apartado de la línea equinocial. La carta enseña el camino ó rumbo, por donde se ha de navegar de un lugar á otro de aquellos que en ella están señalados, en los cuales lugares primero se tomó esta altura, y conforme aquella se situaron y señalaron en la carta. El aguja señala el nombre de estos caminos ó vientos que la carta tiene, los cuales son sacados de un principio ó punto cierto y en un lugar fijo que la misma aguja en el horizonte señala: así que el aguja señala de que parte del horizonte viene cada uno de los dichos vientos. Punto segundo: digo que la linea equinocial es un circulo, que divide al mundo en dos partes iguales, la cual igualmente se aparta de los polos, y della toma principio el altura de cualquier lugar; y no en otro, se ha de hallar que cosa alguna no le pueda de allí apartar. De aquí queda cierto que si yo voy en demanda de un lugar, que está en treinta grados, de necesidad lo tengo de hallar en el altura de los treinta grados donde él está, y non en otro; y que si no llego á los treinta grados nunca llegaré al tal lugar. Pues digo asi que si uno parte de veinte grados y va en demanda de una tierra que está en los mismos veinte grados ó más ó ménos que á este, aunque la aguja, vientos, corrientes ó otra cosa sabida ó no sabida lo aparte del camino que ha de llevar, que el con el altura se puede enmendar y volver á su camino hasta llegar al término ó lugar donde va. Teniendo, pues, esto así por cierto, como lo es, viniendo al caso digo: que la carta de dos graduaciones diferentes toda esta órden deshace, como se muestra por este ejemplo. Si uno va navegando, y tomando su altura precisa, se halló, pongo por caso, en quince grados de la primera graduacion de la carta, y despues volvió á tomar el altura y se halló en los mismos quince grados, y señalo su punto en derecho de los quince grados de la segunda graduacion, este punto postrero no verná con el primero, digo en igual distancia de la equinocial, aunque á la verdad ellos han de ser iguales, pues son de una misma altura; mas estos puntos que este señaló   —155→   no serán iguales, antes habrá diferencia de tres grados uno de otro, que es la misma diferencia que las dos graduaciones entre sí tienen. De donde claramente parece que la segunda graduacion de la carta lo enseñó, pues por ella pasó al segundo punto fuera de su propio lugar, de donde se le siguiera que en la derrota, rumbo ó camino que de allí tomase para el lugar donde ya, tanto será lo que se apartará del tal lugar, cuanto fué el apartamiento que él tuvo del punto verdadero. Y concluyendo, digo, que, como por la falsedad de esta segunda graduacion de la carta, los lugares de Indias no estarán puestos en su propio lugar, si se fuera á buscar donde la carta los enseña no se hallarán, de manera que los que por tal carta se rigieren, errarán en todo aquello que por la segunda graduacion se rigieren, de donde es cierto que los pilotos, que con estas cartas navegan, no por ellas, más por el uso que del camino tienen, atinando, y con rodeo y con pérdida de tiempo llegan al lugar donde van. Esto es lo que este caso me parece y lo que en ello yo siento».



En consecuencia, los lugares de la superficie de la tierra deben ser señalados en la carta con arreglo á su latitud, y como esta se cuenta desde el ecuador, se sigue de aquí que todos los puntos que tienen igual latitud deben estar á igual distancia, sin que pueda darse causa capaz de alterar este principio. En esto el autor del diálogo tiene ante los ojos única y exclusivamente la proyección cilíndrica. Dice además que la carta ofrece la dirección que se tiene que tomar para ir de un lugar á otro, en lo cual se equivoca, pues no le es conocido aún naturalmente, toda vez que en la proyección cilíndrica no deben aparecer repetidos los ángulos en su magnitud natural. Menos aún es lo que él puede expresar acerca de la diferencia entre la dirección loxodrómica y la ortodrómica. A pesar de este defecto, Hernando desenvuelve muy ajustadamente el modo y manera, con que se debe proceder con la carta plana. Adviértase, demás de esto, que la ignorancia de las propiedades de la proyección elegida debe ser también tenida en cuenta, como un factor que no se puede olvidar sin inconveniencia. Si uno se da á la vela, por ejemplo, de un puerto que se halla á la latitud de 30º para otro cuya latitud llega á los 40º; pero si hallándose   —156→   durante el viaje, por ejemplo, en latitud de 35º, abandona desde este momento una escala para orientarse por la otra, llegará tantos grados más al N. ó al S., cuanta sea la diferencia de ambas escalas.

Asimismo, en lo que atañe al cambio de la posición del buque, á consecuencia de la declinación magnética del viento, bajo el cual es comprendido el temporal y la corriente, así como otros influjos conocidos y desconocidos (otra cosa sabida ó no sabida), observa Colón que se puede tener siempre en cuenta tal alteracion, mediante la determinación astronómica de ella, para autorizar el cambio de derrotero, y esto indefinidamente hasta llegar al punto de arribada. Él aprecia con mucha razón la ventaja de determinar la latitud diariamente ó con mucha frecuencia, por cuanto, merced á este medio, no puede equivocarse el lugar que fija el destino.

Aún pudiéramos poner de resalto los otros influjos conocidos y desconocidos, cosa sabida ó no sabida, que menciona. ¿Es que tal vez ya que no como encargado de aprobar de los diarios de viaje, en cuyo caso habrá tenido gran número de ellos en la mano, por circunstancias para este fin análogas, le ha llamado la atención un cambio en la posición de los buques manifiesto para él, el cual debía aparecer nacido de la diferencia de ángulo en la esfera y en lo representado en la proyección cilíndrica? El que Hernando Colón haya tenido ocasión de ver muchos diarios de navegación puede inferirse, á nuestro parecer, de que fué ciertamente miembro de la junta que debía decidir sobre la pertenencia de las islas de la Especería. Él escribió sobre estos tres tratados, con cuya ocasión propuso verificar la determinación de la longitud, transportando relojes8.

Lámina

Aparece digno de reparo el que mientras los portugueses tenían ya de largo tiempo su «maneira de navegar por altura del sol,» este arte no se hubiera naturalizado aún en España. Inclinados nos vemos á creer que en general el arte náutico había experimentado   —157→   en tiempo de Medina un retroceso en España. Para asegurar esto con relación á la Cartografía nos apoyamos en las obras de Enciso y de Falero9. Martín Fernández de Enciso publicó en Sevilla en 1519 su «Suma de Geographía que trata de todas las partidas y provincias del mundo: en especial de las Indias et trata largamente del arte del marear: juntamente con la esphera en romance: con el regimiento del sol et del norte: nueuamente hecha». Con este motivo debe haber llegado Enciso á hablar de la inexactitud de las cartas planas. Francisco Falero, portugués al servicio de España, publicó diez y seis años después su Tratado del esphera. Por un lugar, donde habla de la magnitud del grado, se llega á la presunción de que poseía mayores conocimientos sobre la relación del arco paralelo á la del arco del círculo meridiano, puesto que entiende que «un grado por cualquiera meridiano ó círculo mayor tiene 16 leguas y dos tercios de legua como es dicho; et por paralela menor no se guarda esta proporcion como adelante se declarará en el presente capítulo». A pesar de esto, vuelve á confundir después la distancia meridiana, en altas latitudes, con la diferencia de longitud. En 1515 apareció el «Arte de Navegar» de Medina, que cuenta la longitud y latitud sobre el fundamento de la exactitud de las Cartas planas y niega rotundamente la existencia de la desviación, después de haber escrito Falero sobre este asunto, con seguridad y bastante conocimiento de la materia.

De Enciso á Medina los españoles han retrocedido en todo lo concerniente al Arte náutica. Martín Cortés habla de nuevo de la inexactitud de las Cartas «(Breue compendio de la sphera y de la arte de nauegar, Sevilla, 1551),» y finalmente Alonso de Santa Cruz presintió ya aquella invención importante, que el gran geógrafo Mercator había de realizar años después. Sería sobre manera interesante establecer con más pormenores como Enciso, Cortés y Alonso de Santa Cruz trataron la teoría de las Cartas. Nosotros nada podemos decir sobre este asunto, en el momento, en que hemos fijado nuestra consideración en él, y comenzamos la investigación   —158→   que á él se refiere. En esto, es de temer, sin embargo, que el material de fuentes, no sea quizá muy fácil de aprovechar con frecuencia, pues es posible que la obra de Enciso solo se halle en España. Podemos con todo dejar mencionado un pasaje de la Biblioteca Marítima Española, de Navarrete, que se refiere á Alonso de Santa Cruz. En su «libro de las longitudines», escribió sobre las Cartas planas... de este continuo estudio y prolijas investigaciones, resultó también el conocimiento de la imperfección de las Cartas planas, y de la necesidad de trazar las esféricas, como lo consiguió con muchos años de antelación á Eduardo Wright ó á Gerardor Mercator, á quien generalmente se atribuye esta invención (Nav. T. I., pág. 29). Alejo de Vanegas dice sobre esto en sus obras: «Diferencias de los libros que hay en el Universo, 1540, cap. 16:... ora nuevamente, Alonso de Sta. Cruz, á peticion del emperador nuestro Señor, ha hecho una carta abierta por los meridianos, desde la equinocial á los polos; en la cual sacando por el compás la distancia de los blancos que hay de meridiano á meridiano queda la distancia verdadera de cada grado, reducendo la distancia, que queda, á leguas de linea mayor». Navarrete pone aquí esta segunda advertencia: «Y aunque esto sea el principio y los elementos de la teoría para la construccion de las cartas esféricas, todavía quedó incierta la proporcion, en que debían aumentarse en la Carta los grados de latitud, segun que eran mayores las alturas y menor la extension de los paralelos; y Santa Cruz habría coronado sus desvelos, si llegara á conocer que esta proporcion, hallada despues es la del radio al coseno de la latitud».

La cita de Vanegas debe dar que pensar mucho á todos los geógrafos y no creemos decir demasiado, al significar nuestra extrañeza, porque este pasaje interesante de la Biblioteca marítima no haya atraido la atención, antes de ahora, pues es lo cierto que de él resulta con claridad que Alonso ha reconocido la inexactitud, en que se incurre, al igualar el grado del arco de paralelo con el de meridiano. De suerte que si él no ha descubierto la relación R: cos en esta forma, pudo, sin embargo, haber construido con círculo y medida proporcional (escala), un mapa, cuyo resultado correspondiera á la exacta relación de una especie de proyección   —159→   equivalente. Serían de desear noticias más claras sobre este punto en interés de la historia de la Cartografía. Con tal motivo se ha constituido en relator del proceso un miembro de la Real Academia de la Historia de Madrid, para el empeño de sacar mayores detalles de los archivos españoles ó de las obras de Alonso ó Venegas».





Madrid, 4 Enero, 1884.



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